Tema 61 – La renovación de la lírica española : final del siglo XIX y principios del XX.

Tema 61 – La renovación de la lírica española : final del siglo XIX y principios del XX.

  1. EL MOMENTO LITERARIO

En el tránsito del siglo XIX al XX se produjo en nuestro país un despertar de la cultura que se reveló más potente y fructífero en el campo poético; nunca se había publicado un número tan elevado de revistas poéticas, en las que coexistían las creaciones con los programas y aún manifiestos literarios. El afán de renovación supuso la mezcla de las tendencias más opuestas, siempre a la búsqueda de una nueva forma para expresar el lirismo de un modo adecuado para la época. Así se produjo la convivencia del modernismo, con su propia superación, lograda por Juan Ramón Jiménez, con las vanguardias iconoclastas, con el neopopularismo y el folklorismo, con el gongorismo virtuosista, con el neorromanticismo, etc.

En este fenómeno el Modernismo tuvo una importancia capital: prepara el camino a los gustos que cristalizarán en las tendencias posteriores y postula el distanciamiento de la realidad, la rebeldía y la vuelta a los mitos clásicos, a las leyendas medievales, a las reconstrucciones románticas, a la importancia de la naturaleza como fuente de inspiración, a la recreación de lo exótico y a la búsqueda de lo bello. La realidad queda supeditada por el culto al goce sensual, a lo sugerente y hermoso y a la perfección formal.

Hacia 1880 surge en Hispanoamérica el Modernismo, movimiento literario que se crea como respuesta al positivismo y representa la crítica al empirismo y el cientificismo positivista. El Modernismo consistió en la continuación y la superación del Romanticismo, modulada por los influjos parnasianos y simbolistas. La herencia romántica se manifiesta en el interés por liberar el verso de sus ataduras y convenciones, el subjetivismo transformador, el ansia de libertad y la actitud de protesta ante lo vulgar, la necesidad gratificadora de la evasión, la transformación del pesimismo en melancolía, la idealización del pasado y la peculiaridad de lo erótico. Los modernistas postularon el predominio de la pasión sobre la razón, de la sensación sobre la lógica, de lo misterioso, lo onírico, sobrenatural y legendario, por encima de la pura realidad, impulsando un tipo de poesía que rinde culto a lo original y a lo subjetivo.

En nuestro país, a fines de siglo, existe una sensación general de fatiga y de estado de decrepitud, de modo que la tierra está abonada para la germinación de los nuevos movimientos. Aparece un espíritu integrador que configura lo que se ha dado en llamar 98 y Modernismo, asimilándose así, según Díaz Plaja, las dos tendencias, una de carácter ético que se basa en el regreso a la integridad, en una concepción didáctica y austera del arte, entendido como instrumento de mejora de la humanidad, y otra de carácter estético, dirigida hacia la obtención de un arte progresivamente más complejo, refinado y orientado hacia la sensación.

Las características del lenguaje modernista serán el retoricismo, la creación de una lengua al servicio de la belleza, el enriquecimiento musical del idioma, hacia una expresión personal con la utilización de un lenguaje minoritario. Para los modernistas son dos los guías espirituales: Poe y Baudelaire. De Poe toman la brevedad del poema, la eliminación de todo su didactismo, la aspiración a la belleza por un anhelo natural que le empuja a la eternidad, la necesidad de la música y del ritmo para crear belleza y elevarse a lo supraterrestre, la utilización de la melancolía como el más legítimo de los tonos poéticos, y el ritornello, refrán o estribillo, como recurso eficaz, la experimentación en la métrica y la preocupación por la intensidad poética.

  1. ANTECEDENTES

Se considera el segundo viaje a España de Rubén Darío (1899) como el hito que cambia el signo poético y literario de nuestro país, pero aunque el influjo de la nueva poesía hispanoamericana es indudable, también contribuyó a la renovación estética de la lírica el propio desarrollo de la poesía española del siglo XIX: las primeras traducciones de Heine contribuyeron a crear un ambiente propicio para la figura más gigantesca y característica, G. A. Bécquer, autor de las Rimas. En esta obra se habrán de inspirar los futuros modernista, al menos en su temática, en el tono sentimental y en la elaboración de un nuevo concepto de poesía. El propio Juan Ramón afirma que con Bécquer empieza en España y en Hispanoamérica la poesía moderna (…) y la modernista.

