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Tema 68 – Organización económica y mundo del trabajo. La inflación, el desempleo y la política monetaria.

1. INTRODUCCIÓN

2. LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA

2.1. LA POLÍTICA MONETARIA

2.2. INFLACIÓN DE LA DEMANDA

2.3. EXPLICACIÓN MONETARISTA DE LA INFLACIÓN

2.4. EXPLICACIÓN KEYNESIANA DE LA INFLACIÓN:

2.5. INFLACIÓN DE LOS COSTES:

3. EL MUNDO DEL TRABAJO.

3.1 CONCEPTO DE MERCADO LABORAL. ESTRUCTURA DEL MISMO:

3.2 LOS CAMBIOS ACTUALES.

4. EL DESEMPLEO: FORMAS Y POLÍTICAS DE EMPLEO:

4.1 FORMAS DE DESEMPLEO:

4.2 LAS POLÍTICAS DE EMPLEO:

4.3 LAS TENDENCIAS EN LAS OCUPACIONES DEL FUTURO:

5. BIBLIOGRAFÍA

1 INTRODUCCIÓN

El tema que vamos a tratar es tan vasto y extenso, que uno de los grandes problemas es su acotación. No obstante, nos limitaremos a hacer un estudio sucinto de los principales factores que intervienen en la organización económica de los Estados, y su trascendencia en el mundo laboral. Comenzaremos haciendo un análisis histórico somero, desde la Revolución Industrial, momento en el cual se produce una verdadera preocupación del ser humano en particular, y de los Estados en general, por los fundamentos que rigen el devenir de la economía y sus variables macroeconómicas. A partir de ese instante, esa preocupación ha sido una constante en la historia contemporánea universal. Es por ello que en este estudio vamos a hacer hincapié en el análisis de las principales variables que rigen la macroeconomía y su influencia en el mercado laboral, destacando el influencia del Estado como regulador de estas variables.

En primer lugar, estudiaremos la organización económica desde el punto de vista macroeconómico. Posteriormente, analizaremos la política monetaria del Estado y su influencia en dos variables fundamentales: Inflación y desempleo. Por último, estudiaremos la repercusión de la política macroeconómica de los Estados en el mercado laboral y su influencia, directa e indirecta, en los niveles de bienestar que, al fin y a la postre, es el objetivo fundamental de la Economía: mejorar la calidad de vida del ser humano.

2 LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA

A lo largo de la historia, los hombres siempre se han preocupado por la forma de resolver sus problemas económicos, el objeto de estudio de la Ciencia Económica, tenía encomendada como responsabilidad más destacada el ofrecer la respuesta más adecuada en cada momento a preguntas como ¿qué debe producirse en una sociedad?, ¿cómo debe ser producido?, ¿cuánto debe producirse?, ¿para quién debe ser lo producido?

Sin embargo, fue el nacimiento de los estados-nación, con su lógica complejidad organizativa, y más tarde la Revolución Industrial, que aceleró el ritmo de crecimiento económico de las sociedades y originó también problemas socioeconómicos graves, lo que provocó que la ciencia económica se estudiase sistemáticamente tratando de constatar sus leyes de funcionamiento. Desde el primer momento, segunda mitad del siglo XVIII hasta nuestros días, uno de los grandes temas objeto de estudio dentro del campo económico ha sido la necesidad de intervención del Estado en el funcionamiento de la economía.

Sin ningún género de duda, a lo largo de estos últimos siglos las teorías de los diferentes autores sobre la intervención o no del Estado en la economía han estado influidas por la situación de la sociedad en su época. Desde este punto de vista, es fácil comprender la existencia de teorías tan diversas que van desde la no intervención (la mayoría de los economistas hasta el siglo XX, con Adam Smith y su teoría de la “mano invisible de mercado” a la cabeza), hasta la planificación total de la economía (Karl Marx y sus seguidores).

Con la crisis de 1929, y la etapa recesiva que se originó, se puso en duda las tesis de la no intervención en la economía, dado el enorme paro, el bajo nivel de producción industrial, las quiebras continúes de empresas… y el Estado comenzó a intervenir directamente en la actividad económica. Pero fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando la intervención del Estado en la Economía se generalizó. De una intervención en períodos determinados, que, prácticamente se reducía a la construcción de obras públicas, se pasó a la intervención en la industria y, en general, en toda la actividad que en un momento dado lo necesitara. Las ideas de J.M Keynes, recogidas en su mayor parte en su obra “Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero”, proponía una actitud activa por parte de los gobiernos ante las crisis económicas, defendiendo el aumento del gasto, y en particular del gasto público, como fórmula para combatir las depresiones económicas. En cualquier caso, las ideas intervensionistas siempre han sido criticadas por los monetaristas.

Pero al margen de las distintas concepciones económicas, a partir de Keynes se ofreció el marco teórico para esta intervención y se sentaron las bases de lo que actualmente se conoce como Política Económica, cuyo objetivo último se encuentra en el logro del desarrollo de los países, mantener un alto nivel de empleo, reducir las tasas de inflación, así como tareas redistributivas de la renta y la riqueza de sus países, o bien utilizando el viejo símil de la tarta: se trata de hacer más grande la tarta (crecimiento), de distribuirla adecuadamente (distribución), de procurar que crezca de manera continuada y estable (estabilidad), y de preocuparse por su calidad (calidad de vida). Pare ello Los Estados deben practicar una política monetaria rigurosa y eficiente, ya que, como apunta E. Víctor Morgan en su libro “Historia del Dinero”, “entre los nuevos objetivos de la política monetaria no están solamente la estabilidad del empelo, de los precios y de la balanza de pagos. Se cuenta también favorecer, o por lo menos no obstaculizar, el rápido crecimiento de la renta nacional…”

2.1. LA POLÍTICA MONETARIA

La pregunta que nos hacemos a continuación es qué tipo de política monetaria se toma en función de la situación económica. La respuesta en principio parece fácil, si nuestra economía se encuentra en una fase recesiva, mediante una política monetaria expansiva, es decir, el Banco Central trata de aumentar la oferta monetaria mediante cualquiera de los instrumentos a su disposición, incrementando la capacidad del sistema bancario, de modo que los bancos puedan conceder más préstamos a tipos de interés inferiores. Esto incrementará el consumo y la inversión, importantes componentes del flujo circular de la renta aumentando la producción y el empleo.

Este aumento de la oferta monetaria no tiene solamente efectos positivos. El hecho de que el sistema disponga de más dinero puede crear tensiones al alza de precios, es decir, puede generar un proceso inflacionista, entendiendo por inflación el crecimiento continuo y generalizado de los precios de los bienes y servicios existentes en una economía a lo largo del tiempo.

