Tema 43 – Pensamiento político y económico en el siglo XIX.

Tema 43 – Pensamiento político y económico en el siglo XIX.

1. INTRODUCCIÓN

2. DIFERENTES LÍNEAS DE PENSAMIENTO POLÍTICO DURANTE EL SIGLO XIX.

2.1. EL LIBERALISMO.

2.1.1 INGLATERRA.

2.1.2 FRANCIA.

2.2. EL NACIONALISMO.

2.3. EL TRADICIONALISMO.

2.3.1 LAS PRINCIPALES IDEAS

2.3.2 PRINCIPALES REPRESENTANTES

2.4. EL CATOLICISMO.

2.5. EL IMPERIALISMO.

2.6. EL SOCIALISMO.

2.6.1. EL SOCIALISMO UTÓPICO

2.6.2. EL MARXISMO.

2.7. EL ANARQUISMO.

3. EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DEL SIGLO XIX

3.1.TEORÍAS Y AUTORES DE LA ECONOMÍA CLÁSICA.

3.2.REACCIÓN CONTRA LAS TEORÍAS ECONÓMICAS CLÁSICAS.

3.2.1. EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DE KARL MARX.

3.3.LAS TEORÍAS ECONÓMICAS NEOCLÁSICAS.

4. BIBLIOGRAFÍA

1 INTRODUCCIÓN

Los conflictos políticos del siglo XIX surgidos a partir de la Revolución Francesa y los cambios sociales producidos por el proceso de industrialización constituyen el medio donde aparecen doctrinas políticas y económicas nuevas. Son los llamados “ismos”, movimientos de defensa consciente de una doctrina frente a otras, de su actuación política y económica en virtud de principios teóricos.

Durante el siglo XIX nacieron y se desarrollaron tres importantes corrientes de pensamiento. Su influencia fue importante entonces y lo sigue siendo hoy día, ya que éstas son el soporte de las principales ideas políticas contemporáneas. Estamos hablando deL liberalismo, el tradicionalismo y el socialismo. Las revoluciones burguesas son leitmotiv de este terremoto ideológico: las fuerzas contrarias a las mismas, los defensores del Anden Régime en sentido amplio se sostendrán en las doctrinas políticas tradicionalistas. La burguesía basará sus proyectos de cambio político y económico en los planteamientos liberales y nacionalistas. Este Nuevo Régimen no está exento de contradicciones y dará lugar al surgimiento de nuevos planteamientos para la nueva clase social generada: el proletariado y los socialismos.

La primera y la segunda mitad del siglo XIX están separadas por un acontecimiento histórico que sacudió a Europa en muchos aspectos, incluido el ideológico-político. La oleada revolucionaria de 1848 será tanto final como principio de la forma de concebir estas tres corrientes de pensamiento de las que venimos hablando. El liberalismo pasó de ser “puro” a ser “doctrinario”. El socialismo pasó de ser “utópico” a ser “científico” y el nacionalismo pasó de ser “liberal” a ser “conservador”.

Esta ruptura que se produjo en el mundo a partir de 1848 se manifestará en la manera de percibir la realidad: al pensamiento romántico de la primera mitad del siglo XIX, le seguirá el pensamiento científico-positivista-determinista de la segunda mitad del siglo. Esta evolución dejará sentir sus consecuencias en todas las esferas de la vida política, económica e ideológica.

2 LÍNEAS DE PENSAMIENTO POLÍTICO DURANTE EL SIGLO XIX

Las grandes corrientes de pensamiento en las que se engloban los “ismos” decimonónicos son:

Las doctrinas políticas y económicas liberales, con raíces en los pensadores empiristas ingleses y en la Ilustración francesa, surgidas como oposición al absolutismo y al privilegio social y económico. No será una doctrina de sólida coherencia, hecho que lo demuestra el surgimiento de distintas tendencias liberales a lo largo del XIX.

Las doctrinas políticas tradicionalistas, que parten de la oposición a la Revolución Francesa y a todo el proceso revolucionario y justifican la política de la Restauración. Son la base del conservadurismo decimonónico.

Las doctrinas socialistas y social-revolucionarias, de gran diversidad, pero su crítica a las desigualdades y penurias sociales que trae el proceso de la industrialización justifica que las englobemos en este apartado.

El primer y segundo grupo tienen en común el descuidar la desigualdad socioeconómica entre los miembros de una colectividad. El primero y el tercero coinciden en su oposición al Anden Régime, y el segundo y tercero en atacar al estado liberal triunfante en Europa Occidental en el siglo XIX. Faltaría citar al romanticismo político y al nacionalismo, que abordaremos más adelante. El romanticismo tuvo una evolución muy dispar. Hubo revolucionarios románticos y otros que defienden las tradiciones históricas, la vuelta al Antiguo Régimen. El romanticismo político fue más una forma de entender la política que una doctrina, una concepción sentimental y elocuente de la política, el uso de la historia en el discurso político legitimando una ideología u otra.

2.1. EL LIBERALISMO

En temas anteriores, y desde otra perspectiva ya definimos el liberalismo como la ideología que dio respaldo intelectual a las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII y principios del XIX. La idea básica del liberalismo es garantizar la libertad individual y la protección de ésta frente a cualquier injerencia del estado mediante una constitución. Se pueden distinguir tres tipos:

Liberalismo económico: Fundamentalmente inglés, basado en los principios de propiedad y libre iniciativa. Se opone al dirigismo y a los privilegios del Estado.

