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Tema 15 – El sintagma verbal.

==Introducción.==

Es evidente el hecho de que la relación que existe entre las palabras que forman una oración y la oración misma no es directa; una oración no es simplemente una secuencia lineal y ordenada de palabras. Entre las palabras y la oración media una estructura formada por unidades habitualmente mayores que las palabras y menores que la oración. Las palabras se unen formando secuencias que funcionan de forma conjunta: los sintagmas.

Tampoco los sintagmas son meras secuencias de palabras: en su interior pueden establecerse diversos tipos de relaciones estructurales que admiten una representación en términos de constituyentes menores ordenados jerárquicamente.

Según la gramática generativa, todos los constituyentes sintácticos complejos resultan de la expansión o proyección de las categorías léxicas mayores, que funcionan como núcleo, y por su peculiar estructura y los componentes que se agrupan entorno al núcleo. El sintagma es una categoría sintáctica.

Como constituyente endocéntrico, el SV resulta de la proyección de una categoría verbal. Este núcleo ha de estar siempre presente, de forma obligatoria. En cambio, los complementos son por lo general estructuralmente opcionales, si bien esto depende del núcleo del SV.

Funcionalmente, el SV es el soporte del predicado de la oración y el pilar básico sobre el que se sustenta la existencia de la oración. Tal como han observado numerosos autores, es consustancial a dicha unidad el ser un <>, dado que es éste el que implica un <> y no a la inversa. Una oración -dice Bello- puede carecer de sujeto; de predicado nunca, ya que si no lo tiene expreso, hay siempre alguno que puede fácilmente suplirse. Para algunos lingüistas, la preeminencia del verbo trasciende los límites del SV y se extiende sobre la totalidad de la oración, que deja en tal caso de concebirse como una relación entre sujeto y predicado (Fillmore).

Ha prevalecido dentro de la tradición gramatical el supuesto de que sujeto y complementos no son equiparables en lo que respecta a su jerarquía estructural. Si nos ceñimos a las propuestas teóricas más recientes (Chomsky), puede afirmarse que el alcance del verbo no excede las fronteras marcadas por el sintagma del que actúa como núcleo.

2. Estructura del Sintagma verbal.

Como se ha apuntado más arriba. El SV se organiza en torno a su núcleo, el verbo, que es el que configura la estructura de todo el sintagma: las distintas estructuras que podemos encontrar en el SV dependen precisamente de la naturaleza de su núcleo.

En la relación que el verbo mantiene con los diferentes sintagmas que coaparecen con él en la oración cabe dar entrada a consideraciones de orden semántico. En un enunciado concreto, ciertos complementos pueden ser semánticamente obligatorios, su ausencia daría lugar bien a secuencias agramaticales bien a un cambio sustancial en el significado de dicha secuencia. Son estos complementos exigidos por alguna característica léxica del elemento dominante o principal:

– Pedro estudia en Madrid

– Pedro está en Madrid,

el mismo complemento (en Madrid) es opcional en el primer caso y obligatorio en el segundo.

2.1 El Núcleo.

Pasaremos ahora a estudiar la categoría gramatical que constituye el núcleo del SV, si bien, no exhaustivamente por el reducido espacio de tiempo y la amplitud del tema a tratar.

2.1.1.Definición

Las definiciones dadas al verbo han sido variadísimas. Platón distingue en la oración nombre y verbo como elementos primordiales. Aristóteles observa su capacidad de significar el tiempo. La escolástica lo define como aquel que significa la acción o la pasión. Guillome lo considera el semantema que implica y explica el tiempo. Para Amado Alonso y Henriquez Ureña es una forma especial del lenguaje con la que pensamos la realidad como un comportamiento del sujeto (acción – correr, inacción – yacer, accidente – caer, cualidad – blanquear, posición – descollar). Lo importante no es tanto la realidad, sino el hecho de pensarla como un comportamiento del sujeto.

