Ampliación Tema 7 Parte 1

Ampliación Tema 7 Parte 1

Lecturas seleccionadas para completar o adaptar el tema:

1. La familia como agente socializador.

2. La familia y la educación.

3. La comunidad, la familia y el centro educativo.

4. La interrelación educativa de los padres en el centro.

5. La Tutoría.

LECTURAS RECOMENDADAS

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La familia como agente socializador

La familia como grupo social representa los valores de la sociedad y desempeña un papel muy importante en la formación de las nuevas generaciones.

Se lee con frecuencia que la familia hace su aporte al proceso de socialización.

¿En qué pensamos cuando mencionamos este concepto? Para responder asumimos íntegramente lo planteado por la Dra. Amelia Amador Martínez en su obra “Socialización y educación de la personalidad: una mirada a la teoría y a la familia”, consideramos que un importante punto de partida se refiere al enfoque del proceso de socialización y los principales agentes socializadores y su papel en la educación de la personalidad de las jóvenes generaciones, el carácter activo de ambos polos: agentes socializadores y sujetos de socialización, vistos en comunicación y diálogo, así como la concepción del desarrollo infantil integral y por tanto la acción también integral que deben tener todos los factores que actúan sobre él.

En esta trama de relaciones y vínculos, interacciones e interrelaciones en que se mueve el hombre, ser social desde que nace, se destaca la importancia de la educación como núcleo del proceso socializador, entendida no como la acción aislada de la escuela, sino en el sentido más amplio de acciones de preparación del hombre para la vida en los distintos ámbitos en que se desenvuelve y desarrolla.

Los estudios sobre el comportamiento del sujeto en el medio social o sea los relativos a la socialización del individuo, fueron iniciados por G. Tarde, E. Durkheim, J. Piaget, H. Wallon, entre otros. La permanente búsqueda por estos y otros investigadores de explicaciones sobre lo que tiene lugar al producirse los intercambios del individuo con la sociedad, sentó bases importantes para contar hoy en día con conocimientos sistematizados sobre el problema de la socialización.

La socialización, como ya señalamos no es algo que ocurre de modo abstracto para dar lugar al desarrollo del individuo, sino se subraya, la condición material que caracteriza el entorno social que envuelve al sujeto, que resulta imprescindible para que pueda transformarse como ser humano.

Ahora bien la influencia del medio social no prescinde del dinamismo del sujeto o sea, de su actividad, aspecto determinante para comprender justamente lo que acontece en la relación individuo – sociedad.

El valor fundamental que tiene el estudio del proceso de socialización es conocer el papel que juegan los factores sociales y las vías que permiten al sujeto vincularse a ellos. Otro aspecto importante de la socialización es cómo se aprenden los contenidos sociales.

Son muchas y diversas las definiciones sobre socialización y también la aceptación de cuáles son los principales agentes que la llevan a cabo.

Para I. S. Kon, la socialización es el conjunto de procesos sociales gracias a los cuales el individuo asimila y reproduce un determinado sistema de conocimientos, normas y valores que le permiten actuar como miembro pleno de la sociedad.

Parson y otros sociólogos norteamericanos (de los años 40-60) entienden que la socialización es un proceso de adaptación social de la persona al medio por vía de la asimilación de las normas, reglas, etc., criterios a los que se enfrenta la opinión de que, en el proceso real de socialización los individuos no se adaptan simplemente al medio, sino que lo crean.

Morin y B. Balmer en un debate sobre sociabilidad y socialización plantean que se pueden agrupar los enfoques sobre la socialización en sociocéntricos y psicocéntricos, según el énfasis esté puesto en la sociedad o en el niño.

Para los primeros, la socialización consiste en un proceso coercitivo de sumisión del individuo a unos esquemas de pensamiento previo, cuyas raíces y finalidades están condicionados por su modo de ser social y orientados hacia él.

Frente a esta corriente sociocéntrica, los autores presentan la hipótesis centrada en el niño, cuyo centro de interés esencial se refiere a la especificidad misma de la infancia, sobre la base de poner claramente de manifiesto las condiciones psicológicas necesarias, para el desarrollo social del individuo.

Este enfoque los conduce a tomar en consideración los trabajos de la Escuela de Ginebra a partir de las investigaciones realizadas sobre la evolución de la lógica en el niño y en el adolescente, intentan determinar su impacto en lo que se refiere a la construcción de acciones de carácter sociopolítico por un lado, y a la inserción social y política del adolescente por otro. Analizan los primeros trabajos de Piaget y destacan la nueva interpretación que ofrece del egocentrismo, no como una característica propia del desarrollo social y moral, sino como una fenómeno epistémico en que se le considera una especie de construcción primaria.

Las reformulaciones de la escuela de Ginebra, con una posición decididamente constructivista, rebasan las concepciones extremas de Tarde (formación endógena de la lógica) y de Durkheim (lógica impuesta al sujeto desde el exterior). Tiene además importantes consecuencias en lo que se refiere a los límites de las transmisiones sociales, el sujeto sólo asimila, desde el nivel más elemental, las nociones que corresponden a las estructuras operatorias que llega a dominar y sigue siendo impermeable a aquellas otras cuyos vínculos con sus estructuras espontáneas no se perciben…, cuestión ésta a la que aún no se presta suficiente atención en el estudio del desarrollo intelectual y menos aún en el de la socialización, encontrando frecuentemente la tendencia a hablar a los niños de lo que debe hacerse en términos de conferencias entre adultos que dejan fuera de su compresión la mayor parte de su contenido.

Al respecto, expresa A. Amador que, en el análisis teórico del proceso de formación de la personalidad, se destacan importantes factores que, de manera interrelacionada la conforman y agrega el papel esencial que el propio sujeto desempeña como uno de estos factores, si bien lamentablemente no siempre es tomado en cuenta.

Los autores del interesante debate sobre la sociabilidad y la socialización que estamos analizando plantean cómo éstas se analizan desde posiciones extremas, que pueden recaer en una forma particular de reduccionismo: sociologismo para los partidarios del sociocentrismo y psicologismo para los defensores del niño como centro. En ambos casos se hiperbolizan aspectos a tener en cuenta, por lo que ofrecen una visión parcial, reducida, de lo que ocurre realmente.

