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Tema 66B – Freud: el psicoanálisis como crítica de la cultura occidental.

Biografía de Freud.

Sigmund Freud nació el 6 de mayo de 1856 en una pequeña localidad de Moravia llamada Freiberg. Su padre fue un comerciante de lana con una mente muy aguda y un buen sentido del humor. Su madre era una mujer activa, vivaz, segunda esposa del padre de Sigmund y 20 años menor que su marido. Tenía 21 años cuando tuvo a su primer hijo, su apreciado Sigmund. Este tuvo dos medio-hermanos y otros seis hermanos. Cuando tenía 4 o 5 años (él no recuerda bien), su familia se trasladó a Viena, donde viviría casi toda su vida.

Freud, un niño brillante, siempre a la cabeza de su clase, ingresó en la escuela de medicina; una de las pocas opciones para un jóven judio en Viena en esos días. Allí, se embarcó en la investigación bajo la dirección de un profesor de fisiología llamado Ernst Brücke. El maestro creía en nociones comunes o, si se quiere, radicales de aquella época y que hoy conoceríamos como reduccionismo: “no existen otras fuerzas que las comunes físico-químicas para explicar el funcionamiento del organismo”. Freud pasó muchos años intentando “reducir” la personalidad a la neurología, causa que más tarde abandonaría.

Freud era muy bueno en el campo de sus investigaciones, concentrándose sobre todo en neurofisiología e incluso llegó a crear una técnica especial de tinción celular. Pero, solo existía un número limitado de puestos y había otros por encima de él. Brücke le ayudó a conseguir una beca de estudios, primero con el gran psiquiatra Charcot en París y posteriormente en Nancy con el que más tarde sería su rival: Bernheim. Ambos científicos estaban investigando el uso de la hipnosis en los pacientes histéricos.

Después de pasar un breve período de tiempo como residente de neurología y como director de una guardería infantil en Berlín, Freud se volvió a Viena y se casó con su prometida de años Martha Bernays. Allí abrió su consulta de neuropsiquiatría, con la ayuda de Joseph Breuer.

Las lecturas y obras de Freud le proporcionaron tanto fama como ostracismo dentro de la comunidad médica. Se rodeó de un buen número de seguidores que más tarde se convertirían en el núcleo del movimiento psicoanalítico.
Desafortunadamente, Freud tenía una gran propensión a rechazar a aquellos que no estaban de acuerdo con sus teorías; algunos se separaron de él de manera amistosa, otros no, estableciendo entonces escuelas de pensamiento competidoras.

Freud emigró a Inglaterra justo antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando Viena ya no era un sitio seguro para un judío y más aún de la talla del famoso Freud. Poco más tarde murió de un cáncer maxilobucal del que había sufrido desde hacía 20 años.

2. La conciencia y el inconsciente.

Con el término conciencia designamos una facultad o función psíquica que nos permite el conocimiento del mundo exterior y de nosotros mismos. Los procesos conscientes, según la psicofisiología, no se llevan a cabo en una zona o área cerebral, sino que afectan a la práctica totalidad del Sistema Nervioso Central. Las facultades mayormente involucradas en la conciencia son la percepción, la atención y la memoria. También forman parte de la conciencia el pensamiento, razonamiento, etc., y ciertos fenómenos relacionados con la vida afectiva y la motivación. Ahora bien, la experiencia nos demuestra que la vida psíquica abarca un mundo mayor que el de los simples procesos conscientes. Los individuos no siempre permanecen lúcidos, ya que pueden sufrir alteraciones de la conciencia. Éstas suelen aparecer por motivos fisiológicos (lesiones cerebrales, trastornos psíquicos…), por ingestión de sustancias que alteran la química del cerebro (drogas o medicamentos), por la acción de ciertos métodos (hipnosis, técnicas de meditación), o por motivos psicológicos (situaciones que provocan una tensión emocional fuerte, etc.). Además, todos sufrimos los efectos del inconsciente en nuestros actos y pensamientos.