Liberalismo político: de ascendencia francesa, se opone al despotismo y propugna un gobierno representativo, la división de poderes y el control parlamentario del poder ejecutivo.

Liberalismo intelectual: caracterizado por la lucha por la consecución de la tolerancia, la libertad de conciencia y de opinión universales.

Los principios fundamentales del liberalismo son:

la soberanía nacional, la división de poderes y la constitución como marco jurídico principal del Estado.

derechos naturales y libertades individuales garantizados por la constitución: libertad de expresión, libertad religiosa, seguridad e igualdad jurídica, etc.

derecho de propiedad, libre concurrencia de los factores económicos y libertad de comercio.

control del gobierno por parte de un parlamento representativo; participación política a través del sufragio. La discusión sobre la extensión del sufragio, censitario o universal masculino, va a caracterizar dos corrientes opuestas dentro del liberalismo: la doctrinaria y la democrática.

No obstante esta ideología revestirá en cada país unas determinadas características. Veamos los dos ejemplos más significativos: el francés y el inglés.

2.1.1 INGLATERRA

La producción teórica política inglesa es menor que la francesa, debido a la falta de trastornos revolucionarios desde 1688 y a la importante obra de los economistas ingleses. El liberalismo inglés está más preocupado por los asuntos económicos que por los políticos. Los principales ideólogos políticos ingleses son:

Jeremy Benthan (1748-1832). Para este autor el Estado únicamente tiene justificación por el principio de utilidad, es decir, por su función de lograr la máxima felicidad para el mayor número posible de hombres.

James Mili (1773-1836). Es partidario del sufragio universal como medio para que el Estado atienda plenamente a los intereses colectivos. Elabora una doctrina del gobierno representativo basado en las ideas de Jeremy Bentham.

Stuart Mili (1806-1873) hijo del anterior. Someterá a revisión crítica los postulados de su padre. Para él la libertad es un bien individual y social en sí mismo pero independiente del principio de felicidad. Para este autor lo fundamental será el respeto a la persona humana.

Hebert Spencer (1820-1903). Influenciado por el pensamiento positivista y darwinista llegó a comparar a la sociedad con un organismo vivo, en el que el bienestar social estaría basado en la supervivencia de los más aptos y la eliminación de los menos aptos. Su liberalismo acabará convirtiéndose en ultraconservador: la lucha por la vida y el triunfo de los más fuertes. Corresponde a la era victoriana. Su obra principal es El individuo contra el Estado (1884). Identifica vida social y vida física. Gracias a la adaptación al medio se realizará la mayor felicidad del mayor número de personas. Denuncia el intervencionismo estatal en lo económico y en lo social. No menciona ni comenta los problemas que el desarrollo del socialismo y el progreso del imperialismo plantean.

La escuela de Oxford. Revisaron las ideas del anterior y concluyeron que el interés general no puede oponerse a la felicidad individual. La sociedad políticamente organizada tiene la obligación de conseguir ambas cosas. Su máximo representante es Thomas Hill Green (1826-1882). Su obra más importante es Principios de la obligación política: la naturaleza humana es fundamentalmente social y la participación del hombre en la vida social es la más elevada forma de desarrollo personal. Los hombres se encuentran sometidos al interés general. Green cuenta con el Estado para asegurar la educación nacional y la salud pública. Apasionado por la justicia social, pide que el Estado desarrolle los sindicatos, las cooperativas, sociedades mutualistas…

En definitiva podemos ver como toda esta variedad de postulados ideológicos no hacen sino reflejar los cambios que se estaban operando en la sociedad británica, una vez que los postulados del laissez-faire perdieron su credibilidad a causa de su ineficacia social y su naturaleza injusta.

2.1.2 FRANCIA

El liberalismo francés se ocupa tanto de los problemas políticos como económicos. Veámoslo:

Benjamín Constant (1787-1850). Fue el teórico del liberalismo durante la época de la Restauración. Sus obras principales son Cours de politique constitucionelle y Mélanges de literature et de politique. Define la libertad como “el pacífico goce de la independencia privada”. Reconoce la responsabilidad ministerial, el poder legislativo bicameral, defiende las libertades locales y la libertad religiosa. Su sistema político es censitario y claramente burgués. Su ideal liberal es similar al inglés y se resume en la premisa: el rey reina pero no gobierna.

Alexis de Tocqueville (1805-1859) es un liberal tradicional y considera a la democracia como un mal que hay que aceptar, y al individualismo lo considera el causante de los males de la sociedad. Durante la época conocida como el “orleanismo” (el régimen monárquico del “rey burgués” Louis Felipe de Orleans) se estableció un liberalismo lleno de contradicciones. No existieron grandes pensadores en esta época. Tocqueville es el más importante, aunque sus grandes obras pertenecen a los últimos años de su vida: La democratie en Amérique y L ‘Anden Régime et la revolution. En la primera estudia la influencia de la democracia sobre las instituciones y la influencia de las instituciones sobre las costumbres. En la segunda argumenta que la centralización administrativa es obra del Antonio Régimen y no de la revolución o del Imperio. Su principal preocupación es salvar la libertad del individuo, tanto del Despotismo como del igualitarismo de la democracia. Partidario de un sistema bicameral y antipresidencialista. También, de la descentralización administrativa, las libertades locales, las asociaciones de ciudadanos de todo tipo, de la necesidad de una moral pública fundada en la responsabilidad y la pasión por el bien público.