Alarcos, en su gramática académica, define el verbo como núcleo de la oración y, en consecuencia, susceptible de aparecer representándola sin necesidad de otras unidades: llover, Venid. Si toda oración implica la relación predicativa que se establece entre sujeto y predicado, se comprenderá que el verbo, capaz de funcionar por si solo como oración, debe contener dos componentes entre los cuales se manifieste dicha relación. En efecto, el verbo combina un signo de referencia léxica (que sería el predicado) y un signo complejo de referencia gramatical ( con significado, entre otros, de persona, que sería el sujeto gramatical). Ambos signos se presuponen mutuamente y son imprescindibles para que haya verbo.

Podemos extraer las siguientes características del verbo:

-. Es núcleo del predicado y centro de todos sus complementos.

-. Constituye una unidad de pensamiento en la oración al expresar la actitud enunciativa, desiderativa, interrogativa e imperativa del que habla.

-. Mediante las desinencias, expresa la persona gramatical del sujeto, uniendo sintéticamente los dos constituyentes inmediatos de la oración, sujeto y predicado.

-. Sitúa su significado y el de toda la oración en la presente, el pasado o el futuro.

2.1.2.Caracterización morfológica.

Morfológicamente el verbo se caracteriza por poseer una conjugación que refleja sus categorías gramaticales de tiempo, aspecto, modo y voz. Además, posee categorías que comparte con otros grupos de palabras: la de persona, compartida con pronombres personales y posesivos, y la de número, igual que sustantivos y adjetivos. También posee la de género, aunque sólo en una forma no personal como el participio.

El verbo está formado por un lexema, portador de su significado léxico, y una serie de morfemas, los formantes constitutivos que expresan distintas categorías. Entre ambos se sitúa la vocal temática que informa de la conjugación a la que pertenece.

am                – a                          – ba                                                     – mos

lexema    vocal temática       tiempo, modo y aspecto              número y persona

Las categorías gramaticales expresadas por el verbo no se configuran de la misma forma. Las desinencias expresan las categorías de tiempo. modo, persona, número y aspecto. Los verbos auxiliares, como haber, forma los tiempos compuestos e indica aspecto perfectivo, ser (o estar), se emplean para la formación de la voz pasiva, y ocasionalmente otros verbos para la conjugación perifrástica como echarse a, romper a, deber… Los morfemas afijales forman las formas no personales: infinitivo, gerundio y participio; también aquí se incluyen los prefijos y sufijos derivativos.

Característico de los formantes constitutivos del verbo es el sincretismo; los significantes de las categorías verbales no son siempre separables, con cierta frecuencia están amalgamados. Como se aprecia en el ejemplo amábamos, las categorías de tiempo, modo y aspectos se expresan en una sola desinencia, al igual que las de número y persona. En algunos verbos irregulares este amalgamamiento puede afectar también al lexema, es el caso de la forma es.

2.1.3.Caracterización funcional.

La función del verbo es la de ser núcleo del predicado, siendo modificado directa o indirectamente por los complementos que lo acompañan en el SV.

2.1.4.Caracterización semántica.

Semánticamente la caracterización del verbo, como veíamos, ha seguido fundamentalmente dos líneas: la consideración de los verbos como indicadores bien de un proceso, bien de un comportamiento del sujeto. Esta última interpretación, sin embargo, choca con la existencia de los llamados verbos unipersonales que, por su naturaleza, designan acciones que no pueden atribuirse a ningún sujeto.

Clases de verbos.

Son posibles varias clasificaciones de los verbos, según el criterio que se siga para realizar tal clasificación: sus formas, su significación y su función son el punto de partida, aunque no siempre es posible una separación estricta.

Según su naturaleza: Copulativos y predicativos.

Los primeros no pueden funcionar por sí solos y, a efectos de significación, se funden con el predicado nominal. Los segundos pueden funcionar solos porque tienen un valor semántico bien definido. Un solo verbo predicativo es capaz de formar una oración completa, porque consta de todas las unidades propias de la oración. La verbos predicativos pueden ser, a su vez:

Transitivos e intransitivos.

