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Ampliación Tema 7 Parte 2

Familias rígidas

Tienen por fin imponer a sus hijos sus ideas opiniones. Existe en ellas una tendencia general a no querer tener en cuenta las particularidades de los otros. Las ventajas que presenta son la de proponer puntos de referencia muy precisos que pueden ayudar a la toma de conciencia del exterior. Pero cuando la rigidez se combina can una estrechez de miras y una restricción de intereses, conduce muy a menudo a los niños a actitudes de infantilismo o de abandono y más tarde, a una

pobreza de personalidad

Climas bohemios

La consecuencia de su anarquía, es muy frecuente, una cierta forma de abandono de los hijos: no un abandono efectivo, sin duda, sino una falta de presencia que provoca un abandono moral. A los niños les

hace falta puntos de referencia, en la vida y bases suficientes que puedan garantizares un sentimiento de seguridad.

Padres ansiosos

Si su actitud va acompañada como suele ocurrir a menudo, de perfeccionismo, hacen que sobre el niño graviten bastantes tensiones, este se siente espiado, estrechamente vigilado, cada uno de sus

gestos hace nacer el temor. La ansiedad de los padres provoca la ansiedad de los hijos.

Padres infantiles

Se niegan a tornar conciencia de sí mismos en cuanto padres y retroceden ante toda toma de responsabilidades, son a menudo, producto de padres posesivos. En estas circunstancias le será muy difícil al niño situarse con relación a las figuras de sus padres: a lo largo del periodo de Edipo, corriendo el riesgo de no encontrar su propia identidad ni la de los demás. En algunas ocasiones se ha dado el caso de que el riño asume demasiado pronto responsabilidades, en

contraposición a sus padres, convirtiéndose en pequeños adultos.

Padres incoherentes

La incoherencia de los padres deja al niño desprovisto de defensas,

presentando reacciones de desconcierto total que se manifiestan muy a menudo en una agitación absolutamente improductiva.

Padres demasiado indulgentes

Proporcionan al hijo todo lo que desean el resultado de esto

demasiado tipo de reacción es en general catastrófico, ya que el niño no soportará ningún tipo de frustración.

Padres excesivamente unidos

Es el caso de aquellas parejas en las que su vocación de pareja es mucho más fuerte que la de padres, no integrando en su relación la presencia de los hijos. Los niños se pueden sentir frustrados, prescribiéndose en ellos una nostalgia por un contacto más íntimo con los adultos, nostalgia que puede transformarse en agresividad contra

ellos.

Padre dominante

Los hijos de este tipo de padre se muestran a menudo tímidos o

inhibidos, incapaces de decidir por sí mismo dificultando su madurez. O por el contrario puede dar lugar a niños rebeldes y autoritarios.

Madre dominante

Hacemos referencia al caso de que la madre sea dominante y el padre infantil. Los hijos encontrarán sin duda dificultades para equilibrar su personalidad. Las hijas al identificarse con la madre tienen el peligro de hacerse dominantes, los hijos faltos de un modelo apropiado de

identificación tendrán tendencia a la indecisión y aura cierta blandura.

Del análisis de los casos anteriormente expuestos podrían derivarse de estos, sacamos la siguiente conclusión con relación a cuál será la actitud de los padres para conseguir un clima educativo favorecedor para el desarrollo integral de sus hijos:

1. Dar sensación de seguridad al hijo.

2. Proporcionarle el sentimiento de que es querido y deseado.

3. Evitar las amenazas, el miedo, el castigo.

4. Enseñar al niño a ser independiente y a que sepa tomar sus propias responsabilidades.

5. Mantenerse tranquilo y no extrañarse de las manifestaciones del instinto del niño.

6. Ser tan tolerable como sea posible para evitar conflictos.

7. Evitar que al hijo puede tener un sentimiento de inferioridad.

8. No impulsar al niño más allá de lo que es natural en él.

9. Respetar los sentimientos y los deberes de los hijos aunque no correspondan a nuestras propias normas.

10. Responder con franqueza a las preguntas que los niños puedan plantear, proporcionándoles respuestas adecuadas a su edad.

11. Tratar las dificultades del hijo.

12. Interesarse por lo que hace el niño aunque no lo consideremos útil.

13. Fomentar al desarrollo: El progreso, más que la perfección.

La familia y la educación en valores

El proceso de reproducción social de la familia, como parte del proceso de reproducción de la sociedad, se concretiza en determinadas funciones familiares, ya analizadas anteriormente. Entre ellas se destaca la función espiritual – cultural, expresada en la utilización del tiempo libre, en la transmisión y formación de valores, entre otros aspectos, cuyo aporte a la formación moral y, en general, a la personalidad del ser humano, es significativo.

Los resultados de una Encuesta Mundial de Valores y el análisis que a partir de sus datos se ha hecho de la permanencia del valor de la institución familiar arrojan la vigencia del papel preponderante que esta desempeña en todos los países: unos, en los que ocupa lugares cimeros y otros, en los que preocupa su no presencia y se afanan por su rescate.

El análisis de un grupo de investigaciones que abordan la problemática de la transmisión de valores en el contexto familiar evidencia la identificación de un conjunto de aspectos o variables que permiten valorar el papel educativo de la familia en la formación moral de sus hijos, desde las primeras edades.

Así, la comunicación entre padres e hijos, los padres como modelo y las formas de control de la actividad de los niños son variables que han permitido distinguir, en forma cualitativa, el adecuado o insuficiente nivel de desarrollo

moral; es decir, la presencia, en sentido positivo, de estas variables está asociado a un adecuado desarrollo de esta esfera de la personalidad.

De igual manera, se observa una correlación directa entre un ambiente familiar adecuado y el nivel de formación moral de los niños. Por ambiente familiar adecuado se entiende aquel donde existe satisfacción de necesidades de

afecto y comunicación entre padres e hijos.

En cuanto al control de la actividad del niño, se observa la existencia de padres que, guiados por un falso concepto de libertad e independencia, no ejercen control sobre sus hijos, no se preocupan por las actividades que realizan o dejan de realizar y, ni siquiera conocen quiénes son sus amigos ni de qué familia proceden (con quiénes juegan o se relacionan sus hijos en el vecindario o en el propio centro infantil). Esto tiene repercusiones a veces irreversibles, especialmente hacia la adolescencia.

