Ampliación Tema 8

Ampliación Tema 8

Lecturas seleccionadas para completar o adaptar el tema:

1. La formación de hábitos en la edad temprana y preescolar.

2. El régimen de vida.

3. El trabajo preventivo.

LECTURAS RECOMENDADAS

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La formación de hábitos en la edad temprana y preescolar

En las primeras edades la formación de hábitos adquiere una enorme significación, por cuanto constituye una vía importante para la instauración de las primeras normas morales que la sociedad le plantea al niño/a.

Los hábitos constituyen, tanto una vía de expresión de las normas morales como una premisa valiosa en la formación de cualidades de la personalidad.

Para educar hábitos correctos en los niños/as desde su nacimiento, resulta imprescindible mantener condiciones estables y un cumplimiento riguroso del horario de vida por parte del adulto, en correspondencia con la edad de los mismos para que se formen los estereotipos dinámicos, que constituyen la base fisiológica de este proceso.

Ello requiere de una secuencia determinada de estímulos que deben producirse en un mismo orden y en un mismo sentido. Así ocurre con el sueño, la alimentación y con los demás hábitos, lo cual demanda de una exigencia estable y consistente por todos los adultos que intervienen en la educación del niño/a.

Si analizamos la formación de hábitos desde el punto de vista evolutivo, vemos que algunos adquieren mayor importancia que otros en determinados períodos por la función que cumplen y por el nivel de desarrollo que alcanza el niño y la niña.

Así, en el primer año de vida la formación de hábitos esta relacionada con la satisfacción de las necesidades básicas del lactante. En este período los hábitos alimentarios adquieren una especial importancia por su contribución al estado nutricional y de salud de estos pequeños. De igual manera ocurre con los higiénicos y con los relacionados con el sueño.

Mientras más pequeño es el niño/a mayor es el papel que juega el adulto ya que, al organizarle su vida, garantiza que de la misma manera y a la misma hora coma, duerma, esté limpio y mantenga una vigilia activa, todo lo cual creará las bases para la formación de hábitos y un buen estado emocional.

De igual forma, en períodos sucesivos, adquieren importancia los hábitos de mesa, de cortesía, de respeto y de comportamiento social en general, los cuales, al igual que los anteriores, ganarán en nivel de complejidad y de interiorización, de acuerdo con el nivel de desarrollo que alcance el niño y la niña y las vivencias que van adquiriendo. Esto hace que los hábitos no dependan solo de los reforzamientos externos que el adulto utiliza, sino del elemento afectivo que debe estar presente en todo momento de este proceso.

En este sentido alcanza un valor incalculable la participación activa del niño y la niña en el desarrollo de su independencia y de su autonomía. Quizás en este punto radica la gran trascendencia de este proceso educativo en la formación de la personalidad, cuestión que deben conocer todos los que de una forma u otra se dedican a la educación de los niños y las niñas en estas edades.

Precisamente por ello todo educador debe conocer los diferentes hábitos que deben educarse en el niño y la niña en cada etapa de su desarrollo, los procedimientos que se pueden utilizar para lograrlo, así como el papel del adulto en este proceso.

Hábitos fundamentales a desarrollar en la etapa preescolar.

Hábitos alimentarios

La formación de hábitos alimentarios adquiere una importancia especial desde el momento del nacimiento del niño y la niña, por su contribución al estado nutricional y la salud general. Ello requiere que tanto la familia como el personal de la institución tengan los conocimientos necesarios para evitar así una malnutrición por exceso o por defecto.

Desde el período de la lactancia se trabajará para que el niño y la niña aprendan a degustar y acepten toda la variedad de alimentos que se le ofrecen de diferentes texturas, sabores y temperaturas. Desde que comienzan a comer alimentos semisólidos se habituarán a la cucharita y a tomar los líquidos de un recipiente. El orden y la forma de mezclar los alimentos adquiere importancia para que aprendan a degustar el sabor de cada alimento por separado y unido con los demás

Hábitos higiénicos

Para que los niños y las niñas se habitúen y sientan el deseo de estar limpios se deben asear cada vez que sea necesario y bañar diariamente. También durante la alimentación deben acostumbrarse a estar limpios, usando para ello baberos y servilletas, de acuerdo a la edad.

Desde que comienza la dentición se les cepillarán los dientes y después se les enseñará a hacerlo por sí mismo. De igual forma aprenderán a lavarse y secarse las manos y la cara, a limpiarse el ano y la nariz y sobre todo a avisar cuando sientan la necesidad de evacuar sus esfínteres. Después de los tres años aprenderán a peinarse y alisarse el cabello.

Dormir en el horario y la cantidad de horas necesarias, así como en las condiciones ambientales requeridas es un requisito indispensable para garantizar la salud de los pequeños en esta etapa.

Hábitos de mesa

En los hábitos de mesa se incluyen todos aquellos que posibilitan el proceso de la alimentación, como el uso de los cubiertos, de los recipientes para tomar los líquidos, el uso de la servilleta, así como el orden y la forma en que deben mezclar los alimentos.

