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Tema 33 – La monarquía hispánica bajo los Austrias; aspectos políticos, económicos y culturales.

1. INTRODUCCIÓN.

2. INFRAESTRUCTURA DE PODER.

3. EL IMPERIO DE CARLOS V.

3.1. LOS PROBLEMAS INTERIORES.

3.2. LA POLÍTICA EXTERIOR DE CARLOS I.

4. FELIPE II. EL IMPERIO DONDE NO SE PONE EL SOL

4.1. REVUELTAS INTERNAS

4.2. LA POLÍTICA EXTERIOR DE FELIPE II

5. LOS AUSTRIAS MENORES: FELIPE III: Y EL SOL SE PUSO.

6. FELIPE IV Y CARLOS II. FIN DE LOS AUSTRIAS ESPAÑOLES:

6.1. POLÍTICA INTERIOR

6.2. POLÍTICA INTERIOR

7. BALANCE ECONÓMICO

7.1. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI: EXPANSIÓN ECONÓMICA.

7.2. LA CRISIS ECONÓMICA DEL SIGLO XVII:

8. CULTURA

8.1. EL SIGLO XVI: RENACIMIENTO Y HUMANISMO.

8.2. SrGLO XVII: EL BARROCO:

9. BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN

La historia de la monarquía hispánica bajo los Austrias es la historia de la consolidación de una gran nación de naciones bajo la tutela castellana, pasando en menos de un siglo de un conglomerado de reinos aparentemente inconexos y regidos por monarquías de raigambre feudal y teocrática, a la creación, desarrollo y ulterior crisis y decadencia de un gran Imperio. La IDEA IMPERIAL supone la preeminencia de una nación, dentro del concierto europeo, cuya hegemonía se fundamente en un concepto medieval, el Imperio, la corona imperial. Se trata de unir a todos los pueblos cristianos europeos bajo la potestad del Emperador, la Universitas Cristiana en la que ha derivado el Sacra Imperio Romano Germánico. Difícil concepto de complicada concreción en una realidad como la europea, absolutamente atomizada.

Sin embargo, la pretendida unidad religiosa y política no engendró nada más que insidias y odios, sufragados en gran parte por un pueblo, el castellano, que no obtenía ningún beneficio al respecto, y que en definitiva fue el gran damnificado de una política imperial pertinaz. Así finalizó el siglo XVI, lleno de odios, cismas y venganzas, pueblos aparentemente unidos y, sin embargo, con intereses políticos, económicos, religiosos, e incluso culturales contrapuestos. Así finalizó la historia de los primeros Austrias en España, también denominados Austrias Mayores,, los más prestigiosos, los que más énfasis pusieron en la consecución de esa utopía, seguramente trasnochada, el sueño imperial, y su estrepitoso fracaso.

La segunda parte de esta historia, que comienza a finales del siglo XVI y termina el último año del XVII, la protagonizarán los denominados Austrias Menores, monarcas de menor peso específico. Buena prueba de ello fue la delegación de sus funciones en validos, cuya labor de gobierno, podría calificarse en líneas generales de franco fracaso.

Vilipendiado nuestro sueño de grandeza, pese a que muchos todavía seguían viendo gigantes donde no había más que molinos, la consolidación en Europa de los estados modernos de corte absolutista era ya un hecho. El declive español motiva la supremacía de una nueva nación, un relevo a la prepotencia española del siglo XVI, mientras nuestros monarcas deambulan entre la desidia, la abulia y la degradación. Estos tres epítetos sirven para calificar a los tres Austrias Menores: Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Nuestro último monarca será el fruto de una endogamia ignominiosa. Se trata de un degenerado incapaz de cualquier acción sensata de gobierno. Como apuntaría con resignación Antonio Domínguez Ortiz: “El triste monarca y su fantasmagórica corte parecían simbolizar lo más profundo de la decadencia española.” Y como las desgracias nunca vienen solas, el ocaso de la rama austríaca en España coincidirá justamente con el auge del más impetuoso de todos los reyes franceses, Luis XVI. Como diría Domínguez Ortiz, fue coincidencia desgraciada que el más autoritario y belicoso de los monarcas franceses reinara al par del más apocado e inepto de los españoles.

Finalizado el siglo y renovada la monarquía española con savia nueva, el siglo XVÍ1I abre nuevas expectativas a un país que, después de alcanzar la gloria, acabó convirtiéndose dentro del ámbito europeo en una potencia de segundo orden. Pero eso es otra historia.

Dividiremos el tema en 3 grandes bloques. Dentro del apartado político, nos centraremos en la política interior y exterior de los monarcas. El bloque económico se dividirá en dos grandes capítulos, el primero analiza la situación de la segunda mitad del siglo XVI (época de bonanza económica), y el segundo estudia la centuria siguiente (época de crisis generalizada). La cultura será abordada dos apartados, el siglo XVI (el Renacimiento y el Humanismo), y el segundo, el siglo XVII (el Barroco).

2 INFRAESTRUCTURA DE PODER

Todas las monarquías modernas procuraron crear una estructura de gobierno que les permitiera imponer su autoridad. En España esta organización, esbozada por los RR.CC., fue perfeccionada por los Habsburgo. Lo consiguieron fundamentalmente a través de nuevos órganos de gobierno y justicia con todo su aparato burocrático (cancilleres o secretarios, validos, Consejos, virreinatos, audiencias o cnancillerías…); un ejército permanente (tercios y escuadras), un complejo equipo diplomático y la reorganización de las finanzas para poder subvencionar los gastos (afectado por sucesivas bancarrotas, claramente dependiente de las llegadas de metales preciosos y de los banqueros extranjeros. Conviene destacar el papel que desempeñaron los Consejos, órganos consultivos formados por especialistas. Existían Consejos de carácter temático comunes para todo el Imperio (Estado, Guerra, Inquisición, Hacienda) y Consejos específicos para cada área, dada la estructura federal de la monarquía (Aragón, Castilla, Indias, Italia, Portugal, .Flandes.

