Icono del sitio Oposinet

Tema 37 – Los géneros narrativos

O. INTRODUCCIÓN

Para el deslinde del concepto de lo narrativo, puede resultar útil recordar el decálogo de características elaborado por Kart Spang, que contiene los elementos fundamentales que estudia la narratología:

1) Nos hallamos siempre con una historia narrada por alguien, generalmente llamado narrador. Se debe entender por historia narrativa “la configuración verbal y ficticia de espacio, tiempo y figura o figuras predominantemente en una situación conflictiva.

2) Constituyente fundamental de la narración es la existencia de un intermediario entre la historia y el receptor al que llamamos narrador.

3) El narrador y la historia pertenecen a la ficción. Ciertos críticos consideran éste un rasgo esencial de la narración.

4) Rasgo definitorio de lo narrativo es la subjetividad narrada: “sólo en la narrativa -recuerda Spang- se habla de la subjetividad de terceros que normalmente sólo puede comunicar esta persona misma.

5) Como en la lírica, en la narrativa se produce una “reducción” de los medios de expresión a la palabra como único medio de comunicación.

6) Objetividad, entendida como “la necesidad del autor narrativo de disponer de un mundo material para plasmar su historia”.

7) Carácter diferido de la comunicación, que cobra especial valor si comparamos la narración con la comunicación teatral, en la que las figuras se comunican desarrollando con ello la historia; de ahí que se utilice el presente, mientras que los tiempos de la narración son preferente los del pasado: se narra –en la mayoría de las ocasiones- una historia ya concluida.

La forma versificada o la prosa no son signos distintivos de lo narrativo, aunque es cierto que determinados textos narrativos se presentan preferentemente en forma versificada (por ejemplo, la epopeya, el romance y la fábula). Sin embargo, lo que convierte un texto en narrativo son las características que hemos enumerado.

Desde Goethe se ha postulado la existencia de unos modos o formas naturales de expresión literaria o universales literarios (la lírica, el drama y la narrativa), que se concretan en géneros históricos. Así el modo narrativo se configura históricamente en los géneros narrativos como la novela, el cuento, la epopeya o la fábula, donde ya podemos reconocer implicaciones periodológicas precisas.

A partir de estas categorías históricas se constituyen los subgéneros narrativos, que se definen en función de opciones temáticas que se pueden manifestar en la adopción de estrategias narrativas específicas, factores semánticos-pragmáticos y estilístico-formales.

1. LA NARRATOLOGÍA

A. DEFINICIÓN E HITOS FUNDAMENTALES

El término narratología fue propuesto por T. Todorov para designar la ciencia que tendría como objeto la sistematización de los conocimientos sobre la teoría del relato en todos sus aspectos.

Concebida como una ciencia global, la narratología estudia la teoría del relato con sus diferentes elementos de composición (unidades narrativas, acción y función, fábula y trama, estructura, niveles narrativos, etc.) y otras categorías fundamentales como las de focalización, voz, aspectos, modos, tiempo, espacio, personajes, etc.

Puede considerarse que la narratología literaria nace con la “Morfología del cuento” de V. Propp y con las aportaciones de algunos de sus seguidores como E. Métélinski. Propp descubre que los cuentos maravillosos rusos están conformados de acuerdo con un esquema narrativo similar, en el que se repiten de modo regular determinadas acciones asignadas a personajes diferentes: “Esto es lo que nos permite –dice Propp- estudiar los cuentos a partir de las funciones de los personajes”.

Los formalismos rusos, a partir de este modelo y de los análisis de relatos novelescos como el realizado por Tynjanov de Eugenio Onegin de Pushkin, desarrollaron metodologías que servirán como punto de partida a los estructuralistas, como Greimas, Brémond, Barthes, Todorov, Genette, etc., pero también a la etnología, como demuestran los trabajos de Lévi-Strauss.

Partiendo de Propp y de la sintaxis estructural de Tesnière, Greimas introduce el concepto teórico y operatorio de actante. El actante se objetiva en el discurso por una serie de entidades susceptibles de individualización, los actores. Actante y actor son, pues, conceptos correlativos: el actante es una unidad del plano semiótico-narrativo que se concretará en el discurso narrativo por el actor o actores. Recuerda Mª Carmen Bobes que los personajes son los actantes revestidos de unos caracteres físicos, psíquicos y sociales que los individualizan. Los rasgos psicológicos, las conductas sociales, el aspecto físico y las cualidades morales de los personajes son concreción en cada relato de los sujetos funcionales (actantes) exigidos por las funciones.

C. Brémond, partiendo también de Propp, entiende el concepto de función como la unidad básica o el “átono narrativo”, la unidad mínima del relato. Son estas secuencias elementales las que constituyen los verdaderos hilos de la urdimbre de la historia. Por la combinación de secuencias elementales se construyen secuencias complejas, cuyas configuraciones típicas son el encadenamiento (es el esquema típico de la novela picaresca, en la que esta configuración se usa para el relato de las diferentes aventuras del protagonista), el encaje (una o varias secuencias surgen incrustadas en el interior de otra que las engloba) y la alternancia (dos historias se cuentan entrelazadas). Con el tiempo, Brémond se replanteará el concepto de secuencia, que ahora es el resultado de la combinación de tres funciones que corresponden a las tres fases del desarrollo de cualquier proceso: virtualidad, actualización y acabamiento.

T. Todorov aporta dos conceptos clave para la teoría del relato: historia y discurso. Según esta distinción, en cualquier relato se pueden diferenciar dos planos: la historia (acontecimientos vividos por un personaje) y discurso (el relato que hace un narrador de esos acontecimientos). Los relatos considerados como historias estarían constituidos por “microrrelatos” que, a su vez, se compondrían de acciones estructuradas en forma triádica, de acuerdo con una cierta lógica; por ejemplo, aparición de un proyecto, al que seguiría un obstáculo, que provocaría una resistencia o una huida. En relación con la cuestión de los personajes, Todorov, como Greimas, considera que “se definen enteramente por sus relaciones con otros personajes”, y estas relaciones pueden reducirse a tres: deseo (que se realiza en el amor), confidencia (en el secreto) y participación (en la ayuda). Cada uno de estos predicados tendría su predicado opuesto: amor-odio; confidencia-revelación del secreto; ayuda-oposición. Considerado como discurso, se plantean tres cuestiones respecto al relato: el tiempo, los aspectos o punto de vista y los modos del relato.