La participación conjunta de padres e hijos en actividades educativas y recreativas es un aspecto que contribuye a propiciar una mayor compenetración entre ambos, una más amplia comunicación que posibilite conocer los problemas de sus hijos y ayudarlos en su solución y permite conocer sus necesidades, inquietudes, intereses, entre otros. Sin embargo, los propios resultados de estudios e investigaciones y la observación de la vida cotidiana reportan que la mayoría de los padres y familia, en general, no dedican el tiempo libre a la realización disfrute de diversas actividades con sus hijos.

Igualmente, al examinar resultados de otros estudios que abordan lo referido a la relación familia – centro educativo, se aprecia que la indiferencia o despreocupación de los padres por las actividades de sus hijos en el centro infantil, como por ejemplo, la ausencia sistemática (injustificada) a la institución educativa, la falta de vínculo y comunicación con las educadoras o maestras, son comportamientos que inciden en forma negativa en el desempeño y aprendizaje de sus hijos así como en su adecuada socialización.

En relación al estudio de los padres como modelos se constató que para los pequeños preescolares casi en un 100% proceden de la vida familiar (en un 60% de los padres). Se quieren parecer a ellos y no sólo en su apariencia física, sino en sus cualidades: bondadosos, cariñosos, trabajadores, y en sus habilidades: hacer lo que ellos hacen, tener éxito en lo que hacen, entre otros.

Al analizar los roles familiares y su desempeño como mecanismo de transmisión de valores en la familia se aprecia que la mujer, la madre, esté o no vinculada al trabajo, tiene sobre sí una gran parte de la carga doméstica, además de la atención a los hijos y al esposo.

Un aspecto importante en el estudio de la familia es el relacionado con los efectos de la privación paterna. En una de las investigaciones revisadas (Arés, 1985), se mencionan algunos estudios realizados internacionalmente, de los cuales se han concluido resultados que por su valor ilustrativo expondremos a continuación:

· Problemas de ajuste, suicidios, delincuencia juvenil y problemas de identidad sexual, destacándose la importancia del padre como modelo imprescindible para la identificación sexual del varón.

· Inestabilidad del carácter y trastornos depresivos del carácter, cuando la

ausencia del padre es por fallecimiento.

· Aparición de conductas delictivas en los niños cuando la ausencia del padre es por divorcio.

· El desarrollo de dificultades con la autoridad y las normas sociales, ya que la ausencia de la figura paterna se asocia a la no internalización de la autoridad que el padre representa.

· El hallazgo de efectos significativos en los hijos (tanto hembras como varones), así como la importancia del papel del padre a partir dei primer año de vida en ambos casos.

En otras investigaciones sobre este tema realizadas en Cuba (Arés, 1985 y Rodríguez, F., TD, 1985) se constató que:

Ø La figura paterna es importante tanto para los niños considerados normales como para los que presentan alteraciones psíquicas. No obstante, en estos últimos la disfunción paterna se registra con mayor frecuencia, por lo que puede considerarse un factor potencialmente patógeno o de riesgo (Arés, 1985).

Ø Cuando está presente la disfunción paterna -considerada como el desenvolvimiento defectuoso de la figura paterna que puede ir desde el desentendimiento o descuido de la educación del niño hasta un total abandono afectivo (privación paterna)- la variable que permanece más estable en su expresión negativa es la del rol educativo (Arés, 1985).

Ø La autoridad en el seno del hogar de los niños considerados normales es ejercida por ambos padres, quienes además aplican medidas de carácter educativo. En los hogares con niños que presentan alteraciones psíquicas, son las madres quienes ejercen la autoridad y, en ocasiones aplican medidas educativas.

· La variable afectividad referida al estilo de relación del padre con el hijo en cuanto a la frecuencia e intensidad de la comunicación verbal y el contacto físico entre ellos distingue a los niños considerados normales de los que presentan alteraciones psíquicas. Estos últimos expresan una necesidad afectiva no satisfecha con respecto a la figura paterna.

Ø Tanto los niños considerados normales como los que presentan alteraciones psíquicas atribuyen un pobre nivel de participación a los padres en la vida familiar.

Un resultado colateral de otra investigación (Álvarez y otros, 1987) permite precisar la relación entre maternidad soltera y privación paterna. Indica que la maternidad en dicha situación conyugal no está asociada de manera directa a la privación paterna. Los resultados demuestran que la mayoría de las madres solteras están acompañadas por los padres (66 %, de 1 259 mujeres solteras) centrándose el problema fundamental en su jerarquía de valores.

En el grupo de las madres solteras solas deben distinguirse dos situaciones: la

de las familias madres solas, de alto nivel escolar, trabajadoras y con adecuadas condiciones de vida en las cuáles el problema fundamentar es precisamente la ausencia de la figura paterna y otra es la situación de las madres solas, de bajo nivel escolar, que no trabajan y cuyas condiciones de vida no son adecuadas. En este último caso, la privación paterna aparece asociada a desfavorables condiciones de vida.

En relación con las orientaciones de valor, dicha investigación detectó que el hijo, tanto para las madres solteras como casadas, es lo fundamental en su jerarquía de valores.

Debe profundizarse, en el estilo educativo familiar, en tanto se ha observado una relación entre este y la forma en que son asimilados los valores (es decir, la eficiencia con que se realiza la transmisión de valores). Se afirma que en las familias donde impera el estilo autocrático, los hijos manifiestan desagrado y rechazo a las cualidades y opiniones de sus padres, provocándose conflictos familiares, sobre todo durante la adolescencia y juventud; mientras que, en las familias de estilo democrático se observa una mayor consonancia entre las opiniones de ambos (hijos y padres), y en el caso de que existan diferencias de puntos de vista éstas no constituyen problemas familiares, revelándose una atmósfera emocional positiva entre padres e hijos.