En cuanto al inconsciente, desde los tiempos más remotos, el ser humano advirtió una serie de fenómenos que alteraban su conducta. Sueños, visiones, hipermnesias, etc. Fueron considerados como mágicos. La explicación acientífica consistía en atribuirlos a las acciones divinas o demoníacas sobre la mente de los individuos. Con el desarrollo científico apareció la necesidad de buscar otro tipo de explicaciones a estos hechos. Desde las teorías grecolatinas sobre los humores corporales (que ya los estudiara Hipócrates), hasta los intentos de analizar la percepción mediante técnicas, los científicos trataron de encontrar un fundamento biológico para esos fenómenos. En el siglo XIX surgieron ya los primeros balbuceos teóricos sobre el inconsciente. Autores como Fechner o N. Hartmann, hablaron de fenómenos subyacentes a la conciencia. Sin embargo, se considera a Freud como el creador de la primera teoría sistemática al respecto.

En ella se proporcionaba ya una explicación general de los mecanismos inconscientes y de su acción sobre los actos humanos, quedando integrados aquellos dentro de una concepción global sobre la personalidad y la psicoterapia.

3. Consideración tópica del psiquismo.

El término “tópico” deriva del griego topos, que significa “lugar”. Freud lo emplea en sentido metafórico para referirse a cada una de sus dos descripciones del psiquismo humano, que reciben el nombre de tópicas.

La primera tópica la expuso en su obra La interpretación de los sueños (1901); la segunda aparece en sus obras a partir de los años veinte.

3.1. Primera tópica: Consciente, preconsciente e inconsciente.

La primera tópica describe el aparato psíquico constituido por tres sistemas: consciente-preconsciente-inconsciente.

Lo consciente constituye la periferia del aparato psíquico en la primera tópica freudiana. Ya hemos visto qué elementos lo constituyen, pues cuando hablamos de lo consciente lo estamos haciendo de la conciencia

El preconsciente está formado por aquellos contenidos que no se hallan actualmente en la conciencia, pero que pueden ser recuperados con facilidad a través de la memoria, es decir, que sus contenidos tienen acceso voluntario a la consciencia. En este caso, la censura que separa sus contenidos de la consciencia es leve. Hemos dicho que en este nivel se guarda la información que constituye la memoria, por lo que está formado fundamentalmente por los recuerdos. Sus representaciones están ligadas al lenguaje. Media entre el consciente y el inconsciente.

El inconsciente está constituido por los contenidos reprimidos. Éstos generan una energía pulsional que circula libremente y que puede manifestarse en representaciones que no se corresponden con el quien genera esa energía. Estos contenidos son representaciones de pulsiones instintivas, lo que significa que tienen una energía que les lleva a intentar entrar en la conciencia, pero que no acceden a ella porque se lo impide la censura. Pero en determinadas condiciones, como por ejemplo cuando estamos dormidos, consiguen “zafarse” de esa censura, enmascarados e irreconocibles, como es el caso de los sueños o los síntomas neuróticos. Dicho de otro modo, el inconsciente está formado por todos aquellos impulsos, deseos y sucesos olvidados que permanecen fuera de la conciencia a causa de la represión. Lo inconsciente pugna por emerger a la conciencia, pero la censura lo evita.

3.2. La segunda tópica: Ello, Yo y Superyo.

Lo que en la primera tópica eran lugares, aquí son instancias de la personalidad, que, en expresión de Freud, vienen a ser tres sujetos en uno: Ello, Yo, y Superyo.

El Ello es el fondo oscuro de nuestra personalidad. Aunque es totalmente inconsciente, sólo una parte de sus contenidos son reprimidos. En el Ello radican los instintos; en él no hay orden ni lógica, es la parte primitiva del ser humano, la fuente de toda la energía psíquica, “una caldera donde hierve la excitación”. Continuamente busca la descarga de esta energía para encontrar satisfacción. Freud destacó principalmente tres características del Ello:

a) Se encuentra regido por el principio de placer.

b) Es irracional, y puesto que es instintivo no se guía por el principio de realidad.

c) Es amoral, ya que exige satisfacción sin atender a censuras morales o sociales.