3 EL IMPERIO DE CARLOS V

Cuando Carlos de Gante llegó a España en septiembre de 1.517, era poco más que un adolescente un tanto timorato, hablando un español rudimentario y jalonado por su séquito de flamencos, mal vistos en la corte española por considerarlos unos intrusos. Hijo de Juana la loca y Felipe de Habsburgo (que da nombre a la nueva dinastía), aquel joven era dueño de una herencia impensable, tanto por su carga simbólica como por su vastedad espacial. De sus abuelos Isabel y Fernando recibirá la Corona de Castilla, Aragón y sus posesiones en el Mediterráneo, Navarra, las plazas del norte de África y los territorios de Nuevo Mundo. Por parte de Maximiliano de Austria y Ma de Borgoña heredará los territorios austríacos de los Habsburgo en Centroeuropa, los Países Bajos, el Franco Condado, amén de la Corona Imperial. En fin, era lógico que el joven Carlos se presentara en Castilla un tanto temeroso. Pero bien pronto se repuso de su timidez y asió las riendas del poder con mano fuerte, porque si bien Carlos I de España y V de Alemania no pasará a la historia por ser un rey culto y amante de las artes, desde luego será recordado por su arrogancia y fuerza vial.

La salvaguarda de su idea Imperial y todo lo que conllevaba (absolutismo, centralismo, universalismo, etc,) será uno de los grandes objetivos .de su gobierno, hasta que, cansado de tanto batallar y enfermo de gota, abdique en enero de 1.556 en su hijo Felipe. Las amenazas vienen desde distintos ámbitos, tanto interiores como exteriores.

3.1. LOS PROBLEMAS INTERIORES

El conflicto de las Comunidades tiene su comienzo en mayo de 1.520 y se prolongará hasta el 23 de abril de 1.521, con la derrota de los comuneros en la BATALLA DE VILLALAR y el ajusticiamiento de sus cabecillas: Juan Padilla, Juan Bravo y Pedro Maldonado. Este suceso posee connotaciones diferentes, con ramificaciones políticas y socioeconómicas que no debemos desdeñar. La causa inicial se halla en el descontento generado en las Cortes de Valladolid, Zaragoza y Barcelona, cuando Carlos nombró a determinados altos cargos flamencos en detrimento de los nacionales. Gran parte de los municipios exigieron al monarca que no sacase dinero de España. No obstante, las razones de esta revuelta son mucho más complejas. Como anotaría J. H. Elliott en su libro “La España Imperial”: “Fue una empresa confusa que carecía de cohesión y de un propósito bien definido, pero que al propio tiempo “expresaba hondas quejas y un ardiente sentimiento de indignación nacional.”

Quizá en un primer momento se tratara de un movimiento causado por el celo o el sentimiento nacionalista de unas Cortes y gran parte de los municipios al parecer ultrajados por las decisiones de un rey bajo sospecha. José María Maravall abogó por el carácter netamente político y nacionalista de este movimiento. Elliott añadiría que “la auténtica chispa que encendió la revuelta fue, pues, un odio ardiente contra los extranjeros y contra un Gobierno extranjero que estaba despojando al país de su riqueza.”

El apoyo social fue mayoritario hacia los comuneros, no sólo por parte del pueblo llano y de la burguesía, sino también del clero y algunos señores. Posteriormente, el movimiento tomó un giro que evidenciaba connotaciones de, tipo sqcial, ya que muchos municipios y campesinos aprovecharon la coyuntura para sacudirse la opresión señorial. Asimismo, los artesanos se oponían a los ricos comerciantes exigiendo un mayor proteccionismo frente a las mercancías extranjeras. Definitivamente, tanto la nobleza como la burguesía opulenta se desmarcaron del movimiento revolucionario, y acabaron por decantarse a favor de la Corona, sobre todo cuando dentro del movimiento comunero triunfaron las posiciones más extremistas que planteaban aspiraciones igualitarias.

Algún autor ha querido ver en el movimiento comunero un precedente de futuras revoluciones de sesgo democrático. Sin embargo, las comunidades no debe entenderse como vina lucha entre democracia, reflejada en el poder municipal, y el rey.

Las Germanías son una serie de revueltas coetáneas a las Comunidades. Tuvo lugar en la Corona de Aragón, aunque sus focos más significativos fueron los de Valencia y % Mallorca. Comenzó en 1.519 y finalizó en 1.524. En el caso valenciano, se trataba de una lucha de nobles y plebeyos por el control de la ciudad. Es preciso matizar que en este período histórico la ciudad de Valencia estaba siendo acosada por razzias turcas, y estaba sufriendo una epidemia que provocó la huida de los potentados de la misma. Ante esta coyuntura, los artesanos se unieron en una GERMANÍA, apoderándose del control de la ciudad, para extender posteriormente su dominio a las áreas colindantes. Algunos de sus líderes como Juan Llorens aspiraban incluso a convertir Valencia en una república semejante a Venecia. El poderío nobiliario y la autoridad real quedaban en entredicho. Nuevamente monarquía y nobleza debían unirse para combatir un proceso revolucionario. Bartolomé Benassar en su libro “Historia de los Españoles” asegura que este “movimiento anti fiscal y anti señorial roza la lucha de clases pero no se limita a ella, pues el componente anti morisco del movimiento es ambiguo. Casi no hay nobles entre los agermanados.” En todo caso, se evidencia la debilidad del Estado debido a su fraccionamiento y falta de cohesión.

Finalmente, los señores y la Corona acabaron con los insurrectos en 1521 (Valencia) y 1523 (Mallorca).

3.2. LA POLÍTICA EXTERIOR DE CARLOS I

Tres van a ser los grandes enemigos del emperador: el turco, la Europa protestante y la Francia de Francisco I en su lucha por la hegemonía europea. Respecto a este último, las posiciones quedaron claras con la victoria española en la BATALLA DE PAVÍA (1.525) y la correspondiente PAZ DE PARÍS (1.526), en la cual Francia renuncia al Milanesado, Genova, el ducado de Borgoña y Ñapóles. Para Domínguez Ortiz “Carlos representaba un ideal europeo opuesto al nacionalismo francés de su rival Francisco I”. No obstante, muy a su pesar, Francia seguirá sintiendo el yugo de los Habsburgo, tanto por el Este corno por el Oeste. La PAZ DE CAMBRAY (1.529), es, en cierto modo, una ratificación de la de París, renunciando el emperador a Borgoña, a cambio de que Francisco deje de interesarse por Italia. Entre las dos paces se produjo un hecho grave: el saqueo de Roma (1.527): las tropas imperiales saquearon la ciudad, apresando la Papa en el castillo de Sant’Angelo.