Como se sabe, los niños son criados también o atendidos largas horas, por abuelas, tías, educadoras y maestras. Por tanto, debe prestarse atención a la existencia o inexistencia de inconsistencias importantes en los objetivos y estilos educativos de cada uno de estos elementos, tanto del contexto familiar como del institucional, y de ambos entre sí. Se afirma que, salvo cuando se producen desacuerdos importantes en la crianza y formación del niño, tal división de responsabilidades no afecta el desarrollo emocional e intelectual del mismo (Arés, 1985).

Del análisis de la información disponible, pueden derivarse posibles aspectos en forma de conclusiones:

§ El matrimonio y la maternidad tempranas están altamente asociados a una insuficiente madurez psicológica de los padres jóvenes para la atención y formación de los hijos.

§ La excesiva cantidad de roles sociales extrafamiliares es fuente de contradicciones y conflictos para el cumplimiento efectivo de los roles de padres en el hogar.

§ Las tendencias morales negativas en jóvenes están siempre asociados a la existencia de una escasa e inadecuada comunicación y relación padre – hijo, desde las edades tempranas.

§ En la formación de los niños, los modelos positivos cotidianos (del área familiar e institucional) son los más efectivos desde el punto de vista

educativo, pues operan mediante la comunicación directa, afectiva, así como la imitación, conjugándose la información y la regulación.

§ Las orientaciones de valor de las familias pueden configurarse temporalmente con una u otra jerarquía de valor, según la fase del ciclo de vida en que se encuentre transitando la familia.

LECTURAS RECOMENDADAS

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La comunidad, la familia y el centro educativo

Comunidad, familia y centro educativo infantil: su influencia en la educación de niños y niñas

Todo niño nace como ser individual en una determinada familia, como ser social pertenece a un grupo o clase determinado, portador de determinadas ideas, valores, realidades y expectativas.

Como ser individual su desarrollo para llegar a ser un hombre culto dependerá de las condiciones de vida y educación que le rodeen desde las más tempranas edades, que comprobado está son fundamentales en cuanto al desarrollo posterior que se podrá alcanzar.

Como ser social niños y niñas, desde pequeños, se relacionarán con otros miembros de grupos extrafamiliares que se mueven en el ámbito de su Comunidad entendida esta como un organismo social que ocupa un determinado espacio geográfico. Esta influencia por la sociedad, de la cual forma parte, y a su vez funciona como un sistema más o menos organizado integrado por otros intereses de orden inferior, la familia, los individuos, los grupos, las organizaciones e instituciones.

Estas estructuras interactúan con sus características e interacciones definen el carácter subjetivo, psicológico, de la comunidad, y a su vez influyen de una manera y otra, en el carácter objetivo, material, en dependencia de su organización y su posición activa o pasiva respecto a las condiciones materiales donde transcurre su vida y actividad.

A cada centro educativo infantil afluyen niños y niñas que aunque procedentes a veces de una misma comunidad, son criados en el seno de muy variadas familias, en las cuales se opera el proceso educativo familiar que es enfocado como la actividad de un grupo socialmente condicionado con determinadas referencias socioclasistas. Es decir las condiciones en que se educan los menores están en concordancia con el micromedio en que esta célula primaria de la sociedad se mueve y desenvuelve, con su comunidad.

El centro educativo, a su vez, está ubicado físicamente en un contexto comunitario determinado del cual proceden a veces los educandos y quizás una parte de sus propios trabajadores, y debe ejercer una influencia hacia esa comunidad.

¿Por qué incluir en la trilogía familia-hijos y centro infantil- a la comunidad?

Porque, indiscutiblemente, los procesos culturales sociales, en general que acontecen en la comunidad trascienden y repercuten de una u otra forma en el centro infantil, ya porque de ellas son actores los propios miembros de la familia de los niños y niñas que allí se educan, o porque generan ideas,

actuaciones o respuestas que, de no conocerse su procedencia, pueden ser inexplicables para los adultos educadores especialmente.

Otra cuestión importante y no desconocida por los educadores, es la importancia del desarrollo socio-cultural comunitario en la educación y la enseñanza de los niños y las niñas en las edades tempranas.

Entre los primeros años de la vida, en la mayoría de los países, generalmente los pequeños permanecen en el hogar al cuidado de algún adulto, y sólo una parte de ellos acceden a la institución educativa, casi siempre a partir de los cuatro años de edad. Entonces sucede que para esos niños, su mundo conocido, más allá del propio hogar, es el área que puede transitar acompañado del adulto que lo cuida. Si esa área es portadora de elementos del desarrollo, que puede que no estén presenten en el hogar, entonces eso enriquece al menor. Pudiera pensarse que una comunidad que adoleciera de elementos del desarrollo actual, pudiera no favorecerlo y no es así exactamente. Lo fundamental es cómo el adulto es capaz de hacer apreciar al niño el valor de lo que le rodea, ya estético, natural, moral, lo bello de la naturaleza, lo bello de las actuaciones de las personas, lo bello del trabajo de los que prestan sus servicios para todos los miembros de la comunidad.

Hacer más valioso lo que en cada diferente entorno social existe y no puede ser cambiado por la institución educativa, es un reto a los educadores y justifica que, en estas páginas, se inserte la comunidad, en la trilogía familiar, hijos y centro infantil pues son todos elementos de peso en el proceso de socialización de los más pequeños.

Doble proyección de la vinculación familia-institución educativa

En el Módulo 3 se planteó claramente la vinculación familia-institución en su doble proyección: “la institución proyectándose hacia la familia para conocer sus posibilidades, necesidades, condiciones reales de vida y orientar a los padres para lograr en el hogar la continuidad de las tareas educativas. La familia, ofreciendo a la institución información, apoyo y sus posibilidades como potencial educativo”. Es necesario ahora, a partir de lo planteado, precisar la forma en que esto debe acontecer y propiciar así una mejor comprensión de la dinámica que esta interacción produce.

Proyección de la institución educativa hacia la familia

El centro educativo, en sus relaciones con la familia tiene un “carácter activador” para influir en el proceso educativo intrafamiliar y lograr la convergencia de las acciones sobre el desarrollo, lo cual al tratarse de madres y padres de niños de edades infantiles adquiere una mayor dimensión pues, en la mayoría de los casos, son personas aún muy jóvenes los cuales en ocasiones, tratan de educar a sus hijos de igual forma a como ellos fueron educados, o se sienten inseguros en cómo ejercer responsablemente su función.

