Tema 40 – El ensayo.

Tema 40 – El ensayo.

1.1. Breve bosquejo histórico en el panorama español

Según Juan Luis Onieva, se puede definir el ensayo como “un escrito en prosa, ágil, generalmente poco extenso, que expone con precisión y sensibilidad, una interpretación personal y subjetiva de cualquier tema, sin profundizar en él, con una finalidad divulgativa. Por ello, hay ensayos históricos, filosóficos, científicos, literarios, estéticos…, sin que en ningún caso sea preciso buscar la solución definitiva ni el estudio exhaustivo de las cuestiones planteadas”.

Debía de ser una idea semejante la que manejaba Michel Eyquem en 1580 cuando, con la publicación de sus Essais, daba lugar al nacimiento de un género totalmente nuevo en la forma y el contenido, para el que no existía una temática delimitada, ni un único modo de decir las cosas. En este sentido, debemos estar de acuerdo con el señor de Montaigne en que sus Essais son textos subjetivos, críticos y, a la vez, escritos en un estilo personal que se manifiestan con una estructura abierta en la que se posibilitan los cambios de tono, las digresiones y el avance discontinuo del discurso al modo en que lo hace el mismo pensamiento.

Con ello, habría que descartar la opinión de Juan Marichal que sugiere que el ensayo se inicia en España en el siglo XV con Alonso de Cartagena y Hernando del Pulgar. No obstante, no carece de fundamento esta opinión si tenemos en cuenta que en la literatura española existe una larga tradición de escritores al borde del ensayo que viene desde la antigüedad clásica de Séneca y Plutarco, hecho que se debe, según Gómez de Baquero, “a la tendencia moralista y discursiva que en nuestra literatura apunta desde sus orígenes, y que llenó de moralidades y reflexiones hasta las novelas picarescas”. En este sentido, esta larga tradición de pre-ensayistas no quedaría en los escritores citados hasta ahora, sino que tendría una prolífica línea sucesora a lo largo del siglo XVI con figuras como Fray Antonio de Guevara, Santa Teresa; en el XVII con Quevedo; en el XVIII con Fray Benito Jerónimo Feijoo, Martín Sarmiento y José Cadalso; en el XIX con Valera, el padre Isla o la Generación del 98; y en el siglo XX con la Generación del 27 y posteriores como Ganivet (el verdadero precursor del ensayo en nuestro país), Eugenio d’Ors, y Ortega y Gasset (cuya definición del ensayo como “la ciencia, menos la prueba explícita” es una de las más acertadas); sin desestimar, por supuesto, la senda marcada por grandes ensayistas hispanoamericanos como Domingo Faustino Sarmiento, Juan Montalvo y José Martí entre otros.

1.2. Características del género

Como puede inferirse de lo dicho anteriormente, resulta muy difícil dar unas características generales que definan el ensayo, ya que lo subjetivo, lo personal, es lo más difícil de reducir a unidad, a definición, a contorno, tal y como dice Andrenio. De todas formas, según María del Carmen Díaz Bautista, se pueden dar una serie de rasgos que alcancen a perfilar el género en cuestión:

– La amplitud temática, que responde con entera libertad a las preferencias del autor. Sin embargo, es indudable que la elección del tema está condicionada, en cierta medida, por la extensión de su público y la sencillez del lenguaje que este mismo requiere.

– El subjetivismo, que según señala Ortega no sólo se halla en la perspectiva y el enfoque del autor, sino también en su tono a veces grave, a veces retórico, humorístico, lírico o emocionado.

– La estructura abierta y el asistematismo, pues en palabras del filósofo y musicólogo alemán, Theodor W. Adorno, “el ensayo tiene que estructurarse como si pudiera suspenderse en cualquier momento. El ensayo piensa discontinuamente, como la realidad es discontinua, y encuentra su unidad a través de las rupturas, no intentando taparlas”.

1.3. Tipos:

A pesar de que las posibilidades del ensayo respecto a la temática y a la perspectiva son tan innumerables como individuos pueden tratarlo, podemos considerar la existencia de una tipología tripartita en la que se encuadren las diferentes producciones ensayísticas según sus particularidades. De este modo, podemos distinguir entre el ensayo personal, que se corresponde con la obra de Montaigne, ya que en él, el autor trata de sí mismo o, como mínimo, se expresa de forma totalmente subjetiva sobre temas acerca de los que ha formado una opinión particular (Confesiones de Nietzsche); el ensayo expositivo, en el que el autor comunica sus ideas sobre temas de debate habitual, como la filosofía, la política o la sociología, de un modo algo más objetivo (Eros y la civilización de Marcuse); y el ensayo crítico, que expone con una determinada apoyatura científica temas que son del dominio del autor (El mono desnudo de Desmond Morris).