Con respecto al problema turco, el Mediterráneo estaba controlado por el infiel, cuya preeminencia naval era inapelable. Los desaguisados provocados en las costas españolas por parte de los piratas berberiscos producían una constante alarma en estas regiones. Había que poner orden en todo ello. Con ese objetivo se ocupa TÚNEZ en 1.535. La parte occidental del Mediterráneo estaba controlada por los españoles, hasta que se produjo el desastre de ARGEL (1.541), y la derrota de las tropas españolas a manos turcas, que siguieron poseyendo la hegemonía del Mare Nostrum.

Por si no tuviera suficientes problemas con Francia y los turcos, a Carlos I le surgen nuevas insurrecciones en Alemania. Estas sublevaciones tienen un origen múltiple. Por un lado, los -príncipes alemanes buscan la emancipación de la tutela imperial. Asimismo, la aparición de doctrinas protestantes, cuestionan el papd secular de la Iglesia y del Emperador. Entre tanto, comienza en Trento un concilio cuyo objetivo fundamental es plantear una Reforma Católica que haga frente a la Reforma Protestante. El Concilio comienza en 1.545 y supuso una reordenación dogmática y disciplinaria de la Iglesia Católica ante el cisma que se estaba produciendo dentro de Cristianismo. Al final, se reconoce la superioridad del Papa sobre la asamblea conciliar.

Mientras tanto, en Alemania seguían las sublevaciones. Pese a la derrota de los príncipes Alemanes en la BATALLA DE MÜHLBERG (1.547), la PAZ DE AUGSBURGO en 1.555 reconoce la libertad religiosa. Por consiguiente, catolicismo y protestantismo se quedan en pie de igualdad. Un triunfo moral del protestantismo.

Cansado de tantas batallas, extenuado y decrépito por las exigencias de un imperio tan heterogéneo y mal avenido, Carlos decide abdicar en su hijo y pasa los últimos años de su vida en Yuste, donde fallece a causa de la gota.

4 FELIPE II. EL IMPERIO DONDE NO SE PONE EL SOL

Felipe II, el rey burócrata, metódico, serio, con unos principios religiosos inalienables, heredó de su padre (a quien reverenciaba) una personalidad fuerte y perseverante. No llegó a tener su carisma, pero era más culto. Nacido en 1.527, reinó desde 1.5556 hasta 1.598. Con él se acabó la gloria imperial. Al igual que le sucedió a su padre, el mantenimiento de un vasto imperio le supuso muchos quebraderos de cabeza, tanto poi problemas internos como por los de índole externa.

4.1. REVUELTAS INTERNAS

Revuelta de las Alpujarras. Corría el año de 1.568 cuando los moriscos granadinos se levantaron a causa de la discriminación que sufrían. Para interpretar correctamente este levantamiento, es preciso retrotraerse a las Capitulaciones de Santa Fe, en las cuales Isabd la Católica garantizaba a los musulmanes la libertad, no sólo religiosa, sino también el ^mantenimiento de sus costumbres, lengua e indumentaria. Bien pronto este aval quedó en papel mojado por la intención de la Corona de anular cualquier tipo de diferencia religiosa “en aras de la cohesión de un Estado incipiente. Lo mismo sucedió con los judíos, que fueron expulsados en 1.492, salvo que optaran por el bautizo (CONVERSOS). Con la derogación <le las Capitulaciones de Santa Fe en 1.556, Felipe II apremiaba a los musulmanes para que .abandonasen sus costumbres, lengua e vestimenta. Miquel Barceló explica el miedo a los Mudejares (posteriormente denominados moriscos) a causa de su crecimiento demográfico y .su capacidad de acumulación capitalista. Otro factor a tener en cuenta son los estropicios provocados por los piratas berberiscos en nuestras costas mediterráneas. Muchos cristianos quisieron ver cierta connivencia entre los moriscos españoles y los piratas musulmanes. Consecuentemente, la sociedad cristiana veía con malos ojos a ese segmento irreductible de la población, cuyas condiciones de vida habían empeorado con el paso de los años. La guerra duró hasta 1.571, aunque el problema siguió perviviendo hasta que en 1.609, bajo el reinado de Felipe III, se decide la expulsión dejos moriscos.

Revuelta de Aragón. La génesis de esta revuelta se halla en un suceso en el que se mezclan amor, poder, sexo, espionaje y traición de Estado: fue el asunto ANTONIO PÉREZ, secretario de Estado, acusado de asesinar a RAFAEL ESCOBEDO, el secretario de don Juan de Austria (hermanastro de Felipe II y posible candidato a la corona española). Viéndose acorralado por la justicia, decide escapar hacia Zaragoza llevándose papeles secretos que podían poner en entredicho la honorabilidad del monarca. Al ser Antonio Pérez de origen aragonés, y teniendo este reino su propia justicia, pidió el amparó de sus fueros. Requerido por Felipe II, el Justicia Mayor de Aragón, Juan de Lanuza, se negó a extraditar al reo. Felipe II echó mano de la Inquisición,, que era el único órgano común en toda la monarquía. La negativa del Justicia de Aragón provocó las iras del rey, que envió un ejército que entró en Zaragoza en 1.592. Al final el Justicia de Aragón Lanuza y otros implicados fueron ejecutados, pero Antonio Pérez consiguió escapar.

Levantamientos en Cataluña, Fueron más livianos, a causa de la negativa por parte de los catalanes de pagar el impuesto del excusado, con encarcelamiento incluso de diputados de la Generalitat. Detrás de estos levantamientos nos hallamos ante dos concepto de estado: uno de tipo centralista y autoritario representado por el monarca, y otro con tendencias al mantenimiento de los- fueros seculares y por lo tanto autonomista. En el siguiente siglo, los problemas se agudizarán, a raíz de la guerra con Francia, generando incluso guerras civiles y escisiones. Centralismos versus federalismo, es un tema de debate en la historia de España que llegará hasta nuestros días.