Se llama intransitivo al verbo que ofrece una significación completa o de perfecta comunicación por parte del oyente o interlocutor, el cual recibe esa unidad de comunicación descrita como oración. Por el contrario, es verbo transitivo aquel que semánticamente queda en una significación demasiado general y ambigua por faltarle precisión sémica, y necesita para completarse una implementación nominal.

Tengamos en cuenta los siguientes ejemplos:

– Intransitivo: Pedro blasfemó

– Transitivo: Pedro profirió blasfemias.

Se observa que blasfemar no necesita semánticamente de complemento morfosintactico, mientras que proferir sí necesita ese implemento: blasfemias. De los que se deduce claramente que no se trata de una equivalencia entre blasfemar y proferir, sino entre blasfemar y proferir blasfemias, semejantes semánticamente, lo único que varía es su formalización gramatical a través de un término léxico.

Según Alarcos, no hay límites tajantes entre verbos transitivos e intransitivos, lo que hay son estructuras diferentes, no verbos diferentes. No es la función gramatical del verbo lo que exige la presencia o ausencia de término adyacentes, sino el valor semántico de su signo léxico. La intransitividad/transitividad es sólo una característica de ciertos predicados, no del verbo o núcleo del predicado, y consiste en la aparición de algún término adyacente: implemento o suplemento.

Semántica y morfosintaxis se relacionan de la siguiente forma: la necesidad de complementación y, con ella, la probabilidad de que aparezca el implemento tras un verbo es inversamente proporcional a la independencia semántica del lexema de dicho verbo. La motivación es semántica y la consecuencia gramatical.

Clasificación según su flexión:

Auxiliares: son aquellos utilizados en la formación de tiempos compuestos: haber, ser o estar.

Semiauxiliares: aquellos que pueden funcionar, ocasionalmente, en la conjugación perifrástica como modificantes: ir, deber.

Regulares: los que se conjugan según alguno de los modelos de conjugación.

Irregulares: los que se desvían de los modelos de conjugación en alguna de sus formas.

Defectivos: aquellos que carecen, por distintos motivos, de alguna persona o tiempo.

Según el nexus oracional:

Unipersonales: sólo se conjugan en tercera persona del singular y carecen de sujeto. Son los verbos que expresan fenómenos de la naturaleza: llover, tronar…

Personales: son aquellos que tienen un sujeto.


2.1.5.Las categorías gramaticales del verbo.

El signo léxico del verbo no posee, en principio, ningún rasgo exclusivamente verbal; son los morfemas gramaticales que se combinan con él los confieren a la unidad resultante esa categoría u otra cualquiera. Por ejemplo, el contenido de amar expresado por el significante am solo se revela como verbo al integrarse con ciertos morfemas verbales (amé, amamos, amaré). Estos morfemas verbales indican los parámetros en los que se desarrolla el proceso verbal: voz, modo, tiempo, aspecto, número y persona.

2.1.5.1.La voz o diátesis.

La voz, o diátesis, hace patente el tipo de relación que se establece entre el significado de la raíz y el morfema de persona que actúa como sujeto gramatical. En castellano se distingue entre voz activa y voz pasiva, a estas podríamos añadir la voz media, considerada por algunos autores, y que se expresaría mediante los pronombres reflexivos.

Cuando el interés principal del que habla está en el objeto de la acción y no en el sujeto, suele expresarse el juicio por medio de una construcción pasiva. En estas oraciones el sujeto es paciente.

La pasiva en español se construye por medio de las perífrasis ser + participio y estar + participio. Se trata de una formación perifrástica que sustituye a las formas pasivas latinas. M. Marín añade la pasiva refleja, con el reflexivo se.

Alarcos niega que exista un morfema de voz en español, y asimila las construcciones pasivas a las construcciones atributivas con adjetivo. L. Carreter objeta a esta posición que la relación de adjetivo y participio con sus sujetos no es de la misma naturaleza, porque en el caso del participio podemos sustituirlo por una construcción reflexiva: la pasiva refleja.

2.1.5.2.El modo.

