Bonald

Bonald

Tuvieron que hacer columpiar la bota sobre el cuerpo de Joaquín para quitársela de encima. Un puntal del carro se había desprendido de la hembra del enganche cuando subían los toneles, empujándolos a pulso por la rampa. La bota, que ya casi rebasaba la altura del carro, se vino a tierra de pronto y atrapó debajo a Joaquín, quedándose de pie sobre él con un imprevisto y estancado equilibrio. Parecía que Joaquín no había hecho nada por zafarse. Lucas estaba a su lado y se quitó a tiempo. Pegó un salto de costadillo y, cuando caía sobre el almijar, pudo entrever el cuerpo de Joaquín aplastándose con el tonel encima. Joaquín ni siquiera dejó escapar un quejido; tampoco se hubiera notado a través de la madera. Sólo se oyó el derrumbe de los huesos y una como silbante salida de líquido por los boquetes de las costillas. El reborde de la arandela de la bota se había incrustado dentro de la carne y hubieron de ir tumbándola de un lado para otro para liberar el cuerpo. De modo que el filo de la arandela estrujaba el vientre de Joaquín con el balanceo inseguro del que fue soltando un deslizante coágulo de sangre a medida que rodaban por el terrizo. La sangre se iba poniendo marrón. El vino, cuando se pudre dentro de la madera de la bota, también se pone marrón. Los demás cargadores, después de los primeros espantos, se habían quedado mudos. Lucas se agachaba sobre Joaquín, que permanecía con los ojos abiertos, un brazo encima de la boca.

Tiene agrio el aliento, se le agria el vino en el estómago. El personal de la viña seguía reunido delante de la mata del jazmín, por la parte de la vivienda del capataz. Algunos se agolpaban alrededor del cadáver. Lucas se retiró un poco y ya no se acercó más. Ya verás tú como nos la arreglamos ahora, Lola. La mujer de Joaquín, sola. Le dio vueltas al pozo y se quedó apoyado de espaldas en el brocal. Nada, que fuimos a coger uvas a Monterrodilla. Lucas miraba por las copas polvorientas de las higueras. Sonó un trueno repechando por las colinas del fondo, desde la parte del sur.

El texto que vamos a comentar presenta una serie de intenciones comunicativas que se actualizan a través de diversos recursos lingüísticos. De ellos daremos cuenta en lo que sigue.

El grupo fónico del texto es amplio, por encima de la longitud media del español, que está entre ocho y once sílabas, porque el autor del texto ha preferido recrearse en la descripción del accidente, marcando todos sus detalles: De modo que el filo de la arandela estrujaba el vientre de Joaquín con el balanceo inseguro del que fue soltando un deslizante coágulo de sangre a medida que rodaban por el terrizo.

Del mismo modo, el grupo de intensidad no se ve roto en muchas ocasiones, por el contrario, son pocos los incisos, y, cuando se hacen son de índole temporal para expresar la progresión temática de causa – efecto: Pegó un salto de costadillo y, cuando caía sobre el almijar, pudo entrever el cuerpo, El vino, cuando se pudre dentro de la madera de la bota, también se pone marrón o Los demás cargadores, después de los primeros espantos, se habían quedado mudos.

Todo ello nos indica que estamos ante un narrador alejado afectivamente de la tragedia, que se limita a constatar lo sucedido y que no usa de la anteposición remática de elementos, es decir, de la dislocación del grupo de intensidad para resaltar ningún aspecto con fines emotivos. Ello viene confirmado por la absoluta predominancia de la función referencial y de la entonación declarativa: a pesar de ser un texto narrativo el autor realiza curvas tonales llanas, más propias de los textos expositivos: Tuvieron que hacer columpiar la bota sobre el cuerpo de Joaquín para quitársela de encima.

Por el contrario, los pensamientos de Lucas, implicado directamente en el lance, obedecen a otras características prosodemáticas: su primera intervención es reflexiva y, por tanto se asemeja a los rasgos del narrador: Tiene agrio el aliento, se le agria el vino en el estómago; sin embargo las otras dos sí delatan la implicación afectiva de este personaje en la muerte de Joaquín: Ya verás tú como nos la arreglamos ahora, Lola y Nada, que fuimos a coger uvas a Monterrodilla.

