Tema 60 – Los cambios corporales a lo largo de la vida. La sexualidad y la reproduccion. Anatomia y fisiologia de los aparatos reproductores. Habitos saludables y principales enfermedades.

Tema 60 – Los cambios corporales a lo largo de la vida. La sexualidad y la reproduccion. Anatomia y fisiologia de los aparatos reproductores. Habitos saludables y principales enfermedades.

1. INTRODUCCION

El aparato reproductor es esencial para la continuidad de la especie. Aunque no resulta indispensable para la supervivencia del individuo, desempeña un importante papel en su comportamiento psicosocial.

El comportamiento y las actitudes sexuales se encuentran determinados en gran parte pro la sociedad en la que se vive. Pero las funciones sexuales y reproductoras son idénticas en todo el mundo.

2. LOS CAMBIOS CORPORALES A LO LARGO DE LA VIDA

El sexo de un individuo depende de dos aspectos:

– La determinación sexual que viene dada por la constitución genética del individuo.

– La diferenciación sexual que corres­ponde al desarrollo embrionario del sistema reproductor.

En las primeras semanas de vida, las estructuras sexuales permanecen idénticas e indiferenciadas, tanto en los embriones femeninos como en los masculinos. Ha­cia la séptima semana de embarazo la diferenciación alcanzada permite que los embriones X Y, los testículos pueden ser identificados histológicamente. A medida que la diferenciación continua, las célu­las de Leydig comienzan a secretar una hormona androgénica que dirige la dife­renciación ulterior en sentido masculino de las estructuras primordiales se trans­forman en genitales externos e internos masculinos.

En ausencia de un cromosoma Y, la gónada indiferenciada se desarrolla como ovario alrededor de la novena semana. A medida, que el desarrollo de los ovarios continúa se forman los folículos primarios. La mayor parte de estos degeneran, proceso que comienza a finales de la vida fetal y que se prolonga durante la vida adulta.

Poco después del nacimiento, la célula de Leydig pierden capacidad de secretar andrógenos y entran en un período de repo­so. El rápido crecimiento de ambos sexos durante la vida intrauterina disminuye, y el recién nacido comienza el período que conocemos como infancia. El desarrollo y la diferenciación continúan su curso, pero se aprecia que hay un ritmo menor, lo mismo ocurre con el crecimiento somático. En ambos sexos, el aparato reproductor permanece en reposo y manifiesta un es­caso desarrollo en los años posteriores, entre 8 a 10 años, después de los cuales comienza la adolescencia. Durante este período es cuando es la transformación del niño en adulto y se comienza a manifestar todo el desarrollo de la maduración del sistema reproductor. La pubertad marca el final de la adolescencia, y se alcanza cuando la maduración sexual es completa. La edad de comienzo de los diversos cambios de la adolescencia varía en los distintos individuos y depende de factores constitucionales, del estado nutricional, del clima y de otros muchos aspectos. Las mujeres maduran uno o dos años antes que los varones, pero la gran varia­ción individual sólo permite establecer promedios para la población en general, resultando imposibles las predicciones individuales.

El comienzo de la adolescencia no esta determinado por las modificaciones de ca­rácter físico, y depende de cambios madu­rativos en el sistema nervioso central. So­bre los ocho años de edad en las niñas y a los diez en los niños se detectan aumentos de la secreción hipotalámica de hormona liberadora de gonadotropina (HLG). Esta hormona estimula a la adenohipófisis la cual, a su vez, secreta mayores cantidades de hormonas folicuíoestimulantes (FSH) y luteinizante (LH). La primera estimula el crecimiento y la maduración de los folículos ováricos y de los túbulos semi­níferos testiculares; mientras que la LH provoca la secreción de hormonas sexuales por parte de las células foliculares y las células de Leydig.

El primer indicio físico del comienzo de la maduración es el aumento en la ve­locidad de crecimiento longitudinal, que continua durante toda la adolescencia. Está determinado por los efectos anabó­licos sobre el metabolismo proteico de los estrógenos y andrógenos, hormonas secretadas por los ovarios y testículos, respectivamente. Sin embargo, estas hormonas también limitan el crecimien­to, ya que inducen el cierre de la epífisis de los huesos largos e impiden de esta manera nuevos aumentos de la estatura. Esto explica porque los niños que entran precozmente en la adolescencia, al igual que quienes están expuestos a cantidades excesivas de hormonas sexuales tienden a ser de baja estatura. En las ocasiones en que es necesario el tratamiento de niños pequeños con hormonas sexuales, debe de ser realizado con plena conciencia de que acarreará una disminución del cre­cimiento.

Los tejidos reproductores son capaces de responder a las hormonas durante cualquier edad. En los niños con pubertad precoz, que han llegado a ser adultos funcional y físicamente, la completa maduración y aún la fertilidad pueden ser observadas a edades muy tempranas. Los efectos masculinizan-tes de los andrógenos y los feminizantes por ausencia de andrógenos, que producen el completo desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, también pueden ser inducidos a cualquier edad. Sin embargo, la exposición anormal a estas hormonas no constituye una pubertad precoz, ya que los pacientes se desarrollan a nivel físico pero no son fértiles.

La pubertad puede retrasarse por fa­llos en cualquier paso de la secuencia de procesos nerviosos y hormonales, tanto la falta de secreción hipotalámica de hormona liberadora de gonadotrofinas, como la de hormonas gonadotróficas en la hipófisis o de hormonas sexuales en las gónadas, puede producir un fallo en la maduración. La pubertad retardada no se considera patológica hasta los 17 años en las mujeres y los 20 en los varones. Cuando se desconoce la causa del retraso y además se determina que la maduración ya no se completará, el desarrollo de los caracteres sexuales puede ser inducido por la administración de hormonas sexuales apropiadas. Las gónadas sin embargo no llegarán a ser funcionales, y estos pacien­tes serán estériles aún cuando adquieran el aspecto físico o normal.

En la mujer durante el embarazo se producen cambios físicos, que comien­zan poco tiempo después de iniciada la gestación. Hacia el final de este período el tamaño del útero es más de 20 veces mayor, que el que tenía antes de la con­cepción. Simultáneamente se produce el agrandamiento de la vagina, la relajación de los ligamentos pelvianos, y ya cerca del final, el ablandamiento del cuello. De igual manera como preparación para la lactancia, las glándulas mamarias duplican su tamaño.

