Tema 35–Didáctica de la literatura.

Tema 35–Didáctica de la literatura.

LA EDUCACIÓN LITERARIA.

1. La selección de textos. El comentario.

1.1. Adecuación del texto. Ediciones y antologías

1.2. El comentario. Diversidad analítica y procedimiento didáctico

2. Análisis didáctico de la poesía

3. Análisis didáctico del teatro

4. Análisis didáctico de la narración

1. La selección de textos. El comentario.

Tradicionalmente, en España, la literatura se estudiaba desde un punto de vista histórico, memorizando el alumno fechas de ediciones, lugares de nacimiento, vidas de autores, etc. De esta forma primaba este tipo de aproximación, que es perfectamente lícita y por lo demás necesaria, pero que debería tratarse sólo de un complemento supeditado a lo esencial en literatura : el estudio de los textos. Por ello, proceder de otra forma sería invertir los términos, y por ello también vamos a analizar a continuación diferentes aspectos relacionados con la selección de textos encaminados a ser objeto de comentario por parte de alumno y profesor.

1.1. Adecuación del texto. Ediciones y antologías

La edad y el nivel del alumnado serán elementos capitales a la hora de abordar

la selección de textos con los que se trabajará a lo largo del curso. Para eso es imprescindible elegir bien el tono de las creaciones y cuidar que se adecúen a las capacidades de los alumnos. Northrop Frye, uno de los maestros del “New Criticism”, sugiere que para los primeros niveles de enseñanza se utilicen textos de tono romántico (aquellos en los que todo resulta positivo) y cómico, reservando lo trágico y lo irónico para receptores más maduros. Así intenta adecuar los textos que se van a ofrecer a la psicología de sus receptores : es indudable que si un texto motiva a la risa, manifestación espontánea de placer, será más fácil el acercamiento feliz al mundo de la creación estética, mientras que para captar los resortes que mueven a la ironía es necesario estar más preparado, tener más edad. Frye presenta lo romántico (lo positivo) y lo trágico (lo negativo) como dos polos opuestos, y sugiere este orden porque la duda y el dolor serán mejor aceptados y comprendidos por alumnos que ya asuman esas realidades.

Hemos visto la necesidad de amoldar el texto al receptor, fundamental para conseguir su interés inicial y la comprensión de lo literario. Sin embargo, el profesor se enfrenta a un problema, el de la necesidad o no de acudir a una reducción de los textos o a la modernización de su lengua. Ambas fórmulas se ofrecen a través de colecciones educativas que pretenden que el alumno no se sienta intimidado ante la amplitud de algunos textos, eliminando, por ejemplo, episodios que se consideran en cierto grado prescindibles o inadecuados para mentes jóvenes. Estas ediciones amputadas, no obstante, pueden llevar a ofrecer una idea equivocada de la obra. Además, en cualquier obra de arte no sobra nada, sea cual sea su longitud, y siempre será mejor que el propio alumno, ante un texto completo, decida por sí mismo lo que quiere leer o dejar de leer a que se lo impongan desde una línea editorial.

Los textos deben presentarse íntegros, respetando el diseño del autor. Como esto puede causar problemas para ciertos niveles del alumnado, es recomendable acudir a ediciones didácticas que ofrezcan los datos necesarios para limar los posibles escollos : notas que aclaren el texto y una introducción que resuelva cualquier posible interpretación y destaque los puntos más brillantes de la obra. Para los más Jóvenes contamos (por ejemplo) con la Biblioteca Didáctica Anaya o Anaquel de Bruño, que además de la introducción y las notas, proponen ejercicios de todo tipo, realizan comentarios e intentan acercar los textos lo más posible, ya sean obras clásicas o contemporáneas. Para niveles superiores, los Clásicos Castalia, que ocupan el lugar de los Clásicos Castellanos, que aún pueden encontrarse en muchas bibliotecas; la Colección Letras Hispánicas de Cátedra, Selecciones Austral de Espasa-Calpe, Destino Libro, Alianza Tres, Biblioteca de Bolsillo de Seix Barral, etc.