Consideramos que la referencia a planteamientos expresados por Vigotsky sobre los trabajos iniciales del Piaget, así como en general su obra conocida como “Teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas”, nos permite ganar en claridad en este análisis. El autor, señala que los distintos aspectos de la actividad psíquica no pueden ser entendidos como hechos dados de una vez y para siempre, sino como producto de una evolución filo y ontogenética, con lo cual se entrelaza determinándola, el desarrollo histórico cultural del hombre. Para él, el instrumento cultural se integra en la psiquis del sujeto, es parte fundamental de la misma: todas las funciones psíquicas superiores son relaciones de orden social interiorizadas, base de la estructura social de la personalidad. La cuestión es que la socialización, su valor radica no solo en hacer del individuo un ser social, sino contrariamente, cómo mediante la interacción social se forma el individuo, es decir se conforma la psiquis.

Tal posición, pensamos, sitúa la actividad social del hombre en un plano central en particular en el proceso de formación de niños y jóvenes, en su socialización.

En materiales elaborados por la UNESCO se plantea cómo se puede distinguir la socialización primaria, que corresponde generalmente a la primera infancia y que consiste en la introducción inicial del niño, en el mundo social y la socialización secundaria, cuya finalidad es la integración del individuo en grupos específicos, institucionalizados. Se destaca que, si bien la familia tiene a su cargo el trabajo esencial de la socialización primaria, la escuela es el factor preponderante que asegura, de ordinario, la socialización secundaria. Un interesante aporte en esta temática lo hace Juan Delval quien señala que la adquisición del conocimiento social se tiene que vincular con la socialización entendida como el proceso por el cual un individuo llega a adquirir las conductas y los conocimientos básicos de la sociedad en que vive. Señala que en la concepción de Berger y Luckman esto se produce cuando el individuo asume el mundo en que ya viven otros, cuando comprende ese mundo y lo hace suyo. Subraya Delval que conviene tener presente que mediante la socialización uno se hace miembro de una sociedad, es decir, adquiere las conductas y los conocimientos básicos de esa sociedad, pero también del

género, pues los parecidos entre los seres humanos son quizás mayores que sus diferencias.

Señala el autor, la inquietud acerca de cómo se produce este proceso, que muchos han entendido como la adquisición de conductas de tipo social, de actitudes y valores, pero en el que han dejado de lado completamente todo el problema de las representaciones, de los modelos de la realidad que los individuos construyen. Añade que las conductas son un aspecto importante para entender al ser humano, pero que, para comprender esas conductas, es necesario recurrir a las representaciones, a los modelos del mundo que el sujeto construye y que las conductas están determinadas por procesos internos, de tal manera que no podemos entenderlas si no tratamos de llegar a ellos. Para él hay una interacción muy estrecha entre conducta y representación y si no queremos limitarnos sólo a tratar de conductas muy elementales y rudimentarias hemos de tener en cuenta las concepciones de los individuos sobre el mundo o la sociedad.

Esta interesante posición del autor abre nuevas aristas en el tratamiento de esta problemática. Hay autores en diferentes países que profundizan acerca de la socialización en el campo de algunas esferas particulares o en su sentido más abarcador. Así, en la República de Cuba, Ma. Isabel Domínguez, destaca su carácter de proceso formador de mayor alcance o conjunto de procesos y Amelia Amador entiende la socialización “como el conjunto de procesos sociológicos, pedagógicos y psicológicos por los cuales el individuo, en la asimilación de la experiencia social, se incorpora a diferentes actividades, participa con otros, se implica en su ejecución, establece relaciones y se comunica, todo ello en función de las expectativas y representaciones que como miembro del grupo de que se trate va desarrollando, de los conocimientos, sentimientos, actitudes que en él se van formando al respecto, con lo cual reproduce, modifica o crea nuevas expectativas que, a su vez, dan lugar a su práctica en una dimensión cada vez más reflexiva y autodirigida como heredero o representante de las conquistas de la humanidad, de la región y país en que vive, de la provincia, comunidad, grupos, familia de que es miembro, como sujeto que se desarrolla”.

Este enfoque de la socialización integra diferentes dimensiones de su naturaleza, por lo cual al abordar su estudio debe hacerse de forma interdisciplinaria, lo que no niega desde luego, la posibilidad de enfatizar en una u otra arista en determinado momento.

En su carácter integral este enfoque hace patente las interrelaciones e interdependencias de diferentes ciencias, como la Filosofía, en la determinación de qué tipo de hombre la sociedad necesita lo cual estructura la Pedagogía en términos de objetivos educacionales, metas y aspiraciones que se trazan en los planes y programas de estudio, vía curricular y en lo que se ha dado en llamar el currículo oculto, que también es parte, y fundamental por cierto del logro de tales aspiraciones.

Aspecto significativo alcanza en este enfoque, el papel de la Sociología, en la

diferenciación de las condiciones en que tiene lugar el proceso de socialización y la intervención de sus diferentes agentes, y la Psicología por los mecanismos psicológicos por los cuales todo esto se plasma en la vida individual de las personas, en su manera de hacer y convivir, en su personalidad, la cual se convierte en agente de su propia socialización.

En cuanto a la socialización plena del hombre en todas sus dimensiones, encontramos que lamentablemente, los beneficios de lo que ha acumulado la humanidad tanto de índole material como espiritual, no están al alcance de todos los hombres del planeta por igual, quedando muchos como señalara Martí, por debajo de su época. Esto plantea un reto por la preservación de la vida y en la dotación de un adecuado nivel de calidad de la misma.

Partimos de la consideración de que la educación, como fenómeno social históricamente desarrollado, cómo núcleo del proceso socializador, ejerce una influencia decisiva en la formación del hombre a lo largo de toda su vida, y debe prepararlo tanto para el logro de una incorporación personal y social activa, como para el disfrute y plenitud que se derivan de la misma.

Es importante destacar el nexo que se establece entre la educación y los objetivos sociales a que debe dar respuesta por una parte, y la contribución que debe brindar al desarrollo individual por la otra, como dos polos de una cuerda en tensión que representan los puntos de llegada y de partida respectivamente en el trabajo educacional. Es este nexo donde consideramos que más se aprecia la relación socialización – educación, ya que mientras la primera ocurre espontáneamente, la educación impregna direccionalidad hacia los objetivos sociales a tales procesos como sabemos la educación ocurre en las instituciones creadas para tal fin, las escuelas y en otros ámbitos: la familia, la comunidad, cuando las acciones que allí se realizan responden a determinados objetivos, tienen una intencionalidad determinada.

