Tema 54 – La construcción de la comunidad europea.

Tema 54 – La construcción de la comunidad europea.

1. INTRODUCCIÓN.

2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS: LA VISIÓN DE EUROPA COMO UNIÓN.

2.1. PLANTEAMIENTOS ANTIGUOS

2.2. LOS ANTECEDENTES INMEDIATOS.

3. EL CAMINO HACIA LA UNIDAD

3.1. LA CECA: PRIMER ENSAYO DE INTEGRACIÓN SECTORIAL.

3.2. LA CREACIÓN DE LA COMUNIDAD ECONÓMICA EUROPEA.

3.2.1. LOS PROPÓSITOS DEL TRATADO DE ROMA.

3.2.2. LAS INSTITUCIONES DE LA CEE.

4. EVOLUCIÓN DEL PROCESO DE UNIÓN Y AMPLIACIÓN

4.1. LA EUROPA DE LOS SEIS

4.2. LA EUROPA DE LOS NUEVE

4.3. LA AMPLIACIÓN HACIA EL MEDITERRÁNEO.

4.4. HACIA LA UNIÓN EUROPEA. El Acta Única Europea El Tratado de Maastricht

4.5. LA CONVERGENCIA ECONÓMICA Y LA ÚLTIMA AMPLIACIÓN.

5. BALANCE DEL PROCESO DE INTEGRACIÓN EUROPEO.

6. BIBLIOGRAFÍA.

1 INTRODUCCIÓN

La Comunidad Europea es el fruto de una serie de iniciativas, que todavía no han concluido, emprendidas con el propósito de asociar en un proyecto económico y político común a los distintos países europeos. No supone una ruptura de sus fronteras o una unión bajo un líder político; es más bien una unidad de ámbito supranacional en el entorno europeo, que afectará a algunas áreas sectoriales que se van ampliando con el objetivo de alcanzar una política común y la libre circulación de bienes, personas y servicios entre los países miembros. Algunos historiadores se han remontado hasta el Imperio Romano, la época de Carlomagno, Carlos V o Napoleón para situar los antecedentes de este proyecto, que tiene en la fecha de 1957, con la firma del Tratado de Roma, en virtud del cual nació el Mercado Común Europeo, uno de sus hitos más importantes. El progreso hacia la integración política de Europa sigue imparable hasta nuestros días, con etapas tan decisivas como la firma del Acta Única en 1987 y del Tratado de Maastricht en 1992 que dio origen a la Unión Europea.

En el desarrollo del tema nos centraremos sobre todo en el proceso de construcción de la Comunidad europea, comenzando por los antecedentes más directos. Realizaremos un repaso de su evolución en la segunda mitad del siglo XX y aludiremos, aunque sea de manera sintética a su estructura y funcionamiento. Concluiremos con unas referencias bibliográficas.

2 ANTECEDENTES HISTÓRICOS: LA VISIÓN DE EUROPA COMO UNIÓN

2.1. PLANTEAMIENTOS ANTIGUOS

Europa no es más que una península asiática y como tal, durante los siglos en que se ha ido configurando Europa como un mosaico lingüístico, cultural y político, y un tanto subterráneamente, se va conformando, por el contrario, la conciencia de los eu­ropeos de pertenecer a un todo común. Desde finales de la Edad Media son muchos los pensadores y políticos que apuntan la idea de una unidad continental; por ejemplo, Du Bois, ya a principios del siglo XIV, o Marini a finales del XV, uno y otro aún muy imbuidos de las aspiraciones universalistas de la idea imperial. En el siglo XVI es el español Luis Vives, más práctico, quien apunta la idea de una confederación europea, de la que la primera manifestación sería una amplia alianza antiturca. Pero es a partir del siglo XVII cuando, en contrapartida al afianzamiento de los Estados soberanos, más se siente la necesidad de un orden supranacional que evite las confrontaciones entre aquéllos. Así, en 1610, Sully, ministro de Enrique IV, redacta su Gran Proyecto, único programa de unión europea hasta el presente siglo debido a un político en ejercicio. En el mismo siglo, W. Penn propone la formación de un Parlamento europeo que dirimiera los conflictos entre Estados.

Esa misma preocupación por establecer un sistema de relaciones exteriores que asegurase una paz duradera es más palpable en el siglo XVIII, cuando se aspira a que algo más evidente y efectivo que el equilibrio presida los asuntos europeos. Es la preocupación del abate de Saint-Pierre, representante francés en el Tratado de Utrecht, cuyos trabajos resumió, comentó y dirundió el propio Rousseau, o la significativa obra de Bentham (Plan para la paz universal y perpetua, 1789), u otro escrito similar de Kant (Sobre la paz perpetua, 1795). En todos ellos, de forma más o menos explícita, existe un programa de Comunidad europea y de organización supranacional.

En el siglo XIX hay que destacar las posiciones de pensadores tan influyentes como Saint-Simon o de socialistas utópicos como Proudhon, padre del federalismo y del anarquismo, firmes partidarios de una federación europea, o la de Comte, que llega incluso a hablar de una República Occidental de Europa. A su vez, nuevos movimientos socioculturales, como el socialismo marxista —fruto de la convergencia entre el movimiento de la clase obrera, surgida del capitalismo y la industrialización, y de la filosofía y la ciencia europeas del siglo XIX— o el anarquismo, aportan también, al propugnar la superación de los nacionalismos burgueses y la solidaridad proletaria internacional, factores en pro de la unidad europea, si bien peculiares. También durante el siglo XIX, numerosos intelectuales y políticos, como el gran escritor francés Víctor Hugo o el luchador por la unidad italiana Giuseppe Mazzini, defienden la idea europea. Parece que, precisamente, fue Hugo quien en su discurso ante la Asamblea Legislativa, el 17 de julio de 1851, pronunció por primera vez, desde una tribuna, la expresión Estados Unidos de Europa. De esta forma, en círculos intelectuales y sociales cada vez mas amplios, se va abriendo camino dificultosamente la idea de una civilización europea definida por una concepción del mundo y de la cultura, por unos intereses y actitudes comunes e, incluso, por una ética y una estética que caracterizan todo un modo de vida. Pero no es sólo el convencimiento teórico, sino el reconocimiento, cada vez más patente, de que sólo una alianza, confederación u otra forma de integración europea podría evitar la catástrofe a la que, de forma irreversible, Europa se dirigía desde 1870.

2.2. LOS ANTECEDENTES INMEDIATOS

Durante la segunda mitad del siglo XIX y todo el siglo XX las voces que insisten en la idea europea van en aumento: Nietzsche, Valéry, Dawson, Keyserling, Spengler, Ortega, Madariaga, etc., en múltiples trabajos, literarios o de pensamiento, inciden en la unidad esencial de Europa o en la conveniencia de su integración política. Sólo hacía falta que las circunstancias convencieran a las clases dirigentes de que sus intereses estaban mejor asegurados en la unidad. Pero para ello fue necesario que dos guerras mundiales, muy significativamente consideradas por muchos como «guerras civiles europeas», abatieran el poderío del continente, y dejaran sólo una puerta abierta para su superviviencia: la de la unión.

Es, precisamente, en el período de entreguerras, y al amparo de la breve distensión creada por el Tratado de Locarno (1925), cuando se producen importantes antecedentes del actual proceso de integración. Poco antes, en 1922, el conde Coudenhove-Kalergi lanzaba la idea de Paneuropa y, en 1924, su Manifiesto paneuropeo, en el que definía su pensamiento en pro de la unión europea, escrito que tuvo gran difusión en los países de Europa central. Por esos mismos años (1923) se creaba el embrión de lo que muchos años después sería la Comunidad, la Unión Económica Belga-Luxemburguesa (UEBL), a la que en 1943 se incorporaría Holanda, dando lugar al BENELUX. Resulta incluso curioso ver cómo aparecen, por esas mismas fechas, varios libros cuyo título es, exacta o aproximadamente, el de Estados Unidos de Europa (por ejemplo, el del político francés Edouard Herriot en 1929).