Otros problemas religiosos. En España las secuelas del protestantismo fueron más livianas debido a la Reforma religiosa reali-zada a principios de siglo por el cardenal Cisneros. Sin embargo, hubo pequeños brotes, como el de Valladolid, que la Inquisición atajó de forma expeditiva. Más significativas fueron las influencias, siempre dentro de la ortodoxia católica, de Erasmo de Roterdam en nuestro país. El propio Carlos I era un admirador del humanista holandés. Importante fue la comente mística que se había desarrollado en la Península, abanderada por San Juan de la Cruz y Santa Teresa, que buscaban el contacto interior con Dios sin ningún tipo de intermediarios. Pese a las reticencias que ello provocaba en determinados sectores eclesiásticos, se transigió, hasta que llegó el cisma entre católicos y protestantes. A partir de entonces la Inquisición actuó sin contemplaciones, y erasmistas, iluministas y protestantes estuvieron siempre bajo sospecha. El proceso Valladolid es un buen ejemplo, con el proceso del arzobispo de Toledo y primado de España, Bartolomé de Carranza. Al parecer, en este juicio había más elementos de envidia y venganza, por parte de Fernando Valdés, arzobispo de Sevilla, que de celo religioso.

4.2. LA POLÍTICA EXTERIOR DE FELIPE II

Felipe II heredará de su padre, entre otros muchos conflictos, el problema con los turcos y las luchas con Francia. Sin embargo, aparecerán nuevos enemigos, como Inglaterra, recelosa del poder imperial.

Con respecto al problema francés, la disputa hegemónica originará una guerra que se inicia en 1.556 y finaliza en 1.559 con el triunfo español y de sus aliados en la BATALLA DE SAN QUINTÍN (1.557) y la BATALLA DE LAS GRAVELINAS (1.558). La PAZ DE CATEAU-CAMBRESIS provocó la expulsión de los franceses de Italia y la supremacía española en Europa. Posteriormente Felipe II se casó con Isabel de Valois. La rueda del destino fue propicia al monarca cuando heredó en 1.580 Portugal, ya que era nieto de Manuel I de Portugal por línea materna. Así se creó el mayor imperio del Historia: El Imperio donde nunca se pone el sol.

El problema con los turcos lo solucionará el monarca español en la BATALLA DE LEPANTO (1.571). Se creó una Santa Alianza entre Venecia, la Santa Sede y España, de la cual saldría una gran flota, a cuyo mando estará don Juan*de Austria, que acorralará y destruirá a la armada turca en el golfo de Corinto. Posteriormente se tomarán plazas africanas, para reducir la presencia turca en el Mediterráneo occidental.

Sin embargo, el mayor conflicto al que tendrá que hacer frente Felipe II se hallará en los Países bajos (“el Vietnam español”, como se define en el libro: El Ocaso de la Hegemonía Española, Ed. Edaf. Varios Autores). Los Países Bajos lo componían una serie de provincias con importantes diferencias religiosas, socioeconómicas y consecuentemente políticas. Mientras los Países Bajos de Norte eran protestantes, con una tradición socioeconómica burguesa urbana e independenlista, en el sur eran católicos y más favorables al proteccionismo de la Corona española. La nobleza flamenca, representada por GUILLERMO DE NASSAU, príncipe de Orange, y el CONDE DE EGMONT, se sublevaron contra el poder imperial de un rey que estaba demasiado lejos para entender sus necesidades y problemas. Se optó por medidas militares. Para ello se envió a tal efecto al DUQUE DE ALBA (1.566), que, desde luego, era un magnífico militar pero un mal negociador. La vía represiva todavía encrespó más los ánimos. Posteriormente se requirió la presencia de LUIS REQUESENS como gobernador de la zona, más condescendiente que su predecesor, pero las posiciones estaban muy enconadas. De 1.578 a 1.592 ALEJANDRO FARNESIO se convirtió en el gobernador de la región, que finalmente quedó dividida en dos: La UNIÓN DE ARRAS en el sur, de mayoría católica, y la UNIÓN DE UTRECHT, de mayoría protestante. El apoyo de los ingleses a los rebeldes les granjeó la antipatía de Felipe II, ciertamente indignado por la política de su nueva reina ISABEL I, que además apoyaba el hostigamiento de los piratas ingleses como Hawikns o Drake a las naves españolas que venían de América cargadas de plata. Por esa razón, Felipe II arrojaría contra Inglaterra a su ARMADA INVENCIBLE en 1.588. Después de una batalla que no decidió nada, la Armada acabó sucumbiendo a las fuerzas de la naturaleza. Dado su fervor religioso, Felipe jamás pudo entender que Dios lo hubiera castigado con tamaño infortunio, precisamente a manos de herejes. La lucha independentista de los Países Bajos del Norte duró casi un siglo (1.568-1648), y supuso la separación definitiva de concepciones socioeconómicas, pero sobre todo religiosas y políticas de Europa.

5 LOS AÜSTRIAS MENORES: FELIPE III: Y EL SOL SE PUSO

Así empieza el capítulo que F. García de Cortázar y J.M. González Vega dedican.al desidioso Felipe III en su libro “Breve Historia de España”. El siglo XVII se caracterizará por la crisis generalizada en todos los ámbitos. Actualmente se discute la magnitud de la misma, pero de lo que no hay duda es de su existencia. España entra en una fase de franca decadencia, y un ejemplo de ello es la proliferación de ARBITRISTAS, es decir, personajes que se dedicaban a estudiar las causas de las crisis, que, por cierto, no sólo era española. Si bien, los análisis de las causas de la crisis solían ser certeros, las soluciones para atajarla eran, en muchos casos, peregrinas cuando no pintorescas. Curiosamente la crisis tuvo un efecto inverso en el auge y desarrollo de las artes. Parece como si la historia del arte español siguiera un camino inverso al de su progreso socioeconómico: cuanta más miseria, más talento. El resultado final podría resumirse en dos palabras: epidemias y revueltas.

Como ya hemos apuntado, en este siglo se instaura la figura del VALIDO. Domínguez Ortiz señala en su libro “España: 3.000 Años de Historia” que en el valido se manifestaba un elemento nuevo que faltaba en la del antiguo secretario: “la confianza, la amistad íntima y personal, del monarca; una amistad lo bastante fuerte como para sostener al valido contra una opinión pública adversa.” Por consiguiente, el valido era algo más que un primer ministro: era un amigo y un confidente.

