Icono del sitio Oposinet

Tema 69 – Primeros auxilios: Principios generales en la aplicación. Prioridad de actuación. El botiquín en las empresas. Quemaduras. Hemorragias. Fracturas. La reanimación cardio-respiratoria. Transporte de accidentes.

  1. INTRODUCCIÓN

Los accidentes ocurren todas partes, en las más diferentes circunstancias y, a veces, con graves consecuencias. El hombre de hoy está expuesto a ellos como ninguna otra generación, ya sea en el trabajo, en la calle o en la vida doméstica. Ante los riegos que amenazan al hombre, la población debiera de estar suficientemente formada para prestar primeros auxilios en casos de urgencia.

El concepto de caso de urgencia se refiere a cualquier súbito, inesperado, fortuito e imprevisible acontecimiento que conduce o puede conducir a una inmediata amenaza contra una vida humana. El hecho de que una vida humana pueda verse amenazada, hace problemática cualquier ayuda inmediata, pero hoy se sabe que, en muchas ocasiones, no son las heridas del accidente las que provocan la muerte, sino el cese de esas elementales señales de vida que son la circulación y la respiración. Se hace, por tanto, necesario poner en práctica medidas de socorro en el lugar del accidente (o en la cabecera del enfermo).

Con frecuencia el factor tiempo es determinante en la atención al enfermo y al accidentado, pero no siempre hay un médico próximo y disponible, se hace, por tanto, necesario y urgente formar a la población en medidas de socorro que le permitan prestar ayuda inmediata en caso de necesidad.

La prestación de primeros auxilios supone la asistencia inmediata, limitada y temporal, prestada en caso de accidente o enfermedad súbita, por una persona circundante o socorrista, en tanto se espera la llegada de asistencia médica o se transporta adecuadamente al hospital. Son las medidas terapéuticas y de asistencia a una persona lesionada, previas al definitivo tratamiento médico y quirúrgico. En el ámbito laboral se hace necesario que un número significativo de trabajadores esté formado en primeros auxilios.

En un principio, la prestación de primeros auxilios, antes que una obligación legal, es un deber moral básico. Desde el punto de vista legal, los Códigos Penales de la mayor parte de los países europeos contemplan penas de multa y prisión para la persona que no prestara auxilio, incrementándose la sanción si además fuera causante de los daños. El Código Penal español, de 24 de noviembre de 1995, con relación a la omisión del deber de socorro, recoge en su artículo 195 que el que no socorriese a una persona que se hallare desamparada y en peligro manifiesto y grave, cuando pudiere hacerlo sin riesgo propio, ni de tercero, será castigado con la pena de multa de tres a doce meses. En las mismas penas incurrirá el que, impedido de prestar socorro, no demande con urgencia auxilio ajeno. Si la víctima lo fuere por accidente ocasionado fortuitamente por el que omitió el auxilio, la pena será de prisión de seis meses a un año y multa de seis a doce meses, y si el accidente se debiere a imprudencia, la de prisión de seis meses a dos años y multa de seis a veinticuatro meses.

Surge la pregunta de cuáles son los límites del socorrismo . Señalamos:

Nuestro conocimiento sobre la actuación a seguir. No hace aquello que no sabemos o de lo que tengamos dudas.

Actuar sólo hasta que se haga cargo del accidentado un médico, un diplomado en enfermería o cualquier otro profesional sanitario.

Los medios materiales con que se cuente. Habrá que improvisar para seleccionar lo más adecuado a la situación de urgencia.

2. PRINCIPIOS GENERALES EN LA APLICACIÓN DE PRIMEROS AUXILIOS

De la forma en que sean aplicados los primeros auxilios, y de la decisión de aplicarlos, puede depender, en algunos casos, la vida o muerte de un semejante. Los primeros auxilios que se aplican a una persona tienen como objetivos:

– Preservar la vida – Paliar el dolor – Evitar lesiones secundarias

Los principios generales de aplicación de primeros auxilios son:

Actuar con calma y serenidad, pero con rapidez. La tranquilidad del socorrista da confianza al accidentado y a aquéllos que se encuentran próximos.

Analizar la situación y establecer prioridades, atendiendo primero las situaciones más urgentes, caso de haber varios accidentados.

Cerciorarse de que no existan peligros adicionales: gases tóxicos, riesgos eléctricos… retirando a los accidentados del lugar de peligro, o eliminando éste.

Examinar bien al accidentado: estado de consciencia, respiración, pulso, heridas, fracturas, hemorragias, quemaduras… con objeto de priorizar los auxilios a prestar.

Colocar y mantener al herido en posición horizontal si está consciente, o en posición lateral de seguridad (PLS) si está inconsciente y se tiene el convencimiento de que no sufre lesiones en la columna lateral. Así se mejora la circulación sanguínea y se oxigena mejor el cerebro.

Hacer sólo lo imprescindible. Si se intentan hacer muchas cosas, como curas complicadas o transportes arriesgados, sólo se consigue aumentar dolores y empeorar el estado del accidentado. Las curas han de ser simples y el socorrista siempre ha de tener en cuenta que no es un profesional en la materia y que nunca puede sustituir a un médico.

Llamar lo antes posible a los servicios médicos, puestos de socorro, Cruz Roja, Fuerzas de Seguridad para transportar y atender al herido.

Mantener caliente al accidentado, arropándolo o tapándole con una manta.

No dar de beber a una persona inconsciente, ya que podría ahogarse.

No mover al accidentado, a menos que sea absolutamente necesario. Se debe trasladar al enfermo sólo en el caso de que no se pueda avisar a personal especializado.

Tranquilizar al accidentado, calmar sus temores, procurar que no vea las heridas.

Desatar o cortar ropas con tijeras o navajas si aprisionan al accidentado.

En caso de vómitos poner la cabeza de lado, con objeto de que lo arrojado no penetre en el aparato respiratorio.

Sacar de la boca del accidentado alimentos u otros elementos extraños que pueda tener, incluso la dentadura postiza.

Si se estima que el accidentado está grave no permitirle que se ponga en pie ni que camine.

Cubrir heridas con vendas o gasas estériles, cuidando no tocar con los dedos el interior de las mismas. Si tiene clavado algún cuerpo extraño no intentar sacarlo.

Improvisar torniquetes, tablillas, camillas, etc. cuando haya fracturas o heridas sangrientas.

Evitar el shock. El colapso o shock es un fracaso de las funciones que tiene encomendadas el aparato circulatorio. Cuando el organismo humano es víctima de cualquier agresión fuerte: dolor intenso, hemorragia grave, infarto de miocardio, intoxicación, impresión emocional, etc., sus arterias tensión, con lo cual su calibre aumenta y la sangre discurre con mayor lentitud, lo que es causa de que llegue con dificultad a determinados órganos del cuerpo cimo el cerebro, el corazón y los riñones. Esa caída de la tensión arterial se acompaña de otros síntomas como: pulso muy acelerado y débil, respiración rápida, palidez de piel, sudor frío, sensación de mareo y, en algunos casos, desvanecimiento. Lo peligroso del shock es que se vaya agravando hasta llegar a un punto en que se convierta en irreversible, es decir, que no se recupere la tensión arterial. Si el shock se prolonga, las células del organismo sufrirán la falta de oxígeno y, además, se producirá una obstrucción del filtro renal. El tratamiento básico anti-shock consiste en evitar que el accidentado pierda temperatura y mantenerle en posición horizontal.

La Cruz Roja sintetiza todos estos principios en tres:

Proteger: antes de atender al herido, el socorrista debe asegurarse de que no existe ninguna situación de peligro inminente para la víctima del accidente, ni para él mismo. Así, por ejemplo, si se trata de un accidente por electrocución, lo primero que hay que hacer es cortar el suministro eléctrico o asegurarnos que ha cesado el contacto.