El Ello pertenece por entero al inconsciente, desde donde actúa sobre la conciencia provocando desequilibrios y tensiones en el organismo.

El yo es la instancia que media entre el Ello y la realidad exterior. Su función es básicamente reguladora, buscando satisfacer los deseos del Ello en la medida que dicha satisfacción no provoque conflictos en el sistema de creencias del individuo. Se rige, pues, por el principio de realidad. Ahora bien, puesto que tiene que adaptar los impulsos sexuales y agresivos a las condiciones externas objetivas, debe llevar a cabo una censura sobre la acción del Ello, censura que consigue gracias a los mecanismos de defensa. En cierto sentido, es el arbitro de la pugna entre el Ello y el Superyo, decidiendo cuando debe ser satisfecho un impulso y cuándo reprimido. En cierta medida tiene las características de la conciencia.

El Superyo es la instancia ética de la personalidad, que comprende las normas, obligaciones y prohibiciones que el niño va interiorizando a partir de la figura del padre. Es lo que habitualmente se denomina conciencia moral. En este sentido controla y supervisa al Yo. Su función es la de oponerse a los impulsos primitivos del Ello cuando éstos entran en conflicto con la moralidad. Según Freud, el Superyo también es una estructura inconsciente. El mecanismo interiorizador de normas y su continuación en el Superyo tendría como base el complejo de Edipo, y constituye su superación.

4. Consideración dinámica del psiquismo.

Para entender la consideración dinámica de psiquismo es necesario saber que son las pulsiones. Éstas son de naturaleza biológica, y entiende por ellas al impulso provocado por una energía que tiende a buscar su satisfacción mediante un objeto adecuado. Cuando esta última no se alcanza, el organismo permanece en tensión debido al empuje del impulso no satisfecho.

En sus primeros escritos Freud nos habla de dos pulsiones: las sexuales y las de autoconservación. Las primeras son denominadas por Freud con el vocablo latino libido (gana o deseo), e incluyen un amplio espectro de actitudes relacionadas con la satisfacción de los deseos sexuales. Las segundas son las funciones necesarias para mantener la vida (nutrición, por ejemplo).

En textos posteriores, revisó esas ideas y procedió a una nueva clasificación entre pulsiones de vida, Eros (donde se hallan incluidas también las de autoconservación) y pulsiones de muerte o Thanatos. Estas últimas designan las tendencias destructoras que se muestran bajo la conducta agresiva, ya sea hacia uno mismo (suicidio o flagelación), ya sea hacia los demás (agresión hacia los demás o asesinato).

Por lo tanto, el mundo instintivo del ser humano consiste, según Freud, en la acción de impulsos sexuales, por un lado, e impulsos destructivos, por otro.

5. Los principios del psiquismo y su evolución.

Freud considera al psiquismo como puramente dinámico, es decir, dotado de actividad continua. Así, evoluciona y se desarrolla mediante fases o etapas, las cuales son comunes a todos los seres humanos. Si no se produce un desarrollo de la sexualidad adecuado desde la infancia, el desarrollo mental y comportamental quedará estancado. Las fijaciones y conflictos propios de cada fase de desarrollo sexual y psíquico dan lugar a desviaciones propias de la misma. Según Freud el desarrollo mental o de la personalidad se produce a lo largo de tres fases y dos periodos:

La fase oral: el centro de gratificación de la libido es la alimentación a través de la boca y el movimiento de succión y chupeteo de los labios, que se convierte en fuente de placer y de identificación madre-pecho. Las vivencias madre-hijo, a través del contacto y las caricias o a través del rechazo, fijarán para bien o para mal determinados símbolos de intimidad como las poesías o el misticismo.

