Tema 66 – Interdependencias y desequilibrios en el mundo actual. Desarrollo y subdesarrollo. Desarrollo sostenible.

Tema 66 – Interdependencias y desequilibrios en el mundo actual. Desarrollo y subdesarrollo. Desarrollo sostenible.

1. INTRODUCCIÓN

2. INTERDEPENDENCIAS EN EL MUNDO ACTUAL: LA ECONOMÍA GLOBAL

2.1. EL FENÓMENO DE LA MUNDIALIZACIÓN

2.2. CENTROS Y PERIFERIAS.

3. DESEQUILIBRIOS EN EL MUNDO ACTUAL

3.1. LOS CONTRASTES DE LA POBLACIÓN MUNDIAL

3.2. EL DESIGUAL ACCESO A LA RIQUEZA.

4. LOS INDICADORES DEL DESARROLLO

4.1. LOS INDICADORES ECONÓMICOS.

4.2. LOS INDICADORES DEL DESARROLLO HUMANO.

5. LOS PAÍSES DEL SUR: POBREZA Y DEPENDENCIA

5.1. CARACTERÍSTICAS ECONÓMICAS DEL SUBDESARROLLO

5.2. LA DIMENSIÓN SOCIAL DEL SUBDESARROLLO

5.3. LA DIVERSIDAD DEL MUNDO SUBDESARROLLADO.

6. LA AYUDA AL DESARROLLO

6.1. LA ONU Y LA AYUDA AL TERCER MUNDO

6.2. LA AYUDA PARTICULAR AL DESARROLLO: LAS ONG

7. HACIA EL NUEVO ORDEN INTERNACIONAL

8. DESARROLLO SOSTENIBLE

9. BIBLIOGRAFÍA

1 INTRODUCCIÓN

Globalización, interdependencia, mundialización de la economía son conceptos que caracterizan al mundo de nuestros días. El estudio del mundo y de las relaciones internacionales a partir de 1945 giraba sobre la existencia de dos grandes potencias, EE UU y la URSS, que configuraron redes de influencia y posiciones políticas y económicas en la mayoría de los países del mundo. Los acontecimientos subsiguientes a la caída del muro de Berlín y a la desintegración de la Unión Soviética cambiaron dicho estado de cosas. En la actualidad se ha roto la división del mundo en dos sistemas económicos opuestos y con pocas relaciones entre sí: la economía de mercado y la economía comunista. La disputa entre ambos se decanta en las últimas décadas del siglo XX hacia el sistema liberal capitalista con el triunfo del neoliberalismo. Pero el nuevo orden económico mundial, dependiente en grado sumo de la revolución tecnológica y de la información nace con los viejos problemas heredados y con otros nuevos que le amenazan seriamente: el subdesarrollo, la explosión demográfica, el intercambio desigual, los daños al medio ambiente, algunos irreversibles, son los más destacados. El mundo se conforma ahora alrededor de dos realidades socioeconómicas: países ricos y países pobres.

Parece que se ha impuesto, un único modelo, el capitalismo, y que el mundo se articula en función del predominio o dependencia dentro de este sistema. Al alba del siglo XXI, la mundialización ha triunfado en todos los campos y afecta a todos los ámbitos. Cualquier acción en un lugar puede conocerse y tener repercusiones en otro enormemente distante y la gran paradoja es que vivimos de forma muy desigual en un mundo cada vez mas homogéneo.

Las distancias y las diferencias se miden hoy en día en función de la cantidad de industria, de renta, de bienes, de servicios y de recursos económicos o sociales que poseen los diferentes territorios del planeta. Y esas diferencias confieren un papel u otro en el sistema internacional. Una imaginaria, y al tiempo real, frontera divide al mundo en un Norte y un Sur, caracterizado el primero por la existencia de riqueza, bienestar y recursos, y el segundo por la escasez y la necesidad. En la aldea global se mantienen las diferencias.

En el desarrollo del tema abordaremos en primer lugar las características del desarrollo económico reciente, insistiendo en el mundo como nuevo sistema económico. Posteriormente nos centraremos en los desequilibrios existentes basándonos fundamentalmente en las relaciones Norte-Sur. Nos detendremos “en la cuestión del desarrollo sostenible y concluiremos con unas referencias bibliográficas.

2 INTERDEPENDENCIAS EN EL MUNDO ACTUAL: LA ECONOMÍA GLOBAL

Durante siglos, los acontecimientos sucedidos en un lugar del planeta tenían importancia y consecuencias para un número limitado de personas. Los efectos de una decisión política tenían un alcance restringido a las fronteras políticas de los Estados y los fenómenos económicos se circunscribían a ámbitos locales o comarcales. A partir del siglo XVII, la expansión comercial permitió relaciones y flujos cada vez más amplios entre los pueblos del mundo. Pero fueron la Revolución Industrial y la expansión del capitalismo los fenómenos que originaron una organización del mundo en su conjunto como un sistema global en el que las acciones en cualquier lugar del planeta iban teniendo repercusiones en puntos cada vez más alejados.

Actualmente nos encontramos con una doble tendencia en el plano económico, que apunta hacia direcciones divergentes: la transnacionalización o globalización de la economía, por un lado, y el resurgimiento de las tentaciones aislacionistas, cuya máxima expresión es el Contrato por América que impulsó el líder republicano Gingrich y sobre el que se basó el incontestable triunfo de los republicanos en las elecciones de 1994 al Congreso en Estados Unidos.

Asistimos a la creciente internacionalización de los mercados, tanto de mercancías corno de capitales: el comercio se ha multiplicado por 10 en los últimos veinte años, los flujos financieros han crecido hasta suponer un billón de dólares diarios y las grandes compañías transnacionales controlan la mayor parte de la producción mundial. Las multinacionales y los grandes inversores financieros controlan importantes parcelas de los mercados mundiales que escapan de las manos de los gobiernos, por poderosos que éstos sean. La crisis del Sistema Monetario Europeo, desarrollada a lo largo de 1993 como consecuencia de las maniobras especulativas de los grandes financieros sobre el sistema de tipos de cambio fijos, consiguió imponerse sobre la acción concertada de los Bancos Centrales de la Unión Europea.

La creciente internacionalización de los intercambios fue ratificada por los acuerdos de Montevideo, con los que culminó la Ronda Uruguay del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio), que sancionaron una sustancial disminución de las barreras arancelarias con el fin de favorecer el libre comercio a escala mundial. Pero subsiste la permanente tentación de los gobiernos de las principales potencias económicas, par­ticularmente de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, por retomar a políticas proteccionistas en unos mercados crecientemente sensibles a la competencia internacional, mediante el establecimiento de acuerdos preferenciales y de normas sobre control de calidad que dificultan en la práctica el libre comercio. Las guerras comerciales desatadas entre Estados Unidos y Japón o Estados Unidos y la Unión Europea así lo ponen de manifiesto.