Sentarse correctamente es otro hábito importante que se debe formar en los niños y niñas desde que comienzan a ingerir los alimentos sentados, para desarrollar una postura adecuada y evitar malformaciones óseas.

Metodologías para la formación de hábitos La formación de hábitos alimentarios

La ablactación

Después de los primeros meses de vida se inicia la alimentación complementaria o ablactación ( introducción de otros alimentos además de la leche).

Algunos nutrientes como por ejemplo la vitamina C y el hierro se encuentran en cantidades insuficientes en la leche, de ahí la necesidad de introducir otros alimentos.

Para ello, resulta imprescindible, seguir las indicaciones médicas, para iniciar o retrasar la ingestión de algún alimento, según los problemas alérgicos que pudieran producir.

La ablactación se comienza dando una pequeña porción del alimento nuevo antes de la leche o la comida que corresponda en el menú del día y se observará si es tolerado. En los días sucesivos se irá aumentando la cantidad ofrecida hasta alcanzar la adecuada según la edad.

Se dejará un margen de aproximadamente cinco días para introducir otro alimento.

Enseñar a degustar los alimentos

Es importante enseñar a los niños/as a degustar cada nuevo sabor de modo que lo aprendan a distinguir. El gusto es una sensación subjetiva que se crea por la costumbre, pero en ningún caso se les debe obligar a comer un determinado alimento. Si existe rechazo se insistirá nuevamente al cabo de algunos días hasta acostumbrarlos a sabores diferentes.

El orden y la mezcla al alimentar al niño/a.

Los alimentos se le dan al niño/a en el 1er año de vida mezclados adecuada y ordenadamente de forma tal que se una la proteína con el plato feculento ( puré de viandas, frijoles, pastas, cereales, etc.) en pequeñas porciones, después el

postre y por último la leche y el agua que se puede ingerir en cualquier momento. Atendiendo al valor nutricional de la leche y las características individuales se puede oferecer antes y durante el proceso.

Es importante demostrar al niño/a de 2do año de vida el orden en que se ingieren los alimentos, por ejemplo si existe sopa en el menú se ingerirá primero y el resto de los alimentos después mezclándolos en la forma adecuada; si hay huevo, puré y ensalada se van mezclando en pequeñas porciones, después se ingiere el postre. Este se servirá en pozuelos y se colocará al retirar el plato o la bandeja.

A partir de 3er año de vida los niños/as ingerirán por sí solo los alimentos y los adultos, docentes o padres les ofrecerán ayuda u orientaciones verbales en los casos que lo requieran.

Habitos higiénicos

El control de esfínteres

Este trabajo se iniciará a partir de que el niño/a se siente sólo. Con los de 6 a 9 meses se utilizará la silla sanitaria y con los de 9 a 12 meses y de 12 a 18 meses el orinal ( el que será de uso individual, señalizándolos en el caso de los círculos infantiles con el nombre o número). Los niños a partir de los 18 meses utilizarán el inodoro.

Para trabajar el control de esfínteres es necesario observar a qué hora el niño/a acostumbra a satisfacer sus necesidades y de acuerdo con ello, colocarlo en la silla, orinal, o taza sanitaria un rato antes diciéndole “haz pipi o caca”, así se irá familiarizando con lo que se hace en ese lugar y llegará a adquirir control reflejo. En ningún caso se le regañará si no avisa antes.

El sueño.

Se debe estimular a los niños/as a dormir el tiempo que establece su horario de vida, si alguno despierta debe mantenerse descansando en la cuna. Cuando el niño/a dormido evacue sus esfínteres hay que cambiarlo de inmediato.

El lavado de las manos.

Este trabajo se inicia a partir de 2do año con la indicación a los niños/as de colocar las manos debajo del chorro de agua. En la institución infantil, a partir del tercer año de vida, la educadora o la auxiliar pedagógica pueden aprovechar la actividad independiente para enseñarles a los niños/as cómo se lavan las manos, realizando las demostraciones necesarias, poner las manos bajo el agua, enjabonarlas, enjuagarlas y por último secarlas. Estas mismas acciones podrán realizarse en el hogar aprovechando los diferentes momentos

que se propicien, después de los procesos de alimentación, la participación del adulto en el juego, siempre motivándolos a la realización de estas acciones.

El lavado de la cara.

A partir del tercer año se debe comenzar al niño/a a lavarse la cara. Para ello se aprovecharán los momentos del aseo y se demostrará cómo hacerlo: con la palma de la mano y movimientos, se pasará el agua por toda la cara y se secará ésta presionando suavemente la toalla. Para reafirmar el lavado de la cara se puede invitar a los niños/as a lavar la cara de la muñeca que la tiene sucia estimulándolos a que lo hagan de la forma indicada.

La higiene bucal.

Las enfermedades que afectan los dientes y las encías pueden ocasionar afectaciones a otros niveles del organismo y por tanto a la salud. La carie es una enfermedad infectocontagiosa de relativa frecuencia, producida por un agente llamado Estreptococo Mutans, que se trasmite de una persona a otra. Los residuos de alimentos en la boca o las sustancias producidas por su transformación, crean el medio idóneo para la acción de estos microorganismos sobre los dientes provocando la carie.

