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Tema 25 – Cohesión textual : estructuras, conectores, relacionantes y marcas de organización.

0. INTRODUCCIÓN

Todo texto presenta una organización o estructuración gramatical, sus partes no están constituidas por fragmentos inconexos sino que presentan un orden que los hace inteligibles, una cohesión. El emisor coloca la información en partes significativas que se relacionan unas con otras – de manera que dan la visión de un todo – para marcar la funcionalidad del texto. La mayoría de las oraciones que conforman un texto no pueden aparecer aisladamente sino que entre ellas median dependencias de tipo sintáctico o semántico.

Las teorías tradicionales, desde la unidad oracional, no sirven para explicar ciertos fenómenos que aparecen en los textos ya que exceden el ámbito oracional. Por ejemplo, los fenómenos lingüísticos que desde la oración no se pueden explicar como la pronominalización, en la que se remite a elementos anteriores, o la interpretación de ciertas oraciones, que depende del punto de vista que se adopte, semántico o pragmático. Para dar respuesta a estos fenómenos se generan unas gramáticas que van más allá de la oración y que toman como unidad el texto. Así pues, este tema se enmarca dentro de la moderna gramática del texto. Las propiedades del texto son: adecuación, coherencia, cohesión y corrección.

En el tema se nos pide hablar sólo de una de ellas, la cohesión. Así pues, el esquema que se sigue en la exposición es el siguiente: en primer lugar, se aborda el concepto de cohesión y sus elementos configuradores, a continuación, los métodos y estructuras del texto y, por último, se explican los procedimientos de cohesión textual.

1. PROPIEDADES DEL TEXTO

En la definición del texto, desde un enfoque comunicativo, se tratan una serie de características que son las que conforman las propiedades del texto, requisitos que ha de cumplir cualquier manifestación verbal para poder considerarse un texto. Éstas son seis: adecuación, coherencia, cohesión, gramática o corrección, presentación y estilística. Cada una de ellas se corresponde con un nivel de análisis lingüístico o extralingüístico y describe las diversas reglas que ha de cumplir el texto en aquel nivel. Obviamente, la frontera entre las propiedades es difusa y, en una parte, engañosa, ya que las seis propiedades se refieren a la misma realidad, el texto, y sólo tienen sentido en su conjunto global.

En este tema nos interesa la cohesión, pero dada la estrecha relación que mantiene con la coherencia, ya que las dos se refieren a la estructura interna del texto, abordaremos primero, brevemente, el concepto de coherencia, tratado ya en el tema anterior, el 24, de la oposición.

Por coherencia se entiende la conexión de las partes con el todo; implica, pues, la unidad. Es la propiedad por la cual un texto se organiza globalmente para la transmisión de un sentido, facilitando la unidad textual, que consiste en seleccionar y organizar la información que el hablante quiere transmitir para que pueda ser percibida de forma clara y precisa por el receptor. Pero para que un texto sea coherente, no basta con que la intención lo sea con el contexto y el plan global con la intención y en su interior mismo, sino que es preciso que se mantenga y reestructure a través de todo el proceso que conduce a lo superficial.

Así pues, la cohesión es, por su parte, el conjunto de elementos lingüísticos cuyas funciones revelan sus relaciones mutuas: se relaciona, pues, de modo directo con la morfosintaxis. No obstante, la cohesión garantiza la gramaticalidad de un texto y ello no nos da certeza de la coherencia o incoherencia del mismo. Así, aunque la diferenciación entre cohesión y coherencia sea metodológicamente de gran importancia, no podemos olvidar que se trata de dos aspectos de un mismo fenómeno: coherencia hace referencia al proceso de estructuración del texto por parte del hablante, mientras que cohesión se refiere a la interpretación del texto por el oyente. Una vez aclarado este punto podemos pasar a definir la cohesión.

2. COHESIÓN TEXTUAL

La cohesión está constituida por el conjunto de todas aquellas funciones lingüísticas que indican relaciones entre los elementos de un texto. Esta característica proporciona trabazón entre los constituyentes del texto, pero no garantiza por sí sola la coherencia de tal texto ya que se necesitan elementos extralingüísticos (y todo el conjunto de propiedades para que un texto funcione y que comentábamos en el apartado anterior).