La masa placentaria en crecimiento exige un aporte de sangre cada vez ma­yor, lo cual impone mayores demandas al sistema cardiovascular. Para adaptarse a estos cambios, el volumen sanguíneo materno aumenta en alrededor de un litro.

Este lecho vascular adicional requiere de 30 a 40% de aumento en el volumen sis-tólico con el fin de mantener el flujo y la presión normales. También aumentan las necesidades de oxígeno de la madre en cerca de un 20% lo cual estimula la ventilación y aumenta la frecuencia res­piratoria.

A causa del metabolismo de la unidad fetoplacentaria surgen productos de dese­cho adicionales. La mayor demanda a la que son sometidos los ríñones provocan un aumento del flujo urinario y de la ex­creción de productos de desecho. Tanto el flujo sanguíneo renal como la filtración glomerular se elevan significativamente, pero ésta aumenta en una mayor propor­ción, que el flujo sanguíneo, de manera que la fracción de filtración es mayor.

3. LAS FUNCIONES SEXUALES Y REPRODUCTORAS

El comportamiento y las actitudes sexuales se encuentran dictados en gran medida por la sociedad en la que vivimos. Por el contrario, las funciones sexuales y reproductora son idénticas en todo el mundo.

En el hombre, la función reproductora comienza en la pubertad y continúa durante toda la vida. No existe en él ningún fenó­meno análogo a la menopausia que indique el final de la fertilidad, o por lo menos, en la teoría es siempre fértil. Tampoco ob­serva los cambios cíclicos mensuales que manifiestan las mujeres. Aunque pueden detectarse pequeñas variaciones diurnas a los niveles de hormonas sexuales y en el número de espermatozoides, no presentan la periodicidad que se presenta en el ciclo menstrual femenino.

En el hombre, el comportamiento sexual está determinado por una combinación de factores hormonales y psicológicos. En la mayor parte de los animales predomi­nan los efectos hormonales y el periodo de actividad sexual queda restringido al de celo. En los seres humanos existe una dependencia mayor de los factores psicoló­gicos y las hormonas sólo desempeñan en ellos un papel coadyuvante. Las mujeres han desarrollado la capacidad el periodo durante el cual el hombre puede ser atraído mediante el uso de recurso métodos arti­ficiales, por ejemplo, ropas de marcada sexualidad, que aumentan la estimulación visual; la utilización de perfumes que es­timulan el olfato y palabras murmuradas que estimulan la audición. Todos estos re­cursos han ido evolucionando para atraer a los hombres quienes también utilizan medios semejantes para asegurarse que la mujer no deje de percibir su presencia. La existencia de estos estímulos determina que el estudio del comportamiento sexual en los seres humanos sea extremadamente complicado y difícil.

La estimulación sexual en el hom­bre conduce inicialmente a la erección. Además de los estímulos psíquicos, los estímulos táctiles aumentan aún más la excitación, siendo la zona más sensible la región pubiana, y específicamente el glande del pene, que contienen gran nú­mero de receptores táctiles. Los impulsos aferentes de estos receptores son integra­dos en el cerebro junto con otras aferencías visuales, olfatorias y auditivas. Las aferencias cerebrales que descienden por la médula espinal modifican la actividad parasimpática en su porción sacra. Los impulsos nerviosos que van a través de la región pelviana (nervi engentes) producen dilatación de las arteriolas del pene, por lo que el tejido erectil del pene comienza a llenarse de sangre y aumenta la turgencia; al tiempo que la entrada de sangre aumenta la salida venosa queda bloqueada y el pene se alarga y se endurece.

La actividad parasimpática también au­menta la secreción glandular de mucus, el cual es liberado luego con la excitación sexual con el fin de lubricar los genitales durante el coito. Al mismo tiempo en la mujer se produce una secreción com­plementaria de mucus en la vagina, que aumenta el efecto lubricante.

A medida que la estimulación erótica continua las respuestas sexuales se inten­sifican hasta la llegada del orgasmo. Este comprende respuestas en todo el cuerpo, como aumento de la presión sanguínea y de la frecuencia cardíaca, vasodilatación cutánea y emotividad elevada, así como la eyacuíación. Durante el orgasmo, ios refle­jos espinales en el segmento lumbar de la médula espinal inician descargas simpáticas en los nervios hipogástricos, que provocan contracciones rítmicas del músculo hacia la uretra. Esta parte del reflejo eyaculador se conoce con el nombre de emisión. A continuación se produce un reflejo espinal sacro que activa a los nervios pudendos, los cuales estimulan a los músculos esquelé­ticos que rodean la base del tejido eréctil del pene y así el semen es expulsado con fuerza desde la uretra hasta el exterior.

Poco antes del orgasmo y en su transcur­so, ya se ha dicho, las estructuras genitales están llenas de sangre por la vasodilatación. Al final del orgasmo los impulsos simpá­ticos vasoconstrictores causan la constric­ción de las arteriolas del pene y reducen la entrada de sangre, por lo que la turgencia peniana disminuye y la erección finaliza. En el hombre hay un período de reposo de 10 a 30 minutos antes de que la estimulación sexual pueda volver a desencadenar una serie de respuestas sexuales.

Aunque la respuesta sexual humana reconoce en su mayor parte el origen psíquico, puede ser provocada por me­dios puramente físicos. La erección y la eyaculación son reflejos espinales susceptibles de ser desencadenados en ausencia de aportes cerebrales. En estas circunstancias, los estímulos psíquicos solo modifican la respuesta sexual. La irritación de la vejiga colmada o la pre­sión de la vestimenta puede iniciar una erección en ausencia total de estímulos eróticos. En muchos hombres se produce una eyacuíación espontánea durante el sueño (emisión nocturna), que suele ser más común entre los adolescentes. Estas emisiones nocturnas también pueden ser originadas de alguna manera por el medio hormonal cambiante y no están necesaria­mente relacionadas con los sueños eróticos ni con la manipulación física.

Al contrario de lo que ocurre en el va­rón, los órganos del aparato reproductor femenino se encuentran fundamentalmen­te en el interior del cuerpo. Mientras los órganos masculinos desempeñan un papel activo durante el coito los femeninos tienen un papel pasivo. Sin embargo, durante la gestación la mujer es la verdadera partici­pante, mientras que el hombre desempeña un papel más pasivo.