Por el contrario, qué se puede hacer si se dan fuertes tensiones inflacionistas: la política monetaria debe actuar de forma contractiva o restrictiva, es decir, utilizando los instrumentos disponibles para contraer la oferta monetaria, dificultando, por consiguiente, a los bancos la concesión de créditos y préstamos que provocará una elevación de los tipos de interés. Esta política propiciará un descenso del consumo y de la inversión, y por lo tanto de la demanda agregada, con lo que se frenará la inflación, a cambio de frenar consecuentemente la inversión y aumentar la tasa de desempleo.

Hay que tener en cuenta que los componentes de la demanda agregada son los siguientes: Consumo privado, la inversión, el gasto público y las exportaciones netas de bienes y servicios.

Sin embargo, hay que preguntarse si sólo es culpable de la inflación la utilización de una política monetaria expansiva. Para responder a esta pregunta hay que buscar las causas de la inflación, sobre las cuales los autores no se ponen de acuerdo, existiendo dos teorías: las que versan sobre la inflación de la demanda y las que lo hacen sobre la de costes. Para José María Solozábal el proceso inflacionista “tiene dos características: se trata de algo que hace referencia al dinero, o sea, es un fenómeno monetario…, y es un proceso acumulativo, es decir, que una vez puesto en marcha se autoalimenta”.

2.2. INFLACIÓN DE LA DEMANDA

Para algunos autores el factor clave para explicar el crecimiento de los precios reside en la evolución de la demanda agregada; en esto están de acuerdo tanto los monetaristas como los keynesianos, pero ambos propugnan, sin embargo, distintas explicaciones acerca de las causas que provocan dicho comportamiento de la demanda.

2.3. EXPLICACIÓN MONETARISTA DE LA INFLACIÓN

La causa que explica el comportamiento de la demanda es el aumento de la cantidad de dinero por encima del crecimiento de la producción.

Un ejemplo del argumento monetarista: piénsese en una economía simple en la que la cantidad de dinero en circulación, en forma de billetes y moneda, sea de 1.000 Euros, y además, en la que no exista dinero bancario y que el único tipo de bienes que se pueda comprar con dinero sean vestidos. Supongamos, igualmente, que cada año se producen 500 vestidos y todos ellos se venden, pero una vez vendidos no se revenden. Bajo estos supuestos resulta que el precio de cada vestido es de 2 Euros (1.000 Euros/500). Imagínese ahora que el Banco de España emite 1.000 Euros más, de forma que la cantidad total de dinero en circulación será de 2.000 Euros. Si el nuevo dinero también se dedica a la compra de vestidos resultará que el nuevo precio de los vestidos será de 4 Euros por vestido (2.000/500). Así pues, como consecuencia de haberse doblado la cantidad de dinero los precios también se han doblado.)

Los monetarista afirma que la inflación está motivada por aumentos en la oferta de dinero por encima del producto real de la economía. (Por ejemplo, si la cantidad de dinero aumenta un 10% y el producto real de la economía (PIB) permanece inalterado, la inflación crecerá un 10%.)

Una consecuencia de la hipótesis monetarista es que la clave para controlar la inflación radica en la puesta en práctica de una política monetaria adecuada que acompase el crecimiento de la cantidad de dinero con las necesidades de la actividad económica.

2.4. EXPLICACIÓN KEYNESIANA DE LA INFLACIÓN

En el enfoque keynesiano la variable clave es la demanda agregada, de forma que si la demanda excede a la producción, tendrá lugar un aumento en el nivel de precios.

2.5. INFLACIÓN DE LOS COSTES

Otra explicación es la que defiende que las tensiones inflacionistas tiene su origen en los costes. La empresa se enfrenta una serie de costes (laborales, bienes y servicios adquiridos a otras empresas, impuestos y costes financieros). Estos son los culpables de que se eleven los precios.

3. EL MUNDO DEL TRABAJO

3.1. CONCEPTO DE MERCADO LABORAL. ESTRUCTURA DEL MISMO

El mercado laboral, también llamado de trabajo o de relaciones laborales, es

el ámbito donde se define todo lo relacionado con las ocupaciones, entendiendo por ocupación a la actividad en la que una persona utiliza su tiempo por (a cambo de) una retribución. Utilización de mano de obra para la producción. Tal definición viene dada en función de la oferta y la demanda laborales, la situación de las empresas, la cantidad y los tipos de contrataciones, el tiempo de trabajo, salarios, condiciones laborales, crecimiento y decrecimiento del empleo y las profesiones con futuro.

En las siguientes relaciones laborales participan:

  1. Las empresas, organizaciones donde se desarrolla el trabajo, dirigidas y gestionadas por empresarios/as.
  2. Las personas que participan directamente en la producción: población ocupada.

Toda la población en edad laboral que trabaja o busca empelo se denomina población activa. La población inactiva la componen quienes no están en edad de trabajar y no buscan trabajo (jubilados, estudiantes y personas dedicadas a los trabajos del hogar propio).

Con respecto a la Estructura del mundo laboral, el mercado de trabajo se estructura en función de las relaciones entre la oferta y la demanda laborales, en una situación sociolaboral determinada.

  1. La oferta de trabajo es la cantidad de puestos de trabajo que necesitan cubrir las empresas, los tipos y cualificaciones laborales requeridas a los aspirantes a trabajar.
  2. La demanda de trabajo es la disponibilidad de las personas en edad de trabajar que solicitan empleo, dada su formación y preferencias.

El mercado de trabajo no funciona del mismo modo que el de bienes y servicios. Éste tiene como objeto único el intercambio de productos por un precio y la atención de las necesidades de la población o las empresas.

El mercado laboral está formado por personas cuyas ideas y valores sociales inciden en las relaciones laborales. Entre otros: la estabilidad y satisfacción en el trabajo, la productividad y calidad del mismo, las retribuciones justas y el reparto de las rentas.

Todo ello da al mercado de trabajo un sentido diferente del que tiene el mercado de productos y hace que el equilibrio entre oferta y demanda sea aquí más complicado. En el mercado de bienes y servicios, un exceso o un déficit en la oferta de un producto determinado genera una disminución o alza lógica de los precios. En el mercado laboral no resulta tan fácil decidir las subida o bajadas salariales.

3.2. LOS CAMBIOS ACTUALES

El mercado laboral está en continuo cambio y evolución. Las variaciones en el entorno socioeconómico afectan y modifican la situación del mercado de trabajo, produciéndose desajustes como consecuencia de los desequilibrios entre las ofertas, o servicios que se necesitan cubrir, y las capacitaciones de quienes demandan empleo. Los motivos fundamentales de estos desequilibrios son, entre otros:

  1. El incremento de la población activa, consecuencia de la elevada incorporación de los jóvenes y las mujeres a la vida activa.
  2. Los avances tecnológicos, que producen la aparición de nuevas profesiones, que unas veces son previsibles y otras no, y que afectan al empleo en los distintos sectores productivos, a corto, medio y largo plazo.
  3. La internacionalización de la economía, que supone una economía más abierta, sin fronteras, con movilidad de personas y capitales. La internacionalización de los mercados y deslocalización de empresas, y éstas, a su vez, necesitan una transformación y adaptación del mercado laboral.
  4. La movilidad geográfica que demandan las empresas ya no es sólo nacional; el hecho de que éstas estén proyectando ampliación de sus negocios en el ámbito europeo e internacional, provoca ofertas de trabajo fuera de nuestro ámbito. Además, la existencia de legislación europea que permite la libre circulación de personas, crea una mayor competencia entre los trabajadores para optar a los puestos de trabajo.