Seguramente es en 1929 cuando se produce el precedente más claro, al menos teóricamente. El Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Aristide Briand, presenta a la Sociedad de Naciones un Proyecto para los Estados Unidos de Europa, que provocó amplias resonancias en todos los sentidos entre los países europeos. Se nombró una Comisión de Encuesta que evidenció las dificultades del proyecto en una Europa que, en seguida, caería en la crisis de su economía y en el horror del nazismo. Se pospuso la decisión final hasta que la situación cambiara. Pero, pronto, Europa iba a atravesar la más grave tragedia de su historia. De todos modos, en las fechas anteriores a la catástrofe, y durante la propia contienda, siguen las voces en pro de la paz y la unidad continentales, casi siempre unidas a la defensa de los ideales democráticos y, valga la paradoja, a la lucha por las libertades nacionales. Así, en 1930, se presenta el Memorándum sobre la organización de un régimen de unión federal europea a la Sociedad de Naciones, continuando la tarea iniciada por Briand (a título de curiosidad, es interesante señalar que el redactor del Memorándum fue el más directo colaborador de Briand, Alexis Léger, más famoso por su seudónimo como poeta, Saint-John Perse, premio Nobel de Literatura en 1960). Ya, en plena lucha contra el empeño de Hitler de unir a Europa, por la fuerza y contra sus propias raíces culturales y morales, se producen esfuerzos unitarios importantes: por ejemplo, el verano de 1940, en vísperas de la derrota francesa, para organizar una especie de confederación francobritánica; o, en otro plano, el de los movimientos de resistencia (incluidos tanto los occidentales como los polacos, checoslovacos, yugoslavos y los propios alemanes) que redactan en secreto, en la primavera de 1944, en Ginebra, un proyecto de federalismo europeo.

Ese fermento continuará, tras la paz, en el discurso de Churchill de septiembre de 1946 en Zurich, o en la constitución, en el llamado Congreso de Europa, en La Haya, el 7 de mayo de 1948, del Movimiento Europeo —federación de los grupos federalistas del continente— y aprobación, en el mismo, del Mensaje a los europeos, que empieza diciendo: «Europa está amenazada, Europa está dividida y la amenaza más grave proviene de esta división».

3 EL CAMINO HACIA LA UNIDAD

Puede sentirse la tentación de pensar, de un modo determinista, que los factores geográficos —físicos y humanos— y el propio desarrollo histórico —el que pasa por hitos tales como los imperios de Carlomagno, Carlos V o Napoleón— han conducido inevitablemente a los pueblos de Europa hacia la unidad, a pesar de sus sangrientos y seculares enfrentamientos. O, por el contrario, estimar, con deformación idealista, que las contribuciones ideológicas que, a lo largo de los últimos siglos, han aportado a la idea europea numerosos intelectuales y políticos —como Du Bois, Marini, Vives, Sully, Saint-Pierre, Kant, Penn, Bentham, Saint-Simon, Hugo, Coudenhove-Kalergi, Ortega, Briand, Madariaga, etc.— y hoy sigue defendiendo, con más entusiasmo que éxito, el Movimiento Europeo, han sido los elementos decisivos para promover la integración. Sin negar el carácter de requisito imprescindible a los primeros y el de fermento eficaz a los segundos, hay, sin embargo, que buscar las motivaciones fundamentales en otra parte: los intereses inmediatos.

Cabe, incluso, afirmar que tampoco se trató, en la Europa de la posguerra, de analizar de forma racional y fría las enormes ventajas que, vía efecto cooperativo, economías de escala, aprovechamiento de infraestructuras, etc., podrían obtenerse con la integración, sino que, más bien, se operó ante la presión brutal de las circunstancias. En efecto: Europa, al final de la guerra, estaba destruida físicamente, arruinada económicamente, deshecha moral y culturalmente, y en una situación política de debilidad alarmante. La imponente emergencia de los EE UU y de la URSS, la división, como consecuencia del acuerdo de Yalta, de la propia Europa en sendas zonas de influencia de ambas superpotencias, los enfrentamientos internos en cada país y la si­tuación prerrevolucionaria en muchos de ellos —propiciada por la miseria y la des­trucción materiales y la efervescencia política e ideológica desencadenadas por la contienda pero, también, por la presión soviética— fueron razones más que suficientes para inducir a las clases dirigentes europeas hacia la unidad, por encima de posibles veleidades nacionalistas.

No obstante las anteriores afirmaciones, tampoco puede subestimarse la labor convergente de un puñado de personalidades políticas con experiencia y capacidad de liderazgo excepcionales (tal vez, sólo posibles tras una situación histórica dramática) y con el convencimiento, tanto ideológico como fruto de las circunstancias que habían vivido, de que sólo la unidad —o al menos, altos niveles de integración supranacional— garantizarían a los pueblos de Europa una supervivencia digna. Entre ellos había hombres como: Churchill que, durante la guerra, había estado dispuesto a unir su país con Francia, y que en septiembre de 1946, en Zurich, relanzó la idea de los Estados Unidos de Europa; Adenauer y De Gasperi que, desde las jefaturas de los gobiernos alemán e italiano, respectivamente, propugnaron la reconciliación de sus pueblos con los de sus vencedores y la idea misma de la integración; y numerosos políticos de los antiguos aliados que, como De Gaulle (en este caso con ciertas reservas ante la supranacionalidad), promovieron en sus pueblos esos mismos sentimientos. Entre estos últimos destacaron tres auténticos padres de Europa: los franceses Schuman y Monnet y el belga Spaak. Junto a ellos habría que recordar a miles y miles de europeístas que, desde diferentes opciones políticas, emergiendo, en muchos casos, de las duras experiencias de la guerra y la resistencia, promovieron los ideales de paz, cooperación y federación: Brugmans, Marc, Spinelli, Rossi, Voisin, Van Zeeland, Sandys, etc. Los múltiples grupos federalistas nacionales que ellos lideraban se unieron en el Congreso de La Haya, el 7 de mayo de 1948, en el Movimiento Europeo, ante 800 delegados de toda Europa, incluida España (cuya delegación estaba encabezada por Salvador de Madariaga e Indalecio Prieto). Aunque convenga señalar que la vía que representan las Comunidades es la azi funcionalismo, hábilmente propugnado por Monnet y puesto en marcha por Schuman —es decir: la de construir la integración sobre funciones concretas— más que la del federalismo, defendido por muchos de ellos.

El primer periodo de la construcción europea en sentido más concreto iría desde el histórico discurso de Churchill en Zurich, a la firma del Tratado de Roma. Cara periodo está lleno de reuniones, debates, crisis, intentos fallidos y, también, pasos adelante. El periodo de 1946-57 es, quizá, el más interesante, creativo y original, aunque de sus resultados existieran precedentes, remotos en el tiempo y las circunstancias, como los de las historias alemana e italiana del siglo XIX, o inmediatos y análogos, como el BENELUX preparado durante la propia guerra. La Convención del Benelux entró en vigor en 1948 y dio lugar a la primera unión aduanera estable de Europa en el siglo XX. Formada por Holanda, Bélgica y Luxemburgo, para su establecimiento se partió de la base de la unión económica belga-luxemburguesa, que había sido creada en 1922, que se decidió ampliar hacia la unidad económica. Para lograr esta unidad se diseñó una secuencia de varias etapas intermedias. En la primera se procedió a suprimir las aduanas entre los tres países. En la segunda se fijó una tarifa arancelaria común. En la tercera etapa se estableció la libertad de circulación de otros factores. El proceso culminó con el Tratado de La Haya, firmado en febrero de 1958. En suma, la creación del Benelux tuvo una evolución similar a la que luego seguiría la Comunidad Económica Europea en su constitución.

Aparte de las Comunidades Europeas de 1951 (CECA) y 1957 (MCE y Euroatom), nacen también en esos años: la Unión Occidental (más tarde UEO, Unión Europea Occidental) el 17 de marzo de 1948 y la Comunidad Europea de Defensa (CED) el 27 de mayo de 1952, con el fin ambas de unificar los esfuerzos militares europeos; el 16 de abril de 1948 la OECE (Organización Europea de Cooperación Económica), transformada en 1961 en la actual OCDE para administrar el Plan Marshall de ayuda americana a Europa, iniciado en junio de 1947; y también se firma el tratado de la OTAN en Washington, el 4 de abril de 1949. A su vez, los países del Este de Europa, sometidos a la influencia de la URSS, también se agrupan en el CAEM (o COMECON), Consejo de Asistencia Económica Mutua, el 22 de enero de 1949, y en el Pacto de Varsovia, el 14 de mayo de 1955. Por último, es interesante recordar la reunión, ya citada, que los distintos grupos europeístas celebran en La Haya, el 7 de mayo de 1948, en la que nace el Movimiento Europeo; un año más tarde, el 5 de mayo de 1949, se signa en Londres el Tratado por el que se crea el Consejo de Europa.

