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Tema 4 – Evolución del pensamiento económico. La economía clásica. La crítica marxista. La economía neoclásica.

TEMA 4

INTRODUCCIÓN

I. EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO II. LA ECONOMÍA CLÁSICA

A. Adam Smith

B. David Ricardo

C. Prolongación del sistema clásico

1. Jean Baptiste Say

2. Thomas Robert Malthus

3. John Stuart Mill

III. LA CRÍTICA MARXISTA

IV. LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA

A. Alfred Marshall

B. León Walrás

CONCLUSIÓN BIBLIOGRAFÍA

 

Fig.1 Esquema de la evolución del pensamiento económico

Nosotros vamos a considerar el nacimiento de la ciencia económica con los escolásticos, aunque hay precedentes anteriores en filósofos como Aristóteles (en sus obras “Política” y “Ética a Nicómano”), en la cultura árabe y en el derecho romano.

De los siglos XIII al XVI los escolásticos constituyeron una corriente de pensamiento homogéneo, que estuvieron muy interesados en problemas como la propiedad de los medios de producción, la doctrina del precio justo, el interés, la usura, la pobreza, así como en las alteraciones en los precios provocadas por el oro y la plata traídos del Nuevo Mundo.

En los siglos XVII y XVIII tomaron el relevo dos corrientes antagónicas: los mercantilistas y los fisiócratas. Los mercantilistas destacaron la importancia de alcanzar un superávit en el saldo de la balanza comercial como una forma de acumular oro. Por ello defendían el establecimiento de medidas proteccionistas, pues creían que una postura liberal podría conducir a una pérdida de oro. Los mercantilistas se caracterizaron pues, por un profundo interés del mundo real, los que les llevó a procurar que los recursos de la nación se emplearan de tal manera que aumentara el poder del Estado. Los mercantilistas produjeron la primera conciencia real de la importancia monetaria y política de comercio internacional.

Por otro lado se encuentra la escuela fisiocrática, con Quesnay como fundador y principal representante de la misma. Los fisiócratas rechazaban los excesos proteccionistas defendidos por los mercantilistas. Sostenían que la riqueza de una nación procedía de su capacidad de producción y consideraban la agricultura como el único sector realmente productivo.

Con esta base elaboró Adam Smith su obra “La riqueza de las naciones”, obra por la que es considerado el padre de la ciencia económica tal y como la conocemos hoy día, así como el fundador de la Escuela Clásica. Las ideas de Smith fueron desarrolladas y formalizadas por David Ricardo. Aunque estos dos autores constituyen el núcleo de la escuela, es necesario a mencionar a otros a los que les correspondió la misión de depurar y corregir la estructura teórica clásica: J. B. Say, Thomas Malthus y John Stuart Mill.

En conjunto, ellos proponían los siguientes principios: defensa del laissez faire (es decir, la no intervención del Estado), y de la libre competencia, que el mercado es un mecanismo que se autorregula siendo el sistema de precios el que organiza el comportamiento de los individuos y que el comercio internacional era beneficioso para todos los países participantes.

La principal crítica de las proposiciones clásicas vino de la mano de Karl Marx. Simplificando mucho, para Marx, el beneficio que obtenían los capitalistas no era una retribución por el alquiler del capital o por su actitud innovadora, sino que era el resultado de la explotación de los trabajadores, lo que provocaría que con el paso del tiempo se revelaran y se instaurara un nuevo orden social, el socialismo.

Desde finales del siglo XIX hasta los años 30, los neoclásicos retomaron los principios clásicos y los perfeccionaron introduciendo el concepto de “marginalidad” y elaborando un modelo de demanda agregada y oferta agregada que permitía explicar la determinación de los precios del mercado que formalizaron matemáticamente. Como autores más relevantes podemos señalar a Alfred Marshall, León Walrás y a Irvin Fisher.