La fase anal: Se extiende hasta los tres años, y tiene el centro de placer en el ano. El niño aprende a controlar los esfínteres y se enfrenta con la autoridad de los padres. Las heces constituyen el primer regalo que el niño ofrece a su madre, como algo muy suyo, cuando ella se lo solicita cariñosamente. Pero también la “caca” puede ser dirigida agresivamente hacia la madre, ya que por primera vez la madre exige normas de limpieza al niño. Lo sucio y limpio a nivel ético-cultural tienen aquí también su origen y su interpretación.

La fase fálica: A partir de los tres años y hasta los cinco o seis, las pulsiones parciales y el deseo del niño parecen centrarse sobre la zona genital preferentemente. Para Freud el adulto normal es el que ha superado toda “aberración”. Además la libido tiene carácter masculino tanto para el niño como para la niña, para ambos sería el falo el elemento significante primordial, la zona erógena de la niña no estaría localizada aún en la vagina sino en el clítoris como análogo al falo. La niña vivencia su cuerpo como castrado y el niño como amenazado de castración en la competitividad con el padre por la afectividad de la madre. Cualquier alteración en esta fase y proceso afectará, no sólo a la conducta erótico-sexual, sino también a la autoimagen. El complejo de Edipo se da en esta fase, y su superación o no genera psicopatologías, cuya internalización es la base del superyo y por tanto de la moral y los valores de la cultura. En esta fase los vínculos emotivos del niño con sus padres son muy fuertes. Debido a ello, es por lo que se produce en esta fase dicho complejo. La especial relación que los niños y niñas guardan con su madre tiende a reforzar su primitivo egoísmo, puesto que consideran ser el objeto exclusivo del deseo de la madre. Según Freud, la mente infantil sufre una herida en su narcisismo (amor a sí mismo y creencia en ser el centro exclusivo de atención) cuando descubre que la madre mantiene relaciones con el padre. Si la madre representa la intimidad afectiva, el amor y la unión eterna; el padre, representaría la función estructurante de la cultura con sus leyes normativas, tradiciones y valores. El padre el se encargado de imponer al hijo la ley primordial que le prohibe el objeto materno –la prohibición del incesto-. En el niño, el complejo de Edipo se evidencia un temor al padre y un deseo irrefrenable hacia la madre, pero el temor hacia el padre va siendo sustituido por el sentimiento de culpa, que provoca en el niño una represión del impulso libidinal hacia la madre. En el caso de las niñas el complejo de Edipo pasa a llamarse complejo de Electra, y según éste, las niñas, al comprobar que son diferentes a los niños y al padre rechazan los cuidados de la madre y se refugian en el amor al padre. Como escribe el mismo Freud: la niña ve en la madre un obstáculo para su tierna relación con el padre, y piensa que ella podría ocupar muy bien su lugar.

En cuanto a los periodos que se atraviesan en la configuración de la personalidad son los siguientes:

Periodo de latencia: Una vez atravesado el complejo de Edipo, se entra en el periodo de latencia, el cual va desde los seis años hasta las primeras manifestaciones de la pubertad. En este periodo las pulsiones sexuales apenas se manifiestan, se da el aprendizaje escolar y las relaciones sociales y con el entorno socio-cultural.

Periodo de la pubertad-adolescencia: En este periodo el individuo atraviesa unos años críticos por la maduración sexual del organismo y se revive, en otro contexto, la problemática de Edipo no resuelta en la fase fálica, con peligro de retorno a lo reprimido y la aparición de la neurosis y otros trastornos psíquicos.

Anteriormente hemos hecho mención al principio de placer y al principio de realidad pero no lo hemos explicado, pasaremos pues a definirlos resumidamente.

El principio de placer: explica las tendencias del organismo a reducir las tensiones que son fruto de una excitación. ¿Cómo? Pues descargando la libido o impulso sexual en un objeto que le provoque satisfacción. De esa manera, el organismo se descarga de la sobreexcitación y retorna al equilibrio.