Definiremos la cohesión como la existencia de enlaces entre las unidades de la manifestación lineal del texto. La coherencia consiste en la construcción del sentido por parte del emisor y del receptor y la cohesión son las pistas que el emisor va colocando y que el receptor sigue en su camino de interpretación. La coherencia es una propiedad global, de estructuración de la información a nivel macro. La cohesión es una propiedad de la concreción lingüística del texto en unas secuencias de palabras y frases, y de relación entre las unidades sintácticas y semánticas a nivel micro.

Aunque en la mayoría de los textos se pueda observar un esfuerzo cohesivo, la cohesión total no es condición necesaria ni suficiente para la coherencia. No es necesaria, porque un texto con deficiencias en la cohesión puede llegar a ser coherente por la acción reparadora del receptor. Y no es suficiente, porque un texto coherente es mucho más que una sucesión de frases cohesionadas.

3. ESTRUCTURA

En la definición de texto se tienen en cuenta un conjunto múltiple de factores, entre los cuales consideramos fundamentales los siguientes:

1) carácter comunicativo: actividad

2) carácter pragmático: intención del hablante, situación

3) carácter estructurado: existencia de reglas propias del nivel textual. Nos centraremos en este puesto que es el que tenemos que tener en cuenta para la cohesión, obviamente en relación con los otros.

3.1. Métodos de estructuración del texto

En relación con lo que apuntábamos antes, un emisor estructura el contenido de su discurso dependiendo de sus estrategias comunicativas:

3.1.1. El método estricto y el elástico

Gindin presenta dos métodos de estructuración:

Estricto:

Un texto se estructura en una serie de posiciones y cada posición va unida a una determinada clase de elementos (subtextos), de forma que los elementos de esta clase, y sólo ellos, pueden ocupar una determinada posición.

Sin embargo, es poco usado en la estructuración del texto y sólo algunos tipos muy específicos (como algunas formas de texto científico) pueden estudiarse de acuerdo con él. Por ejemplo, una ley siempre ha de tener un encabezamiento, que irá al inicio siempre, mientras que el pie de ley siempre vendrá al final: pie y encabezamiento son dos subtextos que no pueden ocupar otras posiciones en el texto

Por el contrario, toda oración sí podría seguir este método. En el texto se establecen una serie de posiciones que pueden llenarse con determinados elementos específicos. No se puede hacer que un elemento ocupe una posición que no le corresponde; además, el orden de los elementos suele ser fijo. Por ejemplo, el sintagma nominal castellano tiene (simplificando) las siguientes posiciones: artículos (I), numerales (II), sustantivos (III) y adjetivos (IV), sin que se pueda cambiar el orden ni ocupar una casilla con elementos que no corresponden.

Así, es correcta:

I II III IV

Los tres hombres buenos

Mientras que es incorrecta:

I II III IV

Tres buenos hombres los

Donde se ocupan las posiciones I-II-IV con elementos que no les corresponden.

Esta forma de construcción de las oraciones y otras unidades de nivel inferior es válida para lenguas de cualquier tipo estructural. Pero en los textos no se encuentra normalmente este tipo de estructuración. El característico y predominante es el método que Gindin llama:

Elástico:

Supone un texto flexible: cada subtexto no se define sólo por la posición que ocupa: deben estar enlazados de modo semántico y pragmático. Por ejemplo, en una narración cuya base sea un proceso judicial, el desenlace de un asesinato puede aparecer al principio; las continuas prolepsis y analepsis hacen que lo narrado tenga una estructura flexible pero no desordenada: cada elemento se cohesiona de tal modo que nos remite a una semántica –las motivaciones y circunstancias del asesino– y pragmático: la narración, como acto de comunicación busca el interés del lector.

Este tipo de estructuración, basado no en estructuras formales (sintácticas) rígidas, sino en la existencia de relaciones semánticas y pragmáticas entre los componentes del texto (subtextos o frases), es el fundamental en la estructuración del texto. De forma que una diferencia importante entre texto y oración radica en que la frase sólo puede estructurarse por el método estricto, y el texto puede estructurarse por el método escrito y también el elástico, siendo éste el predominante.