Desde el punto de vista de la educación tiene gran importancia lo referente a la actividad y la comunicación y el papel del sujeto como participante activo en su propia formación, ya que al impregnarlos de una conducción científica, perfecciona estos procesos.

En el estudio de estas cuestiones, partimos del carácter integral y único de la personalidad que se manifiesta en la unidad de sus componentes, en la organización de la actividad que el sujeto despliega y en la comunicación que establece con otros, así como en la repercusión que todo ello tiene en él.

Ello ocurre en el proceso de apropiación de la cultura, en las actividades para alcanzarlo en el cual el hombre no está aislado, pues desde las primeras edades está actuando en relación con otros, que paulatinamente van descubriendo ante él los conocimientos y experiencias contenidas en los objetos, en la vida social, en el lenguaje, etc., los cuales le sirven de modelo en las relaciones con otras personas y como contraposición, le permiten el conocimiento de sí mismo. Los procesos de comunicación y actividad adquieren singular importancia por tanto en la formación de la personalidad.

El hombre no nace dotado de las conquistas históricas de la humanidad, ha de apropiarse de ellas y en este proceso se forma, de manera natural, espontánea por la socialización y con una dirección determinada por el papel de la educación. Reafirman estos planteamientos situaciones conocidas por la ciencia: el caso de niños separados temporalmente de la sociedad y el caso de niños procedentes de comunidades tribales de pobre desarrollo cultural que pasan tempranamente a vivir en un medio cultural elevado y los cambios que tales situaciones originan en los niños, sobre todo cuando se ejerce una influencia educativa sobre ellos.

Como señalara H. Pieron, si ocurriera una catástrofe y sobrevivieran solamente los niños, la historia de la humanidad quedaría cercenada.

Todo esto destaca el valor de la educación ya que el movimiento histórico es imposible sin la transmisión activa a las nuevas generaciones, de los avances de la cultura humana, y por otra parte, se necesita el perfeccionamiento constante del hombre, de su actividad, de su comunicación, e inteligencia para arribar a nuevas etapas del desarrollo de la sociedad. Esto requiere búsquedas teóricas, aplicación de la ciencia a la práctica, este es el papel de la educación como ciencia social. Todo lo planteado en el análisis de la socialización es válido para la educación, no así a la inversa. La socialización ocurre, la educación dirige.

Es posible considerar a la educación como un nivel superior de socialización, a ello deben dirigirse nuestras acciones, a perfeccionar, a guiar los procesos de formación y desarrollo de la personalidad.

Si asumimos que el núcleo del proceso socializador es la educación, y reconocemos que la familia es la primera escuela del hombre, en la cual sin aulas, ni pizarrones todo educa pues forma sentimientos, actitudes, valores; de la cual solo egresa el hombre cuando va a constituir la suya propia; estaremos de acuerdo en que es necesario incidir en los padres, los primeros maestros, con vista al perfeccionamiento de su función educativa, de la acción socializadora que a esta célula básica de la sociedad le corresponde.

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I.

II. AGENTES SOCIALIZADORES

FAMILIA

ESCUELA

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COMUNIDAD

Por la importancia del proceso socializador, en función de las aspiraciones y objetivos de la sociedad, es que la educación institucional desempeña un papel rector, pues le brinda la dirección adecuada, mecanismos y métodos y se convierte así en el centro coordinador de las acciones socializadoras que han de realizar los diferentes agentes (familia, comunidad, escuela)

Funciones de la familia en la sociedad actual

Las actividades y relaciones intrafamiliares, que los estudiosos agrupan fundamentalmente por su contenido en las llamadas funciones familiares, están encaminadas a la satisfacción de importantes necesidades de sus miembros no como individuos aislados, sino en estrecha interdependencia. El carácter social de dichas actividades y relaciones viene dado porque encarnan todo el legado histórico – social presente en la cultura; porque los objetos que satisfacen esas necesidades, y la forma misma de satisfacerlas han devenido con la cultura en objetos sociales.

Pero, además, a través de estas actividades y relaciones en esa vida grupal se produce la formación y transformación de la personalidad de sus integrantes. O sea, estas actividades y relaciones intrafamiliares tienen la propiedad de formar en los hijos las primeras cualidades de personalidad y de trasmitir los conocimientos iniciales que son la condición para la asimilación ulterior del resto de las relaciones sociales.

El concepto de función familiar, común en la sociología contemporánea, se comprende como la interrelación y transformación real que se opera en la familia a través de sus relaciones o actividades sociales, así como por efecto de las mismas.

Es necesario subrayar que las funciones se expresan en las actividades reales de la familia y en las relaciones concretas que se establecen entre sus miembros, asociadas también a diversos vínculos y relaciones extrafamiliares. Pero a la vez se vivencian en la subjetividad de sus integrantes, conformando las representaciones y regulaciones que ya mencionamos. Las funciones constituyen un sistema de complejos intercondicionamientos: la familia no es viable sin cierta armonía entre ellas; una disfunción en una de ellas altera al sistema.

El modelo de funciones familiares que a continuación se presenta ha sido adoptado por sociólogos, investigadores de la problemática de la familia, a partir de considerarlo adecuado reflejo de las interrelaciones que dan al interior de cada familia en concordancia con las actividades a las que dan respuesta.

Es oportuno señalar que las funciones atribuibles a la familia cambian según el régimen socioeconómico imperante y el carácter de sus relaciones sociales. El cambio ocurre, no solo en su contenido sino también en su jerarquía.

La función biosocial comprende la realización de la necesidad de procrear hijos vivir con ellos en familia; en otras palabras, la conducta reproductiva que desde la perspectiva de la sociedad es vista como reproducción de la pobla- ción. Incluye también las relaciones sexuales de la pareja, basadas en relaciones emocionales intensas que constituyen un elemento esencial de la estabilidad de la pareja y, con ello, de la familia.

La conducta reproductiva es una de las dimensiones más estudiadas de las funciones familiares. Sin embargo, como se mostrará en la sección correspondiente, las investigaciones realizadas toman como unidad de análisis sólo a uno de los miembros de la pareja; analizan la fecundidad y la conducta reproductiva de la mujer y hacen abstracción de la familia.

