Tema 35. Conflicto y cambio social: factores y tipo.

Tema 35. Conflicto y cambio social: factores y tipo.

1. Sociología del consenso versus sociología del conflicto

1.1 Conflicto y consenso

En la historia de la filosofía ha habido un largo debate entre la concepción funcionalista que pone de relieve la importancia del consenso, y la concepción contraria que concede mayor importancia al conflicto y a la coerción.

La opinión de que la sociedad humana posee un orden gracias al consenso es muy antigua y está muy arraigada. Podemos encontrarla ya en Platón; fue expresada también en la idea de la «voluntad general» de Rousseau y del «imperativo moral» de Kant. Entre los primeros sociólogos el principal exponente de esta opinión es Durkheim, quien percibió claramente que los sentimientos comunes eran los que hacían que los hombres viviesen en sociedad. Más recientemente, Parsons elaboró una teoría analítica que sugería que un sistema social, considerado como un sistema de roles, existía únicamente en la medida en que había un acuerdo sobre las formas de comportamiento que se esperaban de cada rol. Según esto, se otorga gran importancia a los elementos normativos de la acción social: es decir, a la conformidad con las reglas, los valores y las expectativas de los demás; y dicha importancia se relaciona a su vez con el criterio funcionalista de que cada sistema de acción contribuye positivamente al mantenimiento del sistema social en su conjunto.

Los sociólogos que asumen esta postura tienden a considerar el conflicto como una fuerza negativa. No niegan su existencia, pero lo consideran una alteración del funcionamiento normal del sistema social. Es decir, es anormal y, por regla general, también transitorio, ya que en un sistema social existen fuerzas inamovibles que tienden a restaurar el equilibrio, a devolver al sistema a un estado de equilibrio y estabilidad.

La otra gran tradición sociológica es la que considera el conflicto, no como algo anormal y transitorio, sino como permanente e incluso necesario. Su origen es también muy antiguo, pudiéndose remontar quizás a Aristóteles y, sin duda, a Hobbes, Hegel y Marx; y entre sus más recientes exponentes está el sociólogo alemán Dahrendorf. Según este criterio, la existencia de la escasez es suficiente por sí misma para garantizar la presencia de conflictos, ya que las personas pertenecientes a cualquier grupo tratan, por todos los medios, de incrementar su parte de los recursos escasos, a expensas de los demás si es necesario. Si entre dichos recursos escasos incluimos el mando, el poder y el prestigio, entonces las ocasiones para que surjan conflictos se incrementan. Por ejemplo, el poder se denomina un concepto de «suma – cero»; si A tiene poder sobre B, C y D, entonces puede pensarse que A tiene una cantidad positiva de poder, mientras que B, C y d poseen cantidades negativas, ya que lejos de detentar el poder, son sus objetos. Por tanto, la suma del poder de todos los miembros es cero. En toda sociedad que para sobrevivir se base en el esfuerzo cooperativo, se precisa una jefatura, alguien que dirija su funcionamiento; y esto lleva a que las personas se dividan entre las que tienen poder y aquellas cuyo poder es negativo, lo cual supone la aparición de conflictos entre ambos.

Los conflictos pueden asumir múltiples formas. El término es muy amplio e incluye la discusión, el regateo, la rivalidad y la lucha institucionalmente controlada al mismo nivel que la violencia directa. No obstante, por debajo de las formas menores de resolver las disputas subyace la posibilidad de la agresión en forma de violencia física; es decir, la coerción. Por consiguiente, los sociólogos que mantienen este punto de vista, ven en la coerción, más que en el consenso, la raíz última del orden social.

Además, el conflicto se encuentra estrechamente ligado al cambio. Si la sociedad representa un equilibrio de fuerzas, este equilibrio puede cambiar. Cuando dos personas o dos grupos están enfrentados, una solución posible consiste en que uno gane y el otro pierda; y entonces el vencedor procede a hacer su voluntad, a ejercitar su albedrío a pesar de las objeciones del otro, y a transformar el estado de cosas en beneficio propio. Sin embargo, otra posible solución al conflicto consiste en que ambas partes puedan salir mejor libradas. En tercer lugar, un conflicto puede solucionarse con perjuicio para ambas partes.

Queda una cuarta posibilidad: que el conflicto desemboque en un punto muerto o paralización; es decir, que no se produzca ningún cambio. En este caso se suele hablar de tensión más que de conflicto.

Dahrendorf expone los dos criterios de la siguiente manera:

Concepción estructural – funcionalista del consenso o de la integración

Concepción de la coerción

1) Toda sociedad es una estructura de elementos, estable y relativamente persistente

1) Toda sociedad está sujeta a procesos de cambio en cualquier nivel; el cambio social es omnipresente

2) Toda sociedad es un sistema de elementos bien integrado

2) Toda sociedad muestra disensión y conflicto en cualquier nivel; el conflicto social es omnipresente

3) Todo elemento tiene una función en la sociedad; por ejemplo, contribuir a su mantenimiento como sistema

3) Todo elemento de una sociedad contribuye a su desintegración y cambio

4) Todo sistema social en funcionamiento se basa en el consenso, por parte de sus miembros, respecto a determinados valores.

4) Toda sociedad se basa en la coerción ejercida por algunos de sus miembros sobre otros

¿Para qué sirve el conflicto? ¿Qué representa para los individuos, para los grupos y para las sociedades? ¿Cuales son sus funciones positivas o integradoras?. Según Coser, el conflicto delimita los grupos y clarifica sus fronteras: es decir, especifica el lugar en que se encuentra cada uno. Unifica los grupos proporcionando a sus miembros un interés común en la supervivencia y victoria del grupo. El conflicto proporciona a los grupos coherencia, organización y dirección. Además, obliga a cada facción antagónica a interesarse por la coherencia, la organización y la dirección del contrario, ya que resulta mucho más fácil negociar con un grupo que cuenta con un líder en el cual se pueda confiar para mantener el grupo en orden y respetar cualquier acuerdo que se logre. Por otro lado, el conflicto «evita la osificación del sistema social al ejercer presiones a favor de la innovación y la creatividad».

Coser puntualiza que en cualquier sistema social los conflictos son menos destructivos cuando son muy numerosos y cuando no coinciden sus líneas de desintegración u oposición; es decir, cuando existen múltiples conflictos transversales. En este tipo de sociedad, A y B pueden entrar en conflicto en una cuestión determinada, pero A tendrá mucho cuidado de no perjudicar a B más de lo necesario, ya que A y B son aliados en un segundo conflicto contra C.

1.2 Comte y el origen de la sociología

Comte es el fundador de la Sociología moderna, aunque haya autores anteriores a él. Fue el primero en acuñar el término Sociología en el “Curso de Filosofía positiva”. Lo que le llevó a crear la Sociología fue un altruismo, una preocupación por las necesidades sociales. La solución para superar los problemas de su época era abordar una política científica positiva.

En los Cuadernos de Filosofía Social intenta hacer un estudio descriptivo y una interpretación de la situación por la que atraviesa la sociedad de su época. Llega a la conclusión de que la actual situación se significa porque está acabando la actual sociedad teológico – militar, que se asienta sobre un pensamiento religioso y que va acompañada predominantemente de la actividad guerrera. Esta sociedad está siendo sustituida por la sociedad científico – industrial, en donde predomina el pensamiento de los sabios y científicos que son los que dirigen la nueva sociedad. La actividad reinante es la actividad industrial. A medida que el espíritu humano alcanza el estado positivo, la lucha del hombre contra el hombre es sustituida por la lucha del hombre contra la naturaleza, en ese intento de extraer los recursos naturales en función de las necesidades humanas.