Las grandes potencias económicas parecen embarcadas en una permanente pugna por adquirir ventajas en las diferentes áreas del mercado mundial. A la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Canadá, Estados Unidos y México, ratificado bajo la presidencia de Bill Clinton, la Unión Europea trata de contraponer acuerdos preferenciales con los países latinoamericanos, a la vez que se mantiene una dura pugna entre Estados Unidos y Japón por el liderazgo de la cada vez más pujante economía del Pacífico

2.1. EL FENÓMENO DE LA MUNDIALIZACIÓN

La Revolución Industrial abrió en Occidente las puertas a la internacionalización de la economía, de la información y de la cultura. La expansión de los europeos por el mundo impuso, mediante el colonialismo, el primer sistema internacional, dominado por Europa. La Primera Guerra Mundial puso fin a ese sistema, provocando el debilitamiento de Europa y la aparición, como nueva fuerza dominante, de Estados Unidos de América.

A partir de 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo quedó dominado por las dos grandes potencias vencedoras, EE.UU. y la Unión Soviética. El resto de los países se englobaban en mayor o menor medida en uno de los bloques liderados por los dos grandes. A partir de 1990, la caída del bloque comunista ha impuesto un nuevo sistema mundial, ya no bipolar, sino organizado alrededor de los grandes polos económicos del mundo capitalista: EE.UU., Japón y Europa Occidental. Mercancías, capitales e informaciones, circulan a nivel planetario, con unos centros de decisión y otros dependientes en un único esquema económico y, en parte, social y político.

El progreso técnico y la liberalización de los intercambios han permitido la mundialización y la expansión del comercio. No sólo las mercancías, sino también los servicios (seguros, licencias, patentes, servicios bancarios…) y los productos culturales y artísticos circulan a una enorme velocidad. Este gran salto se debe a la posibilidad de concentrar y transmitir rápidamente una gran cantidad de información, lo que permite comprar y vender en cualquier parte del mundo, conociendo la diversidad de la oferta y produciendo para mercados lejanos. Y a ello se añade el desarrollo del transporte, que permite mover personas y mercancías con gran facilidad y a precios cada vez más bajos. De esta forma, a lo largo del siglo XX, el comercio mundial se ha multiplicado por 100. Esta pujanza de los intercambios comerciales es la base sobre la que se asienta la rnundialización de la economía. El mercado se ha mundializado desde el momento en que los bienes se pro­ducen en cualquier lugar a partir de materiales provenientes de cualquier otro lugar y pueden consumirse en cualquier parte del mundo.

Las economías nacionales son cada vez más dependientes de las redes económicas mundiales, tanto por el volumen de las importaciones y exportaciones, como por el poder e influencia de las empresas multinacionales, que implantan sus fábricas y operan en cualquier lugar. Por encima de la organización del mundo basada en la existencia de Estados y de territorios soberanos e independientes, la acción de las empresas y de los negocios conforma una nueva realidad en la que el campo de acción es el conjunto del planeta y en la que se crean lazos y conexiones originados por los flujos de capitales, tecnología, productos o trabajadores. Así, aunque tengan su titularidad en un Estado, su capital carece de nacionalidad, producen en diferentes países y operan en el mercado internacional. Por eso es cada vez más difícil determinar la verdadera nacionalidad de los productos que consumimos. Se consumen productos de cualquier lugar, aprovechando la amplitud de la oferta, el mejor precio y la mejor calidad. Un dato curioso: mientras que disminuyen las barreras para el tráfico de mercancías y capitales, aumentan entre el Norte y el Sur para el tráfico de personas.

En la actualidad, el gran desarrollo tecnológico y la íacilidad_de_ los transportes permiten una creciente división del trabajo en el ámbito internacional. Así, una máquina, un coche o un ordenador se fabrican con una concepción mundializada de la producción y los productos se descomponen en diferentes procesos, lo que hace posible encargar cada componente del producto (carrocería de un coche, motor, tapicerías, etc.) a diferentes empresas y en diferentes países, teniendo en cuenta solamente la rentabilidad de la producción.

2.2. CENTROS Y PERIFERIAS

La constitución progresiva del sistema-mundo coloca al conjunto de los pueblos del planeta en una situación de interdependencia. Pero este término no significa igualdad, por el contrario, las desigualdades y los contrastes se han acentuado y se han reforzado las jerarquías de unos territorios sobre otros. Así, los países desarrollados ejercen una dominación económica, financiera, tecnológica y cultural sobre el resto del mundo.

En el actual sistema, los países desarrollados constituyen el “centro”, área en la que el desarrollo económico y un vasto proceso de industrialización han asentado condiciones de vida más que suficientes, y en la que se concentran los poderes de decisión, de dirección y de innovación. A esta zona se contrapone un mundo subdesarrollado, o «periferia», donde persisten graves problemas de atraso económico y social y una fuerte dependencia respecto al exterior. A ese conjunto de países se le ha denominado también Tercer Mundo (expresión acuñada por A. Sauvy, equivalente al “Tercer Estado”)

En el mundo actual, las relaciones económicas y los flujos de circulación de capitales, productos o informaciones se organizan alrededor de tres polos centrales: Estados unidos, Europa Occidental y Japón, cuya pujanza reposa sobre una interacción eficaz entre investigación, progreso tecnológico, capitales y desarrollo de actividades industriales y de servicios. Estos polos centrales, a veces sobrepasan sus fronteras, como el caso del resto de países de la Unión Europea, Canadá, Singapur o Australia. Otros polos secundarios han aparecido entre los países en vías de desarrollo (India, China, Sudeste asiático, Brasil, México, Argentina, Sudáfrica…) y se configura una organización en círculos concéntricos, dividiéndose la periferia en grados y abarcando realidades muy diferentes. Así, las distancias entre estos países, nuevas zonas industriales, y los marginados de África o de determinadas zonas de Asia o Centroamérica, son tan importantes como entre el centro y las zonas de la periferia que se consideran emergentes.

También las redes y los grandes núcleos de transportes , y . comunicaciones se distribuyen de forma desigual en el mundo, en función de la densidad de población, de la an­tigüedad y calidad de las infraestructuras y de los niveles de desarrollo. La constitución de redes densas caracteriza a los espacios integrados en los polos dominantes de la economía. De este modo, los países desarrollados son los que concentran la mayor parte de las nuevas infraestructuras de transporte modernas y de los puntos de acceso complejos (puertos y aeropuertos internacionales, terminales de carga…). Estos espacios, por ser más accesibles, ven reforzada su posición en el sistema mundo y concentran la mayoría del comercio mundial.