No se puede desconocer que, al constituirse una pareja como familia, ambos miembros traen a esa unión los valores, formas de actuar, de pensar que adquieren en sus respectivos hogares y, ya desempeñándose como padres, es que van acoplando sus concepciones al respecto, sin que a veces lleguen a una real unificación de criterios acerca de cómo enfrentar la delicada tarea de educar a sus hijos y/o desconozcan, en no pocas ocasiones la gran importancia que tiene por ejemplo, la comunicación afectiva en la primera infancia, cuya alteración en este importante período etario incide negativamente en la formación del niño.

En la institución educativa que recibe a un niño o niña, los educadores aprecian prontamente –en dependencia de la edad del menor, claro está- cual ha sido la influencia de la familia, como elemento mediatizador de la apropiación por el niño de los modos de actuar con los objetos, de relacionarse con las personas, de actuar en diferentes situaciones.

Al centro educativo infantil, como es lógico, le corresponde una acción marcadamente dirigida a desarrollar en el niño habilidades, modos de actuar, hábitos culturales y de aseo, entre otros, es obvio que para ello tenga que contar con los padres que han de darle la continuidad a este proceso, a partir de su comprensión de la necesidad de que el sistema de influencias del hogar no contradiga a lo que establece la institución.

La proyección del centro educativo hacia la familia puede resumirse en dos palabras: CONOCER Y ORIENTAR.

Para conocer aspectos importantes del funcionamiento educativo familiar es necesario la exploración del sistema de vida familiar, mediante diferentes formas de indagación.

Los centros que cuentan en su equipo educativo con pedagogos, psicólogo o psicopedagogos, y trabajadora social, por ejemplo, pueden abordar este diagnóstico de forma interdisciplinaria que revele con mayor amplitud y precisión la situación familiar.

Son alternativas para lograr el conocimiento del sistema familiar procedimientos tales como la observación de la vida y el funcionamiento familiar, la encuesta o

cuestionario, la entrevista a la familia, así como la aplicación de pruebas proyectivas a sus integrantes.

El trabajo de educación familiar consiste fundamentalmente en orientar a los padres en aspectos relacionados con la forma en que ellos pueden y deben darle continuidad al trabajo educativo del centro; lograr que adopten una actitud de cooperación y participación activa en sus menores hijos en la institución, y apoyen sus tareas y objetivos, seguros de que son los más adecuados para obtener los resultados óptimos a los que ambos (familia e institución) aspiran.

Las vías más usuales mediante las cuales se realiza la educación familiar.

Se detallan en el Módulo 3, acápite 2. (La interrelación educativa de los padres en el centro de educación infantil) en el cual se enfantiza la necesidad de involucrar a los padres que, “de educadores espontáneos e incoherentes, han de convertirse en educadores conscientes y capaces de colaborar en el trabajo que se lleve a cabo en la escuela”

Proyección de la familia hacia el centro infantil

El sistema familiar actúa sobre la institución educativa, en la medida en que el hijo o hija es portador de valores y conductas que reflejan su medio familiar. También los padres promueven vínculos con aquella, al estar motivados por la educación de sus hijos.

La práctica educativa y las investigaciones realizadas han corroborado que la integración de los padres a la propia dinámica del centro infantil, en asociaciones o agrupaciones que colaboran directamente con el centro, dirigidas por ellos mismos, son una vía efectiva de apoyo al trabajo educativo de la institución y a la labor con los propios padres.

Esta acción organizada cohesiona a las familias en torno a los objetivos educacionales, pero también las compromete y propicia su interrelación con la comunidad.

Una vez que la familia, cohesionada en su asociación o agrupación, asume responsablemente las tareas necesarias para materializar la continuidad del proceso educativo en el seno del hogar, adquiere un compromiso tácito cuyo cumplimiento en definitiva beneficia, en primer lugar a sus propios hijos al cumplir en el hogar el horario de vida, continuar la formación de hábitos de aseo, culturales y de convivencia social, velar por su salud y nutrición. Dicho compromiso trasciende este nivel al generarse otras tareas dirigidas a garantizar condiciones favorables para el desarrollo del proceso educativo (contribuir a la asistencia y puntualidad de los niños y niñas al centro infantil para lograr el cumplimiento eficaz de todas las actividades establecidas en el programa educativa; apoyar actividades dirigidas a fomentar en los padres, niños y personal del centro la conciencia de la importancia del cuidado, conservación y respeto al cetro; promover la participación de los padres en el embellecimiento y mejoramiento del centro infantil).

Finalmente, algo muy importante que debe ser mencionado, es que la activa participación de la familia en su proyección hacia el centro infantil, su incorporación a las tareas mencionadas y a otras dirigidas a su propia superación (promoción de lectura de materiales relacionados con la educación de sus hijos, por ejemplo) sitúan a la familia en condiciones de poder exigir a la institución un trabajo cada vez de mayor calidad.

Pero a la vez, según la iniciativa de las asociaciones o agrupaciones creadas en los diferentes tipos de centros, la proyección del trabajo hacia la comunidad, debe ser algo que emerja de los propios protagonistas del acto educativo, el centro educa, la familia educa y el beneficio se concretiza en cada niño o niña, que transita por su educación infantil mejor atendido, sin contradicciones entre exigencias de educadores y padres, en un ambiente de afecto y comprensión, de respeto y ayuda mutua, en que los padres como adultos preparados y conscientes se constituyen en parte activa ¡y tanto! del “equipo educativo”

La interrelación del centro infantil con las vías no formales de educación infantil

En el desarrollo de esta unidad se ha hecho explícita la doble proyección de la vinculación familia-centro educativo infantil. Además se ha reflexionado acerca de por qué incluir a la comunidad en la trilogía familia-hijos y centro infantil. Sin embargo, una acción educativa que incide directamente y eficientemente en la comunidad, por influir directamente en el aumento de la cultura de la familia, cuyos hijos no asisten a la institución educativa para el mejor cumplimiento de su función educativa desde las edades más tempranas, son las vías no formales de educación infantil.

