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Tema 40 – El ensayo.

EL PERIODISMO Y SU IRRUPCIÓN EN LA LITERATURA.

1. Introducción

2. Formas del género didáctico-ensayístico

2.1. Oratoria

2.2. Exposición didáctica

Ciencia

Diálogo doctrinal

Literatura doctrinal religiosa

Crítica

Historia

Ensayo

2.3. Periodismo

Tipos de texto periodístico

Características

Estilo

Subgéneros

Historia del periodismo

==Introducción==

Atendiendo al planteamiento que de los géneros discursivos realizaba E. Staiger en Conceptos fundamentales de la poética (1946), en el que se considera a los géneros como entidades permeables y por tanto suponía más adecuado hablar de conceptos estéticos o categorías, este tema pasa a ocuparse de la actitud o categoría épica no literaria, que puede contener en sí varias subdivisiones, según indica Kayser, de entre las cuales destaca el periodismo.

==Formas del género didáctico-ensayístico==

Las formas didáctico-ensayísticas no suelen incluirse en las Poéticas por considerarse una expresión de lengua no literaria, puesto que subordinan los fines estéticos a los didácticos. Dentro de este grupo podemos mencionar la oratoria, la exposición didáctica y el periodismo.

===Oratoria===

El arte de convencer por medio de la palabra hablada persigue la eficacia a través del discurso u oración, que está estructurado (según la retórica antigua) en exordio (introducción), proposición (anuncio del tema), división de partes o divisio, confirmación o refutación (según si se confirma o refuta el tema anunciado), epílogo (resumen o conclusión) y peroración (remate patético del texto para acentuar la emoción de los oyentes)

En cuanto a la clasificación de los discursos o alocuciones, pueden organizarse según la temática:

Religiosa: Pretende dar a conocer y defender las doctrinas religiosas para robustecer la fe de los creyentes. Entre las formas más comunes aparecen:

Sermones dogmáticos (sobre los principios de la fe), morales (sobre temas éticos), panegíricos (exaltan las excelencias de un modelo de vida o de un santo) o pláticas (de tono más sencillo, sobre la práctica de una virtud).

Homilías, que son comentarios de los textos sagrados.

Oraciones fúnebres para la alabanza del difunto en las exequias.

Conferencias apologéticas, para defender los dogmas de la Iglesia.

Política: Ocupada en cuestiones de la gobernación del Estado, se desarrolló en la Democracia ateniense y en el período final de la República romana, resurgiendo en la vida parlamentaria de la Revolución Francesa, para no decaer ya. Destacados oradores políticos españoles han sido Argüelles y Quintana en las Cortes de Cádiz y Castelar, Canovas y Eduardo Dato en la Primera República.

Parlamentaria: En las Cortes, Cámaras y Parlamentos.

Popular: En asambleas y reuniones.

Militar: Arengas a la tropa antes del combate.

Forense: Se ejercita en los tribunales, y puede dividirse en:

Civilista: para discutir cuestiones de derecho privado puestas en litigio.

Criminalista: para averiguar la inocencia o culpabilidad de un reo y así absolverlo o aplicarle las leyes penales.

Académica: Trata de asuntos científicos, literarios o artísticos, en conferencias, discursos académicos (en ocasión de solemnidades de la vida académica) o charlas O bien según su finalidad:

Deliberativos: Generalmente en el seno de un debate, para proponer una postura o un argumento concreto frente a otros y mover al auditorio a tomar partido o a decidir, como en el parlamento, o en asambleas de cualquier tipo.

Judiciales: En ellos se debate sobre hechos pasados y su conveniencia o legalidad, como ocurre en los tribunales de justicia o comités de disciplina.

Espectaculares: Para el elogio o crítica de un asunto, objeto o persona, como ocurre en la publicidad, en los homenajes o en las lecciones académicas.

===La exposición didáctica===

Tiene como objetivo principal exponer conocimientos y doctrinas a través de la palabra, por lo que abarca manifestaciones y formas de muy variada temática a lo largo de la historia de la literatura.

====Ciencia====

Preocupada por la transmisión de conocimientos, por lo que el margen concedido al arte será mínimo y dependerá, en gran medida, del tema a tratar. Atendiendo al tipo de recepción de la obra podemos considerar la existencia de Obras de investigación, Manuales para la enseñanza y Obras de divulgación, estas últimas las más preocupadas por la forma al estar destinadas al gran público.

En cuanto a la forma externa, nos podemos encontrar con monografías y artículos especializados en anuarios, boletines o memorias (todos ellos de publicación periódica) o con trabajos para la lectura en público o disertaciones.

Cuando lo que se desea es publicar todos los conocimientos relativos a un ámbito científico se redactan tratados, que serán magistrales si la exposición es extensa y detallada o bien elementales o epítomes (manuales, compendios, resúmenes y síntesis) si se concentra en lo más destacado

====Diálogo doctrinal====

Forma cultivada desde la Antigüedad clásica para exponer conocimientos a través de una conversación simulada entre varios personajes, cada uno de los cuales representaba una opinión o tesis en torno a un tema. Son reconocidos por su maestría los diálogos de Platón, en los que expuso las teorías filosóficas de Sócrates, su maestro, y las suyas propias, pero también los de Cicerón y ya en el Renacimiento los de Juan de Valdés Diálogo de la lengua , los atribuidos a Fernán Pérez de Oliva Diálogo de la dignidad del hombre y De los nombres de Cristo de Fray Luis de León.