Toda reforma social ha de ir precedida de una reforma en el orden del pensamiento.

La reforma de la ciencia significa que hay que elaborar un sistema de las ciencias positivas, sistema que empieza con la lógica y las matemáticas y termina con la sociología.

En las otras dos fases desarrolla las intuiciones planteadas en su primera fase.

La sociología se divide en dos grandes apartados: estática y dinámica social.

Dinámica social: presenta las leyes que regulan el devenir y el cambio social. La dinámica social viene planteada por la ley de los tres estados. El estado está constituido por un conjunto de ideas que determinan un régimen intelectual. Este conjunto de ideas son las instancias últimas a las que los individuos acuden cuando se enfrentan con los problemas de la existencia social. Esas ideas vienen a representar la conciencia social. Los tres estados por los que ha pasado el espíritu humano son: estado teológico, metafísico y positivo.

En el estado teológico el hombre intenta conocer la naturaleza de las cosas determinando sus causas últimas. Es el régimen de los dioses; predomina la imaginación.

Tras este primer periodo aparece la etapa de transición, representada por el estado metafísico. El espíritu humano intenta conocer la naturaleza de las cosas, pero no recurriendo a los dioses, sino a entidades abstractas inscritas en el propio ser de las cosas. Esas entidades abstractas quedan englobadas en el concepto metafísico de naturaleza.

El régimen positivo de la conciencia se da cuando la conciencia humana llega a su madurez, conoce sus propias limitaciones, se contenta con un saber más limitado que el saber absoluto, pero más riguroso, este saber se contenta con analizar los hechos, establecer relaciones entre ellos, el método es el régimen científico.

A cada régimen intelectual – a cada estado de la conciencia – le corresponde un tipo de sociedad; al estado teológico le corresponde la sociedad militar, al estado metafísico la sociedad legalista y al estado positivo, la sociedad industrial.

En esta concepción de la historia humana se recoge un marcado optimismo antropológico.

El pensamiento teológico y el militarismo son esencialmente autoritarios, de ahí que ambos sistemas se den juntos. Los medios de subsistencia de esta sociedad son muy rudimentarios, la unidad de producción y consumo es la familia.

Esta sociedad se resquebraja cuando aparece el estado metafísico de la conciencia y, con él, la sociedad legalista, en esta sociedad comienza a darse una separación entre el poder sagrado y el poder civil; se refuerza el segundo a consta del primero. Es una etapa de transición que sirve para superar los prejuicios de la tradición religiosa y preparar el camino al estado positivo. Al hablar del estado metafísico de la conciencia, se refiere a la filosofía racionalista de su época. La sociedad legalista significa el fin de la sociedad teocrática, la creación de los modernos estados europeos y el inicio de la vida parlamentaria.

El estado positivo se desarrolla en la sociedad industrial, su aplicación práctica es la tecnología. El fenómeno del industrialismo significa la superación de las tradiciones artesanales y una organización científica de la producción; como consecuencia de esto aumentan notablemente la producción y los recursos; aparecen las grandes masas trabajadoras; comienzan a configurarse tensiones conceptuales entre contratados y contratantes; como consecuencia de la superproducción y por consiguiente, la saturación de los mercados, aparecen bolsas de pobreza en el seno de la abundancia; el sistema económico se caracteriza por el libre mercado y la búsqueda del máximo beneficio.

Para Comte, las características más importantes del industrialismo son las tres primeras. Los conflictos son consecuencia de una mala organización de la sociedad.

En toda sociedad es necesario un grupo planificador, un grupo dirigente, pero además piensa que los industriales son los que deben controlar el estado.

Defiende la propiedad privada, pero esta propiedad ha de cumplir una función social.

Para la buena marcha de la sociedad no sólo es necesario aplicar el liberalismo económico, sino que es necesaria una total transformación moral. En la sociedad hay dos tipos de jerarquía: espiritual y temporal. La temporal hace referencia a una escala de poder social y económico. La espiritual hace referencia a valores generales: altruismo, etc. Lo importante es que el hombre intente alcanzar la cumbre en la jerarquía espiritual y no en la temporal.

Estática social: La sociedad es parecida a un organismo y al igual que a un órgano no se le puede comprender si no es ubicándolo en su contexto vital habitual, la estática social es el estudio anatómico de los elementos que componen la estructura social y que cooperan al consenso.

El consenso es aquello gracias a lo cual una pluralidad de individuos vienen a constituir una colectividad, aquello que hace que un conjunto de instituciones sociales vengan a componer una unidad social.

Cuando Comte habla de la estructura social se refiere a la organización social. Estructura social es disposición ordenada de las instituciones sociales. Cada órgano social contribuye al consenso social; este consenso se consigue mediante las ideas comunes que son el contenido de una conciencia colectiva. Una sociedad es más estable a medida que sus ideas comunes tengan una mayor fuerza de cohesión.

La primera parte de la Estática social supone una introducción a la sociología de la religión, del lenguaje, de la política, etc.

El intento sociológico de Comte estuvo condicionado por un idealismo moderado y un conservadurismo ideológico. Ello le llevó a resaltar más el tema del consenso, de la armonía general, complementariedad funcional de los órganos sociales y le llevó a minusvalorar el tema del conflicto social. Habló todo lo más de un cambio evolutivo moderado, por ese moralismo abstracto propio del pensamiento burgués. Toda su sociología está abocada a un optimismo antropológico – filosófico fruto del racionalismo ilustrado decimonónico. Previó la importancia de la tecnocracia. Postula un revolucionismo simple.

1.3 El evolucionismo de Spencer

Profundiza en temas sociológicos, aunque aproxima la sociología a la biología. El contexto social de Spencer es la gran revisión de la ciencia biológica a mediados del XIX que llevó a que se desarrollasen las teorías evolucionistas, no como teoría científica, sino como ideología progresista social. Fue instrumento ideológico de la clase burguesa.

Spencer intentará acercar la sociología a la biología.

Las tesis de Hoeblicker de que el huevo o cigoto es una célula a partir de la cual y por un proceso de diferenciación se configuran los elementos de los órganos vivientes y la tesis de la homogeneidad originaria de los elementos que componen la estructura orgánica de los seres vivos llamaron la atención de Spencer y le sirvieron para aproximar más la sociología a la biología. Por esta época – hacia 1843 – leyó la teoría evolucionista de Lamarck.

En 1857 publicó su ensayo El progreso, su ley y su causaen el que dice que la teoría evolucionista es la única que puede aportar una explicación aceptable al principio de la vida.

La base en que asienta su teoría organicista de la sociedad es en la teoría de la evolución. El evolucionismo se da tanto en el mundo orgánico como en el superorgánico o social.

Spencer cree que sin la analogía orgánica no hay sociedad. La evolución se caracteriza en primer lugar porque cada vez aparecen unidades vivientes de mayor volumen. Esto aparece en sociedad desde los pequeños grupos a las grandes ciudades. Este aumento de volumen va acompañado de una complejificación estructural: aparecen órganos más complejos y especializados. Evolución en ambos mundos significa complejificación estructural, tanto en el nivel orgánico como en el inorgánico. Junto a ello Spencer reconoce que hay diferencias entre el nivel social y el nivel orgánico. El primero presenta mayor plasticidad y movilidad, mayor capacidad de adaptación y mayor creatividad. La conciencia social se reparte a través de las conciencias de los individuos. En el mundo orgánico las partes están en función del todo, mientras que en el social el todo está en función de las partes.