3.1. LA CECA: PRIMER ENSAYO DE INTEGRACIÓN SECTORIAL

Volviendo a la construcción propia de Europa sobre la idea de utilizar la cooperación en cuestiones prácticas, como base de mayores avances, que ha estado en el origen de las Comunidades, hay que señalar algunos acontecimientos fundamentales: El 9 de mayo de 1950, Robert Schuman, ministro francés, inspirado por Jean Monnet, Comisario del Plan de Modernización de Francia, propone la unificación de los recursos carboníferos y siderúrgicos de Francia y la R. F. Alemana (y de los países que quieran adherirse). La Comunidad Económica del Carbón y del Acero nació por el Tratado de París de 18 de abril de 1951, firmado por Francia, Alemania Federal, Italia y los países del Benelux, y entró en vigor en julio de 1952. Es un hecho simbólico que pocos años después de terminar una cruenta guerra, franceses y alemanes se sentaran a negociar un sistema específico de integración económica, en fuerte contraste con el tono crispado de las relaciones franco-alemanas al acabar la Primera Guerra Mundial. De exigir costosas reparaciones, que habían mantenido el clima bélico a principios de los años veinte, se pasaba ahora, a partir de 1948, a tomar iniciativas para la cooperación y la superación del pasado.

La CECA fue un organismo de integración sectorial. Sus miembros establecieron un mercado común siderúrgico regulado por instituciones supranacionales. A lo largo de 1953 y 1954 se fueron desmontando las barreras aduaneras y los contingentes intracomunitarios.

Dada su naturaleza sectorial, la CECA distó mucho de ser una unión aduanera perfecta. Los gobiernos conservaron su capacidad de decisión en los niveles económicos no relacionados con el sector siderúrgico, y por este motivo la armonía de la CECA sufrió algunas alteraciones debidas a manipulaciones fiscales o monetarias que afectaban a los precios. No obstante, se obtuvieron resultados tan importantes como el crecimiento y la racionalización de la producción siderúrgica, la aplicación de mejoras técnicas y el incremento del empleo a un ritmo superior al de otros países industrializados. Entre 1950 y 1958, la producción comunitaria de acero pasó de 34 a 56 millones de toneladas anuales, mientras que la producción británica se mantenía estancada en torno a los 20 millones. Con la CECA se reforzó una de las columnas vertebrales de Europa occidental, la surcada por el río Rhin, mediante un sólido complejo siderúrgico que asoció a regiones fundamentales de Francia y Alemania Federal, con una proyección tecnológica de primera magnitud, demostrando las ventajas de la cooperación industrial.

La CECA también sirvió de guía a la futura Comunidad Económica Europea en su camino hacia la supranacionalidad y creó el primer sistema institucional europeo. En su cúspide se situaba la Alta Autoridad, en la que los países miembros delegaban su capacidad de decisión para asegurar los objetivos previstos. Estaba asistida por comisiones técnicas encargadas de fijar niveles de producción, precios, inversiones, aranceles comunes frente a terceros países, etc. La Asamblea Parlamentaria, elegida por los Parlamentos nacionales, poseía un poder más nominal que real, pero constituyó el símbolo de una hipotética unidad global europea. El Tribunal de Justicia entendía en los litigios que surgieran, además de asegurar el exacto cumplimiento de los tratados.

3.2. LA CREACIÓN DE LA COMUNIDAD ECONÓMICA EUROPEA

Los ministros de Asuntos Exteriores de los Seis acuerdan en Mesina el 1-3 de junio de 1955 ampliar el Mercado Común del carbón, hierro y acero al conjunto de la economía y a la investigación sobre energía nuclear. El Reino Unido, invitado, rehusa participar en los trabajos preparativos. Paul-Henry Spaak, ministro belga, fue encargado de dirigir el grupo de expertos que hubo de preparar el estudio. Los ministros de los Seis, de nuevo reunidos el 29 de mayo de 1956 ahora en Venecia, aprueban el Informe Spaak y deciden iniciar las negociaciones para ampliar el Mercado Común.

El Tratado de Roma de 25 de marzo de 1957 fue la culminación lógica de estos avances integradores. También colaboró en este proceso la creación en 1955 de la Unión Europea de Pagos (UEP), encargada de asegurar la liquidez internacional, desterrar los clearings y asentar definitivamente el librecambismo.

Así nació en 1957, sin más incógnitas que el tema agrario, el Mercado Común Europeo, es decir, la CEE. Los países miembros -Francia, Italia, Alemania Federal y el Benelux- configuraron un sólido espacio económico compuesto por 71 millones de personas y con una superficie de 1,1 millones de kilómetros cuadrados. Surgió con vocación de tercera vía equidistante tanto de la Unión Soviética como de los Estados Unidos, aunque, en la práctica, dependiese de los Estados Unidos a varios niveles. Nació cuando la reconstrucción de posguerra había llegado a su fin y todos los indicadores anunciaban el boom económico posterior.

El tratado constitutivo de la CEE entró en vigor el 1 de enero de 1958. En ese mismo año se hizo efectivo el tratado que daba nacimiento a la Euratom, organización sectorial para la energía atómica (Comunidad Europea de la Energía Atómica o CEEA).

3.2.1. LOS PROPÓSITOS DEL TRATADO DE ROMA

Según su propio texto, el Tratado de Roma perseguía, «mediante una acción común de los Estados», las siguientes realizaciones concretas:

La creación de una unión aduanera entre los Estados miembros que suprima las aduanas intra-comunitarias y las restricciones cuantitativas en los intercambios comerciales intracomunitarios.

La fijación de un arancel exterior único y, por tanto, el establecimiento de una política comercial común.

La defensa de las cuatro libertades fundamentales, es decir, la libre circulación de mercancías, servicios, capitales y trabajadores, sin ningún tipo de discriminación en el ámbito de la Comunidad (este principio se convirtió en un objetivo plenamente desarrollado con las firmas sucesivas del Acta Única de 1987 y del Tratado de Maastricht de 1992).

La aproximación de las diferentes legislaciones nacionales, para consolidar el mercado común.

El desarrollo de políticas comunes que transfieran soberanía, en forma de competencias globales, a la Comunidad (este es uno de los puntos básicos del principio de la supranacionalidad, presente en toda integración económica: las principales políticas comunes fueron las referidas a la agricultura, la pesca, el comercio exterior y los transportes).

El establecimiento de sucesivos acuerdos que llevaran la unión aduanera hacia objetivos más ambiciosos: como primera medida se planteó para un futuro promover un reordenamiento monetario que desembocara con el tiempo en un sistema monetario común.

3.2.2. LAS INSTITUCIONES DE LA CEE

El funcionamiento de la CEE se organiza en cuatro instituciones básicas: el Consejo de Ministros, la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y el Tribunal de Justicia.

El Consejo de Ministros, o Consejo de la Unión Europea, se compone de un representante de cada uno de los gobiernos nacionales. La presidencia se ejerce de forma rotatoria por un periodo semestral. Como representante del poder legislativo o normativo de la Comunidad, el Consejo de Ministros fija las propuestas que posteriormente se presentan a la Comisión Europea. También gestiona las relaciones exteriores de la Comunidad. Para la toma de decisiones, en un principio bastaba el método de la mayoría cualificada, pero en los años sesenta surgieron algunos proble­mas entre Francia y los demás países integrantes; ello condujo a la práctica del veto, por el que un país podía paralizar la toma de decisiones. Es decir, la toma de cualquier decisión requería la unanimidad.

La Comisión Europea está encargada de elaborar técnicamente las propuestas y de ejecutarlas. Está compuesta por comisarios responsables de áreas específicas; designados por los Estados miembros, actúan, en teoría, con total independencia respecto de sus gobiernos. A su frente está el presidente de la Comisión. La sede de la Comisión está en Bruselas.