2. EL PERIODISMO

2.1. Introducción histórica:

Se remonta al siglo VIII a. C., en China, el precedente más antiguo del periodismo del que tenemos noticia, consistente en un opúsculo informativo llamado Ching Pao y realizado sobre papel de arroz y, muy posteriormente, la Gaceta del Imperio, que pervive hasta 1350. Por otro lado, los antecedentes griegos y romanos, impulsados estos últimos por César y desarrollados bajo la forma de epístolas o de Actas y Anales, son en realidad informaciones políticas de interés restringido a las personas que podían permitirse este tipo de comunicación.

Ahora bien, los verdaderos orígenes del periodismo informativo hay que remontarlos al noticierismo manuscrito de la edad Media. Evidentemente, éste nace bajo los auspicios de una motivación económica, de conocer sin demasiado retraso la situación europea en orden a planificar los intercambios comerciales, pero se trasluce ya el interés de la noticia por sí misma y a gran distancia del entorno meramente local. Tanta era la importancia que derivaba de la posesión de una buena información que, en Inglaterra en 1275, se promulgó una norma contra los propaladores de noticias falsas. Sin embargo, la imprenta por sí sola no hubiera sido tan decisiva para el periodismo de no ser por el progreso de las postas y del correo, que se regularizaron significativamente a fines del siglo XVI y principios del XVII. A este particular, sería decisiva la política imperial de Carlos V, creador de los correos de dimensión europea. Las primeras publicaciones periódicas recibieron la denominación de gacetas (del italiano gaceta ‘moneda veneciana equivalente al precio de un ejemplar’) que a fines del XVI, tenían una frecuencia de aparición semanal.

A Lo largo del siglo XVII se produce en Francia la mayoría de edad del periodismo regular, gracias a la afortunada confluencia de tres circunstancias: el incremento del poder real, el férreo centralismo del Estado y el mayor nivel cultural de las clases con un cierto poder adquisitivo. Obviamente, con ello se paga el precio de que el periodismo se hace gubernamental, pero también se posibilita una mayor diversificación en sus contenidos: políticos, informativos, culturales y mundanos, como es posible evidenciar en la Gazette de France (informativa y política), el Journal des Savants (científico y cultural) o el Mercure Galant (cultural y mundano).

A pesar de su inicial profesión de médico y bajo los auspicios de Luis XII y Richelieu, fue Theophraste de Rénaudor el primer periodista en sentido estricto de la historia. Fundador y único editor de la Gazette (1631), periódico de tamaño en cuarto y de frecuencia semanal. Diseñó toda una red internacional de corresponsalías (Viena, Colonia, La Haya). Gracias al gran éxito y a la confianza obtenida por el público, las bases edificadas por Rénaudot fueron adoptadas por empresarios de otros países y, así, en el siglo XVIII, la vanguardia de la prensa cruzó el canal de la Mancha y floreció en Inglaterra, originando el periodismo de opinión yel surgimiento de una pléyade de periodistas innovadores y de gran calidad literaria (muchos de ellos novelistas con renombre universal), como addison, creador del ensayo periodístico en The Spectator, o Defoe, cultivador del artículo político en su The Review.

En el mismo siglo y nación se va produciendo la necesidad de una mayor frecuencia de aparición de los periódicos, cubierta mediante ediciones especiales, que, en casos como el de The Tatler llegó a seis números semanales. Ello condujo a la aparición del primer diario, el Daily Courant (1702), periódico de información general y línea apolítica, que abundó en el fenómeno de la publicidad para su sostén. El segundo periódico cotidiano fue el Diario Noticioso, nacido en Madrid en 1758 y seguido por el prerrevolucionario Journal de Paris (1777) y por el americano Pensylvania Packet (1784), que concluyó la tétrada de los pioneros.

2.2. El periodismo moderno

A partir de 1850 de manos de la publicidad y gracias al incremento del nivel cultural en todos los estratos sociales, además de las numerosas conquistas científicas, técnicas y artísticas, se avanza decisivamente hacia la universalización del periodismo. En una primera etapa (1850-1918), prevalece el periodismo ideológico que, a pesar de perdurar esporádicamente en años posteriores, tras la Gran Guerra, se puede considerar agotado. Sus artículos suelen ser doctrinarios, propagandísticos y proselitistas, generalmente anclados en el ámbito político, pero también en el religioso, el militar y en el social. Un ejemplo claro nos lo suministra la campaña antiespañola de los periódicos de Randolph Hearst con motivo del accidente del Caine, en la bocana del puerto de La Habana, que, al ser calificado de acto bélico de las autoridades hispanas, desencadenó la intervención estadounidense en la guerra de Cuba.