B. UNA SÍNTESIS DE LA NARRATOLOGÍA

Debemos a G. Genette una de las teorías más sólidas sobre el relato, pues recoge de forma ecléctica una serie de aportaciones anteriores que le permiten formular una síntesis muy coherente de los aspectos fundamentales de la narratología, en estrecha relación, según veremos, con las categorías gramaticales del verbo. Partiendo de los conceptos de este autor, y con las importantísimas aportaciones de Todorov y de otros teóricos de la narración, podemos elaborar un compendio que recoja, en definitiva, los elementos de la narratología mejor estudiados hasta el momento y que más operativos han resultado en el análisis de obras literarias concretas.

La Narratología ha desarrollados dos líneas de investigación: la de la historia y la del discurso. La Narratología de la historia se preocupa de los motivos nucleares y las figuras de contenido. La Narratología del discurso se preocupa de la ordenación de los hechos.

       
 

Narratología del discurso

Alguien

Narrador

cuenta

Focalización

Modo

Voz

Tiempo

a alguien

Receptor

 

Narratología de la historia

historia

Sucesos

Personajes

Espacio

 

una una

una

una

v Elementos constitutivos del relato

Distingue Genette tres elementos constitutivos del relato:

a) La historia: la serie de acontecimientos que constituye el contenido de un relato o secuencia de acontecimientos presentados en orden cronológico en que ocurrieron. En otras palabras, es la invención o ficción que finge la imitación de la realidad, el contenido narrativo que, en tanto que “real”, tiene una estructura, un orden casual-cronológico preciso, que rara vez se respeta en el relato.

b) El relato: es el “enunciado” verbal, el “discurso” o “texto” en el que se expresa dicha historia. El relato convierte la historia en trama o secuencia de acontecimientos no tal como sucedieron sino como los ordena artísticamente el escritor al narrarlos.

c) La narración: es el acto de narrar o de producir el texto, y “por extensión, el conjunto de la situación real o ficticia en la que se sitúa”.

v Autor, narrador y narratario

Debe distinguirse inequívocamente el concepto de narrador del de autor, frecuentemente confundidos pero dotados de diferente estatuto ontológico y funcional. El autor corresponde a una entidad real y empírica; el narrador debe ser entendido fundamentalmente como un autor textual, una entidad ficticia a la que, en el escenario de la ficción, la cabe la tarea de enunciar el discurso, como protagonista de la comunidad narrativa.

En cualquier caso, aun reconociendo la especificidad ontológica del narrador, es necesario recordar que es, de hecho, una invención del autor, y que, por eso, puede proyectar sobre él ciertas actitudes ideológicas, éticas, culturales, etc., lo que no significa que lo haga de forma directa y lineal, sino a través de estrategias propias de la representación artística de estas actitudes.

Según Genette, al narrador le competen las siguientes funciones básicas:

1) Narrativa: el hecho de contar la historia

2) Organizativa: la articulación interna del relato

3) Comunicativa: el diálogo que el narrador puede mantener con el narratario presente, ausente (el caso de la novela epistolar) o virtual (lector supuesto).

4) Testimonial: se produce cuando el narrador sugiere cuáles son las fuentes de información las que parte, la posible fiabilidad de sus recuerdos, etc.

5) Ideológica: se plasma en las intervenciones o comentarios explicativos o justificativos del narrador sobre el desarrollo de la acción.

Como recuerda Pozuelo Yvancos, “los problemas discursivos que suscitan la narración y el narrador han sido ordenados por Todorov y Genette en torno a cuatro grandes categorías:

a) El aspecto, focalización manera en que la historia es percibida por el narrador.

b) La voz o registro verbal de la enunciación de la historia.

c) El modo o tipo de discurso utilizado por el narrador para hacernos conocer la historia.

d) El tiempo o relaciones entre el tiempo de la historia y el tiempo del discurso o narración.

Según Genette, el narratario es el personaje al que el narrador de una historia de ficción destina su relato. Este personaje, denominado narratario intradiegético, es aludido directamente por el narrador y se encuentra integrado en el texto. El narratario extradiegético se identificaría con el llamado “lector virtual” supuesto por el autor. De este tipo es, generalmente, la relación comunicativa que se establece en la narración realista.

Según G. Prince, el narratario “constituye un nexo entre el narrador y el lector, ayuda a preciar el marco de la narración, sirve para caracterizar al narrador, pone de relieve determinados temas, hace progresar la intriga, se convierte en portavoz de la moral de la obra”.

v La focalización o punto de vista:

Es el ángulo de observación, la posición o perspectiva desde la que se hace la narración: el tono afectivo, el alejamiento o extrañamiento respecto a la realidad narrada, el grado de conocimiento de los hechos… suponen una implicación distinta del narrador en el texto. Es lo que Genette denomina focalización, y distingue tres grados:

· Focalización cero o por detrás de los personajes (Aznar, Quintana): la mirada del narrador domina la historia y los personajes, sus conocimientos son ilimitados; conoce los pensamientos de los personajes, anticipa los hechos, puede opinar y dirigirse al lector…

· Focalización interna o con los personajes: la realidad es presentada al lector a través de la mirada de los personajes. La focalización puede ser fija (un personaje narra), variable (varios personajes narran) o múltiple (como en las novelas epistolares). Donde se alcanza plenamente esta perspectiva es en el monólogo interior.

· Focalización externa: se trata de un narrador extradiegético, externo a la historia; su mirada se limita a registrar la realidad y el comportamiento de los personajes sin realizar ninguna interpretación. La comprensión de la realidad descrita es fragmentada, porque el narrador dice menos de lo que saben los personajes.

v La voz narrativa:

El problema de la voz narrativa es que no existe simetría entre voz y persona gramatical. Ducrot en su Teoría polifónica de la enunciación diferencia dos voces del discurso: la del locutor o responsable del discurso, y la de los enunciadores, voces que resuenan en la enunciación sin ser responsables del enunciado.

