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Ampliación Tema 2 Parte 5

Estrategias de ejecución:

Se encargan de recuperar la información guardada en la memoria y de su aplicación con algún fin.

Se destacan cuatro aspectos:

1) Recuperación y uso de la información específica.

2) Generalización o transferencia de información o habilidades a nuevas situaciones.

3) Identificación, representación y resolución de problemas.

4) Desarrollo y aplicación de la creatividad en las respuestas.

La diferencia según los autores es que pueden ser vistas unas como estrategias de entrada y otras como estrategias de salida.

*Enfoque basado en las teorías metacognitivas (Flavell).

Algunos autores han relacionado las estrategias con la metacognición, el llamado “aprender a aprender”, es decir, el grado de consciencia que tiene la persona con respecto a su pensamiento.

La cognición se refiere al conocimiento adquirido por la persona y la metacognición al control deliberado y consciente que se tiene sobre el conocimiento; o sea, cuál es su forma de pensar y cómo se hace.

La metacognición se comenzó a trabajar en el campo de la memoria, actualmente se investiga en el área de la comunicación y la comprensión lectora y la atención, entre otras.

Se le atribuye el mérito a Flavell (1970), pionero en el estudio de la metacognición dentro de la teoría cognitiva.

Su aplicación a la enseñanza comenzó con los trabajos de Brown y De Loache (1978).

Para Brown las estrategias metacognitivas suponen que el estudiante sea consciente de sus motivos e intenciones, de sus propias capacidades cognoscitivas y de las demandas de las tareas docentes y que sean capaces de controlar sus recursos y regular la actuación posterior (Ellis, 1970).

Para Betancourt y Butterfield (1977) la metacognición y las estrategias estarían en el corazón del pensamiento inteligente porque conocer los procesos es poder predecir las propias capacidades; qué estrategias funcionan mejor en determinadas situaciones y los beneficios de la distribución eficiente.

Para otros autores, las estrategias metacognitivas tienen tres funciones básicas:

1. Planificación: tomar consciencia de la tarea o problema, asegurarse de que entiende lo que se espera de él. Darse cuenta de sí la información ya aprendida es la requerida para el problema y qué información aún no conoce. Después debe conocer los objetivos para medir su progreso y también decidir acerca de la estrategia específica que desea utilizar.

2. Supervisión: el sujeto debe preguntar sobre su progreso o retroceso.

3. Evaluación: análisis consciente post hoc del éxito o del fracaso.

Por lo tanto la función de la metacognición es informar, regular las rutinas y estrategias cognitivas.

En los estudios realizados se enfatiza en la importancia de enseñar estrategias metacognitivas debido a que existen evidencias significativas de que pueden facilitar el proceso de aprendizaje, tienen posibilidades de generalización de un campo a otro, son orientadoras hacia el empleo futuro de la información e implica mucho más participación del alumno en su aprendizaje.

Antoniejevic y Chadwick (1982) consideran que existen tres maneras de desarrollar este tipo de estrategias:

1. Por medio de la enseñanza directa.

2. Por reforzamiento del éxito en las actividades.

3. Por vía de la modelación.

La primera consiste en enseñar los elementos críticos en relación a la búsqueda de información; la segunda es menos factible dado que la misma es un proceso interno, no un resultado, por lo que resulta difícil reforzarlo. La tercera requiere que el educador muestre una actividad o conducta específica para el alumno. Flavell da un ejemplo (citado por Antoniejevic y Chadwick, 1982) de un maestro que mientras leía los cuentos intercalaba preguntas como las siguientes: “¿Por qué?, ¿Por qué el oso está enojado con el conejo?”.

Moreno (1989) señala que de acuerdo a la forma en que el educador presente los conocimientos, la cantidad y tipo de información que le ofrezca y los métodos de evaluación que emplee, dependerá, en gran medida, el desarrollo de estrategias metacognitivas, de tal forma que, según esta autora, el no dejar que los alumnos se equivoquen, que reflexionen sobre las razones de sus errores y de sus aciertos, puede desalentar su actividad metacognitiva y producir estilos de aprendizajes superficiales.

También se han realizado estudios sobre estrategias memorísticas. Las primeras sobre estrategias simples como el repaso (repetición de nombres dentro de una lista de artículos para memorizar) en niños de diferentes edades (Verdugo, 1984; Ellis, 1970; De la Mata Benítez, 1993).

La conclusión principal a la que arribó es que los niños de menor edad (menores de 6 años) eran capaces de, cuando se les enseñaba, emplear estrategias como el repaso de información en tareas en las que su uso resultaba valioso para su memorización.

Sin embargo, los niños no utilizaban espontáneamente estas estrategias sin la presencia de una instrucción.

Se han realizado estudios sobre meta memoria y estrategias de aprendizaje. Su precursor es Flavell. En estas investigaciones el niño ha de aprender qué situaciones son las que exigen memorización de aquellas que no la requieren (conocimiento de sensibilización).

El otro conocimiento que se menciona es sobre aspectos concretos de la memoria. Plantea que se pueden distinguir tres tipos de conocimientos metamnémicos importantes para la persona:

1. Referido a las operaciones de memoria propias y de los demás.

2. Aprender que las personas difieren en sus destrezas de memoria.

3. Conocer que las destrezas mnémicas de una persona pueden variar en dependencia de la situación (Flavell, 1970).

Actualmente París y su grupo proponen un concepto de estrategia de memoria con un enfoque cognoscitivo evolutivo basado en el Enfoque Histórico Cultural de Vigotsky. Distinguen entre procesos básicos y superiores, los primeros poco influidos por factores sociales y de conocimiento, los segundos sí.

Las estrategias relacionadas con los procesos superiores.

Para estos autores las estrategias de memoria se definen por la función que sirven dentro de una actividad específica, lo cual conlleva al empleo de una genuina estrategia que exige percepción de un nexo causal entre la ejecución de la acción y la consecución de un objetivo. Para este autor el desarrollo de la estrategia puede discurrir como un proceso de interiorización de estos que son transferidos de un plano interpsicológico a uno intrapsicológico (De la Mata Benítez, 1993).

LECTURAS RECOMENDADAS

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UNIDADES DE INTERVENCIÓN EN LA PRÁCTICA DIARIA

Esta organización en dos bloques de cero a dos años y dos a seis, a su vez, la estudiamos por trimestres. De forma cronológica, por edad, hasta los dos años, y a partir de dos años por trimestre académico. En esta distribución descriptiva intentamos reflejar los objetivos, actividades a realizar, organización de las sesiones y la referencia de valoración para cada fase.

Queremos, dentro de lo posible, describir las acciones motrices que puede llevar el niño en las etapas que dividimos los cero-seis, para dar una visión práctica a la actuación de los padres, o profesores que deben trabajar en estos campos educativos.

1.- Periodo de cero a dos años a/ Cero a tres meses

Los estudios del movimiento en el feto son cada vez de mayor interés, (Cratty 1982, da Fonseca 1986, Kovacs 1991). Es considerada de interés la actividad física, la alimentación, la vida sana que realiza la madre en el periodo de embarazo. A pesar de ello, y manifestándonos partidarios del ejercicio físico de la madre durante el embarazo, vamos a iniciar las unidades de intervención desde la actividad del niño inmerso en el mundo socio-cultural y bio-psico- motriz.

En los primeros meses de vida, los movimientos reflejos marcan la pauta de la actividad motriz. Ciertos órganos del sistema nervioso se estimulan con la propia actividad motriz y crean a su vez la necesidad de movimiento, estableciendo un círculo de necesidad-acción-percepción, base de la maduración del niño. Por esta razón, no podemos omitir los movimientos reflejos, aunque nos limitaremos a nombrar algunos de los muchos que son provocados por posiciones concretas. Así tenemos: reflejo de Moro, tónico cervical de las extremidades, de prensión palmar y plantar, de enderezamiento de la cabeza y el cuerpo, laberíntico de enderezamiento, reacciones de sostén de los brazos y las piernas, reacciones de extensión de los brazos, reflejos de natación, gateo, trepa, reflejo de marcha, etc.

Los movimientos de autonomía propia son muy escasos, pero por ello no dejan de ser interesantes en la observación externa y en la activación de los órganos que intervienen en esos movimientos o actividad compleja en la cual se interrelaciona el movimiento. Situado el niño sobre su espalda, en posición supina, éste mueve sus piernas en un pataleo intempestivo, impulsado por el instinto primario, a nivel de movimientos reflejos. Sus manos tienen un movimiento de corto recorrido y con tendencia a llevarlas a la boca. La cabeza se mueve en giros, sobre el eje longitudinal, con breves grados como buscando la mirada, la comunicación, la solicitud de intervención del adulto sobre su

limitado cuerpo y escasas posibilidades de actuación.