Tanto la unidad social como la orgánica son realidades sistemáticas.

Un sistema es una totalidad compuesta de partes que son semidependientes y semiautónomas.

Sistema social

Estructura social: integración por diferenciación

Función social: la actividad de los diversos órganos sociales que procura satisfacer diversas necesidades y ayuda al mantenimiento de la estructura social

1.4 El funcionalismo absoluto de Malinowski

La corriente funcionalista destaca el tema de la cohesión, del orden social, cuando habla de cambio,, habla de cambio evolutivo, consensuado, pautado. Al funcionalismo se le ha denominado sociología del consensus, aunque también hable del cambio social.

Malinowski es uno de los fundadores del funcionalismo, su investigación se basa en fuentes de primera mano, fuentes directas; es el iniciador del método de encuesta antropológico sobre el terreno. Criticó a los sociólogos funcionalistas anteriores el que trabajasen con material de segunda mano.

A partir de este método, Malinowski concluyó que toda sociedad detenta una cultura original, cultura que aparece como un todo y que hay que explicar y comprender en su propia unidad sistemática. Cada rasgo cultura cobra sentido por el lugar que ocupa en el sistema cultural. Un postulado fundamental de su funcionalismo es la unidad de la cultura humana.

Malinowski presenta un tipo de sociedad fuertemente integrada, coherente; esta coherencia se refleja en los postulados de su funcionalismo:

1. Postulado de la unidad funcional de la sociedad: todo elemento cultural es funcional para la sociedad, coadyuva a su mantenimiento

2. Funcionalismo universal: todo elemento cultural cumple una función

3. Necesariedad: cada elemento cultural ocupa un lugar específico y es indispensable para ese sistema socio-cultural.

Se ha criticado a este modelo el que solo es operativo para ciertas sociedades primitivas, pero no resulta operativo de cara al análisis de la sociedad contemporánea. Esta poca operatividad obligó a una revisión del método funcionalista absoluto para hacerlo operativo de cara a la sociedad contemporánea, es decir, para hacerlo operativo de cara a estudiar el conflicto. Merton es uno de los funcionalistas más importantes que se dedicaron a revisar este método.

1.5 Marx y la sociología del conflicto

No hay ningún texto donde Marx haga una exposición sistemática de su concepción materialista de la historia, sino que esta concepción se encuentra desparramada a lo largo de toda su obra. La categoría fundamental de Marx es la praxis. A partir de la praxis Marx interpreta la historia como un proceso social de autoproducción mediante el trabajo. Esta concepción es una concepción dialéctica, ya que hay momentos históricos que entran en contradicción las fuerzas sociales de producción con el estado de desarrollo de las fuerzas productivas.

1.5.1 Evaluación de la categoría de “praxis”

En el griego antiguo, praxis significaba la acción propiamente dicha, era una acción que tenía su sentido en sí misma, no tenía como consecuencia la creación de un producto externo al sujeto agente. Por praxis se entendía aquella acción que no era artesanal, productiva.

Para la acción productiva, el griego utiliza el término “póyesis”.

En el marxismo cuando se habla de la praxis se hace referencia a la praxis productiva o a la praxis política, es decir, se hace referencia a aquella acción cuyo resultado es algo exterior al individuo.

El sujeto ordinario, la conciencia ordinaria, no hace una reflexión que tenga como objeto la praxis en sí misma, la conciencia del hombre de la calle es una conciencia teórica con respecto a la praxis.

Para la época de la Grecia Antigua, la actividad material productiva no era una actividad típicamente humana, era la actividad típica del esclavo. En Platón, la vida contemplativa alcanza su punto álgido. El trabajo esclaviza al hombre encadenándolo en el mundo sensible siendo un obstáculo para que el hombre alcance el máximo bien.

Para Aristóteles, la actividad teórica es la actividad típicamente humana, sin necesidad de aplicarla prácticamente a la realidad.

En el mundo clásico no hay una vertebración armónica entre teoría y praxis debido a una concepción excesivamente racionalista del hombre y debido también, a un cierta minusvaloración del mundo sensible.

En la Edad Media las dos actividades relevantes sociológicamente eran la contemplación (actividad religiosa) y el cultivo de las armas.

Sin embargo, el pensamiento hebreo es un pensamiento estrictamente material donde, incluso, se valora positivamente la praxis como actividad productiva, aunque luego, en el mito del pecado original, se presenta el trabajo como algo doloroso.

Esto, sin embargo, no tuvo una proyección sociológica notable debido a la influencia del Neoplatonismo sobre los padres de la Iglesia.

Tampoco, en este periodo, hay una vertebración entre teoría y praxis.

En el Renacimiento, comienza a considerarse al hombre no solo como un animal teórico, sino que también se le concibe como un sujeto activo y transformador del mundo, de tal forma que el conocimiento especulativo deja de ser una actividad válida en sí misma; el conocimiento puede, y debe, servir para la actividad práctica.

Sin embargo, a nivel macrosocial, sigue habiendo una preeminencia de la teoría sobre la praxis.

En los siglos XVI y XVII se acentúa la idea del valor de la transformación de la Naturaleza pero, lo que especialmente se ensalza es la utilidad del producto, y no se valora el hecho mismo de la actividad transformadora, de tal forma que se olvida al protagonista de la praxis (al ser humano).

Esta misma valoración pragmática de la praxis es la que también aparece en los grandes economistas del XVIII. La economía es una ciencia de la riqueza y para la riqueza.

La dimensión humana de la praxis no se descubre hasta Marx. Marx, en su concepción de la praxis está influenciado por Hegel.

En la obra de Hegel, hay una reflexión acerca de la praxis. En suFragmento de sistema, Hegel describe a la praxis como “la destrucción utilitaria del objeto”; esta misma definición aparece en Sistema de la moralidad; aquí añade que a través de la praxis se da una unión entre el sujeto y la naturaleza del objeto, sobre todo a través de la herramienta utilizada. En los Cursos de Filosofía de la realidad, Hegel concibe la historia del hombre como el proceso de autoproducción del hombre por el trabajo. Concibe Hegel el trabajo como la satisfacción mediata de la necesidad. También afirma que no se trabaja ya para un uso inmediato del producto, sino que satisfacción inmediata se sustituye por una satisfacción ideal o posible, con ello afirma el carácter universal y abstracto del trabajo en la sociedad moderna. Se trabaja no para satisfacer las necesidades individuales, sino las necesidades sociales. En la Fenomenología del Espíritu Hegel resalta la importancia de la praxis en la formación humana del hombre. “El trabajo implica la transformación humana de la naturaleza, de tal manera que lo subjetivo se objetiva en el objeto”. El producto ya no es una realidad en sí y pasa a ser una realidad para sí, es decir, el productor se reconoce en el producto de su actividad creadora, descubriendo en el producto su propia naturaleza. De esta manera el trabajador toma autoconciencia de sí, el trabajador toma conciencia de su libertad.

Sin embargo, según Marx, esta valoración de la praxis está ubicada en una filosofía idealista, de tal forma que la liberación que postula Hegel se mueve en un plano idealista, porque la praxis acaba disolviéndose en una actividad espiritual.

Por otro lado, la filosofía hegeliana está encaminada a justificar lo dado, es una filosofía conservadora que no valora el drama humano del trabajo alienado.