Una parte importante de la coherencia de los textos es su estructura interna. A veces, es fácilmente identificable (instancia, ordenaciones alfabéticas, índice de una obra, etc.), pero en general el análisis de la estructura es un tema complejo.

3.1.2. Macroestructura / Microestructura / Superestructura

Van Dijk considera dos estructuras superpuestas en cada texto:

Œ La macroestructura (MA): es la estructura global de contenido. Se organiza en macroproposiciones que “resumen” progresivamente el contenido del texto. En la macroestructura podemos distinguir diversos niveles de abstracción: desde el título, capítulos, apartados, subapartados, párrafos… hasta llegar a la microestructura de la frase. En los textos muy breves, no tendría sentido el análisis de las macroestructura, hasta el extremo de que, si el texto costa de una sola frase, las MA y la microestructura coincidirían en la misma proposición.

 La superestructura (SE): Es la estructura típica común a un conjunto de textos. Es una abstracción. Responde a un esquema organizado en categorías según las diversas tipologías textuales.

Cualquier texto ha de tener una macroestructura para poder ser comprendido, pero no ha de seguir necesariamente una superestructura establecida. La SE clasifica el texto en un tipo, mientras que la MA es exclusiva de cada texto. La SE es una estructura formal que se llena con el contenido de la MA. Tanto MA como SE quedan definidas en función del texto en su globalidad.

En las teorías de Van Dijk, MA y SE no son sólo producto, sino que se van elaborando a partir del proceso comunicativo: el emisor construye su discurso a través de la expansión de MA previas, y el receptor va asimilando la información que le llega hasta crear su propia MA.

Así pues, la macroestructura permite resumir un texto, tener él una idea global, determinar el tema y enlazar significados (proposiciones) en totales significativos más grandes. Además, el hablante tiene la capacidad de determinar que un texto está mal construido o no es coherente precisamente porque no puede formarse su MA.

En cambio, la superestructura cumple un papel diferente: permite elaborar un texto de acuerdo con un modelo o esquema previamente establecido por convención. Con respecto al receptor, es una de las bases de la predicción de la información (por ej.: en una narración, el oyente espera que a continuación ocurra lo que es arquetípico que ocurra dentro de una serie de opciones). La SE es también una ayuda en la construcción de la MA del texto.

3.1.3. La Gramática Sistémico Funcional:

Halliday hace uso del concepto de textura definido como aquello que permite que un texto tenga coherencia. Esta se distingue de la cohesión, evitando la ambigüedad que lleva, en ocasiones, a confundirla.

Una textura puede ser expresada mediante varias formas dependiendo del registro que pida la situación comunicativa, es decir, dependiendo de la estructura. Así pues, cada situación comunicativa tendrá una determinada forma según sus funciones obligatorias u opcionales, o lo que es lo mismo, según su fórmula estructural.

Además de los medios lingüísticos de cohesión, para que haya textura es necesario, aparte, que el texto posea una estructura. Esta viene determinada fundamentalmente por los componentes situacionales, es decir, por los fenómenos sociales en los que se integra el texto. El punto destacado en este aspecto del modelo textual que estamos considerando es que diversos fenómenos de carácter social determinan directamente la estructura del texto, tanto en sus términos generales o globales, como en algunas manifestaciones más superficiales. Las diversas estructuras del texto dependen, de este modo, del contexto. Estas se caracterizan señalando, para cada tipo de contexto, los elementos que tienen que aparecer obligatoriamente y aquellos que son opcionales (aunque existan condicionamientos, también de naturaleza social, que regulan el uso o no de los opcionales). Del mismo modo, los cambios de situación llevan consigo cambios estructurales en el texto.

El conjunto de funciones obligatorias y opcionales para cada contexto es una fórmula estructural del texto, llamado también potencial estructural, que señala los elementos que pueden aparecer recursivamente y las formas en que es posible concatenar las distintas funciones textuales Para cada fórmula estructural tenemos un tipo de texto o género, por ello, podemos señalar que existe una estrecha relación entre contexto social y género ya que la fórmula estructural viene determinada por el contexto y da lugar al género. En este sentido, podemos concluir con la idea de que el modelo sistémico-funcional considera el texto como una unidad reflejada superficialmente en oraciones y con estructura propia que es, básicamente, semántica y que incluye aspectos sociales o pragmáticos (situación extralingüística, relaciones sociales…).