La transformación poética así iniciada fue cristalizando a través de los poetas considerados como verdaderos precursores del Modernismo, entre los que podemos destacar los siguientes:

· Ricardo Gil: publicó su primer poemario a los treinta años (De los quince a los treinta) en el que se perciben los influjos de Zorilla, Campoamor y Bécquer, pero cuyo verdadero mérito y originalidad consiste en la utilización de una gama rica y variada de metros que según Clarín logró la revolución rítmica que tanto necesitábamos. En su segunda obra, La caja de música, resulta aún más patente el afán de renovación unido a una mayor madurez poética.

· Manuel Reina: aunque se inició dentro de la más pura tradición romántica (Andantes y Alegros, Cromos y Acuarelas) fue un poeta colorista, brillante, idealista, dotado de inspiración fantasiosa y sensual y escritor de poemas de una gran perfección rítmica. Destaca su constante interés por la belleza de las formas y por el tratamiento sereno y luminoso que hizo de los clásicos. En su madurez publicó La vida inquieta, Poemas paganos, Rayo de sol, El jardín de los poetas, su obra más modernista, y ya póstumamente Robles de la selva sagrada. Reina influyó en poetas como Darío y Juan Ramón con su criterio de lo poético, la renovación métrica de sus versos y por la interrelación que establece entre literatura, música y las otras artes plásticas.

· Salvador Rueda: fue, junto con Reina, el artífice más importante de la reforma de la poesía española a fines de siglo. Su poética combina a la perfección el ritmo y la musicalidad, dotando a sus obras de una armonía integral y una construcción plástica perfectas. Sus vastos conocimientos métricos fueron expuestos en El ritmo. Su obra poética contiene un universo renovador e innovador de metros, formas y combinaciones flexibles, de uso común después entre los modernistas: Destaca su modificación del soneto, la utilización profusa del dodecasílabo ternario, polirrítmico y de seguidilla, las modalidades del hexámetro clásico, la formación de un hexadecasílabo compuesto por la unión de dos octosílabos, etc. Unió a todo este alarde técnico una fantasía desbordante, un colorismo y una sensualidad andaluza que le condujo al claro erotismo del Himno a la carne o de Flora, al panteísmo de Cantos de vendimia o al clasicismo de Bacanal, pasando por el exotismo oriental y el mundo gótico.

  1. EL TRIUNFO DEL MODERNISMO

A raíz de la segunda estancia de Darío en España se encauza el nuevo movimiento poético y la lírica modernista se alza triunfante entre 1899 y 1905 gracias a la consagración de unos poetas jóvenes como Villaespesa, J. R. Jiménez, los Machado, Valle-Inclán, Martínez Sierra, Marquina, etc. Los límites cronológicos para la desaparición del movimiento son más difíciles de delimitar. F. de Onís marca los años 1882 – 1932 como los de inicio y fin.

· En 1897 Villaespesa publica en la revista Germinal los versos paradigmáticos del movimiento renovador: me encerraré en la torre de mi orgullo / y entre sus ruinas moriré aplastado. En su primer libro, Intimidades, no solamente mostraba las tendencias ya esbozadas por Reina y Rueda, sino que apuntaba la brillantez del Modernismo de Rubén. Con prólogo de Rueda publica Luchas, en el que palpita una clara ruptura que culminará en La copa del rey Thule primera de sus obras claramente modernistas y bajo el influjo de Rubén Darío a quien conoció y con quien entabló una profunda amistad. Entre su extensa obra podemos mencionar La musa enferma, El alto de los bohemios, El libro de Job, El jardín de las quimeras, Las horas que pasan, Los nocturnos del Generalife, etc.