Los neoclásicos no supieron dar respuesta a la crisis generada a partir del crack del 29. Fue entonces cuando tomaron el relevo las ideas keynesianas. Keynes lo que hizo fue reinterpretar los principios clásicos. Para él, las recesiones eran consecuencia de una insuficiencia de la demanda agregada, lo que generaba desempleo involuntario. La solución que proponía era la intervención del Estado mediante unas políticas económicas adecuadas. Según Keynes (basándose en los estudios de Phillips) la relación entre la inflación y el desempleo eran inversas, así por ejemplo, si el desempleo era elevado, se estimulaba la demanda a costa de una subida del nivel de precios. Estas propuestas entraron en declive con la estanflación generada por la primera crisis del petróleo, esto es, inflación y desempleo elevados al mismo tiempo.

Aunque entre los años 30 y 70, la teoría económica dominante fue la keynesiana, hubo otras, siendo la más importante la monetarista, que suponía una revisión de la antigua teoría cuantitativa del dinero. Sus ideas centrales las podemos resumir diciendo que rechazan el modelo keynesiano, dan una gran importancia a las variaciones de la tasa de crecimiento de la cantidad de dinero respecto a la evolución de la economía y también defendían la no intervención del Estado.

Desde la década de los 70 la ciencia económica se ha caracterizado por la ausencia del consenso entre los economistas para estudiar un problema económico concreto, es más, se ha criticado duramente que los economistas se han preocupado más de elaborar modelos matemáticos que de resolver problemas reales. Entre las nuevas corrientes podemos mencionar la Nueva Macroeconomía Clásica, que se ha ocupado de revalidar y ampliar los resultados del planteamiento monetarista y, la Economía del Desequilibrio, que es una reinterpretación de la teoría keynesiana.

La economía clásica tiene como núcleo ideológico los trabajos de Adam Smith. Las ideas de Smith fueron desarrollados y formalizadas por David Ricardo.

Dentro de la escuela clásica hay una serie de autores que, si bien pertenecen a esta escuela de pensamiento, fueron, en realidad, unos críticos. En este sentido cabe destacar los trabajos de Malthus y de J. S. Mill. También comentaremos brevemente la obra de J. B. Say por haber desarrollado la “ley de los mercados” que ha sido profusamente empleada por los monetaristas, los cuales son el la actualidad los defensores de las ideas clásicas.

A. ADAM SMITH

Su principal obra es “La riqueza de las naciones”, gracias a la cual es considerado el fundador de la ciencia económica y el cabeza de la escuela clásica.

Smith creía en un gran Orden Natural establecido por el Creador. Este orden natural vigente en los astros y en el reino de la naturaleza, también lo estaba en la sociedad, donde el individuo, que busca su propio interés, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no estaba en su propósito, es decir, contribuirá también al bien o interés común sin pretenderlo expresamente.

La consecuencia fundamental de este orden natural es que nada ni nadie debe interferir en el libre comportamiento económico de los ciudadanos. Por ello, Smith fue el gran defensor del laissez faire y de la libre competencia.

El laissez faire es la no intervención del Estado en los asuntos económicos. Al Estado le atribuía otras tareas como la defensa, la justicia y actividades importantes pero no rentables como las obras públicas.

Fig.2 Adam Smith

Fig.3 Portada de su obra más conocida “Tratado sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones”

Por otro lado, sin la libre competencia, los distintos frenos a la oferta y la demanda no sólo dificultarían el logro del bien particular, sino que disminuiría el bien común o general. Para Smith, los intereses individuales guiados por la mano invisible consiguen regular de modo automático los desequilibrios del mercado. Por ejemplo, el capital acudirá a un sector o escapará de él según aumente o disminuya el beneficio obtenible en ese sector.

La esencia de la economía de mercado es que en ella todo se convierte en mercancía por un precio y que, la oferta de estas mercancías es sensible a los cambios de precios.

Hay que tener clara la importancia revolucionaria de esta doctrina. El mercado es impersonal y no conoce favoritos; con él se acabaron los privilegios de la nobleza. Esta idea debe ser contrastada con los sistemas anteriores de organizar la sociedad, en los que cada uno tenía asignado su lugar y en él permanecía.