El área líder de la economía mundial (EE.UU. Japón y la UE) mantiene su papel de predominio mediante el control de los Jh^sjinaricieros. La principal Bolsa del mundo es la de Nueva York, seguida de las de Londres, Tokio, Francfort y, hoy en día, Hong-Kong y Singapur. La importancia de la Bolsa de un país es proporcional a su desarrollo económico. Los Estados del Sur ven los precios de sus materias primas establecidos y controlados por las grandes entidades financieras e industriales por cotizaciones en bolsas que se sitúan a miles de km. La estructura bancaria está dominada por grandes corporaciones internacionales con sede en los países desarrollados. La banca del Sur es dependiente y ejerce de elemento de unión entre el capital local y los centros internacionales de finanzas.

3 DESEQUILIBRIOS EN EL MUNDO ACTUAL

A la división Este-Oeste, se impone hoy una jerarquía potente y quizás indestructible: la división entre el Norte y el Sur, es decir, entre un área rica y otra pobre en el mundo. A la primera área rica, pertenecen América del Norte, gran parte de Europa, Japón y Australia. En esta zona, el desarrollo económico y un vasto proceso de industrialización han afirmado condiciones de vida más que suficientes para la inmensa mayoría de la población, aunque se pueden dar algunas situaciones de relativo atraso e incluso bolsas de pobreza. Pertenecen al área pobre del mundo África, la mayor parte de Asia y América Latina. En ella persisten condiciones gravísimas de atraso económico: se mantienen el hambre y la desnutrición, la enfermedad y las epidemias diezman la población y los conflictos políticos y sociales, provocados por el desigual reparto de la riqueza, la violencia étnica o la represión política, son abundantes. La línea que separa ambos mundos pasaría por Río Grande en la frontera mexicana de EE.UU., estrecho de Florida, estrecho de Gibraltar, Mar Mediterráneo (englobando a Chipre, Malta e Israel en el Norte), Mar Negro, Cáucaso, estepas centroasiáticas (sólo Rusia quedaría en el Norte), paralelo 38 (dejando a Corea del Sur y a Japón entre los países desarrollados) estrecho de Formosa, isla de Singapur, Canal de Balintang, Mar de Filipinas, Mar de Coral, Mar de Arafura, Océano índico, Río Linipopo y Río Orange (quedarían entre los países desarrollados Taiwán, Singapur, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica, además de ciudades como Hong-Kong).

3.1. LOS CONTRASTES DE LA POBLACIÓN MUNDIAL

Los países del Tercer Mundo albergan a finales del siglo XX el 75% de la población mundial. Así, en las zonas más pobres de la Tierra la población ha aumentado en los últimos decenios de forma espectacular. Es Asia el continente que agrupa las más importantes concentraciones humanas, seis Estados superan los 100 millones de habitantes y suman en su conjunto casi 3.000 millones de personas. Las zonas costeras y las llanuras regadas por grandes ríos son las zonas más densamente pobladas, mientras los desiertos y las zonas montañosas permanecen mucho más deshabitadas. La mayoría de los países asiáticos, con excepción de Japón, o pertenecen al área del subdesarrollo, o han iniciado en los últimos años procesos complejos de crecimiento económico.

Mientras, ni los países africanos ni los latinoamericanos cuentan con un volumen de población comparable, pero se encuentran también en un proceso de fuerte crecimiento, al haber reducido sus tasas de mortalidad y mantener todavía una natalidad media o alta. Países como Brasil o Nigeria pueden doblar o triplicar su población en los próximos 20 años, dada su alta tasa de natalidad y su enorme cantidad de población menor de 21 años (75%).

En los países industrializados, el crecimiento demográfico se ha frenado (0,3% anual) y en muchos lugares apenas alcanza tasas que garanticen el relevo generacional, como es el caso de España. Europa muestra cómo un tradicional lugar de fuerte poblamiento, que experimentó mediante una progresiva reducción de sus tasas de mortalidad un espectacular crecimiento de su población en el siglo XIX y primera mitad del XX, ha pasado en los últimos años a reducir de forma espectacular el número de nacimientos. Este doble movimiento da lugar a poblaciones cada vez más viejas, a la disminución del número de niños y jóvenes y al estancamiento del volumen de su población.

Paradójicamente, allí donde se concentra mayor número de población existe más escasez de recursos, mientras los países con menor crecimiento suelen ser zonas desarrolladas e industrializadas. Los comportamientos demográficos tienen que ver con el grado de desarrollo económico, con las expectativas de futuro, con la extensión de modelos económicos no agrarios y con la transformación de los modelos de familia y del papel de la mujer en la producción. Por tanto, no es de extrañar que crezcan las poblaciones de los países subdesarrollados y se estanquen las de los países desarrollados. Tampoco deben sorprendernos el auge de los movimientos migratorios. La presión demográfica en el Sur coincide a veces con las necesidades de mano de obra en el Norte. Sin embargo estos fenómenos naturales se ven dificultados por las estructuras jurídicas implantadas.

3.2. EL DESIGUAL ACCESO A LA RIQUEZA.

En nuestros días, la distribución de los recursos y de la riqueza a nivel mundial continúa siendo muy desequilibrada. Mientras un 21% de los Estados de la Tierra se pueden considerar ricos o casi ricos, el 79% tienen un nivel de vida modesto, pobre o miserable.

En general, la diferencia entre Norte y Sur se acrecienta y se agrava, dado que la dinámica de relaciones en el «sistema económico mundial» se basa en una lógica que reserva el papel de dominio y la concentración de la riqueza en unos pocos países, mientras somete al resto a la dependencia. El sistema de intercambios comerciales, el control de la banca y de los grandes centros financieros, y la división del trabajo, que reserva las tareas de mucha mano de obra y escasa rentabilidad a los países pobres, refuerzan la jerarquía de unos territorios sobre otros. Baste pensar que un cuarto de la población mundial residente en la zona rica consume los cuatro quintos de todos los recursos del mundo, mientras que los otros tres cuartos de la población consumen apenas un quinto de las riquezas.