· Manuel Machado fue el primer hijo de Ana Ruiz y Antonio Machado Álvarez. En 1833 los Machado se trasladan de Sevilla a Madrid y su hijo estudia en la Institución Libre de Enseñanza; a la muerte de su padre regresa a Sevilla donde termina sus estudios de Bachillerato y su carrera universitaria. Vuelve a la Corte con dos libros publicados de poca importancia (Tristes y alegres y Etcétera). Se dedica intensamente a la bohemia, con interminables tertulias literarias en Fornos, noches de alcohol y lances amorosos, pasión por los toros y el género chico, y con trabajos esporádicos con los que sostenerse, como su colaboración en el Diccionario de Benot. Viaja a París y entra en contacto con el mundo literario francés, donde prosigue con sus borracheras esta vez con la grata compañía de Rubén Darío y Amado Nervo. Lee a los simbolistas, los parnasianos, los decadentistas y sobre todo a Verlaine. De allí proceden los poemas reunidos y publicados en Alma, a su regreso a Madrid para convertirse en un luchador a favor de la renovación poética. Publica Caprichos, Fiesta nacional, El mal poema. Se hace archivero y bibliotecario al tiempo que trabaja como columnista en El liberal y La libertad. Publica Apolo, Cante Hondo, Canciones y Dedicatorias, Sevilla y otros poemas, Ars moriendi, y en 1917 la Residencia de estudiantes le edita sus Poesías Completas. Su reconocimiento literario ha estado influido por su particular trayectoria política, que partiendo del liberalismo termina al servicio del bando nacionalista, tal vez a causa de las circunstancias y el estallido de la guerra.

· Ramón María del Valle–Inclán tenía más de 41 años y grandes novelas y obras dramáticas cuando publicó su primera obra poética, Aromas de leyenda; más tarde aparecerán La pipa de Kif y El pasajero, sin contar la amplia lista de obras dramáticas en verso que escribió. Aromas de leyenda es una obra modernista, de estética simbolista, que reconstruye el mundo idealizado de belleza y misterio de Galicia y en la que se mezcla la religiosidad de los poemas marianos con la alegría sensual de los de temática campesina. Su métrica se basa en dodecasílabos, alejandrinos, eneasílabos y heptasílabos con una disposición muy particular. En La pipa de Kif se produce la rotura con el Modernismo para acercarse al 98 con una preocupación moral e intelectual, que permanecerá luego en El pasajero.

· Eduardo Marquina: su primer libro de poemas, Odas (1900), exhibe un marcado carácter parnasiano y modernista. Posteriores son Las vendimias, El vendimión, Elegías. Más tarde realiza su tránsito de poeta intimista a poeta civil y político, cantor de las tierras y la historia de España desde la óptica de lo tradicional. (Canciones del momento y Tierras de España)

· Emilio Carrere: se le conoce como el poeta de la mala vida y del culto al suicidio, aunque también cultivó los temas madrileños en una gama notable de tonalidades. Su producción es copiosa, destacan El caballero de la muerte, Del amor, del dolor y del misterio, Nocturnos de otoño, Los jardines de la noche, La copa de Verlaine, Pandereta de España, etc.

· Gregorio Martínez Sierra: participó en los momentos más gloriosos del movimiento modernista, como fundador de revistas del tipo Vida Nueva, Helios, Renacimiento; fue amigo personal de Juan Ramón Jiménez. Entre su obra común, se hallan libros de poesía en prosa (El poema del trabajo y Diálogos fantásticos) y La casa de la Primavera, obra plena de sentimientos y ensoñaciones.

· Ramón Pérez de Ayala: fue siempre un poeta muy personal, a medio camino entre el novecentismo y el noventayochismo. A pesar de contar entre los fundadores de Helios, pronto disiente del Modernismo en lo que se refiere a la artificiosidad y la simple reiteración de métricas nuevas. Sufrió una lenta evolución hacia un subjetivismo intelectualista, sobrio y de carácter narrativo, bajo la influencia de la lírica inglesa, los simbolistas y las concepciones juanramonianas. Publicó La paz del sendero, El sendero innumerable, El sendero andante y El sendero ardiente, obras en las que considera la vida como camino y los 4 elementos jónicos (aire, agua, tierra y fuego) como punto de referencia de las posibilidades de cada uno en su constante itinerario.

  1. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (Moguer 1881 – Puerto Rico 1958)

Renovador profundo de la poética a través de su impronta personal, condujo la superación del Modernismo por el camino del Simbolismo, el Neopopularismo y la poesía pura y metafísica. Con su constancia temática (Belleza, Amor, Poesía, Eternidad y Dios) y su exquisito lirismo, llegó a tener tal importancia en vida que se convirtió en maestro indiscutible de su tiempo. Dotado de un afán perfeccionista, pulió hasta lo indecible su propia obra y se constituyó en responsable de la elegancia y cuidado editorial de las revistas que dirigió. Considera su labor como Obra en marcha, en perpetuo proceso de depuración, y resultado de ello es que al morir dejara la revisión total de su poesía, que se editó en 1978 bajo el nombre de Leyenda.

