Tema 7B – La familia como primer agente de socialización. La transformación de la función educativa de la familia a lo largo de la historia. Expectativas familiares respecto a la Educación Infantil. Período de adaptación de los niños y niñas al centro educativo. Relaciones entre la familia y el equipo docente.

Tema 7B – La familia como primer agente de socialización. La transformación de la función educativa de la familia a lo largo de la historia. Expectativas familiares respecto a la Educación Infantil. Período de adaptación de los niños y niñas al centro educativo. Relaciones entre la familia y el equipo docente.

INTRODUCCIÓN

La importancia de la familia en la etapa de educación infantil está contemplada por la LOGSE y los decretos que la desarrollan, ya que se trata del primer y más importante agente de socialización que ha transformado su papel a lo largo de la historia.

Ahora bien, bajo este punto de vista educativo, hay que plantearse las expectativas de las familias respecto a la educación infantil, la importancia de planificar por parte del centro educativo el período de adaptación para estos niños/as y de establecer una estrecha relación con la familia para llevar las mismas pautas educativas y contribuir a un mayor desarrollo del niño/a.

1.- LA FAMILIA COMO PRIMER AGENTE DE SOCIALIZACIÓN

Entendiendo como agentes de socialización a las personas o instituciones que ejercen su influencia sobre el niño/a e inciden a través de ella en el proceso de desenvolvimiento social.

Los principales agentes de socialización son: la familia, la escuela, el grupo de iguales, la sociedad en general, los medios de comunicación (TV…..)

Aunque aquí, dado el epígrafe del tema nos centraremos en la familia, que constituye el primer ambiente de interacción personal en que se desenvuelve el niño. Las primeras experiencias de carácter social las tendrá, por tanto, en el medio familiar.

El clima afectivo que exista en la familia, la cantidad y calidad de las relaciones entre sus componentes. El número de miembros que la forman (hermanos, abuelos…), son factores diferenciadores de la influencia socializadora de la misma.

La forma en que la familia responda a las necesidades de afecto, aceptación y aprobación, entre otras, marcará la forma en la que el niño se integre posteriormente en el grupo.

En este sentido, la familia juega un papel protagonista en el desarrollo de las personas, no sólo porque garantiza su supervivencia física, sino también porque es dentro de ella donde se realizan los aprendizajes básicos que serán necesarios, para el desenvolvimiento autónomo dentro de la sociedad (aprendizaje del sistema de valores, del lenguaje … ). A través de distintos mecanismos observación, imitación, identificación … ), la familia va moldeando las características psicológicas del individuo durante el tiempo que permanece bajo su custodia.

Sin embargo, la familia no tiene un poder absoluto e indefinido sobre el niño; es decir, ni los padres podrán “tallar” en sus hijos las características cognitivas, sociales y de personalidad que rígidamente y a priori deseen, ni los rasgos que caractericen al niño a lo largo de su desarrollo se deberán exclusivamente a las experiencias vividas en el interior de la familia. En primer lugar, porque ciertas características pueden estar parcialmente definidas cuando el niño nace (ej. su salud, su nivel de actividad…). En segundo lugar, porque otros contextos socializadores (escuela, compañeros) desde el momento en que el niño accede a ellos, influyen sobre él de forma paralela a la acción de los padres, en unos casos con mayor convergencia que en otros. Por ultimo, porque la familia, a su vez se encuentra bajo la influencia de un conjunto de factores que condicionan y determinan su funcionamiento (situación socioeconómica de los padres, coyuntura política y económica de la sociedad en general … ). Esto hace que, por un lado cada familia se encuentre expuesta a características o determinantes propios ( ej. número de personas que la componen, características de la vivienda donde residen, cantidad de ingresos familiares, nivel educativo y características de personalidad de los padres…) y, por otro, que la familia nuclear, el trabajo de la mujer, el divorcio, la influencia de los medios de comunicación, son ejemplos de tal evolución.