El modo, en principio, expresa la actitud del sujeto ante la acción verbal: indicativo à el sujeto enuncia; subjuntivo à el sujeto participa afectivamente; e imperativo à el sujeto manda. Este valor del modo se ha ido perdiendo, y hoy dicha función alterna con la de servir como instrumento gramatical para señalar si el verbo es principal o subordinado, dando lugar a contradicciones modales obligatorias.

Alarcos distingue en su gramática académica cuatro modos: imperativo, indicativo, subjuntivo y potencial:

Una primera oposición en los modos enfrenta al imperativo con el indicativo y el subjuntivo: aquel no puede subordinarse a otro verbo mediante que, no admite los adverbios quizá y no, e integra actualmente a los pronombres personales átonos como enclíticos.

Las formas del subjuntivo son las únicas posibles tras la expresión de un verbo de voluntad o deseo seguido de que y tras ojalá. Las formas del subjuntivo independientes pueden emplearse para expresar ruego, exhortación o mandato.

Las formas del indicativo pueden aparecer como dominantes o como dominadas, pero nunca regidas por quiero que y ojalá.

La gramática tradicional agrupaba las formas del condicional en el subjuntivo, como pretérito imperfecto de subjuntivo. Bello observa que cantaría presenta construcciones diferentes y que se comporta como las formas del indicativo, es un futuro medido desde el pasado à post pretérito. A causa de esto, la Academia la separó del subjuntivo, pero crea prudentemente el modo potencial, denominado por Gili Gaya futuro hipotético.

2.1.5.3.El Tiempo.

Es el momento pasado, presente o futuro en el que transcurre la acción verbal. Es esta una categoría aún más controvertida que la de modo, por encontrarse a veces implicada en este o en el aspecto. Además, suelen confundirse el concepto de tiempo como categoría o contenido verbal y el concepto de tiempo como realidad; así, la forma estudio pertenece a la categoría de tiempo presente, pero en su alusión a la realidad temporal puede apuntar al presente, al pretérito o al futuro.

Dos factores intervienen en el establecimiento del contenido temporal de un forma verbal:

– . El punto de mira o momento respecto al cual se sitúa la acción, que no tiene por qué coincidir con el real. Puede ocurrir que la forma verbal sitúe el proceso en relación con el tiempo de otro proceso. Esta distinción lleva a hablar de tiempos absolutos y relativos. Por ejemplo, el pluscuamperfecto es relativo respecto a otro pretérito. También puede ocurrir que el punto de mira sea subjetivo, cuando el hablante se sitúa en un tiempo ideal (presente histórico).

– . La perspectiva adoptada con relación a ese punto, que puede ser de anterioridad, posterioridad o simultaneidad. Estas relaciones corresponden a los distintos períodos en que dividimos el tiempo real.

2.1.5.4. El Aspecto.

Parece indudable que ciertas formas de la conjugación se caracterizan por su contenido perfectivo, frente a otras que son imperfectivas. Pero estas características van asociadas a contenidos temporales, lo que ha llevado a ciertos gramáticos a negar la existencia del aspecto en nuestra conjugación.

Alarcos establece la posibilidad de expresar un proceso sin término, y otra con término. Observa dos caras de expresar el aspecto: el aspecto flexional y el aspecto sintagmático. El primero está expresado por ciertas formas de cada verbo, y el segundo por todas la formas. El aspecto flexional, en castellano, opone dos formas de cada verbo: imperfecto/indefinido. El sintagmático, todas las formas simples a las compuestas.


2.1.5.5. La persona y el número.

Ambas categorías tienen carácter contextual porque responden a la concordancia del verbo con el sujeto y son comunes a otros tipos de palabras como el pronombre y el nombre.

La categoría de persona corresponde a la indicación de los que, de un modo u otro, intervienen en el acto de hablar: la primera persona representa al hablante, la segunda al oyente y la tercera a todo objeto distinto de los interlocutores.

Por su parte, el número se estructura en torno a la oposición singular/plural, cuya existencia responde al fenómeno de concordancia con el sujeto.