Es un momento en el que las capacidades propias son reducidas pero la actuación se puede incrementar si le asistimos en los movimientos. El apoyo de los adultos significa un estímulo fundamental, básico para su proceso de desarrollo. Por eso, nuestra intervención sobre el niño está en ayudarle con movimientos asistidos. Al intervenir sobre su cuerpo, al movilizar sus segmentos corporales, el niño estimula su sistema cinestésico desde su actuación sensorio motriz; el sistema visual en la mirada hacia quién, o hacia lo que le rodea; el oído, ya que al niño le hablamos, le animamos, le informamos de las cosas sobre las que actuamos; el sentido del tacto, ya que nuestro agarre le lleva a sentir las características y la presión que en las zonas de contacto se produce de manera natural.

La intervención sobre el niño, provoca a la vez, nuevos movimientos intempestivos, que son producto de la emoción. La actuación de asistencia está centrada en movimientos sobre las extremidades tanto inferiores como superiores. El movimiento alternativo de flexión extensión de piernas provoca, normalmente, una situación de gran alegría, con sonrisa de placer y expresión de satisfacción, que nos indica su deseo de continuar la actividad. De esta manifestación deducimos claramente que su estado emocional y físico está en la mejor disposición de aceptación de la actividad ejercitada.

Estas acciones, a la hora de hacer una valoración de ellas debemos aplicarle las variables de: frecuencia, intensidad y duración. No es igual hacerle una vez al día, durante treinta segundos, aunque sea una acción con intensidad adecuada, que hacerlo diez veces al día, con una duración de tres minutos.

¿Cuáles serán los objetivos planteados en los tres primeros meses?

Activar los órganos que tienen funciones motrices para desarrollar en ellos nuevos impulsos de movimiento.

Provocar conexiones socio-afectivas a través de la intervención niño-adulto.

Desarrollar las capacidades orgánicas oportunas para llevar una progresión funcional tanto fisiológica como neurológica.

Actividades propias de los cero a los tres meses

Sobre esta visión de los objetivos, proponemos activar al niño en sus primeros meses, además de lo espontáneo con las siguientes actividades:

Paseos por la casa llevado en buena posición de visibilidad

Movimientos asistidos (con nuestras manos), sobre las extremidades del bebé:

– Extensión de brazos: en separación y en elevación.

Extensión de piernas: de forma simultánea y alterna.

Juntar manos en el pecho y separarlas.

Juntar mano y pie derechos.

Juntar la mano y pie izquierdo.

Juntar mano izquierda y pie derecho.

Desde la posición de tendido en el suelo con el vientre apoyado, presentarle delante de la cara algún juguete para que vaya extendiendo los brazos.

Presentarle objetos luminosos a un lado y otro de la cara para que los busque con su mirada

Ponerle objetos diversos en la mano para provocar su reflejo de prensión palmar.

Girar con él teniéndole en brazos.

Provocación de movimientos de pataleo a la hora del baño y en los cambios de ropa.

Partiendo del reflejo de prensión, ponerle los pulgares del adulto en sus manos, para que los presione, a la vez que le elevamos ligeramente.

Dar oportunidades diversas de actuación.

Todos estos movimientos deben provocar manifestaciones de agrado con muestras de placer.

Cómo organizar las sesiones de trabajo

La frecuencia que proponemos es de tres sesiones por día, realizadas generalmente antes de las comidas (también pueden ser cuatro veces, y podrá aumentar si se estima necesario), la duración cinco minutos por sesión, y la intensidad deberá hacerse con la consideración de un niño de unos meses, pero siempre con naturalidad y sin miedo. La sesión de baño ha de ser recreativa y con movimientos provocados por la relación niño-adulto. El grado de afectividad y la conexión entre el adulto (padre o madre) tienen un alto valor de socialización.

Hay un debate sin resolver referido a la posición del niño acostado; incluso podría diferenciarse entre el estado de dormido o despierto. Si lo analizamos desde el criterio del desarrollo motriz, es claro que para que maduren sus estructuras neurológicas, en mejor medida, ha de estar en posición prona (vientre apoyado en el suelo). Desde esta postura natural, activa la musculatura de sus brazos, músculos sub-occipitales y músculos de la espalda, para

colocarse en posición expectante y captar lo que le rodea. En esta posición se encuentra en condiciones de reptar y posteriormente gatear, funciones

motrices de gran importancia en el desarrollo del niño.

Valoración a realizar a los tres meses

La valoración estará fundamentada en la observación de su manifestación expresiva. El niño expresa su satisfacción o enfado por aquellas acciones que le hacemos. El niño levanta su cabeza y siente curiosidad por las cosas que le rodean. En los movimientos asistidos manifiesta satisfacciÛn y responde con movimientos reflejos intempestivos. En cualquier caso su experiencia y su expresión deberá ser placentera.

b/ Tres a seis meses

Una de las situaciones mas favorables para el desarrollo natural del niño es la de ponerlo en el suelo para que se active de forma libre e intuitiva. El periodo de tres a seis meses marca la fase inicial de la reptación. También desaparece el reflejo prensil y se acentúa el coger-soltar. Los niños deben utilizar el suelo para su desarrollo, esta situación les estimula, motiva al desplazamiento y ofrece oportunidades para activarse. Solamente hemos de tener en cuenta que el suelo esté limpio, liso, y cálido, para que no coja infecciones, no se haga daño, y no se enfríe.

En esta etapa jugamos entre la oportunidad que le damos al niño para moverse, la provocación para activar su conducta hacia el movimiento, y la estimulación por acciones que realizamos conjuntamente.

El movimiento de control de la cabeza y utilización del arco visual queda reflejado desde la posición de tendido prono (sobre el pecho), con los brazos extendidos y la cabeza y pecho despegados del suelo. Los giros para la observación del entorno le llevan a mover su cabeza y ojos hacia el lado de la mirada. Es una acción realizada en la oportunidad del momento, en la situación planteada. Con ello consigue que su musculatura ocular se active en una y otra dirección, que la musculatura de control postural de la cabeza, nuca y cuello se desarrolle de forma activa. Su sistema vestibular realiza la función de información sobre los giros de la cabeza, en este caso sobre un eje longitudinal.

A los cuatro meses, la barbilla la sitúa a una distancia superior a los veinticinco cms. del suelo por encima del apoyo de las manos, y el tiempo de permanencia puede superar los treinta segundos de duración. En esta posición y durante el tiempo indicado realiza a su vez pequeños movimientos de cambio de orientación de la cabeza para mirar a diferentes objetivos. La misma acción se provoca desde la posición sentada que el niño va dominando poco a poco en este periodo.

El movimiento lo repite con cierta continuidad, pero con tiempos más amplios que en meses anteriores. Esta curiosidad por descubrir nuevos conocimientos

lleva implícita la actuación motriz para situarse en el lugar adecuado de observación, lo cual nos justifica que ya estamos ante la conjunción de

funciones que interactúan en la conducta de comportamiento humano.

Desde la posición de tendido supino, los movimientos asistidos le resultan muy gratificantes. Su sonrisa deja bien manifiesta la satisfacción que le produce la intervención del adulto sobre su cuerpo. La relación entre el adulto y el niño es excelente. La comunicación del niño se da por su sonrisa, su mirada de agradecimiento y por la relajación generalizada en la que se encuentra. Está en un estado como si escuchara toda una información agradable y con la cual se recrea. Al dejarle solo sus piernas y brazos se mueven con agitación y manifestación de alegría.

Desde la posición de tendido prono si le ponemos un objeto atrayente, fuera de su alcance, ligeramente delante y a un lado, el niño manifiesta deseo de alcanzarlo; su desplazamiento le permite llegar más lejos y descubrir nuevas cosas. El movimiento es muy ingenioso. Sus piernas y brazos parecen actuar de forma independiente. Las piernas se activan en movimientos alternos. Sus pies y rodillas, puntos de apoyo, tratan de impulsar su cuerpo como si quisiera reptar. Ello provoca un pequeño desplazamiento hacia el lado ideado, o lo que es igual reptar girando y ponerse en posición próxima al lugar deseado. Esto nos permite contemplar que se está incorporando un nuevo movimiento, lo cual implica la incorporación de conocimiento motriz y desarrollo de la inteligencia motriz.

Objetivos para tres-seis meses

En esta fase vamos a remarcar tres bloques diferenciados para los objetivos de la motricidad:

a) Objetivos orientados a desarrollar los órganos vestibulares (sentido del equilibrio),

b) Objetivos propios de la coordinación dinámica general, y

c) Objetivos sobre acciones manipulativas.

Actividades propias de los tres-seis meses

Para conseguir estos objetivos, proponemos activar al niño, además de lo que es habitual y espontáneo, con las siguientes actividades:

Movimientos vestibulares. Órganos del equilibrio:

Hacerle paseos por diversos lugares llevándole en buena posición de visibilidad y cambios de postura. Presentarle las cosas que tenemos delante, hablarle de ellas.