þ El progreso económico y la división del trabajo

Según Smith, uno de los factores fundamentales sobre los que descansa el crecimiento económico es un concepto que, en cierto modo, fue introducido por él mismo: la división del trabajo. La división del trabajo aumenta la producción por tres razones:

1) Aumenta la destreza de cada operario, pues éste realiza repetidamente una tarea sencilla.

2) Se ahorra tiempo ya que el trabajador no necesita cambiar de una clase de trabajo a otra.

3) Se puede inventar maquinaria para incrementar la productividad, una vez que las tareas se hayan simplificado y convertido en rutinarias.

El aspecto negativo de la división del trabajo es que puede atrofiar la mente del trabajador y tener efectos nocivos sobre su personalidad.

Debe señalarse que, si bien la división del trabajo es la base del progreso, ésta depende de la magnitud del mercado. Por este motivo Smith defendió la libertad de mercado como pieza fundamental de su pensamiento económico.

þ La teoría del valor

En un primer momento, para Smith el valor de un bien dependía de la cantidad de trabajo necesaria para producirlo. Más tarde se dio cuenta de que en la fabricación de un bien intervienen otros factores productivos como el capital y las materias primas. Así formuló una nueva explicación del valor como coste de producción las cosas tienen uno u otro valor de intercambio según lo que cuesta producirlas (rentas del capital, del trabajo, de la tierra más el beneficio). Este valor que será su precio natural no siempre coincidirá con el precio fluctuante del mercado pero, a la larga, la regulación automática del mercado tenderá a hacer coincidir el precio de mercado con su precio natural o valor.

þ La teoría de la acumulación

En la obra de Smith, el análisis de cambio dinámico de la sociedad descansa sobre la teoría de la acumulación. Esta teoría viene condicionada por la distribución de la renta entre distintas clases sociales y, especialmente, por la parte que iba a los capitalistas y a los terratenientes. No era probable que los asalariados recibieran lo suficiente para permitir “excedente” alguno sobre sus necesidades, mientras que los otros dos grupos sociales sí podían tener fondos suficientes para financiar reemplazamientos y para sostener sus niveles de vida normales. El excedente podría destinarse a la ampliación del consumo, pero sería mejor para la sociedad que este excedente de fondos se ahorrara. De esta forma, las rentas se convertirían en fondos, que más tarde ampliarían la producción.

Los capitalistas eran los agentes principales a través de los cuales se convertiría en acumulación. La cantidad de beneficios podría considerarse como el determinante básico del ritmo de la acumulación y, a su vez, de la tasa de expansión económica.

En este sentido, Smith destacó los efectos de la acumulación de los beneficios de los empresarios, pues se reinvertirían en maquinaria, permitiendo una mayor división del trabajo y aumentando la productividad, generando, por tanto, una mayor riqueza. Por ello, Smith veía en la acumulación de los beneficios el motor que pone en movimiento la mejora de la sociedad.

B. DAVID RICARDO

Fig.4 David Ricardo

Aunque Smith fue el fundador de la escuela clásica, David Ricardo fue quién desarrolló el método de análisis propiamente económico, ésto es, la elaboración de modelos que permiten extraer los elementos esenciales de los problemas bajo estudio y examinar las interacciones entre sus partes.

þ La renta económica

Ricardo formalizó el concepto de renta económica. Al estudiar las rentas de la tierra, se dio cuenta que las diferencias en la calidad de la misma determinarían que, si bien los propietarios de la tierra fértiles obtendrían cada vez rentas más altas, la producción en las de peor calidad sería sólo la justa para cubrir los costes y no darían lugar a renta. La clave de la aparición de la renta económica radica, pues, en que la oferta de las tierras fértiles es rígida.

þ La teoría del valor

En el fondo es la misma que la de Smith, pero llevada hasta sus últimas consecuencias. El valor de intercambio de los bienes está determinado por la cantidad de trabajo incorporado a su producción, es decir, el valor de un bien se computa por el número de horas gastadas en su producción más las horas de trabajo gastadas en la producción del resto de los factores productivos, por ejemplo, la maquinaria. Consecuentemente, el valor del trabajo se determina por el número de horas de trabajo necesarias para producir los bienes de subsistencia que mantienen al trabajador y a su familia.