Avisar: con la mayor rapidez a un servicio médico adecuado, antes incluso de iniciar las primeras actuaciones de socorro. Al pedir ayuda debe indicarse claramente el lugar del accidente, el número de víctimas, su sexo y edad aproximada, así como hacer una valoración inicial de la gravedad de las lesiones. El Teléfono para todas las emergencias es el 112.

Socorrer: la víctima, actuando con rapidez, sin titubeos ni precipitación, debiendo procurarse no mostrar inseguridad o nerviosismo para no aumentar la inquietud y el temor del herido.

3. PRIORIDADES DE ACTUACIÓN

En líneas generales, ante un accidentado grave la primera actuación del socorrista debe consistir en comprobar sus constantes vitales: respiración y pulso. Según existan o no, deberá proceder de distinto modo:

– Si el herido no presenta constantes vitales, se deberá intentar su reanimación, aplicando técnicas de respiración artificial y masaje cardíaco.

– Si hay constantes vitales, se valorará el resto de las lesiones y se actuará sobre ellas según su gravedad.

a. Comprobación de los signos vitales

El socorrista deberá comprobar la respiración, el pulso, el estado de consciencia y el diámetro de las pupilas del accidentado, para lo cual actuará del siguiente modo:

– Para comprobar la respiración, se debe observar el movimiento del tórax, o tratar de oír los movimientos respiratorios aplicando el oído sobre el pecho o la espalda del herido. Si la víctima respira con dificultad, se comprobará la existencia de una posible obstrucción de las vías respiratorias (boca, nariz) por suciedad, saliva, vómitos o la propia lengua.

– El pulso se localiza presionando la muñeca (arteria radial), el cuello (arteria carótida) o auscultando el corazón (colocando el oído o la mano sobre el pecho).

– Si se observa que las pupilas están dilatadas y que permanecen fijas ante un foco de luz (una cerilla, por ejemplo) probablemente el sujeto esté muerto; si las pupilas presentan un tamaño desigual, ello puede ser síntoma de la existencia de una lesión cerebral.

– Para graduar el estado de consciencia del accidentado, se le formularán preguntas sencillas (cómo está, dónde vive, si le duele algo, etc.). La ausencia de consciencia es síntoma de la gravedad del estado físico del herido y evidencia de su muerte, si no presenta respiración ni pulso.

b. Actuación en caso de ausencia de constantes vitales

Cuando un accidentado está inconsciente, no respira y carece de pulso, probablemente haya muerto. Sin embargo, incluso en estos casos, hay que intentar su reanimación mediante la aplicación de técnicas de respiración artificial y masaje cardiaco externo.

c. Actuación en caso de existencia de constantes vitales

Si el herido respira con normalidad y mantiene correctas sus constantes vitales, el socorrista deberá actuar siguiendo las siguientes prioridades:

– Hemorragias: deberá localizar su existencia y controlarlas mediante vendajes compresivos o, en casos extremos, aplicando un torniquete.

– Heridas abiertas en el pecho (neumotórax abierto) que comunican la cavidad torácica con la atmósfera exterior: deben ser cubiertas o taponadas con vendas, gasas, ropa, etc., de forma inmediata, pues de lo contrario puede producirse la muerte del herido en poco tiempo.

– Estado de shock o colapso, producido por una pérdida masiva de sangre que provoca una bajada de tensión arterial que puede resultar mortal en poco tiempo.

– Fracturas: deben inmovilizarse adecuadamente, evitando mover los huesos rotos y sin realizar maniobras bruscas e innecesarias. Si se sospecha la existencia de fracturas en el cuello o en la columna vertebral, se extremarán las precauciones y se colocará al herido tumbado horizontalmente, apoyando la espalda sobre una superficie de apoyo rígida (una tabla, una puerta, etc.) mientras se consigue ayuda exterior.

3.1. EL TRIAGE

Triage es una palabra francesa que significa elegir o clasificar. Consiste en un procedimiento médico que tiene como finalidad clasificar a las víctimas en categorías para obtener un orden de prioridades en el tratamiento médico y de evacuación. Su objetivo es obtener el máximo rendimiento de los recursos, lo que lleva a clasificar a los lesionador, no sólo en función de su gravedad, sino de su posible pronóstico; pues, a veces, los que tienen escasas posibilidades de sobrevivir son los últimos en ser tratador. La clasificación de las víctimas se realizará conforme a los siguientes principios:

– La salvación de la vida tiene prioridad sobre la de un miembro.

– La principal amenaza está constituida por el shock, la hemorragia y la asfixia.

El triage se realiza mediante un reconocimiento y evaluación, utilizando métodos de diagnosis sencillos y rápidos, clasifica ndo a las víctimas por orden de prioridades, para lo que se emplearán tarjetas de evacuación, de diferentes colores, que deberán incluir una serie de datos como son: la identidad, lesiones, tratamiento realizado… Los accidentados serán clasificados en 4 grupos:

1. Pacientes con prioridad en la evacuación (tarjeta de identificar de color rojo), que son los que precisan asistencia y evacuación inmediata. Incluirá: insuficiencia respiratoria, shock, hemorragia no controlable, parada cardíaca, quemaduras graves, traumatismos graves…

2. Pacientes con prioridad secundaria en la evacuación (tarjeta amarilla), cuyo tratamiento puede diferirse. Comprendería, quemaduras menos graves, fracturas cerradas, heridas oftalmológicas…

3. Pacientes leves (tarjeta verde), cuyo tratamiento puede ser ambulatorio y aquellos casos que, debido a su gravedad, tienen pocas posibilidades de sobrevivir.

4. Este grupo comprendería a los fallecidos y se les adjudicaría una tarjeta negra o gris.

Posteriormente, se procedería a la evacuación siguiendo el orden establecido por las tarjetas.

4. EL BOTIQUÍN EN LAS EMPRESAS

El anexo VI del RD 486 /1997, de 14 de abril por el que se establecen las condiciones mínimas de seguridad y salud en los centros de trabajo, se refiere al material y locales de primeros auxilios. Establece que los lugares de trabajo dispondrán del material para primeros auxilios, que deberá ser adecuado, en cuanto a cantidad y características, al número de trabajadores, a los riesgos y a las facilidades de acceso al centro de asistencia médica más próximo. El material de primeros auxilios deberá adaptarse a las atribuciones profesionales del personal habilitado para su prestación. También deberá garantizarse que la prestación de los primeros auxilios se realice con la rapidez que requiera el tipo de daño previsible.

Local de primeros auxilios. Los lugares de trabajo con más de 50 trabajadores deberán disponer de un local destinado a los primeros auxilios, así como las empresas con más de 25 trabajadores, que por circunstancias de peligrosidad o difícil acceso a centros sanitarios, así lo determine la autoridad laboral. Estos locales estarán bien señalizados y dispondrán al menos de un botiquín, una camilla y una fuente de agua potable. Estarán próximos a los puestos de trabajo y serán de fácil acceso a las camillas.

El mismo anexo recoge que en todo lugar de trabajo se dispondrá de un botiquín portátil que contenga desinfectantes, y antisépticos, gasas esterilizadas, algodón hidrófilo, vendas, esparadrapo, apósitos adhesivos, tijeras, pinzas y guantes deshechables. Un botiquín de centro de trabajo debe contar con aquel material básico que sepamos manejar, y no con demasiados fármacos o instrumentos, que, en lugar de aumentar la confianza ante una urgencia, nos producen perplejidad

El material básico que debe incluir un botiquín de empresa es el siguiente:

– Gasas estériles, para limpiar y cubrir las heridas.

– Gasas impregnadas de sustancias grasas o antisépticas, para las quemaduras.

– Algodón hidrófilo, para almohadillar tablillas para las fracturas para absorber la humedad sobre las gasas.

– Esparadrapo de tela (de distintos tamaños), para fijar o realizar vendajes.