Esta forma de educación, mediante materiales educativos de fácil comprensión, orienta a los padres a la familia, acerca de qué acciones pueden ellos realizar para favorecer el desarrollo físico, intelectual, del lenguaje, y emocional de sus hijos; cómo lograr la formación de hábitos higiénicos, culturales, de convivencia social, todo en un clima de amor y comprensión.

Han surgido programas de educación no formal en diferentes países, a partir del reconocimiento de la enorme importancia de las edades entre 0 a 6 años para todo el desarrollo posterior del niño. Las políticas educativas tienden a buscar vías para dar cobertura en instituciones infantiles a niños de tres y cuatro años, más estas son insuficientes en número y además, no contemplan las edades inferiores.

Ahora bien, obviando cuántos y quiénes auspician estos programas, lo cierto es que van creciendo y en este momento los planes de UNICEF, entre otros, van dirigidos a lograr una mayor cobertura mediante la utilización de personal voluntario, preparado para su intervención en las familias con materiales sencillos, cuyas actividades son claramente explicadas y orientadas a los padres, comprometiéndolos a ser activos participes del desarrollo integral de sus hijos.

Si ello es así, ya por la vía institucional (el Estado) o de patronatos particulares se trata de hacer llegar estos mensajes educativos a los padres ¿qué deberá hacer el centro educativo infantil, justo allí en la comunidad en que está ubicado, para favorecer que más y más niños y niñas de edades infantiles, sean estimulados en las diferentes áreas de su desarrollo?

Lo primero a señalar es que no podrá ser indiferente a esta realidad que se va abriendo paso, fundamentalmente porque atañe a todos los educadores contribuir a la educación de un mayor número de niños en todos los países; en segundo lugar, porque es una forma de que el centro educativo se proyecte hacia la comunidad, orientando a los padres en aspectos tan sensibles como la salud, el afecto, la ternura y atención educativa general que necesita todo niño o niña, desde que nace para poder desarrollarse felizmente; en tercer lugar porque de los propios padres, integrados en la Asociación o Agrupación del centro, pueden salir voluntarios, promotores para tan noble tarea.

“Educar a todos los que educan”, debiera ser una divisa de toda institución educativa infantil, y las vías no formales de educación infantil pueden ser un medio de demostrar solidaridad humana para todos y un compromiso muy especial para los educadores de estas edades.

Si bien en diferentes países existen variados programas de instrumentar esta forma de atención no institucional, lo importante es el llamado de ALERTA al cual cada educador o institución podrá responder en la medida de sus posibilidades, en la seguridad de que en la interrelación del centro infantil con las vías no formales los más favorecidos serán los niños y niñas.

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La interrelación educativa de los padres en el centro

Es evidente que han de ser los centros el punto de confluencia de padres y niños, profesionales dedicados a la Educaci6n Infantil. Podemos afirmar que la educación infantil es una trilogía en la que se pone en juego una relación mixta entre padres – educadores y el propio niño, por ello afirmamos que educar es cosa de tres.

Coincidimos en que todos los niños nacen con los mismos derechos y deben tener igualdad de acceso no sólo al conocimiento y la cultura de todos los pueblos y debe crecer como ciudadanos iguales de su país y del mundo en general. A pesar de ser una verdad universalmente reconocida, por desgracia, existen muchos niños que aun no pueden ejercer este derecho.

Todo niño nace en una familia cuya situación social, económica y cultural ejerce una gran influencia en su desarrollo en sus primeros años de vida, condiciona en gran parte su crecimiento físico, Intelectual y afectivo. Es inevitable por consiguiente, que las diferencias en el ambiente familiar tengan repercusiones fundamentales en la educación, que la educación infantil deberá compensar.

El niño convive, crece y se comunica con la familia, y a ella le corresponde, en primer lugar, el derecho y el deber de educar a sus hijos. Los juicios y actuaciones formuladas en el ámbito familiar, no deben formular dicotomías ni marcar una distancia excesiva con relación a los parámetros sociales vigentes, lo cual aportaría duplicidad y controversia en la creación de los criterios básicos.

El objetivo común de la familia y de la institución educativa es, indiscutiblemente, conseguir la formación integral y armónica del niño. Ambas vías de actuación han de incidir en una misma dirección para garantizar la estabilidad y el equilibrio, factores indispensables para su adecuado desarrollo de los niños.

Familia e institución: unión necesaria

Cuando los padres llegan a adquirir ciertos conocimientos y desarrollar determinadas habilidades, pueden ser capaces de autorregular su función educativa; esta idea se retorna ahora porque, justamente la familia cuyos menores hijos asisten a la institución educacional, tiene una ventaja, o mejor una opción y este que los propios educadores, además de llevar a cabo sus problemas educativos y de estimulación de los niños, – contribuyen con acciones especialmente dirigidas – a orientarles acerca de cómo pueden ejercer de forma acertada y positiva, su responsabilidad educativa

Esta acción educativa consciente es el objeto de la pedagogía familiar que forma parte de las ciencias pedagógicas. En el presente se necesita avanzar en la comprensión científica del contenido de la educación familiar y especialmente de sus métodos educativos, que son propios de este peculiar grupo humano.

La pedagogía debe tomar en cuenta que la familia, como sistema abierto, tiene múltiples intercambios con otras instituciones sociales, entre ellas la institución educacional la cual actúa sobre las “entradas” del sistema familiar, tanto a través de la educación que le dan al hijo, como por la influencia que ejercen de manera directa sobre los padres. El sistema familiar actúa sobre la escuela en la medida en que el hijo es portador de valores y conductas que reflejan su medio familiar. También los padres promueven vínculos con aquella, al estar motivados por la educación de su descendencia.