En la primera, Lucas ostenta una dislocación evidente del grupo de intensidad: antepone la inmediatez de la solución, ya, para tranquilizar a Lola; mientras que pospone el pronombre sujeto, , que refuerza al final con el nombre propio de la interpelada, Lola, para arroparla mejor: es decir, resalta a la esposa de Joaquín y la inmediatez de la solución. En ella emplea una entonación exhortativa propia de la condolencia encarecida. La última intervención, tiene una modalidad enunciativa, pero se aproxima a las exclamativas: tiene un primer ascenso tonal, nada, con una modulación llana seguidamente, que concluye con un descenso tonal: que fuimos a coger uvas a Monterrodilla. Es la entonación propia de quien recalca, mediante la función emotiva, estar afectado por el incidente, pero retoma el porte de serenidad necesario para comunicar tranquilidad a Lola. El autor ha caracterizado a Lucas con un idiolecto prosodemático que combina la emoción y la serenidad de quien va a comunicar una tragedia.

En cuanto al plano morfológico, hay un enorme predominio de sustantivos concretos sobre los abstractos. Predominan los que son perceptibles por los sentidos, en cuanto el autor quiere hacer que el receptor perciba todos los detalles de la desgracia, sirva de ejemplo esta oración: Un puntal del carro se había desprendido de la hembra del enganche cuando subían los toneles. Ello confirma que el autor rehuye de la reflexión: está alejado emotivamente de lo que narra.

Por otro lado, los únicos antropónimos que aparecen en el texto son los que se ven directamente afectados por el suceso: el muerto, Joaquín, y la esposa y el amigo de éste, Lola y Lucas, respectivamente. De este modo se resalta su identidad en oposición a los otros personajes, que quedan designados por nombres comunes: el capataz, los cargadores, el personal,… nótese cómo este último tiene un carácter de colectivo por singularia tantum que hace más borrosa la identidad del resto de personajes. El otro nombre propio es un topónimo que sitúa la acción en una viña concreta, Monterrodilla, dando mayor verosimilitud al texto

El hecho de que el narrador no haga uso estilístico de los recursos morfológicos –salvo en el plural ponderativo los primeros espantos– y de que la mayoría de los sustantivos vengan actualizados por un artículo determinado que da por conocido lo designado por el sustantivo resalta la idea de la actitud meramente informativa de éste.

Por el contrario los adjetivos predominan por el afán de detallar lo acaecido: aparecen a veces antepuestos para subrayar una cierta idea: así lo súbito en con un imprevisto y estancado equilibrio, o el desagradable fluir en un deslizante coágulo de sangre, pero los adjetivos no son muy numerosos y lo normal es que vayan pospuestos: copas polvorientas, ojos abiertos o balanceo inseguro son muestra de ello. Además los antepuestos no son valorativos sino tendentes a tomar valores descriptivos.

Los verbos de acción sí son abundantes porque el autor está detallando las distintas etapas del proceso de caída de la bota sobre el cuerpo de Joaquín. El narrador omnisciente relata los hechos según usos convencionales: el pretérito indefinido para la acción principal mientras que el imperfecto expresa los sucesos de fondo en su duración y el pluscuamperfecto denota acción concluida respecto a otra: Parecía que Joaquín no había hecho nada por zafarse. Lucas estaba a su lado y se quitó a tiempo ejemplifica bien lo que decimos.

La objetividad del relator se pronuncia con el uso del modo indicativo, propio de los hablantes que no desean incluir en el enunciado su subjetividad: El vino, cuando se pudre dentro de la madera de la bota, también se pone marrón; mientras que Lucas lo uso para dar apariencia de entereza y no resaltar sus sentimientos, pues tendría efectos fatales en Lola: Nada, que fuimos a coger uvas a Monterrodilla.

Con todo, Lucas sí hace un uso estilístico más propio de su actitud afectada: usa del presente para expresar su relación con la realidad que se le plantea ante los ojos: Tiene agrio el aliento, se le agria el vino en el estómago; mientras que resalta su carácter de comunicar su espíritu de ánimo ante Lola mediante el uso del presente por el futuro simple, aprovechando la connotación de firme decisión ante el futuro que tiene este uso en español: Ya verás tú como nos la arreglamos ahora, Lola; para recalcar ese ánimo relata los hechos en pretérito indefinido, y no en imperfecto, pues el uso de éste comporta una mayor carga afectiva respecto a lo narrado: Nada, que fuimos a coger uvas a Monterrodilla.