Desde que el niño/a nace comienza a ingerir alimentos, por lo que se debe limpiar diariamente la cavidad bucal. La técnica a emplear es la siguiente: previa higienización escrupulosa de las manos, se colocará al niño/a que aún no se sienta solo en posición lateral, o se sienta si ya lo hace solo. Se enrollará la gasa estéril en el dedo índice, se mojará con agua hervida, cuidando que el borde del frasco no toque la gasa, se harán movimientos giratorios en las encías hasta quedar éstas limpias.

A partir del brote del primer diente hasta el segundo año se iniciará el cepillado después de almuerzo por parte de los adultos, con el cepillo húmedo en agua hervida no utilizando pasta dental. Una vez terminado el cepillado, se enjuagará el cepillo. En las instituciones infantiles se destinará un cepillo rotulado para cada niño/a el cual se guardará en el cepillero. Esto es válido para todos los años de vida.

A partir del tercer año de vida para que los niños/as aprendan a cepillarse los dientes correctamente, resulta necesario que se les demuestre, realizando las acciones. Para ello se les enseñará que los dientes superiores se limpian por su parte visible y también por dentro, de arriba hacia abajo, nunca de abajo hacia arriba. En los dientes inferiores el cepillado se realizará también por fuera y por dentro y el movimiento del cepillo debe ser de abajo hacia arriba (de la encía al diente). Una vez terminado el cepillado se continuará demostrándole cómo enjuagarse la boca y botar el agua, cómo limpiar bien el cepillo y ponerlo o colgarlo en su lugar.

A los niños/as de 4to año de vida se les continuará reforzando este hábito, prestándole de manera particular ayuda si presentan dificultades para realizarlo

y los de quinto y sexto años de vida deben alcanzar un mayor dominio de la técnica del cepillado.

Es importante que los niños/as puedan tener acceso a los cepillos de manera independiente.

Niveles de ayuda

Los niveles de ayuda constituyen pasos graduales que realizan los adultos con los niños/as que no logran hacer una tarea propuesta. Estos pasos graduales propician que los pequeños se fijen en los aspectos más significativos de una acción, de manera que poco a poco puedan apoderarse de los procedimientos a seguir para ejecutar diferentes acciones solos. Por lo positivo que resultan, estos niveles de ayuda, son utilizados con frecuencia en las actividades de acordonado y abotonado.

Los primeros pasos de estos niveles consisten en hacer que el niño/a observe cada vez más los detalles del medio o material que utiliza.

Si aún puede desarrollar la tarea trabajarán juntos niños/as y adultos sentados uno al lado del otro cada uno con su medio o material. Se harán las demostraciones necesarias para que le sirvan de guía al actuar.

Siempre que los niños/as inicien el trabajo con un nuevo material o medio, se les estimulará con preguntas, rimas, canciones, poesía, adivinanzas, lo que contribuirá lograr el estado emocional positivo hacia la actividad.

LECTURAS RECOMENDADAS

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El regimen de vida

El régimen u horario de vida es un orden científico y argumentado que permite establecer y garantizar en cada etapa del desarrollo, la distribución del tiempo dedicado al descanso y a las demás actividades que se realizan durante el período de vigilia.

En la etapa infantil, la importancia de establecer y cumplir un adecuado régimen u horario de vida, favorece el desarrollo físico y un buen estado de salud, además de propiciar las condiciones necesarias para los diferentes procesos que tienen lugar durante el día. Así, cada actividad presente, constituye un estímulo para la siguiente.

La organización de la vida de los niños favorece la correcta organización del trabajo pedagógico, forma en los niños hábitos adecuados, protege de la fatiga al sistema nervioso y economiza energías, garantizándoles un estado de ánimo estable y sin tensión y la satisfacción de sus necesidades básicas.

La creación de condiciones para la vigilia activa y el sueño profundo, facilita la introducción de un régimen diario que garantiza la adecuada recuperación, el buen apetito y en general, la salud de los niños en esta etapa. Para ello es recomendable tener en cuenta las particularidades individuales de los niños y el estado de salud para determinar la mejor distribución de las actividades.

Para confeccionar un horario de vida es importante tener en cuenta las potencialidades funcionales y adaptativas en cada etapa evolutiva, sobre todo, las particularidades de la actividad nerviosa superior, los cambios fisiológicos que provocan las distintas actividades y, por supuesto, el total de horas a distribuir entre las distintas actividades atendiendo a la edad, el desarrollo físico y el estado de salud.

Existen principios higiénicos para la elaboración de un horario de vida que están relacionados con la duración de las distintas actividades y su alternancia, el descanso activo al aire libre, la alimentación balanceada, el sueño pleno e higiénico y la actividad física. Estos conceptos están en estrecha relación con las variaciones y la regulación de la capacidad física y metal de los niños, el desarrollo físico, la formación de hábitos y habilidades, la protección de la salud y con el desarrollo de las capacidades personales como orden, disciplina, poder de concentración y apreciación del tiempo.