Felipe III comienza a gobernar en 1.598 y muere en 1.621. Fue el rey de su dinastía que menos tiempo estuvo en el poder. Comienza el ocaso de la hegemonía española en Europa un rey indolente y negligente al que se califica con el eufemismo de “pacifista”.- Y sin duda alguna lo era, tanto que dejó en manos de sus validos toda acción de gobierno. Su primer valido fue el impopular por codicioso DUQUE DE LERMA, cuya privanza comienza en 1.599, y posteriormente su hijo el DUQUE DE UCEDA. Las causas de su pacífica política exterior hay que achacarlas a varias razones. En primer lugar, la ruina de la Hacienda. En segundo lugar, la muerte de Isabel de Inglaterra (gran enemiga de España), que provocó una tregua entre ambos países. En tercer lugar, el problema de los Países Bajos ya lo había solucionado, al menos momentáneamente, su padre antes de morir, al renunciar a esos territorios en beneficio de su hija Isabel. Felipe III decretó la Tregua de los 12 Años (1.609-1.621) con los Países Bajos, y la expulsión definitiva de los moriscos.

6 FELIPE IV Y CARLOS II. FIN DE LOS AUSTRIAS ESPAÑOLES

6.1 POLÍTICA INTERIOR

El reinado de Felipe IV estará marcado por la GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS (1.618-1.648). El hecho de que su reinado comenzara en 1.621, justo cuando expiraba la TREGUA DE LOS 12 AÑOS con Flandes, era un mal presagio. La privanza del Conde-duque de Olivares desde 1.621 hasta 1.643, con un marcado carácter imperialista en lo que a política exterior se refiere, generó una ruptura respecto. al pacifismo del anterior; imperialismo que Elliott calificará de “quijotesco”.

Los comienzos de la guerra fueron favorables al Imperio Austro-húngaro (victoria en la BATALLA DE MONTAÑA BLANCA en 1.620 y en la BATALLA DE NÓRDLINGEN en, donde España participa directamente con su ejército). A medida que pasan los años la alianza hispanoaustríaca pierde fuelle. En la BATALLA DÉ LAS DUNAS (1.639) se produce la derrota española. Dada la necesidad de dinero, el Conde-duque exige a los demás reinos españoles que participen con subsidios para sufragar una guerra tan larga y costosa. Asociado a esta larga guerra sucederán una serie de hechos que analizaremos en la Política Interior, como son: la Revolta Catalana, la independencia de Portugal, las conspiraciones secesionistas en Andalucía y Aragón, y revueltas populares. La entrada de la Francia de Luis XIII y el cardenal Richelieu en la lucha de manera clara y abierta provocó el retroceso español. Después de la Batalla de las Dunas, pudimos detener el avance francés derrotando a su ejército en la Batalla de Fuenterrabía (1.639), Sin embargo, en 1.643 se produjo el desastre definitivo de la infantería española en la Batalla de Roe roí, con la consiguiente caída del Conde-duque de Olivares y la nueva privanza de Luis de Haro. La Guerra de los 30 Años finaliza con LA PAZ DE WESTFALIA, el fin de la hegemonía española en Europa y el auge de Francia como gran potencia. En Alemania se mantiene la libertad de los príncipes, y el Imperio Austro-húngaro se fracciona en una confederación de Estados.

La corona española siguió luchando contra Francia, ahora gobernada por el cardenal Mazzarino, que seguirá la política de Richelieu, hasta la PAZ DE LOS PIRINEOS (1.659), en la cual se ratifica el definitivo ocaso español. El nuevo rey, LUÍS XIV se casará con María Teresa, hija del viejo y afligido Felipe IV. Este hecho tendrá una significación trascendental en el futuro, ya que al morir Carlos II sin descendencia, Luís XIV hará uso de sus derechos de herencia respecto a la monarquía española.

Después de la muerte de Felipe IV en 1.665, comienza la regencia de la madre de Carlos II, Mariana de Austria, acosada en el poder por Juan de Austria, uno de los hijos naturales de Felipe IV, y que ansiaba ser rey de España. La regencia de doña Mariana fue compleja, entre otras razones, como apunta J. Lynch, por tratarse de una “mujer ignorante y obtusa”, asesorada por el jesuíta Nithard, al que se profesaba un gran odio, entre otras razones por tratarse de un foráneo. Esta inquina se acrecentaba entre los Grandes de España, que lo veían como un nuevo intruso en el trono español.

En 1.675, con 14 años, se declara a Carlos II mayor de edad. Apunta Domínguez Ortiz en su libro “El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias”: “Carlos era un niño enfermizo, triste y retrasado. La implacable sinceridad de sus pintores de cámara, Carreño y Sánchez Coello, nos ha dejado, en retratos que cubren las diversas etapas de su vida, el testimonio de la degeneración de aquel último Habsburgo, víctima de la brutal consanguinidad de sus progenitores.” Poco podía hacer este pobre degenerado para salvar a España de la hecatombe. Don Juan de Austria volvió a intentar el asalto al poder, como lo había hecho en la época de Regencia, pero su muerte prematura truncó un gobierno que Maravall califica de dictadura, y que duró un trienio.

Bien pronto el rey francés demostró su agresividad al entrar en guerra con España, que finalizaría con la Paz de Nimega, en la cual España recobra el Franco Condado a cambio de algunas plazas flamencas. Es obvio que el sagaz Luis XIV era consciente de que el rey español dejaría el trono desierto; por lo tanto, no era políticamente correcto vilipendiar a un país del que, en un futuro no muy lejano, podía pretender a su corona.

6.2. POLÍTICA INTERIOR

Viendo el cariz que estaba tomando la guerra con Francia, y la perenne necesidad de la Hacienda española de fondos para sufragar la guerra, el Conde-duque planea una serie de reformas, que se les denominará Unión de Armas. Todos los reinos deberían contribuir a los costes de la misma. Pero la Unión de Armas chocaba con la autonomía que poseían los distintos reinos de España. La mayoría de las Cortes mostraron más bien poco entusiasmo, sobre todo las catalanas, más renuentes que ninguna otra, negándose al pago del mencionado subsidio, ya que veían en esta Unión de Armas otra fórmula sibilina para cercenar sus fueros. Se intentó implantar en todos los reinos el modelo de administración castellano, al ser éste el que menos obstáculos ponía a la política real.