El principio de realidad: no debe entenderse como lo opuesto al principio de placer, sino como un ajuste de éste a las condiciones externas. Si quiere colmar sus deseos, el sujeto debe postergarlos hasta el momento en que las circunstancias de la realidad se lo permitan. Gracias a la acción de este principio, el individuo se socializa, aprendiendo a controlar su egoísmo primitivo y descubriendo los fundamentos del orden social, la moralidad, etc. Es al yo a quien le corresponde imponer el principio de realidad al de placer.

6. Los mecanismos de defensa.

Reciben este nombre una serie de métodos o técnicas que utilizamos todas las personas con el fin de evitar la angustia o ansiedad que nos producen las frustraciones y los conflictos de nuestro psiquismo. Veamos algunas características generales de los mecanismos de defensa:

a) Son dispositivos del Yo que se utilizan para evitar las influencias de las pulsiones en la conducta del individuo.

b) Son, por lo general, inconscientes.

c) Consisten en arrojar fuera de la conciencia algún aspecto de la realidad.

d) Su objetivo último es evitar la angustia o dolor psíquico que los conflictos provocan en la conciencia. El mismo Freud afirmó que son “la piedra angular sobre la que descansa toda la estructura del psicoanálisis”.

e) Son utilizados por todas las personas, no sólo por aquellas que padecen trastornos psíquicos.

Freud, dio nombre a algunos de los mecanismos de defensa más importantes, entre los que destacan los siguientes:

Represión: Es el más esencial, consiste en mantener fuera de la conciencia todos aquellos contenidos dolorosos o incómodos para el sujeto. El material reprimido se relega al inconsciente, lo cual no significa su olvido total, sino que actuará desde allí afectando al actuar diario del sujeto.

Negación: Consiste en rechazar una idea perturbadora o desagradable sin arrojarla al inconsciente, sino negándola en la propia realidad. Por ejemplo cuando odiamos a alguien y decimos que no queremos que se muera. Este mecanismo nos informa que al negarse a aceptar el deseo, la persona admite implícitamente que existe ese deseo.

Regresión: Se llama así porque el sujeto regresa a épocas anteriores de su desarrollo psíquico, es decir, reproduce comportamientos pasados que le resultaban satisfactorios o que le aliviaban de una angustia.

Fijación: Es el quedarse anclado en una fase del crecimiento psíquico, pues descubren que la nueva fase les acarrea angustia. Es el problema de la inmadurez, es el complejo de Peter Pan.

La sublimación: Se conoce con este nombre al desplazamiento de determinados sentimientos perturbadores, es decir, de sentimientos prohibidos para la persona, la cual los desvía hacia otro objeto que no tiene que ver con lo primero. En este caso, las pulsiones se desvían hacia objetos o acciones que poseen una valoración social positiva. Por ejemplo una persona engañada por su pareja, desvía esa energía (amor “prohibido”) hacia la solidaridad, declarando amar a la humanidad y desarrollando conductas de ayuda social. Freud consideró que las formas artísticas, culturales y religiosas eran producto de la sublimación.

Proyección: Consiste en proyectar sobre los demás sentimientos, deseos o impulsos propios y que son inaceptables para uno mismo, con lo cual se evita la frustración. Por ejemplo cuando por miedo (frustración) no nos atrevemos a afirmar que nos gusta alguien y afirmamos, a veces sin fundamento, que a otro le gusta esa persona. Esta actitud es propia de los paranoicos, los cuales culpan a los demás de sus propios fracasos.

Formación reactiva: Cuando un deseo es reprimido, el sujeto comienza ha realizar conductas totalmente contrarias a ese deseo. Por ejemplo cuando alguien con deseos homosexuales reprimidos comienza a desarrollar una actitud de suma hostilidad contra la homosexualidad.

Racionalización: Es la actitud de intentar convencerse a sí mismo de que es mejor no desear aquello que en realidad deseamos y que al no alcanzarlo nos generaría ansiedad. Por ejemplo alguien que desea subir a un estatus social superior y da razones por las que intenta convencerse y convencer a los demás de que eso sería un error.