þ La ley de la distribución

Al analizar la distribución de la renta nacional entre las clases sociales (trabajadores, capitalistas y terratenientes) destacó que la renta total estaba limitada por los rendimientos decrecientes1. En consecuencia, los incrementos en la renta alcanzados por una clase social se logran a costa de arrebatárselos a otro grupo social.

En una perspectiva dinámica, Ricardo pensaba que el crecimiento de la población acompañaba a la expansión económica y que esta expansión llevaría consigo un aumento de las necesidades de alimentos, que debido a la ley de rendimientos decrecientes sólo podían satisfacerse a costes más altos.

Con el fin de mantener los salarios reales a su nivel anterior, serían necesarios salarios monetarios más altos, lo cual haría disminuir la participación de los beneficios, emergería el estado estacionario, en el que ya no habría acumulación de la renta.

þ El principio de la ventaja comparativa

A 1

CR1, 2 = = 0´5

2

CR B = 3 = 1

1, 2 3

A 2

CR2,1 = 1 = 2

CR B = 3 = 1

2,1 3

La solución que planteaba Ricardo al estado estacionario era el comercio internacional, basándose en su principio de la ventaja comparativa. Para explicar este principio vamos a utilizar un sencillo ejemplo:

Producto

País A

País B

1 unidad del bien 1

1h

3h

1 unidad del bien 2

2h

3h

1 La ley de rendimientos decrecientes implica que si se duplica la utilización de factores productivos la producción crecerá menos del doble.

Aunque el país A tiene ventaja en la producción de ambos bienes, en términos relativos es más barato producir el bien 1 en el país A y el bien 2 en el país B. Con lo que ambos países se benefician con el comercio internacional, ya que se especializarán en la producción del bien en el que tienen ventaja relativa, el cual podrán exportar e importar el resto.

C. PROLONGACIÓN DEL SISTEMA CLÁSICO

1. Jean Baptiste Say

Say supone que la economía tiende siempre a una situación de equilibrio con pleno empleo y, en tal sentido, elaboró la “ley de los mercados”, según la cual toda oferta crea su propia demanda, de forma que se descarta la posibilidad de una superproducción general. Esta ley es una pieza básica pues fundamenta el “ajuste automático de los mercados” defendido por los economistas clásicos.

La ley de Say descansa en dos proposiciones:

1.- Los productos se cambian por los productos.

2.- La demanda de bienes está constituida por otros bienes.

Fig.5 Jean Baptiste Say

Al afirmar que los productos se cambian por productos, Say restringe el papel del

dinero al de medio de cambio y de catalizador del comercio. Según Say, el dinero no

tiene otro valor que el de comprar algo con él.

La segunda proposición de Say, esto es, que la demanda de bienes está constituida por otros bienes, se interpretaba como que el acto de producir genera renta suficiente para comprar el producto. Say defendía que si se establecía la correcta combinación de mercancías todo se vendería. Esta proposición se refería a la economía en su conjunto y no a la situación de empresas o economías individuales. Dado que según los supuestos introducidos, nunca podría existir una insuficiencia de la demanda agregada, se descartaba la posibilidad de una superproducción general. Esta conclusión se basaba en una hipótesis importante la de que todos los ingresos se gastaban y nada se atesoraba.

No obstante, siempre cabe la posibilidad de que surjan perturbaciones, debidas a equivocaciones de los empresarios en sus cálculos o a cambios en los gustos del público. En otras palabras, Say admitía la superproducción parcial.

2. Thomas Robert Malthus

Dentro de la Escuela Clásica, Malthus representa la actitud más pesimista respecto al

futuro del mundo.

Malthus argumentaba que “la población aumenta en progresión geométrica mientras que los alimentos sólo lo hacen en progresión aritmética”. La consecuencia de ésto era que tarde o temprano no habría alimentos suficientes para todos, con lo que las guerras, las epidemias y las plagas, serían necesarias para regular la población.

Fig.6 Thomas Robert Malthus

þ Los productos no esenciales y el atascamiento general

Otra de las preocupaciones de Malthus era la posibilidad de lo que él llamaba un “atascamiento general”, es decir, una inundación de mercancías sin posibles compradores.