También disponemos de magníficas antologías didácticas que recogen diversas selecciones de textos de todos los géneros y épocas, debidamente ordenados, presentados de forma manejable y con un precio económico, razones que las convierten en instrumentos de trabajo insustituibles. Sin embargo, el defecto que presentan es evidente : la limitación y la necesidad de acudir a fragmentos de las obras seleccionadas. Este fragmentarismo es más llevadero en la lírica que en las obras dramáticas o narrativas, pero, de todas formas, los textos deben ir precedidos por una explicación sobre las características de la obra y la ubicación concreta del fragmento antologado. Sólo así puede paliarse en parte la amputación de un “corpus” creativo e intentarse llevar a cabo un análisis válido. Por ello no pueden faltar las notas que aclaren en la medida de lo posible las dudas que puedan surgir al alumno derivadas del desconocimiento de sus antecedentes o consecuentes. Todo esto ha sido tenido en cuenta en antologías como las preparadas por Lázaro Carreter y Correa Calderón para la Editorial Anaya sobre textos de literatura contemporánea, dirigidas a alumnos de un nivel previo al universitario. Las dificultades de conseguir una buena antología didáctica es, como hemos visto, alta, sobre todo si pretendemos que sea un ejemplo que incite al acercamiento a la literatura.

1.2. El comentario. Diversidad analítica y procedimiento didáctico

Como señalamos en la introducción, la Didáctica de la Literatura es el acercamiento crítico a la creación literaria que debe realizar el docente para, después, ser detallado minuciosamente a los alumnos. El docente debe dominar los conocimientos del crítico sobre teoría y crítica literarias, así como de literatura, para realizar un comentario oportuno, sin olvidar que su principal objetivo es despertar el interés de los alumnos.

En principio, el texto objeto de comentario ha de ser breve, si tenemos en cuenta que disponemos de una hora de clase, tiempo en el que debemos leerlo y ofrecer breves notas introductorias que aclaren y faciliten la labor del comentario. Éste debe ser oral tanto por parte del profesor, que debe exponer su visión del texto y sus conclusiones, como por parte de los alumnos, que deben expresar en todo momento su opinión. Uno de los procedimientos para conseguir esta participación es una versión de la mayéutica socrática, consistente en hacer preguntas clave sobre el texto para que así el alumno, al contestar, considere un hallazgo propio la conclusión a la que ha llegado, considerando el comentario como algo personal.

La clase de comentario debe plantearse como algo intenso, de ahí la necesidad de reducir el objeto de estudio y de conseguir la colaboración del alumnado, colaboración que alejará la frialdad de la tradicional exposición magistral y que hará considerar las conclusiones de dicho alumno como propias.

El comentario escrito debe reservarse para el nivel universitario, aunque en niveles anteriores puede ser una buena excusa para obligar a utilizar los mecanismos de la expresión escrita mediante paráfrasis o resúmenes del argumento.

En cuanto al desarrollo expositivo del comentario, debe comenzarse con una pequeña introducción en la que el docente señale el autor (si se conoce), la época y las características de la obra a la que pertenece el fragmento señalado. Tras esto viene el análisis propiamente dicho, que debe respetar con todo rigor la lógica interna del comentario, ciñéndose al texto y procediendo siempre de forma ordenada. Una vez observada sus características, ha de procederse a aplicar el método de comentario que más se ajuste a las mismas, para que los resultados sean satisfactorios. Si comentamos la métrica de un poema, tenemos que hacer hincapié en que es un medio para expresar algo, del mismo modo que al abordar las figuras retóricas no podemos limitarnos a dar un listado de complicados nombres, sino que debemos profundizar en su función dentro del texto. Por otra parte, es necesario centrarse en aquellos elementos que sean en verdad esenciales, para prolongarlo después, pero no indefinidamente, a otros aspectos complementarios. Por ultimo, el comentario debe cerrarse con una conclusión en la que el alumno valore los logros expresivos del texto.

2. Análisis didáctico de la poesía

Hemos visto que una de las principales exigencias de un comentario es que se trate de un análisis didáctico progresivo, para lo que se debe comenzar, especialmente ante un texto lírico, por analizar el título de la composición, pues éste contiene información que el autor destaca de una forma especial y que a veces es imprescindible para comprender el texto al que acompaña.

Tras la interpretación del título han de analizarse la voz o voces que nos hablan desde esa creación. Lo más frecuente es que se trate de una voz única, “alter ego” del poeta (como en la elegía que Jorge Manrique dedica a su padre), aunque también se emplea el diálogo, que puede ser total (muy frecuente en composiciones de tipo tradicional y pastoril, como las Serranillas del Marqués

de Santillana), o sólo esbozado con la mención de un personaje receptor (así ocurre en las jarchas, donde con frecuencia se incluye un amado, una madre, una hermana, etc., que reciben las confidencias de la doncella enamorada). También es fundamental analizar el tono utilizado, si predominan las interrogaciones, la admiración…, pues su presencia revitaliza la expresión poética, que se duplica con este recurso, ya que aluden más allá del contenido expresivo que encierran.