4. TIPOLOGÍA TEXTUAL

La clasificación tipológica del texto es un aspecto relacionado con su estructura. De hecho los distintos tipos de textos no son otra cosa que el resultado de la adecuación de los diferentes modelos estructurales a una intención comunicativa determinada. No existe aún una teoría general de la tipología de los textos y se trabaja todavía en un plano intuitivo. Pero la lingüística del texto fija su atención en textos de cualquier clase, literarios o no, escritos u orales.

Se han establecido muchas formas de tipología, de entre destacamos la de J.M. Adam, que se basa en las funciones de comunicación. Para Adam los textos se clasifican según la función lingüística predominante, función que se manifiesta a través de marcas lingüísticas oracionales. El autor parte de Werlich y reformula y amplía su tipología hasta ocho, añadiendo el conversacional, el predictivo y el retórico.

Œ El texto descriptivo informa sobre el estado de las cosas (¿Cómo son?). Su función comunicativa es informar enunciados de estado. Las características lingüísticas: acumulación de imperfectos, oraciones atributivas, adjetivos y complementos del nombre, adverbios de lugar, etc. Aparece casi siempre dentro de otros tipos de texto, como una parte de su estructura. Y se manifiesta en un inventario, guía turística, diccionario, etc.

 El texto narrativo cuenta hechos y actuaciones situándolos en un desarrollo temporal y causal (cronológico). Su función comunicativa es informar sobre acciones y hechos reales o de ficción (¿Qué hace? ¿Qué pasa? ) Las características lingüísticas: oración predicativa y verbos de acción. El tiempo característico es el pasado (pretérito perfecto en combinación con otros tiempos) y expresiones temporales. Se estructura de acuerdo a una organización temporal en cinco partes (presentación, complicación, evaluación y reacción, resolución y moralidad). Manifestaciones: reportaje, novela, película, noticia…

Ž El texto explicativo tiene como función hacer comprender alguna cosa. Su función comunicativa es informar para hacer entender una idea o concepto a alguien, con una intención didáctica (¿Qué es?). Las características lingüísticas: ejemplificación, repetición (en la lengua oral), subdivisión en apartados numerados, colocación de títulos y subtítulos, utilización de negrita, mayúsculas, cursiva y toda clase de recursos gráficos. Presencia de conectores causales. Se estructura en tres partes: introducción, desarrollo y conclusión. Manifestaciones: libros, exámenes, folletos explicativos, algunos discursos políticos, religiosos, etc.

 El texto argumentativo sirve para exponer puntos de vista, opiniones y también para rebatir, convencer, persuadir o hacer creer alguna cosa a alguien (¿Qué). Su función comunicativa es convencer. Características lingüísticas: usa frases largas, con abundante coordinación (adversativas, ilativas, y subordinación / causales, consecutivas y finales). Se estructura como el texto explicativo, con un desarrollo en argumentos y subargumentos. Manifestaciones: debates, artículos de opinión, quejas, oratoria judicial,…

 El texto instructivo sirve para dar instrucciones, órdenes consejos… Su función comunicativa es dirigir, ordenar, aconsejar (¿Cómo se había hacer?). Características lingüísticas: precisión y concisión. Presencia del imperativo y de otras formas verbales que permiten suavizar u objetivar las instrucciones. Expresiones de modo y frases nominales. Suele ir acompañado de gráficos, ilustraciones… Manifestaciones: recetas de cocina, y libros de instrucciones, contratos, leyes…

El texto predictivo informa sobre acciones, hechos o estados que se producirán en el futuro. La función comunicativa es la de predecir (¿Cómo será, que pasará?). Las características lingüísticas: tiene como formas verbales características el futuro y el condicional, aunque también pueden aparecer otros tiempos verbales. Manifestaciones: informes meteorológicos, profecías, horóscopos, etc.