Para defender esta proposición, Malthus distinguía entre dos tipos de bienes:

esenciales, que son básicamente los alimentos, con ellos nunca habría problemas de saturación, pues una mayor disponibilidad de los mismos automáticamente creaba su propia demanda en forma de aumento de la población. En el caso de los bienes no esenciales el problema era diferente, pues el equilibrio del mercado de este tipo de bienes dependían de los gustos de quienes tenían las rentas lo suficientemente altas para adquirirlos, capitalistas y terratenientes. En este sentido, Malthus argumentaba que las necesidades y los gustos de los potenciales compradores de bienes no esenciales eran tales que no absorbían la oferta.

Para remediar estos estancamientos Malthus proponía estimular el gasto por parte de los ricos y del Estado. Por ejemplo, que el Estado construyera carreteras y otras obras públicas.

3. John Stuart Mill

Mill se apartó de la ortodoxia de su época al poner de relieve que hay dos tipos de leyes en la ciencia económica, las de producción y las de distribución.

Según Mill, las leyes de producción son inmutables, pues venían fijadas por la naturaleza y la tecnología. Sin embargo, las leyes de distribución del producto social sí era posibles controlarlas (como sabemos a través de los impuestos, las subvenciones y las transferencias, el sector público puede influir sobre la distribución de la renta).

Mill, en contra de lo defendido por Malthus, opinaba que si se elevaba el nivel de educación general, se conseguirán elevar las aspiraciones de la clase trabajadora y cambiar su conducta, con lo que tendrían menos hijos. De forma que si el dinero destinado a pagar salarios se repartía entre menos gente, cada uno de ellos recibiría una proporción mayor.

Fig.7 John Stuart Mill

Por otro lado, Mill se sentía preocupado por la tendencia hacia la inestabilidad, que probablemente coincidiría con la aproximación al estado estacionario y con las tasas de beneficio decrecientes. Mill creía que con la llegada del estado estacionario algunos empresarios se sentirían inclinados a rechazar las tasas de beneficios corrientes y a buscar negocios altamente arriesgados, con la esperanza de cosechar beneficios superiores a la media. Para evitarlo, una posible solución sería que el Estado recogiera, por medio de impuestos, una parte de los fondos potencialmente invertibles en esos negocios arriesgados y los utilizara para financiar proyectos socialmente beneficios, por ejemplo, en mejorar las infraestructuras. De este modo, disminuiría la caída de las tasas de

beneficios del capital privado impidiendo así, que los empresarios tuvieran que reunir a esos negocios altamente arriesgados en los que podían perder todo su capital.

Las principales obras de Marx son “El Capital” y “El Manifiesto del Partido Comunista”.

La base de la teoría marxiana la constituye su análisis de la historia. Para ello tomó de Feuerbach su materialismo humanista y de Hegel la dialéctica, reinterpretándola.

La concepción materialista de la historia arranca del principio de que la producción y el intercambio de productos constituyen la base de todo orden social. La validez de esta afirmación descansaba en que cualquier sociedad, de cuantas han aparecido en la historia, la división de clases está determinada por tres hechos: lo que se produce, cómo se produce y por la forma en que se intercambia la producción. Según esta concepción, las causas últimas de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones políticas hay que buscarlas no en las mentes de los hombres, sino en las mutaciones experimentadas por los métodos de producción y de intercambio. La fuerza básica en la historia es, para Marx la estructura económica de la sociedad. Esto no excluye el impacto de las ideas, sino que sostiene que las ideas son un reflejo de la sociedad que las alienta.

Fig.8 Karl Marx

El objetivo de la obra de Marx era descubrir “las leyes de movimiento” de la sociedad capitalista. Construyó un modelo económico para demostrar cómo el capitalismo explotaba necesariamente a su clase trabajadora y cómo esta explotación conduciría inevitablemente a su destrucción. En este esquema, la teoría del valor-trabajo (ya propuesta por David Ricardo y Adam Smith) desempeña un papel importante.