Hacerle giros sobre el eje longitudinal, en la superficie de la cama o en el

suelo con protección de mantas o similares para no hacerle daño. Girar con él teniéndole en brazos.

Nuestra posición: sentados o de pie, tenemos al niño en brazos, en una posición horizontal, le subimos y bajamos como si rodara por nuestro pecho.

Desde la posición anterior, le balanceamos a izquierda y derecha. Corremos con él llevándole en brazos.

Le tomamos con nuestras manos por el cuerpo, debajo de los sobacos, cara a cara con nosotros. Subirle y bajarle por encima de nuestra cabeza en interrelación social y juego de movimientos. A esta edad al niño le gusta desde la posición arriba que le hagan giros y movimientos diversos.

Ponernos tumbados en el suelo o en la cama, con el niño sobre nuestro pecho, cogido con nuestros brazos, hacemos giros a izquierda y derecha a la vez que llevamos al niño en los desplazamientos.

Ponerle en toboganes pequeños para que se deslice

Coordinación dinámica general

Hacerle movimientos asistidos (con nuestras manos), sobre las extremidades del niño, de manera progresiva a como lo hemos planteado en los primeros meses. (Sirve como preparación para la actividad voluntaria)

Movimientos de brazos a la hora del baño.

Provocación de movimientos de pataleo a la hora del baño.

Ponerle en el suelo para que haga reptación a la vez que nos ponemos junto a él en posición similar de reptación y colaboremos en su juego.

Manipulación

Darle objetos para que los agarre y suelte Ponerle migas de pan para que las coja.

Objetos pequeños que sean inofensivos: trozos de fruta etc.

Coger cubos de unos cuatro centímetros de lado, los mira, los suelta.

Cómo organizar las sesiones de trabajo

Si estamos convencidos de lo importante que resulta el trabajo motriz en el niño y su influencia en el desarrollo humano, es conveniente organizar un trabajo que nos lleve a tres sesiones diarias de diez minutos cada sesión.

Primera sesión: por la mañana orientada fundamentalmente al control vestibular (posición y movimientos de la cabeza y tronco). En ella realizamos los ejercicios descritos en movimientos vestibulares y de equilibrio.

Segunda sesión: orientada a mejorar la coordinación motriz, donde le ayudamos con movimientos asistidos y le provocamos la reptación e incluso el gateo. Estas actividades se pueden organizar en planos inclinados donde se facilita la tarea motriz.

Tercera sesión: orientada a la manipulación en la que ponemos objetos de coger, contactar y soltar, a la vez que jugamos en interacción niño y adulto con los objetos.

Las tres sesiones propuestas han de estar enriquecidas permanentemente con acciones espontáneas y habituales que realiza el niño. Todo su hacer es una continuidad, que si está acompañada por el adulto facilita la actuación del niño.

Valoración a realizar en tres-seis meses

La valoración estará fundamentada en la observación de su manifestación expresiva y su control motriz. A los seis meses el niño podrá estar sentado con el cuerpo erguido. En una pista inclinada puede realizar movimientos de reptación, e incluso algunos niños reptan en suelo horizontal. Su flexibilidad le debe permitir llevarse el pie a la boca. Deberá tener movimientos de autonomía en cabeza, cuello, espalda que le permitan controlar la posición de la cabeza para ser un observador constante. Deberá coger y soltar las cosas con las manos en respuesta a la ideación propia. Puede soltar un objeto voluntariamente para coger otro. Puede sentarse solo.

c/ seis a nueve meses:

Este período se caracteriza por la reptación y el inicio del gateo, la incorporación progresiva a la posición bípeda, el agarre de los objetos, su manejo, la suelta voluntaria de las cosas que manipula, (lo que le lleva a diferenciar entre lo que antes tenía pegado, acto reflejo prensil, que ahora lo tiene agarrado) y el inicio al lanzamiento, como movimientos básicos más usuales. Por tanto, seguimos como en el periodo anterior, con vivencias logradas gracias a la oportunidad de vivir en el suelo. El niño que está en el parque difícilmente repta o gatea.

Hemos analizado las primeras acciones motrices para desplazarse por el suelo en forma de arrastre o reptación. El niño que tiene opción de estar por el suelo, en libertad de movimientos (sólo necesita limpieza, suavidad en la superficie de contacto, temperatura adecuada y objetos de manejo sin riesgos) se acciona con la frecuencia necesaria, la intensidad de ideación propia para conseguir nuevos logros. La acción de reptación permite fortalecer sus brazos y accionar también sus piernas. Gracias a esta actitud, adquiere la condición de levantar

la cabeza y el pecho completamente y de mantenerlo en esa posición dirigiendo su actividad de observación acción.

El fortalecimiento de la musculatura de la nuca, cuello, espalda y extensores de los brazos alcanza un estado tal que el tronco puede apoyarse sobre los brazos extendidos, pudiendo mantener y mover la cabeza en forma erecta con gran ángulo de visión. Su instinto primario le lleva a experimentar nuevas posibilidades. El paso siguiente en el avance de la proyección es la colocación de las rodillas debajo del vientre, es decir, la toma de posición cuadrúpeda, a partir de la cual podrá desplazarse en movimientos de gateo.

Objetivos para seis-nueve meses

Los objetivos de la motricidad para esta fase los seguimos manteniendo en los tres bloques diferenciados: objetivos orientados a desarrollar los órganos vestibulares (órganos del equilibrio); objetivos propios de la coordinación dinámica general; y objetivos sobre acciones manipulativas.

Actividades propias de los seis-nueve meses

Movimientos de estimulación vestibular. Órganos del equilibrio:

Hacerle paseos por diversos lugares llevándole en buena posición de visibilidad y cambios de postura. Presentarle las cosas que tenemos delante, hablarle de ellas.

Hacer carreras llevándole en brazos.

Hacer giros sobre sí mismo, llevándole en brazos.

Hacerle giros sobre el eje longitudinal, en la superficie de la cama o en el suelo con protección de mantas o similares para no hacerle daño.

Estamos sentados o de pie, tenemos al niño en brazos, en una posición horizontal, le subimos y bajamos como si rodara por nuestro pecho.

Balanceos a izquierda y derecha, como si le columpiáramos.

Tomarle por el cuerpo y lanzarle al aire para recogerlo a la bajada. Es una actividad que todos los padres la hemos realizado con nuestros hijos y hemos disfrutado conjuntamente.

Ponernos tumbados en el suelo o en la cama, con el niño sobre nuestro pecho, cogido con nuestros brazos, hacemos giros a izquierda y derecha a la vez que llevamos al niño en los desplazamientos.

Ponerle en plano inclinado para que repte o gatee.

Coordinación dinámica general

Los movimientos asistidos tienen menos efecto en esta edad, pero consideramos que mantienen el efecto positivo de estimulación y unión afectiva. (Sirve como preparación para la actividad voluntaria)

Movimientos de brazos a la hora del baño.

Activación de movimientos de pataleo y braceo a la hora del baño. Ponerle en toboganes pequeños para que se deslice .

Pasar de sentado a ponerse de rodillas sentado en los talones.

Ponerle en el suelo para que haga reptación y gateo a la vez que nos ponemos junto a él en posición de gateo y colaboramos en su juego.

Manipulación

Comienza a utilizar la pinza digital. Oposición de los dedos. Ponerle uvas para que intente desgranar.

Ponerle migas de pan para que las coja.

Pasar objetos pequeños de un recipiente a otro.

Objetos pequeños que sean inofensivos: trozos de fruta etc. Coger dos cubos.

Pasar un cubo de una mano a la otra. Vaciar objetos de un recipiente a otro. Pasar páginas de un libro.

Aplaudir.

Estas propuestas de movimiento deben valorarse por las variables enunciadas anteriormente: frecuencia, intensidad y duración de la actividad que deseamos, permitimos, observamos o provocamos.

Intensidad: desplazamiento en metros o centímetros (si el niño tiene pocos meses).

Frecuencia: una, dos o tres veces por día.

La duración de tres a cinco minutos, en caso de propuesta. En caso de espontaneidad será infinitamente superior.

Situación: valoración de la superficie de desplazamiento: lisa, limpia, cálida, facilitadora del movimiento al comienzo, aunque más tarde puede ser más dificultosa.

Cómo organizar las sesiones de trabajo

Al igual que tres-seis meses, los bloques que podemos diferenciar se agrupan en acciones orientadas al equilibrio, a la coordinación dinámica general y a la manipulación. Organizar tres sesiones de trabajo diarias de diez minutos cada una, nos lleva a mantener una línea de ayuda al bebé, no sólo en esos momentos de la sesión, sino en toda lo que representa la comprensión de la maduración neurológica. La distribución del trabajo en las sesiones la haremos igual que en la fase anterior.

Primera sesión: con ejercicios para el desarrollo de sus sistema vestibular.

Segunda sesión: con ejercicios de acción motriz con orientación hacia la reptación.