Prevost-Paradol: Tras 1848 en el liberalismo francés se establece una concepción “conservadora” influenciada por Tocqueville. Está a favor de un sistema de contrapesos; se preocupa menos por la forma de gobierno que por la reforma de las instituciones. En lo económico se abandona el “laissez-faire” y se camina hacia el proteccionismo y el conservadurismo. Es hostil a cualquier reforma social y su deseo de un ejército fuerte para construir un imperio colonial anuncia el nacionalismo conservador y chauvinista del último cuarto de siglo.

El liberalismo radical o democrático se desarrollo en la defensa de la III República en forma de diversas tendencias: sufragio universal, anticlericalismo y una educación nacional y moral laicas. Presenta inquietudes sociales aunque lejos del colectivismo socialista. Se sustenta sobre valores de solidaridad y un cierto igualitarismo en la propiedad, defendiendo al pequeño cultivador, los pequeños y medianos industriales y comerciantes. Entre sus máximos representantes hay que citar a Alain, que desconfía del poder y del estado como amenaza a la libertad individual y es partidario de un férreo control de los diputados sobre el gobierno y de una red de poderes territoriales y locales (tradición girondina).

2.2. EL NACIONALISMO

El nacionalismo exalta la soberanía de un pueblo para constituirse en estado nacional, pero ideológicamente se relaciona con el liberalismo revolucionario, como en la primera mitad del siglo o bien con posiciones tradicionalistas y conservadoras, como ocurre en la segunda mitad.

Antes de adentrarnos en lo que fue el enjambre de ideas que conformaron el pensamiento político del siglo XIX comentaremos las ideas político-filosóficas de un autor alemán cuya influencia posterior será fundamental. Hegel (1770-1831) es el filósofo del que hablamos y en relación con él comentaremos las dos líneas de pensamiento que aquí mas nos interesan:

LA PREOCUPACIÓN POR LA NACIONALIDAD. Según Hegel, el espíritu que actúa en la Historia es el espíritu de un pueblo o espíritu nacional. Este, según la concepción del pensamiento hegeliano, nace, crece, se desarrolla y finalmente muere para acceder a un principio más elevado encarnado en otro espíritu nacional. (Estas ideas serán el punto de partida de una teoría posterior conservadora y antiliberal del Estado como poder nacional). Para Hegel, el Estado es el instrumento de conciliación entre la libertad individual y el interés universal, de forma que este se encargaría de la organización racional de la libertad. De esta forma el individuo puede satisfacer en el Estado sus intereses y reconocer como justas sus leyes de carácter histórico (es decir leyes variables según el momento histórico en el que se instituye dicho Estado). Para Hegel el Estado debería ser absoluto, puesto que sólo él encarna los valores éticos.

LA DIALÉCTICA HEGELIANA. Este será el punto de partida para el desarrollo del pensamiento de Marx (dialéctica marxista). Para Hegel, la Historia no es sino el desarrollo paulatino de la Idea original hacia el Espíritu Universal, es decir, el Absoluto, a través de un proceso ininterrumpido de perfeccionamiento de dicha Idea. Este proceso tendría lugar mediante la evolución dialéctica tesis-antítesis-síntesis.

Las características del nacionalismo de la primera mitad del siglo suele estar íntimamente ligado a las ideas liberales y estar teñido de fuertes tintes románticos. Los teóricos de este nacionalismo son Gioberti (1801-1852) y Mazzini (1805-1872) en Italia. Este último, el máximo representante de esta ideología, enarbolará teorías sobre la fraternidad y la fusión de clases. Para él, política y religión jamás pueden ir separados.

En Francia, el principal autor es Michelet. Su nacionalismo es un canto a la patria francesa. Preconiza la paz y la fraternidad universal.

En la segunda mitad del siglo, este nacionalismo romántico cambia radicalmente. El origen de las nuevas ideas nacionalistas estuvo en otra ideología vigente en esta época que fue llamada el tradicionalismo. Se ensalzan los sentimientos regionalistas y la fuerza. También el antisemitismo y la xenofobia. Maurice Barres (1862-1923), Charles Péguy (1873-1914) y Charles Maurras (1868-1952) son sus principales representantes. Es el nacionalismo conservador.

2.3. EL TRADICIONALISMO

Surge como reacción a la revolución rechazando tanto sus fundamentos teóricos, abstractos y universales como sus efectos políticos. Contrapone empirismo historicista a la razón ilustrada.

2.3.1 LAS PRINCIPALES IDEAS

Las principales ideas del tradicionalismo se resumen en: Importancia de los antepasados y de la tierra en la que se nace; Importancia del asociacionismo: familia, región y corporación; Importancia de valores morales como patriotismo, honor, virilidad, héroes, responsabilidad, orden y energía; El poder divino emana del Estado de lo que se deriva la afirmación del catolicismo, la lucha contra los protestantes, el antisemitismo y la justificación de la Inquisición. También defiende la esclavitud.