Así, el panorama de nuestro mundo actual presenta un área industrializada, alrededor de la cual se extiende una vastísima periferia de subdesarrollo, un cinturón de hambre, que refleja un modo injusto y desigual de reparto de la riqueza. En nuestro sistema-mundo las desigualdades son todavía enormes. En primer lugar, todos tenemos derecho a la vida, a alimentarnos para vivir, una persona adulta necesita una alimentación equivalente a unas 2.500 kilocalorías diarias, provenientes de una dieta completa y equilibrada. Pues bien, se calcula que 450 millones de personas están desnutridas, y que una parte importante de hombres, mujeres, y sobre todo niños, mueren por falta de alimentos.

Además, existen diferencias escalofriantes de renta entre los habitantes de las diferentes naciones. Países desarrollados como EE.UU. o Suiza cuentan con 20.000 dólares por habitante, mientras que otros como Etiopía tienen tan sólo 100. Por último, también se producen enormes desigualdades en el grado de acceso a la escolarización y a la cultura. Así, los países desarrollados presentan un máximo de analfabetos del 5%, mientras Asia tiene una media del 32% y el África sub-sahariana un 47%.

4 LOS INDICADORES DEL DESARROLLO

Hemos visto que en el mundo actual existen diferentes niveles de desarrollo y que las diferencias entre los países ricos y los países pobres son hoy en día una de las características fundamentales de la economía mundial. Para medir las diferencias en el desarrollo, los economistas utilizan diferentes criterios que constituyen los llamados indicadores del desarrollo.

4.1. LOS INDICADORES ECONÓMICOS

Para establecer los diferentes grados de riqueza, los economistas se han basado tradicionalmente en parámetros de tipo económico. El más usado para medir el nivel de desarrollo de un país es el Producto Nacional Bruto (PNB, Producto interior de un país deduciendo la parte correspondiente a las rentas de capitales extranjeros afincados en él, y sumándole la parte correspondiente a los beneficios que producen sus inversiones en el extranjero). Su principal ventaja es que puede ser calculado con relativa facilidad para todas las economías, pero presenta también algunos problemas, sobre todo en los países más po­bres, que no disponen de referencias estadísticas demasiado fiables, o en los antiguos países comunistas, acostumbrados a manipular los datos para demostrar sus éxitos económicos.

En función del PNB, el Banco Mundial ha clasificado 132 países del mundo en tres grandes categorías: 23 países pertenecen a la categoría de «economías de alta renta nacional», 67 países son clasificados como de «economías con una renta intermedia» y 42 países tienen una «economía con baja renta».

Recientemente se viene usando con más profusión el Producto Interior Bruto (PIB, Suma del valor de todos los bienes y servicios producidos por la población activa de un país en el interior de su territorio durante un año. Se contabiliza toda la riqueza producida en el país, incluso las rentas producidas por capitales extranjeros en él, pero no las rentas producidas por capital propio en el extranjero). El PIB introduce algunas modificaciones que sirven para apreciar mejor el poder real de compra de la población. El PIB real por habitante (o PIB per cápita), al distribuir la producción entre el número de habitantes, nos ofrece una visión más exacta del nivel de bienestar real de la población y de las diferencias existentes entre los países.

El uso de indicadores exclusivamente económicos se fundamentaba en la creencia de que el crecimiento económico (es decir, el aumento del PNB y del PIB per cápita) comportaba necesariamente el desarrollo. Pero la experiencia de muchos países del Tercer Mundo ha demostrado que un aumento continuado de la producción y de la renta puede coexistir con el incremento de la pobreza, la desigualdad y el desempleo. De esta manera, se puede afirmar que el desarrollo es un fenómeno mucho más amplio que el simple crecimiento económico, aunque este último es condición necesaria, pero no suficiente, para el primero.

Así, últimamente muchos economistas coinciden en afirmar que para producir un verdadero desarrollo de los países actualmente pobres es necesario que se registren si­multáneamente crecimiento económico y, sobre todo, mejoras sustanciales en el nivel y la calidad de vida de la población (aumento de la esperanza de vida, mejor disponibilidad de alimentos, acceso a servicios sanitarios y de educación, etc.).

4.2. LOS INDICADORES DEL DESARROLLO HUMANO

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha sugerido el uso de nuevos parámetros para medir el nivel de bienestar de la población que no sean tan sólo de carácter meramente económico, como se había venido haciendo. Así, se ha introducido un nuevo referente, denominado Indicador del Desarrollo Humano (IDH), que se obtiene calculando la media ponderada de tres indicadores primarios del nivel de vida: la producción de riqueza (PIB per cápita), la longevidad de la población (esperanza de vida) y el acceso a la sanidad y educación (número de médicos y camas de hospital por habitante, tasa de alfabetización de adultos y años medios de escolarización). El IDH se mide entre O y 1 y presentan unos mejores índices de desarrollo aquellos países cuyo índice está más próximo al 1. Las diferencias entre unos extremos y otros de los 173 países que han sido clasificados van de un índice máximo de 0,932 para Canadá hasta un mínimo de 0,191 para Guinea.

El IDH es ciertamente un indicador más adecuado que la producción por habitante, ya que nos presenta una visión más completa y menos economicista de los distintos niveles de desarrollo mundial, pero no está exento de algunos problemas. Entre sus inconvenientes podríamos citar que no tiene en cuenta la distribución de la renta ni las diferencias en cuanto a alfabetización y esperanza de vida entre hombres y mujeres, así como tampoco toma en consideración aspectos fundamentales del desarrollo humano como la calidad del medio ambiente o el grado de respeto a los Derechos Humanos. El propio PNUD ha propuesto, sin embargo, introducir estos dos últimos parámetros.

5 LOS PAÍSES DEL SUR: POBREZA Y DEPENDENCIA

La geografía del subdesarrollo está íntimamente ligada al desarrollo del colonialismo, ya que la mayoría de los países pobres han sido antiguas colonias. De la descolonización nacieron un conjunto de nuevos países en los que persistieron condiciones de atraso económico y de pobreza para la mayoría de la población. A ese conjunto de países se le denominó Tercer Mundo para establecer así su identidad frente a los otros dos mundos resultantes del enfrentamiento de bloques en la posguerra mundial (el primer mundo capitalista y el segundo mundo comunista).

En los últimos años ha hecho fortuna la expresión Norte-Sur, dada la coincidencia de que muchos países pobres se encuentran en el hemisferio sur del planeta y, en cambio, la mayor parte de los países ricos e industriales están situados en el norte. Además, acabada la confrontación entre el Este (URSS) y el Oeste (EE.UU.), hoy en día el problema se centra fundamentalmente, no en la existencia de un Tercer Mundo frente a los dos primeros, sino en la existencia de un mundo bipolar, que opone dos realidades económicas, sociales y políticas.