Para superar esta concepción abstracta de la praxis es necesario: 1) descubrir un sujeto humano de la praxis (Feuerbach); 2) darle un contenido material histórico (Marx).

Feuerbach contrapone la teoría y la praxis y la religión. La teoría es asunto de la razón; la teoría es “la contemplación objetiva de la realidad y en la medida en que es objetiva vertebra una relación armónica entre el sujeto y la naturaleza. El comportamiento teórico implica la destrucción de la ilusión religiosa; sin embargo, el hombre no puede dejar de satisfacer las necesidades egoístas del corazón, estas necesidades se satisfacen mediante la religión.

Feuerbach contrapone teoría y religión, teoría y praxis. El comportamiento práctico (religioso) origina una visión deformada de la realidad. Para Feuerbach, la perspectiva práctica es la perspectiva religiosa. Cuando el hombre acuda al conocimiento objetivo, desinteresado, se podrá superar la antinomia razón – corazón, el mundo del sentimiento estará orientado hacia su objeto natural, que es el hombre.

La insuficiencia de este planteamiento consiste en que Feuerbach se centra, al hablar de la praxis, en la praxis religiosa; es un sistema que peca de formalismo, abstraccionismo y ahistoricismo.

Según Marx, hasta él no ha habido una vinculación entre teoría y praxis; sin embargo, a través de la auténtica praxis la filosofía se hace real, práctica a la vez que la propia realidad se hace teorética.

Para que la relación armónica entre teoría y praxis se haga realidad hace falta una actividad transformadora que implica: 1) una crítica radical, 2) un sujeto encargado de realizar esa crítica (este sujeto será mediador entre la teoría y la realidad).

La crítica radical es la que tiene como objeto al hombre real y sus necesidades reales. Esta crítica se inicia con Feuerbach, con el cual el hombre comienza a tener conciencia de sí mismo. Sin embargo, la crítica feuerbachiana es una crítica radical teórica de la que es necesario pasar a la crítica radical práctica que se identifica con la praxis revolucionaria. La realización de esa praxis revolucionaria está condicionada a la existencia de un sujeto real que medie entre filosofía y realidad. Este sujeto es el proletariado. Este proletariado implica la negación de su propia condición de clase y la afirmación del hombre universal.

En esta su etapa de juventud Marx considera al proletariado como la clase aplastada, humillada que está destinada a emanciparse. Es decir, es una concepción todavía un tanto teórica, casi feuerbachiana.

La misión histórica del proletariado se fundamenta en una dialéctica de lo inhumano; el proletariado es una mera abstracción en el proceso productivo. Pero, en la medida en que sus cadenas son absolutas, también su liberación ha de ser absoluta.

Marx concibe la historia, en su primera etapa, como un proceso racional que tiene una meta concreta – la realización del hombre total – a través de los conflictos sociales, y cada paso en la historia es un momento que tiene que alumbrar el reino de la libertad. En esto hay clara influencia hegeliana.

Cuando Marx profundice en el estudio de la economía ya no fundamentará el destino del proletariado en que es la negación de lo humano, sino en el lugar que ocupa el proletariado en un modo de producción determinado en un sistema de producción contradictorio.

Para determinar las necesidades del proletariado en la sociedad de su época, Marx ha de profundizar en la situación económica. Cuando comienza a profundizar en el mundo de la infraestructura económica se encuentra con la praxis entendida como actividad material productiva. El proletariado aparece como el protagonista de unas relaciones laborales y socioeconómicas además de como un sujeto revolucionario.

1.5.2 Proletariado como sujeto de la actividad material

La Naturaleza (el objeto) no existe para el hombre (el sujeto) al margen de su actividad práctico – material porque la Naturaleza se presenta al hombre en el contexto de su actividad transformadora. Considerar la Naturaleza al margen del hombre es considerarla de un modo abstracto.

Fuera de esta relación productiva la Naturaleza es nada para el hombre ya que ésta existe para él como producto de su actividad transformadora o como producto de su actividad productiva.

La concepción de la Naturaleza al margen del hombre es un tema que a Marx no le interesa y es estudiado por Engels en el materialismo dialéctico.

Para Marx, la naturaleza que el hombre conoce es la naturaleza humanizada o en vías de humanización. Marx afirma que el hombre va creando en un proceso histórico – social. Mediante su trabajo el hombre se objetiva en la naturaleza, proyecta su esencia subjetiva en el objeto creando un producto humanizado que sirve para satisfacer esas necesidades de tal manera que el hombre se objetiva en la Naturaleza y la Naturaleza se subjetiviza en la medida en que el hombre la integra en su realidad humana a través de su manipulación y su consumo. El muno transforma al hombre, y el hombre se transforma transformando al mundo. El hombre produce sus propios modos de subsistencia a través del trabajo.

La praxis como producción material presenta dos momentos: la herramienta y las relaciones sociales. A medida que la actividad material se desarrolla se hace necesaria una división del trabajo, lo cual implica el desarrollo de unas relaciones sociales de producción.

La existencia humana aparece como un conjunto enorme de fuerzas productivas que implica la configuración de unas relaciones sociales de producción. La historia es el proceso social de autoproducción del hombre por el trabajo.

En la producción, el hombre no sólo actúa sobre la naturaleza, sino que también actúan unos sobre otros. Fuerzas de producción y relaciones sociales son dos aspectos de una misma realidad, ya que el hombre como ser productivo y como ser social son una misma cosa.

A partir de esta visión antropológica, Marx empieza a prefigurar su concepción dialéctica de la historia. A cada sistema de fuerzas productivas le corresponden objetivamente unas relaciones sociales de producción determinadas. El sistema de fuerzas productivas viene determinado por el conjunto de trabajadores y por el nivel de control sobre la naturaleza.

Las relaciones sociales de producción vienen determinados por las formas de propiedad.

Las relaciones sociales evolucionan y llega un momento en que, debido a esto, deben cambiar las relaciones sociales de producción. Si las relaciones sociales de producción vigentes resisten al cambio, llegará el momento en que se alumbrará una contradicción objetiva entre el estado de desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales. Esta contradicción sólo puede ser resuelta a través de la praxis revolucionaria.

El motor de la historia es el desarrollo de la producción y el trabajo, y la trama de la historia es la lucha de clases. Las propias contradicciones existentes en el seno del modo de producción es lo que implica el avance de la historia. El paso de un modo de producción a otro exige la mediación de una praxis revolucionaria.

Las diferentes clases de organización social existentes a lo lago de la historia han sido: sociedad tribal, esclavista, feudal, capitalista y comunista, con la mediación de la etapa socialista.

Para Marx, la superestructura es la conciencia que tienen los hombres con respecto a su ser y a su comportamiento; también hace referencia a las instituciones sociales que son producto de la actividad social y que son realidades instrumentales que sirven para legitimar el orden social establecido.

Las doctrinas sociales expresan la realidad objetiva social, pero a través del prisma reformador de los intereses de clase. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.

El Estado aparece como un elemento de la superestructura; es la institución que detenta el poder legítimo y que está al servicio de los intereses de la clase dominante. Para Marx la infraestructura (es decir, la estructura económica) determina la superestructura.

La tesis fundamental de Marx es que no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. Según esto, el Estado aparece como elemento de la superestructura ideológica. El Estado aparece como una institución que representa el poder legítimo, la coacción legítima.