Sus primeros poemas juveniles fueron publicados en periódicos de Huelva, Sevilla, Córdoba, Barcelona y Madrid, iniciándose lo que se ha dado en llamar su primera ETAPA SENSITIVA.

Reclamado por Villaespesa y Rubén se trasladó a Madrid en 1900, llevando consigo Niebla. Este libro, escindido en dos, Ninfeas y Almas de violeta, se publica en ese mismo año, coincidiendo con la muerte de su padre, fecha en la que adquiere el terror incontrolable hacia la muerte súbita que le acompañará toda la vida y que le hará vivir, incluso en el exilio, en inmediata proximidad a clínicas y hospitales (la muerte de mi padre inundó mi alma de una preocupación sombría).

Durante una convalecencia aconsejada por el doctor Simarro, en el Sanatorio de Castel d´Andorte (Francia) escribe Rimas, libro más profundo de raíces populares, dedicado a su padre. Aquí, a través de lecturas de Verlaine, Rimbaud, Mallarmé, Baudelaire y otros, se alejó de Rubén y evolucionó hacia una poesía nueva, natural y sobrenatural, profundamente española, indagación poética en el Amor y la Muerte.

Su siguiente obra Arias Tristes le conduce a su primera plenitud bajo las influencias de Verlaine, Bécquer, Rubén, Augusto Ferrán, El Romancero y la copla andaluza. El libro tiene influencias románticas, rubendarianas, modernistas y simbolistas. El sentimentalismo y la admiración por la Naturaleza y el orden, junto con la importancia de la música, se mantienen en Jardines lejanos y en Pastorales; las tres comienzan con la trascripción de obras de Schubert, Gluck y Schuman respectivamente.

Entre 1906 y 1911 va publicando Baladas de primavera, Elegías, Las hojas verdes y La Soledad sonora, que incrementan el lirismo, el culto a la belleza natural, el fervor amoroso, la melancolía y todos los temas modernistas. Dedicado a Gómez de la Serna escribe Poemas mágicos y dolientes, con una reiteración temática y una inspiración directa en los pintores impresionistas y en el simbolismo francés. En Melancolía escribe con una técnica pictórica susceptible de captar el momento, el gesto, el color.

En estos años, en los que ya se manifiesta su convicción de que la Obra es algo cambiante, aprende alemán e inglés bajo la tutela de Cossío y Giner, lee a Nietzsche y Schopenhauer y escribe sus Primeras prosas. A finales de 1911, tras seis años en Moguer, se traslada a la Residencia de Estudiantes, donde conoce a la que será su esposa, Zenobia Camprubí, mujer inteligente y emprendedora, fundamental para su vida y su obra. Los Sonetos espirituales, dan fin, para algunos, a esta primera época, mientras que la aparición de Estío en 1916 señala su entrada en una nueva etapa.

Se casa con Zenobia y realizan un viaje de tres meses por los Estados Unidos, donde había residido y se había educado su mujer. Compone Diario de un poeta recién casado, del que dijo el propio poeta que se lo trajeron unidos el amor, el mar, el alto cielo, el verso libre, las Américas distintas y cuyas repercusiones fueron tantas que según él la mitad de la poesía moderna en España viene del Diario, y que consiste en volver a recrear por medio de las palabras la sensación vivida.

Hasta 1936 se extiende su ETAPA INTELECTUAL. Es este período, nacido de su anhelo creciente de totalidad, de su evolución consciente fuera de escuelas y tendencias, época fecunda y creadora, del poeta aislado y encerrado en su egocentrismo. Pasa el tiempo puliendo su obra, mientras publica libros de gran madurez (Eternidades, Piedra y cielo, Poesía y Belleza) con los temas de la Naturaleza, la Muerte, la Creación poética y la propia Poesía, en los que intenta destemporalizarla para lograr eternizarla. Cuando publica Eternidades queda clara la insuficiencia del esteticismo ornamental y exterior, que trueca por algo mucho más interno.

Prepara su Segunda Antología poética y su actividad febril le conduce a fundar diversos cuadernos y revistas (Índice, Ley, Obra en marcha, Sucesión, Presente…) En esta segunda etapa procura la justeza de las palabras y la exactitud en la expresión, para interiorizar el mundo, ya que la realidad solamente existe en tanto que es nombrada, pensada y expresada. A través de la palabra busca una confusión totalizadora entre el poeta, su poesía y todo lo demás. La culminación de esta etapa se logra con Estación total con las canciones de la nueva luz, poesía pura en su magia verbal de expresión sencilla y exacta, celebración de la fusión total con la Naturaleza, la Poesía y la Eternidad, alejada ya del espíritu enfermizo de la primera época y donde aparece de nuevo el simbolismo de la rosa / mujer, de la rosa / carne amada de la mujer.