Las perífrasis verbales intentan recalcar la dificultad para retirar la bota de Joaquín, de ahí que tengan un matiz de obligación: Tuvieron que hacer columpiar la bota sobre el cuerpo y hubieron de ir tumbándola de un lado para otro para liberar el cuerpo.

En cuanto al plano sintáctico, hemos de resaltar lo que ya hemos comentado en el apartado prosodemático: el narrador solo lo disloca con fines aclaratorios, mientras que Lucas denota su aparente entereza a través de la dislocación de su potencial interlocutora.

Ahora bien, Lucas habla un idiolecto con recursos propios del código restringido: como la ya aludida anteposición remática, la elipsis de elementos para dejar el núcleo de la información, así en vez de emitir, por ejemplo, no ha ocurrido nada; ha sucedió que fuimos a coger uvas a Monterrodilla, Lucas selecciona lo que tiene valor informativo: rebajar la emoción, nada, y la explicación de lo sucedido, que fuimos a coger uvas a Monterrodilla. Otro rasgo que encuadra a Lucas en el código restringido es el escaso uso de subordinadas para expresar sus pensamientos: nótese como elimina el nexo subordinativo causal sustituyéndolo por una pausa en: Tiene agrio el aliento, se le agria el vino en el estómago.

Por el contrario el narrador se ubica en una sinstratía culta: domina las subordinadas y los complementos verbales para expresar las circunstancias del accidente: destaca especialmente el uso del gerundio en posición absoluta, por expresar simultaneidad: se había desprendido de la hembra del enganche cuando subían los toneles, empujándolos a pulso por la rampa. También predominan los que hacen avanzar la acción, como las consecutivas, De modo que el filo de la arandela estrujaba el vientre de Joaquín; y los que la sitúan en el espacio y el tiempo: Sonó un trueno repechando por las colinas del fondo, desde la parte del sur.

Las conclusiones diafásicas extraídas del plano sintáctico se confirman en el léxico: el autor emplea un amplio número de elementos que conforman un campo léxico del ámbito vitivinícola presidido por los criterios de riqueza léxica y precisión descriptiva: bota, tonel, almijar, carro, terrizo, brocal, arandela, capataz, cargadores, uvas,… mientras que Lucas se apoya en expresiones acuñadas por el uso, así en el uso de arreglárselas, nada,… o el empleo de la paronomasia de agriar, lo que delata la incapacidad de manejar un vocabulario más amplio: Tiene agrio el aliento, se le agria el vino en el estómago.

En el plano pragmático, el autor ordena el texto de modo que la progresión temática nos lleve a una serie de conclusiones: en el primer párrafo se nos describe en detalle el lance y se cierra con una oración que sirve de enlace con el siguiente párrafo, que nos muestra a Lucas: Lucas se agachaba sobre Joaquín, que permanecía con los ojos abiertos, un brazo encima de la boca.

De este modo el autor pasa a un segundo párrafo donde se nos revelan los pensamientos de Joaquín y la tragedia familiar que se avecina. Por último aparece núcleo temático final: la naturaleza. El autor ha dispuesto de nuevo una oración de transición donde están los dos temas unidos: Lucas miraba para las copas polvorientas de las higueras.

Esta unión es posible gracias a los virtuemas que tienen en común la intensidad del trueno con la de la tragedia y el hecho de que la tormenta sea inminente, igual que la desesperación de Lola.

Hay una progresión temática estructurada en tres núcleos que se van condensando de mayor a menor extensión y de menor a mayor emoción: detalles del accidente  pensamientos de Lucas derivados de éste naturaleza alegórica, que concentra todo lo anterior y las tensiones que se avecinan. El autor ha dispuesto el texto de un modo sintetizante, de modo que lo que se anuncia se deriva de lo anterior, según hemos explicado. A pesar del carácter aséptico del narrador, el texto tiene una estructura de concentración de la emoción, que compensa el alejamiento emotivo. El receptor llega asentir la emoción de lo trágico del suceso.