Genette distingue varios tipos de narrador:

· N. autodiegético (autobiografía): narrador interno personaje que refiere las historias de su vida.

· N. heterodiegético: narrador externo que no pertenece a la historia que se narra.

· N. homodiegético: pertenece a la historia como personaje secundario u observador.

· Paranarrador: es un narrador secundario que aparece en los relatos hipodiegéticos. P.ej: en El Conde Lucanor, Patronio es un paranarrador.

RELACIÓN TIEMPO – VOZ NARRATIVA: la primera muestra de la perspectiva del narrador es el punto de vista temporal. Podemos resumir en 4 las posibilidades de relación tiempo-voz:

· Narración posterior: tiempo pasado con respecto a la voz. Es la forma clásica y común.

· Narración anterior: narra lo que va a suceder en un futuro: propia de oráculos, relatos oníricos..

· Narración simultánea: relato en presente simultáneo con la acción: diario autobiográfico, etc.

· Narración intercalada: la historia y la narración se mezclan: aparece en los relatos epistolares.

VOZ Y NIVELES NARRATIVOS: dentro de un relato pueden darse cambios de narración, que crean niveles de inserción de unas narraciones en otras. Genette distingue tres niveles:

· Nivel extradiegético: nivel más alto ya que se trata del relato que comienza con el acto productor del mismo.

· Nivel intradiegético: comprende un relato externo a la narración extradiegética.

· Nivel hipodiegético: relato que depende del acto narrativo que le da origen.

v Actor fijo. Personajes:

El hecho de que haya por lo menos un actor estable a lo largo de la secuencia narrativa favorece la necesaria unidad de acción. Por otra parte, el actor estable o personaje se tiene que transformar a lo largo de la secuencia.

Según los estudios realizados los múltiples personajes narrativos responden a un nº reducido de funciones, basándose en esta idea Greimas formula su tipología actancial que comprende 6 actantes básicos, articulados en las siguientes parejas:

· Sujeto / objeto: el sujeto es la fuerza fundamental generadora de la acción y el objeto es aquello que el sujeto pretende o desea alcanzar.

· Destinador / destinatario: el destinador es la instancia que promueve la acción del sujeto y el destinatario la entidad en beneficio de la cual actúa.

· Adyuvante / oponente: el adyuvante es el papel ocupado por todos los personajes que ayudan al sujeto, por el contrario el oponente lo constituyen todos los que tienen una actitud opuesta.

Otra tipología tradicional el la que distingue entre personajes principales y secundarios según su importancia en el desarrollo de la acción. El protagonista es el personaje principal y el antagonista es un personaje o varios que están en conflicto con el protagonista y se oponen a él.

v Acontecimientos: proceso orientado y complicado:

Toda narración incluye una sucesión de acontecimientos caracterizados por su orientación hacia un final y su complicación o problematización, ya que para que exista narración tiene la previsible sucesión de acontecimientos tiene que ser alterada por algún hecho inesperado.

R. Barthes se plantea el problema de la jerarquización distinguiendo así entre funciones nucleares, los motivos más importantes y las funciones de catálisis, motivos que aparecen en el relato de los que se puede prescindir.

v Marco, espacio narrativo:

El espacio o lugar narrativo hace referencia a los escenarios en los que ocurre la acción y connota múltiples significados. Puede ser natural, artificial y conceptual o imaginativo.

· Un espacio es natural cuando la acción transcurre en exteriores. Las características de estos ambientes pueden desempeñar un papel importante con respecto a la trama, los personajes o el desarrollo de la acción, por ejemplo el locus terribilis (siniestro), el locus amoenus (idílico)…

· Un lugar es artificial si ocurre en el interior de un edificio, según sus características podremos obtener una serie de datos sobre la clase social de los personajes.

· El espacio imaginativo no corresponde con los rasgos del espacio real, sólo existe en la mente o presenta un significado simbólico.

La ambientación es el proceso por el que se pretende que los acontecimientos se desarrollen en un espacio verosímil, tanto si se quiere dar una sensación de realismo como de fantasía.

v Tiempo narrativo:

El punto de partida para el estudio del tiempo es la falta de correspondencia entre el tiempo de la historia y el tiempo del discurso. La relación entre ambos se puede medir en tres ejes:

1. RELACIÓNES EN EL ORDEN TEMPORAL: el texto narrativo puede presentar numerosas discordancias entre el orden de sucesión en la historia y en el discurso. Esta discordancia viene dada por la propia linealidad del lenguaje que establece un orden sucesivo para narrar hechos simultáneos. La narración puede presentar los hechos de distintas maneras, produciéndose los siguientes fenómenos:

· Analepsis: explica los hechos retrospectivamente, partiendo del presente hacia el pasado.

· Prolepsis: narra los hechos de un modo prospectivo, parte del presente hacia el futuro y avanza sucesos que aún no han ocurrido.

En un mismo texto narrativo podemos encontrar saltos hacia delante y hacia atrás.

2. RELACIONES DE DURACIÓN: no existe isocronía entre el ritmo de los hechos en la historia y en el discurso. Podemos encontrar cuatro tipos de discordancia:

· Elipsis: se sobreentienden algunos elementos de la historia y se eliminan en el discurso. Puede ser determinada (se marca la duración del tiempo omitido: dos meses después) o indeterminada (no se concreta el tiempo omitido: algunos meses más tarde)

· Sumario: condensa los hechos, sintetiza un periodo de tiempo por economía narrativa.

· Digresión narrativa: se retarda la acción al introducir una reflexión o un fragmento valorativo

· Pausa: También se relentiza el ritmo mediante una descripción o pormenorizando algún aspecto, de modo que el tiempo del discurso tiene mayor duración que el de la historia.

  1. RELACIONES DE FRECUENCIA: existen cuatro esquemas temporales:

· Relato singulativo: se cuenta una vez lo que ha pasado una vez

· Relato anafórico: cuenta varias veces lo que ha sucedido varias veces.

· Relato repetitivo: narra varias veces lo que ha sucedido una vez.