Un mes antes de la Guerra Civil escribe una conferencia poética, Política poética, para la Residencia y manifiesta su simpatía por la República.

Al estallar la contienda Azaña le ofrece un cargo diplomático, pero el poeta sólo acepta el nombramiento honorario como agregado cultural en Washington. El escritor da principio a su tercera ETAPA SUFICIENTE al partir de España, donde ya no volvería. Durante su estancia en Estados Unidos y en Puerto Rico se agrava su neurosis y requiere tratamiento y diversas hospitalizaciones. Tuvo tiempo, sin embargo, de dictar cursos y conferencias, colaborar en revistas y participar en la difusión de la poesía española. En El Modernismo. Notas de un curso (1953) expone su posición personal frente al movimiento con el que nació a las letras. Progresivamente (Dios deseado y deseante y Animal de fondo) su poesía se hace más espiritual, íntima y simbólica, más mística, como contestación constante del poeta a su conciencia. Un caso especial es el de Espacio, escrita cuando salió casi resucitado del Hospital de la Universidad de Miami en 1943 y embargado de una inspiración incontenible. En 1956 recibe el Premio Nobel de Literatura

  1. ANTONIO MACHADO ( Sevilla 1875 – Colliure 1939 )

La trayectoria del poeta manifiesta cierta evolución que tenderá hacia el simbolismo y se impregnará del espíritu de las vanguardias dentro de su estricto prisma personal. La poética machadiana es siempre una dialéctica entre Yo – Poesía – Lo otro, capaz de generar tanto poemas intimistas (con la supremacía del Yo) como piezas del compromiso social (donde prepondera Lo otro).

Se forma junto con su hermano Manuel en la Institución Libre de Enseñanza, viaja a París, tiene a Rubén como maestro, a Villaespesa como amigo y participa también de la bohemia madrileña.

Se licencia de Filosofía y Letras ante un tribunal, ente cuyos miembros se encuentra Ortega y Gasset, y publica sus primeros artículos en La Caricatura.

Son hitos importantes de su vida sus dos viajes a Francia en 1899 y en 1902 (aparte del que hizo con su esposa Leonor y del definitivo en 1939). En 1903 publica Soledades, en el que pesa la huella romántica y campoamoriana y donde se advierten ya algunos de los temas que van a constituir su universo poético: la fuente, la melancolía, el laberinto, el sueño, el misterio… En una edición posterior, con el nombre de Soledades, galerías y otros poemas, deja tan solo 29 de los 42 poemas iniciales y añade 66 nuevos, en los que afloran las líneas que lo conducirán a lo folklórico, lo narrativo, y lo descriptivo que caracterizarán su obra posterior. El poeta explora las galerías del alma y convierte la creación literaria en un instrumento de conocimiento de algo que aparece misterioso y que no es más que la búsqueda de uno mismo en el tiempo, en el amor, en la muerte, en el sueño o en un Dios nebuloso. Se trata de una obra madura, personal, diferente a la de los poetas de su generación, y, a pesar de su lenguaje modernista, relacionada con la más importante tradición poética española: el Romancero, la poesía popular, Rosalía, Bécquer, al tiempo que con elementos franceses, particularmente de Ronsard. En Soledades se reiteran los viejos símbolos del artista, la mayor parte acuosos: la fuente para el pasado, el río, la noria o el reloj para el presente, el mar, la muerte o la nada para el futuro. Junto a ellos surgen otros nuevos, algunos ligados al camino interior: las galerías, el espejo, el laberinto, el sol, la luna, la primavera, el humo el fuego, el jardín, la hiedra…

En 1907 tras ganar unas oposiciones a Cátedra de Francés, se aposenta como profesor en Soria y conoce a la que será su esposa – niña y musa, Leonor Izquierdo, con la que se casa cuando ella cumple los quince años. Con Leonor hace un viaje a París y asiste a los cursos de filosofía de Bergson. Su estancia en Francia es breve puesto que se le diagnostica una tuberculosis a su mujer y deben regresar a Soria en busca de un clima mejor; a pesar de ello Leonor muere en 1912, siendo enterrada en el cementerio del Espino.