2.2. Los complementos.

2.2.1.Noción de complemento.

De todos los constituyentes que conforman un enunciado hay unos que resultan indispensables para mantener la estructura básica oracional, entendida como una articulación en sujeto y predicado, frente a otros que sólo sirven para añadir un mayor precisión semántica a los primeros. Estos son los complementos, que completan el contenido o significado de los otros elementos, a los que se subordinan, y que son constituyentes opcionales de la oración (desde el punto de vista sintáctico, ya que semánticamente pueden ser obligatorios). El complemento es , por tanto la proyección de un constituyente oracional.

Es evidente que los que vienen denominándose tradicionalmente complementos verbales son en realidad bastante heterogéneos y no se agotan con el CD, CI, CC y PVO. Veamos los diferentes tipos de complementos verbales y su clasificación.

Si bien el SV constituye un dominio estructural acotado en el que el verbo ejerce de forma directa su influencia sintáctica y semántica sobre los restantes elementos que lo integran, tal influencia no afecta por igual a todos los complementos que abarca.

2.2.2. Estructuras atributivas y predicativas.

La clásica distinción entre oraciones atributivas y predicativas descansa en el eje sobre el que gravita la predicación, que puede ser de carácter nominal o verbal:

.- Este perro es manso.

.- Este perro ladra.

Los Elementos de juicio para delimitar la atribución hay que buscarlos en evidencias formales y sintácticas. En primer lugar, la concordancia de género y número entre el sujeto y el soporte de la predicación o atributo parece una característica a tener en cuenta, aunque esta no representa por sí sola un criterio definitivo. La imposibilidad de prescindir del atributo sería un criterio más fiable, que se correlaciona con la frecuente omisión de la cópula. Esto es porque, según afirma Lyons, la principal función de los verbos copulativos es la de servir de soporte para la determinación del tiempo, el modo y el aspecto de la oración, y el peso de la predicación recae sobre el atributo.

El núcleo del SV en las oraciones atributivas es la cópula, que en español está representada por los verbos ser, estar, parecer y algunos verbos semicopulativos (resultar, seguir, volverse…). A este núcleo se le une el atributo complemento obligatorio, que puede ser: un S Adj, SN, S Prep, S Adv o una O subordinada. Sea cual sea su configuración formal, se puede conmutar por lo cuando aparece con los verbos copulativos, pero no con los semicopulativos. Esa nítida frontera trazada por la pronominalización se corresponde con el significado vacío o cuasi vacío de los copulativos frente al valor semántico menos difuso de los segundos.


2.2.3. El Complemento Predicativo.

La función de PVO es similar a la de atributo, ya que complementa, por mediación de un verbo, al sujeto, con quien también mantiene relación de concordancia. La diferencia consiste en que esta conexión con el sujeto se establece a través de un verbo predicativo, no copulativo: Juan regresó contento. Ambos aportan una predicación a la oración, pero mientras los atributos constituyen la única predicación aislable en la oración, los PVO aportan una predicación secundaria, como señalan Alcina y Blecua. En el caso de las oraciones con PVO, se produce pues una doble predicación: la que aporta el verbo flexionado y la introducida por el complemento predicativo.

Este mismo tipo de complemento puede aparecer refiriéndose al CD, en lugar de al sujeto. La relación predicativa involucra un sujeto y un predicado; en este caso, la predicación secundaria tiene como <> el CD.
La dificultad en el análisis de los citados complementos reside en su naturaleza híbrida. Actúan como elementos de predicación, al igual que los atributos, pero a diferencia de éstos van ligados a configuraciones sintácticas en las que el verbo flexionado provee la base predicativa primaria de la oración, mientras que el PVO aporta una predicación secundaria.

2.2.4. Complementos argumentales y no argumentales.

Mientras unos complementos vienen exigidos directamente por el verbo, esto es, su aparición viene condicionada por las características léxicas de aquel, otros pueden usarse con independencia de tales características. En el primer caso se dice que los complementos son argumentales o regidos por el verbo (en otras terminologías complementos, subcategorizados, actanciales o valenciales), mientras que los otros serán no argumentales (adjuntos o indicaciones).