– Vendas elásticas de diferentes tamaños, para realizar vendajes.

– Apósitos adhesivos, como tiritas y otros.

– Botella de agua oxigenada, como antiséptico para desinfectar heridas.

– Alcohol de 90 grados, para desinfectar las manos del socorrista o el material que emplee, si no estuviera estéril o desinfectado.

– Jabón germicida o antiséptico, para lavar heridas o superficies sucias, si fuera preciso.

– Antisépticos, como derivados mercuriales (mercromina), yodados, etc.

– Guantes estériles, para prevenir infecciones.

– Pinzas de disección rectas y acodadas, para sujetar las gasas o el algodón al curar, o para retirar cuerpos extraños superficiales.

– Tijeras de punta redondeada, para cortar vendajes, esparadrapo, etc.

– Termómetro, para medir la temperatura en caso de fiebre o hipertermia.

– Bolsa para agua o hielo, parar aplicar, por ejemplo, frío local sobre una zona contusionada, a fin de disminuir la inflamación y el dolor.

– Analgésico, como ácido acetilsalicílico, para calmar dolores de intensidad moderada.

– Antihistamínico en pomada, para quemaduras del sol, picaduras de insectos, erupciones…

Los elementos que contiene el botiquín deben ser revisados periódicamente, y aquéllos que hayan caducado o sido utilizados han de ser repuestos con la mayor celeridad posible.

5. PRIMEROS AUXILIOS ANTE QUEMADURAS

Las lesiones que se producen en el cuerpo humano, como consecuencia del contacto con elementos calientes o productos químicos (ácidos o cáusticos), exposiciones a las radicaciones solares o de otra procedencia y el paso de la corriente eléctrica por él, se denominan quemaduras. Su gravedad está en función de su extensión (a mayor superficie afectada mayor riesgo de muerte) y de lo que haya profundizado en el cuerpo; también influyen factores como la zona en que se localiza la lesión, el que se infecte, e incluso la resistencia del individuo que la sufre.

Las quemaduras se manifiestan en el hombre provocándole un estado de shock y una sensación intensa de sed; más localizadamente producen lesiones de diversa gravedad. Las quemaduras pueden clasificarse según su intensidad y según su gravedad.

a. Según su intensidad se clasifican en tres grados:

Primer grado: sólo se produce en la zona quemada, un ligero enrojecimiento en la piel y dolor intenso, por irritación de las terminales nerviosas.

Segundo grado: se forman en la zona quemada, ampollas en la piel que contienen un líquido claro, sufriendo el lesionado un dolor intenso.

Tercer grado: las lesiones llegan al tejido celular subcutáneo y planos inferiores. La piel queda resecada e incluso carbonizada e insensible a los pinchazos de un alfiler debido a la destrucción de los terminales nerviosos.

b. La gravedad de las quemaduras depende de la extensión, pues mientras una quemadura superficial, pero muy extensa, puede ser grave, una quemadura de tercer grado profunda puede originar algún riesgo funcional, pero no un peligro de muerte para el lesionado. Según esto se clasifican en:

– Leves: hasta un 10% de la superficie total del cuerpo quemada

– Graves: hasta un 30% de la superficie total del cuerpo quemada

– Muy graves: hasta un 50% de la superficie total del cuerpo quemada. Estos porcentajes y superiores incrementan el riesgo de mortalidad.

Estas clasificaciones son utilizables a la hora de determinar la actuación del socorrista ante un quemado. Si sufre quemaduras de primer grado poco intensas, se espolvorean las mismas con polvos de talco estéril; si es de segundo grado y de pequeña importancia y si las ampollitas no se han abierto, se pintarán éstas y la piel que las circunda con mercurocromo, cubriéndolas posteriormente con compresas estériles, todo ello tiene por objeto evitar su infección cuando se abran; si por el contrario ya están abiertas, el socorrista recortará cuidadosamente las pieles muertes que recubren la ampolla, las pintará con mercurocromo y las tapará con una compresa, sujetándola con esparadrapo o una venda, para evitar al máximo las posibles infecciones, estas acciones se realizarán con la mayor asepsia. El resto de quemaduras deben ser tratadas por el médico.

La forma de tratar las quemaduras producidas por agentes químicos tiene algunas peculiaridades; si se trata de un ácido (nítrico, sulfúrico, clorhídrico, etc.), hay que lavarlas inmediatamente y de forma intensa con agua jabonosa, con jabón líquido o con agua bicarbonatada (un litro de agua con una cucharada sopera de bicarbonato de sosa); si han sido causadas por algún cáustico (cal viva, potasa, sosa cáustica, etc.), se levarán con agua y vinagre. En general, en todos los casos hay que duchar con abundante agua al quemado, hacerle una cura estéril y trasladarlo al hospital.

La corriente eléctrica puede producir en el organismo humano accidentes graves por fibrilación del corazón y por asfixia. Pero también puede producir la corriente eléctrica quemaduras, al recorrer la zona del cuerpo entre dos contactos, o entre un contacto y los pies a través de la tierra, comportándose entonces la zona de recorrido como una resistencia eléctrica. En este caso, el calor producido por el paso de la corriente eléctrica por la resistencia humana podría calcularse por la fórmula: Q = 0,24 I2Rt = 0,24VIt. Siendo:

Q la cantidad de calor generado en calorías

I la intensidad de la corriente en amperios

R la resistencia de la trayectoria del cuerpo humano recorrido por la corriente en ohmios

V la tensión de la corriente en voltios

t el tiempo que dura el paso de la corriente en segundos

Las quemaduras producidas por la corriente eléctrica son secas y no rezumantes, causando la modificación de los tejidos. Son, en general, estas quemaduras menos dolorosas que las producidas por el fuego, pero son más extensas de lo que parece en principio.

El tratamiento de los primeros auxilios es el siguiente:

– Desprender al accidentado de los cables eléctricos, tomando las debidas precauciones.

– Reanimar al accidentado, practicándole la respiración artificial.

– Proteger las zonas quemadas con gasas estériles.

– Trasladar al accidentado a los Servicios Médicos.

En caso de quemaduras no debemos hacer:

– Tocar la zona quemada con las manos

– Limpiar con agua la zona quemada (excepto si la quemadura es por agentes químicos)

– Dar de beber agua al accidentado

– Intentar desnudarlo (excepto si la quemadura es por agentes químicos)

– Aplicarle tratamiento alguno (no echar pomadas, vaselinas, ni grasos de ningún tipo)

– Reventar las ampollas (la piel siempre es una barrera contra las infecciones)

Los principales riesgos que corre una persona quemada son:

– El peligro inmediato de las quemaduras graves es el shock, que puede llevar a la muerte. La gravedad de una quemadura en cuanto a la vida se refiere nos la da su extensión.

– El segundo peligro, también de relativa pronta aparición, es la infección, al dañarse la barrera protectora de la piel.

– Otro gran peligro es la hemorragia blanca, que es la pérdida del líquido circulante a través de las quemaduras, que, aunque no es sangres, es plasma (de color blanco).

5.1. OTROS RIESGOS DERIVADOS DE LA EXPOSICIÓN A TEMPERATURAS EXTREMAS SON: INSOLACIÓN, AGOTAMIENTO POR CALOR Y CONGELACIÓN

La insolación: Es un mal repentino causado por la prolongada exposición directa a los rayos del sol o a temperaturas elevadas. Se presenta de forma súbita y, siendo grave, se pierde el conocimiento. En casos extremos, el accidentado padece fiebres de 40 grados o más, e incluso, a veces, entra en estado de coma. El tratamiento es el siguiente:

– Colocar a la víctima en un lugar más fresco.

– Acostarla con la cabeza elevada para reducir el flujo de sangre en el cerebro.

– Aflojarle la ropa que le oprima.