El Parlamento Europeo, con sede en Estrasburgo, es elegido desde 1979 por sufragio universal directo. Los diputados europeos se agrupan no en función de nacionalidades, sino de grupos políticos. Antes del Tratado de Maastricht, el Parlamento tenía unos poderes muy limitados, prácticamente reducidos a la aprobación del presupuesto comunitario.

El Tribunal de Justicia tiene como función garantizar el respeto de los miembros a la legislación comunitaria.

Para evitar las tensiones en el seno de la Comunidad, funciona desde 1974 el Consejo Europeo, auténtico órgano vital del que forman parte los jefes de gobierno de los Estados miembros, el presidente de la República Francesa, los ministros de Asuntos Exteriores de los países miembros y el presidente de la Comisión Europea. Se reúne, al menos, dos veces al año. Aunque sus decisiones no tengan un valor jurídico, son de gran importancia, pues fijan las orientaciones generales de la Comunidad.

La Comunidad posee otras instituciones de gobierno: el Tribunal de Cuentas, creado en 1975 para controlar la gestión del presupuesto comunitario; el Comité Económico y Social, que representa los intereses de los diferentes agentes económicos y sociales; y el Banco Europeo de Inversiones, cuya misión es favorecer el desarrollo regional y conducir los procesos de reconversión y modernización de los sectores económicos o empresariales. Finalmente habría que citar el Comité de las Regiones, reflejo del deseo de los estados de respetar las identidades regionales, es el guardan del principio de subsidiariedad (que garantiza que las decisiones son tomadas por las autoridades más cercanas al ciudadano).

4 EVOLUCIÓN DEL PROCESO DE UNION Y AMPLIACIÓN

4.1. LA EUROPA DE LOS SEIS

La vida de la Europa de los Seis puede dividirse en dos etapas. La primera comprendería hasta 1968, año en que concluyó el proceso de unión aduanera y se aprobó la libre circulación de trabajadores. Durante ésta se dan los primeros pasos de la integración económica, se funda (en 1960) por siete países europeos no integrados en la CEE —Reino Unido, Portugal, Suecia, Noruega, Dinamarca, Suiza y Austria— la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC o EFTA), se superan las primeras crisis en la Comunidad, sobre todo las producidas por las resistencias que la Francia de De Gaulle opone, a partir de 1958, a los avances de la supranacionalidad, y, también, por sus vetos, en 1963 y 1967, a las dos solicitudes británicas de incorporación al Mercado Común. En principio Gran Bretaña fue reacia a firmar el Tratado de Roma por su negativa a ceder soberanía, sus intereses con la Commonwealth y sus relaciones privilegiadas con USA. Hechos también destacados de esta etapa son las firmas del Tratado de Amistad Franco-Alemán el 22 de enero de 1963 y de la Convención de Yaunde, asociando a la Comunidad a Madagascar y 17 países del continente africano (antiguas colonias francesas) el 20 de julio del mismo año. Por otra parte, en 1965 se fusionaron los órganos ejecutivos de las Comunidades.

La segunda etapa en la historia de la Comunidad de los Seis puede considerarse caracterizada por la voluntad de profundizar la integración y ampliarla a nuevos miembros. Se iniciaría, aproximadamente, con el encuentro en la cumbre, en La Haya, de Jefes de Estado o Gobierno de 1 y 2 de diciembre de 1969 (ya sin la presencia de De Gaulle), en el que se adoptaron dichos propósitos, y concluiría a finales de 1972. El hecho central de esta etapa es la negociación para la ampliación con el Reino Unido, Irlanda, Dinamarca y Noruega, que se inició el 30 de junio de 1970 y concluyó con la firma en Bruselas del correspondiente Tratado el 22 de enero de 1972 (posteriormente, por referéndum. Noruega decidió no entrar en la Comunidad). Entre los aspectos más relevantes de la profundización comunitaria habría que destacar la creación de recursos presupuestarios propios y los relativos a los temas económicos y monetarios.

4.2. LA EUROPA DE LOS NUEVE

La historia de la Europa de los Nueve se alarga siete años —desde el 1 de enero de 1973, fecha de la primera ampliación, hasta la entrada de Grecia el 1 de enero de 1981— y coincide plenamente con los años más duros de la crisis económica mundial, que marcan decisivamente el desarrollo comunitario. Medidas de política energética y monetaria frente a la crisis y para la plena adaptación de los nuevos miembros constituyen la actividad normal de la Comunidad. Sin embargo, el presupuesto comunitario —más claramente, las aportaciones de sus miembros, y del Reino Unido en especial— y la financiación de la agricultura y la crisis de la industria (la siderurgia en importante lugar) son, entre otras cuestiones, fuentes de graves problemas.

Los años setenta fueron especialmente turbulentos para la Comunidad. Se habían conseguido importantes logros económicos en términos de producción y de bienestar, pero resultaba evidente la crisis en la idea de la integración. El europeísmo de los ciudadanos de los distintos países de la Comunidad había descendido alarmantemente. Se ponía en entredicho el excesivo poder y la creciente burocratización de Bruselas y sus funcionarios privilegiados: ¿se estaba construyendo la Europa de los pueblos o la Europa de los banqueros?

La crisis económica de los años setenta frenó muchos de los impulsos del Tratado de Roma. A finales de los setenta, la libre circulación de las mercancías era ya un hecho irreversible, pero no la libre circulación de capitales y personas. El sistema monetario europeo, condición indispensable para la consecución de la unidad económica, continuaba inconcluso. Las políticas exteriores europeas en problemas básicos internacionales daban muestras de falta de coordinación, con numerosas discrepancias. La proyectada vitalización de las instituciones supranacionales europeas mostraba igualmente excesivas carencias.

Un hecho destacable de esta etapa fue la reunión en la cumbre en París, el 9-10 de diciembre de 1974, en la que se decidió la elección directa para el Parlamento Europeo (el Consejo de Ministros de la Comunidad adoptó formalmente el Acuerdo correspondiente el 20 de septiembre de 1976 y las primeras elecciones se celebraron el 7-10 de junio de 1979; también se acordó en dicha reunión institucionalizar los encuentros «en la cumbre» en un Consejo Europeo). Dicho Consejo, en su primera reunión, en Dublín el 10-11 de marzo de 1975, consiguió un compromiso sobre la contribución británica al presupuesto, con lo que no sólo se superaron, por esa vez, las cuestiones en torno a la «renegociación» suscitadas por el Reino Unido, sino que, tal vez, se influyó en la opinión de dicho país que, por referéndum de 5 de junio siguiente, decidió permanecer en la Comunidad. En otra de sus reuniones, la de los días 4-5 de diciembre de 1978 en Bruselas, se decidió la instauración para el 1 de enero siguiente del SME (Sistema Monetario Europeo); en la práctica no se puso en marcha hasta el 13 de marzo de 1979.

En otro orden de ideas, fue importante la firma de la Convención de Lomé entre la Comunidad y 46 países subdesarrollados (de África, el Pacífico y el Caribe) sobre la estabilidad de sus exportaciones, la ayuda financiera y la asistencia técnica de la Comunidad a los mismos.

4.3. LA AMPLIACIÓN HACIA EL MEDITERRÁNEO

La Europa de los Diez inicia su andadura el 1 de enero de 1981, al hacerse efectiva la adhesión de Grecia (cuyo Tratado se había firmado el 28 de mayo de 1979 en Atenas). Las negociaciones para la ampliación a Doce, que, tras numerosas dificultades, concluyen con la firma del correspondiente Tratado en Lisboa y Madrid, las diferencias, principalmente a cargo de los británicos, sobre la contribución al presupuesto, las dificultades de la PAC (política agraria común), etc. son las notas cotidianas de la vida comunitaria de estos años. La salida de la Comunidad de Groenlandia (que había entra­do en ella como provincia danesa), que se produjo por los resultados del referéndum de 23 de febrero de 1982, o el Acuerdo el 25 de enero de 1983 sobre la política común de pesca, son algunos de los muchos sucesos singulares que cabe reseñar.