La mujer responde a los estímulos sexuales de la misma manera que el hombre. Los estímulos visuales, olfato­rios, auditivos y táctiles son eficaces para aumentar la excitación sexual. El clítoris contiene tejido eréctii semejante al que se encuentra en el pene, y durante la excita­ción sexuaí se vuelve erecto también por mecanismos semejantes. Además, esta bien provisto de receptores táctiles, de modo que la manipulación de esta región pro­duce excitación con facilidad. La mujer experimenta orgasmos simples y múltiples, prácticamente idénticos a los observados en el hombre, salvo la ausencia de una respuesta análoga a la eyacuíación. Du­rante el orgasmo se producen en la mujer los mismos cambios psíquicos y físicos, que en el hombre. Estas, sin embargo, no requieren el período de reposo consecuti­vamente al orgasmo que es habitual mente necesario en el varón. Esto se debe a que el hombre requiere una nueva erección, mientras que en la mujer no es necesaria una erección para llegar al coito.

4. ANATOMÍA DEL APARATO REPRODUCTOR FEMENINO

4.1. Ovarios

El aparato reproductor femenino com­prende tres clases de órganos, que son los ovarios, que se desarrollan a expensas del epitelio germinativo de Waldeyer, las trompas de falopio, útero y vagina, que se desarrollan a expensas del conducto de Müller, y la vulva y sus anejos, que se forman a expensas del seno uro-ge­nital.

Los ovarios son un par de glándulas genitales femeninas, situadas en la región abdominal a la altura de los ríñones. Tienen el tamaño y forma de una almendra. Se encuentran sujetos a la pared abdominal y al peritoneo por medio de dos ligamentos y al útero y trompas de falopio por medio de otros dos ligamentos. Están irrigados por la arteria ovárica e inervados por el plexo intermesentérico.

En un corte longitudinal del ovario se observan dos zonas netamente diferen­ciadas. Una central, denominada médula, esponjosa; otra periférica, corteza, que rodea a la anterior, excepto a nivel del hilio.

La médula está constituida por vasos y nervios que penetran por el hilio y se irradian en el espesor del órgano, por fi­bras elásticas, por fibras conjuntivas, por fibras musculares lisas y por la termina­ción en fondos de saco de los cordones medulares.

La corteza representa las dos terceras partes del volumen del ovario. Está for­mado por un estroma muy denso, constituido por tejido conjuntivo, entre el que se encuentran los folículos, que son los productores de óvulos. El resto es la por­ción endocrina.

Los folículos son los elementos ca­racterísticos de la corteza del ovario. Los folículos son primero microscópicos, cierto número de ellos se desarrollan al aproximarse la pubertad. En general, en cada menstruación uno de estos folículos se abre después de haber llegado a su es­tado de evolución máximo.

Para comprender la estructura compleja de los folículos conviene estudiarlo en tres estados diferentes:

– Folículo primordial: Comprende una envoltura, que se denomina epitelio del folículo primordial, formada por una sola capa de células planas; en el interior de la envoltura se encuentra una célula denominada ovocito, que se caracteriza por tener un gran núcleo y varios nucléolos, de los que uno formará la mancha germinativa

– Folículo de Graff: Es un folículo en vías de crecimiento. La envoltura se convierte en una membrana granu­losa, al mismo tiempo que sus células planas se convierten en cúbicas y se multiplican formando un epitelio estra­tificado. En este epitelio aparece una hendidura, que llega a dar la vuelta al folículo, excepto en el punto que está asentado eí óvulo, que es desplazado por este líquido de la parte central del folículo a la periferia. Al mismo tiempo que ocurre esto en el folícu­lo, en el estroma ovárico, vecino al folículo, se diferencia dos capas, una externa pobre en vasos sanguíneos, teca externa, y otra interna rica en células redondeadas y capilares, teca interna. El óvulo aumenta de volu­men y ha adquirido sus dimensiones definitivas, se rodea de una membrana denominada zona pelúcida, que queda separada del citoplasma por el espacio perivitelino.

– Folículo maduro: Presenta la misma arquitectura que el folículo de Gra­ff, pero las envolturas alcanzan un mayor desarrollo, el líquido se hace más abundante y el óvulo ha adquirido sus caracteres definitivos. El folículo se estrecha y se convierte en cuerpo amarillo, expulsando el óvulo al ex­terior.

4.2. Trompas de falopio

Las trompas de Falopio son dos con­ductos músculo-membranosos situados a ambos lados del útero y destinados a conducir el óvulo del ovario al útero. Comienzan en el útero por un orificio muy fino, recorren un corto trayecto en las paredes de este órgano y penetran en el ligamento y forman un conducto primero estrecho y rectilíneo, después más ancho y contorneado. Esta se termina por una extremidad abierta y recortada, que se de­nomina pabellón, en cuyo fondo aparece, cuando se despliega, un orificio.

La trompa está formada por cuatro capas:

– Túnica serosa: Cubre la trompa en toda su superficie excepto por el borde a cuyo nivel entran y salen los vasos sanguíneos.

– Túnica adventicia: Formada por tejido celular laxo subseroso y por algunas fibras elásticas y lisas.

– Túnica muscular: Comprende una capa de fibras longitudinales, que constituyen por sí solas la mayor parte de la pared y una capa interna circular.

– Túnica mucosa: Comprende un corion con lagunas linfáticas y un epitelio ciliado. El movimiento de los cilios se dirige hacia el útero y hace desplazarse el óvulo en este sentido.

4.3. Útero

El útero es un órgano impar destinado a recibir de las trompas de Falopio el óvulo fecundado, nutrirlo durante su evolución y expulsarlo al término del embarazo. Está situado en la cavidad abdominal entre la vejiga y el recto, suspendido mediante tres pares de ligamentos.

El útero presenta la forma de un cono de vértice inferior, hacia la mitad de altura, un ligero estrangulamiento, que se denomina istmo uterino. El istmo divide al útero en dos partes fundamentales, una superior, cuerpo, y otra inferior cuello. En el cuer­po desembocan las trompas de Falopio y el cuello presenta dos orificios, uno interno, que comunica con el cuerpo uterino, y otro externo, que se abre en la vagina. En la pared del útero se diferencian tres túnicas:

– Túnica peritoneal: Prolongación del peritoneo.

– Túnica muscular o miometrio: Cons­tituye la mayor parte del útero. En el cuerpo las fibras musculares son muy numerosas. Se pueden diferenciar tres capas: Una capa externa formada funda­ mentalmente por fibras longitudinales, una capa media formada por fibras que se ordenan alrededor de los vasos san­guíneos, y una capa interna formada por fibras circulares. En el cuello las fibras musculares son menos numerosas.

