Tema 69 – Regímenes políticos y sus conflictos internos en el mundo actual. Principales focos de tensión en las relaciones internacionales.

Tema 69 – Regímenes políticos y sus conflictos internos en el mundo actual. Principales focos de tensión en las relaciones internacionales.

1. INTRODUCCIÓN

2. REGÍMENES POLÍTICOS Y CONFLICTOS INTERNOS.

2.1. REGÍMENES DEMOCRÁTICOS.

2.2. DIFERENTES FÓRMULAS DE LA DEMOCRACIA LIBERAL.

2.3. LOS PROBLEMAS DE LA DEMOCRACIA.

2.4. DE LAS DEMOCRACIAS POPULARES A LAS REVOLUCIONES DEL ESTE.

2.5. LOS REGÍMENES AUTORITARIOS Y SUS PROBLEMAS.

3. RELACIONES INTERNACIONALES: PERSPECTIVAS Y ENFOQUES.

3.1. EL PAPEL DESEMPEÑADO POR LOS ORGANISMOS SUPRANACION ALES.

3.2. USA: ÚNICA SUPERPOTENCIA MUNDIAL

4 CONFLICTOS, GUERRAS Y FOCOS DE TENSIÓN A FINALES DE SIGLO

4.1. NUEVOS CAUSAS Y NUEVOS TIPOS DE CONFLICTO.

4.2. LA TENSIÓN INTERNACIONAL A COMIENZOS DEL SIGLO XXI.

5. BIBLIOGRAFÍA.

1 INTRODUCCIÓN

El mundo de finales del siglo XX ha dejado de ser bipolar. La quiebra del orden dominante durante la guerra fría ha creado una gran incertidumbre y aún es difícil atisbar cómo será el orden internacional emergente para el siglo XXI. El fin del antagonismo Este-Oeste ha extendido por todas partes las fórmulas democráticas y la economía de mercado; sin embargo, el desequilibrio económico y social entre la minoría de países desarrollados y la mayoría de países subdesarrollados aumenta. Invalidado el referente ideológico que suponía el comunismo, las alternativas que aparecen en el Tercer Mundo son diversas y de difícil interpretación.

La democracia contemporánea es el resultado de la evolución del liberalismo, que se ha ido consolidando a lo largo de un período que se inició a finales del siglo XIX, pero que ha ido culminando a lo largo del siglo XX. Hoy en día, los sistemas políticos predominantes en los países industrializados se basan en la democracia liberal y, en las últimas décadas, un buen número de países latinoamericanos y asiáticos han inaugurado regímenes democráticos del mismo modo que lo han hecho los antiguos países del bloque del Este tras la caída del comunismo.

Europa Occidental y Estados unidos fueron la cuna de los sistemas democráticos que, aunque inspirados en los mismos principios fundamentales, pueden presentar fórmulas diferentes (monarquías o repúblicas, sistemas parlamentarios o presidencialistas, estructuras unitarias o federales, etc.). En los últimos decenios, la democracia se ha extendido por todo el planeta como resultado de la caída de los regímenes comunistas de Europa oriental y de la asunción de ese sistema por un grupo numeroso de países del Tercer Mundo, sobre todo en América y Asia. Pero, a pesar de todo ello, los pueblos que viven en un régimen democrático y que gozan del respeto a los Derechos Humanos siguen siendo muy pocos. Nuestro planeta continúa saturado de armas y de guerras, en muchos Estados el poder se concentra en unas pocas manos y la mayoría de sus moradores carece de los recursos mínimos para vivir dignamente.

2 REGÍMENES POLÍTICOS Y CONFLICTOS INTERNOS

2.1. REGÍMENES DEMOCRÁTICOS

La democracia surgió como una respuesta a las desigualdades del liberalismo y reclamó la extensión de la participación en la vida política a todos los individuos. El su­fragio universal masculino, que más tarde se hizo extensivo a las mujeres, se convirtió en su principal estandarte. A medida que la participación política se iba ampliando, se empezó a reclamar la necesidad de la intervención del Estado para mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos. La legislación se fue convirtiendo en una vía para compensar las desigualdades sociales y fueron surgiendo las primeras leyes sociales (reducción de la jornada laboral, seguros de enfermedad, vacaciones remuneradas, seguro de desempleo, escolarización gratuita, ayuda a las familias con menos recursos, etc.). Nació así la llamada democracia social, que implica la intervención estatal y que, por tanto, contradice algunos de los principios básicos del liberalismo clásico. Los pilares de este nuevo modelo democrático son: el sufragio universal, el pluralismo político, la separación de poderes y la economía de mercado basada en el derecho de propiedad privada y en la iniciativa privada.

El restablecimiento de los sistemas democráticos, tras la derrota de las potencias del Eje en 1945, pareció inaugurar una nueva fase democratizadora como la que había tenido lugar tras la Primera Guerra Mundial. Pero el telón de acero y el establecimiento de regímenes comunistas no democráticos en la Europa del Este frustró estas expectativas.

Será necesario esperar hasta mediados de la década de los 70 para asistir a la caída de las últimas dictaduras de Europa occidental (Portugal, Grecia y España). El éxito de las transiciones democráticas de estos países del sur de Europa se sintió de manera profunda en América Latina, donde el ejemplo español empezó a tener defensores como una vía factible para acceder a la consecución de la democracia. La década de los 80 y el inicio de la de los 90 trajeron consigo la desaparición de las dictaduras militares y el restablecimiento de la democracia en muchos países de América del Sur (Argentina, Paraguay, Uruguay, Chile…) y central (Nicaragua, El Salvador, Guatemala).

Finalmente, la presión a favor de la democratización de los Estados satélites de la URSS, junto a la decadencia del comunismo soviético, impulsaron la última gran oleada democratizadora, entre 1989 y 1992, que ha superado en extensión a la que siguió a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, la falta de tradiciones y costumbres democráticas, los problemas surgidos como consecuencia de los enfrentamientos étnicos y el difícil tránsito a una economía de mercado han comportado que estas nuevas democracias estén inmersas en regímenes políticos inestables y que no hayan conseguido erradicar del todo algunas prácticas autoritarias.

2.2. DIFERENTES FÓRMULAS DE LA DEMOCRACIA LIBERAL

Todos los Estados democráticos del mundo se fundamentan en los principios del liberalismo y la democracia y en el respeto a los Derechos Humanos. Pero las diferentes tradiciones nacionales, las costumbres locales y la herencia del pasado han ido conformando una serie de diferencias, que, aunque no atañen a lo fundamental, configuran diferentes modalidades dentro del sistema democrático.

La mayoría de los Estados democráticos pueden inscribirse en el modelo de democracia parlamentaria, como es el caso de la mayor parte de los europeos, excepto Francia, Japón y los antiguos dominios británicos (Canadá, Australia…). El papel predominante de la vida política está en la Asamblea de Diputados, elegida por sufragio universal. La Asamblea ejerce el poder legislativo y elige al presidente del gobierno, que desempeña el poder ejecutivo y que es responsable ante ella, de tal manera que, cuando pierde su apoyo, el gobierno debe dimitir. La jefatura del Estado puede estar en manos de un soberano hereditario (rey) o de un presidente electo, pero en ambos casos tan sólo asumen la representación oficial del Estado, están desprovistos de todo poder real y no son responsables ante la Cámara. En general, el jefe del Estado es el encargado de nombrar como presidente de gobierno al líder del partido que ha obtenido la mayoría de votos en la Asamblea de Diputados. La preponderancia del Parlamento otorga a los partidos políticos un papel de primer orden en la vida política del país. Son los partidos los que elaboran las listas de las candidaturas a la Asamblea y los que organizan el grupo parlamentario una vez han sido elegidos los diputados.

Estados Unidos presenta un tipo de democracia presidencialista. El poder ejecutivo está en manos de un presidente, elegido de forma indirecta cada cuatro años. El presidente es a la vez el jefe de Estado y el presidente del gobierno. El presidente tiene amplios poderes y nombra una Administración compuesta de secretarios (ministros), que son responsables tan sólo ante él y que sólo él puede destituir. El poder legislativo está manos de un Congreso con dos cámaras: la Cámara de representantes, renovada cada dos años y con un número de representantes de cada Estado elegidos proporcionalmente a su población, y el Senado, del cual se renueva 1/3 cada dos años, a razón de dos senadores por Estado. Los dos poderes se necesitan el uno al otro para poder gobernar y, en la práctica cotidiana, el Congreso controla la política del presidente a través de la votación anual del presupuesto. El presidente puede vetar una ley votada por el Congreso, pero no tienen facultad para disolverlo. El Congreso tiene la facultad de derogar una ley, siempre que consiga una mayoría de dos tercios, pero no puede destituir al presidente tan solo en casos de extrema gravedad puede aplicar el procedimiento de impeachment y destituirlo. Para escapar a este procedimiento, el presidente Richard Nixon dimitió a raíz del escándalo de espionaje a sus oponentes políticos, conocido como el caso Watergate. Clinton estuvo al borde del procedimiento por el caso de Mónica Lewinsky. En caso de triunfo del impeachment, de dimisión o de muerte de un presidente, la sucesión pasa automáticamente al vicepresidente. El sistema francés también es presidencialista.