El lustro transcurrido en Soria será decisivo para el descubrimiento de Castilla. Al principio el poeta responde con agrado al nuevo paisaje, después condiciona el raquitismo espiritual de sus habitantes a la sequedad y aspereza de la tierra y finalmente llega a la tercera visión, más perdurable, de la tierra humilde y pobre con la que se identifica sentimentalmente. El nuevo escenario y el presentimiento de la cercana muerte de su esposa, determinan que Campos de Castilla sea un libro de poemas muy distinto a Soledades, del que significa un desarrollo superador y que contiene los versos más conocidos del poeta. La métrica es también diferente, dominando el octosílabo y añadiendo a la silva el romance, la soleá y otras estrofas populares. En esta obra se denota el espíritu noventayochista en su rechazo de la España de charanga y pandereta, como en la espiritualización del paisaje, con la confianza en la juventud y la actitud crítica de muchas poesías. Los versos acerca de la muerte de su esposa, magistralmente contenidos, muestran una emoción y sentimiento desbordados, llenos de imágenes sugerentes y de inquietud religiosa dramática y agónica. Se traslada a Baeza donde residirá hasta 1919 y cambia el paisaje castellano por el andaluz, lejos de lo que creía de su infancia sevillana y que quizá deseaba recuperar. En Baeza sigue evocando el antiguo paisaje y a Leonor (No ves, Leonor, los álamos del río…)

En 1919 se traslada a Segovia donde asiste al advenimiento de la Dictadura de Primo de Rivera y la proclamación de la República en 1931, así como en el terreno personal, al enamoramiento del Guiomar. En 1924 publica Nuevas canciones donde se incluyen además los Proverbios y Cantares. Se trata de una poesía más clasicista, utiliza la copla y otros elementos del cante jondo, influido por los estudios folklóricos paternos, así como recursos de la canción tradicional. Son coplas amargas, desoladas, en las que la vida queda reducida a transcurrir y en las que Dios solamente es un sueño; donde España ora y bosteza, es un grito sentencioso y moral.

En un último período periodo escribe Reflexiones sobre la lírica, donde nos lega su poética personal y su concepción temporal de la lírica. La poética machadiana es palabra esencial en el tiempo. Sus concepciones líricas requieren hacerse con una tradición propia e inventada, para lo cual es necesaria la creación de poetas que pudieron haber existido, como la figura de Abel Martín, Juan de Mairena o Jorge Meneses. En 1931 publica Recuerdos de fiebre, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo que constituye una de las cumbres del pensamiento español antes del conflicto. Con posterioridad Mairena logra continuidad en la revista Hora de España y ya casi finalizada la contienda, en las páginas de La Vanguardia, bajo el título Las notas inactuales, a la manera de Juan de Mairena. Durante la guerra escribe ya muy poco y su poesía se compromete con la causa republicana. Uno de sus mejores poemas, publicado en Homenaje (1937), es el que dedica a la desdichada muerte de Federico. En busca del mar y del levante español por su maltrecha salud se instala en Valencia, de donde pasó a Barcelona, y a través de los Pirineos franquea la frontera francesa, junto a su madre y a miles de exiliados republicanos, empujado por el avance de las tropas, para llegar a un hotel de Colliure, donde murió al poco tiempo.

6. CONCLUSIÓN

La renovación lírica que tuvo lugar a finales del siglo XIX es demasiado compleja y no es posible reducirla a unas líneas. Las innovaciones se inician en el Modernismo, que libera a la lírica del encorsetamiento y llena los versos de musicalidad y nuevas metáforas. Del modernismo salen las dos figuras más importantes de la renovación, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, ambos aportan sus hallazgos a las futuras generaciones.

Los Movimientos de vanguardia liberan definitivamente las formas líricas y abren nuevos caminos de indagación lírica. Son movimientos más definitorios por lo que abren que por lo que destruyen. Del surrealismo, más que de otros, se va nutrir la futura lírica.

En el momento inicial de la Generación del 27, con sus débitos absolutos a la Vanguardia, se centra el momento culminante de esta línea continua de renovación. La atmósfera literaria de este momento sólo halla semejanza con el siglo de oro, de ahí que se haya acuñado el término “Edad de plata”.

Desgraciadamente, la guerra civil vino a frustrar este recorrido y, a su fin, los derroteros de la lírica cambiaron.