Identificación: Consiste en paliar nuestras frustraciones internas imitando o apelando a la personalidad de alguien que ha triunfado socialmente. Por ejemplo ante la angustia que suponen las malas notas nos amparamos en las notas de alguien bien valorado y que también las haya sacado malas. La alusión a las notas de Einstein es un claro ejemplo de esto. Cuando la identificación con el modelo imitado, llega hasta un nivel muy elevado lo llamamos introyección, en este sentido hemos de destacar los suicidios entre adolescentes que se producen cuando su modelo ha muerto de ese modo.

Fantasía: Consiste en realizar mentalmente y de forma imaginaria lo que uno es incapaz de llevar a cabo en su vida real. Para entender esto sería conveniente ver la película “El club de la lucha”.

Compensación: Se da en personas que se sienten fracasadas en algunos aspectos de su vida y pretenden sobresalir en otros. A veces intentan sobresalir en aquellos aspectos en los que han fracasado, intentando aparentar que son más de lo que son, a este caso se le llama compensación ficticia.

7. Los sueños.

Aunque los sueños siempre han fascinado a los hombres por sus consideraciones mágicas, hoy día los científicos lo han estudiado clarificando y describiendo los procesos fisiológicos que se encuentran presentes en ellos. La utilización del electroencefalograma permitió conocer las fases del sueño. En éste se distinguen dos fases: la REM caracterizada por rápidos y frecuentes movimientos oculares; y la no-REM, la cual se subdivide en dos fases: sueño superficial y sueño profundo, cada una de las cuales posee dos subfases.

Los seres humanos sólo soñamos durante la fase REM. Por regla general, cuando nos dormimos entramos en un momento de presueño, que da lugar al inicio de la fase I del sueño no-REM. Habitualmente se suceden numéricamente las cuatro fases no-REM, entre las que van intercalándose, cada 60-90 minutos, fases del sueño paradójico. Es en esos periodos cuando los seres humanos sueñan. Por lo tanto, podemos calcular estadísticamente que una persona normal sueña entre cuatro o cinco veces aproximadamente durante ocho horas de sueño. El hecho de no ser conscientes de nuestros sueños no quiere decir que cada noche no soñemos; lo que sucede es que sólo recordamos una parte ínfima de los sueños que se producen en nuestra vida.

SUEÑO NO-REM 80%

SUPERFICIAL PROFUNDO

55% 25%

FASE I FASE II FASE I FASE II

5% 50% 12,5% 12,5%

SUEÑO REM 20%

INTERCALADO DURANTE LAS FASES DEL SUEÑO NO-REM CADA 60-90 MINUTOS

Como todos sabemos, los sueños se caracterizan por ser raros, es decir, por la aparición de imágenes distorsionadas, y en muchas ocasiones absurdas, que en cierta medida escenifican sucesos o acontecimientos. ¿Tiene algún sentido o significado esa sucesión de imágenes? Los psicoanalistas creen que sí; afirman que bajo el contenido manifiesto del sueño (incoherente) subyace un contenido latente (en este caso, dotado de coherencia). Freud comprobó que los sueños de sus pacientes tenían una estrecha relación con los recuerdos reprimidos. Ideó una serie de técnicas para el análisis de esos contenidos; y sobre ellas escribió un voluminoso libro de amplia repercusión: La interpretación de los sueños.

Afirma que es el inconsciente el que aparece en el sueño, aprovechando la debilidad de la vigilancia del Yo. Ahora bien, puesto que el Yo no ha perdido toda su fuerza represora, actúa sobre los contenidos del inconsciente, deformándolos para evitar que provoquen angustia o frustración. Según Freud, los mecanismos más importantes de esa transformación son:

Censura: Acción que ejerce el Yo sobre los contenidos amenazadores del inconsciente. Según Freud adopta básicamente tres formas:

a) Omisión-atenuación: Se elimina o se atenúa parte de los recuerdos reprimidos que aparecen en el sueño.

b) Modificación-insinuación: Con el fin de mitigar o suavizar el contenido latente, éste se modifica o solamente se insinua.

c) Desplazamiento: El énfasis del sueño no se centra sobre el contenido inconsciente de forma directa, sino más bien sobre algo trivial con lo que es relacionado.