Los complementos argumentales no son más que concreciones de otros que, en cierto modo, se hallan contenidos en la estructura semántica del verbo o núcleo verbal a que se refieren, frente a aquellos que ,simplemente, añaden información fácilmente eliminable al enunciado.

De los complementos tradicionales del verbo, el directo e indirecto serán, lógicamente, siempre argumentales, mientras que los circunstanciales serán unas veces argumentales y otras no. Esto último ha llevado a la necesidad de distinguir, dentro de los circunstanciales tradicionales, entre suplemento o complemento de régimen y aditamento o CC. Ahora bien, mientras CD y CI pueden sustituirse por un pronombre personal clítico o átono, los suplementos -y lo mismo los llamados complementos predicativos- no admiten esa posibilidad, lo que permitiría una subclasificación en complementos integrables y no integrables.

Visto esto podríamos establecer la siguiente clasificación para los complementos de los predicados verbales:

El complemento podrá ser:

Argumental o no argumental.

A su vez éstos pueden ser integrables y no integrables.

Los complementos argumentales integrables serían el CD y el CI, los no integrables el Suplemento y el Agente.

El complemento no argumental integrable sería el dativo y los no integrables el predicativo y el circunstancial.

Todos estos tipos de complementos presentan toda una jerarquización a la hora de realizarse en el enunciado, ya que, como hemos visto, no inciden de igual manera sobre el verbo o núcleo predicativo, de modo que unos ofrecen mayor cohesión con éste que otros. El CD se encuentra más unido al verbo que el CI, que más bien complementa al grupo N+CD. Un complemento argumental, a su vez, es más medular en el SV que uno no argumental, el cual, al menos en múltiples ocasiones, más que un modificador del SV lo es de la proposición entera, convirtiéndose así en un complemento periférico. Más alejado todavía se encuentra el complemento marginal, que se halla totalmente fuera del conjunto proposicional, por cuanto en realidad se refiere a la modalidad de la oración. Así pues, en una oración como: Francamente, “En España damos poca credibilidad a los políticos”, tendría la siguiente estructura sintáctica:

El Complemento Directo o Implemento.

La existencia del CD está ligada a la noción de transitividad, propiedad semántico-sintáctica que poseen algunos verbos y que no resulta fácil de definir. Desde algunos puntos de vista. la transitividad se entiende como la propiedad semántica por la cual un verbo expresa una acción o proceso que, partiendo de un agente u origen, pasa o se dirige a un paciente o término. El verbo transitivo pone, pues, en relación a esos dos elementos, además de expresar el proceso. Según esto el implemento, vendrá a ser el representante del paciente o término.

Otra visión considera que el CD no sería más que un adyacente verbal cuya misión consistiría en concretar el significado del verbo transitivo, siempre más abstracto que el intransitivo.

Ambas visiones, sin ser incorrectas, resultan insuficientes para caracterizar debidamente al objeto directo frente a los demás complementos verbales, cuya misión es la misma que la del implemento.

La mayoría de los lingüistas modernos prefieren hacer una caracterización formal, basándose en rasgos morfológicos o distribucionales, o bien en conmutaciones o transformaciones. En español pueden sintetizarse las siguientes:

– . Dada su condición de elemento integrable, el implemento ofrece posibilidad de pronominalización, concretamente las formas átonas de acusativo.

– . Posibilidad de pasar a sujeto en la construcción pasiva. Si bien esta prueba no se cumple en todos los casos, por la resistencia que oponen algunos verbos transitivos españoles a su construcción pasiva.

– . Una tercera prueba, utilizada ya en las gramáticas escolares de corte tradicional, consiste en transformar la oración en una interrogativa, mediante ¿qué?, ¿qué es lo que? o ¿a quién?, cuya respuesta será el CD.