Las notas características de este periodo —aparte del esfuerzo sobre la amplia­ción y la financiación o los problemas sobre la PAC— giran en torno a dos cuestiones fundamentales: la primera es la de la formulación y puesta en práctica de una política de investigación científica y desarrollo tecnológico e industrial más coordinada, más eficaz y capaz de hacer que Europa recobre su posición en la cabeza del mundo desarrollado (y que supere los esquemas básicos, montados a partir del EURATOM). En este sentido se produjeron una serie de decisiones a lo largo de los años 1983, 1984 y 1985 poniendo en marcha una serie de programas (ESPRIT, BRITE, FAST II, EUREKA, etcétera).

La segunda, y más importante si cabe, es la relativa a los intentos de profundizar en la cooperación política tratando de sentar las bases de una Europa unida. Innumerables fueron también los acontecimientos —ninguno, por desgracia, verdaderamente decisivo, aunque muchos importantes en ese sentido—; son de señalar, en primer lugar, la elaboración de una serie de proyectos sobre mejora de las instituciones comunitarias, cooperación en política exterior, etc. En segundo término, la Comisión Europea da a conocer (24 de junio de 1981) un documento sobre una «Europa de la segunda generación», propugnando el paso adelante de la integración. En tercer lugar, el Parlamento Europeo, el 14 de septiembre de 1983, adopta un Anteproyecto de Tratado instituyendo una Unión Europea, por el que se reforzaría la supranacionalidad dando más poderes al propio Parlamento. Por último, varias reuniones del Consejo Europeo, en las que se trata el tema de la unidad política (en conexión con problemas más inmediatos): así, en la de Stuttgart de 17-19 de junio de 1983 se adopta una declara­ción solemne; en la de Bruselas de 29-30 de marzo de 1985 se estudió el Informe Dooge sobre las reformas institucionales necesarias para profundizar en la unidad; y la de Milán, en 28-29 de junio de 1985, en la que se produce un fracaso en dichos propósitos. Como conclusión, y de un modo un tanto minimalista, el 17 de diciembre de 1985, días antes de la siguiente ampliación, el Consejo de Ministros de la Comunidad aprobó (con la reserva danesa, superada, tras un cierto clima de crisis, por el resultado favorable del referéndum del 27 de febrero de 1986) unos posibles cambios a los Tratados en la línea de aumentar los poderes de las instituciones comunitarias, aumentar los casos en que no es necesaria la unanimidad para tomar acuerdos, cooperación en la política exterior y algunos más.

La ampliación hacia el Mediterráneo culminó con la firma de adhesión de Portugal y España el 12 de junio de 1985, materializándose la adhesión el 1-1-1986.

4.4. HACIA LA UNIÓN EUROPEA

Coincidiendo con la formación de la Europa de los Doce, la Comunidad Europea empezó a sufrir lo que puede denominarse una crisis de crecimiento y una especie de déficit integrador respecto de los planteamientos originales del Tratado de Roma. En realidad, sólo la unión aduanera se había logrado plenamente, porque otros objetivos marcados en Roma no se habían desarrollado por completo o no habían superado el estadio de meras intenciones. Era preciso refundar la Comunidad y sentar nuevas pautas que hicieran posible en un futuro, que se pretendía inmediato, el logro de la unión económica, como una fase más del avance hacia la creación de los Estados Unidos de Europa.

En esta situación se hacía necesario un nuevo impulso europeísta, cuyo primer paso se dio con el Acta Única Europea, que entró en vigor en 1987. Este nuevo tratado ensanchó los objetivos de la Comunidad, culminando el 31 de diciembre de 1992 con el establecimiento de un verdadero mercado interior, de un espacio sin fronteras para los países miembros. En este aspecto, el Acta Única significó el antecedente inmediato de la Unión Europea. El Acta mejoró el sistema de toma de decisiones, que, con algunas limitaciones, retomó a la mayoría en el Consejo de Ministros; concedió una mayor participación teórica al Parlamento Europeo; puso las bases de una política exterior común, y, cuestión fundamental en las relaciones intracomunitarias norte-sur, incorporó el principio de la cohesión económica y social.

Para promover el desarrollo de los países del sur comunitario se pusieron en marcha las políticas de los fondos estructurales. A través del PEDER -Fondo Europeo de Desarrollo Regional-, del FSE -Fondo Social Europeo- y del FEOGA -Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agraria-, se sentaron las bases de una política de transferencias de rentas desde el norte hacia el sur, ya que era evidente que incrementando el desarrollo del sur comunitario se lograría un crecimiento más armónico del conjunto de la Comunidad.

Inspirados por el Acta Única, los políticos europeos fueron perfilando en sucesivas reuniones la refundación de la Comunidad, que se culminó el 7 de febrero de 1992 con la firma en la ciudad holandesa de Maastricht del Tratado de la Unión Europea, en el que se han establecido una serie de objetivos generales que han modificado o profundizado los acuerdos del Tratado de Roma de 1957:

La promoción de un progreso económico y social equilibrado y sostenible, merced a la formación de un espacio económico interior, que asegure sin ningún tipo de cortapisas la libre circulación de mercancías, capitales y personas.

El robustecimiento de una cohesión económica y social, que asegure un nivel similar de desarrollo en todas las regiones de la Unión.

La compatibilización del crecimiento económico y el respeto al medio ambiente.

La creación de la Unión Monetaria Europea.

La reafirmación de una identidad común de la Unión Europea, con la consiguiente convergencia de la política exterior y de seguridad, que deberá incluir en un futuro en una política de defensa común.

El desarrollo de la cooperación en el plano de la justicia y de la seguridad interior.

El desarrollo de lo que se denomina en el lenguaje comunitario acervo común, es decir, el desarrollo del conjunto legislativo supranacional.

La creación gradual de una ciudadanía de la Unión, es decir, el reconocimiento en todos los países de la Unión de los mismos derechos ciudadanos, que quedará simbolizado en el pasaporte de la Unión.

La transferencia paulatina de soberanía a las instituciones supranacionales. Ello supondrá el reforzamiento del papel del Parlamento Europeo, como órgano representativo de los ciudadanos y pueblos de Europa, y un embrión de una futura Unión Política Europea, de corte democrático y equilibradora del poder de la burocracia de Bruselas.

El respeto, no obstante, de la identidad nacional de los Estados miembros.

Para el logro de este objetivo se diseñó la siguiente secuencia. En primer lugar, la convergencia de las políticas económicas nacionales. En segundo lugar, el reequilibrio territorial y económico. En tercer lugar, el logro de una estabilidad monetaria que asegure a corto plazo el establecimiento de una moneda única. En cuarto lugar, la unión económica, con la ampliación de las políticas comunes en todos los sectores económicos y la transferencia de soberanía en este aspecto a las instituciones supranacionales. Pero en la práctica, el Tratado de Maastricht ha ofrecido enormes dificultades para concretarse.

4.5. LA CONVERGENCIA ECONÓMICA Y LA ÚLTIMA AMPLIACIÓN

En 1995 se producía la última ampliación con la adhesión de Austria, Finlandia y Suecia a la UE. Noruega, de nuevo por referéndum, rechazó el ingreso tras durísimas negociaciones. La Europa de los Quince ha coincidido pues con la polémica convergencia económica. Los criterios de convergencia, establecidos en Maastricht, fijaron cinco condiciones de cumplimiento ineludible para conseguir, en dos fases sucesivas, en 1997 y 1999, la unión monetaria: el control de la inflación, la igualación de los tipos de interés, la reducción del déficit público, la disminución del peso de la Deuda Pública respecto del PIP -Producto Interior Público-, y el respeto de las normas de fluctuación del Sistema Monetario Europeo. Se diseñaba así el Espacio Económico Europeo o EEE.

El inicio de los planes de convergencia tuvieron un coste social muy elevado en casi todos los países comunitarios, pero sobre todo en los del sur, por su coincidencia con la recesión económica de 1993. En el Libro blanco de Delors, presentado por Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea hasta finales de 1994, se planteó la necesidad de una iniciativa europea en favor de la creación de empleo, mediante grandes programas de infraestructuras. La convergencia sólo ha sido posible gracias a la recuperación económica de finales de siglo.