Los cambios descritos alteran las capacidades, los conocimientos y la experiencia de la población activa empelada o de la que se encuentra en situación de desempleo, e implican la preparación y adaptación a nuevos puestos de trabajo, el cambio de ocupaciones o incluso la aparición de empleos.

4. EL DESEMPLEO; FORMAS Y POLÍTICAS DE EMPLEO

4.1. FORMAS DE DESEMPLEO

Según el tipo de desequilibrio del mercado laboral, las formas de desempleo son dos:

A- DESEMPLEO ESTRUCTURAL: Cuando no hay ofertas suficientes para cubrir los puestos que se necesitan. En este caso no hay garantía de encontrar trabajo aunque se posea determinada formación. Encontrar trabajo no depende exclusivamente de los deseo de las personas que demandan empleo.

B- DESEMPLEO COYUNTURAL: Cuando en el mercado de trabajo se ofrecen puestos que no pueden ser cubiertos, bien sea por falta de una formación específica de las personas paradas, bien porque quienes buscan empelo no están dispuestos a trasladarse a otras zonas donde sí hay ofertas adecuadas, porque exigen movilidad geográfica. En este caso, encontrar trabajo depende de la recualificación y la intención de los demandantes, además de las condiciones externas del mercado laboral.

La destrucción masiva de empleo puede repercutir en el mercado laboral, produciendo progresivas reducciones salariales y cambios continuos en la población activa. Estas condiciones favorecen la aparición del empleo sumergido (trabajo que se realza sin cumplir los requisitos legales) y el trabajo a bajo precio. Estas situaciones a largo plazo generan degradación social. Aunque aparentemente se podrían aumentar los beneficios al estar las personas dispuestas a trabajar a cualquier precio, esta situación acabaría provocando una gran inestabilidad económica: deterioro de la calidad de productos y servicios, y agravios o cambios continuos del personal de las empresas. Este tendencia o riesgo puede producirse en situaciones económicas muy desfavorables.

4.2. LAS POLÍTICAS DE EMPLEO

Con el fin de solucionar los problemas del mercado laboral, empleo, desempleo y problemáticas sociales derivadas, los Estados establecen las llamadas políticas de mercado de trabajo o políticas de empleo, que se traducen en una serie de decisiones y acciones encaminadas a financiar y promover formación, asesoramiento y reciclaje de la población activa en general o de los grupos más afectados por el desempleo: jóvenes, mujeres, personas con alguna minusvalía y parados de más de 45 años, o parados de larga duración. Por su parte, también las empresas deberían establecer una serie de estrategias para adaptarse o adecuar el empleo a las exigencias del mercado laboral y conseguir mejoras en las relaciones laborales, por intereses de productividad y para contribuir al bienestar social, promoviendo nuevos perfiles formativos y ocupacionales concretos, fórmulas de incentivar la capacitación o una formación permanente de las personas que trabajan en la propia empresa. En este sentido, se establecen una serie de leyes y normas que regulan las relaciones laborales, la defensa del consumidor y los abusos en la publicidad. Un ejemplo palmario es el Estatuto de los Trabajadores.

Los salarios se regulan porque ni las mejoras salariales pueden reducirse a simples aumentos, que a la larga las empresas e instituciones no podrían soportar, in reducir progresivamente los salarios sería una buena estrategia económica, porque competir por salarios más bajos reduce la demanda de bienes y servicios, y se considera socialmente degradante.

Tampoco puede basarse el trabajo en el temor de la posibilidad de despido.

Hay que tener presente que el trabajo no es un bien cualquiera, pues se considera en general una fuente de respeto personal. Está comprobado que las personas prefieren trabajar, aunque estando desempleadas tengan un subsidio de desempleo aceptable.

4.3. LAS TENDENCIAS EN LAS OCUPACIONES DEL FUTURO

La mejora del medio ambiente y la calidad de vida, la introducción de nuevas tecnologías para el uso racional de la energía y las materias primas, y la atención a los grupos menos favorecidos de la población son las tendencias de las futuras ocupaciones. Algunas de las actividades potencialmente creadoras de empleo en España son, entre otras:

  1. La defensa del medio ambiente, la revalorización de oficios tradicionales y la búsqueda de alternativas para el desarrollo rural.
  2. La recuperación de zonas rurales y agrícolas.
  3. La mejora del paisaje urbano, rehabilitación de viviendas, restauración, urbanismo, nuevos materiales y regeneración de espacios urbanos e industriales degradados.
  4. Las técnicas de tratamientos de residuos urbanos y reciclado de materiales.
  5. El fomento de un turismo activo y cualificado, orientado al intercambio cultural, el turismo rural, el ocio creativo y nuevos medios de diversión.
  6. La agricultura biológica, la tecnología alimentaria y las nuevas fuentes de energía.
  7. La aparición de nuevas tecnologías da lugar a nuevas profesiones como la agrometeorología, la informática párale turismo o la producción del videodisco con fines culturales.
  8. El aumento de los profesionales y los técnicos especializados en informática, electrónica, telecomunicaciones y biotecnología, técnicas para procesos industriales con láser, robots o ingeniería genética.
  9. El incremento de ocupaciones administrativas y de gestión de nivel medio y alto y la disminución de las de nivel bajo.
  10. Las ocupaciones relacionadas con la inserción de grupos sociales en dificultades: servicios para personas mayores y ancianos (geriatría); atención a niños pequeños; asistencia a domicilio; salud y medicina preventiva; personal doméstico o de servicios de protección y vigilancia.

En general, se prevé un crecimiento de las ocupaciones más cualificadas y en el sector servicios, un aumento de las menos cualificadas; se tiende a promover actividades económicas y creación de empleo en proyectos de bienestar social y mejora de la calidad de vida con la participación de los sectores sociales afectados, impulsando el voluntariado y la autoorganización de las personas implicadas.

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ANEXO

Definiciones relacionadas con el Estado, la política económica y la ciencia económica.

Estado de bienestar. Traducción de la expresión inglesa ivelfare state que se utiliza para hacer mención de las nuevas actividades sociales que asumieron ciertos Estados modernos. El Estado de bienestar, característico de varios países de Europa Occidental, ofrece educación y atención médica gratuitas, viviendas de bajo costo, pensiones de vejez, retiro y enfermedad, transferencias directas hacia los desempleados y los pobres, así como otros programas sociales de diversa naturaleza. En los últimos años se ha revertido en parte la tendencia que llevó a la ampliación de funciones característica de los Estados de bienestar. Ello ha sucedido por varios motivos: a) por la revalorización de la economía de mercado, lo cual lleva a tratar de eliminar las distorsiones que, sobre la asignación general de recursos, producen estas amplias políticas; b) por los crecientes déficits que se van generando cuando el gasto público se amplia de esta manera; c) por la ineficiencia de muchas de estas políticas para erradicar los males sociales que se proponen combatir, en especial en cuanto a la eliminación de la pobreza y el desempleo.