De todas las pruebas la más adecuada consiste en la pronominalización, dado el carácter integrable del implemento. Pero se plantean no sólo problemas de delimitación con el CI, debido a los fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo, sino también con ciertos CC y alguna vez incluso con el PVO. En el caso de los CC como, la reunión duró tres horas, algunos autores no dudan -oponiéndose así a toda una corriente tradicional basada en consideraciones históricas- en interpretarlos como verdaderos CD, lo que haría de la pronominalización una prueba poderosa.

Fuera de la caracterización semántica y operacional, no es posible en español identificar de otro modo el objeto directo, que carece de marca formal específica. El complemento directo, está representado por un SN o por un SN precedido por la preposición a, cuya función es diacrítica, por ello no se habla de SPrep, la preposición es índice de que lo que sigue no es sujeto, por ello se usa, principalmente con los CD se persona u objeto personalizado.

El Complemento Indirecto o Complemento.

Los problemas de delimitación del CI son incluso mayores que los del CD. Las opiniones oscilan entre quienes identifican la función de CI con las del dativo (al lado del acusativo, que correspondería al CD), frente a los que, en coherencia con la definición nocional de CI como aquél en que recae indirectamente la acción del verbo, consideran que éste no puede darse fuera de un contexto transitivo, pasando por la postura intermedia que considera el CI como una variante de la función dativo, identificable por ser integrable y, al mismo tiempo, por su carácter argumental, es decir, exigido por el verbo.

El CI no dispone de un status sintáctico suficientemente claro en las gramáticas, que rara vez coinciden en cuanto al alcance que conceden a esta función. Si bien la cuestión dista de estar clara, una posible vía para llegar a una caracterización relativamente neta de la citada noción consiste en conjugar criterios léxicos, formales y sintácticos.

Desde un punto de vista estrictamente formal, el CI siempre va precedido de la preposición a, aunque esto no ayudaría a diferenciarlo de otros complementos que también van precedidos de la misma preposición.

Otro criterio formal para delimitar el CI, aunque por desgracia también insuficiente, es el de su expresión o en su caso conmutabilidad mediante un pronombre personal átono de dativo: le o les.

Otra característica importante del CI es que es un complemento argumental, lo que quiere decir que viene exigido por el propio verbo o SV. Esto excluye a los elementos pronominales de dativo que aparecen en oraciones con verbos que no rigen CI (Se comió toda la pasta, Me pintaron el coche en este taller, Les conseguí una invitación). Existen dativos éticos (se fuma un paquete diario), dativos de interés (le construyó una mansión), y dativos simpatéticos (le pintaron la casa), que no son CI.

El Complemento de Régimen o Suplemento.

Todo complemento que no sea directo ni indirecto es considerado en la gramática tradicional -excepción hecha del llamado complemento o ablativo agente- como circunstancial; pero muchos de los tradicionalmente llamados CC están más cerca de los implementos u objetos directos que de los típicos modificadores adverbiales (Se acuerda de mí / Me recuerda). Esta situación ha llevado a algunos a ampliar el concepto de transitividad a casos como éstos, considerando a estos complementos como auténticos CD. Una solución que parece más adecuada es la adoptada por Alarcos, quien propone el término de suplemento.

El suplemento sería aquel sintagma preposicional, constituyente del predicado, con carácter argumental y no integrable, esto es, que no puede ser sustituido por un pronombre átono. En ser argumental se diferencia del CC, mientras que su carácter no integral lo opone al CD y al CI.

Las preposiciones que acompañan a los suplementos, al contrario de lo que ocurre en los complementos circunstanciales, carecen de un significado relacional específico o al menos este se halla bastante desgastado. La selección de la preposición viene determinada diacrónicamente y juega, además, con frecuencia un papel meramente diacrítico o distintiva al asociarse por lo general con un significado específico del verbo, pudiendo surgir así oposiciones como: Pensar algo / Pensar en algo; Dar una cosa / Dar con una cosa / Dar en una cosa.

El Complemento Agente.