5.1. CARACTERÍSTICAS ECONÓMICAS DEL SUBDESARROLLO

La manifestación principal del subdesarrollo en lo que se refiere a sus aspectos económicos es fundamentalmente su dependencia económica. El origen de sus problemas económicos hay que buscarlo en el hecho de que la independencia política no fue acompañada en las antiguas colonias, o en otros países del Tercer Mundo, de una inde­pendencia económica, lo que ha dado origen al llamado neocolonialismo. Como resultado, la estructura económica de estos países presenta una serie de características relacionadas con su papel secundario y dependiente dentro de la economía planetaria:

La existencia de un dualismo económico. La economía del Tercer Mundo es una economía profundamente desarticulada, con enormes contrastes entre el centro de las ciudades y los arrabales colindantes, entre las condiciones de vida en las urbes y en el campo, entre los sectores moderno y tradicional de la agricultura o entre la industria de tecnología avanzada y la artesanía. Esta desarticulación es el resultado de una economía fragmentada en compartimentos estancos en la que se contraponen unos centros de actividad económica dinámica y moderna, controlados en su mayor parte por el capital extranjero y con la mayor parte de su producción orientada al exterior, y unas zonas en las que predomina una economía tradicional, basada en la agricultura y la artesanía y con la producción dirigida hacia el autoconsumo o el mercado local.

La dependencia comercial. Los países subdesarrollados presentan una alta dependencia de su comercio exterior. Excepto en unos pocos casos, como el de los «dragones asiáticos», la vocación exportadora de la mayor parte de la actividad productiva es el resultado de la extrema estrechez del mercado interior, derivada de la poca capacidad adquisitiva de la mayoría de la población. Así, la mayor parte de los países del Tercer Mundo presentan unos coeficientes de exportación muy altos (81% en Malasia, 64 % en Jamaica, 36 % en Chile, etc.), que no son indicadores de fortaleza de su economía, sino de sus bajos costes de producción; además muchos países del Tercer Mundo siguen siendo esencialmente proveedores de materias primas a bajo precio para los países industrializados, mientras tienen que importar la mayoría de los productos industriales y toda la tecnología.

El escaso peso del sector industrial y la polarización de la estructura productiva. El grado de industrialización es mucho más bajo en los países subdesarrollados, si bien esta diferencia ha ido disminuyendo en las últimas décadas. Así, la participación del sector industrial en el PIB ha crecido en muchas regiones de América Latina (Chile, Venezuela, Argentina, Brasil…) y de Asia (Corea del Sur, Taiwán, Indonesia, Malasia, etc.), pero un buen número de países africanos siguen siendo funda­mentalmente preindustriales y su participación industrial en el PIB no supera el 15%. Además, las actividades industriales que se desarrollan en los países del Tercer Mundo suelen ser las que requieren un menor contenido tecnológico, una elevada mano de obra, en general poco cualificada, y las que corresponden a sectores peligrosos o contaminantes. De este modo, se produce una subordinación económica a los países industriales, que detentan el control de la investigación y la tecnología, de las inversiones, de la producción y del comercio.

La subordinación financiera. La participación de capitales extranjeros en la economía productiva del Tercer Mundo es muy elevada y una parte muy importante de las inversiones realizadas pertenecen a compañías extranjeras que repatrían una buena parte de sus beneficios. Además, muchos países padecen un enorme grado de endeudamiento exterior, fruto de su incapacidad para generar capital, y así han de recurrir permanentemente al crédito de los países ricos o de los bancos in­ternacionales. La necesidad de préstamos tiene orígenes variados: pagar las importaciones de productos de primera necesidad, Financiar las guerras que la caótica situación política provoca, comprar maquinaria o la construcción de infraestructuras (carreteras, ferrocarriles, pantanos…).

Una aguda desigualdad en la distribución de la renta. La distancia que existe entre ricos y pobres es mucho mayor en los países subdesarrollados que en los más industrializados. Así, la inmensa mayoría de la población vive en la pobreza o la miseria mientras unas minorías privilegiadas (propietarios agrícolas, grandes co­merciantes, altos funcionarios, etc.) viven en la opulencia. La clase media, que es mayoritaria en gran parte de las sociedades occidentales, es allí prácticamente inexistente.

5.2. LA DIMENSIÓN SOCIAL DEL SUBDESARROLLO

Aunque las particularidades económicas constituyen un elemento diferenciador entre las zonas más ricas y las menos desarrollados del planeta, podemos considerar que la no satisfacción de las necesidades básicas de la población es la característica esencial del subdesarrollo. Se consideran necesidades básicas o fundamentales aquéllas cuya satisfacción es indispensable para la integridad física (alimentación y salud) y psíquica (educación, empleo y participación política y social). Desde este punto de vista, las poblaciones subdesarrolladas presentan los siguientes rasgos:

La insuficiencia alimenticia. La agricultura de la mayor parte del Tercer Mundo, con técnicas atrasadas, poco productiva y con fuertes desequilibrios en la distribución de la propiedad, no ha aumentado su producción al mismo ritmo que la población. Según la FAO, el número de personas afectadas por la malnutrición aguda podría estar alrededor de los 800 millones, es decir, el 15% de la población mundial. Además, algunas zonas del mundo (sobre todo en el África subsahariana) padecen graves carencias de alimentos de forma periódica (hambrunas), que generan una elevada mortalidad. El problema del hambre no es resultado de una insuficiencia generalizada de recursos, sino de su mala distribución. Mientras la Unión Europea genera, e incluso destruye, enormes excedentes de productos alimenticios, en muchas zonas de África se mueren de hambre.

El acceso a la salud. Existen numerosos indicadores que muestran la degradación sanitaria de los países subdesarrollados, como las elevadas tasas de mortalidad in­fantil y la esperanza de vida, que se sitúa en una media de 40 años para los países más pobres. Además, muchas enfermedades que prácticamente han desaparecido en los países ricos continúan causando estragos en los más pobres. La lepra, por ejemplo, afecta todavía a más de 12 millones de personas en las zonas tropicales y el .paludismo causa actualmente de 8 a 9 millones de muertos. El acceso a los servicios sanitarios es también otra de las grandes diferencias. La falta de cobertura sanitaria para la mayor parte de la población es un hecho corriente. Así, mientras los españoles disfrutan de un médico por cada 463 habitantes, en el Níger a cada médi­co le corresponden 25.000 habitantes.