Existen varios factores que se interrelacionan con la organización de la vida de los niños como el nivel de salud, la maduración morfofuncional, las condiciones de vida de la familia, la instrucción de los padres, etc.

El niño por naturaleza es activo. Nada le agota tanto como la inactividad o una actividad mal organizada. Las cargas estáticas y la inactividad entorpecen cualquier proceso adaptativo.

En resumen, la organización de la vida de los niños en la etapa infantil favorece el nivel de estado de salud, la capacidad de trabajo, la recuperación ante las diversas exigencias que se le plantean, facilita los procesos de alimentación y sueño y esencial, permite la mejor asimilación de todas las actividades en el período de adaptación.

PROCESOS FUNDAMENTALES DEL HORARIO DE VIDA

Sueño: Es un estado de descanso de los grandes hemisferios, que se extiende y ocupa gran parte de ellos. Constituye una de las necesidades básicas del niño. Surge como consecuencia de una vigilia activa y como mecanismo protector de la fatiga del sistema nervioso, disminuyendo la tensión excesiva de las células nerviosas y restituyendo su capacidad de trabajo.

Las características del sueño son la profundidad, y así, primero es ligero, donde la corteza está afectada parcialmente por la inhibición y es capaz de percibir estímulos externos, lo que obliga a la creación de condiciones para favorecer el sueño profundo, la periodicidad, que contribuye a la formación del carácter sistémico de la corteza cerebral que condiciona al niño a dormirse rápidamente, y la duración, que está determinada por la edad y disminuye hasta diez horas en el día, a finales de la etapa infantil.

En oposición al sueño está la vigilia, o tiempo en que el niño está despierto. La vigilia activa está en dependencia del estado del sistema nervioso central, de su capacidad de trabajo, de las particularidades individuales, del estado de salud y del carácter de los estímulos externos, entre otros factores.

Los estímulos externos que favorecen la vigilia activa, son percibidos por los órganos de los sentidos a partir de la tercera o cuarta semana después del nacimiento, momento en que existe concentración auditiva y visual, a la vez que se frenan los movimientos intranquilos y ponen atención a los sonidos o contemplan un objeto o el rostro del adulto que les conversa.

Este proceso permite la estimulación del sistema nervioso central, activa al organismo y facilita el desarrollo psíquico del niño.

La alimentación: Es el proceso que repone las energías que se pierden a través de las actividades que realiza el niño e incorpora los nutrientes necesarios para el crecimiento y desarrollo del organismo infantil.

En las edades de 0 a 6 años, la alimentación debe cumplir con determinados requisitos esenciales para prevenir estados de mal nutrición. Durante los primeros seis meses se recomienda la lactancia materna exclusiva y posteriormente pasar a la ablactación o introducción de alimentación complementaria, y brindar alimentos con frecuencia, según la edad, para satisfacer las necesidades alimentarias y garantizar estados emocionales positivos.

En algunos estudios se ha particularizado en la influencia de determinados factores que inciden en el rechazo de los alimentos por el niño, sobre todo si se encuentra bajo estímulos excitantes del medio. Por consiguiente el aporte de nutrientes puede verse afectado y ha podido demostrarse en este período un descenso en la inmunidad celular.

Diversos investigadores han planteado cambios en la conducta de los niños pequeños asociados a estados anémicos por déficit de hierro. En los niños de 6 a 24 meses es más evidente por el rápido crecimiento del cerebro y la velocidad de elaboración de respuestas ante las habilidades motoras.

LECTURAS RECOMENDADAS

3

El Trabajo Preventivo

El trabajo preventivo es el sistema de acciones dirigidas a garantizar que las condiciones educativas y socioambientales en que los niños y niñas se forman y educan sean las más propicias para el sano desarrollo de su personalidad y a evitar la aparición de problemáticas en el comportamiento infantil. Este trabajo preventivo abarca la promoción y materialización de métodos educativos y estilos de crianza adecuados que propicien el desarrollo de conductas sanas en los niños y la armoniosa estructuración de sus cualidades psicológicas, su vida afectiva y funcionamiento cognitivo. Además, el mismo implica la realización de una labor pedagógica eficiente, que partiendo de la consideración del niño como eje central de su proceso de enseñanza – aprendizaje, organice el sistema de influencias educativas de la manera más apropiada para alcanzar los logros del desarrollo de los niños y niñas en cada período etario. Todo esto puede ser relacionado con el primer nivel de prevención primaria la conocida clasificación de Leavell y Clark.

El sano desarrollo del niño depende de la plena satisfacción de sus necesidades, tanto las fisiológicas: alimentación, sueño y otras; como de las psicológicas: afecto, estimulación, socialización, etc. tan importantes o más que las primeras. Este es el único modo de lograr la completa formación del pequeño. Para ello es pertinente la estructuración de un amplio trabajo preventivo, que permite la adecuada atención a las mencionadas necesidades del menor.

La concepción teórica que se asume es aquella que reafirma el papel decisivo que tienen las condiciones de vida y educación en todo el desarrollo de la personalidad del niño; es decir de cómo los adultos eduquen al niño desde los primeros años de vida teniendo en cuenta sus necesidades psicológicas (en primer lugar la de afecto), como las fisiológicas, ajustadas a un adecuado horario de vida y sin dejar de considerar el protagonismo del niño en todo, este complejo proceso; dependerá en gran medida la formación de toda una personalidad armónicamente desarrollada.