La función económica comprende las actividades de abastecimiento y consumo tendentes a la satisfacción de las necesidades individuales y familiares, y las actividades de mantenimiento de la familia que incluyen todos los aportes de trabajos realizados por los miembros de la familia en el marco del hogar y que corrientemente se denominan “tareas domésticas”, así como las relaciones intrafamiliares que se restablecen a tal fin. Incluye, también, el cuidado de los niños, enfermos, ancianos7 las relaciones con las instituciones de educación, salud, servicios, etc. En este sentido, la familia constituye el marco fundamental para asegurar la existencia física y el desarrollo de sus miembros y la reposición de la fuerza de trabajo.

La función cultural espiritual comprende todas las actividades y relaciones familiares a través de las cuales la familia participa en la reproducción cultural espiritual de la sociedad y de sus miembros. Es a través del empleo de sus propios medios y posibilidades (contenido emocional de las relaciones de pareja, de padres e hijos, la continuidad del circulo de personas, el interés y dedicación mutuos entre los miembros de la familia) que la familia realiza aspectos específicos del desarrollo de la personalidad del hombre (padres e hijos), especialmente a través de la socialización y educación. Sin embargo, la socialización de la nueva generación no deviene sólo de la realización de esta función, sino que es resultado del ejercicio de todas las funciones, del modo de vida de la familia en su totalidad. En el microclima familiar, el niño y el joven adquieren todos los conocimientos, capacidades y habilidades vinculados con su desarrollo físico y espiritual, para lo cual el tiempo libre que transcurre dentro de la familia aporta un ámbito de especial importancia.

La función educativa de la familia, que se incluye en esta ultima ha sido de gran interés para psicólogos y pedagogos que consideran acertadamente, que ésta se produce a través de las otras ya mencionadas; pues se manifiesta lo que se ha llamado el doble carácter de las funciones ya analizadas; satisfacen necesidades de los miembros, pero, a la vez educan a la descendencia.

Funciones familiares

Biosocial

Espiritual cultural

clip_image007Económica

Al respecto es bueno señalar que el proceso educativo en la familia, – – como señala la Dra. Ares, P. (2) – de ser estimulado por la sociedad en sentido general, responde también a un sistema de regularidades propias para cada familia, determinado en gran medida por las normas morales, valores, tradiciones y criterios acerca de qué debe educarse en los niños.

PROCESO EDUCATIVO EN LA FAMILIA

clip_image008Lo estimula

clip_image009Asume regularidades propias, determinadas por las normas, valores, tradiciones y criterios educativos que prevalecen en cada familia.

Modo de vida familiar y educación de los hijos en las diferentes clases sociales Cada familia tiene un modo de vida determinado, que depende de sus condiciones de vida, de sus actividades sociales y de las relaciones sociales de sus miembros. El concepto incluye las actividades de la vida familiar y las relaciones intrafamiliares, que son especificas del nivel de funcionamiento

psicológico de este pequeño grupo humano; aunque reflejan, en última instancia, las actividades y relaciones extrafamiliares.

En esta concepción de modo de vida es necesario incluir el proceso y el resultado de la representación y regulación consciente de estas condiciones por sus integrantes Los miembros de la familia se hacen una imagen subjetiva de diversos aspectos de sus condiciones de vida, sus actividades e interrelaciones; y sobre esa base regulan su comportamiento, aunque en la vida familiar hay importantes aspectos que escapan a su control consciente.

Profundizando en el enfoque del modo de vida la Dra. Mayda Alvarez y sus colaboradores en el libro “Investigaciones psicológicas y sociológicas” asume, como conceptos analíticos y ordenadores las condiciones (objetivas y subjetivas) de vida de la familia y las funciones familiares, destaca que el modo de vida familiar constituye parte integrante del modo de vida de la sociedad, ya que la familia como grupo social encarna y desarrolla el modo de vida de esta, mediante la ejecución de sus actividades sociales (Gysi, J., 1986)). La familia es entendida, entonces, como un sujeto del desarrollo del modo de vida de la sociedad.

Así, la categoría modo de vida es empleada en el nivel microsocial – pequeños grupos como el colectivo laboral, la familia y otros -, por lo cual requiere un manejo algo diferente al dado a conceptos incluidos, dentro del aparato categorial del modo de vida, tales como los de actividad y condiciones de vida.

En su aplicación al objeto familia, los componentes clásicos considerados en la literatura sobre modo de vida-condiciones de vida, actividad vital y reguladores subjetivos de la personalidad-requieren determinadas especificaciones. La más importante se refiere a la estructura de las actividades vitales de la familia, como sujeto colectivo del modo de vida.

El conjunto de las actividades vitales de la familia no es más que el conjunto de las funciones biosocial, económica y cultural-espiritual de la familia; es decir, el conjunto de actividades vitales en el caso de la familia como sujeto del modo de vida se diferencia del componente “actividad vital” en otros niveles de análisis del modo de vida por el hecho de que su estructura constituye la unidad la familia que, como tal, es sujeto del modo de vida.

Las condiciones de vida de la familia son las premisas heredadas y creadas para el despliegue de las funciones familiares. Analíticamente pueden dividirse en objetivas y subjetivas.

Las condiciones objetivas, para el estudio del modo de vida familiar, abarcan no sólo la pertenencia clasista y el nivel de vida concreto de la familia, sino, además la actividad laboral de los miembros adultos de la familia, la cual de actividad vital que es, en otros niveles de análisis del modo de vida, pasa a ser considerada condición de vida objetiva para el despliegue de las funciones familiares cuando la familia es el sujeto del objetivas modo de vida. Las condiciones de vida están dadas fuera del sujeto – en este caso del sujeto

colectivo familia, independientemente de su conciencia grupal o individual y de las cuales éste se apropia para el despliegue de sus funciones sociales, así como a reproducción de la población y el medio geográfico. Contempla, entre otros, indicadores del nivel de vida, los cuales incluyen tanto la infraestructura material en bienes y servicios como las relaciones de distribución y consumo así como los indicadores de distribución de fondo de tiempo.

Las condiciones subjetivas están en el propio sujeto, pasan por la conciencia de los hombres antes de tomar forma en la personalidad de los miembros de la familia y se manifiestan a través de las condiciones objetivas apropiadas y de formas que asumen sus funciones familiares. Contemplan indicadores de reguladores subjetivos tales como orientaciones de valor, motivaciones, actitudes e intereses referidos a las actividades en distintas esferas de la vida. Las condiciones subjetivas comprenden los llamados “reguladores subjetivos” o espirituales de los miembros de la familia (adultos y jóvenes), en nuestro caso específicamente incluye las orientaciones de valor.