2.3.2 LOS PRINCIPALES REPRESENTANTES

Los principales representantes de estas ideas son Joseph de Maistre (1753-1821) y Louis de Bonald (1754-1840) en Francia. Sistematizarán los fundamentos teóricos del tradicionalismo que ya habían sido enunciados por autores anteriores. Se burlan de las pretensiones racionalistas del XVIII bajo afirmaciones como “el hombre abstracto no existe”, “no existen los individuos, sino los franceses, italianos, españoles…”. Defienden la tradición y el prodencialismo en contra del universalismo y del racionalismo. La política natural, para ellos está basada en la historia, la cual está subordinada a los designios de la providencia. De Maistre presenta a la revolución como una expiación querida por Dios. El orden tradicionalista es esencialmente jerárquico. El gobierno más natural para el hombre es la monarquía; y la soberanía es inviolable y absoluta. Llegan a admitir la subordinación del poder temporal al espiritual (El Papa detenta una magistratura universal).

En España destacaron las figuras de Donoso Cortes (1809-1835) y Jaime Balmes (1810-1848) y en Inglaterra el tradicionalismo deriva de E. Burke (1729-1797) y de sus ideas antirrevolucionarias ya que sólo las reglas, costumbres e instituciones depositarías en el curso de los siglos pueden traer el equilibrio y la felicidad públicas.

En la segunda mitad del siglo XIX, ante la imposibilidad de volver al Antiguo Régimen, el tradicionalismo, de la mano de Taine (1828-1893) adquirirá tintes científicos (teorías positivistas-deterministas) y enarbolará ideas de selección y determinismo natural según el medio. Siente horror por la democracia plebiscitaria. Este tradicionalismo acabará confundiéndose con el nacionalismo chauvinista y xenófobo.

En Francia será Renán el que tomando estas mismas ideas les dé un aire típicamente francés en Reforma intelectual y moral en Francia (1871). Su ideario se basa en una concepción espiritualista y voluntarista de la nación, fundamentada en la tradición, estableciendo así puentes con el sentimiento nacionalista conservador de la época.

2.4. EL CATOLICISMO

Esta corriente ideológica procede de dos movimientos totalmente diferentes: El catolicismo social, que surge como respuesta-protesta a la miseria en que los trabajadores se ven confinados a causa de los vicios del liberalismo (Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII); y el catolicismo liberal, que es una adaptación del liberalismo a los postulados católicos.

2.5. EL IMPERIALISMO

La formación de los estados nacionales y las teorías de Spencer sobre el darwinismo social (conceptos como espacio vital, selección social, etc.) confluirán en una ideología conocida como imperialismo:

El imperialismo alemán: el nacionalismo-imperialismo alemán cuyo principal representante es Treitschke (1834-1896) tiene su origen en una época anterior a la industrialización aunque, fue durante ésta cuando se produce la expansión ideológica del mismo. Su validez se sustentó en una serie de creencias que ayudaron a que esta ideología fuese considerada como una predestinación. Veamos estas creencias: Alemania estaba predestinada a una misión espiritual que sólo ella podía realizar (ideas de Hegel, Fichte y Goerres); La raza alemana es superior (idea sostenida por Wagner, Houston Chamberlain, List, Bismarck…etc); La superioridad del Sacro Imperio Romano-Germánico sobre otras naciones de la tierra; y, consecuentemente a todo lo anterior, exaltación de la guerra como algo necesario y beneficioso.

El imperialismo británico: Aunque al principio los británicos defendieron la no-implicación bélica en la empresa colonial, será en 1872, cuando de la mano de Disraeli Inglaterra entre a conquistar nuevos mercados, antes de que lo hiciesen otros imperios. Estas necesidades económicas también irán respaldadas por una ideología que las justifica: Inglaterra, como tierra de una raza superior, tiene la misión de civilizar el mundo.

El imperialismo de Estados Unidos: En este país, la guerra de Secesión y el triunfo del Norte industrial fue lo que precipitó el capitalismo, la crisis del liberalismo y la aparición de una ideología justificadora del expansionismo económico, aunque desde el primer tercio del siglo se venía aplicando la Doctrina Monroe.

2.6. EL SOCIALISMO

El socialismo del siglo XIX poco tiene que ver con las ideologías utópicas de siglos anteriores. Surge como respuesta a la necesidad de reforma social que la Revolución Industrial trajo consigo.

2.6.1. EL SOCIALISMO UTÓPICO

En la primera mitad del siglo XIX una serie de pensadores, en su mayoría franceses, reflexionan sobre las contradicciones de la industrialización y plantean soluciones más o menos ideales a estos problemas. Suelen partir de influencias tan variadas como la Ilustración (sobre todo Rousseau), la moral cristiana y el romanticismo.

En Inglaterra, Robert Owen luchó por la disminución del trabajo infantil y la reducción de la jornada laboral e intentó llevar a cabo mejoras en las condiciones de vida del obrero y más adelante intentó que prosperasen comunidades agrícolas modélicas sin propiedad privada, y un Banco para los obreros cooperativistas, pero todos estos intentos fracasaron (Comunidades de New Lanark y New Harmony en USA). En sus últimos tiempos, Owen, predicó un mesianismo social (llegada del reino de Dios que traerá paz, felicidad y armonía).