====Literatura doctrinal religiosa====

Que puede tratar desde temas teológicos hasta simples asuntos catequéticos. Nos interesan especialmente las formas que destacaron en el Siglo de Oro español:

Expresiones de la Mística y Ascética, muy relacionadas entre sí ya que la primera es la manifestación del proceso del alma para alcanzar a Dios, que es el asunto en que se detiene la ascética.

En la literatura española destacan autores místicos en su faceta lírica como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, pero también se cultiva la mística en tratados sobre experiencias propias o ajenas. Antes del Renacimiento destaca la obra mística del mallorquín Ramon Llull.

====Crítica====

En este apartado pueden incluirse todos los escritos destinados a enjuiciar el mérito o demérito de una obra artística, atendiendo para ello a unos principios o modelos. Puede establecerse una clasificación de las formas de este subgénero atendiendo a:

Temática: Filosófica, científica, estética o artística (que a su vez se cataloga en literaria, musical o de arte), de espectáculos, social o de costumbres, militar, etc. En cuanto a la crítica literaria, hay que señalar que surge en la Antigüedad clásica con Cicerón y Quintiliano, apareciendo los primeros atisbos en literatura castellana con el Marqués de Santillana y Juan de Valdés para consolidarse durante los siglos XVII y XVIII sobresaliendo después las figuras de Larra, Agustín Durán, Clarín y Menéndez Pelayo.

Punto de vista:

Dogmática o absoluta: Parte de un determinado concepto o ley que el crítico considera legítimo para calibrar la belleza o adecuación del objeto analizado. Es el tipo de crítica que ha predominado durante siglos en el juicio estético (preceptiva)

Impresionista: Recoge las reacciones que la obra artística provoca en el crítico, pero de una forma analítica, no irreflexiva.

Histórica. Sitúa a la obra en su contexto histórico, para mostrar el significado de la misma en su momento.

Objetiva. La más moderna y científica, pues trabaja con criterios concretos como el ontológico, el psicológico, el estético-literario y el moral, que emanan del objeto más que del sujeto.

====Historia====

Tiene por objeto la narración verídica de los hechos, lo cual nos llevaría a pensar que está muy lejos de la creación literaria, pero el historiador, además de exponer hechos verídicos debe elaborarlos para dar vida al pasado, y allí reside la labor artística.

Según su forma puede clasificarse en:

Narrativa o épica: Se permite la aportación de hechos ficticios.

Pragmática: A raíz de la definición de Cicerón de la historia como “maestra de la vida”, surgió este tipo de estudio histórico que persigue extraer lecciones morales o políticas de todos los hechos históricos debidamente comprobados. Es una ciencia practicada desde la Antigüedad hasta el Renacimiento, que es su momento cumbre. Entre sus exponentes más destacados podemos citar a Tucídides y a Zurita.

Genética o filosófica: Pretende averiguar las causas de los acontecimientos narrados, como en San Agustín, Bossuet, Vico y Spengler.

Biografía: Refleja los hechos acaecidos en una época determinada a través de la descripción de la vida de una persona destacada, por lo que es uno de los subgéneros históricos que mejor se prestan a la elaboración literaria. Entre los biógrafos más importantes de la cultura hispana destacan Plutarco (Vidas paralelas ), Astrana Marín, Gregorio Marañón y E. Aunós. Cuando el autor realiza su propia biografía, se habla de género autobiográfico, en el que destacan, Benvenuto Cellini y Rousseau.

Literatura confidencial: En algunos textos literarios se logra expresar datos históricos, se trata de literatura como las Memorias de Mesonero Romanos o Alcalá Galiano, las Confesiones de San Agustín, los Diarios de Alarcón, las Cartas de Santa Teresa, Lope de Vega, Góngora o Quevedo.

La historia no surgió hasta el siglo V a.C. casi en la época ateniense griega, entonces Heródoto de Halicarnaso recorrió los territorios del Imperio Persa recogiendo datos y noticias para redactar un texto sobre las guerras médicas y sus causas.

Un siglo después Jenofonte y Tucídides pueden ser considerados historiadores en toda regla, pues tratan hechos recientes y verídicos, sin influencias de lo fabuloso, que ellos hay conocido como testigos.

Ya en Roma la historia cobrará cierto compromiso apologético, como en los Comentarios de Julio César, o contenido político como en Salustio, Tácito y Tito Livio en Décadas . Todos estos autores pretenden únicamente una historia de carácter narrativo o épico, en la que se combinan los datos reales con los ficticios. En esta época sólo Tucídides y Polibio cultivan la historia genética o filosófica, en la que se buscan las causas a través del análisis de los hechos reales.