Política económica. Estrategia general que trazan los gobiernos en cuanto a la conducción económica de un país. Debido al incremento de la participación del sector público en las economías modernas, y a la importancia que toda decisión fiscal o monetaria tiene para el conjunto de las actividades productivas, la política económica se ha convertido en uno de los elementos centrales de la política en sí.

La política económica suele dirigirse a un número bastante grande de objetivos, muchas veces contradictorios entre sí. Los gobiernos procuran alentar el crecimiento, porque ello crea un clima de bienestar general que les proporciona réditos políticos, así como disminuir el desempleo, eliminar o reducir la inflación y satisfacer las aspiraciones de diversos grupos de presión que buscan intereses particulares: sindicatos, asociaciones empresariales, importadores, exportadores, grupos regionales, etc. Todo esto deriva en que resulte muy difícil encontrar en la actualidad políticas económicas plenamente coherentes e integradas. La política monetaria, que incluye el control de la emisión de moneda, es uno de los instrumentos básicos en política económica, pues ella afecta la inflación y las tasas de intereses. Otro punto crucial es el presupuesto público, que determina los gastos a realizar y los ingresos que se obtendrán durante un período determinado: unos gastos mayores que los ingresos pueden obligar a incrementar el endeudamiento, incurriendo en déficit fiscales que pueden a su vez llevar al aumento de la emisión monetaria y a la inflación. El gasto público puede concentrarse en inversiones o en gastos corrientes, y debe atender generalmente los considerables pagos por la deuda pública acumulada. El gasto público, por otra parte, incrementa la demanda agregada, por lo que se constituye en un estímulo al crecimiento y un factor que tiende a disminuir el desempleo. El nivel del gasto público, por lo tanto, tiene una influencia directa sobre la inflación y el crecimiento económico, aunque dicha influencia no es idéntica en cada economía nacional en particular.

Lo relativo a la política de impuestos, o sea al tipo de contribuciones que se exigen a las empresas y a las personas naturales, forma parte de la política fiscal y se denomina política tributaria. Dado que los impuestos son la principal fuente de financiamiento de los Estados modernos, la política tributaria debe tener una relación estrecha con el presupuesto de gastos del Estado. Una carga excesiva de impuestos tenderá a reducir la actividad económica, eliminando los incentivos a la inversión, pero unos impuestos muy bajos llevarán con mayor facilidad a déficit fiscales, provocando así la inflación.

Otros elementos de la política económica se refieren a la proporción que asumirán los gastos sociales, y a su distribución entre diversos ministerios y programas; a la tenencia o no de empresas del Estado, que puede llevar a políticas de nacionalizaciones o privatizaciones, según los casos; a la política aduanera y, en general, relativa al comercio exterior, que se denomina política comercial; a la política de ingresos, que se basa en el cobro de impuestos pero incluye otros factores, a los subsidios directos e indirectos, y a muchísimos otros aspectos, entre los cuales no es el menos importante el constituido por las diversas regulaciones legales que afectan de un modo directo a las actividades económicas.

Más allá de este conjunto de problemas parciales, que es preciso trabajar coordinadamente para evitar efectos contradictorios que emitan señales confusas a los agentes económicos, existe el problema de base referido a cuál es el papel del Estado dentro del conjunto de la sociedad y, por ende, ante la actividad económica privada. Este problema trasciende en parte la política económica, tal como ésta se entiende normalmente, pero resulta de importancia para otorgarle un fundamento sólido: sólo una posición coherente en este sentido puede garantizar la aplicación de medidas que contribuyan a lograr los resultados deseados. De allí que la política económica esté indisolublemente ligada con los problemas de filosofía política que abordan las diversas posturas ideológicas existentes.

Macroeconomía. Parte de la ciencia económica que estudia los agregados económicos con el objeto de comprender su funcionamiento de conjunto en un país o región. La macroeconomía utiliza categorías tales como empleo global, renta nacional, consumo, oferta y demanda agregadas, valor promedio de los precios, etc., siguiendo en general la conceptualización realizada por John M. Keynes. Su propósito es estudiar las influencias que determinan el nivel de la renta nacional y el crecimiento económico, así como otros problemas relacionados a los anteriores, como el desempleo y las recesiones.

Los teóricos de la macroeconomía, por lo general, abstraen el problema de la formación de los precios individuales, y tratan con índices de precios agregados que vienen determinados por los niveles del gasto global. La macroeconomía tiene sus propias reglas, que a veces difieren de la mícroeconomía, debido a que el comportamiento de los grandes agregados que estudia no es igual al de las mismas variables en el plano microeconómico. Por ejemplo, si aumenta el ahorro global, se reducirán el nivel de producción y de empleo, al contrario de lo que puede suponerse en un plano individual en el que el aumento del ahorro significaría una mayor capacidad de inversión; ello ocurre, en el plano de las variables agregadas, porque una disminución del consumo colectivo representa un descenso en la demanda agregada, llevando en consecuencia a una reducción de la producción total.

No existe una línea divisoria neta entre la micro y la macroeconomía, ni tampoco una oposición que haga imposible utilizarlas combinadamente en el estudio de los problemas económicos. La macroeconomía es útil para apreciar y comprender la evolución de la economía de un país y el modo en que diversas decisiones públicas afectan su comportamiento, pero puede llevar a conclusiones erróneas si se pasan por alto los efectos microeconómicos que tienen sus variaciones, en cada caso específico, sobre los precios relativos y la asignación de recursos.

Microeconomía. Término usado para hacer referencia a la parte de la economía que estudia el comportamiento de las unidades individuales -consumidores, empresas y grupos- y no los grandes agregados a nivel regional o nacional, cuyo estudio corresponde a la macroeconomía. El análisis microeconómico se centra normalmente en la teoría de la demanda del consumidor, en el estudio de la oferta, en la asignación de recursos a escala de la empresa y en la teoría de los precios. Dichos análisis suelen desarrollarse en tres etapas: en primer lugar, se supone que los productores y consumidores individuales actúan tomando como dados los precios de las mercancías que compran y venden, en tanto que las cantidades compradas y vendidas resultan las variables dependientes de ese nivel de precios; el mercado concreto de un bien o servicio determinado constituye el núcleo de la segunda etapa, donde se estudia la formación del precio a partir de las compras y ventas de las mercancías como resultado de las acciones independientes de oferentes y demandantes; en la tercera etapa, la más general, se introducen las interrelaciones entre los diversos mercados del sistema y todos los precios se determinan simultáneamente.