En Francia, destacan Saint-Simon (1760-1825) para el cual, lo más importante es organizar la producción y la economía. Lo único que le da el rango de socialista a su doctrina es su crítica a la sociedad y su pretensión de mejorar material y moralmente a la clase social más pobre. También destaca Fourier (1772-1837) crítico implacable de la sociedad en la que vive, y protagonista de una propuesta de sociedad agrícola, organizada en comunidades autosuficientes, en las que todas las funciones de la comunidad debían ser asumidas por todos los miembros de forma rotatoria (Falansterios). Blanc propone los Talleres Sociales, organizados y apoyados por el estado y donde los obreros detentarían los instrumentos del trabajo. Por último Proudhon (1809-1865) nos plantea un socialismo contradictorio. Por un lado es defensor de la libertad y de la igualdad. Por otro no cree en ningún tipo de autoridad. Sus ideales prácticos fueron el mutualismo (intercambio de bienes y servicios sin existencia de beneficio alguno) y el federalismo o federación solidaria de grupos y naciones. El problema social es básicamente moral: el equilibrio entre libertad e igualdad se resuelve mediante la solidaridad. Sus ideas estuvieron teñidas de un profundo humanismo e individualismo.

2.6.2 EL MARXISMO

Marxismo es el nombre de la doctrina que emana de la obra al completo de Karl Marx. Con la colaboración de F. Engels crea el Socialismo Científico llegando a la conclusión de que la propiedad privada corrompe toda la organización social, política e ideológica, de la que el proletariado nada puede esperar. Antes y después de 1848 el marxismo cambia. Antes de esta fecha, Marx, junto con Engels, se centrarán en la ideología política. Después, será la critica a la economía clásica (teorías de David Ricardo y de Malthus) lo que fundamentalmente acometerá a través de su obra “El Capital”. Las fuentes intelectuales del marxismo son la escuela clásica de economía y la filosofía hegeliana, fundamentalmente el materialismo dialéctico. Los principales aspectos del marxismo son:

El materialismo histórico. Es el análisis de los procesos a los que se ven sometidas las condiciones materiales de la sociedad. Afirmaciones, contradicciones y síntesis. La aplicación del método dialéctico a la historia es lo que Marx denomina materialismo histórico.

La lucha de clases: el hombre y la naturaleza se relacionan a través del trabajo. A su vez el trabajo es la forma de expresión de la capacidad productiva del ser humano. En el sistema capitalista el hombre queda desvinculado de su producción, ya que ésta no le pertenece. Tanto producción como medios de producción pertenecen a la burguesía y ello es lo que le da el poder. Los que no los poseen quedan excluidos del poder. Este proceso es, para Marx, el origen de la división de la sociedad en clases. La Historia es la historia de la lucha de clases. El objetivo del marxismo es la supresión de las clases y de esta lucha. Las clases que actualmente están implicadas en esta lucha son burguesía y proletariado. La primera se formó a raíz de un proceso revolucionario que le permitió sentarse en el poder. Al ocurrir esto, el proletariado tomó conciencia de clase. La revolución del proletariado contra la dominación de la burguesía conduce a la supresión de las clases.

La revolución marxista. El proletariado puede hacer la revolución al no tener que reclamar derechos frente a otras clases. La producción tendría que ser socializada, la propiedad abolida y de esta forma, el capitalismo desaparecería. El estado como órgano represor que es, tendría que ser eliminado. Y ello supondría el advenimiento del comunismo. La transición entre el socialismo (con Estado) y el comunismo (sin Estado) exigirá una dictadura despótica por parte del proletariado.

2.7 EL ANARQUISMO

La corriente anarquista llegó a tener gran importancia a finales del XIX. Sus principales representantes fueron Bakunin (1814-1876) y Kropotkin (1842-1921). Sus ideas están basadas en la profunda creencia de la naturaleza bondadosa y solidaria del ser humano. Por ello el hombre, ha de seguir su instinto sin responder a autoridad alguna, ni a partido político alguno. Se produce por lo tanto una exaltación de la libertad del hombre y se rechaza cualquier institución que la restrinja, especialmente el estado y la iglesia. El poder instituido es anormal, pues se separa de las masas e impone su tiranía mediante los detentadores del poder. No es la masa la que hace uso de su soberanía, sino sus representantes. También se rechaza la propiedad, la cual engendra desigualdad y poder. No hay un modelo social definido en la doctrina anarquista, sin embargo se propone como ideal una sociedad sin estado organizada en comunas autónomas y libremente federadas donde la propiedad sería colectiva.

3 EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DEL SIGLO XIX

La literatura económica preclásica había estado más dispuesta a juzgar el comportamiento económico que a analizarlo. Los objetivos mercantilistas comportaban un grado considerable de intervención estatal en la actividad económica con el objetivo de mantener una balanza siempre favorable. Con el fin de disminuir los gastos en importaciones, la mayor parte de los estados europeos de la época intentaron encaminarse hacia la autosuficiencia nacional, y para ello trataron de promover y proteger las empresas nacionales, al tiempo que fomentaban los privilegios comerciales monopolíticos. La escuela fisiocrática surge como reacción a la política mercantilista en Francia. Considera que la agricultura es el único sector genuinamente productivo de la economía, el único que generaba el excedente del cual dependía todo lo demás. Quesnay atacaba la política económica francesa con el argumento de que discriminaba la “productiva” agricultura y favorecía la “estéril” empresa manufacturera.