La intuición mas importante de Marx es recordar que todo pensamiento humano es un pensamiento en situación; hay que ubicarlo en un contexto histórico y social.

En la teoría marxista de la infraestructura – superestructura, estos dos conceptos son conceptos teóricos de la misma realidad, inseparables. La infraestructura implica la superestructura. Se puede hablar de interacción dialéctica entre infraestructura y superestructura.

Para Marx, el dinamismo sociológico del modo de producción capitalista alumbra una profunda contradicción objetiva: mientras que el trabajo se socializa cada vez mas, la propiedad sobre los medios de producción se privatiza cada vez mas, lo cual trae como consecuencia que poco a poco el capital se irá concentrando cada vez en menos manos y, por tanto, la masa de trabajadores se irá ampliando, lo que a su vez provocará un decrecimiento de los salarios. Esta situación poco a poco se irá volviendo insufrible para el trabajador y desembocará en una revolución del proletariado, tras la cual se formará la dictadura del proletariado, como paso previo a la fundación de la sociedad comunista.

2. Análisis del conflicto social

2.1 La base biológica del conflicto social

Durante largo tiempo, la sociología estuvo muy influida por el darwinismo social. Durante el medio siglo anterior a la Primera Guerra Mundial los sociólogos estuvieron cautivados por el carácter aparentemente científico de nociones tales como las de «selección natural», la «supervivencia de los más fuertes» y la «lucha por la vida» que extrajeron de los trabajos de Spencer y Darwin. Se olvidaban, con ello, del hecho de que el conflicto en la sociedad humana es intra-específico y que las otras especies animales son inmunes a nuestro tipo de conflicto: su selección, supervivencia y lucha se refiere exclusivamente a su medio ambiente, y su agresividad no va nunca dirigida contra su propia especie, excepto en forma de lizos normalmente no mortales entre individuos dirigidas a establecer jerarquías internas. Las especies animales no se destruyen a sí mismas en batallas, ni subyugan a sus semejantes para explotarlos. A pesar de esta objeción los esfuerzos de los darwinistas sociales no fueron del todo vanos puesto que reunieron y ordenaron gran cantidad de información acerca del conflicto social.

Freud y su escuela mantuvieron viva la noción de la existencia de un elemento agresivo y destructivo en el hombre que sólo la cultura y un proceso de socialización adecuado pueden controlar y sublimar en forma de expresión creadora y pacífica. Los biólogos y zoólogos modernos han comenzado a explorar la agresión entre los animales y a aplicar la experiencia en este terreno a la conducta humana. Así, Konrad Lorenz mostró cómo la guerra intraespecífica en los animales sólo ocurre cuando se introducen experimentalmente presiones ambientales muy agudas, en especial el exceso de población. Según él, el agobio producido por un exceso de densidad demográfica produce un desequilibrio ecológico y psíquico que hace que el «espíritu de lucha» que posee toda especie sea redirigido por el hombre contra sus propios congéneres. En una primera fase el hombre eliminó todas las demás especies que le amenazaban o las explotó en su provecho. Esto fue lo que le permitió extenderse sobre toda la faz de la tierra. Y al multiplicarse sin cesar el territorio adecuado comenzó a hacerse difícil de encontrar. Fue entonces cuando empezó la lucha entre bandas armadas y tribus. La población excesiva agota los alimentos, impone formas opresivas en la distribución de la riqueza, inclina a unas gentes a vivir parasíticamente de otras, e impone niveles de densidad demográfica o espacial que son psicológicamente dañinos, al tiempo que aumenta las tendencias agresivas de muchos individuos.

Sin embargo, aunque la población excesiva es un problema grave y que puede llegar a ser desastrosa para el futuro de la humanidad, no es una variable que explique toda la agresión humana. Hay zonas muy poco pobladas que presentan índices de criminalidad más altos que las de gran densidad; hay tribus, castas y pueblos guerreros cuyo modo de vida tiene causas económicas, políticas e ideológicas distintas de las demográficas o espaciales.

2.2 Tipología del conflicto

2.2.1 El poder y el conflicto social

Gran parte de la sociología política gira en torno a este tema. Cubre la expresión política de los conflictos, así como las luchas abiertas por el poder. En este contexto, quienes afirman que «la estratificación trata del poder» han tendido a transferir el énfasis tradicional marxista sobre la clase como expresión de relaciones económicas desiguales al terreno del sistema de poder predominante, de modo que tanto clase como economía aparecen como subproductos de la distribución del poder y la autoridad en una sociedad dada.

Sin embargo, parece que los datos empíricos obligan a establecer una interpretación menos unilateral: el conflicto ocurre a menudo para establecer el control o el dominio sobre bienes y servicios sin que el afán por el ejercicio directo del poder sobre otras personas entre en juego por parte de todos los contendientes. El hecho de que una parte de la población esté siempre movida por un claro deseo de poder no abona la generalización de la lucha por el poder para la sociedad en su totalidad. Así pues, suponer que «la estructura del poder y la subordinación en las sociedades humanas es la razón última de la presencia de la protesta y la resistencia… del antagonismo y la alteración del orden… es una cuestión que va más allá de la prueba empírica»

2.2.2 El conflicto social y el conflicto de clases

La opinión de «la historia de toda sociedad es la historia de la lucha de clases», expresada por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, refleja el supuesto básico de quienes creen que la única clave que explica el conflicto social es el antagonismo entre los grandes estratos en que está dividida la sociedad, según criterios de poder económico o político. Esta posición es muy extrema, y parece más sensato suponer que el conflicto de clases es uno de los tipos del conflicto social en general, si bien se trata de uno de los más importantes.

En general, los estudiosos del conflicto de clases han aceptado la explicación marxista tradicional como la más acertada, por lo menos para las primeras fases de la industrialización de los países capitalistas occidentales, pero han subrayado sus limitaciones en lo que se refiere a la nueva situación creada por el auge del «estado benefactor», el neocapitalismo y la expansión de nuevas formas de gestión y propiedad de bienes que han dado lugar a la aparición de nuevas estructuras ocupacionales y formas de reclutamiento de personal para los nuevos roles de la sociedad moderna.

Varios de los marxistas clásicos fueron los primeros en percatarse de esto y abrir la vía a nuevos planteamientos. Así, por ejemplo, para Lenin, el relativo bienestar de las clases trabajadoras inglesas dependía directamente de la miseria de los pueblos dependientes de la corona británica, que constituían un mercado cautivo de la metrópoli. Más tarde la desaparición del imperialismo clásico sobre el que se basa esta interpretación ha dado lugar a que surjan nuevas doctrinas, que siguen esta línea. Destaca la de los teóricos de la revolución en el «tercer mundo». Por ejemplo, Franz Fanon sostuvo que el neocolonialismo y el neoimperialismo se basan en la existencia de unas «naciones proletarias» que se alzan no ya contra una clase social, sino contra todo un sistema de explotación entre los países. En varios sentidos, estos argumentos son muy vulnerables a un análisis serio. En primer lugar, existe un elemento de verdad en la afirmación de que la guerra internacional y la expansión imperialista es un subproducto de los conflictos de clases internos: las clases dominantes han encontrado, desde siempre, que era sumamente conveniente para ellas canalizar las energías desencadenas por el conflicto interno hacia afuera, mediante expediciones militares, la apertura de nuevos mercados y la creación de situaciones de tensión ideológica colectiva que exigía a todo ciudadano dirigir su agresividad contra un enemigo externo, real o imaginario. En segundo lugar, los teóricos socialistas han sabido subrayar fenómenos que han sido ignorados u oscurecidos por muchos de los sociólogos del pasado, que insistían en presentar el conflicto social de clases como si solamente se tratara de una mera fricción entre diversos rangos sociales, sin mayores consecuencias.