· Silepsis: narra una vez algo que ha ocurrido varias veces.

v Modalidad narrativa y discurso referido:

Además del discurso del narrador o enunciador principal, éste puede reproducir el discurso de otros personajes dentro del texto narrativo. Esta reproducción puede ser transmitida con mayor o menor detalle. Según Mc. Hale existen 7 tipos de reproducción:

· Sumario diegético: el narrador menciona que ha habido un acto de habla pero no especifica las palabras del personaje: María habló durante una hora.

· Sumario menos puramente diegético: el narrador informa de que se ha producido un discurso y del tema tratado: María comentó la posibilidad de ir de excursión al campo.

· Discurso indirecto de reproducción puramente conceptual: reproduce lo dicho por el personaje. pero considerando sólo su aspecto conceptual: Mª comentó que podían organizar una excursión.

· Discurso indirecto parcialmente mimético: Se pretende reflejar algunos aspectos de la formulación verbal concreta: María comentó a sus alumnos que estaba dispuesta a acompañarlos si preparaban una excursión al campo.

· Discurso indirecto libre: forma intermedia, contaminación entre el discurso del narrador y el del personaje.

· Discurso directo: reproducción exacta de las palabras de otro. Para ello se introduce un verbo dicendi y se respetan las personas, tiempos verbales y deícticos.

· Discurso directo libre: variante del anterior, se suprime el verbo dicendi y se producen las traslaciones de personas, tiempos verbales y deícticos.

2. TIPOLOGÍA DE LOS GÉNEROS NARRATIVOS

Dos son las formas básicas de este grupo genérico: la epopeya y la novela, considerada ésta como la epopeya de los tiempos modernos. El punto de unión entre ambas es el hecho de ser narraciones de algún acontecimiento con un propósito de acabar una serie total de sucesos. Por otra parte, ambas manifestaciones suelen ser consideradas las formulas complejas, frente a las formas simples como el cuento.

A pesar de que son dos las grandes manifestaciones de la narrativa, hay una gran diversidad de subgéneros épicos-narrativos:

· Subgéneros puramente épicos en verso, poesía épica.

· Subgéneros épicos en verso que, sin el carácter de epopeya, acentúan la narratividad del discurso: los romans medievales franceses y formas similares como nuestros propios romances nacidos al calor de la épica.

· Ficciones que provienen de este mundo épico, en cuanto a su contenido, pero que eligen el cauce formal de la prosa, lo que los ingleses llaman romances.

· Formas narrativas breves de muy diversa condición durante la Edad Media: novela corta o cuento.

· La novela como hoy la conocemos, con sus diversas modalidades formales y temáticas.

El estudio genérico debe abordarse desde la doble perspectiva diacrónica y sincrónica.

3. TIPOLOGÍA DE LOS GÉNEROS NARRATIVOS

A. LA EPOPEYA.

· Antigüedad greco-latina. En la Poética Aristóteles siente sólidas bases sobre la preceptiva literaria, hasta tal punto que su magisterio se ramifica por todas las épocas históricas. Para él la epopeya imita las acciones de la gente noble, pero con un “ritmo único”, a diferencia de la tragedia, cuyo trasfondo temático es idéntico, y dentro de una narración de larga extensión. A partir de él se empiezan a definir los caracteres inmutables del genero: mimesis de acciones, personajes de condición noble o heroica, ritmo narrativo único, uso monocorde del mismo verso o de una misma serie estrofita a través de largas tiradas, en la epopeya se manifiesta el sentir de todo un pueblo, es una forma compleja que se caracteriza por su pretensión totalizadora de abarcar multitud de experiencias en la vida del hombre y de la colectividad a la que pertenece.

· Edad Media. En la Edad Media el espíritu feudal y caballeresco, insuflado por los primeros sentimientos nacionalistas hizo florecer la epopeya medieval, genero de extraordinaria fecundidad en las nuevas configuraciones territoriales que estaban despuntando. El poema épico o cantar de gesta relata las hazañas de un personaje individual, de un héroe, que es depositario de todos los valores deseables de la sociedad a la que representa.

· El Renacimiento y postrimerías. En el Renacimiento se prolonga la tradición de la epopeya, sin embargo, la epopeya renacentista es absolutamente divergente de la épica medieval, dado que las motivaciones socioculturales que animan el espíritu heroico del medioevo han desaparecido. Ahora el género lo cultivan autores cultos con conciencia de autor, que elaboran largos poemas narrativos y heroicos.

El tránsito desde el poema épico a la narrativa moderna, en la que la novela es la forma nuclear, se gesta con ayuda de la tradición oral, que permitió la difusión a través de los tiempos de mitos, leyendas e historias tradicionales. Según García Berrio, de la síntesis épica surgieron dos tipos antitéticos de narrativa: el empírico –con voluntad de permanecer fiel a la realidad- y el fantástico –con voluntad de hacerlo respecto del plano ideal-. Dentro del grupo épico narrativo la novela es la forma más perfecta de fundir ambos impulsos, empíricos y fantástico, y se debe a Cervantes el mérito de haber logrado esa fusión. Gracias a la oralidad se conservan y desarrollan subgéneros tales como el mito, la adivinanza, la saga y la leyenda.

B. EL CUENTO

Podríamos definir el cuento como la narración de un suceso notable o insólito (aparentemente sencillo pero que puede revelar importantes valores existenciales), a menudo con final abierto, desarrollado en un solo espacio y tiempo cuyas características más destacadas son su tendencia a la condensación y a la síntesis, la escasez de personajes, la acusada presencia de la simbolización y la potenciación del lenguaje como consecuencia de la brevedad.

Se distinguen dos series de cuentos: el cuento folclórico (surgido al calor de la tradición oral y estudiado en su morfología lineal por Vladimir Propp) y el cuento literario (de carácter más sofisticadas y que según Anderson Imbert se trata de “una narración breve en prosa que, por mucho que se apoye en un suceder real, revela siempre la imaginación de un narrador individual”, la concisión temática y la intensidad expresiva lo distinguen de la novela).