Un caso claro de complemento argumental no obligatorio sintácticamente lo tenemos en el C Ag, constituido por un S Prep con por (alguna vez de) que, opcionalmente, aparece con verbos transitivos en construcción pasiva. El complemento agente representa el primer argumento del verbo transitivo y es exigido por su forma pasiva.

Este complemento va asociado, como hemos precisado, al contenido pasivo de la forma verbal, y puede aparecer tanto en la construcción pasiva con ser o estar, como con el simple participio y, por último, aunque sin duda con menor frecuencia, con la llamada pasiva refleja.

El Complemento Circunstancial o aditamento.

El denominado CC suele definirse nocionalmente como aquel que expresa una circunstancia en que se desarrolla o desenvuelve la acción del verbo. Se trata, sin embargo, de un tipo de complemento muy heterogéneo tanto por su expresión (puede venir representado por adverbios, SN o S Prep, formas no personales del verbo, oraciones subordinadas), como por su contenido semántico, distinguiéndose a este respecto diversos tipos, como los de lugar, tiempo, modo, causa, finalidad, instrumento con un largo etcétera que pocos tratados -por no decir ninguno- especifican totalmente. Las diferencias son también grandes desde el punto de vista estrictamente sintáctico, pues mientras unos afectan al verbo o al SV, otros se refieren incluso a toda la oración o a la proposición.

El CC es un complemento opcional tanto sintáctica como semánticamente, de manera que su adición o supresión no afecta para nada a la estructura ni a la viabilidad de la oración. Otra característica típica del CC es la posibilidad de estar representado o, en todo caso, poder conmutar normalmente por un adverbio; por ello a veces se le llama también complemento adverbial.

No conviene confundir el CC con el denominado complemento oracional, que es un elemento marginal o extraperiférico de la oración, y que puede venir representado asimismo por adverbios o expresiones equivalentes. El primero forma parte de la estructura proposicional -es, lo mismo que el sujeto o los complementos directo e indirecto, un elemento interno, nuclear de la oración-, en tanto que el modificador o complemento oracional no forma parte de la proposición, no es un componente del sujeto ni del predicado, sino un elemento externo o marginal de la oración. Teniendo en cuenta que toda oración, como decía y Bally, está integrada por un dictum, esto es, la pura proposición o asociación de un sujeto y un predicado, y un modus o modalidad oracional, el complemento marginal afecta a este último.

Establecida esta diferenciación, cabe aun diferenciar los CC propiamente dichos de los así llamados pseudo?circunstanciales por los generativistas. Estos últimos han puesto de manifiesto la posibilidad de que algunos CC estén subcategorizados por el verbo: Aquella dama vestía elegantemente, El desfile fue el domingo, *María se encaminó, *Los niños se dirigieron. Las oraciones anteriores están construidas con verbos que seleccionan léxicamente complementos que desde el punto de vista nocional son fácilmente interpretables como CC, pero son complementos exigidos semánticamente por el verbo.

El Adverbio.

El adverbio es una categoría de origen nominal, pero de carácter invariable. Frente a otras palabras invariables (preposición y conjunción), el adverbio tiene significación plena dentro del paradigma de la lengua.
Los gramáticos han señalado siempre al adverbio como modificador del verbo; Bello y Lenz señalaron que también podía modificar adjetivos, frases adverbiales y oraciones enteras. Funciona como CC, aunque también puede encontrársele como complemento de un adjetivo o de un adverbio y como elemento nuclear de una frase nominal.

En cuanto a su significado, sitúa en el tiempo o en el espacio, indica el modo o la cantidad, y permite expresar la conformidad, la duda o la no conformidad con lo enunciado.

Según una primera clasificación semántica, pueden dividirse en conceptuales y pronominales. Los primeros mantienen su propia significación. Son la afirmación o la negación, tiempo, lugar, cantidad y modo. Los pronominales tienen una significación ocasional. Son los demostrativos (aquí, allí), interrogativos (cuándo, dónde, cómo, cuánto), relativos e indefinidos (siempre, nunca, jamás). Este significado ocasional varía según el referente.

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