En síntesis, el modo de vida familiar puede definirse como la forma en que se despliegan las funciones familiares en las condiciones de vida (objetivas y subjetivas) concretas de la familia.

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Condiciones de vida

Actividades sociales

Relaciones sociales de sus miembros

Es muy importante destacar en el medio de vida familiar el carácter de las relaciones que establecen sus miembros los cuales experimentan la necesidad de la seguridad emocional, que en particular los más pequeños ven satisfecha en su relación con los padres. La persona experimenta así el apoyo y solidaridad de los demás miembros de la familia a sus esfuerzos y a sus planes, y obtiene también un reforzamiento a sus opiniones personales.

Las relaciones afectivas conducen al tema de la comunicación intrafamiliar. Este resulta uno de los aspectos más investigados aunque con diversidad de enfoques teóricos y metodológicos. La concepción sobre la comunicación es central en la construcción de una psicología de orientación materialista – histórica, y en la familia es donde el ser humano vive su comunicación más estrecha a lo largo de su ontogenia.

La comunicación desempeña importantes funciones informativas, regulativas y

afectivas, cuestiones que están indisolublemente ligadas. En el desarrollo de las actividades hogareñas conjuntas se produce una necesaria comunicación entre los miembros, aunque también ellos dedican parte de su tiempo a la actividad especifica de la comunicación afectiva, que se convierte en motivo de la actividad intrafamiliar. Esta comunicación expresa las necesidades e intenciones de los miembros del grupo familiar; mediante ella se ejerce una influencia en sus motivos y valores, condicionándose las decisiones vitales de todos.

Se ha reconocido que durante la primera infancia las alteraciones en la comunicación afectiva repercuten desfavorablemente en la formación temprana de la personalidad. En la experiencia clínica con niños que presentan defectos discapacitantes se comprueba que en los primeros años de vida se produce una especie de circulo de estimulación afectiva mutua entre la madre y el niño con defecto. Es señalado que cuanto más ella lo estimule, sus reacciones serán mejores. Pero si el bebé reacciona poco a los cuidados físicos, a las manipulaciones cariñosas, a la voz, a las sonrisas, y al afecto materno; eso desestimula a la madre. Luego sucede que la falta de estimulación sensorial y emocional frenan el desarrollo del bebé.

La comunicación afectiva que exista entre un niño pequeño y el familiar adulto va a ser determinante para que el menor lo imite y se identifique con él. Cuando existe una identificación emocional se siguen los modelos paternales y hay estrecha comunicación, entonces los miembros de la familia comparten los valores esenciales que orientan su personalidad.

Del afecto que los padres expresan al hijo pequeño se origina, en buena medida, su capacidad de amar. Luego, de los roles que lo llevan a desempeñar en el diario vivir, se va educando su masculinidad o feminidad. Esta compleja esfera de la sexualidad humana está muy relacionada con la comunicación.

Se señaló anteriormente a la familia como el grupo humano primario más importante en la vida del hombre. El grupo humano es una comunidad de personas que actúa entre sí para lograr objetivos conscientes, una unidad que actúa objetivamente como sujeto de la actividad. En los llamados grupos primarios la relación se apoya no sólo en contactos personales, sino también en la gran atracción emocional de sus miembros hacia los objetivos, en el alto grado de identificación de cada uno con el grupo. La base psicológica y social de la acción grupal es la comunidad de intereses, de objetivos y la unidad de las acciones.

El Dr. R. Castro en su libro “Como cumple la familia su función educativa” (Castro, P. L. – ¿Cómo cumple la familia su función educativa” – – Pág. 9 ) señala que en el grupo pequeño se ejerce un control social peculiar sobre los miembros, se adoptan ciertas normas y valores y se espera de cada uno su cumplimiento. Hay en su seno mecanismos de aprobación y desaprobación de las conductas de sus integrantes, en función de las normas y valores aceptados que regulan, por ejemplo, desde los horarios de vida hasta el comportamiento disciplinario de los hijos.

En el grupo familiar sus actividades, de contenido psicológico muy personal, producen una comunicación emocional y una identificación afectiva que responden en primer lugar a necesidades íntimas de la pareja y a los lazos de paternidad y filiación, privativos de la familia.

En el seno de la familia las actividades comprendidas en las distintas funciones mediatizan el desempeño de roles, las relaciones interpersonales, los afectos familiares, la identificación entre sus miembros, la empatía y la cohesión. Esto ocurre en un proceso que pudiéramos asemejar a la “ontogénesis” en el cual va enriqueciendo sus actividades hasta desarrollar y desplegar plenamente sus funciones.

Al constituirse la familia, sus integrantes aportan a las nuevas interrelaciones los condicionantes que traen de otros grupos humanos de procedencia y referencia, pero en la medida en que desarrollen las funciones específicas – económica, biosocial, espiritual – comienza a producirse la mediatización de las relaciones por las actividades significativas.

Esta peculiar génesis grupal se inicia por la formación de una actitud de los miembros hacia el contenido de sus actividades fundamentales. Pero esos contenidos están socialmente condicionados: en el proceso se produce la apropiación de los valores sociales relativos al modo de vida familiar, que son expresión del modo de vida social. El comportamiento pautado socialmente para una madre y un padre, en un medio socio – cultural determinado, está expresado en estos valores o modelo social.

Cada uno de los miembros de la familia desempeña roles que encarnan las relaciones y valores de la sociedad en su conjunto; sirviendo así de poderoso medio de reproducción social. En el interior del grupo primario que es la familia, el rol de integrante “engarza” con los restantes mediante una serie de mecanismos de adjudicación y asunción de roles. El niño o la niña, es llevado a asumir su rol genérico muy tempranamente, y en ese desempeño de roles como hijo, además aprende (interioriza) cómo es el comportamiento familiar de la madre y del padre respecto a su persona.

La familia como sistema

El Dr. P. L. Castro asume que la familia puede considerarse como un sistema, lo cual significa interpretar como una unidad los distintos componentes de la familia, las interrelaciones de sus miembros los distintos componentes de la familia, las interrelaciones de sus miembros en torno a todos los problemas de la vida cotidiana, el intercambio de sus opiniones, la correlación de sus motivaciones, la elaboración o ajuste de sus planes de vida, etc.. Esta unidad es realmente un proceso dinámico, que va desarrollándose a lo largo del ciclo vital, con etapas de grandes cambios, y otras de relativo equilibrio.