Por esta vía se llega a conceptos verdaderamente generales y abstractos, como el de equilibrio general. Sin embargo, este modo de proceder es diferente al de la macroeconomía, aunque desde luego no resulta incompatible con ella. Más bien se puede afirmar que la verdadera comprensión de los comportamientos globales de esta última es sólo posible si se analizan y comprenden los motivos y reacciones de los individuos, pues no hay decisiones grupales o colectivas en sí mismas, sino resultantes globales de las acciones individuales.

Definiciones relacionadas con la inflación.

Dinero. Cualquier mercancía que sea aceptada ampliamente en una sociedad como medio de pago y medida de valor de los bienes y servicios. Como medio de pago, el dinero es el objeto que se transfiere entre las partes cuando se efectúa un pago. En tal sentido sirve como medio de intercambio, función esencial en la economía de todas las sociedades, salvo las más primitivas, donde las transacciones se efectúan mediante el trueque.

El dinero sirve también como unidad de cuenta, lo que supone la existencia de un sistema abstracto a través del cual se mide el valor de los bienes y servicios. Un sistema de medida del valor es prácticamente una precondición para fijar el valor relativo entre las diversas mercancías y para efectuar las complejas transacciones que se producen en una sociedad moderna. A través del mismo se fijan los precios de cada uno de los bienes y servicios y se pueden realizar los intercambios entre los agentes que concurren a la producción y el consumo.

Buena parte del dinero que existe en las economías modernas está constituido por papel moneda, billetes emitidos por los bancos que tienen amplia aceptación y circulación y que resultan, además de medios de pago, parte de los activos que posee el público.

La aparición del dinero es un hito importante en el desenvolvimiento de las sociedades humanas. En épocas anteriores, cuando los recursos y la división del trabajo estaban poco desarrollados, el intercambio se realizaba mediante el trueque directo de una mercancía por otra. Para que éste pueda funcionar es preciso que exista una coincidencia de necesidades entre las partes que concurren a una transacción: si A deseaba comerciar con B, debía poseer algo que B quisiera y éste debía poseer algo que A también quisiera y, además, en unas cantidades y en el momento en que ambos estuviesen dispuestos a la negociación. La necesidad de que existiesen todas estas condiciones dificultaba notablemente los intercambios. Por consiguiente, surgió históricamente la conveniencia de que existiese una mercancía intermedia, que fuera fácilmente reconocible y aceptable, y que funcionase como un patrón para medir el valor de los bienes a ser transados. El cambio se convirtió así en un proceso indirecto, mediado por la existencia del dinero.

Las primeras formas del dinero abarcaron desde piedras y conchas marinas hasta ganado y productos agrícolas. Pero estos bienes se necesitaban a veces para el uso, poseían escasa uniformidad o se desgastaban rápidamente. De allí que casi todos los pueblos conocidos pasaron a utilizar como dinero ciertos metales, los llamados metales preciosos, que tenían ventajas peculiares: eran atractivos y fácilmente distinguibles, no se alteraban y, además, por su propia escasez y su capacidad de dividirse, servían como útil patrón de medida del valor. El oro y la plata, primero en forma poco elaborada y luego convertidos en piezas de metal trabajadas, pasaron a ser empleados entonces como monedas. Las monedas así acuñadas fueron reemplazadas, ya en tiempos modernos, por los actuales billetes de banco, que son promesas de pago y que ya no tienen siquiera la convertibilidad en oro que poseyeron en otras épocas. Ello expresa su cualidad de ser símbolos del valor, equivalentes abstractos del mismo.

Oferta monetaria. También llamada a veces liquidez, la oferta monetaria es la cantidad total de dinero que existe en una economía. Hay varias posibles definiciones del concepto de acuerdo al tipo de los activos que se consideren como integrantes de la liquidez existente. En su definición más restringida, la oferta monetaria está constituida exclusivamente por los billetes y monedas en circulación más los depósitos a la vista o en cuenta corriente que se hallan en el sistema bancario. A esta oferta monetaria básica, o circulante, se la denomina como MI. Si a ella se le agregan los depósitos en cuentas de ahorro y los de plazo fijo, llamados en conjunto “cuasi dinero”, se obtiene una cantidad mayor, que se designa entonces como M2 y se denomina liquidez monetaria. Cuando a esta última cantidad se le agregan los depósitos a muy largo plazo se obtiene la más extendida definición de oferta monetaria, que en este caso se designa como liquidez ampliada, M3.

Entre la oferta y la demanda monetaria, como en relación a cualquier otro bien, se establece una relación que determina el precio de la mercancía transada. Si la oferta supera a la demanda la mercancía dinero tiende a bajar de precio, es decir que habrá una tendencia hacia la baja de los intereses, e inversamente cuando la demanda supera a la oferta. Por la vía de esta relación los bancos centrales pueden entonces ejercer una influencia importante sobre la tasa de interés, pues de acuerdo al nivel de la masa monetaria existente podrán establecerse diferentes niveles para los mismos.

Pero la oferta monetaria está también directamente relacionada con su respaldo efectivo, la cantidad de bienes y servicios a disposición del público y, más concretamente, a los activos que conforman la base monetaria, pues la oferta monetaria total es un múltiplo determinado de la misma. Si la base monetaria se mantiene constante y aumenta la oferta monetaria habrá entonces una mayor cantidad de dinero en relación a los bienes que es posible obtener; ello hará que el precio unitario de los mismos aumente, produciéndose así un efecto inflacionario. Si se aumenta el conjunto de bienes y servicios disponibles manteniendo la misma oferta monetaria, o si esta disminuye sin que se produzca una reducción de los bienes y servicios, los precios tenderán a bajar, produciéndose entonces deflación.

Gasto público. Gastos hechos por el gobierno y sus agencias, como distinto del gasto que realizan los particulares y las empresas. No existe un criterio uniforme, internacionalmente, para definir los entes gubernamentales que participan en el gasto público total. En general, el gasto público de un país está integrado por los desembolsos que realiza el gobierno central, las administraciones locales y regionales, las agencias o institutos autónomos y, eventualmente, las empresas o corporaciones de propiedad estatal.

El gasto público se contabiliza según los organismos o entes que efectúan los gastos y se proyecta, en cada ejercicio, en el presupuesto público o fiscal de cada país. Los gastos que realiza el Estado deben estar balanceados con los ingresos fiscales, existiendo en caso de discrepancia un déficit o un superávit fiscal.

Las tres principales partidas del gasto público son: los gastos corrientes, que incluyen los sueldos y salarios pagados, las transferencias y subsidios y las compras de bienes no duraderos que realizan los entes gubernamentales; los gastos de inversión, que se refieren a la compra de bienes de capital y a otras inversiones que realiza el Estado; y los pagos de la deuda pública, con los que el gobierno va amortizando los compromisos previamente contraídos.

El gasto público se subdivide también según una clasificación funcional. Se habla así de gastos sociales, que incluyen las transferencias directas al público, el desarrollo de programas sociales y los gastos en salud y educación; de gastos militares o de defensa, de gastos por servicios y de otros de diferente tipo.