En cualquier caso, la familia es un contexto de socialización especialmente relevante para el niño, puesto que durante muchos años es el único y/o principal en el que crece y, además, actúa como llave o filtro que selecciona la apertura del niño a otros contextos: son los padres quienes deciden el momento de incorporación del niño a la educación infantil, son ellos quienes en los primeros momentos posibilitan los contactos sociales del niño con personas ajenas a la familia, más adelante realizarán distintas elecciones con todo lo que ello conlleva…

Bajo este punto de vista, la familia constituye un sistema (padre, madre, hijos…) que afecta y se ve afectado por oros sistemas que condicionan su funcionamiento.

2.- LA TRANSFORMACION DE LA FUNCIÓN EDUCATIVA DE LA FAMILIA A LO LARGO DE LA HISTORIA

Haciendo una breve reseña histórica observamos como a lo largo de los años, se ha ido modificando con los cambios sociológicos el concepto mismo de infancia y el papel de la familia en la educación de los niños.

En siglos pasados en una sociedad fundamentalmente rural, con predominio de la actividad agrícola, la incorporación de los niños a las tareas productivas era mucho más rápida que ahora. Los niños desde muy pequeños colaboraban con sus padres en tareas agrícolas especialmente en las fechas en las que estas se veían incrementadas, ( por ej. la recolección). Ello, unido a una estructura familiar de muchos miembros, correspondientes a varias generaciones, conviviendo en los mismos hogares, hacían de la infancia una etapa menos diferenciada que en la actualidad. Estos dos factores (incorporación rápida al trabajo y familias muy numerosas) hacen que la socialización del niño se produjese de forma más rápida y natural. Como indica Frabboni “ser niño en aquellas socioculturas ha significado convertirse ya desde época del destete en compañero natural del adulto”.

La educación de la primera infancia ha caminado pareja a la caracterización de la misma. En un tipo de sociedad como el antes mencionado el período de instrucción comienza cuando se considera al niño como capaz de “comprender” y “querer” es decir hacia los 7 años de edad. La formación de los niños más pequeños queda, así, fuera de toda regulación social, en manos de la familia que lo somete a una rigurosa educación doméstica o proceso de adiestramiento, en tanto que la relación con otros niños se produce de forma espontánea en agrupamientos en los que conviven infantes de diferentes edades.

Los cambios sociales y tecnológicos producidos en el siglo XlX han conllevado otras tantas modificaciones en la concepción de la infancia y por ende, en su tratamiento educativo y en el papel de las familias:

– La incorporación de la mujer en el mundo laboral ha originado una nueva demanda social: la custodia de los niños más pequeños.

– Los agrupamientos urbanos, con una nueva estructura de familia mas reducida y diferenciada han provocado una tendencia hacia la mayor diferenciación de los grupos de edades y de infancia como etapa característica. Las ciudades actuales hacen difícil el intercambio espontáneo entre niños de diversas edades y por tanto generan la necesidad de crear ámbitos donde sea posible la socialización entre iguales.

– Además y como punto más significativo en este tema, en una sociedad como la nuestra, la educación familiar también plantea problemas específicos como afirma Whiting “la ruptura de la familia extensa y las diferencias generacionales derivadas del cambio rápido en las condiciones de vida social, unido todo ello a la deficiencia de trato asiduo con los niños pequeños entre los adolescentes, se traduce por una parte en perdida del peso otrora jugado por la tradición, y por otra, en que los padres jóvenes se enfrentan a sus responsabilidades mas inermes de lo que estaban sus homólogos en sociedades tradicionales.

En síntesis, esta labor educativa de estipulación y guía del desarrolla se ha llevado a cabo en el pasado en el contexto familiar del niño y a través de contactos y experiencias en el seno de sus marcos de vida y relaciones: los compañeros de juego, la naturaleza, la calle… En nuestra época, el proceso histórico de transformación del medio familiar, la progresiva incorporación de la mujer al mundo del trabajo y modificaciones habidas en las condiciones de vida actual, han hecho necesario que otras instituciones colaboren con la familia compartiendo y completando su función educativa.

3.- EXPECTATIVAS FAMILIARES RESPECTO A LA EDUCACIÓN INFANTIL

Las influencias ejercidas desde el núcleo familiar condicionan, propician o pueden llegar a entorpecer el correcto desarrollo del niño. En el seno de la familia es donde se realiza el auténtico a aprendizaje de los valores esenciales y donde se fraguan las relaciones afectivas indispensables para el desarrollo global del individuo.