De modo similar, se puede considerar finalizada la segunda etapa, la del periodismo informativo al término de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Sin embargo, dicho período coexiste un buen trecho con el anterior porque, de hecho, aparece ya definido en 1870 y tiene bastante predicamento durante la Guerra del 14. En este tipo de periodismo, de hechos y no de ideologías, dominan los Estados Unidos y Gran Bretaña con sus corresponsales de guerra y crónicas telegráficas en periódicos del tipo de The Times, Daily Mail o The Sun.

Finalmente, sin desaparecer por completo el periodismo informativo, se considera que, tras la contienda, se dan las condiciones específicas para que se desarrolle el periodismo característicos de la tercera época, el contemporáneo de explicación, que trata los temas más diversos con profundidad, adaptándose al desarrollo exponencial de la ciencia y de la técnica y a la coyuntura política de las naciones occidentales. Esta nueva realidad solamente encuentra explicación si es valorada en relación con la competencia producida por la televisión y la radio, más inmediatas en el relato de la noticia. La prensa escrita, además de transmitir la información, debe ahora analizar sus causas y predecir el rumbo de los acontecimientos.

2.3. Los géneros del periodismo escrito:

Según su finalidad, estructura, extensión, etc. Se puede distinguir cierta diversidad dentro de los géneros periodísticos que, como ya se ha indicado al hablar de las grandes etapas de la prensa moderna, pueden oscilar desde lo estrictamente informativo a lo puramente interpretativo o de opinión. Según la clasificación de Martínez Albertos, concretada al periodismo español, existen cuatro géneros: la noticia, el reportaje, la crónica y el artículo, cuyos rasgos generales son los siguientes:

Claridad: La función del periodismo es la comunicación de noticias, ideas y juicios a un público amplio y variopinto, por lo que su cualidad más apreciada será la sencillez de estilo.

Concisión: En el periodismo, hay mucho que decir y poco espacio para hacerlo, espacio que, además, puede reducirse a última hora como consecuencia de la producción de un suceso importante próximo al cierre de la edición. Ello condiciona necesariamente que se deban elegir para conformar el texto aquellas palabras más indicadas para expresar las ideas con el menor número de elementos, puliendo y suprimiendo lo superficial y recurriendo al estilo directo y al verbo activo.

Naturalidad: Es necesario utilizar en todos los casos la palabra más apropiada, exacta y sencilla, sin forzar al lector a la artificiosidad.

Estos tres rasgos engloban en lo fundamental a los principales géneros periodísticos que vienen a ser los siguientes:

La noticia: Es el género informativo por excelencia y el más característicos del periodismo. Se trata de la traslación fiel de hechos o sucesos en forma de relato escueto desprovisto de aditamentos subjetivos. Esto provoca que su extensión sea breve, ya que se trata de aportar los datos esenciales con la concisión y precisión necesarias en orden a la comprensión del mensaje. La estructura de la noticia, según el esquema habitual de Carl N. Warren, es el de una pirámide invertida, ya que el clímax se debe encontrar al principio del texto, como recurso para atraer la atención del lector que ojea los diversos titulares, dejando las cuestiones secundarias para un segundo término y los detalles para el final. Con esta disposición, el público puede en el más corto tiempo posible quedarse con lo sustancial de la noticia, aun sin concluir su lectura.

El reportaje: Es igualmente un género informativo, pero de mayor extensión que la noticia. A diferencia del anterior, va generalmente firmado por el autor, lo que determina que éste pueda impregnarle un estilo más personal, sin que signifique que juzgue lo sucedido y pierda la objetividad. El reportero se ha personado en el lugar de los hechos, ha podido ponderar las repercusiones de los mismos, entrevistar a los protagonistas o a los testigos y captar el ambiente; de esta manera, está en inmejorables condiciones para comunicar al lector lo sucedido, de forma libre y directa. En cuanto a la disposición, el reportaje es similar a la noticia, con un lead de entrada y un cuerpo, aunque la función del primero, más que informativa se reduce a la mera captación del interés del lector.