En cuanto a las estructuras del poema, es preciso comenzar el análisis por la métrica, pues es el armazón sobre el que se acomodan los contenidos temáticos que desarrolla, pero evitando, como antes comentamos, hacer un mero cómputo de versos y estrofas. Por el contrario, tenemos que hacer hincapié en el valor expresivo de la métrica empleada por el autor, que se amolda a la exposición de las diversas situaciones y estados de ánimo.

Las repeticiones poéticas merecen toda nuestra atención, ya sean desde el punto de vista métrico, como el villancico o el zéjel, que con el estribillo reflejan una insistencia obsesiva, ya sea desde otras áreas, como las repeticiones fonéticas de sonidos consonánticos. Es también importante reparar en las gradaciones de todo tipo con que los autores ordenan el material poético, estructuras que intensifican la expresividad de los versos. Lo mismo ocurre con las antítesis, que con rotundidad presenta una realidad dual e inseparable.

Se ha tener también en cuenta a la hora de realizar el comentario didáctico que con frecuencia las imágenes que aparecen en el poema son símbolos que pueden encerrar la temática del poema : el amor, la vida, la muerte, la fugacidad del tiempo, etc. Es ineludible, además, la referencia al empleo y mención de la realidad espacio temporal, que en muchos casos es la clave interpretativa de las composiciones poéticas. Por eso incluso su omisión puede resultar significativa en el análisis crítico del poema.

3. Análisis didáctico del teatro

El texto teatral posee determinadas características derivadas de su funcionalidad espectacular que hacen evidente el hecho de que sea comprendido mejor si es representado. Por ello, desde el punto de vista didáctico, es interesante que el acercamiento al género se realice desde la representación teatral. Sin embargo, en muchas localidades las actuaciones teatrales son inexistentes o muy esporádicas, o puede ocurrir que diversos problemas económicos impidan llevar a una clase entera al teatro. Ante esta realidad indiscutible es preciso, desde el campo de la Didáctica de la Literatura, fomentar la realización de representaciones escolares, para que así el alumno acceda de manera más correcta a todo lo que rodea al texto dramático : interpretación de los actores, escenificación de la obra, vestuario, decorados, etc.

Si planteamos una actividad de este tipo, tenemos que tener en cuenta los costos que para el alumnado ocasionará una actuación dramática, el tiempo empleado en la memorización del papel, así como los diversos ensayos necesarios antes de la representación. Por ello el profesor ha de elegir una obra que pueda ilusionar a los alumnos, sin que suponga un esfuerzo excesivo para ellos desde ningún punto de vista. Por otra parte, mientras que para los niveles educativos inferiores siempre es interesante recurrir a guiñoles o marionetas, para otras edades se puede elegir una de las piezas cortas que tanto abundan en nuestra literatura, habituales por el sistema de representación en el Siglo de Oro y a las que se pueden añadir las producciones simbólicas y religiosas en un solo acto (los autos), escritas muchas veces para realzar fiestas como la Navidad o la Pascua de Resurrección y que llegado el caso pueden emplearse para ilustrar dichas festividades (por ejemplo, el Auto de la sibila Casandra y el Auto de los cuatro tiempos de Gil Vicente). Si no queremos optar por este tipo de piezas, siempre podemos recurrir a los entremeses cómicos, tan adecuados para despertar el interés de los alumnos, como vimos al principio del tema. Así, El Deleitoso de Lope de Rueda nos ofrece algunos ejemplos de esto, o los entremeses de Cervantes, o los de Calderón, reunidos bajo el nombre de El dragoncillo. Quiñones Benavente, Ramón de la Cruz o Jardiel Poncela son otros autores a los que se puede acudir en busca de obras de este tipo.

Sea cual sea el tono de la obra que elijamos, si es breve tendrá un número menor de personajes y sus intervenciones serán también más reducidas, por lo que se hará más fácil para los alumnos memorizar los papeles, cuestión imprescindible si tenemos en cuenta que la representación se debe compaginar con las tareas de estudio habituales. Además, las obras breves tienen la ventaja de que precisan una escenografía única o por lo menos más reducida, por lo que también es menor el vestuario que se ha de preparar. Todo lo que se refiera a decorados y vestuarios ha de resolverse de la forma más sencilla posible, apelando a la imaginación muchas veces, para así evitar los menores costes económicos posibles. Esto, lejos de ser un escollo, es beneficioso, pues obliga al espectador a centrarse únicamente en el desarrollo progresivo de la acción. En este sentido el papel del docente es importante, pues ha de ser el guía que introduzca a los alumnos en este mundo, explicándoles cuestiones de dicción, por ejemplo, o el peligro de la afectación exagerada en los gestos.