La revolución más importante en esta fase final de la Comunidad Europea (ahora Unión Europea) ha sido el desarrollo del Sistema Monetario Europeo. En el Tratado de Roma ya se había esbozado el objetivo de la Unión Monetaria, afirmando que para el buen funcionamiento del Mercado Común era precisa una aproximación de las distintas monedas nacionales, que en un futuro habría de dar paso a una moneda única. En los años setenta se produjo una crisis monetaria internacional al entrar en quiebra en 1971 el sistema de cambios internacionales de Bretton Woods. El dólar, moneda clave del Sistema Monetario Internacional, rompió dos principios básicos: suspendió su convertibilidad en oro y se devaluó.

Esta crisis fue un serio impedimento para el progreso hacia la Unión Monetaria, al que la Comunidad respondió con iniciativas tendentes a conseguir un área de estabilidad económica en su seno. Se aplicó a las divisas europeas una política de cambios estables, sostenida por el FECOM -Fondo Europeo de Cooperación Monetaria. Fue lo que se denominó la Serpiente Monetaria, que consiste en mantener unas fluctuaciones mínimas entre las divisas mediante la intervención de los bancos centrales de los Estados miembros. Sin embargo, la crisis monetaria internacional comprometió el ensayo. Por fin, el 13 de marzo de 1979, entró en vigor el Sistema Monetario Europeo con las siguientes medidas:

La creación del ECU, la moneda europea, que en un principio sólo serviría de instrumento contable o de moneda de cuenta, y que en un futuro sustituirá a las monedas nacionales. Desde 1995 se denominó Euro.

El establecimiento de unas paridades fijas entre las monedas. Esto quiere decir que las divisas comunitarias sólo podrían fluctuar entre sí y con el ECU dentro de unos estrechos márgenes delimitados: el más/menos 2,5 %. Conforme nuevos países fueron integrándose en la Comunidad, se establecieron márgenes más generosos para sus monedas, como fue el caso de la peseta. El problema reside en que el buen funcionamiento del Sistema Monetario Europeo habría exigido una estabilidad monetaria internacional. Los acuerdos de Maastricht ratificaron esta estrecha banda de fluctuación, pero en 1993 tuvieron lugar varios desórdenes monetarios que la invalidaron. De hecho, el Sistema Monetario Europeo quedó desarticulado. Así, en 1993, la especulación monetaria internacional hizo pública la debilidad de algunas divisas, como la peseta, la libra y la lira.

A este clima de inseguridad colaboró la reticencia de Gran Bretaña ante la creación del Banco Central Europeo, con funciones plenas, con la consiguiente transferencia de las soberanías monetarias nacionales a este organismo. El resultado fue que la Unión Europea tuvo que establecer unas bandas de fluctuación mucho más am­plias, más/menos 15 %, desde finales de 1993. Así, la Unión Monetaria quedó de hecho postergada de los límites cronológicos fijados en Maastricht y con ella la unión económica, redefinida mediante el Tratado de Ámsterdam de 1997. Además, los países más débiles económicamente, acuciados por las consecuencias negativas de la crisis de 1992-1993, mostraron una dificultad creciente para cumplir las condiciones de la convergencia, que fueron definidas en Maastricht en un ambiente optimista de crecimiento económico.

Estas circunstancias hizo surgir en la política comunitaria la teoría de la Europa de las dos velocidades. Una Europa rica, capaz de cumplir con las condiciones de Maastricht y de acelerar su marcha hacia la unidad económica, y otra Europa, la del sur, cuya incorporación a la plena unidad económica sufriría un retraso. Al final, gracias a la recuperación económica, sólo Grecia no lo lograría la convergencia dentro de los nuevos plazos fijados. El Euro se convirtió en una realidad el 1 de enero de 1999 y desde 2002 está en circulación.

5 BALANCE DEL PROCESO DE INTEGRACIÓN EUROPEO

El examen retrospectivo del más de medio siglo transcurrido permite afirmar la enorme importancia, como realidad actual y como proyecto histórico, de la Comunidad, tanto para los europeos como para el resto de los habitantes del planeta. Las evidentes insuficiencias económicas y tecnológicas y las cortas dimensiones políticas y defensivas no deben ocultar la citada importancia ni, mucho menos, la idea de que la unidad política de Europa se hará a partir de la UE o no se hará. La historia valorará, en este sentido, muy positivamente el pragmatismo gradualista del funcionalismo, sin dejar de ponderar, como es natural, a los defensores del federalismo.

En conjunto, la integración europea ofrece un balance positivo. El crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) ha sido superior al que se hubiera obtenido si los países europeos hubieran llevado políticas económicas independientes. La redistribución de la renta en los diferentes países ha ofrecido la misma tendencia, haciendo la salvedad de casos particulares como el británico.

Las políticas de cohesión han hecho disminuir los desequilibrios regionales y se ha avanzado en la creación de un sistema tecnológico europeo. El nivel de autosuficiencia y autoabastecimiento prácticamente se ha conseguido, e incluso se ha sobrepasado en el sector agrario, francamente excedentario. En este aspecto, la Política Agraria Común (PAC) ha superado las previsiones de su constitución en 1961.

La PAC es una política supranacionalizada que ha establecido un mercado reservado para la producción agraria comunitaria. Ha sido el sector más protegido de la Comunidad y el que absorbe un mayor porcentaje del presupuesto europeo. Sobre la base de unos aranceles muy elevados, la PAC asegura precios superiores a la media del mercado mundial para los productos agrarios comunitarios, evita la competencia del exterior y asegura el mantenimiento de la renta agraria. Esta protección ha demostrado ser excesiva, ya que ha provocado la sobreproducción y el almacenamiento de stocks. Por ello, desde 1990 se han revisado los objetivos y se ha adoptado una política de subvención a la no producción que limite, seleccione y modernice la producción agraria. La Unión Europea es ya un hecho irreversible, más allá de las coyunturas económicas. En todos los planos ha ido mucho más lejos de la unión aduanera establecida por el Tratado de Roma de 1957. Se han consolidado las transferencias de soberanía a las instituciones comunitarias; las políticas comunes en asuntos económicos han continuado desarrollándose; la política exterior común cada vez es más coordinada, aunque todavía carezca de una fuerte capacidad de decisión en el plano internacional, y las políticas de cohesión social son cada vez más importantes. Entre las políticas sectoriales más importantes, además de la PAC, habría que citar la pesquera (“Europa Azul”), la Política Comercial Común (Fijación de un mismo arancel exterior hacia los productos de terceros países, reglamentación de los regímenes de importación/exportación, y tratamiento preferencial a los productos de determinados países en vías de desarrollo), la Política Comunitaria de la Competencia (Disposiciones legales comunes a todos los países para proteger la libre circulación de mercancías, capitales y trabajadores, limitar las ayudas estatales y poner fin a los monopolios), Política Social Comunitaria (Prohibición de toda discriminación por motivos de nacionalidad, sexo, etc; promoción del pleno empleo; atención a grupos marginados, aproximación de la legislación social y laboral de los países miembros), Política de Defensa de los Consumidores (aproximación de la legislación de todos los países miembros sobre las condiciones que deben cumplir los productos, la defensa de los consumidores ante incumplimientos y abusos, publicidad, condiciones de venta y crédito etc.), Política de Medio Ambiente (principios para coordinar la política ambiental, financiación de programas de acción), Política Común de Transportes (mejorar el rendimiento del sector, impedir que los precios de los transportes se conviertan en factores que distorsionen la libre competencia), Política Industrial Comunitaria (supresión de trabas técnicas a los intercambios y apertura progresiva del acceso a las obras públicas de un Estado a empresas de todos los Estados de la Unión, etc.), y la Política Regional Comunitaria (financiación de planes que mejoren las condiciones de las regiones menos desarrolladas).

Desde un punto crítico hay que citar los trabajos de S. Holland y del Grupo de Economía Marxista (Contraporyecto para Europa, Madrid, Blume, 1981), y también desde otra perspectiva los planteamientos euroescépticos, muy extendidos en Gran Bretaña y en la Europa nórdica.