Los niños de 0 a 6 años son los que más necesitan la atención del adulto y la misma debe ser tierna, sobre todo durante el primer año de vida. Este trato afectivo proporcionará al niño la seguridad necesaria para desarrollar una personalidad sana.

Los niños que crecen sin tener satisfechas sus necesidades de afecto, suelen presentar alteraciones de conducta, tanto en el aspecto intelectual como en el emocional. Hay que subrayar el hecho de que importa más la calidad, diversidad y estructuración de la estimulación que la cantidad de estímulos que se ofrecen. Es de señalar que los niños hiperactivos tienen mayores demandas en este sentido.

Si analizamos los factores por los cuales un niño de cualquier edad, puede presentar alteraciones de su comportamiento, los podemos clasificar en tres grandes grupos: factores internos, cuando la problemática parte fundamentalmente de limitaciones, consecuencias o derivaciones de particularidades individuales de tipo constitucional, biológico o genético; factores educativos, en los que las condiciones de vida y educación tienen el rol principal en la génesis de las alteraciones del comportamiento y factores de la actividad y la propia experiencia personal del niño y que no dependen ni de los factores internos ni de las condiciones de educación.

En realidad, generalmente lo que se observa no es el funcionamiento aislado de un tipo de estos factores, sino su interrelación, y el predominio de uno de ellos.

Por otra parte, no verlo de esta manera implicaría una escisión de lo somático, que es un dualismo ajeno al pensamiento científico materialista. Cuando la psique está perturbada existe siempre un correlato fisiológico, y a la inversa, que corresponde a los efectos de uno y otro en los respectivos sistemas. No obstante en las condiciones de nuestras edades de estudio y por las particularidades del desarrollo psíquico de la etapa infantil, las circunstancias de vida y educación desempeñan el rol fundamental en el surgimiento de las alteraciones de conducta, lo cual está avalado por la experiencia.

Así en la generalidad de los trastornos de la conducta que presentan los niños de etapa infantil en la mayoría de los casos, basta que se transformen los métodos educativos utilizados con el menor, que se modifiquen las condiciones de educación, para que se aminore la intensidad de los síntomas y progresivamente se consiga la erradicación de los mismos.

Lo anterior depende estrechamente de las particularidades psicológicas de la edad, que es una etapa de gran plasticidad de los procesos psíquicos en los que las estructuras están en plena fase de maduración y perfeccionamiento, de una gran sensibilidad del cerebro para asimilar la experiencia social, y de una muy directa relación de las condiciones mentales con las particularidades concretas situacionales en las que desenvuelve la vida del niño. Las condiciones perniciosas mantenidas, tendrán una honda repercusión en la psique infantil; por otra parte las concretas medidas educativas tendrán una mayor oportunidad y alcance al ser aplicados en este momento del desarrollo humano.

La psiquis del niño en las edades tempranas se caracteriza por una confusión de sus procesos internos con los reales eventos exteriores, dada por las limitaciones propias de su desarrollo en esta fase. Todo esto hace al pequeño vulnerable a las cambiantes y en ocasiones potentes influencias ambientales, por lo que conviene tener en cuenta todos los aspectos a los que se hará referencia para priorizar la necesaria protección al infante que le garantice una mente sana.

Dentro de las importantes premisas biológicas del desarrollo humano, es pertinente hacer referencia al temperamento que constituye una particularidad psicológica en la estructuración de la personalidad. Tanto padres como educadores tienden a preferir conscientemente o no, confesándolo o negándolo, al niño tranquilo. En el caso del infante turbulento desde los trabajos de Thomas se ha probado que un clima de comprensión y estimulación permite un adecuado proceso de desarrollo infantil. Los resultados son opuestos en medios no receptivos a las condiciones psicoindividuales del pequeño.

Incluso en los casos en que los factores internos tienen un papel preponderante, como puede ser un Síndrome de Down, la utilización de métodos educativos apropiados tiene una gran importancia para lograr adquisiciones o eliminar comportamientos inadecuados, en suma, para una mejor acción terapéutica y una conducta más positiva en el niño. Una educación optimista y paciente tiene efectos insospechados aun para un infante discapacitado.

En este punto, puede trazarse una interrogante: ¿cuándo se considera a un niño normal? No hay nada más difícil de definir que el criterio de normalidad, pues lo que es normal en una persona o una cultura, puede no serlo en otra e incluso, una misma conducta puede ser normal o no, de acuerdo con las circunstancias, el lugar o la época. Esto nos lleva a tratar de definir la normalidad de un niño en un sentido práctico, de acuerdo con lo que constituye la satisfacción de sus necesidades básicas.

Si se definiera a un niño normal, se podría decir que es aquel que, por lo general es activo, juega, corre, salta, brinca; mantiene un estado de ánimo alegre, estable; ingiere los alimentos con satisfacción y en la cantidad necesaria; duerme bien y en los períodos establecidos; y asimila sin dificultad el proceso docente educativo en que se educa; esto puede ser considerado la normalidad ideal.