En la Edad Media la forma típica de la historia (de carácter narrativo) es la crónica, donde los sucesos se organizan atendiendo a un orden temporal o cronológico. Al principio las crónicas son bastante parcas y torpes en la exposición pero van perfeccionándose a medida que pasan los siglos.

Destacan la Crónica General compilada por Alfonso X el Sabio (1221-1284) y sus continuadores y las obras más “modernas” de Pero López de Ayala, canciller real (1332-1407) donde se percibe ya la narración dramática e intencionada.

En el Renacimiento el interés se centra en la historia grecolatina y sus máximos representantes (Tito Livio, Salustio y Tácito) los cuales son imitados en obras como Las Guerras de Granada de Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575), La sublevación de Cataluña de Francisco Manuel de Melo (1608-1666) o las historias nacionales como la del padre Mariana (1533-1624); junto a estos autores, que cultivan la historia pragmática, aparecen también otros, centrados en la historia genética o filosófica, como Jerónimo de Zurita, autor de los Anales de la Corona de Aragón .

También destaca la historiografía del Renacimiento español por abordar el estudio de las Indias, sus costumbres, razas, creencias y modos de vida, que aportan temas hasta entonces no tratados por la historia.

El esplendor máximo de este subgénero didáctico se alcanza durante la Ilustración, durante la cual crece en importancia la investigación contrastada frente a la historia narrativa o épica, de modo que se instaura definitivamente como ciencia; en este momento la historia también se interesa por temas tan variados como el comercio, la economía, las instituciones, etc. Uno de los más destacados representantes del momento es Flórez con su obra La España Sagrada.

En el siglo XIX la historia como ciencia se verá cultivada por autores como R. Menénedez Pelayo (Historia de los heterodoxos españoles) y R. Menéndez Pidal (España del Cid).

====Ensayo====

Escrito breve de carácter divulgativo que ha venido a ocupar el lugar del diálogo doctrinal en nuestros días. No pretende una exposición detallada y completa de una rama del conocimiento científico sino una revisión subjetiva de algún aspecto, para provocar la reflexión libre y la libre circulación de ideas, intentando siempre fijar su identidad entre lo rigurosamente científico y el predominio de lo estético.

Este género literario moderno, quizá el más cultivado del mundo, por su brevedad y concisión, ha tenido como vehículo más frecuente la prensa periódica. Su nombre se debe a la primera obra de este tipo que vio la luz, los Essais del francés Montaigne, recopilación de escritos de carácter ensayístico publicada en el siglo XVI; desde entonces ha sido un género cultivado en toda Europa, especialmente en Inglaterra por Addison y Pope entre otros, pero también en España por el Padre Feijoo (siglo XVIII); En el siglo XX, destacan M. de Unamuno, R. de Maeztu, Azorín, Ortega y Gasset, Eugeni d’Ors y el hispanoamericano José Enrique Rodó.

Este tipo de textos, cuya intención es didáctica se estructura tomando los modelos argumentativo y expositivo, si bien, hay que tener en cuenta el carácter más personal del texto ensayístico frente a la exposición científica o la argumentación de tesis sobre algún tema, por ello, en la estructura en tres partes (planteamiento o tesis, desarrollo o argumentación y conclusión) pueden señalarse recursos literarios, pues es tan importante el contenido como la forma.

A pesar de ser un texto sin excesivas reglas de creación, siguiendo a Manuel Alvar, pueden establecerse cuatro pasos a la hora de crear un texto ensayístico:

Recogida de datos relacionados con el tema, de manera que se contrasten y a la hora de expresarse quede claro los que son subjetivos y los objetivos (si bien no se suelen emplear notas al pie, al contrario que en las monografías científicas).

Planteamiento del tema

Organización y desarrollo, de manera que todo lo que se afirme se haga de forma clara y contrastada. Si se realizan citas, debe hacerse fielmente.

Conclusión, a modo de resumen de lo que se ha expuesto en el desarrollo.

El ensayo es útil como vehículo para la difusión de nuevas teorías y doctrinas, invenciones y hallazgos, pero también para la crítica literaria y de cualquier otro tipo de arte, y permite los más variados tonos, desde el más serio hasta la sátira en estado puro.

===Periodismo===

Es la forma de expresión de la actitud didáctico-ensayística más común, junto al ensayo, en la actualidad, diferenciándose de otras formas en sus objetivos: informar, crear opinión y entretener, a través de textos que no caen en lo excesivamente subjetivo pero que no se pierden en la total objetividad científica; para ello basta, en la mayoría de las ocasiones con redactar el titular de forma que alguno de sus elementos sea ambiguo (dependa del contexto para ser interpretado de una forma u otra) o bien, con afirmar algo que ha surgido como mera hipótesis (práctica esta última que debe evitarse, en la medida de lo posible)

Podemos clasificar las publicaciones periódicas en las que aparecen estas formas de expresión atendiendo a las ideas o a la afinidad mostrada con posicionamientos socio-políticos o religiosos, y a este tipo de periodismo del independiente, en el que prima la difusión de información rigurosa y neutral.

Dentro del periodismo tiene cabida todo aquello que es designado por el término “noticia”, y que debe cumplir una serie de requisitos:

Ser actual. Toda publicación periódica compite con otras por ser la primera en publicar los hechos más recientes y destacados, para ello se reserva el lugar preferente (la primera página):

¨ Presentar contenidos de interés humano.

¨ Mantener cierto grado de proximidad entre la información transmitida y los lectores que la reciben, por ello a veces es necesario buscar enfoques que acerquen la noticia al lector (sin llegar a manipularla, pues esto sería inaceptable en el periodismo serio)

¨ Tratar sobre algo célebre, como gancho para el interés del lector, ya que todo lo conocido o destacado llama la atención y facilita la proximidad entre lector e información.

¨ Ser insólito, ya que esto capta mucho mejor la atención del lector, y con ello una mayor tirada y mayores beneficios.

¨ Ser impactante, pues ello garantiza mayor interés del lector, mayor tirada de la publicación y mayores beneficios.

La estructura de una “noticia” o texto periodístico se ajusta aproximadamente a:

– Primera frase o Titular: Recibe el nombre inglés de Lead (=guía). Suele no ser escogido por el autor del artículo sino por el editor o redactor jefe de la publicación. El objetivo primordial de esta parte es captar la atención del lector, para que lea el encabezamiento y el resto del texto, por ello suele ser impactante y a veces subjetivo o sensacionalista. Por influencia del inglés, y como medida de concisión, suelen redactarse prescindiendo de los artículos y en estilo telegráfico (cada vez más cortos) para poder incluir en una sola línea toda la información más destacada.

– Encabezamiento: Párrafo que suele publicarse remarcado en negrita o cursiva bajo la primera frase. El objetivo de este elemento es informar rápidamente al lector de los contenidos del artículo, para que pueda decidir si sigue leyendo o no.

Según la teoría, el encabezamiento debe responder a las preguntas ¿Quién?, ¿Qué?, ¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Por qué?, y ¿Cómo?, que los periodistas estadounidenses denominan las 5 Wh- y la H- (Who?, What?, When?, Where?, Why? / How?).

Evidentemente el orden de estos elementos podrá verse alterado para conseguir un mayor impacto en el lector, a través de un sencillo orden de importancia decreciente.

– Cuerpo de la noticia: Desarrolla cada una de las preguntas presentadas en el encabezamiento, con más detalle y por orden de importancia, de manera que el editor pueda cortar la noticia por el final, en caso necesario, a parte de que los lectores modernos no suelen llegar al final de los artículos, a no ser que éstos capten su atención muy poderosamente. La regla de oro en la redacción del este apartado del artículo es que el autor no debe dar por supuesto nada, sino que debe limitarse a informar de los hechos.

– Las noticias pueden ilustrarse con citas textuales de las declaraciones de los protagonistas de las mismas, si bien es una práctica poco frecuente en el periodismo español, en comparación con el estadounidense. Este elemento exige máximo rigor en la trascripción de las declaraciones citadas, para evitar modificar el mensaje, a parte de que hay que elegir bien, para que la cita sea realmente ilustrativa de la noticia e interese al lector. Si la cita no se hace en estilo directo sino de forma indirecta se tratará de paráfrasis.

Pero además de una estructura determinada, el texto periodístico presenta un estilo característico, basado en lo que el periodismo norteamericano denomina “las tres C”: Claridad (para que todo tipo de lectores puedan comprenderlo) concisión (puesto que el espacio del que se dispone es limitado) y corrección (fiel a la verdad), aunque hay quien le añade una cuarta, el texto periodístico ha de ser también completo, esto es, ha de intentar aportar toda la información existente.

Según F. Lázaro Carreter, los errores más comunes en el lenguaje periodístico son:

– Literalización del estilo, empleando términos excesivamente rebuscados o préstamos y técnicas de otros idiomas, que no son del todo correctas en castellano, como la elisión de artículos en los titulares (influencia del inglés) o el uso del condicional cuando la noticia no es segura (influencia del francés). Es muy importante que los textos periodísticos estén correctamente redactados, ya que son importantes herramientas educativas.

– Uso de un estilo administrativos o demagógico, como el de los políticos para engañar sin decir mentiras.

– Uso de vulgarismos, como recurso de aproximación al lector, lo cual sólo consigue el efecto contrario, puesto que todo lector, sea cual sea su nivel de lengua, busca en la publicación un texto correcto.

Dentro de toda publicación periódica debemos diferenciar distintos subgéneros periodísticos, a saber:

Géneros informativos como la entrevista (texto dialogado), el debate (texto argumental), o la noticia, que pretenden ser lo más objetivos posible. El ideal del género periodístico es contar una noticia sin mostrar perjuicio alguno (ideal casi imposible) En este género tienen que competir ferozmente con la televisión y la radio que tienen la ventaja de la inmediatez y la posibilidad de retransmitir eventos y comunicar noticias en directo, pero esta misma ventaja es un obstáculo ya que les limita a informar sin profundizar en exceso y sin dar opinión.

Géneros de opinión como el artículo de opinión, el editorial o el reportaje o noticiacomentario, en los que la prensa escrita gana la partida a otros medios de comunicación social como la radio y la televisión.

El editorial es un tipo de artículo de opinión en el que la redacción del periódico expone comentarios sobre las noticias, o noticia destacada por su interés. Tiene un lugar fijo en las publicaciones y aparece sin firmar ya que más que la opinión de una persona pretende dar la opinión del equipo responsable de la publicación del periódico.

La noticia-comentario o reportaje pretende combinar las dos funciones del periodismo, la información y la opinión.

La columna es una sección fija y regular en la que un único periodista o varios por turno tratan a fondo un tema concreto para exponer su opinión. También puede ser redactada por personas destacadas del mundo cultural.

La crítica, de cualquier ámbito, permite al periodista especializado en un tema dar su opinión y aconsejar al lector. Suelen redactarse críticas musicales, de cine, de teatro, bibliográficas, etc.

A partir de los años 60 del siglo XX se produjeron en Estados Unidos una serie de cambios en el ámbito periodístico que desembocó en el “nuevo periodismo” (New Journalism), que quizá esté llegando ahora a España. El iniciador de esta corriente es Truman Capote con su obra In cold blood

(A sangre fría, 1965) donde se narra un crimen cometido en un pequeño pueblo de la América profunda, la investigación policial, condena y muerte de los acusados; si bien el relato parece una novela, se ha trabajado y tratado como la noticia periodística que realmente es, y que su autor investigó a lo largo de un año.

También Tom Wolfe es considerado el iniciador-impulsor de este nuevo periodismo, al crear también obras del estilo de Truman Capote, la primera de ellas también publicada en 1965, pero sobre todo por señalar la saturación de datos (Saturation reporting) como la técnica que los periodistas tomaban de la novela para describir hechos reales cargados de emoción. En España este autor es conocido por La hoguera de las vanidades , publicada como novela, aunque documentada con hechos reales, como si de un artículo periodístico se tratara.

El nuevo periodismo es ahora también conocido como periodismo literario (Literary journalism) o personal, ya que el periodista suele introducirse en la narración para ofrecer sus opiniones, pero también se caracteriza, según Iván Tubau, por:

Preocupación estilística

Realismo literario

Nivel cultural del autor elevado.

Conciencia de que este tipo de periodismo puede ofrecer al lector estímulos diferentes a los que ofrece el cine, la televisión y las artes.

Nuevo enfoque ante el mundo, sin juicios de valor, para que sea el lector el que saque sus propias consecuencias, de manera que mantienen el fin último del género:

Crear opinión.

Mª Dolores Sáiz, en su Historia del periodismo en España señala cómo durante la segunda mitad del siglo XVII surgen en todo el continente europeo multitud de publicaciones periódicas (gacetas, relaciones, boletines informativos, etc.), siendo la primera en España la Gaceta de Madrid de 1661 respaldada por don Juan de Austria (h no. bastardo del rey) Aunque nació en el siglo XVII, no fue hasta el boom demográfico del siglo siguiente (S. XVIII), con la creciente demanda de información, cuando se desarrolló plenamente, coincidiendo con la etapa previa a la Revolución Francesa, en forma de gacetas, mercurios, correos y diarios que sirvieron de vehículo para el pensamiento ilustrado. Debe tenerse en cuenta que la prensa del siglo XVIII es minoritaria y elitista, y que la comunicación de masas es un concepto que no surgirá hasta el siglo XIX.

Es la bonanza político-económica del primer tercio del siglo XVIII español la que anima a los emprendedores a desarrollar publicaciones periódicas como el Diario de los literatos (1737) fundado y dirigido por los clérigos vinculados a la Biblioteca Real J. Martínez de Salafranca, Leopoldo Jerónimo Puig y Francisco Xavier de la Huerta y Vega, y respaldado por la tertulia de Hermosilla y los Borbones (recordemos que la Biblioteca Real fue el primer intento de “Biblioteca Nacional” entendida como servicio público y como depósito de todo lo publicado en el país), interesados en que el país alcanzara el nivel cultural europeo. Según J. L. Alborg, esta publicación pertenecería a la modalidad de prensa literario-erudita, cultivada ya en Inglaterra (The Spectator de Addison) y Francia (Journal des savants) durante el siglo XVII, y cuyo antecedente más inmediato en España fueron Memorias eruditas para la crítica de Artes y Ciencias (1736), del propio Salafranca.

A pesar de que los redactores del Diario de los literatos declararon en su primer número la intención de “emitir juicio ecuánime sobre todos los libros que se publicaran en España”, siguiendo así lo propuesto por la publicación francesa de principio de siglo XVIII Mémoires de Trévoux (también conocidas como Journal de Trévoux) fueron muy pocas páginas las que dedicaron a la labor de crítica literaria que centraron en el rechazo a la tendencia barroca en arte, por no ser didáctica, y a proponer la imitación de obras y tendencias europeas no sólo de creación artística, sino también de ciencia; de esta guisa el Diario se convirtió pronto en un auténtico manual de preceptiva literaria a favor de la corriente neoclásica, procedente de la literatura europea, poco o nada cultivada todavía en España.