La caída del muro de Berlín también supuso nuevos retos. Para empezar, el perfecto funcionamiento del Eje París-Bonn ha quedado dañado. Alemania, que fue el pulmón económico de la Comunidad, ocupada en su unificación, tiende a diversificar sus intereses, con su mayor participación económica en el este europeo. Gran Bretaña sigue cuestionando el trasvase de soberanía a las instituciones comunitarias. El debate Norte-Sur sigue planteando dificultades en las tareas del reequilibrio económico y social. En su conjunto, la Unión Europea debe definir sus políticas respecto a las peticiones de ingreso de los países de la Europa oriental, y debe hacer frente a las críticas del GATT y a la guerra comercial encubierta con los Estados Unidos, país que siempre consideró a la Comunidad como un peligro para el libre comercio internacional.

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CRONOLOGÍA DE LA UNIÓN EUROPEA.

1946: Winston Churchil pronuncia un discurso pidiendo la constitución de los Estados Unidos de Europa

1948: Se crea la Organización para la Cooperación Económica Europea con el fin de coordinar la ayuda norteamericana del Plan Marshall

1949: Se firma en Washington el Tratado del Atlántico Norte (OTAN); Nace el Consejo de Europa (Tratado de Estrasburgo)

1950: En un discurso, inspirado por las ideas de Jean Monnet, el Ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman, propone que Francia y Alemania, y cualquier otro estado europeo que así lo deseara, unifiquen sus recursos de carbón y acero (Declaración Schuman)

1951: Francia, Alemania, Italia, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo (“Los Seis”) firman el Tratado de París estableciendo la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA). El Tratado entró en vigor el 27 de Julio de 1952. Jean Monnet presidió la Alta Autoridad y Paul Henri Spaak la Asamblea Común.

1954: La Asamblea Nacional rechaza ratificar el Tratado que creaba la Comunidad Europea de Defensa (CED). Ese Tratado había sido firmado por los Seis el 27 de Mayo de 1952; Se crea la Unión Europea Occidental (UEO). Versión mucho menos integradora que la CED como alianza militar europea

1955: Reunión de Messina. Los Ministros de Asuntos Exteriores de los Seis acuerdan avanzar en la integración de sus países en el terreno económico

1956: Se aprueba el Informe Spaak. En un encuentro en Venecia, los Ministros de Asuntos Exteriores acuerdan abrir negociaciones intergubernamentales para firmar Tratados de integración

1957: Los Seis (Francia, Alemania, Italia, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo) firman los Tratados de Roma que establecen la Comunidad Económica Europea (CEE), conocida popularmente como el Mercado Común, y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURATOM).

1958: Los Tratados de Roma entran en vigor. Walter Hallstein es nombrado primer presidente de la Comisión Europea

1960: Austria, Dinamarca, Noruega, Portugal, Suecia, Suiza y el Reino Unido constituyen la Asociación Europea de Libre Comercio, más conocida por sus siglas en inglés, la EFTA (European Free Trade Association); Entra en vigor la primera regulación del Fondo Social Europeo; La Organización para la Cooperación Económica Europea (OCEE) se convierte en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

1961: Irlanda, Dinamarca y el Reino Unido solicitan su ingreso en la CEE; Entra en vigor la primera regulación sobre libertad de movimiento de los trabajadores de los países miembros.

1962: Se establece la Política Agraria Común (PAC) al crearse un mercado único para los productos agrícolas y una política de solidaridad financiera a través del Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agrícola fFEOGA); Noruega solicita la adhesión a la CEE.

1963: El General De Gaulle, Presidente de la República francesa, afirma públicamente que Francia duda de la voluntad política del Reino Unido para unirse a la Comunidad. El resultado es inmediato, unos días más tarde se suspenden las negociaciones con los países que habían solicitado la adhesión (Reino Unido, Irlanda, Dinamarca y Noruega); Se firma en Yaoundé un acuerdo de asociación entre la Comunidad y 17 países africanos: la Convención de Yaoundé. Diversas Convenciones se irán firmando en años posteriores.

1965: Se firma en Bruselas un acuerdo por el que se fusionan los ejecutivos de las tres Comunidades: la CECA, el EURATOM y la CEE. El acuerdo entró en vigor el 1 de julio de 1967; Se inicia la “Crisis de la Silla Vacía”. Francia rompe las negociaciones que se estaban realizando para la financiación de la política agrícola común. El gobierno francés decide no enviar ningún representante a las reuniones del Consejo europeo.

1966: El “Compromiso de Luxemburgo” acaba con la “Crisis de la Silla Vacía”. Francia vuelve a participar en las reuniones del Consejo tras conseguir que se reconociera la necesidad de decisiones por unanimidad en el caso de temas de gran importancia

1967: El Reino Unido, y tras él. Irlanda, Dinamarca y Noruega, vuelven a solicitar la adhesión.

1968: La Unión Aduanera entra en vigor. Se suprimen los aranceles entre los países miembros y se adopta un Arancel Común para los productos procedentes de terceros países.

1969: Cumbre de La Haya. Los jefes de Estado o de Gobierno deciden pasar de la fase transitoria a la fase definitiva de la Comunidad, adoptando los reglamentos agrícolas definitivos y estableciendo el principio de que la CEE debe disponer de recursos propios.

1971: El Consejo Europeo adopta el Plan Werner para fortalecer la coordinación de las políticas económicas. Los estados miembros debían adoptar medidas para armonizar sus políticas presupuestarias y para reducir los márgenes de fluctuación entre sus divisas.

1972: Firma de los Tratados de Adhesión de Dinamarca, Irlanda, Noruega y el Reino Unido. Estos tratados fueron ratificados por los parlamentos de los estados miembros. La excepción fue Noruega, donde en un referéndum sus ciudadanos decidieron rechazar la adhesión; Se establece la “serpiente monetaria”: los Seis acuerdan limitar el margen de fluctuación de sus monedas a un 2.25%.

1973: Dinamarca, Irlanda y el Reino Unido ingresan en la CEE, que pasa a tener 9 estados miembros

1975: La CEE y 46 países africanos, del Caribe y del Pacífico firman la Convención de Lomé I, que sustituye a las Convenciones de Yaoundé. La Convención permite a los productos de esos países el libre acceso a la CEE y les otorga ayuda financiera. Esta Convención fue renovada diversas veces en años posteriores; Se establece el Fondo de Desarrollo Regional Europe (PEDER) y el Comité de Política Regional; Grecia solicita el ingreso en la CEE;

1976: Se inicia la Política de Pesca Común

1977: Portugal solicita el ingreso en la CEE; El Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión firman una declaración conjunta con respecto a los derechos fundamentales; Se extiende el Arancel Común la nuevos estados miembros: Dinamarca, Irlanda y el Reino Unido; España solicita el ingreso en la CEE;

1978: La Comisión da su voto favorable a la solicitud española de adhesión. Las negociaciones se iniciaron el 5 de Febrero de 1979; El Consejo Europeo celebrado en Bruselas establece el Sistema Monetario Europeo (SME) basado en la Unidad de Cuenta Europea: el ECU

1979: El Sistema Monetario Europeo entra en vigor; Firma del Acta de adhesión de Grecia a la CEE; Primeras elecciones al Parlamento Europeo por sufragio universal; Firma en Lomé del segundo convenio (Lomé II) entre la CEE y cincuenta y ocho Estados de África, del Caribe y del Pacífico (ACP);

1981: Grecia se convierte en el décimo estado miembro de la CEE

1984: El Parlamento Europeo aprueba por una amplia mayoría el Borrador redactado por Alterio Spinelli para el establecimiento de la Unión Europea; Tras arduos debates, el gobierno de Margaret Thatcher consiguió los Diez llegaran a un acuerdo sobre la cantidad de compensación que se le debía reintegrar al Reino Unido para reducir su contribución al presupuesto comunitario

1985: Jacques Delors asume el cargo de Presidente de la Comisión Europea; Se firman los Tratados de Adhesión de España y Portugal; El Acuerdo de Schegen, sobre eliminación de los controles fronterizos, es firmado por Bélgica, Alemania, Francia, Luxemburgo y los Países Bajos, en Schengen (Luxemburgo). A este Acuerdo se unieron posteriormente Italia en 1990, Portugal y España en 1991, y Grecia en 1992

1986: España y Portugal se convierten en nuevos miembros de la CEE. En adelante se habla de la Europa de los Doce; El Acta Única Europea es firmada en Luxemburgo y La Haya; La bandera europea es izada por primera vez en Bruselas mientras suena el himno europeo; El Parlamento, el Consejo y la Comisión firman una declaración conjunta contra el racismo y la xenofobia;

1987: Turquía solicita su adhesión a la CEE; El Acta Única Europea entra en vigor;

1988: Reforma de la financiación de las políticas de la CEE. Programación plurianual de los gastos para 1988-1992. Reforma de los Fondos estructurales.