Añade el citado autor que “en el sistema familiar suelen diferenciares los

subsistemas, como los de la pareja parental, el subsistema de los hijos, o la díada madre – hijo. Es productivo considerar la existencia de límites más o menos precisos, entre estos subsistemas; así como las relaciones (o las reglas de interacción) entre ellos. También se pueden estudiar espacios del desempeño de las actividades de cada subsistema y de los miembros en particular, como veremos más adelante en esta obra.

Al estudiar el ciclo vital los especialistas de familia describen las etapas de:

ü selección del cónyuge y concertación del matrimonio

ü la conyugal sin hijos

ü la de los hijos, su crianza y educación

ü la etapa de la relación conyugal con los hijos adultos

ü y la final del matrimonio

Cada etapa del ciclo vital comprende actividades familiares socialmente determinadas, que permiten caracterizar cierta jerarquía de las funciones familiares. En cada nueva etapa se pueden presentar crisis específicas porque las exigencias superiores que plantea el cumplimiento de las funciones familiares demandan un cambio en las interrelaciones de los miembros.

No obstante algunos autores no ven la esencia del movimiento desarrollador del sistema familiar – que está explicado en el acondicionamiento social y sólo describen sus aspectos fenoménicos. Recientemente se ha propuesto estudiar la esencia de las etapas del ciclo vital y su evolución sobre la base de las regularidades de la formación de la personalidad de los hijos, que depende de fuerzas motrices externas combinadas con las condiciones internas del desarrollo.

Los miembros adultos de la familia plantean a sus menores hijos en cada edad una serie de exigencias históricamente formadas, cuyo cumplimiento propicia no solo la adquisición de nuevas habilidades sino también la formación de nuevos motivos.

Es posible considerar que “la esencia del papel formativo de la familia está precisamente en conducir el desarrollo de estas actividades, formadores de necesidades y motivos que se convierten en fuerzas impulsoras o motrices de la personalidad en cada etapa.

En la edad preescolar el niño está subordinado al adulto, de cuya aprobación depende su bienestar emocional, al final de la etapa, el familiar más cercano se convierte en modelo para la imitación. Posteriormente será la aprobación o desaprobación del padre el motivo fundamental que lo inste a actuar de una forma determinada.

Ya en la edad escolar se irá haciendo más independiente y hallará en sus coetáneos nuevos motivos de conducta. De todos modos la influencia de la familia siempre va a estar presente aun cuando – ya adolescente – se tome en cuenta la opinión y valoración del grupo.

La familia es un sistema abierto que está recibiendo de manera continua, como unidad, las influencias de otros grupos sociales. Recibe las de la escuela, tanto a través de los hijos como por el contacto de los maestros y los padres; además está influenciada por la vida sociopolítica del país desde su inserción sociolaboral de los familiares adultos. También recibe, y no es despreciable, la influencia de la opinión social en la comunidad cercana, y por los medios de difusión.

Sin embargo considerar a la familia como sistema abierto es reconocerla en su relación activa con el medio social inmediato. Cualquier reacción del grupo familiar a estas influencias está modelada, por la dinámica interna de la familia, pues se trata de un sistema autorregulado, que se representa sus propios objetivos y elabora sus planes para lograrlos.

¿Cómo dirige la familia su vida y la educación de sus hijos y qué posibilidades tiene de hacerlo mejor?

La familia es un sistema que se autodirige con cierto grado de conciencia colectiva de sus miembros. Los padres como subsistema rector, elaboran paulatinamente su representación del modelo social de familia es decir, de los valores sociales históricamente formados en la conciencia social acerca del matrimonio, la familia, sus funciones, la educación de los hijos, etc. Sobre la base de esta representación o ideal de familia, se trazan sus aspiraciones y tratan de regular las actividades intrafamiliares.

Esta representación se forma paulatinamente y se modifica, en concordancia con los cambios que va experimentando la propia familia en su propio vivir: las concepciones y los planes de los padres, que luego son compartidos con los hijos ya mayores, de ninguna manera son estáticos.

LECTURAS RECOMENDADAS

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La familia y la educación

La función educativa de la familia ha sido objeto de mucho interés para la psicología y la pedagogía general y, especialmente, para los que se ocupan de la educación y el desarrollo del niño en los seis primeros años de vida.

Los estudios e investigaciones más recientes de las neurociencias revelan las enormes posibilidades de aprendizaje y desarrollo del niño en las edades iniciales, y hacen reflexionar a las autoridades educacionales acerca de la necesidad de optimizar ese desarrollo, de potenciar al máximo, mediante una acertada dirección pedagógica, todas las potencialidades que la gran plasticidad del cerebro humano permitiría desarrollar.

Si se parte de que, en el transcurso de la actividad y mediante la comunicación con los que le rodean un ser humano puede hacer suya la experiencia histórico

– social, es obvio el papel que la familia asume como mediador, facilitador de esa apropiación y su función educativa es la que más profunda huella dejará precisamente porque está permeada de amor, de íntima comunicación emocional.

La especificidad de la influencia familiar en la educación infantil está dada porque la familia influye, desde muy temprano en el desarrollo social, físico, intelectual y moral de su descendencia, todo lo cual se produce sobre una base emocional muy fuerte.

¿A qué conduce esta reflexión? En primer lugar a reconocer la existencia de la influencia educativa de la familia, que está caracterizada por su continuidad y duración. La familia es la primera escuela del hombre y son los padres los primeros educadores de sus hijos.

La seguridad y bienestar que se aporta al bebé cuando se le carga, arrulla o atiende en la satisfacción de sus necesidades, no desaparece, sino que se modifica según este va creciendo. La ternura, el cariño, y comprensión que se proporciona le hace crecer tranquilo y alegre; la comunicación afectiva que en esa primera etapa de la vida se establece ha de perdurar porque ese sello de afecto marcará de los niños que, en su hogar, aprenderán, quienes son, que pueden y que no pueden hacer, aprenderán a respetar a los adultos, a cuidar el orden, a ser aseados, a jugar con sus hermanitos, pero, además, aprenderán otras cuestiones relacionadas con el lugar donde nacieron y con su historia. Todo eso lo van a asimilar sin que el adulto, en algunas ocasiones, se lo proponga.