– Aplicar compresas de agua fría en la cabeza, o refrescarlo con una esponja.

– Frotar los miembros de la víctima en dirección al corazón para facilitarle la circulación de la sangre.

– Si no ha perdido el conocimiento, darle de beber agua con una pequeña solución de sal para reemplazar el agua y sales perdidas por el sudor.

– Controlar la temperatura del paciente; puede presentarse un shock.

– Es importante que le atienda un médico cuanto antes.

Agotamiento por calor: Es consecuencia del fallo circulatorio producido por una excesiva pérdida de agua y cloruro sódico, por esfuerzos físicos realizados bajo condiciones excesivas de calor. Se caracteriza por sensación de debilidad, sudoración profusa, sequedad de boca, sed intensa y ojos brillantes. Las medidas de urgencia a adoptar son:

– Colocar al paciente tendido y a la sombra.

– En caso de escalofríos, cubrirlo ligeramente.

– Darle de beber agua dulce o agua ligeramente salada (una cucharadita de sal en un litro de agua).

– En casos graves, solicitar ayuda médica.

Congelaciones: Como consecuencia de las bajas temperaturas se presentan, a veces, congelaciones locales o enfriamiento general. Además de la acción inmediata del frío, interviene la pérdida de calor, el viento y la humedad. En las congelaciones localizadas, que suelen ocurrir en partes del cuerpo no protegidas, como la punta de la nariz, orejas y dedos de las manos y pies, se distinguen cuatro grados:

Primer grado: primeramente, palidez e insensibilidad de la zona afectada, y luego enrojecimiento, inflamación y dolor. Estos síntomas ceden en pocos días.

Segundo grado: gran inflamación, con formación de vesículas; la zona afectada toma color rojo-azulado, fuertes dolores.

Tercer grado: muerte tisular localizada, con coloración de las zonas dañadas, que va del marrón al negro.

Cuarto grado: congelación total con muerte tisular.

Las medidas de urgencia que se deben tomar son:

– En congelaciones de menos de tres horas, sumergir la parte afectada en agua caliente.

– En congelaciones de más de tres horas, mantener fría la parte afectada, haciéndola entrar en calor sólo bajo vigilancia médica.

– Todas las congelaciones desde el 2º al 4º grado, deben ser tratadas por el médico. Si se sospecha un enfriamiento general, se deben dar bebidas calientes, pero sin alcohol y llamar con urgencia al médico.

6. HEMORRAGIAS

La salida o extravasación de sangre por lesión directa o indirecta de los vasos sanguíneos es a lo que llamamos hemorragia. Su intensidad dependerá del calibre del vaso interesado, sea arteria o vena. Las hemorragias pueden ser venosas, que se distinguen porque la sangre es de un color rojo-violáceo (debido a la falta de oxígeno en los hematíes, que han dejado en la circulación a nivel de los tejidos, cargándose de anhídrido carbónico resultante de las distintas combustiones de nuestro organismo) que fluye lentamente y de forma continua, y arteriales, en que la sangre sale de una forma rítmica, entrecortada, como a borbotones, y es de un color rojo vivo, ya que por las arterias circulan los hematíes cargados de oxígeno, antes de haber sido utilizado por nuestro organismo.

Las hemorragias se pueden clasificar atendiendo a donde vierte la sangre en externas, internas y exteriorizadas, éstas son las que teniendo un origen interno, fluyen al exterior a través de un orificio natural (oído, fosa nasal, boca, ano, etc.).

6.1. TRATAMIENTO LOCAL DE LAS HEMORRAGIAS

En general, podemos decir que una hemorragia siempre supone un cuadro grave. Un adulto puede morir por colapso ante la pérdida de dos a tres litros de sangre, lo que puede ocurrir si se trata de una arteria importante, en poco más de un minuto, por ello hay que actuar con rapidez y decisión. Toda hemorragia hemos de tratar de cohibirla, comprimiendo directamente sobre la parte que sangra, y elevando el miembro al propio tiempo. Para ello utilizaremos preferentemente gasas estériles. Si a pesar de esa compresión directa no se consigue el cese de la hemorragia se pondrán nuevos apósitos o gasas, sin retirar los anteriores, sujetando todos con una venda que aumente la presión progresivamente para ver si conseguimos el cese de la hemorragia. Los primeros apósitos, caso de disponer de ellos, es conveniente que vayan empapados en agua oxigenada que además de desinfectante puede ayudar a detener la hemorragia por su poder coagulante.

Los puntos de más fácil compresión según el vaso sangrante son los siguientes:

Miembro inferior. El vaso sangrante de mayor peligro es la arteria femoral, cuya compresión podemos lograrla:

– Comprimiendo con el puño cerrado en la ingle a la salida del vientre contra el pubis, el punto más favorable es el centro del pliegue inguinal (Fig. 1).

– En la cara interna del muslo en parte media, oprimiendo el fémur (Fig. 2).

Miembro superior. Al igual que en el miembro inferior, también son tres los puntos fundamentales de compresión que se realizarán sobre la arteria humeral, que es la que mayores problemas puede darnos.

– En el hueco de la axila, ejerciendo la compresión contra el húmero (Fig. 4).

– En la cara interna del brazo en su punto medio aproximadamente, se comprime también contra el húmero entre las dos masas musculares que forman esta parte posterior del brazo (Fig. 5).

– También contra el hueso húmero se puede comprimir en su extremo inferior, exactamente por encima de la flexura del codo (Fig. 6), siendo en este caso la arteria radial la que comprimamos en la hemorragia de antebrazo o mano.

c) Cabeza y cuello. Son dos las grandes arterias de esta región: la subclavia que riega el hombro y miembro superior, y la carótida que riega la cabeza, debiendo tener en cuenta que por ésta la arteria que riega el cerebro esta compresión no puede durar mucho tiempo, ya que dificulta la circulación cerebral.

Arteria subclavia. La compresión se hace contra la primera costilla, por detrás de la clavícula. Este es uno de los puntos más difíciles de hallar, por lo que habrá de repetirse varias veces hasta cerciorarse que la hemorragia cesa o disminuye considerablemente (Fig. 7).

Arteria carótida. La compresión se realiza contra las vértebras cervicales, comprimiendo en la base del cuello (Fig. 8), se consigue mas fácilmente ladeando la cabeza hacia el lado opuesto al que sangra.

6.2. EL TORNIQUETE

Su aplicación ha de considerarse como un medio extremo y solamente justificado si la hemorragia no se corta. Es peligroso porque corta la circulación de la sangre y por lo tanto la oxigenación de los tejidos. Sólo se utilizará si fallan otros medios para cortar la hemorragia , o si hay muchos heridos con hemorragias y pocos socorristas.

El método ideal es la venda de Esmarch, se trata de una banda de goma de 5 a 10 cm. De ancho y cerca del metro de larga, que colocada circularmente, como una venda en el brazo o pierna y comprimiendo todas las masas musculares contra el hueso, aplasta los vasos y detiene la hemorragia. En lugar de la venda puede utilizarse tubo de goma, cuanto más grueso mejor y con suficiente longitud para que dé varias vueltas al miembro. Caso de no disponer de estos medios elásticos, tendremos que recurrir al torniquete, que realizaremos con lo que tengamos a mano: corbata, pañuelo, o cualquier trozo de tela, procurando también que sea lo más ancho posible, que se coloca en torno al miembro anudando sus extremos con nudos que no cedan. Entre el nudo y el miembro se pasa un objeto cilíndrico, rígido y de suficiente longitud (palo, bolígrafo, atornillador, bastón, etc.) y se hace girar, para irlo apretando en torno al miembro hasta que la herida deje de sangrar a chorro. Finalmente, no nos queda más que sujetar el palo. (Fig. 9).