1989: El Comité Delors presenta un informe sobre la unión económica y monetaria. El Parlamento adopta la Declaración sobre Derechos Fundamentales y Libertades; La peseta entra en el mecanismo de cambios del Sistema Monetario Europeo; Austria solicita el ingreso en la CEE; Caída del Muro de Berlín. La República Democrática de Alemania abre sus fronteras

1990: Se firma en París el acuerdo para el establecimiento del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) con la finalidad de dar apoyo financiero a los países de la Europa central y oriental; Firma del Acuerdo de Schengen para la eliminación de los controles fronterizos; Se inicia la primera fase de la Unión Económica y Monetaria (EMÚ); Chipre solicita el ingreso en la CEE; Malta solicita el ingreso en la CEE; Reunificación de Alemania; El Consejo Europeo acuerda en Roma la reunión de dos Conferencias Intergubernamentales (CIG), una sobre la Unión Económica y Monetaria, la otra sobre la Unión Política. Ambas darán como resultado el Tratado de la Unión Europea

1991: Suecia solicita el ingreso en la CEE. Acuerdo sobre la creación del espacio económico europeo (EEE) que asocia a la Comunidad con sus vecinos de Europa Oriental. El Consejo Europeo celebrado en Maastricht alcanza un acuerdo sobre el borrador del Tratado de la Unión Europea.

1992: Los Ministros de Asuntos Exteriores y de Economía de los estados miembros firman en Maastricht (Países Bajos) el Tratado de la Unión Europea, popularmente conocido como el Tratado de Maastricht. Finlandia presenta su solicitud de ingreso en la Unión Europea (UE). La CEE y los países de la EFTA crean el Espacio Económico Europeo (EEE), en Oporto. Se aprueba la reforma de la Política Agrícola Común (PAC). En un referéndum, el pueblo danés vota en contra de la ratificación del Tratado de la Unión Europea. Noruega solicita su ingreso en la UE. El Parlamento español ratifica el Tratado de la Unión Europea. En referéndum, el pueblo suizo vota en contra de la ratificación del acuerdo que establece el Área Económica Europea

1993: El Mercado único europeo entra en vigor. Se abren negociaciones para el ingreso en la UE de Austria, Finlandia y Suecia. Se abren negociaciones para el ingreso en la UE de Noruega. En un segundo referéndum, el pueblo danés vota en favor del Tratado de la Unión Europea, con algunas salvedades específicas para Dinamarca. Con todos los procedimientos de ratificación concluidos, el Tratado de la Unión Europea entra en vigor.

1994: Se inicia la etapa segunda de la Unión Económica Europea y se establece el Instituto Monetario Europeo (IME). El Comité de las Regiones, creado por el Tratado de la Unión, celebra su primera reunión. Hungría solicita su ingreso en la UE. Polonia solicita su ingreso en la UE. El luxemburgués Jacques Santer sustituye a Jacques Delors al frente de la Comisión Europea. El pueblo noruego rechaza en referéndum el ingreso de su país en la UE.

1995: Austria, Finlandia y Suecia ingresan como nuevos miembros de la Unión Europea. La Europa de los Quince. El Consejo y el Parlamento firman el Programa Sócrates para el ámbito educativo. El Acuerdo de Schengen entra en vigor en Alemania, Bélgica, España, Francia, Luxemburgo, los Países Bajos y Portugal. Austria se une al Acuerdo de Schengen. Rumania solicita su adhesión a la UE. Eslovaquia solicita su adhesión a la UE.. Letonia solicita su adhesión a la UE. Estonia solicita su adhesión a la UE. Lituania solicita su adhesión a la UE. Bulgaria solicita su adhesión a la UE.

1996: La República Checa solicita su adhesión a la UE. Tiene lugar en Turín, Italia, la apertura de la Conferencia Intergubernamental (CIG) para revisar el Tratado de Maastricht. Eslovenia solicita su adhesión a la UE. Dinamarca, Finlandia y Suecia firman el acuerdo de Schengen.

1997: El Consejo Europeo adopta un reglamento relativo a la creación de un Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia. La Comisión presenta la Agenda 2000 “Para una Europa más fuerte y más grande” con sus conclusiones sobre las solicitudes de adhesión de los países de Europa Central. Los Ministros de Asuntos Exteriores de los Estados miembros de la Unión Europea firman el Tratado de Amsterdam.

1998: Se celebra en Londres una Conferencia Europea a la que asisten los 15 estados miembros y los países que han solicitado oficialmente la adhesión a laUE. Una reunión de Ministros da inicio al proceso de adhesión de Chipre de los 10 países candidatos de Europa Central y Oriental (Hungría, Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Bulgaria y Rumania). Un Consejo extraordinario decide los 11 Estados miembros que cumplen las condiciones necesarias para la adopción de la moneda única el 1 de enero de 1999. Se crea el Banco Central Europeo. El Consejo adopta los tipos de conversión fijos e irrevocables entre las monedas nacionales de los once Estados miembros participantes y el Euro.

1999: Implantación oficial del Euro. Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, los Países Bajos y Portugal adoptan el Euro como moneda oficial. Jacques Santer, Presidente de la Comisión Europea, pide la confianza del Parlamento. Dimisión de los miembros de la Comisión motivada por el primer informe del Comité Independiente de Expertos sobre las denuncias de fraude, irregularidades y nepotismo en la Comisión Europea. El Consejo designa al italiano Romano Prodi como nuevo Presidente de la Comisión Europea. El Tratado de Amsterdam entra en vigor. El Parlamento Europeo aprueba la designación de Romano Prodi como Presidente de la Comisión. El Consejo Europeo adopta la primera estrategia común de la UE en política exterior referente a Rusia. Javier Solana es nombrado Alto Representante para la PESC y Secretario General del Consejo. El Consejo de la UE publica un “Primer informe anual sobre los derechos humanos”.

2000: Inauguración en Bruselas de la Conferencia Intergubernamental (CIG) para la reforma de las instituciones de la Unión Europea. La Comisión Europea propone a Grecia como duodécimo estado que adopta el Euro como moneda común. Las instituciones europeas celebran el 50 aniversario de la Declaración Schurnan. El Consejo Europeo reunido en Feira (Portugal) decide que el dracma, la divisa griega, se incorpore al Euro el 1 de Enero del 2001. Ante la debilidad del euro frente al dólar, el Banco Central Europeo, en una acción conjunta con la Reserva Federal Americana y el Banco de Japón, interviene para sostener su cotización. Fuera del marco de la Cumbre de Niza, los presidentes del Parlamento, del Consejo y de la Comisión Europea proclaman formalmente la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Se celebra la Cumbre de Niza. Tras largas y agotadoras discusiones, la cumbre concluye con un compromiso concretado en el Tratado de Niza, que reforma los tratados anteriores. Se pone fin a la Conferencia Intergubcrnamental.

2001: Grecia se convierte en e! duodécimo miembro que se incorpora a la Eurozona. Firma del Tratado de Niza, modificando el Tratado de la Unión Europea y los Tratados fundadores de las Comunidades Europeas. En un referéndum con escasa participación, el 53.87% de los irlandeses rechazaron ratificar oí Tratado de Niza.

2002: Puesta en circulación de las monedas y billetes de euro. Retirada de circulación de los billetes y monedas nacionales.

2003: Declaración de Atenas: Firma de los Tratados de adhesión a la UE de la República Checa, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia. Presentación del “Proyecto de Tratado por el que se instituye una Constitución para Europa”. Declaración de Roma: Objetivo básico de integración europea y necesidad de dotar de un texto constitucional a la Unión Europea.

2004: Ingreso de 10 nuevos estados miembros en la UE: República Checa, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia. La Unión Europea de los 25.