3.1. TEORÍAS Y AUTORES DE LA ECONOMÍA CLÁSICA

Las teorías económicas clásicas son aquellas que surgieron bajo la ideología liberal, con los principios del “laissez-faire” y la no intervención del Estado en la dinámica del mercado. Parten de la idea de que el superávit surge de la producción y no del comercio. La agricultura no es ya la única actividad productiva; la industria puede generar también un excedente, algo muy comprensible teniendo en cuenta el contexto histórico del naciente industrialismo británico. Según los autores clásicos, el sistema institucional mercantilista no contribuía a la utilización eficiente del potencial que suponía la disponibilidad de un excedente. Las reglamentaciones y restricciones de los movimientos de hombres y bienes obstaculizaban la eficacia y el desarrollo. Propugnan además que se eliminen los privilegios de mercado de que gozaban los favoritos del poder. Los asuntos económicos se consideraban gobernados por leyes, que aunque reconocibles por el hombre, quedaban fuera de su control directo. Aún así era aconsejable comprender las propiedades de estas leyes. Todos los elementos de la mentalidad clásica se aplicaron preferentemente al análisis del crecimiento económico a largo plazo.

Adam Smith (1723-1790) fue el padre de esta escuela. Con su obra Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones (1776) iniciaba el análisis clásico de la teoría económica aplicado sobre todo al crecimiento económico. Introduce la noción de división del trabajo en un doble sentido: por un lado hace referencia a la especialización de la mano de obra que acompaña al progreso económico, mejorando la capacidad productiva del trabajo. La división del trabajo venía limitada por “la extensión del trabajo”, aunque toda medida que amplia el mercado (geográficamente o estructuralmente) era de interés general. Por otro lado, la división del trabajo hace referencia a la división de la población activa en dos categorías, la que está adscrita a empleos “productivos” y la que está adscrita a empleos “improductivos”. Los primeros son aquellos en los que la mano de obra trabaja con bienes de capital y deben superar dos pruebas: deben conducir a la producción de objetos tangibles para la acumulación y deben dar lugar a un excedente del que se pudiera disponer para futuras reinversiones.

Smith explica también la importancia del mercado como regulador de la división del trabajo y el modo en que se determina el valor económico. Establece una distinción entre “valor en o de uso” y “valor en o de cambio”. En principio el valor está al margen del mercado. Los precios nominales o de mercado podían fluctuar pero el valor permanecía constante e invariable. El trabajo es la medida del valor, aunque también la remuneración de la tierra y el capital. De esta forma el “precio natural” es decir el valor de los bienes estaba compuesto por tres ingredientes: los salarios, las rentas y los beneficios. Sin embargo el precio de mercado no tenía porqué corresponderse con estos tres condicionantes. Si esto fuera así la competencia haría que el precio del mercado y el precio natural se ajustasen.

En las tarifas de los salarios intervienen varios factores peculiares en cada actividad, como su agrado o no, su situación geográfica… También la relativa fuerza negociadora de empleadores y empleados. Los salarios no podrán caer por debajo de las necesidades de subsistencia sin disminuir el volumen de la mano de obra. Conforme suben los salarios los beneficios se reducen, cuanto más pagaran los patronos a sus trabajadores menos podían retener para sí mismos.

Otro capítulo interesante de la teoría clásica de Adam Smith hace referencia a las rentas y los beneficios. Las rentas se refieren a la remuneración de los propietarios de tierras. Una economía en expansión generaría una demanda creciente de los productos de la tierra por medio de dos caminos: el crecimiento de la población aumentaría la demanda de alimentos y un sector no agrícola en expansión aumentaría las necesidades de materias primas derivadas de la tierra. Al combinarse estas demandas llevaría a la puesta en producción de tierras sin emplear. El crecimiento basado en la demanda de productos agrícolas tendrá una importante efecto sobre la renta entre las diferentes clases sociales. De modo particular, beneficiaría a los propietarios de tierra. En cuanto a los beneficios, afectaría sobre todo a los terratenientes y capitalistas que podrían disponer de fondos más que suficientes para financiar reemplazamientos y para sostener sus convencionales niveles de vida. El resultado para la sociedad sería mejor si el excedente de fondos se ahorrase. Los capitalistas son los agentes principales a través de los cuales la renta neta se convertiría en acumulación.

La política económica de Smith consideraba el crecimiento económico como el fin básico. La idoneidad de cualquier política particular debería medirse por sus efectos sobre “el progreso de mejora” y más específicamente por sus consecuencias sobre la acumulación del capital y la especialización del trabajo. Desaprueba toda intervención estatal en la economía y considera que los gobiernos estaban mal encaminados cuando legislaban para proteger al pobre (porque restringía la movilidad de mano de obra) como cuando favorecían al rico (porque malacostumbraban al capital)