El niño en su hogar aprenderá a admirar lo bello, a decir la verdad, a compartir sus cosas, a respetar la flor del jardín ajeno y ese aprendizaje va a estar matizado por el tono emocional que le impriman los padres, los adultos que le rodean, por la relación que con él establezcan y, muy especialmente, por el ejemplo que le ofrezcan.

Mucho antes de que surgiera con F. Froebel (1782-1852) un sistema para la educación social de los niños preescolares (instituciones educativas) ya pedagogos ilustres se habían referido a la importancia de las edades tempranas para todo el desarrollo ulterior del niño y, a la familia –a la madre fundamentalmente- como primera e insustituible educadora de sus hijos. Baste señalar –entre otros- a J. A. Comenio (1592-1670) que subrayó el papel de la Escuela Materna, como primera etapa de la educación, que ocupa los primeros seis años de la vida del niño, considerados por él como un período de intenso crecimiento físico y de desarrollo de los órganos de los sentidos y a E. Pestalozzi (1746-1827) que, en su propuesta de educación para el desarrollo armónico del niño: físico, intelectual, moral y laboral defendió como mejor y principal educador a la madre para las cuales escribió un manual “Libro para las Madres” o “Guía para las Madres” en el cual orientaba como desarrollar la observación y el lenguaje de sus menores hijos.

A partir de entonces y hasta la fecha, múltiples estudios e investigaciones han revelado las potencialidades de desarrollo del niño desde que nace y se ofrecen variadas formas para su estimulación desde el seno del hogar, mas también se ha corroborado el papel decisivo de la familia en las primeras edades, en lo referente a la formación o asimilación de hábitos de vida y de comportamiento social en sus pequeños hijos. Este período se considera “sensitivo” hablando en términos de L.S. Vigotsky, para la formación de los mismos.

La familia y la formación de hábitos sociales.

Ningún padre aspire a formar un hijo que no se ajuste por sus conductas a la vida en sociedad. Todos quieren que sus hijos sean aceptados por sus compañeros, sean capaces y agradables la que les posibilite poder establecer relaciones sociales armónicas con sus semejantes. De ahí, lo importante que resulta enseñar al niño los hábitos sociales indispensables desde los primeros años.

La conducta social que manifiestan los niños, está estrechamente influida por las normas de conducta que se practiquen en el hogar.

Es en e colectivo familiar donde se deben aprender y practicar los hábitos y normas positivas de convivencia social. Esto es posible a través de las relaciones que se establecen entre sus miembros. Son las relaciones familiares basadas en el amor y respeto mutuos las que ayudan a formar los hábitos sociales.

Muchos padres se preocupan por crear buenos habitas de sueño, alimentación etc., pero, a veces no toman el interés necesario para enseñar al hijo los mejores hábitos de cortesía y las formas correctas de convivencia social que se utilizan en la vida en sociedad y que permiten expresar el respeto que se siente hacia las demás personas.

Cuando los padres tienen hábitos de convivencia social, ofrecen manifestaciones de cortesía, de respeto, comprensión, cooperación y solidaridad para con las personas con quienes conviven, constituyendo verdaderos ejemplos de buena educación. Este ejemplo es muy provechoso, pues el niño se comporta tal como ve actuar a los demás.

Las buenas relaciones de afecto y respeto entre las personas mayores de hogar, abuelos y padres, el respeto a los ancianos e imposibilitados físicos, hacen que el niño adquiera buenos patrones de relación con sus semejantes.

Las padres deben empezar por brindar estas manifestaciones de afecto a su hijo, que van desde darle un beso cuando despierta hasta preguntarle cómo le va en el juego, o si le gustó el paseo que recién diera. Ningún padre puede esperar que su hijo sea cortés, si sus manifestaciones de cariño y amabilidad son limitadas e inexpresivas.

Igualmente estas normas y hábitos sociales no deben quedarse limitadas al hogar. Merecen respeto y consideración los vecinos a quienes se considerarán como personas cercanas que nos solicitan y prestan su cooperación y afecto.

La cortesía y, en general los hábitos sociales, deben practicarse en todas partes; en todas las actividades que requieren del concurso del niño. Si el niño hace una visita con sus padres; debe saludar a las personas cuando llega, preguntares cómo están, no intervenir en las conversaciones que sostienen los adultos, despedirse respetuosamente Esta misma actuación la deben observar las personas que lo acompañan. Todo esto debe explicársele cuidadosamente y hacer lo posible porque él comprenda las beneficios que se derivan de este comportamiento.

Igual conducta debe tener en otros paseos: lugares públicos restaurantes teatros, etc. El niño debe esperar pacientemente que sus padres se sienten y luego hacerlo etc. En estos paseos es donde se pone más en evidencia la educación de las personas. Un niño que llega bruscamente al restaurante o cafetería, se sienta antes que sus padres y tan pronto preguntan qué desean comer, pide sin tener en cuenta a sus padres, lo que da muestras de que en el hogar no se han trabajado estos aspectos de su educación.

Dentro de los hábitos sociales hay que enseñarle a cuidar sus cosas y respetar las ajenas. Así debe cuidar las pertenencias de sus familiares y en caso de necesitarlas, pedirlas, teniendo especial cuidado de no dañaras. Una vez que las devuelve debe agradecer el servicio que las mismas le han prestado.

Otro aspecto a considerar es el comportamiento que debe adoptar el niño en los lugares públicos como pueden ser: teatros, veladas, celebración de conmemoraciones etc. Se le debe enseñar desde pequeño, que existen actos que por su solemnidad exigen una conducta determinada.

Los padres le explicarán que, durante los mismos, deben mantenerse en silencio, en actitud atenta y que cualquier manifestación de ausencia o

desgano, da muestras de irrespetuosidad.

Con el ejemplo ha de enseñarse a niño a cuidar la naturaleza, los animales y las plantas; a no dañarlos; a cuidar la limpieza no sólo del hogar, sino de otros lugares que se frecuentan o simplemente se transita por ellos: calles, parques, museos, áreas verdes en general.

De forma sencilla, natural y con el ejemplo, el cariño y la sistematicidad se han de formar en los niños los hábitos expuestos con anterioridad.