La teoría del valor-trabajo postula que el valor de los bienes (el valor de intercambio, no el valor de uso) depende de la

cantidad de trabajo necesario para producirlos, incluyendo tanto el trabajo directo de producción de la mercancía como el trabajo incorporado en forma de maquinaria y

materias primas.

þ La teoría de la explotación

Según Marx, el beneficio que obtienen los capitalistas es el resultado de la explotación de los trabajadores, y no una retribución por el alquiler del capital y por su actitud innovadora.

Lo relevante es que, según Marx, el empresario paga al trabajador una cantidad igual al valor de su fuerza de trabajo (la fuerza de trabajo es la capacidad del hombre para el trabajo), pero este pago equivale sólo a una parte de la producción diaria del trabajador y, por tanto, sólo a una parte del valor que éste produce. En el mundo teórico de Marx, todo se vendía por su valor, y el valor de la mano de obra es lo que se necesita para “crear” dicha mano de obra, es decir, un salario de subsistencia.

La clave de explotación de este sistema está en el hecho de que existe una diferencia entre el salario que un trabajador recibe y el valor del producto que ese trabajador produce. A esta diferencia la llama Marx plusvalía. Un trabajador no es contratado únicamente por la duración de la jornada necesaria para pagarle un salario de subsistencia, sino que trabajaba la jornada que señalaba el capitalista, que en tiempos de Marx era de 10 u 11 horas diarias.

þ Las consecuencias de la acumulación de capital

Para Marx, la causa del decrecimiento de la tasa de beneficio hay que basarla en el aumento de la proporción entre capital constante (máquinas y materiales) y capital variable (la fuerza de trabajo). El proceso de mecanización crea un “ejército industrial de reserva” de personas sin trabajo, que tiende a empobrecer aún más al proletariado, al forzar los salarios a la baja.

En la producción capitalista a gran escala, los capitalistas compiten todos entre sí, y procuran acumular capital a un fuerte ritmo, esto es, recurrir a procesos intensivos en capital, con el objetivo de aumentar su producción. Una de las consecuencias de esta tendencia es la concentración del capital en unas pocas manos.

Resulta sin embargo, que la expansión requiere más trabajadores y, para obtenerlos, los capitalistas se ven obligados a subir los salarios. Al subir lo salarios los beneficios bajan (como consecuencia de la disminución de la plusvalía). Para contrarrestrar esta bajada de los beneficios están constituidos solamente por la diferencia entre los costes de trabajo y lo que se percibe de la venta de las mercancías, el capitalista sigue cogido en la trampa. En otras palabras, al mecanizar la producción al margen de beneficio se reduce, porque hay menos trabajadores de quienes extraer la plusvalía.

La tendencia a largo plazo es una tasa descendente de beneficios y a una sucesión de crisis cada vez más graves, debido a que el progreso tecnológico acumulativo y la productividad creciente del trabajo permiten aumentar la producción pero, el mercado aumenta más lentamente en razón del limitado poder adquisitivo de los trabajadores, con lo que estas crisis se producen porque la oferta supera la demanda.

Tuvo su desarrollo y apogeo desde finales del siglo XIX hasta Keynes, en los años 30 del siglo XX. También conocidos como los marginalistas, introdujeron un nuevo método, la formulación de modelos abstractos que explicaran el comportamiento de la Economía. Para ello utilizaron mucho las matemáticas, lo que elevó el rigor científico de la discusión económica, a costa, en ocasiones, del alejamiento de los problemas reales.

El centro de atención de los neoclásicos fue el funcionamiento del sistema de mercado y su papel como asignador de recursos. Se trataba de explicar la prosperidad sin precedentes que estaban viviendo las economías occidentales, sin los obstáculos previstos por los clásicos y los marxistas, así como de ciertas “imperfecciones” del sistema económico como la aparición de conglomerados industriales y de los sindicatos.