La revolta catalana tiene su génesis en la Unión de Armas. Cuando. Olivares expone el proyecto, antes de entrar a hablar sobre los subsidios, las Cortes exigieron comentar todos los agravios padecidos por la administración central. Los catalanes no querían batallar fuera de Cataluña y estaban hartos de los desmanes de las tropas castellanas en la región. Además, no estaban dispuestos a soportar el alojamiento de un ejército que consideraban extranjero. Se detuvo a algunos diputados, entre ellos a Tamarit, que fue la gota que colmó el vaso en Cataluña, y generó en última instancia el denominado CORPUS DE SANGRE (7 de junio de 1.640). Los insurrectos asesinaron al Virrey y la Generalitat optó por Convertir aquella revuelta en una revolución de corte nacionalista, en defensa de los fueros catalanes. Buscaron el apoyo francés, y el Cardenal Richelieu, enemigo acérrimo del Conde-duque, se lo proporcionó convirtiéndose Cataluña el 16 de junio en una república independiente bajo la protección francesa. El trato de los franceses para con los catalanes fue todavía peor que el proporcionado por el Conde-duque, ya que no respetaron sus instituciones. La guerra y las epidemias hicieron desistir finalmente a los catalanes de sus objetivos soberanistas, y volvieron al redil español. Sin embargo, en la Paz de los Pirineos, perderían el Rosellón y la Cerdaña, es decir, la Cataluña francesa.

La Unión de Armas tuvo también consecuencias perniciosas dentro del territorio portugués, hasta concluir en una revuelta de carácter popular que provocaría lasecesión de Portugal de la Corona española. La situación de indefensión de las colonias portuguesas, que sufrían constantes ataques de ingleses y holandeses fue otro argumento en pos de esa independencia. Los portugueses proclamaron rey al duque Braganza en 1.640, que pasaría a gobernar con el nombre de JUAN IV.

En Andalucía también se produjo un movimiento secesionista por parte del Duque de Medina Sidonia y el Marqués de Ayamonte (1.641). Curiosamente, d duque de Medina Sidonia era hermano de la duquesa de Braganza, ahora reina consorte en Portugal. Al parecer, pretendía crear un reino andaluz. Al final, la conspiración fue abortada, el duque de Medina Sidonia deportado y el Marqués de Ayamonte ejecutado.

Algo parecido sucedió en Aragón. En este caso, el Marqués de Híjar en 1.648 tenía la pretensión de independizar este reino, pero la conspiración fracasó nuevamente y el marqués de Híjar fue sentenciado a muerte.

Las revueltas populares son concomitantes a las crisis de subsistencia vividas en la época, relacionadas con los cambios climatológicos que su producían de forma cíclica, y agravadas por la situación de guerra que la que estaba inmersa España. No parece que fueran revueltas muy violentas, tenían un carácter eminentemente urbano aunque también se daban en el campo, y no planteaban objetivos políticos. La aparición de nuevos impuestos, unido a la subida de precios afectó sobre todo a los más pobres.

7 BALANCE ECONÓMICO

7.1. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI: EXPANSIÓN ECONÓMICA

La España del siglo XVI es un país pujante, en especial Castilla con una población de unos 5 millones de habitantes, frente a Aragón, que no llega al millón y medio, el Reino de Granada con 800.000 y Navarra con apenas 100.000. Era lógico que el peso de la política y la economía lo llevara Castilla (conquista del Reino de Granada, Descubrimiento de América, etc.). No obstante, estamos ante una economía básicamente de subsistencia y ruralizada, con tasas de natalidad y mortalidad altas, como corresponde al ciclo demográfico antiguo. Las actividades relacionadas con el sector primario monopolizaban la mayoría de las tareas económicas. Se trataba de una agricultura mediterránea trabajada con medios primitivos, pero que debido a la bonanza climatológica de este siglo era capaz de generar excedentes. No obstante, se consigna una floreciente horticultura en el reino de Valencia, gracias a la laboriosidad de los moriscos. Destacan el sector ganadero, al amparo de la Mesta, sobre todo la lana? uno de los pocos productos que exportábamos a Europa. En los inevitables pleitos entre ganaderos y agricultores, siempre salieron favorecidos los primeros por la importancia de este subsector en el producto interior bruto castellano.

La situación del campesinado era muy heterogénea, estando en la Corona de Aragón más claras las relaciones tras las luchas de los payeses de Remensa y la Sentencia de Guadalupe. Mientras que en el territorio castellano la situación era más diversa, habiendo incluso medianos propietarios agrícolas y situaciones miserables corno la de los foreros.

Las actividades artesanales eran las tradicionales, con poca capacidad de generar excedentes, habida cuenta del escaso poder económico de una burguesía incipiente. También existe una industria textil.autóctona, aunque sus manufacturas no alcanzan la calidad de las del norte de Europa. En esta época surgirá el sistema de “Industria Doméstica”, que consistía en que el comerciante proporcionaba la materia prima al artesano, que la elaboraba ei su casa. Otro subsector exportador será el metalúrgico, concretamente la industria del hierro.

Lógicamente, el comercio estaba muy limitado. Sin embargo, se observa un auge de las FERIAS, destacando las de Burgos o Medina del Campo.

Uno de los sucesos más significativos de esta época, tanto para España como para el resto de Europa, fue la llegada de inmensas remesas de plata americana. Para controlar la entrada de productos americanos se creó la Casa de Contratación, una especie de aduana por donde debían pasar todas las importaciones y exportaciones a América. Para Hamilton, el flujo de plata hacia Europa ñie la causa principal de la denominada Revolución de los Precios, aunque hay historiadores como Elliott que no están de acuerdo con este punto de vista. Para más información, consultar: “La España Imperial”, de J.H. Elliott.

Pese a estas remesas de plata, la Hacienda española siempre estuvo en dificultades debido a tres razones: Su déficit crónico, la escasa organización y la lentitud. Las guerras en las que se hallaban los dos primeros Austrias empeoraban todavía más si cabe sus arcas. Para mejorar el estado de la misma, los Austrias Mayores desarrollaron una política de impuestos, destacando: La Alcabala (parecido al I.V.A.), los servicios (que votábanlas Cortes cada tres años) el subsidio y el excusado (que se cobraran sobre los ingresos eclesiásticos), el almojarifazgo (derechos de aduana sobre el comercio americano). Otras formas de recaudar dinero se producían a través de los asientos, que eran préstamos que los banqueros hacían a la corona; los juros, una especie de deuda pública; los millones, oneroso e injusto impuesto sobre los artículos de primera necesidad, que lógicamente perjudicaba a los más pobres. Pese a todo, Felipe II tuvo que decretar en dos ocasiones la bancarrota del Estado, y recurrir a los banqueros, extranjeros, y lo mismo debieron de hacer sus sucesores.