El gasto público forma parte de la demanda agregada total y como tal se considera a la hora de calcular las cuentas nacionales. Su expansión puede acelerar la economía pero también producir inflación; su contracción, en cambio, puede llevar a una etapa de recesión pero, en contrapartida, generar las condiciones para una moneda más estable y un crecimiento más saludable.

Deuda pública. Deuda que contrae el gobierno de un país. En ella normalmente se incluyen no sólo los préstamos tomados por el gobierno central sino también los que contraen organismos regionales o municipales, institutos autónomos y empresas del Estado, ya que los mismos quedan formalmente garantizados por el gobierno nacional. La deuda pública suele dividirse en deuda a corto y a largo plazo, así como en deuda pública interna, contraída ante acreedores del país, y deuda pública externa, contraída ante prestamistas del extranjero.

Es una práctica ampliamente extendida en el mundo moderno que los Estados gasten, en cada ejercicio, más dinero que el que recaudan, debido a los compromisos políticos y sociales que asumen. Las políticas keynesianas, por otra parte, que preconizaron presupuestos deficitarios como medio para activar el crecimiento económico, han contribuido también grandemente al endeudamiento de los Estados modernos.

Debido al peso de la deudas contraídas con anterioridad es frecuente que, entre los gastos del Estado, aparezca una considerable partida dedicada al pago de los intereses y del capital de la deuda asumida. La inelasticidad de variados gastos fiscales y la imposibilidad de aumentar la presión tributaria más allá de cierto punto, suelen llevar a un círculo de creciente endeudamiento, puesto que a los gobiernos les resulta imposible hacer frente a tales compromisos y a los gastos corrientes por medio de los ingresos ordinarios que perciben.

Los gobiernos buscan por lo general consolidar las deudas a corto plazo convirtiéndolas en deudas de largo plazo, más fáciles de gerenciar, pero, en todo caso, cuando la deuda interna total sobrepasa cierto nivel, se recurre muchas veces a emisiones suplementarias de moneda nacional con el objeto de atender estos compromisos. Ello causa, indudablemente, una presión de tipo inflacionario, puesto que las nuevas emisiones se producen sin un respaldo en divisas o en bienes producidos por el país. En el caso de las deudas externas, que deben pagarse en dólares o en otras divisas, resulta imposible recurrir -salvo para los Estados Unidos, por supuesto- a este conocido expediente. Por tal razón los países Latinoamericanos -y de otras partes del mundo- que acumularon en las últimas décadas crecientes saldos negativos en sus transacciones externas, se vieron obligados a realizar profundos ajustes en sus economías a partir de los últimos años de la década de los ochenta.

Inflación. La inflación consiste en un aumento general del nivel de precios que obedece a la pérdida de valor del dinero. Las causas concretas e inmediatas de la inflación son diversas pero, en esencia, se produce inflación cuando la oferta monetaria crece más que la oferta de bienes y servicios. Cuando esto ocurre, existe una mayor cantidad de dinero a disposición del público para un conjunto de bienes y servicios que no ha crecido en la misma proporción. Ello hace que el dinero resulte relativamente más abundante y que, como en el caso de cualquier otra mercancía cuya oferta se amplía, tienda a reducir relativamente su valor, haciendo que se necesite entregar más unidades monetarias para obtener la misma cantidad de bienes.

El origen más frecuente de la inflación es el déficit fiscal. Los gobiernos normalmente emiten bonos o títulos para enjugarlo, con lo que incrementan la deuda pública; pero todos los instrumentos de financiamiento obligan al pago de intereses y deben rescatarse, al menos en parte, en algún momento, pues no es posible sustituirlos indefinidamente por otros. Ello origina que aumente en definitiva la cantidad de dinero en circulación, creándose dinero inorgánico que no está respaldado por una ampliación de la base monetaria. El proceso, en ciertas condiciones, puede llevar a una espiral incontenible de precios: el aumento del valor nominal de las mercancías hace que los sindicatos y otras fuerzas sociales presionen por aumentos en los salarios (y a veces por un incremento en el gasto público social), lo que incide en los costos nominales de las empresas quienes, a su vez, aumentan el precio final de sus mercancías. Cuando el gobierno acepta estas presiones -imponiendo aumentos de salarios o su indexación, y aumentando sus gastos nominales- se produce una presión inflacionaria creciente que lleva al fenómeno conocido como hiperinflación o, en todo caso, a que se mantenga un alto nivel de inflación durante períodos bastante prolongados.

Analíticamente suele distinguirse entre inflación de demanda e inflación de costos aunque ambas, en el proceso referido anteriormente, son dos expresiones de un mismo fenómeno. La inflación de costos se produce cuando aumentan los precios de los factores productivos, especialmente los salarios, lo que lleva a que las empresas trasladen tales aumentos de costos a los precios; la inflación de demanda ocurre cuando la economía entra en una fase expansiva, hay mayor cantidad de dinero en poder del público y existe una presión de la demanda que encuentra una oferta que no puede crecer al mismo ritmo. No se produciría inflación, en realidad, si los salarios aumentasen sin que se expandiese la oferta monetaria: sus incrementos serían compensados, directa o indirectamente, por el descenso de otros precios; pero, al validar el aumento de los salarios con un aumento en la oferta monetaria, se genera una expansión en la demanda agregada que impulsa los precios hacia arriba. Se crea así un círculo vicioso, pues unos aumentos retroalimentan a otros, provocando situaciones inflacionarias que a veces se prolongan por muy largo tiempo.

Control de precios. Es la intervención oficial en el mercado para fijar valores determinados a las mercancías, de acuerdo a la opinión que sobre ellos tengan los poderes oficiales. El control de precios se establece por lo general para evitar la inflación o la carestía de la vida, en un intento por abaratar el consumo de los sectores populares. Tales medidas asumen implícitamente que los altos precios se deben a la especulación, y que es posible controlarlos y estabilizarlos más allá del poder regulador del mercado. Son frecuentes en caso de guerra, cuando el esfuerzo productivo se vuelca a la producción de armamentos y escasea la mano de obra, pero también se han implantado profusamente en Latinoamérica como parte de una política económica intervencionista y como un medio de obtener réditos políticos a corto plazo. En la práctica, los controles de precios distorsionan la asignación de recursos, pueden generar una inflación represada y, en muchas ocasiones, dan origen al racionamiento y al mercado negro de bienes y servicios, tal como ocurría en las naciones que siguieron el modelo de planificación central.

El control de los salarios, o la fijación de un salario mínimo -ya sea en general, o para ciertas categorías de trabajadores- es una forma de control de precios que tiene, obviamente, crucial importancia para el desempleo.