Por supuesto pueden haber variaciones de estos aspectos entre los niños, las conocidas diferencias individuales, y unos serán menos activos que otros, algunos comerán menos, dormirán más y sin embargo todos son normales. Lo anormal consiste en una marcada, intensa y permanente desviación de la norma que le provoca sufrimiento al niño y a los demás.

Es necesario a continuación, hacer referencia al modo de satisfacción de las necesidades fisiológicas del niño por la estrecha relación que guardan con el bienestar del pequeño. Respecto a la alimentación, proceso muy sobrevalorado por los adultos, los premios y castigos son improcedentes. Hay que tener en cuenta los estadios del crecimiento infantil con sus altas y bajas. Obligarlo a comer es pernicioso, en esas circunstancias es mejor colocarse en el lugar del niño. El momento de la alimentación debe estar rodeado de una atmósfera agradable, exenta de ansiedades tan dañinas para el pequeño.

El niño debe dormir solo en un ambiente confortable, sosegado, tranquilo, con la adecuada temperatura. En los momentos previos al sueño debe realizar actividades sedantes, preparatorias. Tener en cuenta que es normal que determinadas contingencias ambientales y temporales afecten el sueño y el apetito del vástago. Hay adultos que castigan al niño en la cama: en forma de confinamiento, esto es sin dudas perjudicial pues este sitio sólo tiene una función obvia.

El entrenamiento en el control de esfínteres debe empezar a temprana edad, garantizando siempre los lugares específicos para satisfacer estas necesidades y la limpieza del niño que debe ser alentado en sus progresos.

Muy relacionado con esta satisfacción de las necesidades del niño, especialmente las que acabamos de hacer referencia, está el cumplimiento del horario de vida que permite la satisfacción de dichas necesidades orgánicas, lo que contribuye a un mejor desarrollo físico, asegura un estado de ánimo equilibrado, defiende el sistema nervioso contra la fatiga y crea condiciones favorables para el desarrollo psíquico.

Este horario asegura: la cantidad de horas sueño y de vigilia diarias, tomando en cuenta la edad y las particularidades individuales de los niños, el ritmo correcto del cambio del sueño, la vigilia y la alimentación de acuerdo con la edad y la adecuada variación y dosificación de las actividades durante la vigilia.

La cantidad de horas de sueño que el niño necesita, varía con la edad, así durante los primeros meses de vida por la inmadurez del sistema nervioso, los niños se fatigan con facilidad y lógicamente el sueño es más prolongado.

En la medida en que el sistema nervioso se fortalece, la vigilia se va alargando, se desarrollan y relacionan las funciones de los analizadores (sentidos), se intensifican las reacciones de orientación, aumentan las posibilidades de conocimiento del mundo circundante, se interesa más por las cosas que lo rodean y la vigilia se va haciendo cada vez más activa.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que el niño puede llegar al agotamiento si se prolonga el período de vigilia por encima de sus posibilidades y por ende se le retarda el momento del paso al sueño. Un sueño insuficiente de forma sistemática provoca agotamiento, que se traduce en irritabilidad, y llanto y la reducción del período de vigilia que por otra parte también provoca alteraciones y afecta el desarrollo.

Para formar un ritmo correcto de sueño y vigilia hay que crear condiciones favorables, para que el niño duerma rápido, profundamente y a las horas apropiadas, así hay que favorecer una vigilia activa y para dormir se requiere un silencio suficiente, evitar el exceso de luz, buena ventilación, incluso cuando se pueda hacerlo al aire libre que ejerce una influencia adormecedora, ropas cómodas y temperatura agradable.

La correcta organización de la actividad se basará en la diversidad de impresiones externas, cantidad suficiente de distintos objetos, comunicación frecuente con el adulto y una correcta orientación y dirección de la misma. Es importante que la actividad se clasifique según la edad y que tenga una correcta alternancia con los períodos de descanso y los tipos de actividad entre sí.

La inacción durante la vigilia conduce a la excitación y con ello a determinadas alteraciones de conducta, irritabilidad, manipulaciones, agresividad, entre otras.

Por otra parte, hay que tener en cuenta también al organizar la vigilia evitar la uniformidad, pues esto provoca desinterés y fatiga, por ejemplo, cuando a los niños no se les da la posibilidad o no se les enseña a variar el juego, pueden surgir disputas entre ellos, el juego no alcanzará el nivel adecuado y se mostrarán desinteresados, no usando correctamente los juguetes; en fin se desorganizará la actividad al cambiar el carácter de esta, se garantizará un estado de ánimo alegre y activo.

Por ultimo hay que enfatizar que el horario de vida constituye una base necesaria para el desarrollo del trabajo educativo, fundamentalmente en el aspecto de formación de hábitos. La actividad infantil debe estar regida ante todo por una buena organización lo que permite la creación de una secuencia correcta en la satisfacción de sus necesidades, pues de ello depende la formación de hábitos positivos desde la más temprana edad.