El texto conversacional supone un intercambio de información entre diversos interlocutores. Es la forma primitiva comunicación en diálogos, cara a cara, aunque se da también en textos escritos que reproducen de una manera u otra la lengua oral. Su función comunicativa es preguntar, prometer, agradecer, amenazar, excusarse, etc. Las características lingüísticas: aparecen casi todos los tipos de modalidades oracionales, hay, por tanto, una gran variedad de esquemas de entonación. Se encuentran a menudo oraciones incompletas. Manifestaciones: diálogos, entrevistas, conversaciones telefónicas…

El texto retórico se basa en el uso del lenguaje con una función estética, para crear belleza o para conseguir determinados efectos en los receptores. Su función comunicativa es la función poética. Características lingüísticas: abundancia de figuras retóricas, ritmo, rima, pudiendo llegar a tener estructura muy rígida (por ej.: las estrofas en poesía), y, en general, recursos que alteran las estructuras lingüísticas más habituales. Manifestaciones: canciones, poemas, adivinanzas, refranes, eslóganes, anuncios, etc.

Estas ocho secuencias elementales conforman las superestructuras textuales: el texto es, pues, el producto de una o más secuencias que alternan o mantienen relaciones de importancia. Según cuál sea la función dominante, clasificaremos el texto de una manera o de otra. La competencia discursiva específica, o textual específica, según terminología de Adam, consistirá en conocer y reconocer estas superestructuras.

5. PROCEDIMIENTOS DE COHESIÓN TEXTUAL

Los elementos que configuran la cohesión textual son los siguientes: la recurrencia (total o parcial) de elementos o estructuras, la paráfrasis, la sustitución (el uso de proformas) y la elipsis. Así como una serie de recursos para establecer relaciones entre situaciones en un determinado universo textual, tales como los tiempos verbales, el aspecto, lo que llamamos marcadores u operadores discursivos, el orden de los constituyentes en los enunciados, en función de la importancia o novedad de sus contenidos. Además, en los textos orales, la entonación reviste una importancia decisiva para la cohesión textual.

5.1. La recurrencia

La recurrencia o repetición de un elemento del texto en el texto mismo, se suele considerar como uno de los procedimientos fundamentales de cohesión textual. Se pueden distinguir diversos tipos de repetición. Destacamos a tres de ellos:

La simple reiteración léxica: se repite un elemento léxico en su identidad material y semántica: Mis padres me trajeron un jamón. El jamón es de Teruel.

La repetición léxica sinonímica: el hablante reitera el significado de un elemento utilizando un sinónimo léxico.

La repetición léxica de lo designado: se produce identidad referencial o coincidencia en la designación extralingüística, a través de otros procedimientos distintos de la sinonimia, como la metáfora o la metonimia. Por ej. La designación de balón en una crónica deportiva, mediante los lexemas pelota, esférico, cuero, etc.

La repetición léxica mediante hiperónimos, que es también un tipo de recurrencia, como procedimiento de sustitución relacionado estrechamente con el uso de proformas.

La recurrencia va frecuentemente asegurada y reforzada por la presencia de determinadas piezas lingüísticas con función anafórica (o catafórica): artículo, determinantes, así como otros elementos de valor próximo (tal, semejante, tanto…).

5.2. La elipsis

Este término designa un conjunto de fenómenos lingüísticos bastante heterogéneo. Se define como la omisión en la oración de una o más palabras necesarias para la construcción gramatical completa, pero no para que resulte claro el sentido. ¿Qué tal?, por ¿Qué tal te parece? No todo lo que se sobrentiende está elíptico, sino sólo aquello que afecta a la constitución material de la unidad lingüística que se considere. Suelen distinguirse dos tipos de elipsis: la telegráfica y la contextual.