Dado el peligro que entraña utilizar este método del torniquete, es preciso que tomemos una serie de medidas para tratar de hacer lo menos agresivo posible, así:

– En caso de utilizar torniquete es conveniente poner algún trozo de tela en el sitio del miembro sobre el que se atornilla, para evitar pellizcamientos de la piel y disminuir el traumatismo.

– Todo herido al que hayamos colocado un torniquete o garrote, además de tener prioridad absoluta de evacuación, llevará colocada una etiqueta en sitio bien visible con la inscripción: Extrema urgencia. Torniquete colocado a las … horas.

– Para evitar, o al menos retardar, la aparición de la gangrena conviene, sin llegar a quitarlo, aflojar ligeramente el torniquete cada 15 ó 20 minutos, manteniéndolo flojo si ha dejado de sangrar, pero expectantes para apretarlo nuevamente si aparece hemorragia.

– Una vez que ha sido colocado un garrote o torniquete, nunca debe ser soltado por el socorrista, pues al hacerlo sin determinadas precauciones, el estado de shock puede tener un agravamiento que llegue a ocasionar la muerte súbita del herido.

6.2. TRATAMIENTO DE LAS HEMORRAGIAS INTERNAS Y EXTERIORIZADAS

Hasta ahora hemos visto el tratamiento local de las hemorragias externas. En las hemorragias internas nos encontraremos con el gran inconveniente de que no se ven y lo único que puede hacer el socorrista es sospechar su existencia, por una serie de signos indirectos que percibirá y otros que contará el mismo lesionado, siendo los principales los siguientes:

– Debilidad intensa. El enfermo no puede con sus piernas.

– Palidez cada vez más acentuada

– Pulso rápido y flojo

– Sensación de frío

– Sensación de ahogo.

– El sujeto está cada vez más agitado y angustiado

La actuación del socorrista en este tipo de hemorragias, será bien limitada, debiendo únicamente procurar que sea cuanto antes el traslado a un centro hospitalario. Sobre este tipo de hemorragias internas es preciso tener en cuenta:

– Que una hemorragia interna puede producirse sin ofrecer síntoma alguno.

– Que la aparición de la misma puede producirse tardíamente.

– Que toda persona que ha recibido un golpe abdominal debe la debemos considerar como sospechosa de hemorragia internar, y guardar las medidas generales oportunas.

En las hemorragias exteriorizadas, las que fluyen por un orificio natural de nuestro organismo, la actuación del socorrista será acorde con la manifestación:

Hemorragia nasal (epíxtasis), sumamente frecuente y no sólo por heridas, pues a veces se presenta como consecuencia de un golpe e incluso espontáneamente, si se rompe un pequeño vaso y sangra abundantemente. En general suelen ser fáciles de cohibir, con compresión que puede ejercer la misma víctima haciendo un pellizcamiento fuerte, con los dedos pulgar e índice, sobre el tercio anterior del tabique nasal, que es el que normalmente sangra, manteniéndolo al menos cinco minutos. Si así no se cohíbe la hemorragia, se empapa en agua oxigenada una tira de gasa, preferible gasa con bordes, y se introduce, ayudándose del dedo meñique en la ventana nasal sangrante, procurando dejarla apretada con la debida fuerza hasta lograr taponar el vaso sangrante. Este tapón no debe retirarse antes de 16 ó 20 horas para dar lugar a que el coágulo que tapona el vaso sea suficientemente eficaz. No es buena costumbre lo que frecuentemente suele hacerse de echar la cabeza hacia atrás, ya que con ello lo único que solemos conseguir es que la sangre pase a deglutirse (tragarse) a través de la parte posterior de las ventanas nasales, no enterándonos de la verdadera intensidad de la hemorragia, ni tan siquiera de si las medidas tomadas resultan efectivas. Cuando tratada así una epíxtasis, no se corta o se reproduce, será urgente la intervención de un médico.

Hemorragias por oído (otorragias). Con este tipo de hemorragias se ha de ser siempre muy cauteloso por las consecuencias que puede llevar aparejadas. Si son consecutivas a un traumatismo muchas veces pueden ser indicativas de una fractura de base de cráneo, lesión muy grave en cuyo caso el socorrista deberá limitarse a:

– Acostar al herido con la cabeza baja sobre almohada blanda.

– Mantenerlo en inmovilidad absoluta

– Evacuarlo lo más rápidamente posible a un centro sanitario, con gran cuidado de evitar golpes o sacudidas.

Hemorragias pulmonares y digestivas (vómitos y esputos sanguinolentos). Suele distinguirse el origen pulmonar del digestivo, en que en las primeras (hemoptisis) la sangre suele ser muy roja y espumosa, por su alta carga de oxígeno y estar acompañadas de tos, mientras que en las segundas (hematemesis) la sangre es más oscura (a veces incluso negra, como posos de café si ha permanecido tiempo en el estómago) y sale mezclada de restos alimenticios o jugos digestivos. Tanto unas como otras de estas hemorragias en muchas ocasiones no son debidas a procesos traumáticos, sino que corresponden a procesos pulmonares o digestivos existentes en el sujeto. Ambas son síntomas muy serios que requieren la más rápida y exclusiva intervención de un médico, quien tomará las medidas oportunas. La misión del socorrista se limitará a:

– Acostar al sujeto en posición semisentada.

– Inspirar tranquilidad y confianza al paciente.

– Mantenerlo totalmente inmóvil y a dieta absoluta.

– Colocar bolsas de hielo o agua fría en la parte que sospechamos que sangra (tórax o abdomen).

Hemorragias por ano (melenas). Son una variedad de las hemorragias digestivas, cuando proceden de partes del aparato digestivo situadas por debajo del estómago o han sido poco abundantes, pasando desapercibidas y saliendo junto con los excrementos, haciendo que éstos tomen un color negruzco, siempre suelen tener gran gravedad, por lo que el socorrista actuará como se indicó en el apartado anterior. A veces, la sangre de las melenas es en forma líquida y manchando superficialmente los excrementos; éstas no suelen revestir gravedad, por corresponder a procesos hemorroidales y otros muy próximos al ano, que no han dado lugar a que la sangre salga digerida.

Hemorragias en la orina (hematuria). Estas pueden ser motivadas por un proceso renal o por rotura de la vejiga, en ocasiones motivada esta rotura por una fractura de la pelvis. En cualquier caso, suele tratarse de procesos graves, por lo que se procurará la presencia de un médico lo más rápidamente posible.

6.3. TRATAMIENTO GENERAL DE LAS HEMORRAGIAS

Los puntos que debemos tener en cuenta para el tratamiento general de las hemorragias son los siguientes:

– Mantener en reposo total a todo individuo que sangra, acostado y sin almohada, para que le llegue la sangre y con ello oxígeno al cerebro.

– Se le aflojará la ropa y se evitará el enfriamiento y la pérdida de su calor natural cubriéndole adecuadamente.

– Calmar el dolor si éste fuera intenso.

– Abstenerse en absoluto de darle nada de comer ni beber, a menos que se haya descartado total y ciertamente la existencia de lesiones de aparato digestivo y si no está privado de conocimiento, pudiendo en este caso administrar alguna bebida no alcohólica.

– Aplicar frío locamente en caso de hemorragias internas.

– Evacuar lo más rápidamente posible y en buenas condiciones a un centro sanitario adecuado, o si ello no es posible, facilitar lo más rápidamente la presencia de personal sanitario.

7. FRACTURAS

Fractura es la rotura de un hueso, producida por una causa violenta. Las fracturas las podemos clasificar en abiertas y cerradas.

Fracturas abiertas son las que al producirse, el objeto traumatizante o el propio hueso en su ruptura ha roto los músculos y piel que lo recubren haciendo que sus extremos se vean por el exterior a través de la herida producida o incluso asomen.

Fracturas cerradas son aquéllas en que solamente se ha producido la rotura o fractura del hueso, sin herida exterior.