Potencialidades educativas de la familia

La indiscutible importancia de las edades comprendidas entre 0 y 6 años para todo el desarrollo integral del niño hace que en las políticas educativas de los diferentes países se haya entrado seriamente a valorar cómo, por qué vías sería posible estimular el desarrollo general del niño: emocional, intelectual, físico, motriz, social. En algunos lugares se crean nuevas instituciones infantiles a las que acuden los desde que nacen, pero ¿qué pasa con los que no tienen posibilidades de llevar a sus hijos a una Escuela Infantil porque en su entorno no hay? ¿se deja a la espontaneidad, se espera a que crezcan y existan instalaciones educativas para ellos y mientras quedan zonas “apagadas” de su cerebro? Una rotunda negativa es la respuesta a esta interrogante. En las edades, en las cuales más se necesita la estimulación hay que procurarla y para ello existen programas de educación no formal, que mediante materiales educativos de fácil comprensión orientan a los padres, a la familia, acerca de que acciones puedan favorecer el desarrollo físico, intelectual, del lenguaje emocional de sus hijos, cómo lograr la formación de hábitos higiénicos, culturales, todo en un clima de amor y comprensión.

¿Y por qué se estructuran estos programas? Porque la educación familiar se puede ejercer sin propósitos conscientes, educando “como me educaron a mí” y, de lo que se trata ahora, es de lograr que los padres lleguen a adquirir ciertos conocimientos y a desarrollar determinadas habilidades que les permitan ejercer más acertadamente su función educativa, pues están comprobadas las enormes potencialidades educativas de la familia.

El centro de educación infantil, tal y como hoy se concibe, ha de ser la piedra angular donde se produzca la educación del niño, a la vez que sirva de referente, cuando no elemento para la formación del padre en las propias tareas educativas. Por desgracia, aún hoy existen muchas situaciones familiares que hacen imposible el óptimo y deseado desarrollo de los niños en el seno de la familia, si no se ha puesto una ayuda y colaboración complementaria a su labor, haciéndose necesario que los niños acudan a centros especializados en Educación Infantil, que actúen en estrecha colaboración con la familia, debiendo de actuar casi siempre los centros como Escuelas de Padres.

El niño y el ambiente familiar

Le interacción familiar constituye una pieza clave en el desarrollo del individuo, los modos conque se desarrolla el contacto familiar hacen posible la consecución de unas metas de relación que posibilitan a su vez la maduración personal de sus miembros, potencian la unidad, la cohesión y el progreso del grupo familiar.

Los procesos de intercambios establecen en la familia un sistema de interacción permanente, lo que origina la necesidad de aceptar el concepto de familia entendiéndolo como un sistema. El niño está fuertemente inmerso en su ambiente familiar. De su adecuada relación con tal contexto dependerá el significado que tome su desarrollo evolutivo en todos loe aspectos. De la interacción padre – hijo y madre – hijo depende el modo de estructurarse la inteligencia, los estilos cognitivos, la socialización, el tipo de afectividad, la adquisición de le identidad personal, … De aquí se deduce que los trastornos que contemplamos en los niños y adolescentes son síntomas que indican la existencia de una relación disfuncional a nivel familiar y/o escolar.

En la familia ha de contemplarse una red de comunicación entrelazada en la que todos los miembros se incluyen en la naturaleza del sistema, al tiempo que todos se ven afectados por el propio sistema. El influjo es mutuo, intenso, inevitable y la comunicación se hace continua y permanente, aunque exista la voluntad de quererlo evitar.

La interacción se apoya en la comunicación, que a su vez depende de los tipos de mensaje, de le presencia o no de dobles vínculos y de las reglas, aspectos que iluminan el modo de realizarse la comunicación dentro de sistema. En ello, a su vez, influye igualmente el modo de realizarse el encuentro y el contacto entre los miembros. Igualmente hay que destacar la necesidad de que la comunicación familiar no se establezca sólo en niveles de información (decir cosas, relatar hechos registrar episodios, etc.) ni exclusivamente en puros niveles de formación o manipulación, sino que lo importante es crear el clima adecuado para que la comunicación se plantee en niveles que posibiliten que todos los componentes del sistema tengan le opción de expresar sentimientos, afectos, estados emotivos, intercambiando con los otros idénticos mensajes. Según evolucione y cambie el modo de comunicarse en la familia, así se irán introduciendo modificaciones en la conducta de los sujetos que intervienen en esta interacción.

Los efectos derivados de una relación adecuada, tanto en la intencionalidad de la misma como en los contenidos que poseen cualquier conducta interactiva, pueden sintetizarse en los siguientes:

Seguridad personal – Se deriva fundamentalmente del tipo de interacción que se establece entre los adultos del ambiente familiar y el niño.

Confianza básica.- Derivada de la correcta, constante y profunda interacción con los padres como “objeto” gratificador de necesidades básicas.

Integración afectiva.- El mundo afectivo de niño va a estar bombardeado permanentemente por la relación con los demás; pero va a consolidarse en la medida con que los adultos le refuercen la manifestación de sentimientos, emociones y afectos sin amenazar su espontaneidad ni bloquear su exteriorización.

Estabilidad emocional- La continuidad, presencia permanente, igualdad de ritmo e intensidad en a interacción produce estabilidad en el sujeto. La ambigüedad, ambivalencia e incoherencia en la relación provoca efectos contrarios: el sujeto no tendrá referencias a las que agarrarse y en las que consolidar su equilibrio emotivo.

Cohesión personal- Los mensajes enviados por los miembros del sistema familiar constituyen un entramado de relaciones que ayudan al niño a formarse una idea de sí mismo, ya que en lo transmitido hay continuas referencias a lo que él es y lo que se quiere que sea, permitiéndole la configuración de un “yo” diferenciado, individual y perfectamente personalizado.

Progreso permanente.- A cada interacción sigue una respuestas y en cada respuesta está el germen de una conducta igualmente nueva. De este modo, termina creándose una escala ascendente, más rico en cuanto más abundantes sean las relaciones.

La personalidad infantil se estructura en la relación con los otros, y del predominio de lo positivo o lo negativo va a depender la consolidación de lo que habitualmente denominados madurez y equilibrio. De ahí que sea preciso plantear una reflexión sobre los distintos modelos de ambientes familiares y la influencia que estos pueden tener en el niño para que así el educador pueda establecer los puntos centrales para crear un programa de interacción familiar en el contexto educativo más adecuado para la edad de este.

Veamos a continuación las consecuencias que ejercen sobre el niño los diferentes ambientes familiares: