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Tema 10 – Variedades funcionales de la lengua: diferencias diastráticas, o sociales

Consideraciones previas.

Para aboradar las diferencias que componen una lengua funcional, según apuntábamos antes al referirnos a Coseriu, hemos de tener en cuenta algunos aspectos previos: los hablantes del español adaptan las reglas del sistema de su lengua a sus propias peculiaridades estilísticas, a las derivadas de su instrucción y a las del tiempo y el lugar en el que desarrollan su vida. Esto no quiere decir que se pierda cohesión social siempre que no se pierda de vista que ha de haber inteligibilidad mutua entre los hablantes de diversas variedades: generalmente un individuo maneja más de una lengua funcional.

Por otro lado, sabemos que la determinación social de una lengua histórica toca de lleno a la cosmovisión que tiene ésta: ya Humboldt mantenía que la captación social de la realidad viene determinada por las estructuras lingüísticas de una lengua, algo que subrayaron Sapir y Whorf. Bernstein afirmó que la lengua delimita lo que es afectiva, cognitiva y socialmente relevante.

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos definir como sociolecto una lengua funcional desde el punto de vista sinstrático. Cuanto menor sea el contacto entre los diversos grupos sociales de una lengua o modalidad lingüística, mayor será su diversificación social y, por tanto, mayor su número de sociolectos.

Causas sociales de las variantes diastráticas.

Un primer punto que hay que destacar es el hábitat: estadísticamente, el ámbito rural presenta relajaciones fonéticas, al tiempo que, por su aislamiento, adolece de cierto conservadurismo y de un léxico araciazante. El urbano, por el contrario, al ser punto de encuentro de varios sectores sociales, es un hábitat renovador. García de Diego ha localizado lo que él llama hiperurbanismo, o ultracorrección propia de este entorno. Lo diatópico y lo diastrático se imbrican en zonas urbanas de inmigrantes, como el charnego en Cataluña.

En cuanto a la edad, se estima que dentro de un corte sincrónico, la edad de los hablantes es causa de agrupación social. Gauchat, en 1905, llega a la conclusión de que la edad es inversamente proporcional a la recepción de novedades. Sus ideas siguen, con más o menos variantes, vigentes hoy.

La cuestión del sexo como determinante es discutida, al menos en español: este concepto será operativo en lenguas donde se diferencien lingüísticamente hombres de mujeres -como en japonés-. Está por determinar hasta qué punto la discriminación en educación e integración social y laboral conforma un verdadero sociolecto femenino. Según Manuel Seco, la  mujer emplea más eufemismos y palabras afectadas en bocas de hombres, al tiempo que usa de determinados sintonemas.

El nivel cultural, por el contrario, sí se considera como un factor determinante por completo. De hecho, este rasgo hace que revisemos el concepto de diastratía. Si antes, tal vez, el estrato social determinaba la educación, queda claro que hoy el grado de instrucción no es directamente proporcional al nivel social de un hablante, al menos no necesariamente.

Para Bernstein, que observó este matiz, existen códigos elaborados (elaborated codes) y códigos restringidos (restricted codes), atendiendo más al grado de instrucción que al nivel social -tanto es así que, según él, la norma la marca hoy la clase media instruida, nunca las clases altas-. La riqueza de un hablante estribará en la capacidad que tenga de manejar varios registros: cuanto mejor sea el manejo del lenguaje mayores niveles de cognición se alcanzan debido a la estrecha relación de lenguaje y pensamiento.

Tenemos que aclarar que el registro coloquial se funda en la oralidad cotidiana: de ahí que, a pesar de compartir con el código restringido cierta desorganización del contenido, no se corresponde necesariamnte con éste sino más bien con la norma estándar.

            Los rasgos del código elaborado son:

·       Disposición pulcra en la sintaxis y ordenación del discurso. Amplitud oracional.

·       Modificaciones lógicas transmitidas por construcciones oracionales complejas.

·       Selección diferenciada de adjetivos y adverbios.

·       Uso ingente de pronombre indefinidos.

·       Preposiciones que precisan las indicaciones espaciotemporales.

·       Jerarquía conceptual compleja expresada a través de una buena riqueza léxica.

·       No se enfatizan mucho las palabras remáticas.

·       Al crear con el lenguaje, sus emisiones son menos predecibles.

            Las características del código restringido son:

·       Disposición deslavazada de la sintaxis, descuidada y frecuentemente llena de anacolutos y oraciones cortas. Ello impide una lógica ordenación del discurso.

·       Pocas proposiciones subordinadas y un uso de pocos nexos.

·       Selección limitada de adjetivos y adverbios.

·       Raro empleo de pronombres indefinidos.

·       Pobreza léxica: significaciones implícitas, construcciones fosilizadas, giros y aforismos tradicionales.

·       No crea con el lenguaje y se apoya en las construcciones citadas en el punto anterior. Por tanto sus actos de habla son más predecibles.

Variedades funcionales de la lengua: diferencias diafásicas.