Tercera sesión: de manipulación con objetos que no sea peligrosos de llevar a la boca; bien objetos grandes de juguetes u objetos pequeños comestibles, como migas de pan, fruta, galletas, etc.

Valoración a realizar en seis-nueve meses

La valoración estará fundamentada en la observación de su solicitud expresiva, su control motriz y su acción motriz. A los nueve meses el niño podrá estar de pie cogido de sus manos por un adulto, o con apoyo en otros objetos. Puede reptar con cierta facilidad. Está en el momento donde puede gatear; si no tiene impulso propio para el gateo se le puede provocar a ello. Deberá coger las cosas con las manos y soltar-lanzar en respuesta a la ideación propia. Deberá utilizar el pulgar y el índice como una pinza para coger objetos a su alcance.

d/ Nueve a doce meses:

Las acciones más interesantes, para el desarrollo del ser humano, son aquellas que de forma voluntaria, e impulsado por el instinto primario de movimiento, realiza el niño en los primeros años de vida. A pesar del valor indudable de la acción espontánea, existe la acción provocada por el adulto, que previa reflexión o sin ella, motiva al niño a moverse, o le mueve en forma asistida. La influencia de la cultura social nos hace sumergirnos en ciertos hábitos sociales con los que a su vez influimos sobre los hábitos del niño.

Si en los primeros meses hemos alimentado la necesidad y los hábitos de movimiento del bebé, a esta edad tendrá una buena capacidad para gatear,

controlar su cabeza y su cuerpo en diferentes posiciones y trabajará con objetos en manipulaciones y lanzamientos.

La unidad de intervención para esta etapa ha de basarse en lo siguiente:

Primero, observar lo que es habitual en la vida del niño, que a su vez está condicionado por la vida familiar.

Segundo, considerar la situación en la que ponemos al niño para darle oportunidad de movimientos variados, frecuentes y con tiempo de intervención.

Tercero estimularle en movimientos que le gustan y disfruta, y que a la vez ayudan al niño a un desarrollo y madurez armónica.

Objetivos para nueve-doce meses

Los objetivos de la motricidad para esta fase los mantenemos sobre los tres bloques diferenciados:

a) Objetivos orientados a desarrollar los órganos vestibulares (sentido del equilibrio);

b) Objetivos propios de la coordinación dinámica general; y

c) Objetivos sobre acciones manipulativas.

Actividades para los nueve-doce meses

Movimientos de estipulaciÛn vestibular: órganos del equilibrio

Lo paseamos sentado en nuestros hombros y agarrado de las manos. Desde la posición anterior, bailamos al son de una canción.

Cogido en brazos, hacemos giros con él provocando un suave efecto centrífugo.

Levantamos al niño por encima de la cabeza y hacemos como si lo lanzáramos suavemente hacia arriba.

Corremos con él llevándole en brazos, en los hombros etc. Corremos con él cuando lo llevamos en la silleta por el paseo.

Rodarle con giros sobre el eje longitudinal por una manta o colchoneta.

Facilitar las situaciones que favorezcan los intentos de equilibrio en bipedestación. El niño para los diez meses puede mantenerse en pie

apoyado a sillas, muebles etc. Es el proceso de adaptación natural para conseguir posteriormente la marcha.

Coordinación dinámica general

Ponerle en el suelo para que pueda gatear, a la vez que nos ponemos junto a él en esa posición y gateamos en colaboración e imitación.

Al llegar a los diez meses facilitarle mobiliario de agarre para que pueda ponerse en pie y adoptar poco a poca la posición de bipedestación.

Cogerle de las manos y mantenerlo de pie. El hará movimientos como si fuera a realizar pequeños saltos.

No privarle de nuevos movimientos, aunque sean sencillos, ni pensar que el niño viene muy adelantado.

Jugaremos con él en el suelo y gatearemos junto a él incitándole a la participación. Cuando ya gatea, iremos por el pasillo a recoger juguetes que le interesan y que le hemos colocado a cierta distancia.

Provocarle movimientos de pataleo y chapoteo en el baño.

Son interesantes: la adaptación al agua y los movimientos en la piscina.

Si un niño de 10 meses no gatea, es conveniente estimularle para que lo haga. Una forma de estimular al niño para que gatee puede ser ponerle a cierta distancia un reloj que suena y que le atrae, un juguete que le interesa, animarle siempre y estar con él en interacción afectiva.

El gateo fortalece las extremidades superiores y toda la musculatura de la cintura escapular. Esto le ayudará, como paragolpes, cuando comience a correr y caiga de frente. El niño que no gatea a los dieciséis, dieciocho meses, cuando inicie la carrera y se caiga (cosa muy habitual en esa edad), será más propenso a golpearse la cara, ya que sus manos no están adiestradas para ponerlas de protección.

Manipulación.

El niño cuando aprende a coger y soltar, sin depender del reflejo de prensión palmar, comienza a lanzar, que es un soltar divertido. Este movimiento irá progresivamente perfeccionándose hasta la etapa de Educación Primaria, en que se conseguirá un lanzamiento contralateral.

Ponerle a su alcance materia que pueda manipular sin peligro de comerla o tragarla.

Darle al niño objetos a la mano para que los coja, explore y suelte o lance.

Poner a su alcance objetos y recipientes que pueda sacar y meter, buscar y cambiar de situación.

Ponerle juguetes que los pueda soltar, manipular, activar de forma manual, darle diferentes funcionamientos. Él irá descubriendo las posibilidades de actuación.

Colocar objetos en recipientes.

Colocar objetos según formas y tamaños. Aplaude cuando está sentado o de rodillas

Ayudarle a descubrir posibilidades nuevas en el manejo de objetos.

Cómo organizar las sesiones de trabajo

Al igual que seis-nueve meses, los bloques que podemos diferenciar se agrupan en acciones orientadas al equilibrio, a la coordinación dinámica general y a la manipulación.

Primera sesión: con ejercicios para el desarrollo de sus sistema vestibular, según los propuestos en las actividades.

Segunda sesión: con ejercicios de acción motriz con orientación hacia la reptación y el gateo.

Tercera sesión: de manipulación con objetos que no sea peligrosos de llevar a la boca; bien objetos grandes de juguetes u objetos pequeños comestibles, como migas de pan, fruta, galletas, etc.

Es necesario mantener siempre un estado de ánimo alegre y optimista. Ser conscientes de que el niño se lo pasa bien, le gusta, le divierte y manifiesta una expresión de gozo. Si el niño no está contento o está distraído es mejor no seguir con la sesión. Esperaremos a conseguir buena disposición dentro de las variables de:

Intensidad: ritmo de trabajo que lleva el niño.

Frecuencia: número de sesiones día, o momentos que practica esa actividad.

Duración: tiempo por sesión o tiempo por la suma de los momentos de práctica.

Valoración en los nueve-doce meses

La valoración la realizamos a través de nuestra observación sobre su ación motriz: a los doce meses el niño debe reptar con facilidad, gatear con soltura (si gatea, no reptará con frecuencia, pues su desplazamiento es más operativo con el gateo y selecciona su acción eficaz), puede mantenerse en pie con o sin ayuda, puede caminar apoyado a sillas o muebles, puede caminar sin ayuda (no todos los niños caminan a los doce meses), deberá disfrutar cuando jugamos a moverlo en interacción, deberá disfrutar cuando le bajamos por pequeños toboganes. Deberá coger y lanzar las cosas con las manos en respuesta a la ideación propia.

e/ Doce-quince meses

La acción motriz característica de este periodo es la marcha. Es cierto que el niño puede iniciarla a los diez meses, e incluso antes, pero lo normal es que lo haga en la proximidad a los doce meses. El desarrollo es progresivo en la adquisición de la marcha. Este patrón motor se caracteriza por una acción alternativa de las piernas actuando de forma sucesiva, con contactos alternos de los pies en el suelo como únicas superficies de apoyo.

¿Cómo pasa de no caminar a caminar?. Algunas veces se oyen comentarios referidos a niños que de la noche a la mañana caminan. Lo normal, y nuestro proceso de observación así lo ha recogido, es que el niño adquiera el atributo humano de la marcha de forma progresiva. En situaciones abiertas el niño pasa momentos de equilibración estática, se sirve de paredes, sillas, mesas, la mano de la madre o padre que le llevan etc. Simultáneamente realiza posiciones de equilibrio sin apoyo compensado. Estas posiciones las siente y las reflexiona, pone toda su concentración en el hecho que ha realizado, pero todavía necesita repetir estos ensayos para decidirse a dar los primeros pasos en solitario. El momento está muy próximo, su madurez neurológica y muscular ha alcanzado la capacidad de caminar y en un momento de tranquilidad y decisión realiza un acto que los humanos tenemos como desarrollo privilegiado. Esta adquisición de la locomoción vertical bípeda es un hecho evolutivo de primer orden. Todavía no tiene la seguridad de caminar solo, pero cada día practica en una frecuencia suficiente para recordar lo anterior e idear mejores actuaciones sobre la marcha. Lo alterna con el gateo, pero como pasa el tiempo y su desarrollo va en progresión, el gateo da paso a la actuación definitiva de la marcha hasta que los pasos se realizan con la seguridad propia de un principiante. Ha conseguido entrelazar una sucesión de movimientos que le permiten progresar en autonomía. Pasó de la reptación al gateo, posteriormente a la posición de equilibrio estático y luego a la equilibración dinámica de marcha. Es cierto que hay niños que no reptan o no gatean, pero la norma es que los pasos progresivos se vayan dando, y la integración se dé por niveles de desarrollo neurológico.