La vida del Diario fue breve, ya que dejó de publicarse en 1742 a causa de los obstáculos económicos, las polémicas intelectuales (entre los diaristas y los antidiaristas, que consideraban que su labor crítica ponía palos a las ruedas del desarrollo artístico español y que aportaba excesivas novedades que perjudicaban la tradición) y el poco reconocimiento otorgado todavía a este tipo de creación literaria, frente al libro.

Continuador de la obra de esta publicación puede considerarse el Mercurio Literario de Antonio María Herrero y José Lorenzo de Arenas (1739), quienes pretendían una publicación para un público sencillo al que informaban de las obras publicadas en el extranjero y ofrecían extractos de algunas de las que veían la luz en España, pero lamentablemente no seleccionaban las obras que comentaban, sumiéndolos en la mediocridad.

Otro continuador del Diario fue el Nuevo cordón crítico general de España (1748) fundado por Santiago Álvaro Luazare, Pedro Pablo Romero y Raimundo Antonio Landabore, aunque en la sombra se mantuvo Fray Juan de la Concepción; con la intención de controlar la publicación de libros inútiles; aunque compartía el mismo enfoque antiescolástico y racionalista con el Diario, no llegó a compartir su calidad literaria.

Entre 1750 y 1770 surgen multitud de publicaciones periódicas vinculadas a algún aspecto de la literatura, por tanto se caracterizan por su erudición y por estar dirigidas a un sector de público determinado y minoritario; el primero de estos diarios es el semanario Caxon de sastre en el que Francisco Nipho realizaba crítica literaria desde enfoques morales sobre obras clásicas (incluso de la Antigüedad), prescindiendo totalmente de la información de actualidad que hasta entonces había sido uno de los elementos definitorios del género. La mayor aportación de Nipho a la historia del periodismo fue el establecimiento de la suscripción como forma de venta.

Otra de estas publicaciones periódicas es el Diario estrangero, también de F. Nipho, donde publicaba una serie de textos tomados de originales franceses; entre sus fuentes pueden señalarse las informativas (Annonces , Affiches et avis divers ), las cultas (Mercure de France) y literarias (Nouvelles littéraires ). Paradójicamente este autor estaba en contra de la influencia francesa en la cultura española.

Otros periódicos de esta etapa son: El hablador juicioso, que pretendía instruir al lector con artículos de moral, política, filosofía, artes y ciencias; La aduana crítica , fundada por Flores de la Barrera, que realizaba la crítica literaria e histórica de las obras publicadas en su tiempo para impedir la circulación de obras de baja calidad, evitando también el plagio y la falsificación; El hurón político , que, a imagen de algunas publicaciones inglesas, pretendía instruir a sus lectores; El Belianís literario , primer ejemplo de crítica literaria seria y correcta; y La tertulia de la aldea (1775) dirigida a un público sencillo, interesado en las publicaciones por entregas, a través de las cuales hacía llegar a zonas rurales obras clásicas españolas y extranjeras.

El último tercio del siglo XVIII destaca por la aparición de El correo de los ciegos , más adelante rebautizado como Correo de Madrid y por El diario de las musas (1790), ambas interesadas en la divulgación de temas de actualidad.

También divulgativos, pero más centrados en la literatura, pueden señalarse los títulos siguientes:

– El Correo Literario de Europa obra mediocre, con escasos lectores, que se comenzó a publicar en 1781 para dar a conocer los las novedades editoriales en Europa, así como los premios y los asuntos de las academias, además de las innovaciones científico-técnicas y económicas.

– El Memorial Literario es el primer periódico exclusivamente dedicado a la divulgación literaria, en el que, además, se incluye una sección de crítica de espectáculos (básicamente teatro) Sus autores se sitúan entre el respeto a la preceptiva clásica y la innovación literaria, entre el fomento de la religiosidad popular y el desarrollo cultural del país.

– El Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican en Europa Surge durante el reinado de Carlos III, entre 1787 y 1791, de la pluma de don Cristóbal Cladera.

En esta publicación, que destaca por lo exitoso de su recepción, se comparan las obras literarias clásicas y modernas y se llega a la conclusión de que el valor máximo de la literatura clásica, la belleza, ha sido sustituido en la literatura moderna por la utilidad. El Espíritu fue una de las vías de entrada del pensamiento enciclopedista en España.

– La Espigadera periódico filosófico y enfoque liberal, publicado entre 1790 y 1791, cuyo compromiso de difusión literaria le lleva a publicar opúsculos españoles y extranjeros, siendo el antecedente remoto de las revistas literarias.

El siglo XIX en sus primeros años no supone grandes cambios para la prensa, a parte de que en él los avances y retrocesos se sucederán al mismo ritmo en que se instaura, suspende o reinstaura la censura gubernamental sobre la imprenta. La primera ocasión en que se establece la censura a través del decreto gubernamental de 1791 que prohibía todas las publicaciones periódicas, a excepción de La Gaceta y el Diario de Madrid (censurando cualquier tema político de éste), las nuevas publicaciones se refugian en temas nada comprometidos (ciencia y tecnología o literatura acorde con la preceptiva establecida)

Tras el decreto de 1791 se constituye en 1805 un tribunal de imprenta que será denominado “triunvirato”, al estar formado por Melón, Moratín y Estala, considerados severos.