La elipsis telegráfica: es característica de textos como los telegramas, titulares periodísticos, señales indicadoras, anotaciones informales, recados, etc. Las supresiones de elementos en este tipo de elipsis afectan sobre todo a los determinantes, morfemas verbales, preposiciones, conjunciones. En este tipo de elipsis, al carecer de contexto lingüístico, es necesario acudir a las circunstancias de la enunciación y al conocimiento de la situación para interpretar el texto. Se trata, por tanto, de una elipsis dependiente del contexto lingüístico. Su empleo es tan frecuente y sistemático que no puede considerarse como una forma anómala de comportamiento verbal. La expresión elíptica representa, muchas veces, lo esperado y lo apropiado. Parte de la competencia lingüístico-idiomática y textual de un hablante consiste precisamente en saber hacer uso de la elipsis.

La elipsis contextual: en cambio, cuenta con el contexto lingüístico y se denomina también elipsis dependiente del contexto verbal o anafórica. Tiene especial importancia desde el punto de vista textual, debido a su función cohesiva, a diferencia de la anterior que, al depender de la situación extralingüística, carece de pertinencia cohesiva. Nuestro interés se centrar, por tanto, en este segundo tipo de elipsis que estructuraremos en nominal, comparativa y verbal.

La elipsis nominal: es la que se da dentro de los límites de la frase nominal. En la frase nominal elíptica no se expresa el núcleo, y la frase es representada por los restantes modificadores:

Hoy tienen clase los alumnos de tercero; y mañana, los de segundo.

Ahora voy a leer este periódico; y más tarde, aquel.

La información emitida en la elipsis debe estar disponible en el contexto verbal o en el situacional. Normalmente se encuentra en una frase nominal precedente. Si está frase nominal aparece en una oración distinta, las elipsis posee función cohesiva. La frase nominal elíptica retoma, al menos, el núcleo nominal de la frase antecedente. Pero pueden retomarse también otros elementos que aparezcan como adyacentes del núcleo.

Así, por ejemplo, en:

Tengo dos relojes digitales de cuarzo que me trajeron de Japón. Te regalo uno.

La frase nominal elíptica uno retoma no sólo el núcleo nominal reloj sino también los adyacentes digital, cuarzo y que me trajeron de Japón.

La elipsis comparativa consiste en omitir los términos de la comparación en las estructuras comparativas, por estar presentes en el contexto verbal. Se entabla así un lazo cohesivo. Por ejemplo: ¿No quieres ir al teatro? No, prefiero quedarme en casa (a ir al teatro), el término de la comparación, ir al teatro, que enlaza cohesivamente con un segmento precedente para su adecuada interpretación, puede ser omitido, por estar presente en el contexto verbal.

La elipsis verbal consiste en la omisión de una forma verbal (a veces incluso en compañía de sus adyacentes) por presuponerse en el contexto verbal o situacional. Si como contexto actúa una oración contigua, normalmente la precedente, la elipsis tiene carácter cohesivo. La elipsis verbal puede afectar tanto a las formas verbales personales como a las no personales.

La elipsis de formas personales se da en respuestas a preguntas por la confirmación o la identidad del verbo en forma no personal. Se presupone en determinados elementos de la oración precedente: el propio verbo elidido y, consecuentemente, la circunstancia concreta de su conjugación: la persona y el número, el tiempo y la voz.

¿Estás estudiando? -No, leyendo.

La elipsis de formas no personales se encuentra rigurosamente restringida a un conjunto de verbos como deber, pensar, poder, querer, saber, soler, lograr, conseguir…, que pueden combinarse con el infinito:

¿Piensas ir al concierto? -(No), no pienso.

Algunos verbos no admiten ir solos en la respuesta, y necesitan un pronombre átono que remite al verbo no personal, como por ejemplo mejorar, odiar:

¿Consigues mejorar? -(No), no lo consigo.

5.3. El orden de los constituyentes

Otro factor lingüístico que contribuye a la cohesión de un texto es la organización o estructuración de los elementos del enunciado.

Desde un punto de vista del valor informativo, los elementos del enunciado pueden polarizarse como tema o rema, dependiendo de si se trata de elementos ya conocidos o nuevos, respectivamente. Esta polarización informativa es empleada por el hablante de acuerdo con su finalidad comunicativa y con los diversos factores contextuales y situacionales.

Por otra parte, la diferente ordenación tema-rema influye a su vez en la naturaleza del enunciado. Si comparamos dos enunciados

a) Un petrolero cargado de crudo náufrago en La Coruña

b) Naufragó un petrolero cargado de crudo en La Coruña.