– Túnica mucosa o endometrio: Es muy delgada y se continúa con la mucosa de las trompas de Falopio y de la vagina. En el cuerpo la mucosa se une íntima­mente a la capa muscular, comprende un epitelio, un corion y glándulas. El epitelio está constituido por una capa única de células prismáticas con cilios. El corion tiene gran cantidad de elemen­tos celulares, células emigrantes y fijas. Las glándulas son tubulosas simples y regeneran las partes superficiales del revestimiento epitelial cuando ha des­aparecido éste. En el cuello se encuentra una mucosa de epitelio cilindrico ciliado en el interior del conducto cervical. Por el contrario, la superficie vaginal del cuello está tapizada por un epitelio pavimentóse estratificado, semejante al epitelio de la mucosa vaginal.

4.4. Vagina

La vagina es un conducto músculo-elás­tico que se inserta en el cuello del útero, atraviesa el suelo pelviano y desemboca en la parte profunda de la vulva, de la que está separada por el himen o sus restos.

Al igual que en los conductos anterio­res se diferencian tres túnicas que son las siguientes:

– Túnica externa: Constituida por un tejido laminar, denso, que contiene algunas fibras conjuntivas y elásticas, y numerosos vasos sanguíneos.

– Túnica media: Constituida por fibras lisas y elásticas.

– Túnica interna: O mucosa es la más gruesa de las tres. Se adhiere íntima­mente a la capa muscular. Se distin­guen en ella el epitelio pavimentoso estratificado y la dermis formada por tejido conjuntivo con algunas fibras elásticas. Encierra en sus regiones su­perficiales numerosas y largas papilas, unas simples y otras compuestas.

4.5. Vulva

Con el nombre de vulva se designan los órganos genitales externos de la mujer. Está formada por unos repliegues cutáneos llamados labios, de los cuales, los labios mayores cubren a toda la vulva y los la­bios menores rodean al clítoris.

El clítoris está alojado en una depresión de la parte superior, es un órgano muy sen­sible a la excitación, pues es muy rico en terminaciones nerviosas. Está formado por cuerpos cavernosos, por lo que es eréctil y se puede comparar al pene masculino.

Como glándulas anejas al aparato re­productor femenino están las glándulas de Bartoli, que son similares a las glándulas de Cowper y las glándulas uretrales que están situadas en las paredes inferiores de la uretra.

5. ANATOMÍA DEL APARATO REPRODUCTOR MASCULINO

El aparato reproductor del hombre se compone de dos partes: la primera porción, con función secretora, está constituida por el testículo; la segunda porción, encargada de formar los gametos, está constituida por un conjunto de conductos, las vías espermáticas, que van a desembocar en la uretra.

5.1. Testículos

Los testículos están alojados en las bolsas, que forman un saliente ovoideo situado en la parte inferior de la pared abdominal, por delante del periné. Las bolsas están constituidas por seis capas superpuestas, desde el exterior hacia el interior son las siguientes: escroto, darlos, túnica celular, túnica eritroides, túnica fibrosa común, túnica serosa y túnica vaginal. Las dos primeras constituyen las envolturas superficiales y las otras las envolturas profundas.

El testículo es una glándula mixta, con una secreción externa, espermática, y una secreción interna hormonal. Tiene forma ovoidea. Está rodeado de una membrana, la túnica albugínea, formada por tejido conjuntivo fibroso y tejido muscular liso, de la que salen hacia el interior tabiques que dividen el testículo en varios lobulillos.

Los testículos se encuentran muy vascularizados por varias arterias, de las cuales la más importante es la arteria espermática.

En un corte longitudinal del testículo se puede observar:

– Albugínea: Es una membrana muy re­sistente. Su cara externa está tapizada por la túnica vaginal de la bolsa. Su cara interna se adhiere al tejido propio del testículo y emite tabiques fibrosos que convergen hacia el cuerpo fibroso de Higmoro.

– Cuerpo fibroso de Higmoro: Apa­rece como un engrosamiento de la albugínea. Está situado más próximo a la cara interna que a la cara externa del testículo, más cerca también de la extremidad anterior que de la posterior de la gónada. Contiene vasos sanguíneos y conductos espermáticos.

– Conductos seminíferos: Se agrupan en lobulillos separados por tabiques fibrosos que irradian del cuerpo de Higmoro. En cada testículo hay de 250 a 300 lobulillos y en cada uno 2 ó 3 conductos espermáticos, que nacen bajo la albugínea por una extremidad cerrada en forma de saco. Se apelo­tona para alojarse en la cavidad que lo contiene. Presentan en su trayecto divertículos y anastomosis con los conductos vecinos. Los conductos seminíferos de un solo lobulillo se reúnen, en el vértice de éste, en un solo conducto muy corto, llamado conducto recto, que pertenece a las vías sexuales. El conducto espermático se compone de una pared conjuntiva tapizada en su superficie interna por epitelio seminal.

– Tejido conjuntivo y células inters­ticiales: Los tubos seminíferos están separados por tejido conjuntivo denso, conteniendo células intersticiales o cé­lulas de Leydig. Repartidas por todo el testículo forman hileras a lo largo y alrededor de los vasos sanguíneos. Se encuentran aisladas o reunidas y tienen como misión la secreción hormonal.

5.2. Vías espermáticas

Las vías espermáticas son el conjunto de conductos de excreción del esperma, conjunto formado por los tubos rectos, la red testicular, los conos eferentes, el epidídimo, el conducto deferente, las vesículas seminales y los conductos eyaculadores.

Los tubos rectos están situados en el interior del testículo, en el vértice de los espacios testiculares. Carecen de pared propia, pero poseen un epitelio prismá­tico.

La red testicular está formada por una serie de lagunas labradas en el espesor del cuerpo de Higmoro y orientadas según el eje mayor del testículo. La red recibe los tubos rectos y emite los conos eferentes. Al igual que los tubos rectos carecen de pared propia, las lagunas están recubiertas en su cara interna por un epitelio irregular, cúbico aplastado en otros.

Los conos eferentes se extienden desde el extremo antero-supenor del testículo a la cabeza del epidídimo. Se componen de dos capas: una externa fibrosa y otra interna epitelial, formada por células ci­lindricas ciliadas.