Los literatos del momento, en vista de las dificultades con la censura, optaron por implicarse en las publicaciones periódicas de carácter literario o cultural, así Cienfuegos dirigió El Mercurio, Quintana el de más calidad en la época Variedades de Ciencia, Literatura y Arte y los miembros de la Academia Buenas Letras de Sevilla (Arjona, Lista y Reinoso) El Correo de Sevilla .

El levantamiento político de 1808 y la posterior Guerra de Independencia suspende la censura de imprenta, y la prensa, a través de las gacetas oficiales de cada Junta Provincial (Gaceta de Sevilla, Gaceta de Valencia, etc.) pero también mediante iniciativa privada, se erige en el estandarte de las libertades y la inquietud política del país.

Entre las publicaciones periódicas privadas que comienzan a editarse destacan:

– El Semanario político, histórico y literario de La Coruña, de M. Prado de Andrade

– El Semanario Patriótico, de Quintana, fundado en su tertulia, con dos partes, una dedicada a la política (historia y didáctica, a cargo esta última de J. Mª Blanco White) y otra a la literatura, donde comentaba las obras literarias de interés y publicaba poemas como las Poesías patrióticas del propio Quintana.

– El Espectador Sevillano, de Lista

– El Español, fundado en Londres por J. Mª Blanco White en 1810.

La mayoría de estos periódicos suspenderán sus números a partir de 1815, fecha en la que el absolutismo (instaurado en 1814) implanta de nuevo la censura de imprenta, permitiendo la publicación únicamente de cuatro periódicos entre los cuales destacan La Crónica científica y literaria de José Joaquín de Mora (a favor del Neoclasicismo) y El Diario Mercantil de Nicolás Böhl de Faber, en Cádiz (a favor de la estética romántica)

El Trienio Liberal (1820-1823) suspendió la censura de imprenta, por lo que los periódicos pudieron volver a las calles con toda libertad, pero por poco tiempo, ya que en 1823 se estableció de nuevo el Absolutismo y con él la censura de imprenta. En el Trienio destaca por su calidad la revista El Censor , redactada, en su parte literaria por Lista, que realizaba críticas teatrales, rechazando los Autos Sacramentales, el Melodrama y la Comedia Sentimental, frente a los que proponía como modelo las obras de Moratín.

La caída del Gobierno liberal en 1823 supuso el primer exilio político-intelectual español, en los que se gesta el Romanticismo español, en publicaciones como El Correo literario y político de Londres donde J. J. de Mora evoluciona desde el Neoclasicismo hasta posturas favorables a la corriente romántica, el Diario Literario y Mercantil , publicado por Carnerero y Agustín Durán entre otros, que se encargan de publicar y difundir poesía y teatro francés del momento, El duende satírico del día de Larra que con sólo 5 números logra cultivar el cuadro de costumbres (género romántico) y la crítica social y política más o menos velada y el periódico El correo mercantil y la revista literaria Cartas españolas, ambos de Carnerero, en la que se configura en 1832 el género costumbrista a través de los artículos de Mesonero Romanos “el curioso parlante” y de Estébanez Calderón “El solitario”, madrileño y andaluz respectivamente. La revista literaria Cartas españolas fue sustituida en 1832 por el propio Carnerero por la Revista Española , cuya vida se prolongará hasta 1836.

El convulso primer tercio del siglo XIX deja paso a la etapa propiamente romántica española, que Seoane divide en tres momentos:

Transición del Absolutismo (1833-1836), bajo el gobierno de Martínez de la Rosa, que promulgó el Estatuto Real (una Carta Magna, que no llegó a Constitución) en el que se establecía que la prensa que tratara temas literarios o científicos no debería pasar censura, no así aquella que tratara temas políticos o religiosos (esta ley se basaba en un reglamento de 1834) Evidentemente los periódicos se las ingeniaban para burlar esta censura, normalmente a través de la ironía, pero la censura podía actuar eliminando artículos enteros en prensa, como ocurrió con el periódico El Siglo que fue publicado en una ocasión totalmente en blanco, ya que ninguno de sus contenidos había pasado la censura (Larra aludirá a este hecho en su célebre artículo El siglo en blanco .

Desde la Rebelión de la Granja (Septembrina) hasta el advenimiento de la Regencia de Espartero (1840) Regencia de Espartero o “trienio esparterista” (1840-1843)

Entre los periódicos moderados, en esta etapa destaca El Español de Borrego, en el que publicó Larra sobre teatro, literatura y costumbres, y entre las revistas literarias El artista de Eugenio Ochoa y Federico Madrazo, en la que colaboraron autores como Espronceda, Zorrilla y Pastor Díaz, y que difundió, en sus 15 meses de vida, las ideas románticas, El Semanario Pintoresco de Mesonero Romanos, que popularizó el artículo de costumbres y El museo artístico y literario que en sus escasos 9 números publicó la primera parte de El Estudiante de Salamanca , de J. de Espronceda, y recibió colaboraciones de Pastor Díaz, Bretón de los Herreros y Zorrilla.