C. LA NOVELA

v El concepto de novela

La palabra “novela” no es la única que emplean las lenguas de Occidente para referirse a este género narrativo extenso. En francés, italiano y alemán el nombre que se emplea deriva de la etimología de “romance”. Desde el principio del siglo XIII significa narración en verso o prosa y a finales de esta época ya exclusivamente narración en prosa. En España –y eso origina algunos problemas terminológicos en relación con algunas variedades del género que estamos tratando- la voz “romance” se usa para narraciones breves en verso.

La novela, como el cuento y la epopeya, es un género narrativo de amplia proyección cultural, producto de su popularidad y de la atención que le han dedicado sus cultivadores, que a partir del siglo XVIII se convierte en el más importante de los géneros literarios modernos.

La novela se revela como un género flexible, amplio y sintético dotado de estas cualidades:

– Válido para el tratamiento de todos los asuntos, formas y tonos.

– Capaz de lograr una representación fidelísima y completa de la vida humana.

– Reúne las cualidades del resto de los géneros literarios.

– Caben en ella las más elevadas y trascendentales concepciones filosóficas y morales, el reflejo histórico, el análisis psicológico.

– Identifica las pulsiones vitales de la época histórica en la que nace.

Esta lista es susceptible de ampliarse hasta el infinito, del mismo modo que cabe someterla a discusión. Porque de todas las características de este género, una de las más sobresalientes en su resistencia a ser definido.

Ante esta dificultad muchas veces se ha optado por centrar la especificidad del género en un solo rasgo, a veces formal y otras temático, y en otras ocasiones referido a una categoría sintáctica o pragmática. No obstante, señala Mª Carmen Bobes, “ a pesar de las divergencias que presentan sus variantes concreta en los textos, podemos señalar, más para describir que para definir, algunas categorías que se encuentran en todas las novelas. Por de pronto, todas, si exceptuamos algunas formas medievales de dudosa identidad novelesca (Libro de Apolunio, Libro de Alexandre) tienen un discurso en prosa, caracterizado por una polifonía y todas cuentan con un narrador que organiza la historia en un argumento y organiza también las voces del discurso, a la vez que sirve de centro de todas las relaciones y referencias textuales”. A esto, añade elementos fundamentales como los personajes, las acciones y situaciones humanas y las categorías de espacio y tiempo, cuyo tratamiento difiere respecto a otros géneros afines.

Partiendo, pues, de estas premisas, Bobes concreta su definición en estas palabras: “La novela es un relato de cierta extensión que, tomando como centro de referencias la figura fingida de un narrador, presenta acciones, personajes, tiempos y espacios, convirtiendo a alguna de estas categorías en la “dominante” en torno a la cual se organizan las relaciones de los demás en un esquema cerrado o abierto; o simplemente se superponen sin más relación que la espacial del texto. El narrador es el centro para señalar las distancias, las voces, los modos y los aspectos en la presentación de todas las unidades y categorías narrativas, siguiendo un esquema de relaciones o negándolo”.

Francisco Ayala sostiene que la novela es un género que aparece en un determinado momento de la historia obedeciendo a unas circunstancias culturales y sociales que surgen precisamente cuando se quiebra la seguridad que el hombre encontraba en la fe y busca explicaciones usando solamente la razón, es decir, cuando el hombre quiere alcanzar con sus propios medios las respuestas a los problemas planteados sobre su ser, su destino, las razones de su vida, su conducta, de la convivencia con otros hombres, etc., todo ello sin acudir a un plano trascendental o teológico de la existencia.

Foster considera la novela como un género que cumple una finalidad social: la de tranquilizar a los lectores, ofreciéndoles historias cerradas de personajes cuya conducta queda explicada en sus motivaciones y en sus consecuencias.

Cumple también el género, indudablemente, una función hedonista: “el lector busca placer en las novelas que presentan un mundo concorde con sus capacidades y experiencias sentimentales, vivenciales, emocionales, etc., ya que los procesos de reconocimiento producen satisfacción en el lector, dice Mª Carmen Bobes.

v Orígenes y desarrollo del género novelístico

Los orígenes de la novela son un tema debatido por la crítica. Para Vargas Llosa ve el punto de arranque de la novelística occidental en los libros de caballerías. Sin embargo hay también muchos críticos que se sitúan en unas coordenadas históricas más lejanas.

Carlos García Gual ve el germen de la novel en la Antigüedad. En su opinión, en estas novelas están ya diseñados los componentes básicos del género (espacio, tiempo, personajes, ambientes, diálogos, etc.) y en sus autores tienen conciencia clara de los cometidos del mismo.

La narrativa medieval ofrece, junto a relatos de novela corta como los del Decamerón de Bocaccio, nuevos modelos de narración extensa, como la novela caballeresca (Amadís, Tirant lo Blanc, etc.), la sentimental (Cárcel de amor, de Diego de San Pedro o Siervo libre de amor, de J. Rodríguez del Padrón).

En el siglo de Oro, aparte de la novela de caballerías y la sentimental, surge la novela pastoril (la Arcadia, de Sannazaro, y en España, la Diana de Montemayor). La novela morisca sólo se desarrolla en España. La obra más notable de esta modalidad es la Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa. El nacimiento del género picaresco con el Lazarillo de Tormes representa un hito fundamental en el camino de la novela moderna.

Al margen del hito de la picaresca, los orígenes de la novela moderna pueden ser tan discutibles como se quiera, hasta llegar al momento en que todas las teorías confluyen en 1605, año de la publicación de la primera parte de El ingenioso hidalgo don quijote de la Mancha. Cervantes comprendió que había legado la hora de cerrar un ciclo, el de las mitificaciones del pasado caballeresco que nada tenían ya que ver con el presente. De suerte que entre sus aciertos está el hecho de haber comprendido que la novela de debe a la sociedad en la que se gesta; por tanto, es importante la empatía de la cosmovisión narrativa y la de la realidad. Por ello, su novela ha sido considerada como el prototipo de novela realista, por el anclaje en su coordenada histórica.

Como recuerda García Berrio, en las reflexiones que se dan en torno a la narrativa durante el siglo XVIII, se mantiene la diferencia entre romance (ficción fantástica) y novela (ficción de ambiente cotidiano y realista).