El epidídimo es un conducto alargado, tendido sobre el borde postero-superior del testículo. Presenta tres partes: la cabeza, el cuerpo y la cola. La cabeza es redon­deada y se posa sobre el polo anterior del testículo. El cuerpo es prismático en el corte. La cola no alcanza al polo inferior del testículo y se continúa con el conducto deferente. Está formada por dos capas: una externa, compuesta por fibras mus­culares lisas longitudinales y otra interna o epitelial, compuesta por grandes células cilindricas ciliadas.

El conducto deferente comienza en la cola del epidídimo y termina a nivel del cuello de la vesícula seminal. Reco­rre el escroto, sigue el trayecto inguinal, penetra en la pelvis y al llegar a la cara posterior de la vejiga se curva hacia aba­jo para terminar encima de la próstata. Las paredes del conducto deferente están formadas por tres túnicas, la más externa es conjuntiva, la media muscular lisa y la interna mucosa.

Las vesículas seminales son reser­vórios músculo-membranosos donde se acumula el esperma por los conductos deferentes y secretan sustancias que lubri­can el esperma. Las vesículas seminales están constituidas de fuera hacia dentro por una vaina conjuntiva, una capa mus­cular y una mucosa. La capa muscular tiene tres planos de fibras y la mucosa presenta pliegues o crestas de epitelio cilindrico.

Los conductos eyaculadores nacidos de la unión de ¡a vesícula con los conduc­tos deferentes, se terminan en la uretra prostática. Tienen la misma estructura que la vesícula seminal. En su travesía prostática, los dos planos externos de la capa muscular se disocian por venas que forman un tejido cavernoso continuo con el de la uretra.

5.3. Pene

El pene es el órgano copulador del hombre, está esencialmente formado por la reunión de los dos cuerpos cavernosos y del cuerpo esponjoso de la uretra. Pre­senta dos partes, una posterior, fija y otra anterior, libre y movible. Se puede dividir en raíz, cuerpo y glande, que se une al cuerpo por el cuello del pene.

El pene está esencialmente constituido por un aparato eréctil, formado por los cuerpos cavernosos, el cuerpo esponjo­so y el glande, rodeado de una serie de cubiertas.

Las envueltas del pene se superponen en el orden siguiente:

– La piel es delgada, pigmentada y pre­senta un rafe en su cara inferior.

– El músculo peripepiano formado por fibras lisas, rodea al pene y se continúa con el dartos y se compone de nume­rosas fibras circulares y de algunas fibras longitudinales y oblicuas.

– La capa celular laxa que permite a la piel deslizar sobre los planos profun­dos.

– La envoltura fibro-elástica prolon­ga sobre el pene a la aponeurosis superficial del periné y al ligamento suspensor. Separa la vena dorsal super­ficial de los vasos y nervios dorsales profundos.

Al nivel de la extremidad anterior del pene la vaina fibro-elástica se termina, fijándose en la base del glande. Por el contrario, el resto de las cubiertas del pene continúan su trayecto hasta la extremidad anterior del glande, donde se reflejan para volver a insertarse detrás de él. Así el glande queda protegido por un capuchón músculo-cutáneo denominado prepucio.

El aparato eréctil comprende los cuerpos cavernosos, el cuerpo esponjo­so de la uretra y el glande. Cada cuerpo cavernoso forma un cilindro terminado en punta por sus dos extremidades, com­prende un cuerpo u dos extremidades. Los cuerpos cavernosos están rodeados por la albugínea, que forma un tabique medio del cuerpo cavernoso. El tejido central está formado por las trabéculas despren­didas de la albugínea, que circunscriben lagunas sanguíneas en comunicación unas con otras.

El cuerpo esponjoso alojado en el canal de los cuerpos cavernosos. Están recorridos por la uretra, que se encuentra más cerca de su cara superior. Está forma­do por una envuelta albugínea compuesta por fibras conjuntivas y fibras elásticas y lisas, un tejido eréctil central formado por trabéculas emanadas de la albugínea y circunscribiendo areolas.

5.4. Glándulas anejas

La próstata es un cuerpo músculo-fibro-glandular que rodea la porción inicial de la uretra, está atravesada por los canales eyaculadores que desembo­can en la uretra. Produce una secreción alcalina que favorece la movilidad de los espermatozoides.

Las glándulas de Cowper son pares, de pequeño tamaño, y desembocan en la uretra a nivel del cuerpo esponjonso del pene y secretan un líquido alcalino que sirve para lubrificar al glande.

6. GAMETOGENESIS

6.1. Ovogénesis


Es el proceso por el que se forman los gametos, que son células haploides, ya que han sufrido la meiosis. La meiosis consiste en una doble división de los cromosomas, en la primera división se produce una mitosis heterotípica, en la cual se produce la reducción cromosómica, y la segunda divi­sión es mitosis homeotípica o ecuacional. En la gametogénesis se pueden distinguir cuatro fases: proliferación, crecimiento, meiosis y maduración.

La gametogénesis femenina se deno­mina ovogénesis y la masculina esper­matogénesis.

En la mujer el proceso de la ovogéne­sis es muy largo, ya que comienza en la vida embrionaria y presenta dos fases de reposo.

La fase de multiplicación se produce en el ovario embrionario. Las oogenias, células diploides, se multiplican activa­mente por mitosis, formándose un gran número de estas células que en su mayor parte degeneran y no continúan el proceso de ovogénesis.

La fase de crecimiento también se realiza en el ovario embrionario, trans­formándose las oogenias por crecimiento en ovocitos de primer orden.

Los ovocitos de primer orden son bloqueados en la profase de la primera división meiótica, rodeándose de células foliculares y forman los folículos pri­marios que entran en un largo período de reposo.

Después de la pubertad sólo algunos ovocitos van a continuar su evolución y el ciclo ovárico terminará paralelamente al del folículo que lo contiene. Sólo unos 400 o 450 ovocitos continuarán su evolu­ción en el curso de los diferentes ciclos de la vida genital que se enmarcan entre el primer ciclo (menarquia) que indica el comienzo de la pubertad y el último ciclo (menopausia) que marca el final de su actividad reproductora.

Al terminar la primera fase del ciclo ovuíatorio y bajo la influencia de la acción hormonal, se reemprende la profase y, al terminar la primera división meiótica, se forman dos células desiguales, una muy grande, el ovocito secundario y otra muy pequeña que forma el primer corpúsculo polar.

Aquí empieza una segunda fase de re­poso para el ovocito secundario. En este punto el ovocito es liberado en la cavidad folicular y es expulsado hasta el pabellón de las trompas de Falopio. Una vez en las trompas pueden suceder las siguientes cosas:

– Que no encuentre ningún espermato­zoide, en cuyo caso es eliminado en forma de ovocito secundario.