El acceso a una vivienda digna. El incremento demográfico ha acelerado el fenómeno migratorio hacia las ciudades. La falta de trabajo agrícola y las pésimas ‘condiciones de vida han empujado a millones de campesinos a abandonar el campo y a instalarse en las ciudades. Este crecimiento urbano incontrolado ha comportado la proliferación alrededor de las ciudades de suburbios en los que reinan la miseria, el hambre, la enfermedad y el paro. Las viviendas, construidas a menudo con materiales de desecho y que albergan a más de una familia, no ofrecen las condiciones mínimas de habitabilidad y carecen de agua corriente y alcantarillado.

Las posibilidades de acceso a la educación son infinitamente mayores en los países industrializados. Si el mundo actual cuenta con 900 millones de analfabetos, aproximadamente un adulto de cada 6, el 54% de éstos se hallan en África y el 34% en Asia. Además, la distribución por sexos del analfabetismo es desfavorable para las mujeres, ya que presentan siempre mayores índices que los hombres. En algunos países (como los musulmanes) la mayoría de las mujeres, hasta el 70% son analfabetas. También la permanencia en el sistema educativo es mucho menor en el Tercer Mundo, donde la mayoría de jóvenes lo abandonan antes de llegar a la enseñanza secundaria.

El acceso a un trabajo remunerado es mucho más difícil en el Tercer Mundo, donde la mayoría carece de un medio de trabajo que les garantice una vida mínimamente digna. Además, es corriente la ocupación en actividades marginales y mal retribuidas que no gozan de las garantías laborales que son comunes en los países industrializados. La escasa reglamentación laboral permite la existencia de largas jornadas de trabajo, de sueldos miserables y del trabajo de niños antes de los 16 años, así como la ausencia de seguros de enfermedad, jubilaciones o vacaciones remuneradas.

El acceso a las actividades políticas y a vivir en paz. Los regímenes políticos autoritarios son muy comunes en el Tercer Mundo. La falta de tradición política democrática, reforzada por una elevada tasa de analfabetismo, la carencia de unos cuadros políticos preparados y las grandes desigualdades sociales han permitido la imposición de dictaduras. Además, la mayor parte de las guerras y de los conflictos del mundo actual se sitúan en el mundo subdesarrollado. La contestación de los límites fronterizos suele ser el origen de numerosos conflictos entre Estados, así como de enfrentamientos entre grupos o etnias rivales, que acaban conduciendo a cruentas guerras civiles.

5.3. LA DIVERSIDAD DEL MUNDO SUBDESARROLLADO

Los numerosos países englobados bajo el concepto de Tercer Mundo presentan diferentes niveles de desarrollo económico y social, que se han acentuado a partir de la década de los 80. Los organismos correspondientes de la ONU no han sido capaces de establecer, hasta el momento, unos criterios rigurosos y estables que permitan la elaboración de una tipología de los diferentes grados de desarrollo. Sin embargo, existen algunas clasificaciones:

Por un lado, se sitúan los llamados países menos adelantados (PMA). En esta categoría se engloban unos cincuenta países del mundo, situados fundamentalmente en el África Negra que, con una población de más de 500 millones de habitantes, conforman el grupo de países más pobre del planeta. Las características económicas que los identifican son una renta per cápita inferior a los 500 dólares, una participación del sector industrial en el PIB inferior al 10%, una estructura productiva muy desarticulada, un nivel muy bajo de comercio exterior y una dependencia extrema de la monoexportación. Además, presentan un nivel de desa­rrollo humano muy bajo, que se identifica por una baja esperanza de vida, una tasa de alfabetización de adultos inferior al 20% y una elevada mortalidad. Son el “cuarto mundo”.

En el extremo opuesto, se sitúan los nuevos países industriales (NPI). Se trata de un grupo reducido de países que en los últimos años han registrado un crecimiento económico muy rápido, especialmente en el sector industrial, y que se han convertido en grandes exportadores de productos manufacturados. Los llamados «dragones asiáticos» (Taiwan, Singapur, Corea del Sur, Hong-Kong) son los que han experimentado mayores tasas de crecimiento anual, pero en este grupo también pueden incluirse otros países asiáticos (Tailandia, Malasia, Indonesia) y latinoamericanos (México, Brasil, Chile, etc.). Poseen una economía bastante inte­grada, elevados volúmenes de comercio exterior, unas exportaciones diversificadas, un mercado interior relativamente extenso y unos indicadores sociales superiores a la media del mundo subdesarrollado.

En medio de ambas categorías, suele situarse una tercera categoría mucho más amplia y heterogénea. Se trata de los países con rentas intermedias, que se sitúan entre los 500 y los 8.000 dólares por persona y año. Son generalmente países fuertemente poblados y que presentan una economía relativamente estructurada y orientada hacia sectores diversos, que pueden abarcar desde el desarrollo industrial, la agricultura o la exportación de primeras materias (petróleo) hasta el desarrollo de un fuerte sector turístico (Thailandia). Sin embargo, su renta no siempre es suficiente para garantizar el nivel de bienestar de la población, estando sometidos a importantes fluctuaciones en su ritmo de crecimiento económico, ya que dependen demasiado de la coyuntura y de los precios internacionales.

Por último, es de destacar que la mayoría de los países europeos de la antigua área de influencia soviética, pertenecientes a lo que constituía el llamado Segundo Mun­do, han sufrido en los últimos años un descenso de sus condiciones de vida como consecuencia del hundimiento de su sistema económico; algunos de ellos presentan actualmente situaciones comparables a las de los países subdesarrollados (Rumania, Bulgaria, e incluso Rusia).

El desarrollo económico y social de todos los países es una necesidad imperiosa en el mundo actual si no queremos condenar para siempre a millones de seres humanos a una existencia miserable y si pretendemos construir un mundo más equitativo. Por ello, algunas organizaciones mundiales han reclamado un pacto internacional para promover el desarrollo humano y crear un orden internacional más justo, que debería pasar por el fin de la depen­dencia económica y por otorgar posibilidades reales de desarrollo al Tercer Mundo. Es la base de los movimientos antiglobalización.

6 LA AYUDA AL DESARROLLO

La ayuda al desarrollo es aquella contribución económica destinada a fomentar el desarrollo y que se ofrece con carácter gratuito o en mejores condiciones que las de los mercados internacionales. Por tanto, no se consideran como ayudas las inversiones privadas que buscan su propio beneficio ni la colaboración militar o armamentística. Esta ayuda puede adoptar formas diversas: financiera (créditos), técnica (personal especializado), ali­menticia (suministro de alimentos), etc. y puede ser de tipo bilateral (entre dos países) o multilateral (organismos internacionales).