Es reconocido como principio pedagógico el carácter activador que corresponde al Centro educativo en sus relaciones con la familia, para influir en el proceso educativo intrafamiliar y lograr la convergencia de las acciones sobre el educando. No obstante se debe tener en cuenta que la familia cumplirá su función formativa en la medida en que las condiciones de vida creadas por la sociedad, las relaciones sociales instauradas y el desarrollo de la conciencia social contribuyan a la formación de un determinado modo de vida hogareño. Hay que enfocar el proceso educativo familiar como la actividad de un grupo socialmente condicionado, comprenderlo en sus referencias socioclasistas.

El desarrollo de la psicología y la pedagogía, al revelar elementos del proceso de la formación de la personalidad en el seno de la familia, hizo posible el surgimiento de la educación a padres como actividad pedagógica específica. Esta consiste en un sistema de influencias psicológicamente dirigido, encaminado a elevar la preparación de los familiares adultos y estimular su participación consciente en la formación de su descendencia, en coordinación con la escuela. La educación a la familia suministra conocimientos, ayuda a argumentar opiniones, desarrolla actitudes y convicciones, estimula intereses y consolida motivaciones: contribuyendo a integrar la concepción del mundo en los padres. Una eficiente educación a la familia debe preparar a los padres para su autodesarrollo, de forma tal que se autoeduquen y se autorregulen en el desempeño de su función formativa con sus hijos.

Uno de los primeros propósitos en el trabajo de educación familiar será el establecimiento de estrechas relaciones entre la familia y los centros educativos infantiles. Es necesario que la familia perciba la institución como su propia escuela, la que puede contribuir a prepararlos para resolver los problemas de la vida cotidiana: de sus interrelaciones familiares, de su convivencia diaria, de la educación de sus hijos, de otros aspectos de su formación, y así, cumplir con éxito la responsabilidad personal y social que entraña educar al ciudadano del futuro.

Los procedimientos para hacer más efectiva una relación positiva, coherente, activa, reflexiva entre la familia y la institución educativa deben basarse en la

coordinación, colaboración y participación entre estos dos agentes. Ello generará un modelo de comunicación que propicie el desarrollo de estrategias de intervención programada de acuerdo al contexto social, comunitario.

El trabajo con los padres, con la familia1 favorece la relación educador – niño mediante el conocimiento de la composición familiar, formas de crianza, valores, costumbres, normas, sentimientos, estrategias de solución de problemas del entorno familiar.

La vinculación familia – institución presupone una doble proyección: la institución, proyectándose hacia la familia para conocer sus posibilidades, necesidades, condiciones reales de vida y orientar a los padres para lograr en el hogar la continuidad de las tareas educativas. La familia, ofreciendo a la institución información, apoyo y sus posibilidades como potencial educativo.

Cuando un niño de edad temprana y preescolar ingresa a una institución, la familia se encuentra, dentro de un ciclo de vida, en aquella etapa donde la atención y cuidados de sus pequeños se convierte en su tarea principal.

La mayoría de los padres con hijos de esas edades son muy jóvenes y se sienten aún muy inseguros en sus proyectos e ideas sobre cómo educar; no asumen aún de manera consciente un proyecto educativo como tal. La formación de hábitos de vida, sueño y alimentación para muchos padres sólo se relaciona con aspectos de salud, sin alcanzar a ver en ellos su carácter educativo.

La inexperiencia de estos padres a veces los llevan a generar ansiedades por la calidad del desempeño de su responsabilidad, y llegan a sentir la necesidad de ser orientados por personas más experimentadas y capacitadas, como puede ser la educadora u otro personal preparado de la institución que pueden utilizar diferentes vías para elevar la cultura pedagógica y psicológica de esos padres y es que sin dudas cuando el niño ingresa en una institución escolar, se ponen de manifiesto una serie de expectativas por parte del hogar y del propio centro educativo que revelan en gran medida la actuación y resultados esperables entre sí.

En general la familia espera de la escuela que ofrezca a su hijo una educación esmerada, que le permita y ayuda a seguir creciendo en la espiral de la vida. Esta educación se espera que se ofrezca matizada de afecto, cuidados y atención.

Por otra parte muchos padres esperan que los educadores de sus hijos, especialistas en el difícil arte de educar, les ofrezcan orientaciones y métodos concretos sobre cómo educar a sus hijos de la mejor forma; le ofrezcan también los elementos necesarios para conocer los requerimientos psicopedagógicos de cada nuevo nivel escolar; sobre las regularidades y características de la etapa del desarrollo en que se encuentra su hijo.

En resumen, muchos padres esperan que la institución los ayude y prepare mejor para cumplir su función educativa.

Por su parte esta espera de la familia que, en su seno, se produzca una continuidad coherente de su trabajo, de sus objetivos y concepciones que adopte una actitud de cooperación y participación active en a vida escolar do sus hijos y en la propia vida institucional, que apoyen sus tareas y objetivos con la confianza de que son los más adecuadas y eficaces para obtener el resultado esperado por ambos.

La participación de los padres en la gestión de los centros

Por lo anterior, resulta evidente que la familia ha de actuar en estrecha relación con el conjunto del centro para no crear duplicidad y controversia en la creación de los criterios básicos.

Un paso más que en los últimos tiempos ha venido desarrollándose es la participación de las familias en la gestión, en el más amplio sentido de la palabra, del propio centro. Esta participación podemos basarla en dos aspectos fundamentalmente:

· Una exigencia sociológica sobre la solidez y el progreso social, en el sentido de que 195 individuos han de participar en a concepción, diseño y ejecución de aquellos temas que le afectan.

· Una exigencia social de administrar, y en cierta forma controlar, losfondos públicos que los gobiernos invierten en educación.

Esta ultima consideración hace que en los colegios públicos, o sostenidos por fondos públicos, se haya generalizado la participación de las familias en la gestión de estos centros, en muchos países por ley, mientras que en los centros estrictamente privados será función, la participación y la manera de desarrollarla, de la voluntad de la entidad titular del centro.

Hoy las organizaciones más autoexigentes, y que se sitúan en posiciones de vanguardia son plenamente conscientes de que la mejor garantía de su progreso está en el estímulo a la iniciativa, al trabajo solidario motivante, al desarrollo del conocimiento y a la elevación de la categoría de cada uno de los elementos humanos que la integren.