Dentro del marxismo destaca la aportación de Gyorgy Lukács, quien reinterpretó la noción de proletariado en términos más radicales y revolucionarios que los admitidos por la ortodoxia comunista soviética. Lukács esclareció la interpretación sociológica de la dirección de la historia contemporánea: según él, es el proletariado con su conciencia de clase (y no el partido) el primer y principal transformador de la sociedad moderna y de su sistema de valores.

Como Lukács ha mostrado, las clases y su conflicto deben entenderse en su totalidad; las tensiones y luchas entre individuos de distinto rango social y entre grupos aislados ciertamente existen, pero su sentido solamente puede captarse si se comprende el todo de que son parte, es decir, la estructura social general que las engendra.

Otra contribución importante es la de Gramsci, quien analizó los elementos internos de las clases dominantes, y demostró la importancia de los intelectuales y de la intelligentsia en general tanto en la tarea de legitimar y mantener el sistema prevalente de desigualdad social como en la de derrocarlo.

2.2.3 La guerra

Según Abén Jaldún, existen cuatro géneros distintos de conflagración armada. La primera es la tribal, que abraza también las luchas entre clanes y familias. La segunda es la de quienes viven de la expoliación y el robo. La tercera es la «guerra santa» o religiosa. Finalmente, la cuarta es la dinástica, de rebelión o sucesión.

Es decir, según Abén Jaldún, existen: a) guerras entre naciones, clanes y tribus, que compiten por un territorio marcado, riqueza o soberanía; éstas pueden ser inspiradas por ciertos grupos dirigentes o influyentes minoritarios; b) guerras promovidas por profesionales, es decir, como un modo de vida; éste es el caso de los mercenarios, los piratas, los saqueadores de oficio; c) las guerras ideológicas y religiosas, y d) las guerras civiles, en las que se ventila la cuestión de la legitimidad del poder o del sistema de poder. Naturalmente, los cuatro tipos aparecen combinados a menudo en cada caso concreto de conflicto armado.

La guerra puede definirse como aquel tipo de conflicto social que tiene lugar a través de la organización de una colectividad con objeto de conseguir la subyugación o destrucción física total o parcial de los miembros de otro u otras colectividades, con derramamiento de sangre. La guerra es, pues, una lucha mortal y organizada.

Según Margaret Mead, la guerra no es una necesidad biológica, sino una «invención cultural». Así, las variedades de la guerra primitiva son tales que no existe una forma única, común a todos los hombres. Encontramos batallas ceremoniales o rituales, luchas de exterminio, expediciones de pillaje, vendettas familiares o clánicas, pero en todos estos casos aparecen reglamentos estrictos de conducta y de ley tribal o intertribal.

Los factores ambientales pueden haber dado origen a la guerra en un pasado muy remoto, pero ya no pueden explicar la situación presente. Así, encontramos sociedades que educan a sus hijos en la ferocidad y el combate, como única ética aceptable. Otras educan a sus mozos en las virtudes opuestas. La violencia y la guerra no quedan abandonadas al capricho: las hostilidades deben conducirse según normas apropiadas de tiempo, lugar y manera. También el carácter del enemigo cae dentro de estas normas culturales.

Según Quincy Wright, la guerra depende de cuatro factores: a) la tecnología, y en especial la tecnología militar; b) la ley; c) la estructura social, en especial la de las unidades políticas que la dominan en tribus, naciones, imperios, y d) la red de actitudes y opiniones presentes. El conflicto armado puede ser desencadenado en cualquiera de estos niveles en cuanto se destruye el equilibrio social general. La paz es, en última instancia, el mantenimiento dinámico de un sistema general de equilibrio entre las diversas fuerzas sociales, a través de esfuerzos constantes para mantenerla.

2.2.4 La revolución

La revolución es una forma de guerra – específicamente, de guerra civil – cuyos resultados difieren con mucho de los de otros modos de conflicto social. Puede definirse como aquel proceso social de cambio intenso y rápido, que entraña una insurrección armada inicial y que produce mudanzas substanciales en la estructura y la cultura de la sociedad que la presencia. De cuantos disturbios sociales existen, solamente aquellos que provocan cambios drásticos en las relaciones de poder, jerarquía, ideología predominante y otros rasgos de semejante alcance pueden recibir el nombre estricto de revoluciones.

Las revoluciones son fenómenos totales que no dejan ninguna zona de la sociedad fuera de su alcance. La mudanza social viene acompañada de transformaciones en los valores, las leyes, la religión, el poder y la técnica, si bien la nueva sociedad no difiere de un modo absoluto de aquella que la vio nacer. Marx, por ejemplo, sentenció que las épocas anteriores a las revoluciones llevaban siempre en su seno la semilla revolucionaria y la lógica irremisible de su propia destrucción futura.

Además de ser fenómenos totales, las revoluciones son características de su propia época histórica. Así, la revolución que tuvo lugar en Egipto en tiempos de Amenhotep IV y que destruyó el poder de la vieja aristocracia fue distinta de la revolución democrática ateniense, plasmada en la legislación de Solón, que abrió las puertas del poder a las clases medias y creó unas condiciones sin precedentes para el progreso del pensamiento secular y racional.

Las revoluciones modernas tienen lugar cuando concurren un número específico de circunstancias. Si solamente se produce una o varias de ellas diremos que la situación es, a lo sumo, cuasi revolucionaria, lo cual puede llegar a acarrear un grado notable de disturbios y alteraciones, pero no un cambio revolucionario. para que ocurra una revolución es menester que estén presentes todos los siguientes factores:

2.2.4.1 Antagonismo intenso de clases

La concepción popular de la situación revolucionaria siempre ha entrañado un choque entre ricos y pobres, o poseedores y desposeídos. Esto es una verdad elemental, pero las cosas no son tan sencillas. Ha habido un gran número de revueltas dirigidas contra una clase privilegiada que no han producido cambios revolucionarios, porque las iras de los alzados iban contra el hambre, los impuestos o la presión política: lo que se intentaba era la restauración de la justicia. Normalmente, en estos casos, la revuelta es efímera y va seguida de una fase de pacificación violenta que mantiene el orden anterior.

Lo que importa para que la revolución sea posible es la existencia de un antagonismo, sobre todo su paso de un estado de latencia a un estado de explicitud entre unas capas de la población cuya aceptación consensual de la autoridad de los poderosos es un impedimento casi insuperable. Así, si la mayoría no pone en entredicho la legitimidad de la autoridad de las clases dominantes el proceso revolucionario es imposible.

El antagonismo de clase exige el desarrollo de una conciencia de clase, así como una pérdida de referencia hacia la autoridad tradicional.