David Ricardo, fue el que más ampliamente desarrolló las ideas de Smith, dándole a sus teorías cuerpo de ley. Su obra más importante es Principios de economía política y tributación. Aporta la idea de que el valor de un bien podía establecerse por el trabajo directamente aplicado y por el trabajo indirectamente acumulado a través de las máquinas. En las dos primeras ediciones creía que el desempleo tecnológico era imposible y que las ganancias de productividad adquiridas por la introducción de maquinaria eran una ganancia indiscutible del que se beneficiarían todas las clases sociales. Sin embargo en la tercera edición cambia de criterio y argumenta que la renta bruta (que afecta a los trabajadores) disminuye y que los beneficios alcanzan solamente a terratenientes y capitalistas. Aun así mantenía la esperanza de que podía evitarse esta clase de desempleo, de que los descubrimientos tecnológicos eran graduales y podían así asimilarse sin graves conmociones. Alude a la “ley de rendimiento decrecientes” cuando el proceso de expansión económica mine sus propios cimientos: la acumulación de capital a partir de los beneficios. Conforme cayera la tasa de beneficio aparecería el estado estacionario, en el que ya no habría acumulación neta. Este proceso podría retrasarse por las mejoras en la maquinaria utilizada en la producción de bienes de subsistencia, así como por los descubrimientos científicos en la agricultura que permiten liberar parte del trabajo antes necesario, y de este modo hacen bajar el precio de los bienes básicos del trabajador. También mediante la importación de productos alimenticios del exterior obtenidos a costos más bajos.

Thomas Robert Malthus (1766-1834) basándose en la ley de la distribución de David Ricardo, elaboró una teoría (principio de la población y los recursos) según la cual la población crece en progresión geométrica mientras que los recursos lo harían en progresión aritmética. Fue formulada en su Ensayo sobre el principio de la población (1798). La consecuencia sería la inevitable falta de recursos alimenticios para todos. La solución que él propone es la aplicación de medidas de control sobre la población -sobre el proletariado- a través de restricciones de carácter moral (celibato). Para él, la guerra y las epidemias serían mecanismos naturales de control de la población. Uno de los mecanismo para contener el aumento humano desmesurado es que la “presión laboral” hace descender los salarios y aumenta el precio de las provisiones por la enorme demanda. Los obstáculos al matrimonio y la dificultad de crear una familia son tan grandes que la población se para. Pero por otro lado, los cultivadores emplean más mano de obra para nuevas roturaciones y para la intensificación de los cultivos, animados por los grandes beneficios derivados de los altos precios. De esta forma la producción de víveres aumentarán y se equiparará a la población. Conforme el crecimiento de la población amplía la demanda de alimentos y eleva su precio, el cultivo se extenderá a superficies menos fértiles y se intensificará en tierras ya roturadas. Esto provoca un aumento de los costes de producción, de tal modo que los propietarios de las tierras más fértiles obtendrán mayores beneficios. De esta forma, aunque la producción de alimentos podía crecer, éste sería en una tasa decreciente, agravándose el problema de mantener constante la disponibilidad de alimentos por cabeza a medida que aumentase la población. Se opuso a las “Leyes de Pobres” y defendió el mercado libre, aunque respetó las “Leyes de cereales”, ya que cree que el mantenimiento de altos precios en el trigo alentaría la inversión y mejora agraria. Marx, dedica buen espacio en su obra a la critica de estos “principios” malthusianos.

Otros dos importantes autores enmarcados en el ámbito de los teóricos de la economía clásica son Jean Baptiste Say (1767-1832) y John Stuart Mili (1806-1873). El primero de ellos elaboró una teoría a la que denominó “ley de los mercados” según la cual, el equilibrio económico tiende al pleno empleo y a la correspondencia entre la oferta y la demanda (la oferta crea sus propia demanda y la demanda su propia oferta). John Stuart Mili sistematizó y dio a conocer las primeras revisiones de las teorías económicas clásicas en Principios de economía política. Distinguió entre “leyes de producción” inmutables según el autor y “leyes de distribución” variables según el autor. Hay que tener en cuanta que el mundo económico que Mili estudia ha cambiado con respecto al que conocieron Ricardo o Malthus. Mili distingue dos tipos de leyes: las que gobernaban la producción, que eran inmutables y fijadas por la naturaleza; y las que gobernaban la distribución de la renta, que estaban sujetas al control humano. Esto permitía a Mili dar un papel al estado que se alejaba del clasicismo ortodoxo. Mili, en su nueva versión de la llegada del estado estacionario, había mantenido que era probable que el descenso de las tasas de beneficio estuviera asociado con movimientos especulativos que llevaran a despilfarres de capital. Mili propone que el Estado recoja una parte de los beneficios para financiar proyectos socialmente beneficiosos.

3.2. REACCIÓN CONTRA LAS TEORÍAS ECONÓMICAS CLASICAS

El desencadenamiento de una fuerte crisis económica puso de manifiesto lo erróneo de esa supuesta armonía económica natural de las leyes del libre mercado o, dicho de otra manera, de los principios del laissez-faire. Corrientes críticas a estas teorías liberales clásicas fueron el movimiento historicistas, los socialistas utópicos y fundamentalmente Karl Marx.

3.2.1 EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DE KARL MARX

Según las teorías de Marx, expuestas en El Capital, el hombre es fruto de las relaciones productivas aunque este condicionamiento puede ser modificado. Para Marx, las leyes de la economía clásica tienen únicamente una validez histórica en relación al momento en que surgieron, pero no pueden ir mas allá. Para él, el valor de los bienes se deriva de la cantidad de trabajo necesario para producirlos. Únicamente en una mercancía es mayor el valor de uso al valor de cambio: el trabajo.