La velocidad a la que el niño desarrolla su capacidad para caminar depende, en gran medida de su grado de maduración. En un momento de la marcha el contacto con el suelo está reducido a un pie y alternativamente al

otro. Este control de su cuerpo en equilibrio dinámico no lo puede realizar solamente cuando ha desarrollado suficiente fuerza muscular, reflejos antigravitatorios adecuados y mecanismos de equilibrio mínimamente eficaces.

El momento de caminar le llega cuando el sistema neuro-muscular es capaz de controlar y coordinar su actividad motriz.

La acción de los brazos evoluciona con la práctica y el desarrollo del patrón motor de la marcha. En los primeros pasos los brazos están flexionados por los codos, las manos en posición adelantada y la atención puesta en el acto que realizan. Según progresa en seguridad, los brazos quedan extendidos a lo largo del cuerpo y será después de los dos años cuando interactúan de forma contralateral en relación al movimiento de las piernas. A los quince meses los brazos están menos tensos en la acción propia de la marcha y quedan situados en los laterales del cuerpo sin una intervención directa, ni en la prevención ni en el impulso.

El movimiento de esa edad está caracterizado por la sensorio-motricidad. Cuando inicia los primeros pasos de la marcha los programa, realiza y percibe con gran sensibilidad.

Objetivos para doce-quince meses

Los objetivos de la motricidad para esta etapa los describimos sobre cuatro bloques algo diferenciados: objetivos orientados a desarrollar los órganos vestibulares (sentido del equilibrio); la relajación; objetivos propios de la coordinación dinámica general; y objetivos sobre acciones manipulativas.

Actividades propias para conseguir estos objetivos

Movimientos de estimulación vestibular: órganos del equilibrio

Mantenemos los ejercicios de la descripción anterior. El ritmo aumenta al realizarlos.

Le cogemos de los brazos, por encima del codo, y le damos giros como una noria.

Deslizamientos en toboganes Desplazamientos en ruedas giratorias. Balanceos en columpios y balancines.

La relajación

Es muy característica de esta edad. En los primeros meses también pasa por momentos de relajación y placer. El niño cuando duerme de forma placentera se encuentra muy relajado. En esta edad realiza buena cantidad de movimiento

y ello le lleva a entregarse de forma relajada en el sueño. Al niño le place y le relaja el que pasemos la yema de nuestros dedos por su espalda, brazos y piernas. Son sensaciones táctiles y cinestésicas de gran importancia en el

desarrollo de las capacidades del niño.

La coordinación dinámica general

La marcha es el movimiento por excelencia de este periodo. Durante estos meses afianza el movimiento necesario para caminar, lo cual significa que es capaz de mantenerse de forma alterna con un pie y luego con el otro a la vez que su cuerpo es impulsado hacia delante, cada día con más seguridad.

Acompañarle de la mano ayuda para que pueda incrementar su actividad en duración, ya que le permite caminar más tiempo. No obstante, el movimiento que enriquece más su patrimonio motriz es el que realiza por sí mismo y con su ideación propia.

El niño podrá caminar descalzo o con calcetines.

Hacer giros sobre el eje longitudinal sobre la cama, sobre el suelo. Sentarse y levantarse sobre el suelo o sobre sillas muy bajas.

Subir escaleras gateando. Es un movimiento que desarrolla la fuerza de las extremidades inferiores y superiores y que cuando el niño lo practica hay que dejarle con vigilancia cercana para que no sufra caídas.

Trepar por espalderas hasta el primer o segundo peldaño. Igual que la actividad anterior, permite incrementar y enriquecer el patrimonio motriz. Si el niño tiene la oportunidad de trepar, trepará, aunque ello requiere la vigilancia para que no se caiga y se dañe.

Tomar una pelota en las manos y lanzarla o hacerla rodar.

Los programas de natación son de gran interés para niños pequeños. La base de la adaptación está en el ritmo de la respiración. Para ello se le mete al niño dos segundos (2″) dentro del agua y(2″) fuera. Esta secuencia se realiza con la frecuencia necesaria para una adaptación al medio acuático, que se consigue con facilidad. Como todas las actividades debe llevar un componente lúdico, de placer, cuando menos en su globalidad.

Manipulación

Ponerle objetos que pueda investigar, quitar y poner, cambiar de lugar, cambiar de forma, ajustar a otra forma, crear nuevas figuras y formas por su actuación.

Mantenemos las actividades de los meses anteriores.

Poner tornillos de madera: enroscar y desenroscar.

Ponerle cubos para que realice torres. Nosotros construimos y él construye.

Cómo organizar las sesiones de trabajo

Creemos conveniente aplicar las tres sesiones diarias que proponemos en las etapas anteriores, con una duración de quince minutos (15’) cada sesión.

Primera sesión: ejercicios para el desarrollo de su sistema vestibular.

Cogerle en brazos y girar con él a izquierda y derecha.

Cogerle por su tórax y ponerle encima de nuestra cabeza. Lanzarlo hacia arriba y cogerle al bajar (todos los padres hacen este ejercicio alguna vez y los niños siempre piden más).

Hacerle giros sobre el eje longitudinal, como una croqueta. En un suelo que sea blando, cálido y limpio.

Hacerle volteretas, con ayuda, sobre el eje transversal.

Le cogemos con nuestras manos de sus brazos, por encima de los codos. Girarle como una noria.

Correr con él llevándole a hombros

Ponerlo encima de una manta o tela fuerte. Desplazarlo por el suelo en carrera y con giros, procurando que la fuerza centrífuga no le saque de la manta.

Segunda sesión: Ejercicios par el desarrollo de la coordinación motriz.

Reptar por debajo de sillas, por debajo de vallas etc.

Gatear por el pasillo de la casa o por suelos limpios. Es importante practicar con él.

Caminar por la sala, pasillo, jardín, paseos, etc. Caminar por pequeños desniveles cogido de la mano. Trepar por una espaldera.

Sería interesante hacer natación si el niño no tiene dificultad para el desenvolvimiento en el agua.

Tercera sesión: Ejercicios para la mejora de la motricidad fina.

Manipulación, pinza digital. Cuando el niño está despierto y tiene oportunidad de coger cosas, las atrapa, manipula, examina y percibe las características del objeto que agarra. Pero en su proximidad puede disponer de

materiales que los adultos podemos ofertarle. Facilitarle diferentes materias enriquece su percepción, su manipulación y su riqueza de movilidad manual.

En este periodo hemos citado el tema de la relajación. En realidad lo que se trata es que perciba sensaciones nuevas, tanto cinestésicas como táctiles. Por esta razón creemos conveniente, en momentos de tranquilidad, facilitarle acciones que ayuden a estas percepciones que, a su vez, le ayudan a relajarse.

Valoración en los doce-quince meses

La valoración de un niño a esta edad pasa por su manifestación en la capacidad de caminar. El niño de quince meses debe tener seguridad en su desplazamiento lineal de la marcha. Podrá subir escaleras en gateo. Se agachará y levantará a la posición de pie aunque sea con lentitud. Podrá subir a una silla y sentarse en ella. Es de valoración positiva el hecho de que siga su proceso de gateo el algunos momentos, al igual que será positivo que gateen aquellos niños que no caminen o tengan alguna dificultad para ello. Podrá subir al primer peldaño de una espaldera. La acción manipulativa le llevará a investigar las cosas que tiene a su alcance y será un niño que investiga en su tarea diaria de coger, retener, sentir, y soltar o lanzar.

La realización de estas acciones de forma fácil nos indican que su proceso es natural. Pero si practicamos las actividades propuestas en buena frecuencia, adecuada intensidad y duración precisa, el niño se verá favorecido y superará la valoración normal.

f/ Quince-dieciocho meses

Superado el inicio de la marcha, su reto se centra en dominar y tomar seguridad en ese movimiento. Su instinto activo le lleva a progresar en nuevas tareas, alcanzar nuevos logros. Uno de los retos que se plantea es el de superar algunas barreras arquitectónicas, por eso le gusta subir escaleras. La barrera arquitectónica para él puede ser sencilla o muy dificultosa. la dificultad está basada en la altura del peldaño que a su vez puede aliviarse si tiene posibilidades de apoyo y ayuda con las manos. Es interesante observar cómo el niño llega a las escaleras de su casa, de altura muy considerable para él, toma posición, se apoya sobre la pared, mira a su madre, percibe el consentimiento, se asegura de que está protegido, piensa el movimiento que debe realizar, lo proyecta y se decide: una, dos, tres, pero la situación es peligrosa y la madre previene para que no falle y pueda caer escaleras abajo. Actúa en libertad pero a su vez con prevención. Una prevención maternal bastante lógica, ya que no es igual la primera y segunda escalera que la cuarta y siguientes.