El adulto enseña a los niños la habilidad de actuar organizadamente, orientándole las acciones necesarias de forma consistente dentro de una atmósfera alegre, emocionalmente adecuada y si el niño no cumple lo establecido hay que repetírselo cada vez que sea necesario, teniendo en cuenta que este es un trabajo que requiere constancia, paciencia y serenidad pues la interiorización de estas acciones, su dominio y control no se logran de forma inmediata.

También para el trabajo educativo, es importante el ambiente que juega un gran papel en el desarrollo infantil, debe ser abierto, el contacto con el aire libre posee un valor difícilmente igualable. Debe ser rico en estímulos variados, novedosos. El pequeño es explorador por excelencia.

En condiciones de infraestimulación, el niño buscará en su medio estímulos activadores. Una vez motivado por un estímulo, lo investigará, reduciendo su curiosidad. Es sabido lo pernicioso de la privación sensorial en las edades tempranas que provoca retardo en el desarrollo y pone en peligro la salud infantil.

Nociva es también la hiperestimulación, los ambientes recargados son agotadores para el niño y limitan su actividad. Es necesario tener en cuenta variables tales como la densidad: número de niños por sala y el hacinamiento: unidad de espacio por cada niño, pues se ha comprobado que en su presencia se afecta el rendimiento intelectual hay una reducción de la ayuda y un aumento de la agresión entre ellos. El orden merece una consideración

especial por su vínculo estrecho con la formación del pequeño. Los extremos deben ser evitados, las fluctuaciones son necesarias. No caer en el desorden, ni tampoco en el orden riguroso a toda costa, la personalidad compulsiva es muy peligrosa para la salud y fomentar conductas como estas en fases tan tempranas es perjudicial.

Los adultos son un modelo para los niños, su conducta ya sea violenta o cariñosa, ansiosa o serena, tiene un potente impacto en el psiquismo infantil tan sensible en estas edades. Además, el lenguaje, su riqueza y pobreza de vocabulario, su tonalidad. Los juegos que sean capaces de desarrollar, de forma conjunta y también el modo de pasar el tiempo libre con el amplio o nulo disfrute de actividades culturales, deportivas o recreativas, constituyen elementos importantes para el sano estado emocional del niño. El estimular su autoservicio o hacérselo todo, impulsarlo a llevar hasta el final aquellas tareas asequibles al niño y la calma, el silencio o la paz tan fértiles para los descubrimientos interiores son también otros procedimientos a tener en cuenta. Y por supuesto, el control necesario, que prevenga las conductas no admisibles para el grupo o la comunidad.

Se ha comprobado que cuando se le brinda mucho cariño al menor, este deviene afectuoso, competitivo, abierto. Todo vinculado a una estimulación positiva y un sistema de sanciones moderado, explicaciones y una atmósfera favorable a la independencia. En aquellos casos donde predomina la hostilidad, se dan las cualidades opuestas en los niños.

En los ambientes polarizadamente severos, rígidos, los niños devienen agresivos, dominantes o conformistas, depresivos e incompetentes. En el otro extremo, cuando impera la permisividad, a pesar de que se genera curiosidad, competencia, inconformidad, el niño se vuelve desobediente y se le dificulta la adecuada interiorización de los límites; lo que demuestra una vez más que los extremos son malos.

La sobreprotección genera dependencia. Lo que se requiere es una vigilancia del cumplimiento de las reglas cuidadosa y consistente, es decir acuerdo entre los adultos al influir sobre el niño y la permanencia de las exigencias con independencia de las coyunturas; además es necesario un clima de estabilidad y apoyo emocional, de aceptación que no utilice la negación de afecto como procedimiento de disciplina. Así se logra una elevada autoestima en el niño, que es muy influida por las percepciones y valoraciones de los adultos, del reconocimiento que hagan de él como individuo, lo que permite el desarrollo de su identidad como persona y una buena adaptación al entorno. Todo esto es muy favorecido cuando se propicia la participación del niño en los procesos de toma de decisiones que también le proporciona una creciente independencia, cualidad de inestimable valor.

Es conveniente que en la educación infantil haya claridad en las normas establecidas, constancia en su aplicación. No etiquetar al niño por sus eventuales conductas turbulentas, creándose una aureola de “niño difícil”.

Tampoco la comparación con frecuencia desventajosa con sus pares y por ultimo no abusar del regaño que puede convertirse en un boomerang.

La familia es clave en el desarrollo de la personalidad, que será positivo si aquella brinda un clima de seguridad y aceptación al niño, satisfaciendo sus necesidades. La familia es el protector por excelencia ante las contingencias ambientales, que pueden ser violentas, además de ir facilitando la adaptación del pequeño a ese medio exterior. En su interior debe existir un marco coherente y estable donde el niño aprenda de sus derechos y deberes en un clima de aceptación, vital para potenciar su autonomía.

La familia modela el nivel de actuación del niño mediante una estimulación temprana varada y adecuada. Desde su nacimiento él tiene una gran necesidad de afecto, que el adulto satisface mediante un trato cariñoso, hablándole suave y dulcemente, dándole seguridad y apoyo, satisfaciendo sus necesidades con ternura. El niño que desde su nacimiento disfruta del cariño y de la comprensión de las personas que lo tienen a su cuidado, será un niño feliz.