Según estudia este autor, en el proceso de formación de la novela moderna, el Romanticismo significa un cierto parón, ya que el género rey fue el drama y en él concentraron todos sus esfuerzos. Más suerte tuvo la épica, ya que en este período se avivan los géneros arqueológicos, de modo que si alguna continuidad tiene la novela lo hace en la modalidad de la histórica. Su principal divulgador fue Walter Scout y fue cultivada en España por Larra (El doncel de don Enrique el Doliente), Espronceda (Sancho Saldaña) y Enrique Gil Carrasco (El señor de Bembibre).

La narrativa mundial, en este devenir histórico hacia su plenitud llega a alcanzarla en el siglo XIX, donde la sociedad, ávida de fabulaciones, reclama una ingente producción novelística, que alcanza cotas insospechadas tal y como demuestra el nacimiento del folletón y de las novelas por entregas, literaturas marginadas, con poco débitos hacia la preocupación estética o estructural pero con un éxito de masas sin precedente.

Pero en el siglo XIX no fue sólo el escenario de este fenómeno de masa, también fue el momento de la novela realista y naturalista. Recordemos los nombres de G. Flaubert, E. Zola, Galdós, Clarín, Dickens, Tolstoi, F. Dostoveski.

Ya en el siglo XX se desarrolla una profunda transformación en las técnicas narrativas, sobre todo en lo que se refiere al tratamiento de la secuencia temporal, la ruptura del orden interno de la historia, los análisis de los distintos estados de la conciencia y del inconsciente, el entrecruzamiento de diversos niveles del lenguaje, el empleo de técnicas procedentes del cine (yuxtaposiciones, acumulación, narración en paralelo, flash-back, etc.). Los grandes propulsores de estas decisivas transformaciones han sido J. Joyce, F. Kafka, V. Wolf, J. Cortázar, etc.

v Subgéneros novelísticos

Ø Novelas o libros de caballerías. El origen de este tipo de narrativa es la novela cortesana francesa, el roman courtois, un tipo de relato surgido en Francia en el siglo XII que narra las leyendas del “ciclo artúrico”, pero también las leyendas clásicas y los temas orientales.

Antecedentes de las novelas de caballerías españolas son La gran conquista de Ultramar y el Libro del caballero Zifar.

El Amadís pone las bases fundamentales de las estructuras y las técnicas narrativas de las novelas de caballerías posteriores: desarrollo simétrico de aventuras, creación de suspense por el procedimiento de retrasar el cumplimiento de los deseos del héroe mediante la inserción de aventuras; narrador omnisciente, aunque se introduce también el punto de vista de algunos personajes cuando se encargan de narrar ciertos episodios; y, especialmente, la configuración del protagonista como héroe de la caballería andante. El Amadís de Gaula fue el inicio de una ola de libros de caballerías, de la que los testimonios cervantinos son sólo una muestra.

Ø Novela o romance sentimental. Se trata de un relato, breve, cuyo asunto son los amores desgraciados la mayoría de las veces, de una pareja de amantes. El modelo lo proporcionaría Boccaccio con su Elegía di Madonna Fiammetta.

El desarrollo de la novela sentimental comienza con Siervo libre de amor, de Rodríguez del Padrón, pero es la obra de Diego de San Pedro el mejor ejemplo del género. Después de su aparición en 1492, el género conoció un gran florecimiento con novelas que poco a poco se fueron alejando del modelo original mediante la introducción de elementos de otros géneros.

Ø Novela o romance pastoril. El género bucólico o pastoril es una manifestación literaria del Renacimiento y representaba una más de las resurrecciones renacentistas de la Antigüedad clásica, que había creado el género.

En los primeros años del siglo XVI el italiano Sannazaro publicó la más famosa novela pastoril del Renacimiento, La Arcadia, que amplía y fija el género definitivamente en todos sus rasgos esenciales, y que fue el modelo más estrecho y próximo para la Diana de Montemayor. Los pastores, que son sus protagonistas, no están pintados de forma realista, sino que son cultos y delicados seres idealizados, como en Virgilio y Garcilaso, entregados a devanar sus cuitas de amor, generalmente frustrados o no correspondido.

Ø Novela morisca. Creaciones literarias escritas bien en verso (el romance morisco) o en prosa (la novela morisca) que se producen en España entre los siglos XV y XVII y que se centran en la figura del moro. Su expresión más conseguida se produce en el relato de El Abencerraje y la hermosa Jarifa, y la interpolada en el capítulo cuarto de la Diana de Montemayor. Los autores (Montemayor y Mateo Alemán), judíos conversos, que exaltan al moro en su ejercicio de conciliación de las diferencias religiosas. Aunque, a la larga, no consiguen hacer llegar su mensaje a la mayoría de cristianos viejos, es cierto que la novela tuvo mucho éxito y fue conocida por todas las capas sociales de su tiempo.

Ø Novela o romance bizantino (o griego). Nos referimos a un tipo de relato que surgió en la literatura griega. El argumento y estructura de estas narraciones se atienen a un esquema común: Dos jóvenes enamorados que desean casarse encuentran innumerables obstáculos para llegar a conseguir su objetivo.

Para la constitución del género de la novela bizantina de aventuras es fundamental el renovado conocimiento que de la novela de Heliodoro se tuvo en la época del Humanismo y el Renacimiento. Las etiópicas (hacia el siglo III d.C) es la más extensa de las novelas griegas. Shakespeare, Montaigne, Lope de Vega o Cervantes son algunos de los numerosos escritores que, con elogios y referencias a la obra de Heliodoro, nos muestran el prestigio que el escritor griego y su obra llegaron a alcanzar en esta época.

Algunas de las obras más significativas de este género en la literatura española son la Selva de aventuras (1565), de Jerónimo de Contreras; El peregrino en su patria (1604), de Lope de Vega; Los trabajos de Persiles y Segismundo (1617), de Miguel de Cervantes.

Ø Novela cortesana. Sin duda el lugar más destacado entre los autores de relatos en este siglo lo ocupa María de Zayas y Sotomayor con obras como Novelas ejemplares y amorosas (1637) y Desengaños amorosos (1647).