Aunque, como su nombre indica “Escuela Neoclásica”, coincidían con los clásicos en puntos fundamentales: la no intervención del Estado, la defensa de la libre competencia, etc. se diferenciaban fundamentalmente en su concepción del valor. Mientras que, como hemos visto, para los clásicos el valor era un dato objetivo, determinado por la cantidad de trabajo necesario para producir un bien, independientemente del precio de mercado que fluctuaba en torno a él, para los neoclásicos, lo importante del valor es su contribución en la determinación de los precios. Para ellos el valor de un bien es medible gracias a la satisfacción que produce en el sujeto el consumo del bien. La característica de la concepción del valor neoclásica es que la satisfacción experimentada disminuye a medida que aumenta la cantidad consumida del mismo bien.

A. ALFRED MARSHALL

Fig.9 Alfred Marshall

Profesor de Keynes en Cambridge, tenía como objetivo principal explicar la determinación de los precios de mercado, para lo cual era necesario estudiar el comportamiento tanto de productores como de consumidores.

En la formulación de Marshall, el concepto de demanda como una tabla de relaciones precio-cantidad era crucial para su solución. Según ella, el consumidor

racional estaría dispuesto a pagar menos por la última unidad de bien que por las anteriores, con lo que sería necesaria una reducción del precio para inducirle a comprar más.

þ Las preferencias de los consumidores: la utilidad

Los neoclásicos entendieron a la perfección cómo entran las preferencias de los consumidores a formar parte de la demanda de bienes. Encontraron que la demanda depende de la utilidad marginal (UMg). Dado que los consumidores tienen que elegir entre más de un bien y menos de otro (u otros) para maximizar su utilidad (su satisfacción), deberían ajustar sus gastos entre los bienes de manera que ninguna combinación alternativa de bienes les produjera una satisfacción mayor. El resultado óptimo se obtendría cuando la última unidad monetaria gastada en cada uno de los bienes en cuestión añadiera una satisfacción personal idéntica (1ª y 2ª Ley de Gossen).

No obstante, la demanda sólo explicaba una parte de la determinación del precio. La otra parte era la oferta, las condiciones en las que los productores estarían dispuestos a vender sus bienes y servicios. Del mismo modo que los consumidores obtenían a través del mercado una UMg decreciente, los productores, al ofrecer sus bienes y servicios, sufrían una desutilidad marginal creciente, pues el aumento de los costes totales debido a la producción de unidades adicionales eran crecientes. Con esta aportación de Marshall (OA), el análisis del mercado estaba completo: el cruce de las curvas de demanda y de oferta fijaban el precio de equilibrio.

þ La teoría de la producción

P

PE

p*

q*

en un mercado

Se suponía que los empresarios O buscaban racionalmente el máximo beneficio, lo que explicaba

el intento de minimizar costes. Cualquier volumen deseado de producción podría obtenerse con varias combinaciones diferentes de factores productivos, con lo que el empresario seleccionaría aquella que representara los costes más

D bajos.

Q

Fig.10 Gráfica de la oferta y la demanda

Para Marshall, las economías de escala implicaban que un pequeño número de grandes productores podía funcionar a un coste medio más bajo, produciendo la misma cantidad que un gran número de empresas pequeñas, quedando así en entredicho las premisas de un mercado competitivo.

En cualquier caso, Marshall creía que, por lo general, las ventas de cada empresa están limitadas a su mercado particular, lenta y costosamente adquirido y, aunque la producción pueda aumentarse muy rápidamente, no ocurría lo mismo con las ventas. Además, la expansión de la empresa más allá de sus límites la expondría también a la competencia de sus rivales. Por ello, Marshall opinaba que era improbable que las economías de escala presentaran un serio desafío al mantenimiento de orden competitivo.

þ La teoría cuantitativa del dinero

Aunque Marshall dedicó su obra fundamentalmente a temas microeconómicos, también estudió problemas propios de la economía agregada, en concreto, la determinación del nivel general de precios. Su análisis lo desarrolló en torno a la teoría cuantitativa del dinero. En vez de considerar el ritmo al que rotaba la oferta monetaria, esto es, la velocidad de circulación del dinero, se interesó por los saldos monetarios mantenidos por la comunidad, es decir, los saldos de caja. Así sostuvo que la cantidad de dinero mantenido en caja en una economía quedaba regulada por el marco institucional y, de acuerdo con el supuesto ceteris paribus, podía considerarse constante.