Pero en esa actuación de subir la escalera tenemos una fase de alta reflexión. A su llegada, establece contacto con la presencia del medio mediante sus receptores sensoriales. Cuando la situación la considera favorable para intentar el movimiento, se concentra, activa su conciencia voluntaria y actúa. Consideramos esa percepción activa de gran interés para el incremento de nuevos movimientos. Esto es lo que permite al niño adquirir con tanta rapidez nuevos niveles de motricidad y una aplicación directa de la

inteligencia motriz.

Pero su comportamiento motriz es muy amplio. A los quince meses tiene un repertorio de movimientos interesante. Su curiosidad por las cosas le lleva a investigar sobre las posibilidades que tienen sus juguetes. La manipulación sobre los objetos es muy rica. El trato que les da a los juguetes es variado y a veces insospechado, se trata de sacar el mayor partido informativo de los componentes que constituyen aquella pieza. La rueda que gira, la forma de transportarlo, por medio de la tracción, el empuje. Son mecanismos motrices que experimenta con una frecuencia constante y que le llevan al desarrollo natural y a la evolución del conocimiento sobre sí mismo y las cosas.

Objetivos para quince-dieciocho meses

Los objetivos de la motricidad para esta etapa los describimos sobre los cuatro bloques diferenciados en la etapa anterior:

a) Objetivos orientados a desarrollar los órganos vestibulares (sentido del equilibrio);

b) La relajación;

c) Objetivos propios de la coordinación motriz; y

d) Objetivos sobre acciones manipulativas. Los objetivos orientados al compromiso fisiológico están implícitos en toda actividad física, a pesar de ello, no queremos describirlos como específicos de esta edad.

Estos objetivos van orientados al desarrollo de la inteligencia motriz. Se centran en la adquisición correcta de la marcha con dominio de los cambios de dirección, el dominio para superar algunos obstáculos, reforzar el equilibrio, etc.

Actividades propias de los quince-dieciocho meses

Movimientos de estimulación vestibular: órganos del equilibrio

Mantenemos los ejercicios de la descripción anterior. El ritmo aumenta al realizarlos.

Le cogemos de los brazos, por encima del codo, y le damos giros como una noria.

Lo lanzamos al aire y lo recogemos al bajar. Deslizamientos en toboganes.

Desplazamientos en ruedas giratorias. Balanceos en columpios y balancines.

Dos personas mayores cogemos las esquinas de una manta, ponemos al niño en el centro de la misma y lo balanceamos.

Le hacemos volteretas en la cama, sobre el suelo.

La relajación

Como en la etapa anterior, la relajación es muy característica de esta edad. El niño cuando duerme de forma placentera se encuentra muy relajado. La cantidad de movimiento le lleva a entregarse de forma relajada en el sueño. El contacto de nuestras manos con su espalda le da tranquilidad y le relaja. Son sensaciones táctiles y cinestésicas que no podemos olvidar en el desarrollo de las capacidades del niño.

La coordinación dinámica general

Ponerle en situaciones que le permitan aumentar su actividad en duración. Incremento del tiempo de participación.

Ayudarle en terrenos de cuestas, subidas y bajadas.

El niño podrá caminar descalzo o con calcetines cuando se encuentra en casa o sobre superficies apropiadas (arena, hierba, tarima).

Subir escaleras con peldaño bajo agarrado de la mano. Bajar escaleras gateando hacia atrás.

Sentarse y levantarse sobre el suelo o sobre sillas muy bajas.

Para la marcha, el suelo pasa de llano a cuesta: hacia arriba, y hacia abajo; hierba y arena.

Subir escaleras gateando. Es posible que prefiera subirlas caminando, pero también es conveniente que siga prácticas de cuadrupedia.

Trepar por espalderas hasta el tercero o cuarto peldaño. Igual que la actividad anterior, permite incrementar y enriquecer el patrimonio motriz.

Coger balones y lanzarlos o rodarlos.

Dar patadas a un balón

Consideramos de gran interés seguir algún programa de natación.

Manipulación

Ponerle objetos que pueda combinar, crear sus figuras, investigar sus formas por su actuación y las formas diferentes de jugar con la materia que tiene a su alcance.

Mantenemos las actividades de los meses anteriores.

Ponerle cubos para que realice torres. Nosotros construimos y él construye. Practicar el juego de “cinco lobitos”.

Desplazar bolitas sobre un rail.

Cómo organizar las sesiones de trabajo

Creemos conveniente aplicar las tres sesiones diarias que proponemos en las etapas anteriores, con una duración de quince minutos (15’) cada sesión.

Primera sesión: ejercicios para el desarrollo de su sistema vestibular.

Cogerle en brazos y girar con él a izquierda y derecha.

Cogerle por su tórax y ponerle encima de nuestra cabeza. Lanzarlo hacia arriba y cogerle al bajar (todos los padres hacen este ejercicio alguna vez y los niños siempre piden más).

En un suelo que sea blando, cálido y limpio. Hacerle volteretas.

Le cogemos con nuestras manos de sus brazos, por encima de los codos y le giramos como una noria.

Corremos con él llevándole a hombros

Ponerlo encima de una manta o tela fuerte. Desplazarlo por el suelo en carrera y con giros, procurando que la fuerza centrífuga no le saque de la mata.

Segunda sesión: Ejercicios para el desarrollo de la coordinación motriz.

Reptar por debajo de módulos, de vallas etc.

Gatear por el pasillo de la casa o por suelos limpios. Es importante practicar con él.

Caminar por la sala, pasillo, jardín, paseos, etc.

Caminar por pequeños desniveles cogido de la mano. Bajar pequeños desniveles tratando de iniciar la carrera. Trepar por una espaldera.

Jugar con balones y pelotas.

Sería interesante hacer natación para que el niño adquiera mayor riqueza de motriz y desenvolvimiento en el agua.

Tercera sesión: Ejercicios para la mejora de la motricidad fina.

Manipulación, pinza digital.

Material diverso: papel para arrugar, rasgar, doblar, etc. Pasta para amasar, partir, unir etc.

Cuando el niño tiene oportunidad de coger cosas, las atrapa, manipula, examina y percibe las características del objeto que agarra. Pero en su proximidad puede disponer de materiales que los adultos podemos ofertarle. Facilitarle diferentes materias enriquece su percepción, su manipulación y su riqueza de movilidad manual.

Valoración en los quince-dieciocho meses

La valoración de un niño a esta edad pasa por su manifestación en la capacidad de caminar y girar con cierta seguridad. Podrá subir escaleras en situaciones sencillas, aunque suba el peldaño con la misma pierna y luego junte la otra en el peldaño superado. Podrá bajar escaleras gateando hacia atrás. Podrá trepar por espalderas con el cuidado de un adulto. Consideramos de valoración positiva el hecho de que siga su proceso de gateo el algunos momentos, al igual que será positivo que gateen aquellos niños que no caminan o tengan alguna dificultad para ello. La acción manipulativa le llevará a investigar las cosas que tiene a su alcance y será un niño que investiga en su tarea diaria de coger, retener, sentir, y soltar o lanzar.

Si estamos comprometidos con el desarrollo de la motricidad de nuestros hijos o alumnos, las pautas que proponemos en este trabajo se nos quedarán en nivel inferior a la evolución de los niños. La atención, acompañamiento, propuesta de trabajo, posibilidades de imitación que le aportamos a nuestros hijos les favorecen en su desarrollo motriz, su autoestima, su capacidad de expresión, su afectividad y su socialización.

g/ Dieciocho-veintiún meses

El periodo doce-dieciocho ha servido para afianzar la marcha y acciones afines que refuerzan su equilibrio estático y dinámico. Con estas experiencias adquiere la fuerza muscular necesaria para realizar nuevas tareas, así como la capacidad fisiológica para incrementar el tiempo y el impulso de actuación. Mejora la madurez neurológica para interpretar la capacidad de respuesta y modificación de ella. En definitiva progresión para actuar. Por eso, la marcha que antes era lineal y sin cambios de dirección, se convierte en variada y más rápida. La rapidez en los pasos de la marcha le lleva a dar pequeños impulsos que se traducen, progresivamente en saltos sucesivos, lo que determina un nuevo estilo de desplazamiento del ser humano. Estamos ante lo que supone otro componente de la motricidad que llamamos la carrera.