La mayoría de los sistemas democráticos se basan en el multipartidismo. Dentro del espectro de partidos democráticos predominantes en Europa podemos distinguir tres claras familias: los conservadores, defensores de los derechos individuales y partidarios de mantener el orden social y de reducir la intervención del Estado; los demócrata-cristianos, mayores defensores de la justicia social, y los socialistas, que otorgan al Estado un importante papel como redistribuidor de la riqueza. El abanico político puede ampliarse a comunistas, nacionalistas, ecologistas, etc., que suelen configurar importantes minorías parlamentarias. A menudo, cuando ningún partido consigue la mayoría suficiente como para garantizar la elección del presidente del gobierno, las alianzas con estas minorías se convierten en un elemento vital para la vida política del país y para el mantenimiento de la estabilidad del gobierno.

La democracia americana, como en el caso británico, se configura sobre un sistema bipartidista. En Gran Bretaña son conservadores y laboristas y en Estados Unidos republicanos y demócratas. Para el caso americano, los primeros tienen un carácter más plenamente liberal y cuentan con el apoyo del mundo de los grandes negocios, mientras que los segundos presentan un programa de carácter más social, suelen apoyarse en los sindicatos y las minorías étnicas y recogen también parte del voto de las clases medias. A diferencia de la mayoría de sus homólogos europeos, los diputados americanos no están obligados por ninguna disciplina de voto en el Congreso y el presidente debe, a menudo, buscarse los apoyos necesarios entre los diputados de ambos partidos. Esta indisciplina explica la importancia de los lobbies (grupos de presión) en la vida política americana.

Por otro lado se puede distinguir entre Estados unitarios y Estados federales. Los Estados unitarios, es decir, aquellos que poseen una organización uniforme para todo el territorio y cuyas decisiones se toman desde un único centro político, son mayoritarios en Europa. Algunos presentan además un claro centralismo, como es el caso de Francia, donde los distintos departamentos gozan de pocas atribuciones y es en París donde se gobierna todo el Estado. En las últimas décadas, algunos Estados de tradición unitaria han optado por una organización descentralizada, en la que se reconoce la autonomía de algunas nacionalidades o regiones y se les otorga una cierta capacidad de autogobierno. Este es el caso de Bélgica, Gran Bretaña, Italia y, sobre todo, el Estado de las Autonomías creado en España a partir de la Constitución de 1978.

El modelo de Estado federal parte del reconocimiento de los diferentes Estados que lo integran, cada uno de los cuales posee el derecho a legislar y a tener sus propias instituciones políticas. El poder y las responsabilidades se reparten entre los diferentes Estados y el poder federal. Este último suele reservase los asuntos de política internacional, defensa y seguridad. Este el caso de Estados Unidos, donde los 50 Estados que conforman la unión tienen amplias atribuciones; y en Europa, de Alemania, configurada por distintos lánders, o de Suiza, que presenta una estructura confederal con un poder central muy débil, que se reduce a la coordinación de los diferentes cantones.

También podemos diferenciar los estados democráticos en función del tipo de escrutinio electoral. El modelo de distrito unipersonal, utilizado, por ejemplo, en el Reino Unido, es el más simple. El puesto de diputado por cada circunscripción lo obtiene el candidato que ha conseguido la mayoría relativa en aquel distrito. Sin embargo, el escrutinio proporcional es el más extendido y el que permite que los partidos minoritarios tengan presencia en el Parlamento. Los electores escogen entre las diferentes candidaturas y cada una de ellas obtiene un número de escaños proporcional a los votos obtenidos. Sin embargo, para poder garantizar la formación de mayorías parlamentarias, muchas leyes electorales han introducido modificaciones que benefician numéricamente a los partidos mayoritarios.

Los sistemas políticos en los que se elige al presidente de la República, presentan formas de elección variada. En Francia, los electores votan directamente a los diferentes candidatos. En Estados unidos, los electores de cada Estado eligen a sus compromisarios (Colegio de Compromisarios), que son los encargados de elegir al presidente (sufragio indirecto). Además, existe la tradición de que en el interior de cada partido se celebran unas elecciones primarias para la designación del candidato presidencial. Finalmente, en otros Estados, como Italia y Alemania, el presidente de la República no es elegido directamente por los electores, sino por el Congreso de los Diputados.

2.3. LOS PROBLEMAS DE LA DEMOCRACIA

A pesar del amplio consenso existente alrededor de la opinión de que el sistema democrático es hoy día el sistema político más conveniente (o menos inconveniente) de entre todos los existentes, no por eso hay que pasar por alto los problemas que el sistema debe afrontar y superar si quiere hacer realidad el principio de la libertad y la igualdad de oportunidades.

Un primer grupo de problemas es de orden político y se relaciona con el aumento del abstencionismo entre los ciudadanos, ya que el número de personas que participan en las elecciones está conociendo una cierta tendencia a la disminución (en Estados unidos, por ejemplo, vota menos de la mitad del electorado). Este fenómeno va unido a un desprestigio de los partidos políticos, a los que se acusa de estar controlados por una minoría que impone sus criterios, de falta de debate interno y de los excesivos casos de corrupción. Como consecuencia de ello se produce un auge de los grupos antisistema y del neofascismo, que pone en peligro la propia supervivencia de la democracia.

La rígida disciplina de voto de la mayoría de los partidos ha disminuido la vida parlamentaria y los debates han perdido parte de su función, ya que el voto está contabilizado casi de antemano; además, la creciente importancia del poder ejecutivo, la presencia de fuertes grupos de interés extraparlamentario y la actuación de los medios de comunicación han llevado a un cierto debilitamiento de la institución que mejor simboliza la democracia: el Parlamento. Por otro lado, el elevado coste de las campañas electorales aleja de la pugna política a los que no tienen medios económicos para financiarlas y deja a los partidos en manos de los que les han concedido los créditos o los empuja a métodos de financiación irregular.

También ha dañado la salud de la democracia el protagonismo de los medios de comunicación, que son los que canalizan y configuran la opinión pública. La guerra entre estos medios de comunicación ha convertido la legítima oposición política en el «espectáculo de la política», que asegura un gran poder a las grandes cadenas televisivas, a las revistas y a los periódicos de gran tirada. Para aumentar su audiencia no dudan en azuzar temas de escándalo o en presentar «shows» que poco tienen que ver con el debate y la confrontación entre programas políticos.

Por otro lado, la existencia de poderes tácticos, económicos o políticos, que sin ser refrendados por ningún tipo de mecanismo electoral o de control democrático, gozan de una gran influencia y poder de decisión en la esfera pública (poderes financieros, grupos de presión, etc.) han introducido una nueva esfera de poder que puede llegar a mediatizar la actuación de los partidos y de las instituciones políticas.

Un segundo orden de problemas tiene un cariz más económico y social. Algunos analistas perciben una contradicción de fondo entre los principios igualitarios de la democracia y la lógica del sistema capitalista. Denuncian la oposición entre las necesidades económicas del capital, tendente a la obtención del máximo beneficio, y las expectativas democráticas de los ciudadanos que exigen no sólo libertades políticas, sino también la consolidación del Estado del bienestar, garantizado por la intervención del Estado y por la redistribución de la riqueza a partir de un sistema fiscal progresivo. Además, algunos empiezan a temer la existencia de una «crisis fiscal» dentro de los Estados con democracias avanzadas, por haber llegado al límite del aumento de los impuestos necesario para garantizar una serie de servicios públicos a los ciudadanos.

El tercer grupo de problemas es de orden más social y cultural y se fundamenta en la constatación de que los derechos democráticos no benefician del mismo modo a todo el conjunto de la población. Cada vez adquieren más fuerza las voces que reivindican la regulación de unos derechos específicos para algunos grupos minoritarios, como son las minorías nacionales dentro de un Estado, las poblaciones inmigradas del Tercer Mundo o las poblaciones indígenas. En nombre de la multiculturalidad y de la igualdad de derechos entre los habitantes de un mismo Estado denuncian la falta de neutralidad cultural de las democracias y que, en nombre de los valores particulares (religión, lengua, cultura, etc.) de los grupos hegemónicos en un territorio determinado, se margina en la práctica a todos aquéllos que no los comparten. Un problema antiguo, pero magnificado extraordinariamente en los últimos tiempos es el del terrorismo internacional y la reacción experimentada por el mundo democrático tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

2.4. DE LAS DEMOCRACIAS POPULARES A LAS REVOLUCIONES DEL ESTE

Desde un punto de vista constitucional, los estados socialistas se caracterizan por la discordancia existente entre la letra de sus constituciones, formalmente similares a la de los regímenes democráticos liberales , y la realidad política; dicha discordancia viene determinada por el papel que juega el Partido Comunista, en cuyo seno se gesta y desarrolla la vida política. En mayor o menor medida la gestión económica es planificada, de forma centralizada y autoritaria, en la forma de los planes quinquenales.

En los años ochenta la URSS se encontraba amenazada por graves debilidades estructurales y llevaba camino de ser una superpotencia militar con niveles tercermundistas en cuanto a la calidad de vida de la población. El motor de la transformación fue Gorbachov, elegido Secretario General del PCUS en 1985. La Perestroika y la Glasnot pusieron las bases del desmantelamiento del sistema político socialista. Los modelos revolucionarios de 1989 en Europa Oriental supusieron la liberación de muchos países satélites de la órbita soviética. Finalmente, el fracaso del golpe de estado de agosto de 1991 en la URSS alentó un nuevo proceso revolucionario de signo democrático que aceleró la desaparición del modelo soviético. La nueva Rusia es una federación que comprende 89 territorios (repúblicas y regiones autónomas) representados en un Consejo de la Federación, que forma la segunda Cámara del Parlamento ruso. El resto del antiguo terri­torio de la URSS son hoy Estados independientes, aunque algunos mantienen fuertes vínculos con Rusia.

Boris Yeltsin ejerció el poder desde 1991 con un acusado presidencialismo y Putin lo continúa en la actualidad (envía representantes personales a las repúblicas, nombra jefes de la Administración, etc.), hecho que le ha comportado a ambos conflictos con el Parlamen­to. En septiembre de 1993, Yeltsin decidió disolver el Parlamento, pero el Tribunal Constitucional declaró ese acto ilegal y destituyó al presidente. El 4 de octubre, Yeltsin ordenó tomar por las armas la sede del Parlamento y detener a algunos de los diputados. Sin la oposición del Parlamento, Yeltsin consiguió hacer votar una Constitución que fue aprobada por el 58,4% de los votantes. Pero sólo votó un 54,8% del cuerpo electoral. Algo más de un cuarto de los electores refrendó el nuevo sistema, que otorga enormes poderes al presidente: nombra al jefe de gobierno, controla la política exterior y de defensa y puede proclamar la guerra o el estado de emergencia. El Parlamento tiene un papel limitado, elabora las leyes y aprueba el presupuesto y puede censurar al gobierno, pero el presidente puede disolver el Parlamento en caso de crisis.

En la nueva Rusia el pluralismo político está garantizado, así como la existencia de partidos y su libre concurso a las elecciones, pero la falta de tradición democrática ha dado origen a una multitud de pequeños partidos, así como a la aparición de formaciones nacionalistas con tintes casi fascistas. La articulación política es todavía muy difícil en un país como Rusia.

Desde el punto de vista económico o social la situación es también harto complicada. La privatización de la economía, la liberalización del mercado y el fin de la economía dirigida ha supuesto, junto al rápido enriquecimiento de unos pocos, el hundimiento del nivel de vida para los más humildes. El valor del rublo ha caído a menos de su milésima parte, las pensiones o sueldos oficiales no permiten casi vivir, amplios grupos de población no tienen un trabajo que antes garantizaba el Estado y, aunque hay muchos más productos para comprar sólo una minoría puede acceder a ellos. Junto a una minoría enormemente enriquecida, el 70% de la población vive con dificultades y ya apenas recibe protección (escuela, sanidad, pensiones…) del Estado. Por último, la complicada transición económica, ha dado lugar a la aparición de mafias que controlan sectores enteros de negocios, y a nuevos ricos que han conseguido enormes beneficios con el control de sectores antes estatales y ahora privatizados.

La transición política ha sido también muy difícil en los países del Este, donde los problemas nacionalistas y los enfrentamientos étnicos han dificultado los primeros pasos democráticos.

En China, tras la muerte de Mao se abre la lucha por el poder entre ortodoxos y revisionistas, triunfando esta última opción bajo la persona de Den Xiaoping, el cual se propondrá restablecer el orden, la modernización económica y la aproximación al nivel de los principales países industriales. Pero esta vía de modernización económica sin modernización política, de desarrollo sin democracia, mostró sus limitaciones. En 1989 se produce la brutal represión de la Plaza de Tiananmen en Pekín, cortando de raíz cualquier posibilidad de reforma política, imponiéndose el sector más inmovilista en la cúpula del Estado, bajo la figura de Jiang Zemin, elegido presidente de China en 1993. Jiang, elegido presidente de la República en 1997, sigue la línea de Deng, aunque a un ritmo más moderado. El sistema autoritario comunista permanece en Cuba y Corea del Norte.

2.5. LOS REGÍMENES AUTORITARIOS Y SUS PROBLEMAS

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, y como reacción a las atrocidades cometidas por la Alemania nazi, el respeto a los Derechos Humanos, se convirtió en un tema de gran relevancia en el contexto internacional. Sin embargo, la descolonización vino aparejada con el auge del autoritarismo, y, como resultado, muchos son los habitantes del Tercer Mundo que viven hoy en día bajo regímenes políticos no democráticos. Aunque la mayor parte de sus constituciones proclaman su adhesión a las formas democráticas, reconocen la soberanía popular y están precedidas por una declaración de derechos, la práctica política cotidiana dista mucho de sus propósitos teóricos. A menudo, las instituciones otorgan poderes excepcionales a una persona que acaba dominando la vida política de forma autoritaria y, en el peor de los casos, se convierte en un dictador. La separación de poderes deja de ser realidad y la independencia del poder judicial se convierte en una ficción. Es el “neopresidencialismo”, que en Sudamérica derivó hacia el “populismo” (cuyo ejemplo más representativo es el “peronismo”). La violación de los Derechos Humanos pasa a ser algo cotidiano, así como el incumplimiento de los mandatos constitucionales. Además, la inestabilidad política está a la orden del día y la violencia o el juego sucio son la manera más frecuente de hacerse con el poder. Los golpes de Estado y el protagonismo del ejército en la vida política dificultan aún más la posibilidad de consolidar un régimen democrático.

Podemos, sin embargo, establecer diferencias entre los regímenes políticos no democráticos. En primer lugar, cabe señalar los que, aunque respetando las reglas fundamentales de la democracia (constitución, partidos, elecciones, separación de poderes, etc.), la Constitución otorga grandes poderes al ejecutivo (iniciativa en las leyes, amplio derecho de veto a las leyes elaboradas por el Parlamento, aprobación del presupuesto por decreto, poderes excepcionales en caso de crisis, etc.). Las prerrogativas del presidente y del gobierno son muy amplias y, en contrapartida, el Parlamento juega un papel muy limitado. A menudo, la ficción del juego democrático se mantiene gracias a elecciones amañadas y a las escasas posibilidades que se ofrecen a la oposición para poder ganarlas. Además, las libertades y derechos públicos no están siempre garantizados (derecho de reunión, de expresión, de manifestación, de libertad de prensa, etc.) y la oposición es perseguida con métodos no democráticos. Esta es la situación de algunos países latinoamericanos (régimen de Fujimori, Chavez, etc.) y asiáticos (Myammar, Thailandia).

En segundo lugar, nos encontramos con sistemas políticos basados en un único partido que ejerce el poder de manera dictatorial y que se ha impuesto en un buen número de países africanos y de Oriente Medio. El partido único se confunde con el aparato del Estado, en cuya cima se halla un presidente que es a la vez el jefe del partido o del grupo oligárquico establecido en el poder. En este contexto, la violencia es el medio de diálogo más frecuente entre el poder y sus oponentes. El surgimiento de guerrillas y movimientos armados se convierte en la salida de una oposición que no goza de medios para expresarse ni de garantías democráticas para acceder al poder. En contraposición, el Estado legitima la violencia como el único medio para garantizar la paz y la estabilidad social. A menudo, el ejército ocupa el poder por la fuerza, se instala en él y deja sin efectividad las garantías constitucionales, si es que existen.