La mejor forma de incentivar a los individuos a este trabajo es estimularlos a que aporten su esfuerzo cooperativo en proyectos en los que están implicados a través de su participación en la toma de decisiones.

La necesidad de participación queda patente si se tiene en cuenta que “las organizaciones están, y siempre han estado, compuestas por personas que juzgan las situaciones y toman las decisiones que determinan la dirección y acciones de las mismas” (Evans, R. y Russel, P., 1989:23)

Pero aparte de este hecho evidente, (a creciente exigencia de cotas cada vez

mayores de eficacia y eficiencia en las organizaciones actuales obliga a la búsqueda de los factores que en mayor medida las determinan: entre ellos figura hoy en lugar privilegiado la intervención cualificada y solidaria de los individuos que las constituyen.

Entendemos el concepto de participación como la intervención en la toma de decisiones, y no sólo como el establecimiento de canales multidireccionales de comunicación y consulta. Nos unimos, así, a la concepción de autores que, como A. Lowín (1968), consideran que la participación completa sólo se da cuando las decisiones se toman por las propias personas que han de ponerlas en acción.

Descendiendo al terreno de lo práctico, entendemos por tanto la participación como la intervención de individuos o grupos de personas en la discusión y toma de decisiones que les afectan para la consecución de objetivos comunes, compartiendo para ello métodos de trabajo especificas.

En definitiva, participar es tomar parte activa en cada una de las distintas fases que afectan al funcionamiento de grupos (desde su constitución inicial, pasando por su estructuración, la toma de decisiones, la puesta en práctica de las mismas y la valoración de resultados), asumiendo parte del poder o del ejercicio del mismo.

Así entendida, la participación implica la integración colectiva en un grupo1 el objeto de alcanzar determinados objetivos. O lo que es lo mismo, la inserción que, manteniendo la peculiaridad y fuerza creadora de los individuos, aprovecha en beneficio de todos y cada uno el esfuerzo personal solidario

Para que se produzca una autentica participación deben, por tanto, cumplirse los requisitos siguientes:

· Que el grupo esté formado por individuos que tienen intereses comunes.

· Que tales individuos estén dispuestos a lograr conjuntamente unos determinados objetivos.

· Que la consecución de tales objetivos se integre en un proyecto común.

· Que la actitud de los individuos comprometidos en tal proyecto común asuma los principios de respeto, tolerancia, pluralismo ideológico y libre expresión de ideas.

· Que se produzca un reparto de tareas para lograr tales objetivos.

· Que las decisiones se lleven a cabo con la colaboración de todos los miembros del grupo.

· Que exista un marco de gratificación individualizada que recompense los esfuerzos individuales y que permita una estructuración espontanea y solidaria del grupo.

En todo caso, la participación debe guardar proporción con el grado de responsabilidad, por lo que parece conveniente que el nivel de intervenci6n que se otorgue lo sea en la proporción adecuada a la disposición para asumir

responsabilidades.

La participación de los padres puede, ejercitarse dentro de asociaciones constituidas al efecto (asociaciones, comités o consejo de padres).

La integración de los padres a la propia dinámica del centro infantil, en agrupaciones u organizaciones que colaboren directamente con el centro, en estructuras dirigidas por ellos mismos, ha sido comprobado por las investigaciones que constituyen medios efectivos y eficientes en el apoyo al trabajo educativo de la institución, y a la labor con los propios padres.

La denominación de estos grupos de padres que se organizan para cooperar con la labor educativa del centro infantil es muy variada, y ha de surgir de parte de los propios padres, y tomando en consideración lo que es culturalmente pertinente.

Entre los objetivos que se plantean estos grupos de padres están:

· Colaborar con el centro infantil en el cumplimiento de las tareas educacionales.

· Velar porque las actividades del centro estén encaminadas a preparar las bases de la educación y propiciar la interrelación más estrecha de la familia en la comunidad, no solamente en la realización de las tareas del centro, sino también a divulgar entre las familias las normas pedagógicas, de nutrición y de salud que deben seguirse en el hogar.

Las tareas principales de estos consejos de padres de familia son muy variadas, entre las que se ubican:

· Contribuir al cumplimiento por los padres, en el hogar, del horario de vida que corresponde a los niños y las niñas de cada grupo del centro infantil.

· Apoyar la labor educativa del centro en relación con la formación de hábitos higiénicos, culturales y de convivencia social.

· Velar por el buen desenvolvimiento de la educación y la salud de los niños y niñas.

· Contribuir a la asistencia y puntualidad de los niños y niñas al centro infantil, para lograr el cumplimiento eficaz de todas las actividades establecidas en su programa educativo.

· Interesar a los padres en la adquisición de los conocimientos pedagógicos, de salud y de nutrición necesarios para la correcta formación de los niños en el hogar.

· Promover en los padres los hábitos de lectura de libros y materiales relacionados con la educación de sus hijos, mediante el uso correcto de la biblioteca y los materiales circulantes.

· Cooperar con el centro infantil en la preparación de las condiciones materiales para la realización de charlas y otras actividades

promocionales de educación de padres, así como de la divulgación

efectiva de las mismas para lograr una buena asistencia.

· Apoyar las actividades orientadas para fomentar en los padres, niños y el personal del centro infantil, la conciencia de la importancia del cuidado, conservación y respeto del centro.

· Promover la participación de los padres en las tareas relacionadas con el embellecimiento y mejoramiento del centro infantil: labores de mantenimiento, arreglo de muebles y juguetes, trabajo en el huerto y áreas verdes, confección de material didáctico y para áreas de juego, entre otras.

· Colaborar en la celebración de cumpleaños y otras actividades festivas, culturales y sociales relacionadas con la institución.

· Colaboración en la preparación de talleres según las profesiones de los padres.

El consejo del centro infantil podrá tener una estructura diversa, de acuerdo con las particularidades del centro, las condiciones de los padres de familia, etc.

Esta estructura podrá contar con un padre que funja como presidente del mismo, y un grupo de padres seleccionados por ellos mismos, en representación de cada grupo etario del centro infantil, y que forman un ejecutivo, por llamarlo de alguna manera, que se reúne con una periodicidad acordada, y que analizan las tareas del consejo, las actividades a promover y realizar con el resto de los padres, y las vías de apoyo y cooperación con el centro.