– Que encuentre un espermatozoide y sea fecundado. La fecundación desenca­dena la segunda división meiótica que vuelve a ser desigual produciendo el óvulo y un segundo corpúsculo po­lar.

EL óvulo entra en la fase de madu­ración acumulando mayor cantidad de sustancias de reserva en el citoplasma.

6.2. Espermatogénesis

En la fase de proliferación las esper-matogonias, que son las células situadas en la pared de los tubos seminíferos, sufren tres mitosis sucesivas dando lugar cada una de ellas a otras ocho espermatogenias.

En la fase de crecimiento las esper­matogenias, por crecimiento de su masa citoplasmática, se transforman en espermatocitos de primer orden.

Cada espermatocito de primer orden se divide por meiosis y tras la primera división se forman los espermaíocitos de segundo orden, que ya son haploides y al terminar la segunda división se forman las espermátidas, que tras el proceso de maduración, que se denomina espermio-génesis se forman los espermatozoides.

La espermiogénesis consiste en una reorganización de los orgánulos citoplas-máticos, que consiste en lo siguiente: Las vesículas del aparato de Golgi se fusionan para formar el acrosoma, el núcleo se alar­ga y se aplana, la cromatina se condena formando la cabeza, los centriolos se dis­ponen en el polo opuesto del acrosoma y posteriormente se modifica en centriolo para formar el flagelo, las mitocondrias se disponen alrededor de la base del flagelo en la zona intermedia o cuello, y el cito­plasma se elimina casi totalmente.

Como el tubo seminífero está tapizado en toda su longitud por células madres que entran sucesivamente en espermatogéne­sis, se asegura la producción continuada de millones de espermatozoides por día. El proceso de la espermatogénesis en el hombre dura, aproximadamente setenta y cuatro días.

7. REGULACIÓN HORMONAL FEMENINA

Existen dos tipos de hormonas sexuales femeninas: estrógenos y progesterona. Los ovarios segregan estrógenos y el cuer­po lúteo progesterona en los tres primeros meses del embarazo, posteriormente la pla­centa comienza a segregar esta hormona para ser durante el resto del embarazo su única fuente.

Los estrógenos son los responsables del crecimiento y desarrollo de los órga­nos sexuales femeninos, de los caracteres sexuales secundarios y del instinto sexual. También influyen sobre el crecimiento de los huesos, sobre el metabolismo de las grasas y determinan la formación de depó­sitos grasos en los tejidos subcutáneos.

La progesterona u hormona de la gesta­ción, prepara al útero para la implantación del óvulo fecundado y para mantener el proceso de la gestación. También con­tribuye al desarrollo de las mamas para adaptarlas a su función durante el período de lactancia. La progesterona impide la ovulación. Mientras que el cuerpo lúteo permanece funcional no hay ovulación.

La progesterona hace que el mucus del cuello del útero sea más espeso, mientras que los estrógenos lo fluidifican.

Los ovarios están bajo la influencia de dos hormonas segregadas por el lóbulo an­terior de la hipófisis. En su conjunto reciben el nombre de gonadoíropinas. La hormona estimulante de los folículos (FSH) estimula la maduración de los folículos primarios. Cada mes, bajo la influencia de la FSH, comienzan a madurar 10-20 folículos primarios en la mujer. No se conoce la razón por la que los restantes folículos no entran también en desarrollo en respuesta a la FSH. La hormona luteinizante (LH) actúa junto la FSH causando la ovulación y secreción de estrógenos, además es la responsable de la formación del cuerpo lúteo después de la ovulación.

Las hormonas del ovario son capaces de inhibir la secreción de las gonadotropinas por acción directa sobre el lóbulo anterior de la hipófisis, su principal influencia la ejercen a través del hipotálamo, que se­grega dos neurohormonas: factor libera­dor de la hormona estimulante de los folículos (FSHR), y factor liberador de la hormona luteinizante (LHRF). Estos factores son transportados por el sistema portahipotalámico, para controlar la libera­ción de LH y de FSH. El hipotálamo inhibe a las gonadotropinas hasta el momento de la pubertad. El lóbulo anterior de la hipófisis, por su parte, es absolutamente capaz de segregar estas hormonas, pro­duciendo la madurez sexual mucho an­tes de la edad normal. Es muy probable que el hipotálamo, mediante control de circuitos de tiempo en el cerebro, sea el responsable de la naturaleza rítmica del ciclo menstrual.

La maduración sexual de la mujer lleva consigo no sólo el desarrollo de los órganos sexuales y de los caracteres secundarios, sino también el comienzo de los ciclos menstruales. El ciclo se repite cada 28 días aproximadamente.

El ciclo menstrual pasa por varias fases que son las siguientes:

Fase destructiva: Comprende el periodo de hemorragia, que es con­secuencia de la descamación de las capas externas del endometrio. Dura por término medio 4 ó 5 días. Antes del comienzo de la fase destructiva se eleva la concentración de estróge-nos y de progesterona en la sangre, que disminuye después rápidamente. Como resultado de ello, las arterio-las que regulan el flujo de sangre al endometrio sufren vasoespasmo. Se interrumpe la circulación endome-trial y el tejido se necrosa. Uno de los productos del tejido necrótico causa vasodilatación de estas arte-riólas, de manera que la sangre fluye rápidamente y arrastra una parte del endometrio necrótico. De nuevo se contraen los vasos, y otra vez el teji­do sufre necrosis. Este fenómeno se repite durante toda la fase destructi­va, hasta que desaparecen las capas internas del endometrio.

Fase reparativa: Al cesar la hemo­rragia el endometrio es muy fino. A continuación comienza la restauración del endometrio bajo la influencia de los estrógenos. Esta fase dura aproxi­madamente nueve días. Hacia la mi­tad del ciclo tiene lugar la ovulación, desarrollándose el cuerpo lúteo, que segrega estrógenos y progesterona.

Fase premenstrual: Bajo la influencia de las hormonas sexuales femeninas el endometrio continúa engrosando y vas-cularizándose, para hacerse receptivo al óvulo fecundado. Si no hay fecun­dación el cuerpo lúteo se desintegra, la concentración de hormonas sexuales desciende bruscamente y comienza de nuevo la fase destructiva.