La crónica: se trata de un género que se puede considerar híbrido, ya que participa a la vez del carácter informativo y del interpretativo, pero con una mayor preponderancia del primero. En él, el autor transmite y conforma las noticias con una fuerte carga de interpretación y valoración particular. Su estructura no es fija ni predeterminada, pero, en ocasiones, no se distingue demasiado de la del reportaje. A diferencia de los reportajes y de las noticias, mucho más puntuales en el espacio y en el tiempo, las crónicas exhiben unas características de continuidad. La unidad a menudo es conferida por el asunto (crónica de sucesos, deportiva, taurina, judicial) por la procedencia nacional o extranjera, o por su cadencia (diaria, semanal, etc.). Dado que la crónica es fundamentalmente temática y, por ello, bastante especializada, su estilo y lenguaje pueden llegar a ser muy particulares.

El artículo de crítica: A pesar de puede ser completamente interpretativo, suele contener, en mayor o menor proporción un determinado tipo de información, por lo que, en definitiva, se trata de un híbrido en el que predomina lo interpretativo. Necesariamente firmados, los artículos de crítica suelen ser especializados y, además, tratar preferentemente temas culturales (teatro, cine, pintura, literatura, etc.), por lo que su estructura es susceptible de grandes cotas de libertad.

3. EL PERIODISMO Y SU IRRUPCIÓN EN LA LITERATURA

3.1. La literatura del siglo XIX: simbiosis entre periodismo y literatura

A mediados del siglo XIX se produce en España el nacimiento de una literatura costumbrista, definida como la descripción de los usos y costumbres de un país, la cual partía de la observación y el retrato de las clases populares cuyos usos se perdían por el constante crecimiento de la burguesía. Este tipo de literatura constituía uno de los elementos más importantes del periodismo del XIX, que pretendía disponer ante el lector un análisis de la sociedad del momento, observando sus desvirtuadas costumbres, afirmando con ello lo necesario del cambio social. En este sentido, se recogen tres tipos de literatura costumbrista que vienen a ser los siguientes:

Tradicional: Su objeto de burla era la clase alta por ridículos sus excesos en el vestir.

Pura: Mira con gozo y satisfacción el modo de comportarse y ser del pueblo español. Para esta perspectiva idealizante lo castizo es hermoso.

De crítica política: Sus textos eran anónimos o se escribieron en los pocos momentos en los que hubo libertad de expresión en el XIX.

3.2. Periodismo y literatura: estado actual de la cuestión

El periodismo es una forma de expresión literaria estrechamente conectada con los orígenes de la modernidad, y con su espíritu crítico y la consagración de las libertades individuales. La inserción del periodismo en la creación literaria es un fenómeno que se ha dado en todas las literaturas modernas: así, como ejemplo, en la literatura francesa, Balzac hizo una sátira terrible del periodismo en el ciclo novelesco de Las ilusiones perdidas, en la que hablaba de los abusos de la prensa y de las deformaciones de la profesión, que ya se presentaban con rasgos bastantes semejantes a los de hoy. No obstante, él mismo cultiva este género, junto a otros escritores como Albert Camus, Ernest Hemingway o George Orwell.

Ahora bien, esa vertiente de la escritura periodística y testimonial es más fuerte y decisiva en el mundo hispano. Así pues, la escritura en la prensa de la Generación española del 98 era una manifestación peninsular de actitudes asimiladas hacía tiempo en la América Latina. Unamuno conocía a la perfección el ensayismo periodístico de Sarmiento y Rodó, y Pío Baroja, en sus memorias, retrata hasta la saciedad con humor e ironía una rica galería de escritores-periodistas de España y América que pululaban por el París y Madrid de comienzos de siglo.

La historia del periodismo y la literatura nos demuestra que entre ambos ha existido y existe una mutua influencia. El hecho de que muchos escritores hayan devenido en periodistas, y periodistas en escritores constituye un buen ejemplo. Para no pocos literatos, el periodismo ha sido un taller que los preparó en la disciplina, la rapidez y el manejo del lenguaje, y ha sido también una inagotable fuente de historias. Un ejemplo de lo difícil que puede ser marcar los límites del periodismo frente a la literatura es el Nuevo Periodismo Norteamericano, que, según Tom Wolfe, uno de sus ilustres representantes, “consistía en ofrecer una descripción objetiva, completa, más algo que los lectores siempre tenían que buscar en las novelas o en los relatos cortos: la vida subjetiva o emocional de los personajes”. Y como muestra está A sangre fría de Truman Capote, novela, que es a la vez un gran reportaje, y cuenta las causas, consecuencias, circunstancias y procedimientos de cuatro asesinatos ocurridos en Holcomb, un pequeño pueblo de Kansas, en 1959. El mérito del novelista-periodista está en que no sólo reflejó la “realidad tal cual, sino, además, en que usó las técnicas novelísticas”.