2.2.4.2 La frustración de las expectativas económicas crecientes

Tanto Marx como Tocqueville insistieron en que no es la mera pobreza lo que desencadena la revolución, sino la percepción de la desigualdad como algo injusto e insoportable. De aquí se sigue que las revoluciones pueden estallar bajo condiciones de «prosperidad» sin precedentes históricos para la sociedad en cuestión e incluso para sus clases bajas. Como dicen Marx y Engels:

Un alza notable de los salarios presupone un crecimiento rápido del capital productivo. El crecimiento rápido del capital productivo produce un crecimiento igualmente rápido de riqueza, lujo, necesidades sociales y comodidades. Así, aunque las comodidades de los trabajadores hayan subido, la satisfacción que dan ha caído en comparación con el estado de desarrollo de la sociedad en general. Nuestros deseos y placeres provienen de la sociedad; los medimos, por lo tanto, por la sociedad y no por los objetos mismos que los satisfacen. Y como son de naturaleza social, son relativos (K. Marx y F. Engels: Trabajo asalariado y capital, Alianza, Madrid)

Para Davies, es posible dar una explicación del cambio revolucionario que se base en la relación que existe entre las expectativas económicas crecientes de una sección importante de la población y las fluctuaciones económicas. «Las revoluciones ocurrirán cuando un período prolongado objetivo de desarrollo económico y social vaya seguido de un breve período de aguda regresión»

2.2.4.3 La frustración de las expectativas crecientes de poder y status

El cambio social que precede al estallido de la revolución entraña el desarrollo de nuevos estratos de gentes dotadas de movilidad ascendente que no pueden hallar un lugar en la sociedad adecuado, según ellos, para su cualificación. La rigidez del mundo social en que viven los ahoga, de modo que en un momento determinado comienzan a retar al sistema mismo.

En todo período revolucionario entran en juego discontinuidades y desórdenes de status y poder.

Los estratos que notan con mayor intensidad la frustración creada por el sistema social son aquellos que más cerca están de la clase a batir. El descontento proletario puede ser un factor importante en la pauta general de la revolución, pero en algunas fases decisivas sectores de la pequeña burguesía y los intelectuales se convierten en la punta de lanza revolucionaria. Los revolucionarios más exigentes son aquellos para quienes las recompensas de status y poder están más cerca, y no obstante no son alcanzables

2.2.4.4 La incapacidad de las clases dominantes

Las clases dominantes deben ser capaces en tres sentidos distintos tanto para sobrevivir a la amenaza revolucionaria como para neutralizarla. En primer lugar, deben abrir sus filas al reclutamiento de personas de otro origen. Segundo, deben saber adaptarse a las innovaciones técnicas y económicas. En tercer lugar, es también esencial que las clases dominantes muestren una vigorosa capacidad de creación política frente a las condiciones cuasi revolucionarias. La revolución es poco probable si hay un gobierno eficiente con una política bien definida. Como Lenin añadió, es requisito de toda revolución que el ejército deje de ser leal a las clases dominantes.

2.2.4.5 La hostilidad de la comunidad intelectual

Una gran sección de los grupos que se pasan al enemigo está formado por los intelectuales o sus adláteres. Los intelectuales tienden a percibir más penosamente su privación de status, y se sienten doblemente aislados e inútiles bajo el régimen tiránico cuya destrucción desean. Muévense en un mundo de doctrinas, ideas y planes a veces utópicos que están en gran demanda en épocas de efervescencia revolucionaria. Al mismo tiempo, los intelectuales son muy útiles en la tarea de llenar los huecos técnicos dejados por los grupos salientes y en ayudar a otros revolucionarios mucho menos competentes en ciertos terrenos.

2.2.5 Conflicto generacional

Cuando el cambio social es intento, los conflictos entre adultos y jóvenes se acentúan. En virtud del proceso de socialización, cada niño es integrado socialmente según las normas, valores y actitudes de sus mayores y, por ende, de su clase, ámbito social y subcultura. Mas si durante su juventud el hombre se va encontrando con un mundo que no responde a las líneas de conducta que le han sido inculcadas, puede caer en un estado de confusión mental anómica, pudiendo llegar desde la rebelión puramente irracional y antiautoritaria contra los adultos hasta la aceptación de todas las contradicciones que la crisis le presenta, mediante su sumisión y adaptación táctica y casuística a cada coyuntura; podrá también alcanzar una crítica racional y coherente con la situación.

Cuando la desviación colectiva de los jóvenes no es comprendida ni aceptada por los adultos y cuando sus agravios y motivaciones son ignorados por las diversas élites sociales, aparece el conflicto social intergeneracional.

Hay cuatro grandes tipos de rebelión de los jóvenes contra sus mayores:

I. La rebelión política identificada con las fuerzas de izquierda o liberales (a menudo clandestinas) predominantes en un país. En este caso los jóvenes suelen identificar la reparación de sus agravios o reivindicaciones con un sistema de legitimidad política deseada también por otros grupos políticos de su país.

II. La rebelión política utópica. Acompaña ésta a menudo a la anterior, aunque preconiza una transformación inmediata del mundo mediante la destrucción antiautoritaria de los «instrumentos de opresión»

III. La rebelión fascista. La desviación social de los jóvenes impuesta por las crisis puede canalizarse en ciertos casos en organizaciones de juventud paramilitares. En ciertas sociedades pluralistas de clase hay jóvenes que resuelven sus conflictos psicosociales según ideales de obediencia ciega e identificaciones con la extrema derecha.

IV. La pseudorrebelión de la marginalización. Trátase de una retirada de un mundo que es considerado no sólo hostil, sino incapaz de garantizar la salvación moral mediante la acción colectiva contra sus instituciones injustas. El elemento utópico y comunitario es muy importante en los grupos de esta tendencia, aunque lo más señalado es su creación de una subcultura y estilo distintos.

Sin embargo, no todas las rebeliones generacionales se reducen a estos cuatro tipos. Las rebeliones generacionales contra el «mundo de los adultos» están ancladas en la estratificación ocupacional y su dinámica y oportunidades, así como en las estructuras de dominación de clase, amen de su conexión con los problemas educativos y profesionales del mundo moderno. Tienen además relación con los conflictos internacionales y con la formalización de una cultura sin fronteras.

3. Los efectos del conflicto social

La destrucción y las pérdidas para el vencido y las recompensas y ganancias para el vencedor no son más que los efectos superficialmente obvios de la contienda.

Fue Simmel quien abrió el camino a un entendimiento más apropiado de los efectos del conflicto sobre las partes contendientes. En vez de concentrar su atención sobre los efectos disfuncionales del conflicto, observó que éste también producía efectos de otro género. El conflicto es una de las fuerzas integrativas más potentes con que un grupo pueda contar: aumenta la solidaridad interna; ayuda al mantenimiento de la disciplina; bajo su presión se toman decisiones drásticas que no hubieran sido aceptables en condiciones normales.

Lewis Coser ha intentado elaborar toda una teoría general de las funciones integrativas del conflicto social. Su enfoque ha consistido en querer interpretar el conflicto desde un punto de vista neutral, como fenómeno cuyos efectos pueden ser considerados como positivos para la estructura de ciertos grupos, clases o instituciones, aparte de los juicios morales que podamos emitir sobre tal proceso.

Gluckman ha alcanzado conclusiones similares a las de Coses en su estudio sobre el conflicto social y la costumbre en el seno de colectividades tribales en Africa: éstas han mostrado que «los hombres se querellan de acuerdo con sus lealtades consuetudinarias, pero se restriñen y cohiben ante la violencia a causa de otras lealtades opuestas, también consuetudinarias. El resultado es que los conflictos producidos por un conjunto de relaciones… conducen al establecimiento de la cohesión social»

4. Conformidad, desviación y anomia

Salvo casos efímeros de caos pasajero, la sociedad posee una estructura sistémica o cerrada. Decimos que la sociedad es un sistema porque sus miembros se ciñen suficientemente a las pautas de conducta de sus instituciones. Una de las bases del acatamiento explícito o tácito de las normas sociales es la conformidad social. La conformidad es simplemente conducta que obedece o encaja en la norma social.

