Planos conectivo morfosintáctico y sintáctico A

Planos conectivo morfosintáctico y sintáctico A

– Seguiremos abordando este plano como hemos venido haciendo hasta ahora: separando la parte narrada de la dialogada. Ya vimos en el plano morfológico el predominio de sustantivos y verbos, de ahí que predominen notablemente los sintagmas nominales y verbales sobre los de otro tipo. Ello nos hace intuir una cierta simplicidad oracional por la baja presencia de sintagmas preposicionales, adverbiales y adjetivales.

En efecto, en la parte narrada observamos una tendencia a la simplicidad en la construcción oracional mediante oraciones breves: El camarero se le acercó, el camarero entra en el café, Doña prefiere la emoción a domicilio, ese temblor,… La concisión oracional es propia de los textos expositivos, lo que recalca la idea antes apuntada: el narrador se distancia afectivamente de lo narrado.

No quiere decir esto que el narrador no use de las oraciones subordinadas, que, en textos de registro culto, denotan un establecimiento de una jerarquía sintáctica para una buena elaboración lógica y semántica del mensaje del texto. En nuestro caso encontramos varias adverbiales que funcionan como complementos circunstanciales de modo –como para arrancar esa flema que posó en la garganta el frío de la mañana -, y para describir a las gentes que emplean su tiempo en recrearse en la pobreza circundante, en principio con una subordinada final que, a su vez, funciona como principal respecto a dos oraciones subordinadas sustantivas en función de suplemento que amplían el significado de las finalidades de tales personas: para verlas bien de cerca se dedican a visitar los barrios de los miserables, a hacer regalos viejos a los moribundos. El autor, a pesar de estar alejado emotivamente de la realidad narrada, se demora, mediante la subordinación, en detallar las circunstancias sórdidas del referente de su discurso.

Como es lógico en la narración de unos hechos, el autor emplea la localización espacio-temporal para situar al receptor en el proceso: para ello prefiere los sintagmas a las oraciones subordinadas adverbiales de lugar –solo una: Al entrar-: sintagmas preposicionales – en el café, en la cara, en la garganta, en el bigote, por el espinazo-, e incluso adverbiales: Después. Nótese que no sólo nos sitúa dónde se produce la acción: en el café, sino cómo, en una especie de proceso de inmersión, se siente ésta en determinadas zonas del cuerpo para hacer al receptor recibir los estímulos sensoriales que perciben los personajes.

La ausencia de complementos circunstanciales de tiempo en la segunda franja narrativa se debe a que la voz narrativa realiza reflexiones referidas a un presente habitual: Hay gentes… , afortunadamente no lo es o Doña Rosa no llega a esa categoría. De ahí que mientras la primera franja narrativa dé cuenta de hechos sucedidos, la segunda narre hechos que son habituales, no puntuales como el primero. Por eso también predominaba en la primera el presente histórico y en la segunda el habitual, según hemos indicado antes.

Por otro lado, predominan las oraciones predicativas sobre las atributivas, lo que le confiere al texto un dinamismo opuesto al carácter abstracto de las primeras. El camarero se le acercó, sirva de ejemplo.

Dentro de tales oraciones predicativas, tenemos las que tienen un núcleo verbal que piden un sujeto agentivo, en cuanto se narran hechos de personas –Hubiera ahogado a la dueña, el camarero entra en el café-, o bien sujetos instrumentales que piden como afectados a personas, especialmente al camarero: Al entrar notó que le dolían un poco las sienes, al camarero le entra un repeluco por el espinazo. Con ello se hace ver que es éste quien padece varios procesos desagradables para remarcar su mal estado físico, tal vez, proyección de su entorno moral.

Este insistir en los valores sensoriales de la escena se remarcan por el hecho de que muchas de las impersonales también aluden a ese efecto de inmersión del lector en lo referido: se siente, de golpe, el calor en la cara, dan ganas de toser o después parece hasta que se habla mejor son buenos ejemplos de ello.