En particular, Marshall mantenía que, cualquiera que sea el estado de la sociedad, siempre hay un cierto volumen de recursos que la gente decide mantener en forma de dinero para gastar (hacer transacciones, no es ahorro; así se refuerza le Ley de Say) y, si todo lo demás permanece igual, existirá una relación directa entre el volumen del dinero y el nivel de precios.

Marshall no descartaba la posibilidad de que hubiera inestabilidad económica, motivada por las olas de pesimismo y optimismo de los hombres de negocios.

B. LEÓN WALRÁS

Fig.11 León Walrás

Walrás se ocupó de la teoría de la determinación de los

precios bajo un régimen hipotético de libre y perfecta competencia. Pretendía expresar sus descubrimientos en

forma de proposiciones matemáticas que diesen a la Economía un rango científico comparable al que disfrutaban las ciencias físicas.

Walrás estaba interesado en demostrar las ventajas de la libre competencia. Para ello era necesario, por un lado, conocer cuáles eran exactamente estos resultados y, por otro, precisar las definiciones y las leyes necesarias de un

régimen de competencia perfecta. La competencia perfecta quedaba representada por

una situación en la que los compradores y vendedores se reunían en una subasta masiva de forma que, las condiciones de cambio fueran públicamente anunciadas y se diera una oportunidad a los vendedores para bajar sus precios y a los compradores para recibir sus ofertas. Aunque tales condiciones no eran realistas, según Walrás, las ventajas de un procedimiento que partiese de casos abstractos y generales eran obvios.

Walrás pretendía formular el proceso mediante el cual podría establecerse un equilibrio general, esto es, aquél que tomaba en cuenta la interrelación de todas las actividades económicas. Para ello, estableció un sistema de ecuaciones simultáneas (tantas ecuaciones como bienes existen en el mercado menos uno) susceptibles de una solución matemática determinada.

Este método de análisis tenía dos implicaciones:

1) Destaca la interdependencia entre todos los precios dentro del sistema económico.

2) Hace desaparecer la distinción micro/macro de la economía.

En la introducción del tema hemos hecho un pequeño resumen gráfico que muestra la

cronología de la historia de las ideas y del pensamiento económico. Como se puede

observar, los teóricos están de acuerdo en que el origen de la ciencia económica como tal, surgió a partir de la publicación de La Riqueza de las Naciones de Adam Smith, ya que fue la primera vez que se trató de manera sistemática y utilizando el método científico, todo el saber económico que hasta ese momento se había acumulado; de ahí que se conozca a este autor como el padre de la ciencia económica y fundador de la Escuela Clásica. A partir de ahí, distintas corrientes han estudiado los principales problemas económicos intentando cada una de ellas dar un paso más, es decir, partiendo del saber acumulado se han analizado los fallos de cada teoría y se han intentado formular otras que expliquen mejor la compleja realidad económica. Si bien hasta la década de los 60-70 podemos hablar de corrientes de pensamiento económico predominantes (neoclásicos, monetaristas,…), es difícil hacer un resumen de las principales corrientes de pensamiento económico en los últimos 25 años. Aunque la corriente central estaría constituida por la Nueva Macroeconomía Clásica y la Economía del Desequilibrio, que es la nueva versión de las polémicas entre monetaristas y keynesianos, se ha producido una proliferación de escuelas de pensamiento tan divergentes como la economía evolucionista, la economía de los costes transaccionales y el nuevo institucionalismo.

Para terminar, es necesario señalar que en este proceso de avance de la ciencia económica, se le está criticando muy duramente su excesiva formalización. Si un modelo no se puede matematizar, aunque tenga una mayor potencia explicativa, es menospreciado. Esto ha derivado en la construcción de una Economía abstracta poco preocupada, en muchos casos, por los problemas económicos reales.

The New Palgrave: A Dictionary of Economics, 4 vols. J. Eatwell et al. Ed. McMillan,

1987.

Historia de la Teoría Económica y de su Método. R. Ekelund y R. Herbert, Ed. McGraw- Hill, 1991.

Economía, Teoría y Política. F. Mochón, Ed. McGraw-Hill, 2000.

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