7.2. LA CRISIS ECONÓMICA DEL SIGLO XVII

La sangría demográfica que se produjo en este siglo es consecuencia de las emigraciones a América, las guerras constantes, sobre todo en época de Felipe IV, y las trágicas crisis epidémicas generadas por las malas cosechas. Existen tres grandes crisis epidémicas: 1.596-1.602; 1.647 y 1.676-1.685. El siglo XVII fue desastroso desde el punto de vista climatológico. A ello tenemos que añadir un considerable descenso de la natalidad debido al celibato: las guerras obligaban a muchos varones en edad fértil a aplazar matrimonios y descendencia. Además, se constata un incremento del clero, segurameríe a causa de las malas condiciones de vida y como único recurso para poder subsistir.

Desde el punto de vista agropecuario, los constantes episodios de sequías seguidos de precipitaciones torrenciales arruinaron cosechas sucesivas. Bien es verdad que enalgunas partes de España se sembrarán nuevos cultivos venidos del Nuevo Mundo como el maíz o la patata, y que tendrán gran éxito en Europa. La expulsión de los moriscos en nada favoreció a determinadas regiones, como la valenciana, que además soportaría ura tremenda crisis epidémica que frenaría el crecimiento económico del siglo anterior. Al aumentar la mortalidad, sobre todo entre los menos pudientes, las rentas agrarias de los magnates también disminuyeron. Hubo un aumento de los precios pero también délos salarios, lo cual favoreció los procesos inflacionarios, ya importantes debido a la entrada de oro y plata.

En el ámbito artesanal la situación no fue mejor. Tanto la revolución de los precios como la falta de consumidores provocaron una reducción del mercado. La competencia de las manufacturas extranjeras acabó arruinando la incipiente industria española y el porvenir de la consolidación burguesía como clase vertebradora de la sociedad. Lógicamente, la actividad comercial descendió considerablemente, b cual provocó la ruina de ferias importantes como la de Sevilla, Medina del Campo o Burgos.

No obstante hubo indicios de recuperación en el último tercio del siglo XVII. Un ejemplo fue la creación de una Junta General de Comercio con la función de reactivar la industria y las actividades comerciales de un mercado interior autárquico y raquítico. La plata americana seguía siendo nuestro principal producto de exportación a Europa.

Con respecto a la Hacienda, ya los arbitristas de esta centuria apuntaron como uno de los grandes males de la economía española los impuestos excesivos, que además se aprovechaban para sufragar guerras que no reportaban beneficios directos a la nación. Con Felipe IV vuelven las confrontaciones bélicas, y con ello nuevos impuestos: las lanzas (que sustituía la obligación militar por parte de la nobleza), el papel sellado, e incluso impuestos sobre determinados productos como el tabaco o el azúcar. Las bancarrotas del Estado fueron frecuentes en este siglo, provocando incluso la ruina de importantes banqueros.

Y como las cuentas no cuadraban tampoco, en última estancia el estado optaba por la práctica nefasta de la devaluación monetaria. Se depreció el vellón hasta el punto que provocar una inflación galopante que generó todo tipo de suspicacias respecto al Estado y la economía. Corno sucede en estos casos, la moneda mala sustituía a la buena (a buen recaudo, siempre que no quedara más remedio que ponerla en circulación). Cada vez hacían falta más numerario para adquirir-la misma cantidad de productos. En definitiva, se generaba un círculo vicioso inflacionario que provocaba la miseria de los más pobres.

8 CULTURA

8.1. EL SIGLO XVI: RENACIMIENTO Y HUMANISMO

A lo largo de los siglos XVI y XVII las artes y las letras alcanzan en la Península una gran brillantez, por lo que se ha denominado Siglo de Oro a este periodo. El siglo XVI nace bajo los auspicios de la filosofía humanista, materializada en un deseo de conocimiento en todos los ámbitos del saber, recuperando y ampliando, en la medida de los posible, él acervo cultural de un pasado remoto y supuestamente esplendoroso, el grecorromano. Ese será el punto de partida para dotar a la civilización europea de nuevos argumentos filosóficos, artísticos y culturales. En el caso de España, Domínguez Ortiz plantea un Renacimiento que no sólo estaba inspirado únicamente en la tradición grecolatina, sino impregnado de elementos autóctonos y orientales (musulmanes, judíos), y que por desgracia, debido al influjo italiano, sufrieron “una amputación grave, la pérdida de la posibilidad desvolver a desempeñar el papel de intermediaria y puente de culturas como en la Edad Me’dia”. La violenta disputa entre la ortodoxia católica y el erasmismo europeísta concluye con el triunfo de la primera y da lugar a que uno de los rasgos culturales de estos siglos sea el apego a lo religioso. El espíritu de la Contrarreforma impregna nuestra cultura.

Este explosión de vida y sabiduría, que es el Renacimiento, tiene sus protagonistas. Gentes como Luis Vives, Antonio de Nebrija, Femando de Rojas, Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, etc., cada uno desde distintos ámbitos descorren las cortinas de un mundo en el que el ser humano se convierte en el centro del mundo. Ese antropocentrisrao rompe con una visión absolutamente medieval y teocéntrica de la sociedad y de la vida. Incluso en la corriente mística Dios adquiere matices más próximos a la aprehensión humana desde el punto de vista intelectual. Importantes son las influencias extranjeras. Destacamos a Erasmo de Rotterdam, que discute los planteamientos pedagógicos y religiosos coetáneos.

En el apartado dedicado a la Literatura, el castellano adquirió un carácter universal. Destacamos los siguientes géneros: El género lírico de Garcilaso de la Vega y Juan Boscán, muy influenciados por Petrarca; la literatura religiosa, ascética y mística, de San Juan de la Cruz, Luis de Granada, Fray Luís de León, y sobre todo Santa Teresa de Jesús; la novela picaresca con “El Lazarillo de Tormes”, que Fernando Lázaro Carreter y Vicenfe Tusón califican de “simplicidad expresiva”; Fernando de Rojas y La Celestina, obra cumbre antes de que se escribiera el Quijote.