Entre las distintas novelas de María de Zayas existen semejanzas argumentales debidas fundamentalmente a que todas tratan aventuras y hechos amorosos, pero lo que verdaderamente dota de unidad a todas esas novelas es la personalidad emotiva de la autora, que escribe como si verdaderamente las novelas fueran habladas, huyendo del excesivo artificio y conocimiento del lenguaje y las técnicas del género.

Ø Novela picaresca. En la novela picaresca, un tipo de pocos escrúpulos cuenta la historia de sus experiencias en el mundo actual, que comprende por lo general una serie de viajes de un lugar a otro y a través de un amplio horizonte social.

De 1554 son las primeras ediciones que conservamos del libro que inaugura un nuevo género, La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades.

Las características que encontramos en la narrativa picaresca del siglo XVII alejan al parecer tanto a estas novelas de su primera creación en tal género, el Lazarillo, que a veces se duda, de que esta obra sea auténticamente picaresca y por tanto deba ser considerada como la que abre el desarrollo del género en España. Nos referimos a características como:

– La deformación caricaturesca.

– La conciencia que el pícaro tiene de su existencia como tal tipo social.

– El naturalismo como recurso de la narración.

– El pesimismo abrumador.

– La sátira social sistemática.

– Las largas reflexiones morales.

Todas las características apuntadas hacen distar mucho el desenfado del Lazarilo de la picaresca del XVII (El Buscón de Quevedo y el Guzmán de Alemán). Aunque lo que ocurre realmente es que todas esas características existían como gérmenes ya en nuestra obra anónima y fructificarían en la picaresca del siglo siguiente, que los exageraría y retorcería.

Ø Novela de aprendizaje (o Bildungsroman). Se trata de un tipo de relato cuyo protagonista va desarrollando, a lo largo de la narración, su personalidad en la etapa que va desde la adolescencia y juventud hasta la madurez. A través de las más diversas experiencias, la vida resulta ser su escuela de aprendizaje.

Un concepto fundamental en estas novelas es el del viaje, en su sentido geográfico, como vía de conocimiento del mundo exterior o, usado en un sentido simbólico, como un buceo en el interior del hombre. Novelas que hemos adscrito a otro grupo, como el Lazarillo de Tormes, responden también a estas características. Pero las obras más representativas de esta modalidad son Wilhen Meister, de Goethe; el Émile, de Rousseau; La educación sentimental, de Flauvert; el David Copperfield de Dickens o Los Thibault, de Martin du Gard. En la literatura española podemos destacar Pedro Sánchez, de José María Pereda; Amor y pedagogía, de Miguel de Unamuno; Carmino de perfección y El árbol de la ciencia, de Pío Baroja o Luna de miel, luna de hiel, de Ramón Pérez de Ayala.

Ø Novela histórica. La novela histórica es un subgénero de la novela que surge en Europa durante el Romanticismo y cuyo argumento se centra en un episodio histórico, frecuentemente medieval. Una de las causas del éxito de este género se halla en el auge alcanzado por la erudición en el siglo XIX, que fomentó el interés por la historia entre los escritores y el público lector. La evocación de épocas e historias del pasado muestren también el descontento ante la vida contemporánea y constituye una forma de evasión de la realidad presente.

El escritor más representativo de esta modalidad narrativa es W. Scout. En la literatura francesa contiene elementos históricos la obra de V. Hugo (Nuestra Señora de París), A. Dumas (Los tres mosqueteros) o Stendhal (El rojo y el negro).

Enrique Gil y Carrasco fue uno de los creadores de la novela histórica española con su obra El señor de Bembibre. Mariano José Larra también escribió El doncel de don Enrique el Doliente acogiéndose a la moda de la novela histórica. Suele considerarse como pionera la novela Ramiro, conde de Lucena, de Rafael Húmara.

La novela histórica española llega hasta la etapa del Realismo, época en la que Benito Galdós escribió sus Episodios Nacionales.

La novela histórica ha sido uno de los géneros más frecuentados en los últimos veinticinco años de la narrativa española y se ha visto avalada por autores ya consagrados. Recordemos títulos como Crónica del rey pasmado (1979), de Gonzalo Torrente Ballester; Extramuros (1978), de Jesús Fernández Santos o La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza. Uno de los temas más importantes de la novela histórica española en nuestros días es el de la guerra civil, sobre la que han escrito incluso los novelistas más jóvenes. Testimonio de este renovado interés por el tema es Beatus ille (1986), de Antonio Muñoz Molina.

Ø Novela de folletín y novela por entregas. El término folletín designa una forma de edición seriada de novelas (también de artículos y ensayos) que nació en el siglo XIX.

La narrativa folletinesca presenta dos formas de edición y distribución: la primera es propiamente la novel de folletín, que consiste en la publicación fragmentada de una novela, que como sección fija, aparecía por lo general en la parte inferior de la primera página de algunos periódicos. La segunda es la llamada novela por entregas, que consistía en la distribución por fragmentos de una obra acabada o en proceso de redacción, de acuerdo con una periodicidad mensual, bimensual o semanal.

Esta literatura presenta un repertorio de temas, estructura narrativa, trama argumental, configuración y trayectoria de los personajes, mundo de valores, etc., que responde a un esquema muy convencional, que tiene en cuenta las expectativas de un público diversificado, aunque predominan las capas populares. Son generalmente relatos melodramáticos en los que se narra la historia de unas heroínas bondadosas que pasan por una serie de vicisitudes vitales y desdichas de todo tipo, víctimas de unos personajes “malvados” de los que finalmente se liberan gracias a la aparición del “bueno”. Se desarrolla especialmente entre 1845 y 1868, destacando escritores como M. Fernández y González, R. Ortega y Frías, E. Pérez Escrich. Etc.

Ø Novela realista. La estética realista se desarrolla con características peculiares en cada país. En España asumen esta estética los novelistas integrantes de la generación de 1868: J. Mª Pereda, B. Pérez Galdós, J. Valera, E. Pardo Bazán, Clarín, A. Palacio Valdés y P.A. de Alarcón.