Para desarrollar todo su planteamiento hace uso del materialismo dialéctico. En el marxismo los análisis económico, social, político y cultural están íntimamente relacionados. Todos estos ámbitos forman un todo, que es la “Estructura” de la sociedad, la cual se divide fundamentalmente en “infraestructura” y “superestructura”. En la primera hemos de distinguir las fuerzas productivas, los medios de producción y las relaciones de producción (técnicas y sociales). El hombre tiene una serie de necesidades materiales que satisface en su relación la naturaleza a través del trabajo. En consecuencia, el hombre es un ser esencialmente económico, definido por el trabajo. La base de la historia es, por lo tanto, la economía. Sobre la infraestructura descansa la política, las leyes, las instituciones y la ideología social, es decir, la superestructura. Su función principal es defender y justificar las relaciones de producción existentes. Las modificaciones en la infraestructura terminan por traer modificaciones en la superestructura. Cada formación histórica crea las condiciones de una nueva que la sustituye. De esta forma tenemos: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo y capitalismo.

En el capitalismo, el aumento de los beneficios lleva a la acumulación de capital y a la mejora de las máquinas productivas, y en consecuencia la producción se eleva. Si el trabajo es la única fuente de plusvalía para el capitalismo, y éste -capital variable-disminuye en aras de la maquinaria productiva -capital constante- inevitablemente el capitalismo se arruinará a sí mismo.

Las relaciones sociales de producción vienen definidas por la propiedad de los medios de producción. Los propietarios aprovechan su posición de fuerza y explotan a los que no poseen sino fuerza de trabajo. Esto provoca una tensión continua: la lucha de clases. La plusvalía es el mecanismo de explotación. Es el apropiamiento por parte de los propietarios del excedente del trabajo de los proletarios. De esta forma la jornada de trabajo queda dividida en dos componentes: el tiempo de trabajo necesario para la producción de un valor igual a las exigencias de manutención y el tiempo de trabajo excedente que es el que exigen y se apropian los propietarios de los medios de producción desde su posición ventajosa en la jerarquía del poder.

Por su propia naturaleza el capitalismo estaba obligado a producir una brecha siempre creciente en la estructura social. La mecanización progresiva provocaba la pérdida de cualificación y la homogenización de la fuerza de trabajo. Por otro lado el desplazamiento de la mano de obra por las máquinas aumentaría el número de parados. El modo de producción capitalista necesitaba este resultado, tanto para mantener la posición de poder de los capitalistas, como para asegurar que estaría disponible una oferta abundante de mano de obra a los salarios de nueva subsistencia. Al mismo tiempo la situación de los capitalistas mejoraría, aunque su número tendería a disminuir. Con el desarrollo de la maquinaria sólo sobrevivirían los fuertes; los débiles se hundirían. La clase trabajadora aumentaría su número, su miseria, su rebeldía, encontrándose más unida y organizada. Para acabar con este sistema de explotación la clase trabajadora debía seguir el camino de la revolución, en la cual el proletariado debe tomar el estado (instrumento de la burguesía para defender sus privilegios e intereses) y desde allí implantar la colectivización de los medios de producción. Sería la Dictadura del Proletariado. Una vez desaparecidas las diferencias de clase e instaurado el socialismo, el estado como instrumento de poder iría desapareciendo.

3.3. LAS TEORÍAS ECONÓMICAS NEOCLÁSICAS

La reorientación del pensamiento económico llevada a cabo en los últimos decenios del XIX está relacionada con la prosperidad sin precedentes que habían experimentado las economías occidentales sin que se hubiesen dado los obstáculos previstos por la escuela clásica. Los economistas se interesarán ahora por el comportamiento económico de los agentes que tomaban parte en el sistema económico, las empresas, industrias, consumidores, etc. La tesis fundamental será que el sistema de mercado es esencialmente un instrumento de integración a través del cual los recursos a disposición de la economía podían ser asignados a los usos esencialmente más beneficiosos. Sienten una gran admiración por los postulados físico-matemáticos. De esta forma estas nuevas teorías se fundamentan en la construcción de modelos teórico-económicos muy lógicos desde el punto de vista formal pero totalmente desconectados de la realidad.

Alfred Marshall (1842-1924) fue uno de los fundadores del marginalismo. Armonizó los principios de los clásicos con los marginalistas. Concibe la doctrina económica como un instrumento intelectual orientado a descubrir verdades especificas expresadas en forma de leyes económicas. En Principios de economía el análisis del funcionamiento del sistema de mercado empezaba con el estudio del comportamiento de productores y consumidores. Se suponía que los consumidores buscaban la máxima satisfacción; de modo similar los oferentes de bienes y servicios perseguían la máxima recompensa. Realiza un análisis detallado de la oferta y la demanda, donde se detallan motivaciones y condicionantes a la hora de desarrollarse uno y otro factor. De esta forma, en la demanda, valora los gustos de los consumidores, sus necesidades y su precio. En la oferta, resalta la importancia de los costes de producción fundamentalmente y su adecuación a la demanda. Así dispone de los elementos necesarios para la explicación del precio. En el punto de intersección de las dos curvas quedaba determinado el precio de equilibrio, es decir aquel precio hacia el que tendería a gravitar el mercado. En definitiva es la Ley de la oferta y la demanda. León Walras (1834-1910), por su parte, se centró en la teoría de la determinación de los precios bajo el régimen hipotético de libre y perfecta competencia.

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