La ayuda al desarrollo se inició después de la Segunda Guerra Mundial, cuando por razones morales, políticas y económicas se impuso la necesidad de que los países ricos contribuyesen al desarrollo de los países del Tercer Mundo. Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos iniciaron una política de ayuda a los países descolonizados a la que, poco a poco, fueron sumándose todos los países de la OCDE. Los mayores contribuyentes en la actualidad son Japón, Francia y Alemania, aunque los países que destinan un mayor porcentaje de su PNB son los países nórdicos (Dinamarca, Noruega y Suecia), Holanda y algunos países de la OPEP.

Aunque en los últimos 25 años la cantidad destinada a la ayuda internacional se ha doblado, sin embargo ha disminuido el porcentaje del PNB que la mayoría de los Estados destinan a este concepto. Si en 1961 los países ricos transferían al Tercer Mundo un 0,45% del PNB en concepto de ayuda, en la actualidad este porcentaje ha disminuido al 0,36%. Por tanto, la recomendación acordada por la ONU en 1972 de que se destinase un 0,7% del PNB anual no es cumplida por la mayoría de los países y, en los últimos años, algunas organizaciones han promovido campañas para obligar a los Estados a destinar ese porcentaje al fomento del desarrollo.

La ayuda oficial al desarrollo es actualmente insuficiente y su distribución no siempre beneficia a los más necesitados. A menudo, se destina a construir costosas infraes­tructuras difíciles de mantener y con unas repercusiones económicas no siempre tangibles. La ayuda se distribuye a veces mal y acaba siendo acaparada por las élites y la burocracia de unos regímenes políticos escasamente democráticos y que la utilizan en provecho propio o la desvían hacia inversiones armamentísticas.

6.1. LA ONU Y LA AYUDA AL TERCER MUNDO

La imperiosa necesidad de fomentar la ayuda a los países menos desarrollados impulsó a la ONU a la creación de una serie de organismos con el fin de coordinar esta ayuda. En los años 60 surgieron nuevas instituciones como la CNUCED (Conferencia de Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo, con cede en Ginebra), que constituye una asamblea de los Estados miembros de la ONU con el objetivo de tratar exclusivamente de los problemas del Tercer Mundo. Un grupo formado por 77 países decidió reunirse regularmente para defender sus intereses y en 1984 propuso la instauración de un Muevo Orden Económico Internacional (NOEI), basado en una nueva negociación del precio de las materias primas, la reestructuración del mercado y de las normas del comercio internacional, la renegociación de la deuda y la transferencia de tecnología.

En 1949 la ONU había elaborado un programa de asistencia y ayuda a los países subdesarrollados que fue el inicio del actual «Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo» (PNUD) creado en 1966 en Nueva York. Se trata de una organización que coordina, en estrecha relación con la Asamblea General, el conjunto de las acciones orientadas hacia el fomento del desarrollo emprendidas por la ONU y sus recursos provienen fundamentalmente de las aportaciones voluntarias de los Estados miembros. El PNUD también elabora y publica anualmente desde 1990 el Informe sobre el desarrollo humano en el que figuran todos los países del mundo clasificados, según su IDH. Este informe es considerado el estudio más completo y progresista sobre los problemas que aquejan al Tercer Mundo.

La ONU cuenta también con una serie de organismos dependientes especializados en aspectos concretos y cuyas sedes se hallan en diferentes Estados del mundo. Destacamos a UNICEF (Nueva York), el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Ginebra), el Programa Alimenticio Mundial y la FAO (Roma), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Nairobi), la UNESCO (París), el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (Washington), etc.

6.2. LA AYUDA PARTICULAR AL DESARROLLO: LAS ONG

Las Organizaciones no Gubernamentales son el resultado de una nueva sensibilidad social y de una nueva conciencia mundial hacia los problemas del Tercer Mundo. Se trata de organizaciones no vinculadas a ningún organismo estatal, sin finalidad lucrativa y cuya meta es la realización de multitud de ayudas y servicios en las regiones menos desarrolladas del planeta. Una ONG se distingue, pues, por la presencia de miembros de distintas na­cionalidades, que basan su actuación en el voluntariado y que tienen un carácter transnacional. La ONG más antigua es la Cruz Roja que fue fundada en 1863, pero ha sido a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando su número ha aumentado considerablemente, cifrándose actualmente en más de 5.000 organizaciones. La mayor parte de éstas tienen como finalidad la ayuda humanitaria (Intermón, Médicos sin fronteras, Manos Unidas), pero también las hay para la salvaguarda del medio ambiente (Greenpeace) o para la defensa de los Derechos Humanos (Amnistía Internacional).

Su fuerza reside en su rapidez de intervención en los lugares más necesitados, al no estar vinculadas a las necesidades diplomáticas de ningún Estado, y en su capacidad de suscitar grandes movimientos de solidaridad de la opinión pública internacional en ocasión de las diversas catástrofes. Sus recursos dependen de la solidaridad y para obtenerlos a menudo recurren a la fuerza de los medios de comunicación por medio de reportajes televisivos, campañas de prensa, conciertos musicales, etc., que estimulan la generosidad de la opinión pública. Algunas ONG se financian también con aportaciones de los Estados, mientras otras rechazan esta ayuda para poder actuar completamente al margen de cualquier presión política.

7 HACIA EL NUEVO ORDEN INTERNACIONAL

La sociedad y el orden internacional de fin de siglo se encuentran en un proceso de redefinición y transición en el que deben hacer frente a nuevos retos desconocidos en el contexto del sistema mundial surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Se han alejado o han desaparecido algunas de las amenazas y de los problemas que pendían sobre la humanidad, el más relevante de los cuales ha sido el alejamiento del peligro de una guerra nuclear. Se han dado pasos significativos en el respeto de los derechos humanos y de la democratización de los Estados y las sociedades. Pero también han surgido nuevos conflictos, que deben solucionarse a través de nuevos mecanismos.

En la nueva era, la defensa de la libertad y la democracia, el respeto de los derechos humanos y la cooperación internacional pretenden ser las bases del nuevo orden internacional. En este sentido la ONU ha pasado a desempeñar un papel sin precedentes, multiplicando sus intervenciones de paz y humanitarias cuando se vulneran los derechos humanos. Las acciones de la ONU se han visto favorecidas por el creciente entendimiento entre las potencias: las decisiones se toman por consenso de los miembros de la ONU y el derecho de veto se usa muy pocas veces.

Sin embargo, el papel y el funcionamiento de las Naciones Unidas tendrá que reconsiderarse en un futuro próximo, puesto que su estructura nació condicionada por el sistema internacional de la guerra fría. Finalizada esta etapa, cuestiones como las competen­cias y atribuciones del Consejo de Seguridad, de la Asamblea General o el derecho de veto de algunos países deberán replantearse. Asimismo, los acuerdos sobre el derecho de injerencia de la comunidad internacional para restablecer los principios de la Carta de las Naciones Unidas y el respeto de los derechos humanos sancionado por la Conferencia de Viena de 1993 exigirán redefinir el alcance y las competencias de las misiones de paz de las Naciones Unidas, así como la posibilidad de crear una fuerza internacional permanente bajo el control y el mandato de las Naciones Unidas.

Por otra parte, las desigualdades Norte-Sur han dejado de ser un problema que afecta sólo a los países condenados a la pobreza y a la miseria. La creciente presión migratoria de los países del sur hacia las sociedades del bienestar del norte y la globaliza-ción de los problemas económicos y medioambientales han transformado las problemáticas sociales, económicas, políticas y ecológicas del llamado Tercer Mundo en problemáticas globales. Las políticas de cooperación y solidaridad tendrán que incrementarse en el futuro con el fin de ir buscando soluciones compartidas que permitan mejorar la situación del conjunto de los más desfavorecidos. El desarrollo sostenible es uno de los planteamientos.

8 DESARROLLO SOSTENIBLE

Hemos visto en el punto anterior como la destrucción medioambiental tiene una conexión directa con el desarrollo económico de los países, de sus dependencias y de sus interdependencias económicas. El concepto de desarrollo sostenible o autosostenible se populariza en los años 90 y se refiere al intento de hacer compatible el desarrollo económico y la conservación del Medio Ambiente. La deforestación del sur del planeta está contribuyen al recalentamiento de la Tierra. Además esta deforestación, se une directamente al problema de la deuda externa de los países subdesarrollados. Los problemas prioritarios que origina el deterioro del medio ambiente, se unen directamente al elevado coste económico que además trae consigo. Los países del Tercer Mundo, deben controlar su natalidad así como preservar los recursos naturales, como los bosques. Más de 850 millones de personas viven en áreas en fase de desertización.

La pobreza es un grave problema del mundo actual. Los países del norte deben poner fin a sus políticas neocoloniales y afrontar su deuda ecológica. Una salida posible es el Desarrollo Sostenible. La comisión mundial de Medio Ambiente y Desarrollo lo define como aquel que satisface las necesidades del presente sin limitar el potencial para satisfacer las necesidades de las generaciones futuras. Vinculado a este concepto estaría el de desarrollo endógeno, que viene a priorizar las potencialidades en materia de materias primas, fuentes de energía, capitales y mano de obra locales, a partir de las cuales, debidamente estimuladas se generaría un desarrollo desde la propia comunidad: más que inversiones externas que conducen a la expoliación y al trasvase de la riqueza, se trataría de fomentar un desarrollo equilibrado que generara una riqueza estable y permanente a partir de la explotación racional de las potencialidades existentes.

Plantea principalmente el respeto por el medio ambiente y la reorientación del mercado internacional, hacia un mayor equilibrio entre los países. Esto incluiría una reforma en la política monetaria hacia mayor justicia y solidaridad. Supone que el ser humano es el centro del desarrollo y se apoyan las nuevas tecnologías para evitar el deterioro del medio. Cada país debe determinar sus prioridades ambientales. Para ello es necesario una reducción considerable del crecimiento demográfico, profundizar en la democratización, una mayor inversión al servicio del hombre, en sanidad y educación, establecer un comercio internacional justo y respetar el medio ambiente y la biodiversidad.

Muchos ven el futuro de los planes que plantean el desarrollo sostenible, como una segunda revolución industrial, que sepa trabajar para evitar los desastres causados por el desarrollo incontrolado. El Desarrollo Sostenible es pues el proceso de reflexión y replanteamiento de las consecuencias de los procesos de degradación medioambiental que se han producido.

Son numerosas las cumbres y congresos en los que se han planteado nuevas hipótesis para el desarrollo del este desarrollo ecológico sostenido. Se firman pactos y se efectúan acuerdos que posteriormente se incumplen. La cumbre sobre la Tierra de Río o sobre las repercusiones atmosféricas de las actividades productivas de Kyoto son algunos ejemplos recientes.

Según dice Guldens, nos debemos centrar en el cambio de los valores sociales, donde se pase del productivismo a la productividad, es decir, se debe producir menos, pero el objetivo debe ser producir menos con unos resultados de calidad de vida mayor. El caso es que los problemas medioambientales se suelen desligar de los problemas sociales, cuando en realidad son factores que tienen mucho que ver. Entre otras consecuencias algunos de los problemas actuales que afectan tanto a la sociedad como al medio ambiente son: El efecto invernadero, la destrucción de bosques y cultivos, la desertización, destrucción de especies animales,… y algo fundamental, que hemos venido viendo a lo largo del tema que es la superpoblación de determinadas zonas, que causan pobreza, donde se vive en condiciones infrahumanas, se pasa hambre y se producen muchas muertes evitables.

Son muchos los factores que llevan al nuevo planteamiento del Desarrollo Sostenido. Se realizó una lectura de las principales problemáticas de los países desarrollado, o en vías. Se observó que las condiciones empeoraban. Aumentó la población mundial; existen más refugiados y guerras. Se han creado casi cuatro veces más reactores nucleares en sólo 15 años. Los vehículos a motor, el transporte también sirve para valorar el desarrollo. Por tanto, la contaminación por dióxido de carbono es mayor.

El problema de la capa de ozono trae importantes consecuencias en la salud y en la agricultura. Se pierdan en torno a 140 especies animales y vegetales al día. Aparecen grandes urbes, megalópolis. Además se incrementa la fatídica deforestación, a lo que hay que añadir sus graves efectos, como la lluvia acida y la quema de masa forestal. El futuro no es halagüeño, las previsiones dicen que empeorará la situación.

El tratado de Maastricht, en su artículo 2 recoge la necesidad de efectuar un desarrollo sostenido con respecto al desarrollo económico , industrial y el medio ambiente. Se tiene en cuanta que la contaminación ambiental no entiende de fronteras, por lo que se vio necesario ampliar la cooperación a otros países. Nace la necesidad de desarrollar una serie de instrumentos para hacer cumplir y llevar a la práctica el programa de desarrollo sostenible.

Se requiere un tránsito hacia la estabilización poblacional, es decir que tanto las tasas de mortalidad como las de natalidad se orienten a la baja. Además es necesaria una importante transición de tipo económico, donde se satisfagan las necesidades básicas de la población. Existen con tales fines diversos Programas comunitarios de medio ambiente y desarrollo.

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Artículo “Subdesarrollo insostenible”, de Noam Chomsky: http://www.galeon.com/bvchomskv/textos/subd.html