En caso de que no haya desviación de los segmentos, el socorrista puede diagnosticar la fractura

por alguno o varios de los siguientes síntomas:

– Dolor intenso a nivel de la parte traumatizada.

– Impotencia funcional, no poder mover el miembro lesionado, e induración de la parte traumatizada.

– En caso de fractura, al pasar apoyando nuestros dedos a través del hueso sospechoso, al llegar al punto de fractura el accidentado sentirá un vivo dolor. El dolor es tan intenso que incluso en sujetos inconscientes al llegar al punto de fractura hará una mueca de dolor.

– Para explorar la posible fractura de las costillas oprimiremos suavemente con amas manos extendidas el tórax en posición anteroposterior y lateral, observando si el sujeto muestra dolor en algún punto fijo de alguna costilla.

En ocasiones, tal vez pensemos que no existe y es posible que exista una simple fisura (fractura longitudinal) con lo que hemos de tener gran cuidado, pues una mala actuación nuestra o maniobras intempestivas, pueden convertir una fisura o fractura cerrada en una abierta, por lo que siempre es preferible actuar como si existiera, aun cuando no exista, por lo que no pasará nada.

Es primordial el saber que en muchas ocasiones el resultado final de una fractura, o al menos la duración de su curación definitiva, va a depender fundamentalmente del primer socorro que el accidentado reciba. La regla esencial de la actuación ante una fractura será su inmovilización, esté como esté y donde esté, lo que quiere decir que jamás el socorrista intentará llevar el hueso a su posición normal, eso es cosa del traumatólogo y sin permitir que el herido se levante, y sea transportado en lo que no haya sido inmovilizado.

La inmovilización no es ni más ni menos que amparar al hueso roto con un tutor que le impida moverse, con lo que conseguiremos evitar, además de las complicaciones antes aludidas, el dolor y consecutivamente el shock. Como tutornos servirán férulas y tablillas. Una férula será difícil de improvisar, pero no así una tablilla, para lo que nos servirá cualquier tabla de madera que tenga medidas adecuadas al miembro o en caso de necesidad se puede aprovechar palos, cartones fuertes, e incluso rollos de periódicos sujetos con vendaje o trozos de tela o pañuelos. Los tutores siempre los almohadillaremos, antes de colocarlos, con algodón, trozos de tela, etc.

Nunca debemos de olvidar que un hueso nunca queda bien inmovilizada si no se inmovilizan sus dos articulaciones extremas, por ejemplo, para inmovilizar un antebrazo ha de inmovilizarse junto con él la articulación del codo y la muñeca. Si una fractura es abierta hay que tener gran cuidado con el peligro de la infección, por lo que en primer lugar habrá que cuidar la herida cubriéndola con gasas estériles, procediendo posteriormente a su inmovilización.

La inmovilización de una fractura dependerá, en parte, de la zona del cuerpo de que se trate, por lo que indicaremos las formas más corrientes de hacerlo, pero teniendo siempre en cuenta como medida general que en las fracturas abiertas nunca se apoyarán las tablillas sobre la herida, sino lateralmente, ni en las fracturas cerradas sobre la prominencia ósea caso de existir o sobre el punto de dolor más intenso, debiendo de tener el mismo cuidado de dejar estos puntos libres de las ataduras que sujeten los tutores. Caso de no disponer de tutores y en ocasiones aun disponiendo, será preferible utilizar como tales el mismo cuerpo del sujeto de la siguiente forma:

Cabeza. No podrá hacerse nada, salvo que la fractura sea de maxilar inferior, en cuyo caso lo inmovilizaremos con un pañuelo, puesto a forma de barboquejo, debiendo cuidar, en todo caso, de no mover la cabeza y que ésta no lo haga en el transporte, acondicionándola mediante almohadas o ropa en la camilla o medio que utilicemos para el transporte.

Miembro inferior. Se utilizarán dos tutores, uno interno y otro externo, bien almohadillados y que sujeten sin poderse mover la articulación superior e inferior del hueso fracturado. En caso de ausencia total de tutores, podría utilizarse como tal el miembro sano.

Clavícula. Se coloca un rodillo de algodón o tela debajo del sobaco o axila, acercando luego el codo al tórax, sujetándolo o en cabestrillo con un pañuelo grande. Caso de no disponer de estos elementos, nos bastará con usar un palo largo o bastón pasado por la espalda, al que sujetarán los brazos, con los codos colocados en ángulo recto.

Costillas. Se colocará una venda o trozo de tela apretado sobre la región fracturada y se atará al lado opuesto. Siendo lo más aconsejable transportarlo con cuidado, especialmente si el lesionado es anciano.

Miembro superior. Se utiliza un medio similar al miembro inferior, en caso de corresponder la fractura al brazo se doblará con gran cuidado el codo y se aproximará al tórax sujetando el antebrazo con cabestrillo. Si la fractura corresponde al antebrazo hay que cuidar que queden inmovilizadas las articulaciones de la muñeca y codo.

Manos y dedos. Se colocará una tablilla por la cara palmar y otra por la dorsal y se vendará.

Pies. Se coloca una tablilla en la zona de la planta del pie y otra en la parte posterior de la pierna, haciendo que forme ángulo recto el pie y sujetando en esta posición con las ligaduras necesarias para que permanezca correctamente inmóvil.

Columna vertebral. Es la fractura que más importancia tiene desde el punto de vista de la actuación del socorrista, por dos razones fundamentales. Una, que en ocasiones es muy difícil saber si existe o no, podremos sospecharla si el traumatizado tiene en sus miembros pérdida de la sensibilidad, sensación de acorchamiento y hormigueo máximo, si existe parálisis de una pierna o un brazo, o si se tiene la espalda anormalmente doblada o con una curvatura muy pronunciada.

En caso de la más mínima duda debe tratarse al sujeto como si realmente tuviera fracturada la columna vertebral. Caso de no disponer del medio duro para su traslado y que haya que utilizar una camilla convencional de lona para su evacuación, deberá colocarse al accidentado boca abajo. En el transporte de todos los fracturados y especialmente en estos de columna vertebral hay que tener un gran cuidado, siendo preferible la lentitud al perjudicial traqueteo por velocidad excesiva, por muy buena que sea la suspensión del vehículo.

7.1. LUXACIONES Y ESGUINCES

La luxación La luxación es la separación o dislocación permanente de dos huesos en una articulación. En las articulaciones los dos huesos ocupan, uno frente al otro, una posición particular que permite el movimiento deseado. Así, mientras uno de los huesos tiene la superficie convexa, el otro la tiene cóncava; por ello, uno puede deslizarse dentro del otro.

El esguince consiste en la separación momentánea de las superficies articulares que produce el estiramiento de algún ligamento o fibra muscular. a veces se produce la rotura de los ligamientos. se produce después de realizar un movimiento forzado.

A efectos de primeros auxilios, las luxaciones y esguinces tienen el mismo tratamiento que las fracturas, tanto en su inmovilización como en su traslado.

9. LA REANIMACIÓN CARDIO-RESPIRATORIA

La reanimación cardiaca o respiratoria se realiza cuando la víctima no tiene pulso o no respira. A veces, es necesario aplicar simultáneamente técnicas respiratorias y cardiacas, por la ausencia de pulsos y respiración. Las deficiencias cardio-respiratorias pueden ser debidas a asfixias, lipotimias, sofocación, intoxicaciones, u otras causas. Las técnicas de reanimación cardio-respiratoria han salvado muchas casos en los que la víctima aparentemente había fallecido. Se debe a que la muerte real sobreviene varios minutos después del cese de la respiración, debido en parte a la reserva de oxígeno del organismo.

9.1. MÉTODOS DE REANIMACIÓN RESPIRATORIA: RESPIRACIÓN ARTIFICIAL

La respiración artificial puede realizarse por métodos instrumentales (mediante equipos portátiles que insuflan aire por medio de máscaras y cánulas, o por medio de pulmones de acero) o por métodos personales. El método más empleado es el método boca a boca.