Proponemos el siguiente esquema temporal de intercomunicación con los padres:

La evaluación de la efectividad de las acciones con los padres

Evaluar significa comúnmente, en psicología y en pedagogía la acción o el procedimiento de medir, valorar y determinar alguna cosa: puede ser un conocimiento, una cualidad, una actitud, o por ejemplo, un hecho de la vida familiar. Se trata de comparar, clasificar esa cualidad o asunto en relación con determinada referencia o escala, es decir, poder determinar de qué se trata, si es más o menos, si es mucho o poco, etc. La evaluación nos permite obtener de una manera rigurosa y científica un concepto más exacto de las cosas.

Los pedagogos siempre encaran el trabajo educativo como un proceso dirigido, en el cual la evaluación de los resultados contribuye a rectificar la dirección emprendida.

Esto es igualmente necesario en el trabajo con los padres, y así, en los centros infantiles que cuentan con mayor experiencia en la educación de la familia, se produce por lo general, una evaluación cualitativa anual del trabajo realizado.

Sería ideal que los propios padres de familia participarán protagónicamente en esta valoración, pues en ese momento se construye el proyecto para las próximas acciones orientadoras.

En la escuela de padres es posible y conveniente realizar evaluaciones en cada sesión, para así en el transcurso de los meses, determinar si las expectativas iniciales de los padres se van cumpliendo, si tienen nuevas inquietudes o algo no les satisfice. En algunos centros se realizan encuestas antes de iniciar el ciclo anual de escuelas de padres; y de nuevo se aplican al final para recoger las valoraciones.

Los indicadores más utilizados son la asistencia de los padres, su participación en las sesiones, la satisfacción que experimentan y los conocimientos que han adquirido. Esto se puede evaluar mediante diversos procedimientos cuantitativos y cualitativos, como los descritos anteriormente. Es común evaluar el conocimiento adquirido por los padres mediante preguntas por encuestas. Además es conveniente valorar de manera periódica con los educadores el esfuerzo realizado en el desarrollo de estas actividades con lo padres, si les ha cubierto sus expectativas, si existen sugerencias para el perfeccionamiento de las mismas, entre otros aspectos.

Como se aprecia, el centro educativo puede contribuir decisivamente a la elevación de la cultura de la familia no obstante, esta potencialidad de la institución, se dimensiona cuando incluye en estos propósitos a la comunidad más cercana, cuando utiliza las posibilidades educativas de ésta, sus recursos materiales y, fundamentalmente, humanos, cuando detecta aquellas personas que por su autoridad, prestigio, experiencia y preparación pueden participar en los propósitos de lograr la educación familiar.

LECTURAS RECOMENDADAS

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La Tutoría

Con relación a la tutoría hay que tener en cuenta los aspectos siguientes: el rol del maestro, las necesidades de los niños y niñas, y el propósito de la misma.

En cuanto al rol del maestro, este puede variar según el sistema educativo de que se trate, por ejemplo, hay sistemas educativos en los que el maestro en sus interrelaciones con los niños y las niñas se limitará a indicar la tarea a desarrollar por los niños, sin suministrar orientaciones o niveles de ayuda, solo facilitándoles las condiciones materiales para la realización de ésta, por lo tanto el rol del maestro es prácticamente nulo.

Esta es la posición montessoriana, para quien el mejor maestro es aquel que se mueve por el salón de clases como una sombra, sin intervenir en el proceso de aprendizaje de los niños y las niñas

Existe otra posición en que el maestro ejerce el rol directo en el proceso de enseñanza aprendizaje, centrando en sí mismo la búsqueda de las relaciones esenciales y explicitándolas directamente a los niños y las niñas, en este enfoque la actuación del maestro es preponderante, la participación de los niños es prácticamente nula, esto caracteriza el enfoque tradicional de la enseñanza.

En la posición constructivista, el maestro inicia sus interrelaciones de carácter docente con los niños y las niñas, solo cuando estos han sido capaces por si mismos de encontrar las relaciones esenciales para quien el maestro es un facilitador del proceso de aprendizaje del niño y la niña. A veces sucede que esta posición de facilitador, no es lo que más necesitan los niños y las niñas, sino que lo que lo que ellos necesitan más es contar con una orientación, con una ayuda oportuna que le permita acceder al conocimiento de forma óptima.

En la posición histórico-cultural los niños y las niñas han de buscar por si mismo las relaciones esenciales, mientras que el maestro ejerce un papel orientador del proceso. Esta posición tiene en cuenta la interrelación maestro niño, dando prioridad a la ayuda en el componente de la orientación de la acción o la tarea. Tiene en cuenta además el carácter oportuno de la ayuda al suministrarla y al retirarla, esta forma de interrelación, propicia el desarrollo de la independencia cognoscitiva.

En relación coN las necesidades de los niños y las niñas es preciso que en cada momento reciban del maestro lo que les resulta realmente necesario para poder resolver la tarea y que nunca se les proporcione una ayuda acabada, que entorpezca el desarrollo de la independencia y la creatividad.

La tutoría puede tener distintos propósitos, por ejemplo, para asesorar un trabajo investigativo, para ayudar a un niño o a un grupo de niños con

dificultades docentes, o con cualquiera otra dificultad, con los alumnos talentosos para seguir elevando su nivel y para, por ejemplo, desarrollar un trabajo de formación de valores con un grupo de alumnos.

Cuando se trata de un trabajo investigativo, la función del tutor es fundamentalmente de orientación y el alumno debe trabajar con la mayor independencia cognoscitiva posible, según su nivel de conocimientos sobre el tema.

Si se trata de resolver dificultades docentes, la ayuda del tutor será más directa e individualizada.

Con alumnos talentosos se trata de darles actividades más complejas que eleven su desarrollo potencial

En resumen siempre ha de tenerse en cuenta que la tutoría ya sea para la orientación como para la ayuda ha de ser aceptada por el alumno, el cual tendrá el rol protagónico en todas las actividades que se desarrollen.

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