En todos los Estados del mundo tienen lugar atentados más o menos flagrantes de los Derechos Humanos, pero es en los sistemas no democráticos donde estas violaciones constituyen una práctica más extendida. El informe anual de Amnistía Internacional documenta violaciones de los Derechos Humanos más de 140 Estados del mundo, que afectan fundamentalmente a los siguientes aspectos:

Arbitrariedad y malos tratos. La detención arbitraria sin juicio afectó a más de 100.000 personas, que fueron confinadas en prisión, a menudo en unas condiciones materiales deplorables, tan sólo por decisión de la Administración, de la policía o del ejército. Los malos tratos acompañaron normalmente a estas detenciones y en muchos casos no se respetaron los principios del derecho a una defensa justa.

Asesinatos y masacres masivas. Las ejecuciones sumarias siguen estando presentes en la mayoría de los conflictos armados y llegan a afectar a miles de ciudadanos que son asesinados por su origen étnico, su religión o su ideología. En los casos de Ruanda o Bosnia, se puede incluso hablar de genocidio. Además, 3.700 personas han sido condenadas a muerte en 58 países del mundo, entre ellos Estados unidos, y sigue sin co­nocerse el paradero de más de 140.000 personas «desaparecidas» en 49 países a lo largo de los últimos años.

El bajo nivel de protección social. En la mayoría de los países del Tercer Mundo, los mínimos derechos económicos y sociales no están asegurados. Solamente 80 Estados del mundo han creado un seguro de enfermedad y sólo los más ricos tienen protección contra el paro. El trabajo clandestino o ilegal está muy extendido y millones de niños trabajan ilegalmente en todo el mundo. La crisis económica mundial ha acelerado la competencia y los salarios en muchos países pobres están descendiendo por debajo del nivel mínimo exigible, con lo cual la miseria se instala entre ellos.

3 RELACIONES INTERNACIONALES: PERSPECTIVAS Y ENFOQUES

Hasta la década de 1970, el análisis de las relaciones internaciones se centró en estudios relativos a la seguridad internacional. Pero, posteriormente, los estudios se basan en la importancia de los intereses y las relaciones económicas. Los especialistas en relaciones internacionales entienden el mundo con un sistema de estos que interactúan conforme a un orden bien establecido, llamado sistema interestatal. Pero hoy en día, principios como la integridad territorial y la soberanía nacional están sido socavados debido, fundamentalmente, a la expansión de los medios de comunicación, paralelo al proceso de globalización. Algunos especialistas piensan que este proceso acabará con las bases del sistema interestatal, mientras que otros creen que este persistirá mientras los estados tengan poder militar.

El proceso de reformas en la URSS y en los países del Este modificó de forma sustancial la política de bloques y el enfrentamiento entre las dos superpotencias. Co­menzaba una nueva era en las relaciones internacionales. A partir de ese momento, la reunificación alemana, en 1990, los cambios en el resto de los países del Este y, finalmente, el hundimiento de la URSS, dieron lugar a la desaparición de los bloques creados tras la Segunda Guerra Mundial.

Pero ese «nuevo orden» internacional no significó ausencia de tensiones, mayor justicia o desaparición de los conflictos armados. Significó, más bien, el triunfo de un modelo, el capitalismo liberal. Pero la pobreza en el Tercer Mundo, los enfrentamientos étnicos y los fanatismos religiosos ensombrecieron un panorama en el que sólo algunos signos de democratización política permitían ser optimistas.

La caída del muro de Berlín y la transformación de los países del Este también dieron lugar a una nueva situación en Europa, que caminaba hacia una integración que incluía a los antiguos países comunistas y que reforzaba el papel de Europa en el mundo. Pese a todo las tensiones continúan. En Europa se produce el desarrollo del nacionalismo. En América Latina, tras décadas de sangrientas dictaduras, el régimen democrático parece formalmente asentado, pero persisten graves problemas que limitan su alcance. Existen acusadas diferencias nacionales, no obstante; mientras el éxito económico se establece en Chile, Haití y Nicaragua se convierten en dos de los países más pobres del globo, así como Cuba es uno de los pocos países comunistas tras la caída de la URSS. En África la inestabilidad política ha sido una constante desde el proceso descolonizador. La adscripción a la política de bloques y la debilidad de las instituciones generalizaron la práctica del golpe de Estado, imposibilitando un desarrollo a largo plazo. A pesar de la reciente comente democratizadora (tras la Guerra Fría), la caótica situación económica, la corrupción, los problemas étnicos, etc., imposibilitan cualquier tiepo de estabilidad política, económica y social. El mundo árabe es una de las zonas más conflictivas del mundo, debido a las desigualdades sociales que mantienen en la pobreza a gran parte de la población, debido también al crecimiento demográfico, la emigración, el desempleo y la corrupción. Desde la revolución iraní del ayatolá Jomeini (1978), toda la zona se ha visto sacudida por el azote del fundamentalismo islámico, proliferando los regímenes teocráticos, antidemocráticos y que discriminan a la mujer. En Asia, por último, tenemos conflictos de todo tipo: tensiones entre Israel y sus vecinos, permanente conflicto en Afganistán, enírentamientos territoriales entre India y Pakistán, reivindicaciones nacionales en el Tibet, Sri Lanka, Filipinas, etc. Así mismo, algunos países empiezan a combatir eficazmente el subdesarrollo, como Corea del Sur, Taiwán, Hong-Kong, Singapur, mientras Japón sigue siendo una potencia económica de primer orden, pese a la crisis de los 90 que persiste aún.

3.1. EL PAPEL DESEMPEÑADO POR LOS ORGANISMOS SUPRANACIONALES

Con el fin de la Guerra Fría, la ONU ha conocido un proceso de revitalización y ha adquirido un protagonismo en el contexto internacional como nunca había tenido en los años precedentes. El nuevo contexto ha facilitado que la ONU adoptase un papel como mediadora en los conflictos internacionales y como garante de la paz. Los «cascos azules» de la ONU han iniciado una serie de nuevas misiones destinadas a poner fin a conflictos bélicos, a impedir las masacres o a velar por la legitimidad de los procesos electorales. La necesidad de garantizar la distribución de la ayuda humanitaria en muchas zonas en conflicto ha llevado a que la ONU se plantease en 1988 la legitimación del “derecho de injerencia humanitaria”.

Pero la euforia inicial de las primeros años de la década de los 90 ha dejado paso a un cierto pesimismo. Las operaciones de mantenimiento de la paz encuentran dificultades cada vez mayores y el multilateralismo encarnado por la Organización tienen también sus límites. Se le reprocha, básicamente, su incapacidad para resolver los conflictos y, sobre todo, su mala gestión financiera. De este modo, en la celebración de su 50 aniversario en 1995, los órganos directivos de la ONU empezaron a replantearse la necesidad de reformar la organización, sobre todo en lo concerniente al Secretariado y al Consejo de Seguridad, del que podrían entrar a formar parte Japón y Alemania, pero también algunos de los grandes Estados del Sur (India, Brasil o Nigeria).

Por otro lado, a partir de 1991, la OTAN adoptó un nuevo «concepto estratégico» que contemplase la desaparición de su enemigo histórico y en los últimos años ha propiciado una política de acercamiento a los antiguos países comunistas. Siguiendo una propuesta germano-americana, se creó el Consejo de Cooperación del Atlántico Norte, una estructura de consulta, que no ofrece ninguna garantía de seguridad a sus participantes, pero que facilita el diálogo entre los antiguos enemigos. La organización incluyó en un primer momento a 25 países, pasando a 36 a raíz de la fragmentación de la URSS y en 1994 se creó un nuevo organismo de diálogo Este-Oeste, el Partenariado por la Paz. Finalmente, y en los últimos años, la OTAN ha querido reorientar sus planes ofreciendo sus servicios a la ONU y a la CSCE (Conferencia de Seguridad y de Cooperación Europea) para realizar misiones de mantenimiento de la paz. Sin embargo, el conflicto yugoslavo y la imposibilidad de hallar soluciones de pacificación a partir de las organizaciones encargadas de ello (ONU, OTAN, UEO, etc.) han puesto de manifiesto la necesidad de una redefinición del papel que estas organizaciones deben desarrollar en el caso de un conflicto armado.

3.2. USA: ÚNICA SUPERPOTENCIA MUNDIAL

A partir de 1991, Estados Unidos se convierte en gendarme indiscutible del mundo. Esto no significó que pudiera tomar decisiones sin contar con el resto del mundo, pero tampoco podían tomar las restantes naciones una decisión importante, de alcance mundial, sin contar con Washington. El estallido de la Guerra del Golfo marcó un hito decisivo en la definición del nuevo papel de Estados Unidos. En 1990, el dictador iraquí Saddam Hussein invadió Kuwait, un pequeño Estado gobernado por una monarquía feudal y controlado económicamente por Estados Unidos. El conflicto tenía su origen en el interés por el control de la producción de petróleo en la zona y del precio del crudo vendido a Occidente. Con la invasión, Irak se aseguraba el control del 20% de las reservas mundiales de petróleo y ponía en peligro la fuente de energía más importante para el mundo industrializado. La respuesta de USA no se hizo esperar. Reclamó el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU, quien condenó la agresión, autorizó el embargo contra Irak y la utilización de la fuerza para neutralizar la agresión. En pocos días, las tropas americanas, respaldadas por sus aliados, liberaron Kuwait, invadieron Irak, bombardearon objetivos militares y civiles con misiles teledirigidos, y arrasaron en los campos de batalla al ejercito iraquí. Una vez vencida, Irak fue condenada a pagar los daños de guerra, a destruir su armamento químico y nuclear y a tener su petróleo bajo embargo, lo que le impedía conseguir recursos para la compra de alimentos, medicinas o cualquier otro producto.

La intervención americana demostró que el mundo vivía una nueva situación. A partir de ese momento, USA se confirmaba como «gendarme internacional» y demostraba su poder de movilizar a un buen número de naciones para intervenir allí donde sus intereses occidentales se pusieran en juego. Ya no existía ninguna otra potencia capaz de oponérsele. Tampoco se intervendría en lugares con situaciones dramáticas (Afganistán, Argelia, Ruanda, etc.) si no comportaban peligro para la influencia o los intereses económicos americanos. El triunfo del liderazgo americano parece un hecho incontestable.

4 CONFLICTOS. GUERRAS Y FOCOS DE TENSIÓN A FINALES DE SIGLO

4.1. NUEVOS CAUSAS Y NUEVOS TIPOS DE CONFLICTO

Las guerras y los conflictos armados no tienen nunca una causa única: no existe un solo fenómeno social, económico o político que por sí solo sea el responsable de una guerra contemporánea. Pero entre los factores más comúnmente observables como telón de fondo de los enfrentamientos bélicos, la pobreza es siempre uno de los más evidentes y más fácilmente identificables.

El recurso de la fuerza suele ser el resultado de complejas situaciones en las que se entremezclan factores de índole diversa: económica, histórica, política y cultural. La mayor parte de los conflictos existentes en el mundo actual son guerras civiles nacidas de las rivalidades étnicas o religiosas, de la pugna por el poder y de la existencia de regímenes dictatoriales que privan a la población de todo tipo de derechos. Pero es evidente que allí donde se producen graves enfrentamientos civiles existe una situación de pobreza o un reparto muy desigual de los recursos, que mantiene a un sector de la población en situación de extrema marginación. A menudo, las causas no se presentan de forma nítida y la revuelta contra un régimen dictatorial puede evolucionar hacia un enfrentamiento por el poder entre grupos rivales o entre etnias opuestas.

Las guerras actuales no ofrecen victorias unilaterales, sino que terminan en la destrucción física y moral de toda una nación. En términos de duración, más de la mitad de los conflictos de los últimos decenios han tardado más de cinco años en solucionarse. Los combates son intermitentes y es difícil establecer su inicio y su fin. Las declaraciones de guerra son casi inexistentes y los tratados de paz se incumplen con frecuencia. Los medios logísticos son más rudimentarios de lo que podríamos pensar y las operaciones militares de alta tecnología, como las ofrecidas por las televisiones de la Guerra del Golfo, son pocas en comparación a los enfrentamientos con artillería, que acaban por ser los responsables de la mayor parte de las víctimas. A principios de siglo, el 90% de las víctimas de las guerras eran militares, la Segunda Guerra Mundial hizo descender esta cifra al 50% y hoy en día, la mayor parte de las víctimas son civiles.

Un primer elemento identificable como responsable de muchos conflictos bélicos son las diferencias étnicas. La diversidad de pueblos dentro de un mismo Estado no es de por sí causa de conflictos, ya que multitud de sociedades heterogéneas conviven en paz, pero, en la conflictividad internacional de nuestros días, las reivindicaciones étnicas o nacionalistas tienen un papel muy relevante. La voluntad de una etnia mayoritaria de imponer su identidad sobre etnias minoritarias o, en los casos extremos, de aniquilarlas se halla en la base de estos enfrentamientos.

El conflicto de los Balcanes, primer foco de tensión que abordaremos, es un claro ejemplo. Los conflictos de Bosnia o de Kosovo se enmarcan claramente en este contexto: los vencedores de las guerras que siguieron al hundimiento de la ex Yugoslavia son nacionalistas extremistas que defiende que la cohabitación de grupos étnicos diferentes es indeseable y, por tanto, se han mostrado dispuestos a practicar la depuración étnica. Los serbios que habitan en Bosnia y sus aliados serbios han sido los más extremistas, mientras que los musulmanes de Bosnia han sufrido la peor parte y las atrocidades más flagrantes. En la zona del Cáucaso, otro evidente foco de tensión, la disolución de la URSS ha hecho surgir problemas de relación entre las diferentes etnias. Las fronteras entre las diferentes Repúblicas Soviéticas fueron trazadas con la voluntad de alimentar rivalidades, otorgando a Moscú el papel de único arbitro de sus diferencias. Desaparecido el arbitro moscovita, el acceso a la independencia de estas Repúblicas ex soviéticas ha comportado un sinfín de problemas y enfrentamientos, algunos de los cuales han terminado en guerra civil y en cla­ros movimientos secesionistas (problemas en Georgia, Azerbayán, Chechenia …).

Con orígenes similares hay que citar los conflictos de aquellas naciones que, como resultado de los avatares de la historia o como fruto de resoluciones en el marco de conferencias internacionales, han sido privadas de un Estado propio. Este es el caso de los kurdos, un pueblo con una clara unidad geográfica e histórica, pero que se halla dividido en diferentes Estados. Desde hace décadas, los kurdos sufren la represión de los Estados en los que habitan (fundamentalmente Turquía e Irak, pero también Armenia, Irán, Siria y Azerbayán). En general todo Oriente Próximo (Medio para los americanos) es un área caliente del planeta, y lo ha sido así desde la Primera Guerra Mundial. Los palestinos, por ejemplo, tras muchos años de ocupación de su territorio por las tropas israelíes, han conseguido el reconocimiento por parte del Estado de Israel de una Autoridad Palestina. Sin embargo, el conflicto no ha finalizado todavía, ya que los pactos establecidos no afectan a todo el territorio palestino ni se cumplen según las plazos acordados.

Un segundo gran bloque de enfrentamientos bélicos implicaron a Estados en los que se pretendía eliminar a sus oponentes políticos por la fuerza. El África subsahariana ha sido, en estos últimos años del siglo, la zona donde la violencia ha alcanzado sus cotas más escalofriantes. Es en esta región del mundo donde la miseria de la mayoría de la población, las dictaduras militares y la violencia cotidiana se han unido para abrir el camino a un sinfín de conflictos políticos y de guerras civiles, que han tenido como consecuencia la realización de masacres sobre la población civil de una magnitud tal como no se habían conocido desde hacía años.

En los países del oeste africano que rodean el Golfo de Guinea (Liberia, Sierra Leona, Camerún, Nigeria, etc.) son frecuentes las luchas entre los dictadores y sus ejércitos, a menudo nutridos de adolescentes y mercenarios, contra frentes revolucionarios que aspiran a expulsarlos del poder. El resultado es siempre una masacre de civiles y el mantenimiento de un permanente estado de guerra. En el corazón de África, en países como República Democrática del Congo (antiguo Zaire), poseedores de enormes riquezas minerales, éstas sólo sirvieron para enriquecer a sus dictadores. La represión sobre la población civil alcanzó extremos insospechados y en 1990 estalló una revuelta contra el dictador Mobutu Sese Seko, que fue finalmente derrocado en 1997 y el poder pasó a manos del jefe rebelde Kabila, sin que por ello se pueda dar por finalizada la conflictividad y la violencia. Pero ha sido en Ruanda y Burundi, a raíz del enfrentamiento entre las etnias tutsi y hutu, donde las masacres sobre la población, que tuvieron lugar en 1994, estremecieron a todo el mundo. El pánico de la población les impulsó a huir y miles de personas se refugiaron en los países vecinos y se mantuvieron hacinados en campos de concentración que carecían del mínimo indispensable. Las guerras civiles se eternizan en países como Sudán. Finalmente, guerra y pobreza se unen también en el Cuerno de África para convertir a Etiopía, Somalia, Eritrea, Uganda, etc. en una de las regiones más conflictivas y deprimidas del planeta.

4.2. LA TENSIÓN INTERNACIONAL A COMIENZOS DEL SIGLO XXI

Nadie podía aventurar que la postguerra fría iba a ser más “caliente” que el mundo bipolar. Los enfrentamientos localizados en la actualidad escapan a la “política de riesgos calculados” que las dos superpotencias mantuvieron durante décadas. Se une también el hecho de la proliferación de los conflictos terroristas y el inicio de una incierta lucha internacional contra este nuevo enemigo. Desde los atentados de Nueva York la tensión se ha mundializado y parece ser un nuevo resultado de la globalización: los conflictos localizados, que normalmente se producen en áreas bastante alejadas, nos pueden afectar directamente y la escena de la batalla es susceptible de trasladarse junto a nuestra casa. Esa puede ser una de las enseñanzas del 11 de septiembre. De todos modos perviven determinadas zonas calientes:

En Europa dos son los problemas que resultan más llamativos: la asimilación de la población inmigrantes que está provocando el desarrollo de posicionamientos políticos neofascistas, y el mantenimiento del problema nacionalista no sólo en el área de los Balcanes (en donde a pesar del derrocamiento de Milosevic continúa la fragilidad en zonas como Montenegro, Kosovo, etc.) sino también en países como Gran Bretaña (Ulster), Francia (Córcega) o España (País Vasco).

En América no está resuelto el problema de las poblaciones indígenas: el conflicto de Chiapas continua latente pese a los acuerdos entre el Gobierno Fox y el Comandante Marcos. El problema es susceptible de trasladarse a toda Centroamérica, en donde se ha producido una disminución de la renta en los último años. Sudamérica constituye un área bastante vulnerable: inestabilidad fronteriza entre Ecuador y Perú, guerrilla e inestabilidad social y política en Colombia, problemas sociales por la dolarización de la economía en Ecuador o Solivia, desarrollo de los movimientos políticos populistas (Chavez en Venezuela) y crisis de los sistemas financieros (el caso de Argentina es el más grave).

En Oceanía, además del problema de la asimilación de las culturas inmigrantes, habría que citar los conflictos étnicos en Nueva Guinea. Sin embargo son África y Asia los continentes en los que se sitúan los focos de tensión más graves.

En Asia continúan los conflictos Oriente Próximo (segunda intifada, problema kurdo, problema irakí, división de Chipre), en el Cáucaso y en las repúblicas ex soviéticas de las estepas centroasiáticas (auge del fundamentalismo, por ejemplo en Chechenia). La reciente guerra de Afganistán ha terminado por destruir un país que llevaba más de dos décadas en guerra. Irán, en paz con sus vecinos, se ha constituido como uno de los centros fundamentales del integrismo islámico y alienta, entre otros, los problemas entre judíos y palestinos. Los conflictos entre Pakistán y la India por la región de Cachemira provocan una gran tensión en la zona, máxime si estamos hablando de dos potencias nucleares. Sri Lanka se desangra en una guerra civil de carácter étnico (tamiles del norte). El sureste asiático tampoco vive en paz. Algunas áreas de Myanmar y de Tailandia están en manos de guerrillas que se enfrentan al poder establecido. Camboya sigue manteniendo conflictos con sus países vecinos, además de los enfrentamientos internos de carácter étnico. En Borneo, Malasia e Indonesia se disputan algunas islas, Timor Oriental accedió a la independencia después de duros enfrentamientos con la población indonesia, la inestabilidad social en el cuarto país más poblado de la tierra, que es el que más musulmanes congrega, es preocupante y las tensiones entre población islámica y la minoría cristiana son constantes. En Filipinas se da el efecto contrario, en Mindanao, es la minoría musulmana la que, constituida en guerrilla, reclama la independencia. Finalmente, persiste la tensión entre China y su “provincia rebelde” Taiwán, así como en la frontera entre Corea del Norte y su vecina hermana del Sur.

África, finalmente, se desangra. El integrismo islámico avanza por el Norte del continente, desarrollado en algunos países como Argelia o Libia, y más latente en otros como Egipto. Hay que añadir los problemas territoriales entre vecinos: Eritrea se separa de Etiopia tras una larga guerra. La antigua colonia española del Sahara aún hoy se la disputa Marruecos y parte de la población saharaui constituida en República. Los conflictos fronterizos son generales en todas las áreas del continente (entre Senegal y sus vecinos, entre Camerún y Nigeria, entre la república del Congo y Uganda, Ruanda, Burundi y Zambia). Los conflictos étnicos se dan en casi todos los países del Sahel y en los ribereños de los Grandes Lagos. Los “señores de la guerra” controlan la mayor parte de algunos países como Somalia, donde la anarquía es total y la estructura tribal se ha restaurada, basada ahora en el control del comercio de armas y de las ayudas internacionales. Liberia, Sierra Leona, difícilmente se recuperan de sendas guerras civiles terribles. Las ex colonias portuguesas de Angola y Mozambique están saliendo ahora de conflictos étnicos y políticos graves, en parte gracias a la intervención de la ONU, o a la desaparición de los líderes guerrilleros (como en Angola con la crisis del grupo UNITA).

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Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada: http://www.ugr.es/~eirene/

Una página especializada en política internacional: http://www.diplomaticnet.com/es/

Página de la revista “Política exterior”: http: / / www.politicaexterior .com /

ANEXO

INTRODUCCIÓN. EL SISTEMA POLÍTICO Y SUS ELEMENTOS

EL SISTEMA POLÍTICO Y SU ESTUDIO

La expresión formas de organización política puede ser equiparada a la de sistema político, en sentido amplio. Es entre finales del XIX o principios del XX cuando podemos hablar de la Ciencia Política como disciplina, en un sentido moderno, con un ámbito propio, un objeto y unos métodos específicos y diferenciados: las relaciones de poder, el comportamiento político de los ciudadanos y las élites, las actitudes y opiniones, los procesos políticos…..

Revolución conductista, que ponía el acento en el comportamiento de los individuos y en los procesos políticos, así como en los métodos y técnicas científicas de observación y medición de la realidad social, base de la inducción para la elaboración de modelos generalizables que fueran susceptibles de ser traducidos en teorías y leyes sobre el funcionamiento de la política, contrastables empíricamente y con valor explicativo y predictivo.

La noción de sistema político procede, originariamente, de la teoría de sistemas, que consideraba más necesario atender a los procesos de los sistemas que a las formas estructurales (que venían constituyendo el objeto de los estudios de la ciencia política hasta entonces). El objetivo era estudiar como logra persistir un sistema político dado en el ambiente en el que esta imbuido y como reacciona frente a las influencias y tensiones que inciden sobre el. Un sistema político perdurara si cumple sus dos funciones básicas:«asignar valores para una sociedad dada y lograr que la mayoría de sus miembros acepten esas asignaciones como obligatorias, al menos la mayor parte del tiempo».

El resultado es un análisis del sistema político en términos dinámicos, que permite interpretar los procesos políticos como un flujo continuado y entrelazado de conductas. Se hace imprescindible estudiar, de esta forma, todos los aspectos de ese proceso (ambiente, influencias, instituciones, autoridades, decisiones, reacciones), pero no desde una óptica estrictamente formal, sino concibiendo todo ello en una perspectiva también dinámico-procesal.

FORMA DE GOBIERNO Y SISTEMA POLÍTICO

Forma de gobierno hoy viene a denotar el tipo de relación que se establece entre el Parlamento y el Gobierno en los regímenes democráticos contemporáneos. Se distingue, en este sentido, entre sistema parlamentario y sistema presidencialista, clasificación a la que se añade, como variante de este último, el modelo semipresidencialista.

El sistema parlamentario

Características:

Una única institución (de las estatales) legitimada mediante elección directa, por los ciudadanos: el parlamento.

Presidente del gobierno o primer ministro > elegido por los parlamentarios (dependerá siempre de la confianza de la cámara); a su vez, está capacitado para disolver el parlamento y convocar nuevas elecciones.

Estrecha conexión entre ejecutivo y legislativo (si se considera la composición del parlamento, la distribución de fuerzas será una variable que incidirá de forma directa en estas relaciones y la cada vez mas difuminada separación entre estos poderes en el sistema parlamentario).

Dependencia gobierno-par lamento: el primero debe contar con el respaldo del segundo en la toma de decisiones y el segundo prestará atención (discutiendo y aprobando) a los proyectos de ley gubernamentales, junto con las propuestas que surjan de sus escaños. El parlamento controla la acción del gobierno mediante diversos mecanismos parlamentarios (preguntas escritas, control al presidente en el pleno, moción de censura)

Carácter colegiado del gobierno: el presidente elige a los ministros que integrarán el consejo de ministros como primus ínter pares. Dada la preeminencia del presidente del gobierno, este suele tener un poder que excede el que el diseño constitucional del sistema parlamentario le había reservado. Así, el déficit en la responsabilidad política del presidente del ejecutivo en los sistemas parlamentarios contemporáneos es una de las características de este tipo de régimen que mas criticas ha recibido, en el sentido de que la mediación del legislativo para elegir al jefe del ejecutivo imposibilita que el electorado exija responsabilidades a este último.

El jefe del estado tiene un carácter simbólico, teniendo reservadas funciones arbitrales y mediadoras entre el ejecutivo y el legislativo.

Regímenes presidencialistas: dos poderes con legitimidad directa

El parlamento (función legislativa)

El presidente (función ejecutiva)

elegidos por los ciudadanos en sendos procesos electorales.

Nítida separación de poderes político-constitucionales, que cuentan con su respectiva

fuente de legitimidad directa.

No existen mecanismos de control sobre el presidente por parte del parlamento, y

aquel no puede disolver las cámaras y convocar nuevas elecciones.

Presidente: plena competencia para nombrar a los miembros del gobierno (en

ocasiones sólo tienen la condición de asesores del presidente, dado que sólo éste es el

responsable de la toma de decisiones políticas ante el electorado).

Desventajas: presidente y parlamento pueden vetarse mutuamente (bloqueo institucional); prácticas populistas (Latinoamérica) que pueden llegar a minar el normal funcionamiento (democrático) de las instituciones.

Sistema semipresidencialista

El presidente y el poder legislativo tienen un ámbito de encuentro en el gobierno: el primer ministro es nombrado por aquél pero debe contar con la confianza y responde (es investido y puede ser censurado) ante el parlamento. Coexisten un presidente del Estado elegido mediante sufragio universal y directo, con poderes ejecutivos (comparte con el gobierno incluso la competencia para disolver las cámaras), y un primer ministro y un gobierno responsables ante el parlamento, aunque nombrados por el presidente. La influencia del parlamentarismo se percibe en el control político que sobre el gobierno ejercen las cámaras parlamentarias. La influencia del presidencialismo se deja notar en el activo papel que en la función ejecutiva desempeña el presidente, quien puede incluso cesar al primer ministro. Pueden cohabitar un presidente y una mayoría parlamentaria (y, así, un primer ministro) de distinta tendencia política. El poder del presidente se verá considerablemente mermado por el parlamento.

ESTRUCTURA TERRITORIAL DEL PODER POLÍTICO

El nacimiento del Estado Moderno dio lugar a la unificación del poder que puso fin a la atomización medieval del poder político. El resultado fue la configuración de Estados unitarios y centralizados, en los que una única fuente de poder dictaba leyes aplicables en todo el territorio. Esta unidad y unicidad, que surge de la unidad del mandatario, no de la de los representados, supondrá para la teoría liberal una garantía para la igualdad de los ciudadanos: todos los ciudadanos son iguales ante la ley, sin privilegios ni prerrogativas especiales nacidas de su lugar de residencia.

Puede distinguirse entre:

Estado unitario

Concentra todo el poder en su seno, no reconoce núcleos de poder territorial autónomos. El poder político está concentrado, puede estar descentralizado, pero el centro retiene siempre la capacidad última de decisión y la de revocación de la delegación.

Estado compuesto

Coexisten distintos núcleos (territoriales) de poder político, autónomos y basados en relaciones horizontales, no verticales ni jerárquicas. Suelen asumir la forma de:

Estado federal, que conserva competencias exclusivas en ámbitos de interés común: defensa, relaciones exteriores, moneda, comercio …

Entidades o estados federados, que tienen atribuidas el resto de funciones y competencias de autogobierno, y cuentan con instituciones (legislativas, ejecutivas y judiciales) propias. El reparto de poderes entre la federación y las entidades federadas suele establecerse en la Constitución federal. La dinámica política suele ser la de la cooperación entre entidad federal y entidades federadas.

Estado de las autonomías (menos precisa en los respectivos contornos). Distribución territorial del poder similar a la de los Estados federales, pero sin un diseño institucional de relaciones horizontales y distribuciones competenciales tan claro como en éstos. Asumen competencias de autogobierno en virtud del reparto competencial establecido en la Constitución o en el respectivo Estatuto de autonomía. A diferencia de los Estados federales (en éstos las competencias de la federación están establecidas con carácter excepcional y taxativo, correspondiendo el resto a los estados federados), en el Estado autonómico se establecen competencias exclusivas del Estado, competencias propias de las comunidades o territorios autónomos y competencias compartidas que desempeñarán uno u otros en virtud de los acuerdos que vayan alcanzándose.

Confederación de estados: constituida por una unión de Estados para la consecución de determinados fines, metas y objetivos de carácter político, económico, social o cultural. Los estados miembros mantienen íntegra su independencia y soberanía, pero colaboran entre si en determinados aspectos y con variable grado de compromiso.

SISTEMA ELECTORAL Y ELECCIONES

Los ciudadanos se sienten parte de un colectivo y la mejor manera de afirmarlo es participar en los procesos en los que se eligen a sus representantes en las instituciones que habrán de dirigir su futuro común, mostrando su respaldo a ese entramado institucional del que forman parte.

En este sentido, las elecciones desempeñan diversas funciones en el sistema político: producir gobierno, generar representación y crear legitimidad.

El sistema electoral ha sido definido como “conjunto de normas, técnicas, procedimientos que rigen el proceso por el que la voluntad política de los ciudadanos se manifiesta en votos, y éstos son transformados en distribución de autoridad gubernamental (normalmente escaños parlamentarios) entre las fuerzas políticas contendientes”. Se trata del instrumento institucional que sirve para articular la voluntad ciudadana en votos y transformar éstos en escaños.

Efectos de los sistemas electorales:

Mecánicos: se manifiestan sobre el sistema de partidos y al transformarse los votos en escaños: consisten en la sobre o infrarrepresentación de determinados partidos.

Psicológicos: se dan sobre los ciudadanos y las élites políticas, implicando una modificación de su comportamiento en atención a los efectos (mecánicos) que anticipan se derivarán del sistema electoral. De esta forma, aparece el fenómeno del voto útil o estratégico, que consiste en que los ciudadanos partidarios de una formación política que no tiene muchas posibilidades reales de lograr representación optan por una fuerza política de la que no se sienten tan cercanos, pero que sí tiene posibilidades efectivas de hacerse con un escaño.

Los principales elementos de un sistema electoral son: el tamaño de la asamblea (n° de escaños), la dimensión del distrito electoral (n° de escaños que se reparten en su seno), la fórmula electoral, la estructura del voto (tipo de voto y forma de la candidatura) y la cláusula legal o barrera de exclusión, (explicación en pag. 35).

CULTURA POLÍTICA Y COMPORTAMIENTO POLÍTICO

Cultura política: distribución de las orientaciones específicamente políticas (actitudes y opiniones) de los ciudadanos (o parte de ellos) sobre determinados objetos del sistema político o hacia el sistema en su conjunto.

No comprenderemos el funcionamiento de las instituciones-democráticas o no- si no conocemos qué sienten los ciudadanos acerca del sistema. La cultura política influye en la forma en la que las instituciones -en sentido amplio- están configuradas, evolucionan o hacen frente a los cambios y los conflictos sociales.

Ese conjunto de actitudes y opiniones son adquiridas por los ciudadanos en sus experiencias personales o bien en los distintos procesos de socialización a los que a lo largo de su existencia se ven expuestos. Por ello, es posible que, dentro de una cultura política predominante, existan diversas subculturas políticas que tienen sistemas de actitudes y opiniones diferenciadas y propias, características de determinados grupos sociales que se distinguen por factores relevantes a estos efectos, como su profesión, ubicación geográfica o edad.

Como ejemplos de formas convencionales de comportamiento político, esto es, el que impulsa a los ciudadanos a actuar políticamente, pueden citarse las actividades relacionadas con los procesos electorales (ejercer el voto, acudir a mítines, etc), las conversaciones sobre política, estar afiliado y colaborar con un partido. Como formas no convencionales podemos considerar la ocupación de un edificio, cortar el tráfico o, incluso, la violencia contra las personas y las cosas.

Al estudiar el comportamiento político y lo que lo motiva, habrá que atender al contexto institucional en el que tal actividad haya de producirse, ya que la estructura de oportunidad (democracia o integrismo por ejemplo) condicionará en gran medida esa eventual actuación. Hay, por tanto, una gran variedad de factores que inciden individualmente en la acción política: sexo, edad, nivel socioeconómico, nivel de estudios o la cultura política en la que está imbuida la persona en cuestión.

Todo ello influirá en que un determinado sujeto decida actuar políticamente, por sí o en conjunto con otros individuos, dando lugar a una variedad de tipos de ciudadanos en atención a su grado de implicación política: militantes, apáticos, participativos.

PARTIDOS POLÍTICOS Y SISTEMAS DE PARTIDOS

Los partidos políticos son los principales vehículos para la representación y la canalización de las opiniones y demandas políticas de los ciudadanos hacia las instituciones. El factor que los distingue de otras organizaciones que median entre los ciudadanos y las instituciones estatales es que presentan candidatos a las elecciones para ocupar cargos públicos, buscando con ello ejercer el poder político para llevar a la práctica un programa más o menos elaborado.

Evolución desde su surgimiento (a finales del XVIII y principios del XIX):

Partido de notables: agrupaciones en torno a determinadas personalidades, con una organización de débil estructura interna y poco articulada territorialmente, de carácter oligárquico y coordinados alrededor de un interés común para llevar a la práctica un programa político generalmente poco articulado.

Partido de masas: más que en la calidad de sus afiliados, basaba su fuerza en el número de los mismos. Estos partidos extendieron su estructura hasta convertirse en organizaciones de carácter permanente y con una estructura definida, consolidada y estable. La ideología era el elemento que vinculaba a la mayoría de sus miembros.

Partido atrapalotodo: tras la segunda guerra mundial los partidos de masas europeos evolucionaron a este tipo de partido. No incorporaban moral e intelectualmente a las masas en torno a sus postulados ideológicos, tratan de abarcar a todo el electorado en vez de tener una clientela especifica; sacrifican una penetración ideológica por una aceptación más amplia y genérica, y un éxito electoral más inmediato. La función más importante de estos partidos consiste en la nominación de los candidatos que luego confirmarán o rechazarán los electores, en detrimento de la función de integrar al ciudadano en la vida política.

Partido profesional-electoral: (partido cartel) son más profesionales y sustituyen a los burócratas por profesionales, expertos y técnicos en diversos campos. El objetivo electoral es más evidente y manifiesto. Son organizaciones complejas que son más un subelemento del aparato estatal que un componente de la sociedad civil, se centran casi exclusivamente en la actividad gubernamental y parlamentaria (faceta institucional) y en la del desarrollo de su propia estructura e intereses organizativos (faceta organizativa), dejando en gran medida de lado las actividades relacionadas con sus afiliados (faceta social). Los lideres de estos partidos adoptan progresivamente la función de gestores de recursos y de políticas publicas en todos los niveles del Estado.

Para explicar el surgimiento de los sistemas de partidos se han formulado diversas propuestas:

Teorías institucionales: centran su atención en el desarrollo de los parlamentos y sus dinámicas internas de funcionamiento. Los partidos y sistemas de partidos surgieron de la necesidad de los parlamentarios de actuar ante la expansión del sufragio, creando grupos parlamentarios, comités electorales y vínculos permanentes entre ambos.

Teorías de la situación histórica: hace énfasis en las diversas crisis sociales vinculadas a los procesos de industrialización y de construcción de los Estados nacionales. Cuatro líneas en torno a alguna de las cuales se ha articulado el conflicto político-social y, por ende, los sistemas de partidos en las sociedades occidentales: los ejes sector primario-sector secundario y trabajadores-propietarios, por un lado; y los ejes centro-periferia e iglesia-Estado, por el otro.

Teorías del desarrollo: vinculan la aparición de los partidos y de los sistemas de partidos con los procesos de modernización y los efectos de los consiguientes cambios socioeconómicos: nuevas clases de empresarios y comerciantes, mayor movilidad social, aumento de los niveles de educación y de información, desarrollo de los medios de comunicación, secularización, etc.

Plurales han sido, también, los enfoques para clasificar los sistemas de partidos, los que tienen en cuenta su morfología (forma, número y relaciones entre sus unidades constitutivas) quizá sea la aproximación que más se ha extendido, entendiendo que son partidos relevantes aquellos que tienen capacidad de coalición o de chantaje, esto es, los que de una u otra manera tienen capacidad de incidir en las pautas y tácticas de la competición electoral-partidista.

Sartori establece su topología en función de los criterios del número de partidos y del grado de polarización del sistema. A partir de ellos, distingue los siguientes tipos: de partido único, de partido hegemónico(impide la competición de otros partidos por el poder), bipartidismo, de partido predominante (un partido logra mantener una mayoría absoluta parlamentaria durante al menos tres elecciones consecutivas), de pluralismo limitado y moderado (coexisten entre tres y cinco partidos, separados por una escasa distancia ideológica y que establecen una competición bipolar de bloques de tendencia centrípeta), de pluralismo extremo, moderado o polarizado (seis partidos o más, separados por una considerable distancia ideológica, establecen una competición multipolar de tendencias centrífugas y oposiciones bilaterales e irresponsables), de pluralismo atomizado (el poder se encuentra totalmente fragmentado, con diez o más partidos relevantes compitiendo por el poder).

OTROS ACTORES POLÍTICOS

A diferencia de los partidos políticos, no suelen presentarse a las elecciones ni pretenden ocupar el poder político sino que solo tratan de influir en el: los grupos de interés (organizaciones empresariales y sindicatos, y grupos de presión) y los nuevos movimientos sociales. Los primeros defiendes los intereses de sus afiliados actuando a modo de corporaciones ante el poder y la otra parte, en el proceso social. Son organizaciones complejas, estables, territorial o sectorialmente articuladas que actúan en los parámetros de la vieja política.

Los nuevos movimientos sociales son organizaciones de ciudadanos unidos por una creencia común y la determinación de cambiar el orden social existente, al menos en el ámbito sobre el que se proyecta esa creencia, defendiendo sus postulados fuera de los canales institucionalizados de intermediación social de intereses. Los temas que defienden y que constituyen la médula del movimiento, van más allá de las cuestiones económicas o de clase (son cuestiones de identidad, ecológicas, de solidaridad etc); en que propugnan un nuevo paradigma político y social en el que resulta cuestionada la estructura social existente o parte de ella. Sus estructuras y formas de organización, mucho más flexibles y poco jerarquizadas, actúan a través de nuevas formas de participación política de tipo no convencional y al margen de la política institucionalizada.

POLÍTICAS PUBLICAS

Los análisis de las políticas públicas estudian la dimensión material de la acción política, esto es, la relativa al contenido concreto en el que se plasman las decisiones adoptadas por las autoridades políticas en los distintos niveles: los outputs del sistema político. Desde esta perspectiva, las políticas publicas son el conjunto de actividades de las instituciones de gobierno, actuando directamente o a través de agentes, y que van dirigidas a tener una influencia determinada sobre la vida de los ciudadanos. Una política publica debe constituir simultáneamente, una decisión política, un programa de acción, los métodos y medios apropiados, y una movilización de actores y de instituciones para la consecución de objetivos más o menos definidos. En definitiva, las políticas publicas son resultado de una serie de múltiples interacciones que adoptan la forma de decisiones relacionadas, por lo que se hace necesario estudiarlas teniendo también en consideración tanto las intenciones como las conductas.

Las políticas públicas has sido clasificadas en cuatro tipos, atendiendo a su contenido y fiabilidad:

Regulatorias o reglamentarias, que establecen legislativa o reglamentariamente las reglas de comportamiento.

Distributivas, que garantizan el igual acceso de todos a los recursos.

Redistributivas, que confieren ventajas y prestaciones a determinadas personas, generalmente en atención a su nivel de renta o carencias, y que se pueden llevar a cabo mediante instrumentos fiscales o canalizarse, posteriormente, a través de programas de asistencia pública.

Esenciales o constitutivas, que, con carácter general permiten atender a todas las necesidades del gobierno y de la burocracia y protegen la seguridad nacional.

Una política pública abarca todo el proceso de actividades que se desarrollan desde la detención pública de un problema, demanda o necesidad, hasta la culminación de la acción gubernamental.

Extraído de la página web http://www.politicasuned.net/

Página de Apuntes e Información de los alumnos de Ciencias Políticas de la UNED.