Su mecánica básica consiste en una sucesión de saltos coordinados hacia un fin de desplazamiento, donde el peso del cuerpo se reparte sobre un pie, luego sobre el otro, teniendo en medio una fase aérea producto del impulso dado por el tándem de los segmentos corporales que intervienen en el movimiento. Con ello observamos que la evolución se da en cuanto al rendimiento fisiológico, neurológico y de autonomía personal.

Para poder correr, el niño debe tener fuerza suficiente para dar el impulso y desplazar su cuerpo en la dirección prevista, con un ligero componente hacia arriba y adelante. De la misma manera necesita la madurez neuro-muscular para coordinar cada una de las partes del movimiento y mantener el equilibrio dinámico que requiere el desplazamiento. Si analizamos esta acción motriz del niño que corretea en sus primeros intentos, observamos que aparece una cierta inestabilidad en su movimiento. Los brazos se abren como mecanismo equilibrador, las manos están como preparadas para afrontar una caída, y vive una cierta inseguridad generalizada, producto de la inmadurez propia de la edad. Este componente motor que aparece a la edad aproximada de los dieciocho meses, tiene una evolución lenta que se afianza progresivamente hasta llegar a los cinco años con un patrón de carrera bien definido.

Objetivos para dieciocho-veintiún meses

Los objetivos de la motricidad para esta etapa los mantenemos sobre los cuatro bloques diferenciados en la etapa anterior:

a) Objetivos orientados a desarrollar los órganos vestibulares (sentido del equilibrio);

b) La relajación;

c) Objetivos propios de la coordinación motriz; y

d) Objetivos sobre acciones manipulativas.

Estos objetivos van orientados al desarrollo de la inteligencia motriz. Se centran el la adquisición correcta de la marcha con dominio de los cambios de dirección, el dominio para superar obstáculos, la marcha hacia atrás y el

comienzo de la carrera.

Actividades para dieciocho-veintiún meses

Movimientos de estipulación vestibular: órganos del equilibrio

Mantenemos los ejercicios de la descripción anterior. El ritmo aumenta al realizarlos.

Los giros sobre el eje longitudinal los realiza por su propio impulso. Jugamos con él y participamos en su tarea.

Bailamos llevándole en los hombros.

Volteretas, con ayuda, en la cama o colchoneta.

La relajación

Si hemos practicado en etapas anteriores el contacto de nuestras manos sobre su espalda, brazos y piernas el niño estará habituado a ello y lo solicitará. Si no lo hemos practicado, también le gustará y en los momentos de mayor tensión nerviosa o intranquilidad, es conveniente darle sensaciones de relajación. El contacto de nuestras manos con su espalda le da tranquilidad y le relaja.

Movimientos de coordinación dinámica general

Es muy útil como juego y como afianzamiento del movimiento contralateral realizar gateo.

Realizar marcha a delante. Realizar marcha hacia atrás.

El caminar descalzo le permite una mejor propiocepción plantar. Comienza a correr. Ayudarle cogido de la mano. También de forma libre.

Saltar a pies juntos: con ayuda, cogido de las manos, de forma espontánea. Bajar escaleras poniendo los dos pies en el mismo peldaño.

Trepar, subir por espalderas. Darle la oportunidad.

Jugar “al corro de la patata” con niños mayores y con adultos.

Hacer braqueo con ayuda: en anillas o escalera horizontal. Subir escaleras con los dos pies en el mismo peldaño.

Jugar con globos.

Chutar con balones y pelotas. Lanzar con pelotas pequeñas. Realizar torres con cubos.

Le cogemos de las manos y realizamos saltos con dos pies juntos, a la vez que cantamos una canción.

Manipulación

También los movimientos del periodo anterior.

Manipulamos materias moldeables, que no conlleven peligro de ingerir. Hacemos bolitas de papel.

Hacemos bolitas de pan.

Actividad de meter objetos en cajas de tamaño reducido.

Es interesante además practicar juegos como: “los cinco lobitos”, o “tortitas tortitas que viene papá”.

Poner pinturas y papel para que garabatee.

Todos los movimientos del periodo anterior los podemos adaptar a la continuidad del siguiente, siempre teniendo en cuenta la dificultad y la capacidad de recepción del niño.

Cómo organizar las sesiones de trabajo

Mantenemos las tres sesiones diarias propuestas en la anterior. Si hemos trabajado los ejercicios para el sistema vestibular, la primera sesión la realizamos sobre diez minutos, la segunda, para la coordinación dinámica general, aumentamos a veinte minutos y la tercera sesión, sobre manipulación, la realizamos sobre quince minutos.

Primera sesión: Realizamos los mismos ejercicios que en etapa anterior, aumentamos ligeramente la intensidad tratando de aplicarle alguna dificultad que signifiquen motivación hacia la tarea.

También podemos incluir otros ejercicios como:

Darle volteretas sobre nuestras rodillas, cogiéndole de las manos por debajo de sus piernas. Un ejercicio muy habitual que puede tener diferente final y que siempre gusta a padres e hijos.

Nos ponemos en posición de cuadrupedia, el niño se monta encima nuestro y lo llevamos como si fuera a borriquito, tratamos de girar, acelerar, frenar con el fin de que ajuste su posición al movimiento que hacemos.

Le cargamos a corderito y corremos con él a la espalda.

Son formas de juego motriz que estimulan y favorecen la interacción social y psicomotriz.

Segunda sesión: Ejercicios para el desarrollo de la coordinación dinámica general. Se pueden realizar los mismos ejercicios que en la etapa de 12 a 18 meses. En esta edad el niño ha desarrollado la marcha con firmeza y está iniciando la carrera; puede hacer largos recorridos andando y pequeñas carreras sobre suelos lisos. Además de los ejercicios descritos en etapas anteriores podemos hacer:

Carreras sobre distancias de 20, 30, 40 y 50 metros. Hacer saltos con dos pies juntos.

Saltar de una escalera hacia abajo.

Cogido de las manos, saltar de una silla hacia abajo.

Andar en triciclo, aunque al principio le ayudemos en el desplazamiento.

Hacer volteretas en la cama o en colchoneta. Si hacemos en colchoneta, ponerla en plano inclinado.

Jugar con pelotas y balones.

Tercera sesión: Ejercicios para la mejora de la motricidad fina (manipulación). El trabajo se mantiene con la misma propuesta que en la etapa anterior. Los ejercicios que practica son múltiples y difícilmente cuantificables, pero sí creemos que pueden ser orientados, tanto en forma de ejecución como en la ideación de lo que puede realizar.

En todos los ejercicios que proponemos es necesario involucrarse con el niño y practicarlo con gran ilusión. Es algo que nos gusta y que disfrutamos conjuntamente.

Valoración en los dieciocho-ventiún meses

La carrera es el componente motriz de más clara valoración de un niño en esta edad. El patrón motor de la marcha lo tiene bien adquirido. Cuando sube escaleras podrá hacerlo con pierna alterna. Consideramos de valoración positiva el hecho de que siga su proceso de gateo el algunos momentos. Estimamos positivo, en la valoración de la motricidad, y necesario, para su desarrollo neurológico y fisiológico, que gateen aquellos niños que no caminan o tengan alguna dificultad para ello. Podrá lanzar un balón rodando por el suelo aplicándole un pequeño impulso. La acción manipulativa está mediatizada por la capacidad manual para lograr movimientos precisos: doblar un papel, hacer torres de diez cubos y más, ensartar bolitas, etc.

h/ Veintiuno-veinticuatro meses

El niño tiene adquirida gran autonomía de movimientos. Puede reptar, gatear, caminar, correr, atrapar, lanzar, etc. Todo ello en combinación le permite tomar decisiones muy complejas. Con ello está activando el campo fisiológico, neurológico de percepción, de ideación, de asociación y socialización. Todo un complejo que se enriquece con la acción motriz.

Objetivos para veintiuno-veinticuatro meses

Al igual que las etapas anteriores, mantenemos los objetivos de la motricidad sobre los cuatro bloques establecidos:

a) Objetivos orientados a desarrollar los órganos vestibulares (sentido del equilibrio);

b) La relajación;

c) Objetivos propios de la coordinación motriz; y

d) Objetivos sobre acciones manipulativas.

Siempre orientados al desarrollo de la inteligencia motriz; centrados en la adquisición correcta de la marcha con dominio de los cambios de dirección, el dominio para superar obstáculos, la marcha hacia atrás, la carrera y el comienzo de la carrera hacia atrás.

Actividades para los veintiuno-veinticuatro meses

Movimientos de estimulación vestibular: órganos del equilibrio

Mantenemos los ejercicios de la descripción anterior. El ritmo aumenta al realizarlos.

Caminar llevándole de la manos y con los ojos cerrados.

Los giros sobre el eje longitudinal los realiza por su propio impulso. Jugamos con él y participamos en su tarea.

Bailamos llevándole en los hombros.

Volteretas, con ayuda, en la cama o colchoneta.