Se trata, en definitiva, de conseguir la mejor representación posible con los medios más modestos, que haga disfrutar a los actores y al público, a la vez que con ella aprendan y se familiaricen con este género.

La simple lectura de un texto dramático también puede llevamos a su comprensión, siempre y cuando se tenga en cuenta imaginariamente la localización y el juego escénico evocado a partir de la palabra. En una aproximación mediante la lectura y el comentario, la expresión de los personajes será lo más transcendente, ya que mediante sus palabras, su comportamiento, sus acciones, el autor nos da información de ciertas realidades que no se mencionan explícitamente, de una forma lingüistica. Lo mismo ocurre con los espacios dramáticos, que pueden determinar en parte la correcta expresión de una acción dramática o de un personaje, o a la representación de una temática especial, como en El gran teatro del mundo de Calderón, donde la escena teatral simboliza el tiempo vital, estructurándose como espacio entre dos accesos, uno de entrada, que es la cuna, y otro de salida que será la sepultura. En otras ocasiones el espacio no sólo es una especie de personaje más, sino que es el determinante fundamental de todos los personajes dramáticos : el soporte espacial se ha convertido ahora en un entorno más que vivo, humano, capaz de transmitir intensidad lírica. Por ello es un aspecto que no debemos descuidar al hacer el análisis de cualquier obra teatral.

En el medio dramático, la dimensión temporal puede ser expresada a través de enormes posibilidades, pudiendo adoptar una flexibilidad extraordinaria que, además, resulta muy oportuna, y por ello es imprescindible analizarla en nuestro comentario, junto a cuestiones como la acción (la obligada brevedad de lo dramático hace que las representaciones se limiten a una única acción, o dos, sirviendo la secundaria como resonancia de la acción principal) y la estructura de la obra.

4. Análisis didáctico de la narración

Del mismo modo que para los géneros lírico y dramático, el comentario de la narrativa ha de hacerse desde la aplicación de un sistema lógico.

El objeto es conseguir que los alumnos reparen en la forma en la que se presentan las coordenadas espacio-tiempo, la función e importancia de los personajes, las voces del relato, etc., procurando siempre que no hagan juicios de valor tras la primera aproximación al texto. Primero, profesor y alumno han de sumergirse en la búsqueda y caracterización de las voces narrativas, dependiendo del grado de conocimiento del narrador, de la persona verbal adoptada, de las voces de los personajes, etc.

El análisis didáctico de las voces del relato dejará paso al estudio de lo que esas voces dicen, que nos remitirá a la temática de la narración, que es en la mayor parte de las ocasiones el objetivo fundamental de la creación.

A continuación, el comentario se centrará en el estudio de las estructuras narrativas que se derivan de la expresión del tiempo, pues éste tiene un papel fundamental en el arte narrativo, por lo que no sólo hay que considerar el tiempo de la argumentación novelesca y el tiempo real de la narración, no necesariamente coincidentes. Una de las formas más acertadas de enfocar una narración, y también una de las más antiguas, es aquella de la disposición in media res, consistente en comenzar el relato en la mitad para después recuperar sus antecedentes, con lo que el tiempo no aparece en su fluir habitual, sino que se ofrece como un salto atrás. Existen otros muchos relatos que se estructuran mirando exclusivamente hacia atrás, en una absoluta inversión temporal. En este tipo de utilización el presente se volatiliza, dando paso al pretérito que, como tal, es un tiempo en movimiento, con lo que la narración consigue dar una impresión de tiempo sin progreso y detenido, en una especie de eternidad. En muchas narraciones, sin embargo, el salto mental se produce desde el presente al hipotético futuro, que se presenta a veces en forma de ensueño, aunque también hay relatos que se estructuran en torno a un tiempo circular, como los cuentos de Borges, autor que presenta ante los ojos del lector un eterno volver que sustituye al progreso y la destrucción con que habitualmente se produce el tiempo. Este escritor tiene, no obstante, la precaución de amparar la verosimilitud de su creación, reduciéndola al mundo de los sueños, precaución que aplica en “Las ruinas circulares” de El jardín de senderos que se bifurcan.

También la expresión del espacio puede generar disposiciones de enorme trascendencia en la narración, pues supone la enmarcación de la misma, además de la relevancia del espacio simbólico, como el de la Cárcel de amor de Diego de San Pedro o los espacios laberínticos de Kafka o Borges, en los que se intenta reproducir el absurdo de la vida y el deambular obstaculizado, o caprichoso y fortuito, del hombre actual, que no avanza por un camino, sino que discurre por un ámbito difícil donde, aunque camina, no siempre progresa.