Es necesario alertar sobre algunos eventuales factores de riesgo que pueden desestabilizar la psiquis infantil; uno de ellos es el divorcio, que por lo general conduce a un desmembramiento familiar, casi siempre paterno, que afecta el desarrollo pleno del niño, por lo que el padre debe continuar participando en la educación de su hijo.

Otro factor puede ser el nacimiento de un nuevo hermanito que objetivamente tiene un impacto en el tiempo y la energía de los padres en especial la madre; aquí el error clásico es tener a menos al primogénito que hasta entonces monopolizaba todo el afecto. También pueden ser mal manejadas las crisis del desarrollo del niño en las que aparecen cambios normales y con frecuencia positiva, pues se trata de una progresión en los logros infantiles; estas novedades pueden generar tensión en los padres que a menudo los mal interpretan y enfocan.

La TV. puede provocar conductas violentas en los niños y tener un impacto en su adecuado desarrollo, si no es convenientemente regulada por los padres, al igual que la microcomputadora cuyos vídeo – juegos pueden causar adicción y distorsionar el normal desarrollo del niño que puede darle la espalda a actividades educativas valiosas, como las institucionales y los juegos colectivos, además de secuelas tales como el ensimismamiento. Lo que no quita que bien dosificada esta actividad puede favorecer su atención y los procesos cognitivos.

El juego es vital para el desarrollo de los niños, es una absorbente actividad con un extraordinario potencial educativo, que en sí misma previene que el niño pueda entonces en su tedio o inacción inclinarse por conductas negativas. El pequeño disfruta más su juego si de vez en cuando puede intercambiar ideas con otros; el grado de estímulo, colaboración y disciplina es fundamental en la formación de la personalidad.

El juego con los coetáneos es clave en la consolidación de una cultura de compañeros; las relaciones de compañerismo son un importante indicador predictor de salud mental. Existe un vínculo recíproco entre la vulnerabilidad emocional y pobres relaciones con los compañeros de juego. La sociabilidad presenta una positiva relación con la aceptación social y negativa con la ansiedad y la inestabilidad. Respecto al aislamiento se invierte la ecuación. Así, la buena disposición del niño para participar en la actividad social está relacionada con una eficacia social generalizada.

El ingreso en una institución infantil es un evento importante para el desarrollo del niño, que amplía el espacio generalmente restringido de la vivienda y lo ubica en un rico contexto de intercambio con coetáneos, donde se verifica un intenso aprendizaje de una cultura social que posibilita y exige el dar y tomar, tanto ideas como objetos y relaciones. Y también la enseñanza de un programa amplio y pedagógicamente concebido, condiciones que, generalmente no brinda la educación circunscrita al medio hogareño. Por supuesto que de estar presentes factores de riesgo a los que ya se ha hecho referencia el proceso de adaptación puede conmocionar el psiquismo infantil. Lo que debe ser enfrentado en un estrecho y productivo marco de colaboración familia – institución, que de ahí en adelante debe signar toda la formación futura del niño.

Es importante tratar el tema de la sexualidad en el niño por ser un campo que por sus características hace proliferar una serie de manejos y conductas erróneas en los padres que con frecuencia perjudican el normal desarrollo sexual en estas edades, lo que trasciende a futuras etapas de la formación de la personalidad.

Los adultos deben constituir modelos apropiados para que los niños puedan alcanzar una correcta identificación sexual. Es normal que los menores durante el proceso de su desarrollo sexual presenten conductas tales como la autoestimulación de los genitales que son muy sensibles, una reacción inapropiada de los adultos puede provocar sentimientos negativos hacia el sexo y la percepción de que se trata de zonas “sucias”.

Este análisis es extensivo a los juegos sexuales, que pueden ser incentivados por la exposición de los niños a la pornografía televisiva o a medios de acentuado hacinamiento o promiscuidad.

Una divisa en el trabajo de atención psicológica al niño ha sido el de no hacer consciente de su problemática, lo que contribuiría a implantar en su mente una nueva fuente de preocupación que pudiera perjudicar su evolución satisfactoria. Y en esta dirección se ha realizado el trabajo de orientación a padres, no privilegiando métodos como el regaño. Se tiene la convicción de que el trabajo directo con la conciencia del niño es una vía propia de edades posteriores.

Se han expuesto hasta aquí una serie de factores educativos y estilos formativos vinculados a las diferentes esferas del desarrollo infantil en una de

sus edades claves, donde se sientan las bases de la personalidad del niño; matizando diferentes efectos ya positivos o nocivos en la conducta del menor. Una revisión atenta de lo expresado, obliga a la convicción de que muchos de las alteraciones y problemas que sufren los niños y familias han podido y pueden ser evitados pues se trata de la edad donde las correctas influencias educativas tienen el mejor pronóstico. Se tiene la esperanza de que lo analizado en este marco contribuya a situar la compleja y hermosa tarea de la educación infantil en una perspectiva adecuada.