Deflación. Situación opuesta a la inflación en la que aumenta el valor de la unidad monetaria como resultante de la baja de los precios. Se produce deflación cuando la masa monetaria crece a un ritmo menor que la oferta total de bienes y servicios. En la práctica esto casi nunca sucede, pues los gobiernos aumentan la oferta monetaria a un ritmo suficiente como para compensar ese crecimiento: de no hacerlo podrían darse bajas en los salarios nominales, con el consiguiente malestar social que esto produciría. Las situaciones de deflación, por lo tanto, ocurren sólo cuando se produce una recesión intensa: en este caso es la demanda global la que disminuye y no la oferta física la que crece; ante esta baja de la demanda la cantidad de dinero existente resulta insuficiente en proporción a la oferta que ya está en el mercado, por lo que los precios tienden a bajar.

Definiciones relacionadas con el empleo.

Mercado de trabajo. Dícese del mercado en el que se ofrece y se demanda trabajo: la oferta de trabajo está conformada por las personas que, en un momento dado, desean trabajar a los salarios corrientes; la demanda de trabajo la realizan las empresas, que requieren de este factor productivo para realizar sus actividades. Estas dos fuerzas confluyen en un espacio geográfico determinado y de su resultante emerge, como en cualquier otro mercado, el precio de la mercancía, que en este caso es el salario. No obstante, el mercado de trabajo posee ciertas particularidades que lo distinguen de los otros mercados, especialmente por la falta de completa movilidad.

En primer lugar no existe un mercado único para todo tipo de trabajo, pues la oferta y la demanda serán considerablemente diferentes según el tipo de tarea a desempeñar: salvo para las ocupaciones más sencülas, las empresas no podrán intercambiar fácilmente un trabajador por otro, pues requieren que éstos posean ciertas aptitudes específicas; del mismo modo, los oferentes, que poseen también capacidades y entrenamientos diferentes, encontrarán que pueden desempeñar sólo ciertas labores y exigirán un salario acorde con sus capacidades. Ello hace que existan tantos submercados como especialidades vayan delineándose entre oferentes y demandantes.

La movilidad espacial del trabajo, por otra parte, tiene mayores restricciones que la de otras mercancías: como el trabajador tiene que vivir relativamente cerca del sitio donde trabaja, no podrá desplazarse con la misma facilidad conque se mueven los objetos que se transan en otros mercados. Factores adicionales como el idioma, el sexo y la edad condicionarán fuertemente tanto la oferta como la demanda. Habrá, por lo tanto, mercados locales y regionales muy activos, pero los mercados de trabajo de amplitud nacional e internacional sólo existirán para ciertos puestos.

Por último hay que tener en cuenta que los oferentes puede escoger, dentro de límites a veces bastante amplios, si trabajarán o no, así como las condiciones en que lo harán. La existencia de sindicatos y otras organizaciones laborales afecta también notablemente el funcionamiento de este mercado, lo mismo que las regulaciones que, sobre salario mínimo, seguridad industrial, seguridad social y otros muchos aspectos, emanan del Estado.

División del trabajo. En su sentido más directo, separación de las actividades productivas de modo tal que cada tarea parcial de las mismas es hecha por distinto personal. La división del trabajo es una característica esencial de la economía moderna y está en la base del aumento secular de la productividad que se ha producido desde la Revolución Industrial. La división del trabajo no sólo hace posible que cada individuo, empresa o región se aproveche de las diferentes dotaciones de recursos y habilidades que posee, sino que crea y acentúa estas mismas diferencias.

Ya Adam Smith, en La Riqueza de las Naciones, puso claramente de relieve la importancia de la división del trabajo en el aumento de la productividad. Atribuyó esto, en primer lugar, al incremento en la habilidad y la destreza que se produce en un trabajador cuando éste se ocupa de una tarea parcial que llega a dominar a la perfección; en segundo lugar al ahorro de tiempo que se obtiene cuando no es necesario pasar repetidamente de una actividad a otra y, en tercer lugar, a que ofrece la posibilidad de inventar maquinarias que “facilitan y reducen el trabajo, permitiendo a un hombre hacer el trabajo de muchos.” Años después, en su teoría del comercio internacional, David Ricardo demostró cómo la especialización entre diversos productores lleva a un incremento de beneficios para todos en la medida en que las ventajas comparativas permiten un intercambio mutuamente provechoso.

La división del trabajo está inextrincablemente ligada a una economía basada en el intercambio: es gracias a que cada persona o firma produce bienes y servicios diferentes, en los que desarrolla una más alta productividad, que las ganancias resultantes del intercambio son mayores; es, por otra parte, gracias a la difusión del intercambio, que los hombres, las empresas y las naciones se ven obligados a especializarse, pues de ello resultan beneficios claros y concretos para cada uno. La división del trabajo, además, promueve directamente los adelantos tecnológicos que tan velozmente se desarrollan en el mundo contemporáneo, porque permite el logro de los más altos rendimientos en tareas especializadas, que se estudian y dominan en profundidad, favoreciendo la aparición de economías de escala. Del mismo modo puede decirse que estimula y hace indispensable la interdependencia entre las diversas personas, empresas y regiones que integran las sociedades modernas, constituyéndose así en elemento indispensable de una economía de mercado.

Este último hecho genera un conjunto de interrelaciones complejas que llevan a la necesidad de crear nuevas actividades de organización, control y coordinación. Es por ello que puede decirse que la división del trabajo es un proceso que se retroalimenta, creando continuamente nuevas especialidades y funciones.

División internacional del trabajo. Diferenciación de la producción entre distintas naciones. En tanto que la división del trabajo dentro de una economía o una empresa particular se refiere a una segmentación en partes específicas del proceso de producción de un bien, la división internacional del trabajo lleva a que cada nación se concentre en la elaboración de productos específicos. Así hay naciones que se especializan en la producción de ciertos bienes manufactureros, productos primarios o tecnologías en las que poseen una ventaja comparativa frente al resto de los productores internacionales.

Población económicamente activa. Llámase así a la parte de la población total que participa en la producción económica. En la práctica, para fines estadísticos, se contabiliza en la PEA a todas las personas mayores de una cierta edad (15 años, por ejemplo) que tienen empleo o que, no teniéndolo, están buscándolo o a la espera de alguno. Ello excluye a los pensionados y jubilados, a las amas de casa, estudiantes y rentistas así como, por supuesto, a los menores de edad.

Si se calcula el porcentaje entre la PEA y la población total se obtiene la tasa de actividad general de un país. Cuando un país tiene altas tasas de crecimiento demográfico la tasa de actividad suele ser baja, pues existe un alto número de menores de edad y estudiantes en relación al total. Ello ocurre frecuentemente en los países menos desarrollados, como producto de la llamada transición demográfica, constituyéndose en una traba para alcanzar un mayor crecimiento económico, pues las personas que laboran tienen que producir -directa o indirectamente- para un gran número de personas que no generan bienes.

Población ocupada. Parte de la población económicamente activa que tiene un empleo, remunerado o no. Si a la población ocupada se le suma la desocupada o desempleada, se obtiene el total de la población económicamente activa o fuerza de trabajo.