Durante este período el género más destacado en la prensa fue el cuadro de costumbres, a través del cual el lector moderno obtiene información valiosísima para conocer la realidad del momento tanto a través de la narración de hechos como de la descripción de tipos y ambientes que aportan reflexiones de tipo sociológico o histórico.

Dos nombres destacan en este género, Mesonero Romanos y Larra. El primero vivió la mayor parte de su vida en Madrid, donde fundó varios periódicos y revistas y promovió el Ateneo de Madrid y dirigió la Biblioteca Municipal, además de publicar bajo el pseudónimo de “El curioso parlante”. Sus artículos pueden conocerse hoy agrupados en la obra Escenas matritenses (1842), mientras el resto de su obra fue recogida en las Obras jocosas y serias (1862)

Larra fue más crítico y perspicaz en sus obras, que recogió en Colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres , clasificadas temáticamente; en los artículos de costumbres se adivina una visión pesimista de la vida y del país a través de la pintura animada de tipos y costumbres con clara intención moral.

Tras un primer tercio de siglo política y socialmente convulso, la Década Moderada (1844-1854) aportará cierto equilibrio y orden, lo cual se traducirá en una mayor oferta y demanda de información en la prensa escrita así como en el nacimiento de la novela de folletín o por entregas, que, a parte de acercar la literatura al público, les “enganchaba” a la suscripción que aseguraba la pervivencia económica del periódico.

La Década Moderada deja paso al Bienio Progresista (1854-1856) en el que destacan sobretodo los periódicos comprometidos con una tendencia política concreta, y en especial los de ideología progresista como El Clamor del público , Las Novedades y La Iberia, de Calvo Asensio. Las revistas literarias más destacadas son La América y El museo universal, donde Bécquer publicó algunas de sus rimas, y Revista de Cataluña editada en Barcelona.

El Sexenio Revolucionario (1868-1874), desde la revolución de septiembre o Septembrina que relegó del trono a Isabel II, es el período del siglo XIX en que mayor libertad de prensa se goza. En este momento destacan por su difusión las publicaciones La correspondencia de España y El Imparcial , el cual inauguró una sección denominada “lunes literario”,en el que a lo largo del siglo XIX y ya en el XX, colaboraron los más destacados autores.

En el primer tercio del siglo XX destaca por su interés intelectual y literario, más que por el informativo, puesto que los más destacados escritores de la época publican más que en los libros, a través de artículos seriados o folletines, conscientes de que de esta forma sus textos llegaban a un público más amplio.

A este interés por la difusión de la obra y al formato de prensa se debe el auge del ensayo moderno en la literatura del siglo XX (Generación del 98 y del 14), en el que son nombres claves Ortega y Gasset, que publicó sus textos en El Sol y luego en la Revista de Occidente y en El Espectador , además de otros como M. de Unamuno (en todo tipo de publicaciones periódicas), Baroja en El Globo, donde vieron la luz las novelas La Busca y Mala Hierba, y A. Machado, que publicó Juan de Mairena en El Diario de Madrid.

Entre los periódicos que destacan pueden citarse tanto los más elitistas como El Sol, y Crisol y Luz , como los más populares El Liberal y La Libertad, pero sin duda, la cumbre del éxito literario periodístico en el momento era publicar en ABC y en El Imparcial.

La Guerra Civil Española truncó la trayectoria intelectualista y literaria de la prensa española al causar la desaparición de muchos de los diarios (de los 18 que se publicaban en la capital, sólo lograron seguir saliendo a la calle ABC , Informaciones y Ya , a los que se les añadieron los nuevos

Arriba [publicación de ideología falangista] y Pueblo [publicación de los sindicatos verticales]), pero también de los autores y periodistas, bien por haber caído durante la contienda, o bien por verse forzados a un silencio o a un exilio forzoso. Entre las revistas literarias merecen atención el suplemento literario de Arriba y El Español , de manera que el panorama se irá manteniendo en una línea conservadora afín al nacional catolicismo hasta la década de los cincuenta, en que se comienza a prestar atención a las tendencias jóvenes, que traerán los primeros signos de liberalización en la década siguiente, en la que reaparecerá la Revista de Occidente (1963) y nacerán los Cuadernos para el diálogo , de tendencia demócrata cristiana, promovido por J. Ruíz Jiménez e impulsado por Pedro Altares, así como las revistas Triunfo y Destino , que prestan especial atención a la literatura.

Todo este resurgimiento es anterior a la nueva ley de prensa, promulgada en 1966, que suprime la censura previa y el sistema de consigna, y abre un periodo de transición hasta 1975, momento en que el panorama periodístico se reestructura: Desaparece el diario Arriba, reaparece el diario El País y se publica prensa en los diferentes idiomas oficiales de la península.

La literatura va perdiendo importancia dentro de la prensa del siglo XX a medida que ésta va tomando el pulso a la actualidad democrática, si bien, formas como la columna o el artículo de opinión pueden seguir siendo consideradas manifestaciones literarias de gran calidad, puesto que suele recurrirse a autores destacados para su redacción.  

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