En el anexo II se recogen otros métodos (el de Silvestre, Schaffer y del de Holger- Nielsen)

El método boca a boca se practica desde 1958 y por su sencillez es uno de los mejores y más apto para practicarlo por no expertos en medicina. Se procede de la siguiente manera:

– Se comprueba que la víctima no tiene nada en la boca que le impida respirar y si lo tiene, se le extrae con una pinza o con los dedos o con un pañuelo. Si es un ahogado, se vuelve la cabeza de lado y se comprime el estómago y el tórax que salga el agua.

– Se coloca al accidentado, extendido en el suelo, de espaldas con alguna almohada o paquete de ropa en la espalda junto a la nuca. Se le aflojan los vestidos y sobre todo la corbata y el cuello de la camisa y se coloca el socorredor a su lado.

– A continuación coloca el socorrista una mano bajo la mandíbula de la víctima y la lleva lo más adelante posible, hasta que quede la cabeza casi perpendicular al suelo. Con la otra mano, tapa la nariz y obliga también a mantener vertical la postura de la cabeza, para evitar que caiga la lengua y obture las vías respiratorias.

– Hace entonces el socorrista una inspiración profunda y aplica su boca sobre la de la víctima, soplando vigorosamente para los adultos y suavemente para los niños. Retira después su boca, y manteniendo la postura de la cabeza de la víctima de la misma forma, espera que la elasticidad natural del tórax realice automáticamente la fase de aspiración, ayudándole si fuera necesario, con una ligera presión de su brazo sobre el tórax. Esta operación se repetirá de 12 a 15 veces por minuto.

Con este método es aconsejable utilizar mascarilla protectora que impida el contacto directo de los humores, sangre o saliva del socorrista con el accidentado, a fin de evitar posibles contagios de enfermedades.

Al insuflar el aire el socorrista, debe observar si se dilata el tórax, a medida que sopla. Si no ocurre esto, debe inclinarse la cabeza más atrás, y soplar con más fuerza y en todo caso volver a explorar el interior de la boca por si quedase algún obstáculo.

Puede suceder que el socorrista se note una tendencia al desvanecimiento debido al esfuerzo y a la pérdida excesiva de anhídrido carbónico. En este caso debe ser relevado o reducir el ritmo de la operación. Puede suceder también que el aire vaya al estómago y se hinche éste. Basta entonces presionar éste suavemente para expulsar el aire.

9.2. MÉTODOS DE REANIMACIÓN CARDIACA: MASAJE CARDIACO

Pretende conseguir una circulación artificial por compresión del corazón. Colocando el sujeto boca arriba sobre una superficie plana y rígida, se aplicará el talón (parte posterior de la palma de la mano) sobre la mitad inferior del esternón (cuatro o cinco centímetros por encima de la boca del estómago con la palma extendida colocando la segunda mano sobre la primera para forzar y comprimiendo con ambas hacia abajo de modo seco, logrando un desplazamiento de unos 3 cm, con lo que conseguiremos al aprisionar el corazón entre el esternón y la columna vertebral, vaciar de sangre el corazón, que se vuelve a llenar al cesar la compresión).

Como el corazón late (se contrae) normalmente de 60 a 80 veces por minuto, éste es el ritmo que nosotros debemos dar a las compresiones, pero en la práctica será suficiente con que se haga 60 veces.

En los niños bastará con una sola mano y en los lactantes con dos dedos solamente (índice y medio), pero el ritmo debe ser más rápido, aumentándolo a 80-90 presiones por minuto.

REANIMACIÓN CARDIO- RESPIRATORIA

Con frecuencia y a la misma víctima habrá de simultanearse la respiración artificial y el masaje cardiaco externo. Lo ideal es hacerla con dos socorristas, pero a veces sólo hay un socorrista que tiene que hacer la reanimación cardiaca y la respiratoria.

Un solo socorrista. Realizará dos insuflaciones por la boca, tras cada quince presiones cardiacas, continuando con este ritmo ininterrumpidamente (RCP 2/15).

Dos o más socorristas. Uno se preocupará de la respiración artificial y otro del masaje cardiaco externo, de modo tal que cada cinco masajes se haga una insuflación boca a boca, haciendo ésta en el momento de la descompresión del masaje para que no coincida con la compresión (RCP 1/5). Estas prácticas son fatigosas para el socorrista, por lo que para aminorar el cansancio, si se trata de dos los que realizan el masaje, entre ellos podrán intercambiarse, o incluso relevarse si fueran más de dos, pero siempre sin interrumpir los ritmos y mucho menos el suspenderlos, ya que en estas operaciones no puede sentirse el desaliento, sean las que sean las dificultades que se presenten.

La inconsciencia de la víctima puede durar mucho tiempo, incluso horas, y el socorrista debe continuar su labor pues, aunque la víctima no pueda respirar y poner en marcha su aparato circulatorio, el socorrista aunque artificialmente lo está haciendo por ella y consiguiendo que el oxígeno siga llegando, aunque sea en poca cantidad, a todas las partes del cuerpo. Podemos comprobar que la víctima se ha recuperado:

– Porque está totalmente consciente

– Porque le ha disminuido su palidez

– Porque ha recuperado su pulso

– Porque sus pupilas se contraen con la luz

10. TRANSPORTE DE ACCIDENTADOS

El socorrista no debe mover al enfermo o accidentado hasta que no haya comprobado las lesiones que padece. Los primeros auxilios se le prestarán preferiblemente, y siempre que no exista riesgo, en el lugar del siniestro, ya que un transporte precipitado puede agravar la situación o causarle nuevas lesiones. Un transporte urgente y precipitado sólo se justifica por:

Rescatar a la víctima del ambiente que haya sido causa del accidente y que pueda seguir agravándolo e incluso ser riesgo del socorrista (gases tóxicos, contacto eléctrico, inmersión, imposibilidad de aplicación de primeros auxilios, etc.).

Alejar a la víctima del ambiente en que ocurrió el accidente, por suponer riesgo o aumentar las dificultades para su atención y tratamiento adecuado (riesgo de atropello, climatología adversa en caso de congelaciones, etc).

Necesidad urgente de trasladar a la víctima a un centro asistencial, por precisar cuidados especiales y urgente que no pueda precisar un socorrista.

Algunas de las precauciones a tener en cuenta en el transporte de heridos son:

– La cabeza del accidentado debe de ir en la parte posterior de la marcha cuando se hace entre dos persona.

– Las ropas deben de serle aflojadas, principalmente a nivel del cuello, del tórax y del abdomen.

– La postura en la camilla, caso de utilizarse, estará condicionada por las lesiones que sufra, pero en principio es preferible el decúbito lateral (colocado de costado) especialmente en casos de temer la presencia de vómitos o que éstos hayan aparecido ya, de hemorragias nasales, etc.

– En lesiones de abdomen o fracturas de pelvis, la postura a adoptar es con las piernas ligeramente flexionadas y la parte superior del tronco ligeramente elevada.

– En las heridas de tórax, los hombros deben estar ligeramente elevados con relación al resto del cuerpo

– Si el sujeto se encuentra inconsciente, se le llevará con la cabeza ligeramente mas baja que el resto del cuerpo.

– Mantener al herido abrigado y en continua observación durante el traslado.

– Si hay varios lesionados, establecer prioridades para la evacuación, comenzando el traslado por los más graves.

10.1. Medios materiales para el transporte

El transporte podemos realizarlo con los siguientes medios:

– Transporte en camilla o con medios apropiados

– Transporte por medios improvisados

– Transporte a brazo

a. El transporte en camilla es el procedimiento idóneo para el traslado de heridos o enfermos. Una regla de absoluta observancia es la de mover a la víctima lo menos posible. Se debe llevar la camilla a la víctima y nunca al contrario, y una vez instalada en ella no debe cambiarse a otra aunque sea mejor o más cómoda.