Condensación: Mecanismo que consiste en agrupar varios contenidos inconscientes en un solo objeto. Así, por ejemplo, imágenes de personas conocidas aparecen con atributos que pertenecen a otros individuos.

Simbolización: Consiste en evitar que los impulsos inconscientes se muestren en sí mismos; por tanto, no aparecen directamente, sino bajo la forma de objetos o situaciones que los simbolizan, evitándose así la ansiedad. Por ejemplo, Freud afirma que ciertos deseos sexuales aparecen representados en los sueños bajo símbolos fálicos (objetos puntiagudos y penetrantes) o vaginales (objetos cóncavos).

Para interpretar un sueño, pues, es necesario descubrir los contenidos latentes que se expresan en él, desenmascarando las distorsiones de la censura. Parece ser que todas las personas soñamos, por regla general, con hechos, recuerdos o asociaciones mentales que nos han sobrevivido durante la vigilia del día anterior.

En sus primeras épocas, Freud mantuvo que todos los sueños eran realizaciones de deseos inconscientes, incluso hasta las mismas pesadillas o sueños angustiosos. Decía que bajo las imágenes aterradoras de estos últimos se escondía un deseo prohibido que se relacionaba con el sueño. Así, por ejemplo, una de sus pacientes soñó angustiosamente con la muerte de su hermana. Freud relacionó el sueño con el deseo inconsciente de ver a cierto galán al que la mujer amaba sin ser correspondida (aunque, por supuesto, no lo quería admitir conscientemente), ya que a buen seguro acudiría al funeral de la hermana.

Ante las críticas que recibió esa idea, Freud admitió ciertas variantes en su primitiva hipótesis; así afirmó que los sueños angustiosos provocaban placer, puesto que los deseos expresados en ellos eran masoquistas y mostraban un impulso de autocastigo por parte del sujeto. Sin embargo, ante las evidencias empíricas (sobre todo, las pesadillas reiterativas de muchos combatientes de la primera guerra mundial), Freud acabó admitiendo la existencia de otros tipos de sueños distintos al libidinoso.

8. Otros conceptos del psicoanálisis.

Deberíamos saber que el psicoanálisis no es solamente una teoría psicológica, sino también un método o técnica que trata de curar determinados trastornos psíquicos. Dicha terapia consiste fundamentalmente en hacer ver al paciente las razones, ocultas en el inconsciente, que le provocan angustia o neurosis. Para ello utilizan el análisis de los sueños, la asociación libre, la hipnosis, etc. Veamos unos cuantos de conceptos relacionados con el método.

La asociación libre de ideas es una técnica usada en la terapia psicoanalítica que consiste en que el paciente narre lo primero que le venga a la conciencia, sin censurar ningún contenido por absurdo o incongruente que pueda parecerle. En dicha técnica el psicoanalista selecciona una lista de palabras y va refiriéndolas una a una al paciente. Ante cada vocablo, éste debe responder con la primera palabra que el venga a la cabeza. De esta forma se establecen relaciones entre el significado de los términos y las reacciones emotivas e inconscientes que provocan en el paciente. Si éste queda bloqueado ante la audición de la palabra; si responde con una asociación que delata miedo, angustia u hostilidad, etc., el psicoanalista podrá descubrir que en ese ámbito existen problemas inconscientes que afectan a la conducta del psicoanalizado. Para llevar a cabo esa técnica es necesario la atención flotante que consiste en que el sujeto a analizar no centre su atención en ningún objeto o idea concreta, sino que se concentre en escuchar al experimentador para responder a sus palabras con otras.

La teoría de la catarsis o abreacción es aquella situación que vive el paciente una vez que ha sido capaz de liberarse de la acción que sobre él ejercen los contenidos inconscientes, es dar rienda suelta a los deseos sin temor alguno hacia nuestra persona.