Desempleo. Ausencia de empleo u ocupación: están desocupadas o desempleadas aquellas personas que, deseando trabajar, no encuentran quien las contrate como trabajadores. Para que exista una situación de desempleo, sin embargo, es necesario que la persona no sólo desee trabajar sino que además acepte los salarios actuales que se están pagando en un momento dado. También suele hablarse, en un sentido menos preciso, del desempleo de otros factores productivos: tierra, maquinarias, capital, etc.

Las .causas del desempleo son múltiples y variadas, originando en consecuencia diferentes tipos o modalidades de desempleo. El desempleo que se llama friccional o de búsqueda es aquel que se produce por la falta de homogeneidad y de información perfecta que pueda existir en el mercado de trabajo. Obedece, por lo tanto, a una situación claramente transitoria, motivada por el tiempo en que los trabajadores y empleadores pierden hasta que encuentran la colocación o el personal que satisface sus necesidades. Dado que la búsqueda de trabajo representa un costo, básicamente por el tiempo requerido en obtener la información sobre las ofertas existentes, la persona desempleada evaluará los posibles beneficios de una búsqueda más larga contrastándolos con el aumento en los costos que ella representaría. Esta evaluación determinará el tiempo medio de búsqueda y, por lo tanto, dará origen a un mayor o menor desempleo friccional. Cuando el trabajador no acepta ciertas colocaciones porque tiene la expectativa de conseguir otra mejor si espera un tiempo prudencial, se habla de desempleo de precaución o especulativo. En todo caso el desempleo friccional, en las sociedades modernas, que usan ampliamente diversos medios de comunicación, resulta bastante reducido en términos porcentuales.

Se habla de desempleo estacional, por otra parte, para referirse al que se produce por la demanda fluctuante que existe en ciertas actividades, como la agricultura, por ejemplo. En este caso existen períodos del año económico que requieren de mucha mano de obra -como la temporada de cosecha, por ejemplo- y otros en que la demanda se reduce notablemente. El desempleo estacional se hace menor cuando las personas tienen posibilidades de ocuparse en otras ramas de actividad durante el período en que desciende la demanda de trabajo.

Suele hablarse también de desempleo tecnológico cuando éste es producido por cambios en los procesos productivos que hacen que las habilidades que poseen los trabajadores no resulten ya útiles, en tanto que puede no haber suficientes personas entrenadas en las nuevas técnicas como para satisfacer la demanda.

En condiciones en que la demanda agregada disminuye, como en la fase recesiva del ciclo económico, se produce también un incremento en el desempleo que, por lo tanto, suele llamarse cíclico. La disminución en la demanda de trabajo presiona los salarios hacia la baja hasta que llegan a un punto en que, finalmente, se reactivan las inversiones y la economía en general, con lo que el desempleo comienza a decrecer. En la economía keynesiana se habla también de un desempleo producido como consecuencia de deficiencias en la demanda agregada que no tienen carácter cíclico: la preferencia por la liquidez hace que no todos los ingresos se canalicen hacia la inversión o el consumo, lo que produce una deficiencia de la demanda que lleva a un equilibrio económico en una situación que no es de pleno empleo, y que sólo puede ser compensada mediante el incremento en la demanda que origina el gasto público.

El desempleo, además, es producido también por factores de tipo legal o institucional. cuando las autoridades de un país fijan un salario mínimo impiden que se ofrezcan colocaciones a un nivel inferior a éste, con lo que no es posible el descenso de los salarios reales y se dificulta el crecimiento de la demanda de trabajo; del mismo modo opera la fijación de salarios diferenciales para diversas categorías de trabajadores y cualquier limitación al desplazamiento de la mano de obra, ya sea geográfica o según ramas de actividad. Las limitaciones que pueden imponer los sindicatos y grupos de presión a la contratación de mano de obra -según edad, sexo o nacionalidad- o los requisitos formales de aprendizaje que se establezcan operan en el mismo sentido. Por último, se ha comprobado que el propio seguro de desempleo, cuando ofrece compensaciones tan altas o tan largas que desestimulan la búsqueda de trabajo, aumenta el desempleo global de un país, y lo mismo sucede cuando se establecen subsidios directos a sectores pobres de la población que estarían, de otro modo, dispuestos a conseguir una colocación. En estos casos las personas reciben un ingreso que, aunque menor que el salario, se ofrece sin la contraprestación de su trabajo; la relación costo/beneficio se altera así de modo sustancial, por lo que se reduce notablemente la oferta de trabajo. La combinación de estas compensaciones de pobreza o desempleo con la fijación de un salario mínimo alientan notablemente el desempleo de una sociedad y estimulan en muchos casos, paralelamente, la emergencia de la economía informal.

Población desempleada. Dícese del total de personas que, perteneciendo a la población económicamente activa, no se encuentran trabajando pero está buscando empleo. Dentro de la población desempleada se encuentran quienes han perdido su empleo y aquellas personas que buscan trabajo por primera vez, es decir, quienes desean incorporarse al mercado de trabajo.

Sector informal. Parte de la economía de un país que está constituida por trabajadores por cuenta propia y pequeñas empresas que no están integradas plenamente en el marco institucional que regula las actividades económicas: en el sector informal suelen no cumplirse las leyes del trabajo ni otras regulaciones sanitarias, de seguridad o simplemente burocráticas, que el Estado impone al sector privado; tampoco se pagan -o no se pagan por completo-diversos impuestos y tasas que exige el fisco. El sector informal suele ser de bastante amplitud en los países menos desarrollados, aunque tampoco es despreciable en las economías más adelantadas, donde se le llama también economía sumergida o subterránea y cuenta por lo general con una mano de obra conformada en gran parte por inmigrantes ilegales.

La baja productividad, el uso intensivo de mano de obra y el escaso nivel de capitalización son característicos del sector informal; los salarios suelen ser más bajos en los casos de inmigrantes no legales, pero los ingresos de los trabajadores por cuenta propia y de ciertos empresarios en pequeña escala superan a veces ampliamente al salario promedio de un país.

Muchos de los trabajadores del sector informal no tienen un trabajo estable y regular, y sus ingresos suelen ser afectados por fluctuaciones de consideración. Por tal motivo, a una buena parte de ellos se los contabiliza a veces entre los desempleados o se los califica de subempleados, especialmente cuando las estadísticas nacionales no utilizan instrumentos de recolección suficientemente refinados. No obstante, pertenecen de hecho a la población ocupada, pues a pesar de trabajar en mercados tan peculiares el aporte que realizan a la economía nacional no es para nada desdeñable: en algunos casos el sector informal llega a ocupar a algo más de la mitad de la población económicamente activa de un país, con contribuciones al producto bruto que oscilan entre un quinto y un tercio del total.

Extraído del “Diccionario de economía y finanzas” de Carlos Sabino, contenido en la página web La Economía de Mercado, virtudes e inconvenientes httpy/www.eumed.net/cursecon

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