Estrechamente ligado con la conformidad está el consenso. El consenso existe cuando los miembros de los grupos se encuentran en un estado de acuerdo afirmativo en materia normativa o cognitiva, relevante para su interacción mutua, respecto a las personas y roles centrales al sistema y respecto a personas, roles y colectividades externas al sistema. El consenso entraña también un estado de solidaridad formado por un sentido de identidad común surgido por ligámenes afectivos de características primordiales, o por una participación en lo sagrado y en la comunidad civil, o en una cultura común. El consenso es algo más profundo que la conformidad, pues cuando existe pone a personas e instituciones en contacto armonioso con los centros del sistema social general.

Pero el consenso completo es imposible, pues la sociedad está siempre en tensión entre esta fuerza cohesiva y las fuerzas centrífugas que resultan de sus propios procesos internos de diferenciación y de su adaptación deficiente al medio ambiente. Los individuos y los grupos que pierden sus ligámenes consensuales con el sistema prevalente pasan a la acción disconforme, se desvían de las normas abiertamente reconocidas como válidas por la comunidad. Estamos entonces ante la desviación o conducta desviada. La desviación es cualquier tipo de conducta que no encaja en las normas de un sistema social determinado. La desviación es una conducta que se aparta de lo que un grupo normalmente espera de la conducta de un subgrupo o individuo.

La desviación social se comprende y mide mejor dentro del marco de la anomia. El sentido literal de la palabra griega anomia es el de «ausencia de ley» o norma. En sociología anomia denota, en primer lugar, una situación en la que existe un conflicto de normas, de manera que los individuos no pueden orientar con precisión su conducta. Es decir, que se encuentran en una situación en la que hipotéticamente no hay normas porque no las hay precisas. Conflicto de normas significa, pues, vacío normativopara quienes se encuentran en medio de él.

Tanto Durkheim como Merton han subrayado el hecho de que la anomia surge de la discrepancia que existe entre las necesidades del hombre y los medios que le ofrece una sociedad concreta para satisfacerlas. Según Merton, la crisis anómica surge en el conflicto entre «fines culturales y normas institucionales». Un ejemplo claro de esto lo ofrece la sociedad norteamericana. Según los valores del sistema cultural americano los individuos son socializados en su juventud para que se esfuercen por conseguir el éxito. Pero la estructura social no permite a la mayoría que lo consiga. La mayoría, irremisiblemente, fracasa, y por lo tanto se considera a sí misma como fracasada. Además, parcialmente a causa de la ideología individualista, el inconformismo con la propia situación social no se traduce en acción de clase, sino en una lucha individualista por el éxito.

Las consecuencias de todo esto pueden quedar reducidas a neurosis y psicosis individuales. Pero también pueden llegar al llamado por Durkheim suicidio anómico; y puede crear un tipo especial de delincuencia, una conducta desviada que quiere alcanzar los mismos objetivos por otros caminos.

La discrepancia entre fines culturales y medios normales o socialmente aceptados de ascender no es por sí sola causa de anomia. Lo importante, dice Merton, es que la falta de oportunidad ocurra en una sociedad en la que constantemente se predique la igualdad de oportunidades al tiempo que existan fuertes barreras contra la igualdad.

5. El cambio social

Cambio social es cualquier alteración o transformación total o parcial de la estructura de la sociedad, que, aunque de por sí se la considera estable, puede modificar su historia. Cambio social es toda observación constatable en el tiempo, que afecta de forma no efímera ni circunstancial ni provisional a la estructura o al funcionamiento de una sociedad dada, hasta el punto de modificar el curso de su historia. Se entiende que el cambio ocurre dentro de un periodo breve de tiempo, puesto que, si el periodo es largo, se habla más bien de evolución social.

El cambio social puede definirse principalmente por tres características:

1. Todo cambio es temporal: el paso del tiempo es una condición importante para que sucedan cambios, pero el tiempo solo no los produce.

2. El cambio es también ambientas (sujeto a un lugar): se da siempre en entornos concretos, tanto físicos como culturales. El entorno geográfico está constantemente sujeto a cambios, algunos de ellos producidos por el control del hombre sobre la naturaleza, y otros por los poderes incontrolados de esta misma. El entorno cultural ejerce un gran influjo en el comportamiento de las personas; al mismo tiempo, el comportamiento de las personas transforma el entorno cultural.

3. Todo cambio posee un aspecto humano. El hecho de que las gentes efectúen cambios y a su vez sean afectados por ellos, confiere al cambio la mayor importancia. Además, todo el personal de una sociedad entra en los grupos y sale de ellos, de forma que varían el número y el tipo de miembros que la forman. Al cambo de un periodo de tiempo, todo el personal de una sociedad queda completamente reemplazado por otro.

Los factores que determinan el cambio social son:

1. En toda sociedad los modos tradicionales institucionalizados de comportamiento suelen atender a las necesidades reconocidas de la gente. Pero cuando aparecen nuevas necesidades –creadas, imaginarias, o reales–, originan una situación en la que frecuentemente se intenta el cambio, y a veces se realiza.

2. La necesidad está íntimamente ligada con la disposición para el cambio, las actitudes de expectación y de previsión que tienen las personas en la sociedad. Los que están más o menos satisfechos con el status quo y desconfían de las innovaciones, no crean condiciones favorables al cambio. Donde la gente ansía nuevas y mejores maneras de educar a sus hijos, de distribuir las rentas, de agilizar el gobierno o de fomentar los valores religiosos, procuran condiciones favorables para el cambio.

3. El caudal acumulado de conocimientos es una condición importante para el cambio, porque las nuevas maneras de hacer las cosas se basan generalmente en formas previamente existentes. La condición depende tanto de la cantidad como de la especie de los conocimientos de que se dispone. Según la abundancia de conocimientos, organizados, variados y transmisibles, contribuirán a determinar el punto de partida para adquirir nuevos conocimientos. Una sociedad en donde el caudal de conocimientos es rígido, conservador y dogmático no ofrece fáciles condiciones para el cambio. Y al contrario, los cambios serán más rápidos cuanto más flexibles y manejables sean los conocimientos.

4. El tipo de los valores dominantes que existen en una cultura y la actitud u orientación general de la gente frente a ellos son una importante circunstancia para el cambio. Si el espíritu científico de búsqueda está acoplado con una fe pragmática en la perfectibilidad social, son casi inevitables los cambios introducidos deliberadamente. La insistencia en los valores tradicionales e inmovilistas crea una situación en la que los cambios sólo suceden con lentitud.

5. El grado de complejidad de la estructura social y cultural es también una condición de cambio. Una sociedad en que haya gran diferenciación y multiplicación de status y clases, especialización y división de funciones y un sistema fácil de comunicaciones y transportes es sumamente propicia a la mutación.

6. Bibliografía

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  • Giner, S.: Sociología, Barcelona, Península
  • Gluckman, M.: Costumbre y conflicto en Africa, Nueva York: Free Press
  • Lukács, G.: Historia y conciencia de clase, Barcelona, Orbis
  • Marx, K. y Engels, F.: Trabajo asalariado y capital, Barcelona, Península
  • Schoeck, H., Diccionario de sociología, Barcelona, Herder, 1977
  • Sorokin, P., Dinámica social y cultural, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1970