El principio de Nirvana, se encuentra dentro de las pulsiones de Thanatos, que son aquellas que tienden a desunir y conducir al organismo hasta su estado anterior inorgánico, reduciendo toda esta tensión a cero, en esto consiste pues el principio de Nirvana, en la ausencia de pulsiones de cualquier tipo.

La transferencia afectiva, la cual fue descubierta casualmente por Freud cuando Breuer, asustado por el comportamiento cariñoso de una de sus enfermas bajo el estado de hipnosis, le pidió que continuara el tratamiento. Freud descubrió que los pacientes trasladan al terapeuta, proyectándolos sobre él, los afectos que mantuvieron en relación con sus padres u otras personas cercanas de su infancia. Es decir, en cierta manera e inconscientemente, los pacientes establecen con el psicoanalista una relación similar a la que habían mantenido esas figuras de su pasado, por ejemplo, cariño, confianza, hostilidad, miedo, protección, etc. Por regla general se trata de afectos ambivalentes, ya que suelen ser habituales las relaciones de amor-odio. A su vez el psicoanalista sufre una contratransferencia, ya que transfiere sobre el enfermo sus propios afectos inconscientes. Así, éste le provocará simpatía, rechazo, amistad, hostilidad, afecto, etc. De todas formas el psicoanalista debe evitar en lo posible este fenómeno.

9. La crítica a la cultura desde el psicoanálisis.

La teoría psicoanalítica supone una crítica radical a los fundamentos de la cultura occidental. Desde un punto de vista psicoanalítico la sociedad resulta un enfermo mental al que hay que practicarle una terapia.

La sociedad y la cultura son interpretables desde los dos polos pulsionales, el instinto de conservación y el de destrucción. Freud cree que debe triunfar el instinto de vida sobre el de muerte, sin embargo la cultura ha venido a imponer un triunfo de la razón y un rechazo de la satisfacción inmediata de los instintos como el que reclama el Eros. Así es como surge la neurosis colectiva, pues, como hemos dicho, la cultura se convierte en la gran represora de los instintos.

La vida nos depara excesivos sufrimientos, decepciones, empresas imposibles, etc, para soportarla no podemos pasar sin lenitivos, entendiendo por estos aquellas cosas o fenómenos que nos hacen más llevadera la vida, los cuales pueden ser de tres especies: a) Las drogas; b) las religiones y c) el aislamiento.

10. Arte y religión.

Con respecto al arte Freud mantenía que éste se encontraba relacionado directamente con las pulsiones sexuales y agresivas, de tal manera que el artista ofrecía una representación atenuada socialmente de sus fantasías eróticas y destructivas. En suma la cultura sería el fruto de un gigantesco proceso de sublimación, mediante el cual los creadores desplazarían la satisfacción de sus pulsiones inconscientes hacia objetos estéticos valorados positivamente por la sociedad (novelas, cuadros, cine, etc.), donde podían desarrollar con libertad las fantasías reprimidas por la censura del Yo. Así, en las obras pictóricas, por ejemplo, aparecen toda una serie de símbolos, al igual que en los sueños, que revelan lo oculto e inconsciente.

Con respecto a la religión, el rito religioso es una clara manifestación de la neurosis obsesiva: es un medio para protegerse contra el sentimiento de culpa. Es el lenitivo o “aliviadero” de las presiones y frustraciones sociales. Freud ve en ella un retroceso a la vida de la infancia. También ve reflejado en el rito religioso el complejo de Edipo, pues los sentimientos hacia el padre resultan ser ambivalentes, de amor-odio, temor-admiración. El hecho religioso junto con la cultura exige al individuo ciertas limitaciones a sus pulsiones agresivas y sexuales, pero el ser humano no se siente a gusto reprimiendo todas estas tendencias, con lo cual la agresividad aumenta y es canalizada hacia el interior, es dirigida contra el propio yo del individuo adoptando la forma de sentimiento de culpabilidad.

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