Observamos que en el primer caso el sujeto gramatical de la oración coincide con el tema, mientras que en la segunda oración el verbo sería temático y el sujeto remático. Esta segunda posibilidad expresiva rompe un principio según el cual corresponde a los miembros nominales, y no a los verbos, funcionar como tema. Esta anomalía, se añade al hecho de que los enunciados con estructura Verbo-Sujeto normalmente coma respuestas a la pregunta ¿Qué ocurre? Se tratan, por tanto, de respuestas, a una pregunta global, no parcial, que se refiere a un suceso o a un hecho. Esta razón ha llevado a considerarlos como enunciados globales, no bimembres.

Vemos, de este modo, que la ordenación de los componentes produce no sólo diferencias de significado, sino que afecta a la naturaleza misma de los enunciados, de manera que podríamos hablar de dos tipos:

• Los que presentan una ordenación Sujeto-Verbo que son bimembres, de estructura informativa dicotómica, y analizables en tema y rema (también llamados enunciados categóricos.

• Los que se expresan normalmente en la secuencia Verbo-Sujeto, que presentan una estructura informativa unimembre, de tipo global, sin tema y sin rema (enunciados téticos).

Esta oposición tético/categórico se refiere, por tanto, al tipo de información que proporciona un enunciado, establecida en términos de “referencia a un hecho”/”referencia a un actante”.

Las estructuras categóricas, por su parte, presentan los siguientes subtipos:

a) S-V: Los niños juegan en la calle.

b) S-V-OD: Mi hermano aprobó el examen.

c) OD-V-S, OI-V-S: Eso dije yo; A María le gusta leer.

d) S-V-OD-OI: Juan entregó un libro a Pedro.

La particular estructura informativa que se imprime mediante el uso de una u otra construcción depende tanto del contexto y de la situación como de la finalidad comunicativa. Y esta peculiar estructura informativa representa un factor de cohesión textual. El orden tético, como expresión de una comprobación, tiene una función introductiva, enmarcadora y descriptiva (designa lo simultáneo) en los textos, mientras que el orden categórico es continuativo y, por ello, narrativo.

5.4. Conectores, relacionantes y marcas de organización

La conexión es una relación cohesiva de tipo semántico entre enunciados. Los conectores son las palabras que aparecen en el texto explicitando la conexión. No es exacto decir que los conectores unen dos proposiciones, porque la presencia de un conector no es necesaria ni suficiente para la conexión. Por tanto, el conector no “conecta” propiamente, sino que refleja una relación que ha de existir y ha de poder ser inferida. En el proceso de producción-recepción del texto, el conector es una pista para una interpretación más rápida y fiable del mensaje que el emisor quiere transmitir. Es una marca sintáctica superficial que refleja relaciones semánticas y pragmáticas ya existentes entre los términos conectados.

Así se distinguen tres grandes tipos de conectores:

Œ Conectores sintácticos:

ü Las conjunciones, tanto de coordinación como de subordinación y las locuciones conjuntivas.

ü Los adverbios y locuciones adverbiales, colocados al comienzo de la oración o nada más precedidos por complementos circunstanciales: contrariamente, consecuentemente, pues, mientras tanto, después, primeramente, etc.

ü Los sintagmas preposicionales, locuciones prepositivas e, incluso, oraciones enteras, siempre que funcionen como organizadores de discurso: entre otros, en otras palabras, al mismo tiempo, es por eso que, como ya saben, sino me equivoco… Y, en general, expresiones que contengan las palabras conclusión, iniciar, añadir, previo, siguiente, etc.

 Conectores metadiscursivos:

Son los que reflejan el proceso de construcción del texto. También se denominan organizadores textuales porque hacen patente la organización del discurso señalando las partes y el progreso de la información. Son marcas de la actividad constructiva de los hablantes, que los utilizan para enlazar secuencias, párrafos e incluso partes más extensas de un texto (apartados, capítulos…). Además, en la medida que explicitan la intención organizativa del emisor pueden constituir una manifestación y un recurso de la modalización de los enunciados (por ejemplo: “abordaremos, a continuación, la parte más destacable de…”).