Al final de la fase destructiva la con­centración de estrógenos en la sangre es baja, por lo que se segrega FSH en grandes cantidades. Esta hormona estimula la ma­duración de los folículos. La LH continúa segregándose y estimula la formación del cuerpo lúteo y la secreción de estrógenos y progesterona. Los niveles elevados de estas hormonas inhiben a la LH, desinte­grándose el cuerpo lúteo y descendiendo los niveles de hormonas sexuales. El ciclo queda otra vez en posición de empezar.

8. REGULACION HORMONAL MASCULINA

Las hormonas sexuales masculinas reciben el nombre de andrógenos y son segregadas por las células intersticiales de los testículos. Son los responsables del desarrollo de los órganos sexuales y de los caracteres secundarios del hombre.

El lóbulo anterior de la hipófisis en los hombres segrega hormona gonadotrópicas, que son hormona estimulante de los folí­culos y hormona estimulante de las células intersticiales. La hormona estimulante de los folículos actúa sobre los tubos seminíferos y estimula la producción de espermatozoides. La hormona estimulan­te de las células intersticiales es similar a la Lh de las mujeres, actúa sobre las células intersticiales del testículo regulan­do la producción de andrógenos. Al igual que en la mujer las hormonas sexuales se encuentra reguladas por las hormonas de la hipófisis y por el hipotálamo.

9. FECUNDACIÓN

El ovocito desciende por la trompa de Falopio gracias a las contracciones de ésta y al movimiento de los cilios vibrátiles de las células que tapizan su pared. Los esper­matozoides son depositados por el pene en el fondo de la vagina, en donde encuentra un medio ácido que hace que mueran la mayoría de ellos. Los espermatozoides so­brevivientes tienen que atravesar un humus viscoso que baña el cuello del útero. Esta secreción se forma bajo el control de los estrógenos, es diferente en el período de la ovulación, que en los demás días del ciclo menstrual. En la ovulación es más permeable facilitando el paso de los esper­matozoides, eliminando el líquido seminal y a los espermatozoides inmóviles. Los es­permatozoides por medio del movimiento de sus flagelos, y a las contracciones del útero, llegan a través de la trompa hasta el pabellón donde, si encuentran un ovocito lo fecundan y sino degeneran.

Por la acción del ovocito, el esperma­tozoide sufre una última transformación, consistente en la pérdida del endureci­miento proteico que obtuviera en su paso a través del epidídimo. Estas proteínas se disponen en la cabeza del espermatozoide y este paso es imprescindible para que los espermatozoides sean fecundados.

El gameto femenino rodeado de una masa viscosa, ocupa el fino canal de la trompa, los espermatozoides son atraídos por la masa viscosa y gracias a la acción de las enzimas liberadas por el acrosoma, un espermatozoide es capaz de perforar la zona pelúcida que rodea al ovocito y atravesar su membrana. En ese momento se produce la segunda división meiótica y se expulsa el segundo corpúsculo polar, a la vez, la cabeza del espermatozoide se coloca tangencialmente en el ovocito, desaparece su membrana plasmática, se hincha y se transforma en el pronúcleo masculino. El núcleo del ovocito, a su vez, se hidrata, aumenta de volumen y constituye el pronúcleo femenino. Mien­tras tanto y por efecto de la expulsión del segundo corpúsculo y de los granulos corticales al espacio intermedio entre el ovocito y la zona pelúcida, esta zona se vuelve impermeable a la penetración de otros espermatozoides, formándose la membrana de fecundación.

Los dos pronúcleos se fusionan y el óvulo se transforma en cigoto. Inmedia­tamente se produce la primera división del huevo que sigue rodeando la zona pelúcida y arrastrado por la corriente del líquido que provocan los cilios y por las contracciones de la trompa, en pocos días llega hasta el útero, donde vive libre dos o tres días.

Mientras tanto el embrión continúa su división y a partir de las células volumino­sas, que se colocan en el centro formando el botón embrionario, mientras que las células pequeñas se disponen en la pe­riferia formando el trofoblasto. En este estado, el embrión se alimenta gracias a las secreciones nutritivas de la trompa y de la mucosa uterina.

En la siguiente fase se produce la ni-dación, desapareciendo la zona pelúcida del cigoto y de esta forma el embrión se adhiere a la mucosa uterina que está muy vascularizada. Las enzimas segregadas por el trofoblasto lisan las células ute­rinas y hacen que el embrión se sumerja activamente en el interior del endometrio, formándose la placenta. El botón em­brionario se desarrolla a un ritmo rápido para dotar el embrión de sus envolturas. La parte del trofoblasto dirigida hacia la cavidad uterina forma el corión, mien­tras que el trofoblasto implantado en la mucosa uterina constituye la placenta. A partir del botón embrionario se forma la segunda envoltura, el amnios. Esta capa semejante a una burbuja, es muy fina y rodea completamente al embrión, se llena de líquido amniótico de tal manera que el feto está flotando dentro de él.

Al comienza del desarrollo embriona­rio aparece el alantoides que parte del tracto digestivo contribuye a formar la porción embrionaria de la placenta y a eliminar las sustancias del desecho. El saco vitelino aparece como un vestigio evolutivo.

Después de la primera semana del embrión los bordes del amnios se unen para formar el cordón umbilical, que une el tracto digestivo a la placenta. A través del cordón umbilical discurren dos arterias y una vena que por una parte se unen al sistema circulatorio del feto y por otra van a parar a las vellosidades de la placenta, de tal manera, que la sangre materna y la sangre fetal no se mezclan nunca.

10. HÁBITOS SALUDABLES

Para prevenir las enfermedades in­fecciosas es necesario no desatender la higiene sexual de los órganos reproducto­res. Por este motivo, se recomienda lavar los órganos sexuales antes y después del coito. No es, así mismo, recomendable realizar irrigaciones vaginales ya que la dejan inmune y facilitan las infecciones o enfermedades venéreas. Además la mujer en la menstruación debe cambiar el aposito con frecuencia y si es posible en cada uno de los cambios realizar un lavado.

Cuando las relaciones de pareja no son estables es recomendable la utilización de preservativos, no sólo para prevenir enfer­medades infecciosas, sino también para la prevención de embarazos no deseados.

Se deben utilizar prendas de vestir que no estén excesivamente ajustadas a los ór­ganos sexuales para evitar alteraciones y disfunciones en los órganos reproductores.

Se da la circunstancia de que determinados modos en el vestir pueden ser causantes de perdida de fertilidad en el hombre, y obstrucción de las glándulas de Bartolini en la mujer.