La relajación

Lo hagamos con ideación o por rutina, siempre acariciamos a nuestros niños. Eso es maravilloso, tanto para su percepción como para la socialización con los que le rodean. Pero creemos que es de interés provocar estas actuaciones para enriquecer estas funciones. Si hemos practicado en etapas anteriores el contacto de nuestras manos sobre su espalda, brazos y piernas el niño estará habituado a ello y lo solicitará. Si no lo hemos practicado, también le gustará y en los momentos de mayor tensión nerviosa o intranquilidad, es conveniente darle sensaciones de relajación. El contacto de nuestras manos con su espalda le da tranquilidad y le relaja.

Movimientos de coordinación dinámica general

Practicar el gateo. Parece una repetición que se da desde los ocho meses, pero es una actividad de gran valor motriz.

Realizar marcha a delante con cambios de pasos. Realizar marcha hacia atrás.

El caminar descalzo le permite una mejor propiocepción plantar. Carreras en formas jugadas. También de forma libre.

Saltar a pies juntos: con ayuda, cogido de las manos, haciendo giros hacia la izquierda y derecha.

Bajar escaleras.

Trepar, subir por espalderas. Darle la oportunidad.

Jugar “al corro de la patata” con niños mayores y con adultos. Hacer braqueo con ayuda: en anillas o escalera horizontal.

Puede desnudarse ciertas ropas. Subir escaleras.

Desplazamientos en lateral con ayudas.

Jugar con globos.

Chutar con balones y pelotas. Lanzar con pelotas pequeñas. Realizar torres con cubos.

Hacer salticado a la vez que cantamos una canción.

Jugar con globos para que pueda golpearlos, cogerlos, seguir su trayectoria.

Manipulación

También los movimientos del periodo anterior.

Utilizar cubiertos en las comidas. Comer con la cuchara.

Manipular materias moldeables, que no conlleven peligro de ingerir. Hacer bolitas de papel.

Hacer bolitas de pan.

Actividad de meter objetos en cajas de reducido tamaño.

Es interesante además practicar juegos como: “los cinco lobitos”, o “tortitas tortitas que viene papá”.

Ponerle pinturas y papel para que garabatee

Las actividades manuales son múltiples y ricas. No creemos necesario seguir un listado de éstas, ya que el profesorado de Educación Infantil es gran experto en esta tarea y conoce con precisión este contenido.

Todos los movimientos del periodo anterior los podemos adaptar a la continuidad del siguiente, siempre teniendo en cuenta la dificultad y la capacidad de recepción del niño.

Cómo organizar las sesiones de trabajo

En esta etapa mantenemos las tres sesiones diarias propuestas en la anterior. Si hemos trabajado los ejercicios para el sistema vestibular, la primera sesión la realizamos sobre diez minutos, la segunda, para la coordinación dinámica general, aumentamos a veinte minutos y la tercera sesión, sobre manipulación, la realizamos sobre quince minutos.

Primera sesión: Realizamos los mismos ejercicios que en etapa anterior, aumentamos ligeramente la intensidad tratando de aplicarle alguna dificultad que signifiquen motivación hacia la tarea. Podemos incluir mayor complejidad en la actividad. Los ejercicios de esta etapa y la anterior son

semejantes, diferenciados en la seguridad y la precisión.

Segunda sesión: Ejercicios para el desarrollo de la coordinación dinámica general. Han de fundamentarse en la marcha que está bien estructurada y la carrera que se afianza tanto en seguridad como en duración.

Carreras sobre distancias de 25, 50 y 100 metros. Es imprescindible correr con él, animarle y transmitirle ilusión.

Hacer saltos con dos pies juntos. Saltar de una escalera hacia abajo.

Cogido de las manos, saltar de una silla hacia abajo. Andar en triciclo o bicicleta de cuatro ruedas.

Hacer volteretas en la cama o en colchoneta. Si hacemos en colchoneta, ponerla en plano inclinado.

Hacer saltos en camas elásticas.

Jugar con pelotas y balones. Golpear, lanzar, coger. Jugar a golpear globos en el aire.

Tercera sesión: Ejercicios para la mejora de la motricidad fina (manipulación). El trabajo se mantiene con la misma propuesta que en la etapa anterior. Los ejercicios que practica son múltiples y difícilmente cuantificables, pero sí creemos que pueden ser orientados, tanto en forma de ejecución como en la ideación de lo que puede realizar.

En todos los ejercicios que proponemos es necesario involucrarse con el niño y practicarlo con gran ilusión. Es algo que nos gusta y que disfrutamos conjuntamente.

Valoración en los veintiuno-veinticuatro meses

La carrera la consideramos como básica para valorar su desarrollo motriz. El niño con veinticuatro meses corre y para con cierta precisión. Tiene dificultad en los cambios de dirección. Puede correr y parar con seguridad. De los dieciocho que comenzó a corretear ha progresado en seguridad. Puede subir y bajar escaleras apoyado a la pared. Puede caminar en triciclo por suelo plano. Puede saltar con dos pies juntos. Un valor positivo estaría en la capacidad de

mantenerse suspendido de una barra durante diez-veinte segundos. Esto nos demostraría una capacidad manual bien desarrollada y con una disposición neuro-muscular capaz para comenzar a braquear. No es muy frecuente suspender a los niños de esa edad por anillas o escaleras horizontales, pero los niños entrenados para esa función desarrollan su capacidad manual en un

grado más alto. Deberá disfrutar con la práctica motriz.

2.- Periodo de dos a seis años.

Imagen y percepción corporal. La imagen y percepción corporal están relacionadas con el proceso propioceptivo, la sensorio-motricidad, el conocimiento y control progresivo de su cuerpo y funciones. En definitiva, y considerado desde el movimiento perceptivo, estaría en relación con el funcionamiento del sentido cinestésico. En edades superiores, la imagen corporal puede quedar influenciada por los efectos de aceptación e integración social.

Una parte importante que el niño percibe en la acción motriz son sus manos. Desde ellas, desarrolla un proceso de conocimiento y control perceptual. Las manos permiten desarrollar la inteligencia, y la inteligencia a la vez permite desarrollar la función de las manos. Es la zona de nuestro cuerpo que dispone de mejor terminaciones táctiles y a su vez de unidades perceptivas cinestésicas. Las manos constituyen un instrumento básico para el contacto consigo mismo, con las cosas, para explorar, modificar y crear; en sí mismas contienen un importante universo de sensaciones.

Pero de la misma manera que por la acción de las manos, motricidad manual, el niño percibe esa parte de su cuerpo, por la motricidad global percibe y controla otras partes y funciones. Por tanto, la pregunta que debemos responder es ¿cómo el niño desarrolla su imagen y percepción corporal? La respuesta estará centrada sobre la estimulación que la actividad física produce sobre sus receptores cinestésicos: desde la relajación, hasta la tensión, desde la actitud postural hasta la acción de movimiento. Esta estimulación de los receptores cinestésicos debe llegar al área perceptivo motriz del cerebro y transmitir las percepciones al área de asociación. Cuando esta función se activa por el movimiento, estamos desarrollando el esquema corporal, la lateralidad, la relajación y control postural, el equilibrio, la percepción del espacio interno, fundamental para el dominio del espacio externo. En definitiva es la imagen y percepción corporal la que se elabora a partir de las sensaciones motrices. No podemos ignorar el funcionamiento fisiológico aunque estemos en edades infantiles. Por ello siempre tenemos en cuenta ese compromiso de esfuerzo natural que debe imperar en toda actividad motriz.

a/ Dos a tres años: correspondiente al tercer curso del primer ciclo de Educación Infantil.

En todo momento consideramos a la persona que se mueve implicada en los tres componentes fundamentales de la motricidad: en el compromiso fisiológico, en el propioceptivo y en el de la motricidad ideada, manifestada

gracias a los movimientos de la coordinación dinámica general. El compromiso fisiológico que conllevan las actividades físicas realizadas por el niño, no es frecuente tenerlo en consideración. La propioceptividad y de control de la coordinación se atiende más, siguiendo la línea de la motricidad. Creemos incompleto y, por tanto, impreciso el estudio de una parte. En las actividades que proponemos y en aquellas que el niño es capaz de practicar, buscamos la integridad biológica de la actuación motriz. El ser humano es una unidad biológica y en el movimiento se manifiesta con mayor dimensión esta

realidad.

El estudio de dos a tres años lo realizaremos como si el alumno estuviera escolarizado en la Escuela Infantil. Somos conscientes del desfase que se produce entre los niños que pueden tener treinta meses y los de veinticuatro. Es una realidad de aula, pero creemos superable a través de la metodología individualizada.

Nuestra organización la realizamos por trimestres académicos: de septiembre a diciembre, enero a marzo y abril a junio. La descripción la reflejamos sobre la estructura de: los objetivos, las actividades, la organización de las sesiones y la valoración de la motricidad.

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