En cuanto a la Arquitectura, el Renacimiento generó en España dos estilos bien distintos. El estilo Plateresco nos muestra una arquitectura alegre y pintoresca, donde el factor ornamental adquiere gran importancia. Posteriormente triunfará el estilo más purista y clásico de Juan de Fferrera: el estilo Herreriano. El Monasterio del Escorial es buena prueba de ello. Se trata de un estilo austero, en consonancia con la personalidad de Felipe II y el ambiente de contrarreforma que se vive en España. Pureza renacentista también se puede observar en el Palacio de Carlos V, de reminiscencias italianas, o la sobriedad del Alcázar de Toledo, de Alonso de Covarrubias.

En Escultura destacarán los trabajos de género religioso, en especial los de Alonso Berruguete y Juan de Juni por la expresividad de las esculturas y el sentido de la afectación, anticipando la teatralidad de las tendencias barrocas.

En pintura destacan Alonso Berruguete, Juan de Juanes, Pedro Machuca, todos ellos influidos por los grandes maestros italianos. Mención aparte merece El Greco, un griego afincado en España “que plasmará sobre el lienzo la concepción absolutamente peculiar y mística de la vida. La espiritualidad de ‘las figuras humanas alargadas, los cielos tormentosos, la fuerza expresiva de sus paisajes, en especial los de Toledo, armonizaban perfectamente la mentalidad contrarreformista de la época.

Al Renacimiento sucedió el Manierismo, evolución del estilo anterior. El afán de perfección basado en la simetría, el equilibrio, el estatismo, la perspectiva lineal, que caracterizaron al pureza renacentista, se rompe con la intranquilidad y retorcimiento manierista, tanto en la pintura, como en la escultura y la arquitectura. La psicosis del Saqueo de Roma fue el punto de partida de este estilo. Como diría Jesús Hernández Perera: “Esta postura de insatisfacción y antítesis constituye el núcleo del estilo que se ha acordado en llamar Manierismo.” En cierto modo, el Manierismo será el preludio del arte Barroco. Para una información detallada sobre artes plásticas, recomendamos la Historia Universal del Arte, de la Editorial Planeta.

8.2. SIGLO XVII: EL BARROCO

Desde el punto de vista cultural español, en siglo XVII muestra una paradoja: por un lado, todo lo relacionado con el saber científico y la Universidad sufren un importante retroceso. Sin embargo, el mundo de las artes entra en otro Siglo de Oro. Desde luego, la decadencia en el orbe universitario fue notoria, pese a que se fundaron nuevas universidades. No obstante, se hablaba mucho más de teología que de ciencia. La mayor parte de la gente era analfabeta. Según Gury Lemeunier “sólo del 6 al 10 por 100 de la población firmaba actas de matrimonio y los testamentos.” Es aleccionador el estudio hecho en este sentido por Antonio Domínguez Ortiz en su libro “El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias”; páginas 371-418.

En este contexto nació y vivió nuestro máximo representante de las letras castellanas, Miguel de Cervantes, que, pese a nacer en el siglo anterior, será a principios del XVII cuando publicará su obra más universal, la novela de novelas. El Quijote es un análisis agudo de una España antagónica. Descollarán españoles universales: Góngora, Quevedo, Lope de Vega, Baltasar Gracián, Calderón de la Barca, Tirso de Molina…

La arquitectura del XVII en España sigue el modelo del barroco italiano, de gran dinamismo y riqueza ornamental. Las fachadas se rompen generando claroscuros y perspectivas múltiples. Diego Ángulo diría que “en ninguna parte se llega a un descoyuntamiento tan radical de las formas y conjuntos renacentistas como en las portadas y retablos españoles.” Destacan Juan Gómez de Mora, los hermanos Alberto y Joaquín Churriguera, cuyo canon peculiar y recargado dará nombre al°uestilo churrigueresco”, Pedro de Ribera y Narciso Tomé.

En el universo de la escultura, existirán dos escuelas destacadas, la de Valladolid, con Gregorio Fernández como máximo representante, y la sevillana, cuyos máximos exponentes serán Martínez Montañés y Juan de Mesa. La primera escuela es de estilo más sobrio y austero. La segunda más recargada y naturalista. Ambas se hallan perfectamente imbricadas en el teatro de las procesiones, que Diego Ángulo define como “espectáculos a cielo abierto que vive toda la población, y cuyo centro es la imagen escultórica.” En la escuela granadina destacaría el escultor, pintor y arquitecto Alonso Cano. Otros escultores de primera línea serán Pedro de Mena y José de Mora. La escultura barroca española del XVII es un arte proselitista, esto es, marcadamente religioso: inmaculadas, santos y mártires esculpidos casi sieínpre sobre materiales poco nobles y perecederos como el estuco o la madera, evidencia de la falta de recursos monetarios.

Sin embargo, donde se alcanza la plenitud, dentro de las artes plásticas es en la pintura. Ribera, Zurbarán, Ribalta, Murillo, Alonso Cano, Sánchez Cotán o Valdés Leal cultivarán los géneros característicos de la época: iconografía eclesiástica, bodegones, temas mitológicos… Siempre enmarcado dentro del naturalismo típicamente español. Pero por encima de todos despunta el genio de Velázquez. Con él aparecen nuevas técnicas, nuevas perspectivas, unas fonnas de entender la pintura y el arte. Un genio, porque fue incluso capaz de vislumbrar tendencias que cuajarían en un lejano futuro.

Capítulo aparte merece Felipe IV, un rey mediocre pero gran diletante y mecenas del arte, patronazgo que fue imitado y potenciado por los aristócratas e incluso la propia Iglesia.

En definitiva, el arte del siglo XVII reflejó la decadencia de aquel siglo, en el que, a falta de pan los españoles buscaban en la religión el consuelo espiritual. Fue un arte sublime, un auténtico Siglo de Oro porque nuestros arquitectos, nuestros esculturas, pero sobre todo nuestros pintores y nuestros literatos plasmaron con maestría y virtuosismo inusitado una sociedad y un tiempo.

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Fundación Museo de las Ferias, Medina del Campo (Valladolid).

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“La política internacional de Felipe IV”, capítulos de un libro con este título: http://www.latindex.com/cultura/FelipeIV/

Fundación Española de Historia Moderna: http://161.lll.141.93/fehm/

Departamento de Historia Moderna del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC):

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Mundos Modernos, portal de Historia Moderna: http://www.mundosmodernos.org/index.php

Tiempos modernos, revista electrónica de Historia Moderna: http://tiemposmodernos.rediris.es/

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