Ejemplificación-detalle: por ejemplo, como muestra, así, como es ahora, por citar algún caso, por ejemplo, en particular, especialmente, a saber, etc.

Aclaración-continuación: es decir, en otras palabras, más bien dicho, quiero decir, por decirlo de otra manera, si no me equivoco, de hecho, en realidad, el caso es que, efectivamente, en efecto, por cierto, a parte de eso, al margen de eso, en otros términos, dicho sea de pasada, de todas maneras, por ser mas preciso, por otra parte, por lo que respecta a eso, en este aspecto, etc.

Resumen-conclusión: brevemente, en pocas palabras, en una palabra, en conclusión, en resumen, recapitulando, para acabar, por resumir lo que hemos dicho hasta ahora, como he estado diciendo, etc.

Recuperación textual: como he estado diciendo, como estaba diciendo, volviendo a nuestro tema, volviendo al primer punto, si retomamos el primer punto, etc.

Exclusión: en ningún caso, de ninguna manera, de cualquier manera, dejando al margen, al contrario, en lugar de, contrariamente, aparte de ello, excepción hecha de, en otros aspectos, en otro lugar, etc.

Temporal/espacial internos, pueden ser:

Ø De anterioridad: antes, hasta el momento, hasta ahora, en el punto anterior, los aspectos ya mencionados, etc.

Ø De simultaneidad: en este momento, aquí, ahora, mientras, al mismo tiempo, etc.

Ø De posterioridad: próximo, siguiente, en segundo lugar, primero, primeramente, a continuación, después, etc.

Ø De finalización: finalmente, para acabar, para concluir, en fin, etc.

Ž Los marcadores discursivos (sólo en el lenguaje oral):

Son piezas que aparecen en el discurso oral y que se utilizan para delimitar unidades de habla como proposiciones, actos de habla, unidades de entonación, partes de una intervención, partes de la conversación sobre un mismo tema, etc. Aparecen normalmente al comienzo de una emisión, sin formar parte de su estructura sintáctica y pueden cambiar de valor cuando se usan como marcadores, respecto del significado que tienen en otras funciones: Lo has hecho muy bien, eso / Bien… yo quería decir que… / bien / bueno / ¿sabes?, etc.

6. CONCLUSIÓN

Los procedimientos de cohesión textual que hemos explicado, antiguamente, no eran atendidos por la gramática oracional. Será hacia los años ochenta, con el nacimiento de la pragmática, cuando se hable de conectores o marcadores. Con esta nueva disciplina se relaciona la gramática del texto que es la que se ocupa del estudio de los procedimientos que inciden en la interpretación coherente del texto. El estudio de los conectores, relacionantes o marcas de organización textual abren unas perspectivas lingüísticas más amplias que nos permiten el análisis de diversos elementos que cohesionan y hacen comprensible un texto.

En cuanto a las estructuras, la metodología de T.V. Dijk ha sido adoptada por diversos autores, así como, la tipología textual de Adam. Estas estructuras suelen ser las que se trabajan en las aulas actualmente para ayudarnos a entender el sistema de reglas, en sus diferentes niveles, que son la base de la producción de los enunciados.

Si la coherencia hace referencia al proceso de estructuración del texto por parte del hablante y la cohesión se refiere a la interpretación del texto por parte del oyente, ambos tienen que producir y reconocer – respectivamente – las estructuras del texto y las conexiones entre sus elementos. Así pues, para ello utilizan tanto las reglas del nivel textual como las del sistema de la lengua.

7. BIBLIOGRAFÍA

BERNÁRDEZ, E. (1982): Introducción a la lingüística del Texto. Ed. Espasa – Calpe: Madrid.

CASADO, M. (1993): Introducción a la gramática del texto del español. Ed. Espasa-Calpe: Madrid.

DIJK T.V. (1983): La ciencia del texto. Un enfoque interdisciplinar. Ed. Paidós: Barcelona.

DIJK T.V. (1984) Texto y contexto. Semántica y pragmática del discurso. Ed. Cátedra: Madrid.

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