La primera operación que ha de llevarse a cabo en el traslado de enfermos o accidentados es el modo de ponerle en la camilla, maniobra que encierra una gran importancia y que nunca debe realizarse sin haber inmovilizado antes las posibles fracturas existentes y haber recuperado al enfermo en caso de parada cardio-respiratoria o que asegure que las técnicas de la recuperación no se van a interrumpir.

Para colocar la víctima en la camilla, se la levantará del suelo lentamente, con suavidad, manteniendo el cuerpo lo más derecho posible y únicamente a la altura necesaria, para poder deslizar por debajo de ella la camilla, en la que se le descenderá con las mismas precauciones.

El método más adecuado posiblemente sea el realizarlo entre tres personas que se colocan con las piernas abiertas por encima del herido, que pasan los brazos por debajo de la víctima de forma que una contenga la cabeza, otra la cintura y la tercera los pies y piernas, realizando la operación todos al mismo tiempo, mediante voz dada por una cuarta persona que será la que se encargue de deslizar la camilla por debajo de la víctima y entre las piernas de los que han llevado a cabo la maniobra, depositándolo en la camilla con las precauciones debidas.

b. Transporte por medios improvisados. Si no se dispone de camilla puede sustituirse ésta de diversas formas: pueden utilizarse puertas, escaleras de mano, tablas de plancha… Puede improvisarse también una camilla utilizando dos palos largos y resistentes unidos por dos travesaños de unos 50 cm. colocados a los extremos de los palos entre los cuales se trenzan cuerdas sólidas atadas a los largueros y travesaños. En lugar de las cuerdas pueden utilizarse dos sacos de tela resistente y a los que se haya revisado las costuras. También, incluso en caso de no disponer de otra cosa, de dos chaquetas abrochadas y con las mangas vueltas hacia adentro por las que se introducirán los palos, debiendo, en este caso, asegurarnos de la resistencia de la tela y de los botones.

Caso de que hayamos asegurado la no existencia de lesiones de columna vertebral podrá también utilizarse en caso de emergencia una silla sobre la que se coloca sentada la víctima.

c. Transporte a brazo. El método variará grandemente según se trate de un solo socorrista o de varios, variando en el primer caso de que la víctima esté consciente o inconsciente y de la distancia que recorre con ella. En caso de un solo socorrista y poca la distancia a recorrer y la víctima inconsciente, puede utilizarse el método o maniobra de Rautek (que consiste en sujetar la víctima desde atrás, por debajo de las axilas, con nuestros brazos, y asiendo por delante nuestras manos uno de sus antebrazos -doblado por el codo y situado ante el tórax del accidentado- arrastrar a la víctima sobre sus piernas). Caso de que sea mayor la distancia y no tenga conocimiento se le llevará a cuestas sobre la espalda, cargándole sobre uno de los hombros con la cabeza hacia atrás y hacia abajo y pasando los brazos por el otro hombro y sujetando con una mano las piernas y con la otra los brazos.

Si la víctima está consciente y puede andar algo, se le puede llevar pasando uno de sus brazos por encima de nuestros hombros, cogiéndole la mano y pasando nuestro brazo por la espalda de la víctima. Si la víctima no puede caminar y no existe desproporción entre el peso de la víctima y la fuerza del socorrista, se le puede llevar a caballo sobre la espalda si el herido está consciente y puede cruzar las manos sobre el pecho del socorrista, y si está inconsciente, anudándole las muñecas con un pañuelo.

Cuando son más de un socorredor, o hay personas que puedan ayudar, si la víctima está consciente y puede ir sentado se le transportará en la llamada silla de la reina. Si está inconsciente se le puede transportar cargando una persona con ambos brazos pasados por debajo de las axilas del accidentado y otra persona introduciéndose entre las piernas de la víctima y sujetándoselas a nivel de las corvas con los brazos colgando a lo largo del cuerpo. Transportar a una víctima más de dos personas sólo estará justificado si padece o se sospecha fractura de columna vertebral o por el gran peso y contextura de la víctima lo hacen aconsejable.

En cuanto al transporte en vehículos, se procurará que el que se utilice sea una ambulancia, con lo que el problema acabará en cuanto hayamos colocado en ella a la víctima, debiendo de tener en cuenta que es preferible que la víctima espere debidamente atendida la llegada de una ambulancia que la precipitación de evacuarla en un medio inadecuado.

Si por emergencia ha de realizarse en un vehículo improvisado ha de tenerse muy en cuenta la amplitud del mismo el posible acceso a su interior, etc., debiendo procurar que sea del mayor tamaño posible, con accesos fáciles, que permita inmovilizar a la víctima, que tenga espacio para que pueda acompañar a la víctima un socorredor que la vigile o que incluso le pueda prestar auxilio, que tenga una suspensión adecuada o en otro caso circule con la debida precaución y prudencia para no molestar a la víctima, evitando frenazos y maniobras intempestivas.

10.2. Normas especiales para el transporte de diversos tipos de accidentados, con especial referencia a los traumatismos de columna vertebral

Quemados de gran extensión. Se colocarán en el medio de transporte, una vez cubiertas las quemaduras, con apósitos estériles, cuidando no se rompan las posibles ampollas existentes y haciendo que apoye sobre la camilla las partes de su cuerpo menos lesionadas para evitar la irritación y aumento de las lesiones existentes.

Fracturados en general o polifracturados (que tienen varios huesos fracturados). No se iniciará su transporte antes de que se haya procedido a la inmovilización de todas y cada una de las fracturas que padezca.

Fracturados de columna vertebral. Estos accidentados requieren un máximo cuidado y meticulosidad en su transporte, por la posibilidad de producirse lesiones de la médula espinal, de consecuencias irreparables. Las normas a seguir son:

– Debe de recogerse al menos por tres personas que elevan al accidentado; sin flexionar lo más mínimo su columna vertebral; y una cuarta persona que deslice la camilla bajo la víctima.

– No puede ser trasladado más que sobre camilla, que a ser posible se caracterizará porque su superficie sea un plano duro, para evitar posiciones y formas que puedan poner en peligro la médula espinal. Caso de utilizarse una camilla convencional se realizará el transporte colocando al accidentado boca abajo.

– El traslado hasta el vehículo se realizará dirigiendo la operación una sola persona, que irá armonizando la marcha, para lo que deben ir los camilleros con el paso cambiado y manteniendo la camilla siempre horizontal, debiendo de llevar la víctima la cabeza hacia adelante, posición que se mantendrá en el vehículo.

Los vehículos reunirán las condiciones antes descritas y ha de procurarse que sean ambulancias.

BIBLIOGRAFÍA

– Manual de Primeros Auxilios de la Cruz Roja. El País Aguilar. Madrid 2004

– Manual Básico de Prevención de Riesgos laborales de Ibermutuamur. Madrid, 2002.

– Dr. Friedrich Daeschelin: Primeros Auxilios. Ed. Everest. León, 1977.

– FREMAP: Primeros auxilios. Ed. Everest. León, 1977.

– Cruz Roja: Manual de Primeros Auxilios. Ed. Interviu-Salud. Barcelona, s/f.

– Torrado Relaño, M.: Primeros Auxilios. Ed. INEF. Madrid, s/f.

– Fernández Herce, C. J.: Seguridad e Higiene en el Trabajo (II). Ed. Donostiarra. San Sebastián, 1993.

– Salinas Sánchez, J. M.: Formación y Orientación Laboral. Ed. Mc Graw Hill. Madrid, 1995.

– Cid, E.; Juez, J.; Miró, Mª Nuria: Formación y Orientación Laboral. Ed. Síntesis. Madrid, 1995.

Salir de la versión móvil