En el caso de la mujer, se recomienda una visita ginecológica una vez al año para la prevención de enfermedades, así como es recomendable realizar un seguimiento de los ciclos menstruales para detectar posibles alteraciones. También tiene que saber examinarse periódicamente las ma­mas, para prevenir el cáncer de mama.

En el hombre sólo se recomienda que a partir de los 40 años realice revisiones médicas con el fin de ver la evolución de la próstata. También se recomienda en el caso del hombre, con el propósito de pre­venir el cáncer de testículos, un examen adecuado y periódico de los mismos.

Como en cualquier otro aparato, para prevenir enfermedades es recomendable realizar un ejercicio físico moderado, llevar una dieta equilibrada y evitar las alteraciones de la presión emocional, como depresiones, que conducen a estados ca­renciales del organismo.

Durante el embarazo y después del parto, la mujer debe extremar sus hábitos saludables. Por esto debe de aumentar sus horas de reposo y descanso. La higiene de la piel debe ser especialmente cuidadosa ya que colabora con el riñon en la elimi­nación del agua. La alimentación debe ser vigilada por el ginecólogo para evitar el aumento excesivo durante el embarazo y posteriormente, para favorecer la forma­ción de la leche. Se deben realizar ligeros ejercicios físicos, como es pasear, y reali­zar los ejercicios físicos controlados para preparación al parto y postparto. Durante el embarazo se debe evitar el consumo de alcohol y de tabaco.

11. PRINCIPALES ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN SEXUAL

Dentro de las enfermedades de trans­misión sexual nos encontramos con gran variedad, unas dan sintomatología local, mientras que otras la dan generalizada. Las más importantes son la gonococia y la sífilis, a las cuales se dedicará un mayor estudio. Después se describirán más brevemente otros tipos.

11.1. Gonococia

Enfermedad producida por la Neisseria gonorrhoeae, diplococo gramnegativo que presenta cápsula in vivo.

Su incidencia ha aumentado mucho en los últimos años, debido a muchos factores, como son el aumento de la pro­miscuidad entre los jóvenes, cambios en las costumbres, movimiento de población, aumento de la resistencia a antibióticos, la mujer como reservorio de gonococia, etc.

Uno de los principales antígenos de las cepas de N. gonorrhoeae son los pilo. Durante la infección se forman anticuer­pos frente a este antígeno. La existencia de pilo es uno de los determinantes prin­cipales de la virulencia del gonococo por su capacidad para provocar adherencia a las células humanas y su habilidad para interferir con la ingestión y destrucción de los gonococos por los fagocitos.

Como el resto de los gramnegativos, tiene antígenos que corresponden a la pared bacteriana; uno de los más impor­tantes es el lipopolisacárido con actividad endotóxica.

De los antígenos intracelulares hay quince clases, pero sólo frente a uno de ellos, antígeno A, se han detectado anti­cuerpos en los enfermos. La respuesta inmune no es efectiva. Esto se explica porque en el hombre el período de incubación es muy corto y la rápida instauración de tratamiento hace que el tiempo de expansión al antígeno sea muy breve. En la mujer esta exposición es más larga por ser normalmente asintomática.

La heterogeneidad antigénica de los gonococos hace que no exista inmunidad cruzada entre ellos. El suero del enfer­mo infectado contiene anticuerpos a un título bajo, más alto en mujeres. Los an­ticuerpos producidos localmente son IgA secretores pero desaparecen rápidamente tras el tratamiento.

11.2. Sífilis

Infección sistémica crónica causada por el Treponema pallidum; generalmente se transmite sexualmente y se caracteriza por un período de incubación aproximado de tres semanas, seguido por lesión primaria asociada a linfadenopatía regional; una etapa bacteriémica secundaria con lesiones mucocutáneas generalizadas y linfadeno-patías también generalizadas; en período latente de infección subclínica que perdura muchos años, y en el 30-50% de los casos no tratados, una etapa terciaria caracteri­zada por lesiones destructivas progresi­vas mucocutáneas, musculoesqueléticas o parenquimatosas, aortitis, o afección del sistema nervioso.

Está causada por el Treponema palli­dum, microorganismo delgado y delicado con 6-14 espirales y extremos redondeados, con una longitud de 6-15 micro-m. y 0,2 micro-m. de ancho.

El treponema puede penetrar con rapidez las mucosas intactas o la piel erosionada y en unas horas entra a los vasos linfáticos y a la sangre para producir infección siste­mática y focos metastásicos mucho antes de la aparición de una lesión primaria. El período medio de incubación es de 21 días, pero puede variar de 10-90 días.

11.3. Linfogranuloma venéreo

Infección transmitida sexualmente causada por Chlamydia trachomatis. Las clamidias son pequeñas bacterias con ciclo de desarrollo obligatoriamente intracelular. El género incluye dos tipos patógenos, C. psittaci y C. trachomatis. El único huésped natural para la C. trachomatis es el ser humano. Los inmunotipos A y C de C. trachomatis se asocian principalmente al tracoma ocular y a la infección general. Los inmunotipos L1 L2 y L3 causan linfo-granuloma venéreo y tienen otras carac­terísticas como la de ser más invasores, causar enfermedad principalmente en te­jido linfático y crecer con mayor facilidad en cultivo de tejidos.

11.4. Tricomoniasis

Es una enfermedad de poca importancia, asintomática en el varón y muchas veces en las mujeres. Hoy en día se diagnostica más porque las mujeres dan más importancia a síntomas que hace años no les hacían caso. Estos síntomas consisten en inflamación de la pared vaginal, leucorrea líquida y espumosa, intenso prurito vulvar, moles­tias al coito y enrojecimiento de la pared vaginal con punteado hemorrágico.

11.5. Síndrome de Reiter

Enfermedad de etiología venérea, que sólo se da en los hombres, aunque se han manejado otras etiologías. Se caracteriza por la triada uretritis, artritis y conjuntivi­tis, aunque también hay baíanitis circinada, ulceraciones superficiales de la mucosa bucal y dermatitis característica (querato-dermia blenorragicum). La uretritis pueden producir una descarga uretral francamente purulenta o un exudado tenue y acuoso.

La enfermedad tiene generalmente ca­rácter limitado, remitiendo en un período de seis semanas a seis meses, siendo la regla general la remisión completa con recuperación completa de las funciones articulares periféricas. Son frecuentes, no obstante, las recaídas, y en los casos más graves y crónicos, puede quedar deformi­dad articular residual.