Según Estébez Calderón, las características fundamentales de esta estética son:

a) La verosimilitud.

b) La mimesis de la realidad.

c) La descripción de los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, las almas, las fisonomías, el lenguaje, etc.

d) Un conocimiento profundo de los móviles de conducta de los personajes y de su interior; de ahí la presencia del narrador omnisciente.

e) El compromiso del autor, que se manifiesta en su intromisión en la novela emitiendo opiniones o tomando partido.

f) Imbricación de historia y ficción.

g) Sabor local, naturalidad de la expresión y lucha contra el convencionalismo y la falsa retórica.

Ø Novela naturalista. El naturalismo es un movimiento literario surgido en Francia en la segunda mitad del siglo XIX. Su máximo representante es Émile Zola. El escritor francés parte de la hipótesis de que los personajes novelescos han de ser producto y reflejo de la observación y documentación de la realidad social y que pueden ser sometidos, a lo largo del relato, a un proceso de experimentación, teniendo en cuenta los condicionamientos de la herencia y del medio.

No se puede establecer una separación radical entre Realismo y Naturalismo, por lo que es frecuente la existencia de autores con obras adscritas a una u otra tendencia. En España, el Naturalismo provoca una agria polémica entre los que están a favor de la nueva estética (Clarín, Pardo Bazán, Galdós) y de sus detractores (Alarcón, Núñez de Arce, Pereda, Menéndez Pelayo, Valera). En España, sólo Blanco Ibáñez seguirá siendo fiel a los postulados de Zola, del que se considera su discípulo.

Ø Novela policíaca. En este tipo de novelas se narra la historia de un crimen, cuyo autor se desconoce, y en la que, a través de un procedimiento racional, basado en la observación e indagación que llega a cabo normalmente un detective, se logra descubrir al culpable o culpables.

Con diversos antecedentes en Francia y en Inglaterra, se considera generalmente a Edgar Allan Poe el creador de la novela policíaca con Los crímenes de la calle Morgue.

En cuanto a la literatura española, de han considerado precursoras de este tipo de relatos obras como El clavo, de P. A. de Alarcón, La incógnita, de Pérez Galdós, o La gota de sangre, de E. Pardo Bazán. Durante el franquismo se publica El inocente, de Mario Lacruz y los relatos de Francisco García Pavón. En los veinticinco años de la literatura española la novela negra o la policíaca ha sido uno de los géneros novelísticos de más éxito del público. Manuel Vázquez Montalbán ha creado el personaje Pepe Carvalho, que ha alcanzado gran popularidad. Su labor detectivesca empieza con Yo maté a Kennedy (1972), y continúa con títulos como Los mares del sur (1979), La rosa de Alejandría (1984), El laberinto griego (1991), entre otros. En su nutrido grupo de novelas el componente de intriga noes tan importante como el análisis de la sociedad española en una época tan decisiva como fue la de la transición democrática, y en este sentido, pueden considerarse casi como crónicas periodísticas. Otros autores que han conseguido dotar al género de la novela policíaca de consérvale altura literaria son Juan Madrid (Días contados), Pedro Casals (Hagan juego), Andreu Martín (Barcelona Connection) y Jorge Martínez Reverte (Demasiado para Gálvez).

Ø Novela lírica. Es un tipo de relato caracterizado por la subjetividad y por el especial cuidado de la forma. Obras muy relevantes son La muerte de Venecia, de T. Mann; Las olas, de V. Wolf; y En busca del tiempo perdido, de M. Proust. En España tenemos ejemplos notables en algunas obras de Azorín, Valle-Inclán, R. Pérez de Ayala, G. Miró y F. Ayala.

Entre los rasgos técnicos y formales más significativos de este tipo de novelas figura la utilización del autobiografismo, en forma epistolar o de memorias, diarios, autorretratos, etc. En muchas ocasiones, otra característica es la visión fragmentaria de la realidad y de la vida mediante una cuidada selección de sensaciones separada y momentos significativos de esa vida en los que se intensifica el lirismo y la sensibilidad poética. En el tratamiento del tiempo prevalece la visión retrospectiva, como medio de evocación y rememoración, y la fijación estática de un momento que se vive contemplativamente.

Ø Novela galante (o erótica) y novela rosa. Se denomina novela galante a un tipo de literatura erótica que se produce en España a finales del siglo XIX en relación con ciertas derivaciones del Naturalismo y del Decadentismo y que continuará durante los primeros treinta años del siglo XX. Los autores más representativos de esta modalidad novelesca fueron E. Zamacois y F. Trigo.

Se llama novela rosa a una serie de relatos, encuadrables en la subliteratura, que se dirigen a un público, predominantemente femenino y de escasa cultura que busca en esas obras una evasión ensoñadora y una gratificación de sus deseos de felicidad cuya consecución pasa por un matrimonio ideal. Con el propósito de abarcar también a un público masculino, sus últimas derivaciones introducen una mayor dosis de sexualidad y cierta violencia contenida en las relaciones hombre-mujer. Técnicamente, estas novelas acuden a los procedimientos del folletín del siglo XIX.

4. CONCLUSIÓN

La novela predomina hoy en el mercado editorial de la literatura, y a ello contribuye sin duda su extraordinaria flexibilidad, su aspecto siempre “moderno”, su carácter proteico, que le permite adaptarse a distintos momentos y circunstancias. Pero el nacimiento de la novela, y de otros géneros narrativos, es el producto de una larguísima evolución que ha recorrido la historia de la literatura hasta desembocar en el Quijote.

El estudio del relato –narratología- es otra de las parcelas de la Poética que ha conocido un extraordinario empuje durante el siglo XX. Poseemos actualmente unos fundamentos conceptuales y unas herramientas terminológicas que han permitido a los narratólogos un análisis profundo de los mecanismos fundamentales del funcionamiento de los relatos. Al mismo tiempo, sirven para profundizar en la génesis y la evolución de los distintos subgéneros surgidos en el devenir histórico. No significa esto, sin embargo, que todos los problemas que suscita la ingente cantidad de variantes de la narración estén resueltos. La coherencia de la mayoría de las tipologías se resienten en algún punto, pero en general, los métodos de análisis actuales han propiciado la formulación de teorías que son capaces de dar respuesta a gran parte de las dificultades.

Salir de la versión móvil