El narrador emplea el orden de palabras lógico, es decir el que obedece al orden sujeto + núcleo verbal + complementos: El camarero entra en el café, el camarero se le acercó o la dueña se ríe por lo bajo con una risita cruel. No obstante, usa del entorno envolvente para realzar diversos rasgos de significado mediante su dislocación en el sintagma: así, para expresar lo súbito del calor en el rostro antepone de golpe: Se siente, de golpe, el calor en la cara. Otras veces antepone los complementos circunstanciales de tiempo para hacer avanzar la trama: Al entrar notó, después parece,… Siguiendo con el carácter aparentemente aséptico del narrador, emplea el orden lógico, y raramente el envolvente con fines de destacar algún aspecto, para hacer ver tal perspectiva narrativa.

Recopilando lo analizado de las franjas narrativas, la concisión oracional es propia de los textos expositivos, lo que recalca la idea antes apuntada: el narrador se distancia afectivamente de lo narrado No quiere decir esto que el narrador no use de las oraciones subordinadas, que, en textos de registro culto, denotan un establecimiento de la jerarquía sintáctica para una buena elaboración lógica y semántica del mensaje del texto. El autor, a pesar de estar alejado emotivamente de la realidad narrada, se demora, mediante la subordinación, en detallar las circunstancias sórdidas del referente de su discurso.

La ausencia de complementos circunstanciales de tiempo en la segunda franja narrativa se debe a que la voz narrativa realiza reflexiones referidas a un presente habitual: Hay gentes… ,afortunadamente no lo es o Doña Rosa no llega a esa categoría. De ahí que mientras la primera franja narrativa dé cuenta de hechos sucedidos, la segunda narre hechos que son habituales, no puntuales como el primero, lo que indica un riguroso orden coherente de la narración en franjas narrativas y narrativas-reflexivas, especialmente si notamos que se cierra con una suspensión epifonemática que abre a la imaginación del lector los rasgos crueles de Doña Rosa: ese temblor.

El insistir en los valores sensoriales de la escena se remarcan por el hecho de que muchas de impersonales también aluden a ese efecto de inmersión del lector en lo referido. Siguiendo con el carácter aparentemente aséptico del narrador, emplea el orden lógico, y raramente el envolvente con fines de destacar algún aspecto, para hacer ver tal perspectiva narrativa.

En cuanto a la modalidad, predomina la enunciativa, según vimos en el apartado prosodemático, indicación que ahora se corrobora al observar la actitud del emisor respecto a su mensaje, que es de distanciamiento: El camarero entra en el café.

En cuanto al diálogo, notamos, de un lado, rasgos propios del código restringido: la concisión oracional no se debe a motivos de claridad, como en la parte narrativa, sino a una sucesión de elipsis propias del diálogo que reflejan la enorme tensión que domina la escena: los dialogantes eliminan, hasta el extremo, las partes de la oración que no respondan a necesidades de petición y emisión de información: Doña Rosa está ávida por conocer los detalles de la paliza: ¿Dónde?, ¿Cuántas?. Mientras, el camarero responde conciso a tales peticiones para recalcar su eficaz obediencia: Dos, Donde pude, en las piernas.

Las oraciones, por supuesto, son predicativas porque se requiere predicar acerca de una acción principal: la paliza. De ahí que predominen en la emisión los complementos circunstanciales referidos a los detalles de la agresión: ¿Dónde?, ¿Cuántas? , En las piernas.

Por ese mismo motivo todos los sujetos son agentivos aun estando elípticos, igualmente predomina un resultativo como complemento directo, patadas, mientras que el afectado es claramente el agredido referido aquí como complemento indirecto: [Yo le he dado las patadas] donde pude, ¿Cuántas [patadas le has dado tú]?,….

También por este motivo aparecerán pocas subordinadas: el registro vulgar no organiza de un modo minucioso los pensamientos: ejemplo ilustrativo de ello es la causal por mangante, subordinada adverbial causal que está casi fosilizada como construcción sintáctica. Es éste uno de los rasgos básicos del código restringido: el usar construcciones hechas por incapacidad de hacer otras de un modo lógico.

Igualmente es común en este tipo de registros el uso del vocativo, lo que recalca la modalidad exhortativa de mandato empleada autoritariamente por Doña Rosa. Contrastando con el distanciamiento del narrador, los dialogantes sí están implicados en la acción: uno, como agentivo obediente, emplea la modalidad enunciativa para recalcar su sumisión, mientras que Doña Rosa se recrea en la interrogativa y en la exclamativa, pues valora de modo repugnantemente positivo la agresión: ¡Bien hecho! ¡Por mangante!