Causas contextuales de las variantes diafásicas.

La diafasía se corresponde con el estilo que aplica un hablante a un determinado contexto de comunicación. De este modo será determinate el medio, o canal; el tema de la comunicación; la atmósfera o tensión comunicativas; las relaciones entre los interlocutores (familiar, amistosa, profesional,…); esta última sea tal vez la más importantes porque tienen implicaciones con las jergas, los argots y otras modalidades especiales.

La Textolingüística de Wünderlich aborda la diafasía como hecho pragmático: explica cuál es el comportamiento lingüístico de un hablante en una determinada situación comunicativa. Así, por ejemplo, establece que en la oralidad el emisor conoce las reacciones del receptor a medida que éste recibe los mensajes pudiendo aclarar, rectificar, añadir elementos de comunicación no verbal,… La sociedad determina diversos registros para determinados contextos: la oralidad cuidada en discurso y conferencias, la solemnidad en diversos actos, la precisión y claridad del lenguaje periodístico,…

El argot y la jerga.

Giraud, por su parte, definió el argot como el habla de los estratos más bajos socialmente, que se distancia enormemente de la norma en el plano léxico. Añade que un subtipo de argot es la jerga de identificación:  puede implicar un afán de la comunidad que lo usa por mantener su argot como ininteligible para las personas ajenas a ella: estaríamos en el argot de grupos delictivos, marginales y/o secretos en general.

La jerga de caracterización se asocia a los lenguajes profesionales, claramente apartados del léxico normativo en el uso de tecnicismos.

Wagner y Dubois no distinguen jerga de argot: ambos conceptos son lo mismo: presentan una desviación de la norma en cuanto al léxico por motivos profesionales, delictivos u otros sociales. Una separación considerable de la norma no implica ni jerga ni argot sino, simplemente, habla vulgar.

Variedades funcionales de la lengua: diferencias diatópicas.

Dialectos.

Según Eugenio Coseriu, un dialecto es un modo interindividual de hablar sancionado por la tradición. El dialecto coincide con un sistema de isoglosas -o límites geográficos de zonas lingüísticas- y se realiza inmediatamente en el habla – a diferencia de la lengua, que se realiza de forma no inmediata a través de la norma y el uso-. Sus hablantes tienen conciencia de pertenecer a una lengua histórica, de modo que el dialecto se define también como un sistema menor incluido en uno mayor, la lengua.

Las diferencias entre lengua y dialecto son de tipo fonético y léxico: así, los andaluces tenemos conciencia de hablar andaluz por nuestra fonética y léxico, aunque nos sabemos miembros de una comunidad lingüística mayor: la de los hispanohablantes. Tal sentimiento de unidad viene dado por razones históricas, normativas -como vimos- y por la evidencia que ofrece la inteligibilidad mutua.

El dialecto puede tener un sistema ideal que se erija en norma, pero, al sobreponerse a ésta una mayor, la de su lengua, los límites entre dialectos son más borrosos que los que hay entre lenguas: entre zonas de Sevilla y Badajoz los límites entre las isoglosas del andaluz y el extremeño son permeables, algo que no ocurre de un  modo tan patente, pongamos por caso, a un lado y otro de los Pirineos.

Por otro lado, el concepto de dialecto puede determinarse según un criterio genético de tipo diacrónico: Löffler señala un proceso convergente: varios dialectos pueden formar una lengua koiné como instrumento de intercambio social y económico, como sucedió en la Grecia antigua. Alarcos añade otro proceso de convergencia: varias hablas locales pueden aunarse en un dialecto incoado -como ocurrió con el andaluz o con el antiguo leonés-. El mismo autor apunta que una lengua pudo haber sido dialecto de otra, que, al perder su norma unitaria, permite que sus dialectos pasen a tener una propia, convirtiéndose éstos en lenguas con sus propios dialectos: un claro ejemplo es el caso del latín, que iría gestando dialectos en Hispania; con la caída del Imperio de Occidente se pierde la precaria norma unitaria y cada modalidad se irá creando la suya con el tiempo: el español, por ejemplo, que hoy tiene diversos dialectos. Son éstos dialectos que resultan de un proceso divergente.

Modalidades derivadas de los dialectos.

Para Coseriu pueden englobar otros sistemas: subdialectos -p. ej. el andaluz occidental- y subsubdialectos -como el habla de Cádiz- dependiendo del grado de cohesión interna del propio dialecto. Estos subsubdialectos es lo que generalmente se llama habla local, o, con matiz peyorativo, según Dauzat, patois, en cuanto las hablas locales han sufrido una situación de diglosia respecto a su dialecto -aunque igualmente mantiene que éstos, a su vez, se han visto en situación de diglosia respecto a sus lenguas-.Por otra parte, señala Alarcos, con su criterio de determinación genética, que un dialecto puede degenerar en habla local por razones de pérdida de cohesión normativa: así ha ocurrido con el antiguo aragonés, hoy habla local de diversos valles pirenaicos.

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