En este sentido, hay que matizar como el desarrollo y aprendizaje tienen un carácter interactivo en el cual el medio social juega un importante papel. No cabe duda que en este medio social los padres tienen una función específica: sus relaciones con los hijos, tienen características diferenciales con respecto a otros adultos; la cantidad de tiempo que destinan a esta relación, los vinculas emocionales o la responsabilidad que asumen entre otros factores crean un marco interactivo y relacional al que no podemos dar la espalda.

Bajo este punto de vista recientes investigaciones ponen de manifiesto cómo unas prácticas de crianza y educación de los padres, obedecen en general a una concepción subyacente sobre lo que es el desarrollo y cómo se debe educar: “ creemos asimismo, que tanto las interacciones que los padres desarrollan con sus hijos, como la forma en que organizan el entorno familiar, guardan una estrecha relación con las ideas evolutivo-educativas que los padres sostienen, ya se trate de ideas generales o de ideas vinculadas a la acción”. Estos conocimientos e ideas pueden ser a veces incorrectos, a veces insuficientes, a veces moldeados por los medios de comunicación…

Esta visión conlleva la existencia de diferentes expectativas respecto a la educación infantil, por lo que seria necesario que el centro interviniera en el enriquecimiento de las ideas educativas de los padres. Los conocimientos técnicos de los equipos de educadores y la posibilidad de ofrecer modelos alternativos hacen de éste uno de los ejes fundamentales sobre los que debe asentarse cualquier programa de intervención y de establecimiento de comunicación con los padres.

Por su parte, los padres disponen de información sin la cual seria muy difícil la intervención educativa y que debe ser transmitida al equipo de educadores para que estos se hagan una imagen más ajustada del niño y de su entorno.

4.- PERÍODO DE ADAPTACIÓN DE LOS NIÑOS Y NIÑAS AL CENTRO EDUCATIVO

dagógica

La llegada de los niños/as al colegio en los primeros días del curso supone la salida del mundo familiar para gran parte de la jornada, salir de la vida familiar consiste en dejar sus roles, sus relaciones particulares, sus códigos, su calor afectivo… en una situación satisfactoria y conocida, por otra desconocida en la que apenas se conoce a nadie menos cálida afectivamente y donde hay que compartir necesariamente al adulto, y en la que además, no se sabe qué hacer y cómo comportarse. Para el niño todo se modifica sustancialmente. En el colegio, va a ser mirado y valorado desde una perspectiva muy diferente a la familiar, en relación con hace y debe hacer… Además sus relaciones van a ampliarse considerablemente y con frecuencia se sentirá lleno de dudas ante los demás niños y no sabrá como comportarse para lograr algo o para dar solución a los problemas que se le plantean y que con frecuencia resuelve bien en su casa. Una de las dificultades básicas, que produce angustia de los niños en estos primeros días es, pues, la separación de la familia y el encuentro con lugares y gentes desconocidos. Si se acierta a resolver bien esta primera dificultad, se habrá resuelto quizás el problema más grave que se plantea en este período, y además habremos ayudado a los niños a echar las bases de una actitud positiva hacia su escolaridad.

Cuando los niños llegan al colegio, con frecuencia tienen ya una rica historia personal y que ningún maestro puede estar disculpado de no conocerla bien. No obstante, lo cierto es, que en pocas ocasiones, los niños que llegan al colegio por primera, segunda o tercera vez se encuentran con un maestro que se ha preocupado de conocer lo que ha vivido durante la etapa anterior de su vida o en el verano.

Esta situación crea un vacío que impide a los maestros servirse de enlaces para ayudar a los niños a solucionar los problemas con los que se encuentran en estos primeros días.

Ayudaría pues, entre otros aspectos, el tener una primera reunión con los padres antes de iniciar el curso.

Por otra parte, los niños que han asistido en cursos anteriores al colegio, se sienten mucho mas seguros, pero no dejan de sentir la ruptura afectiva, por lo que ellos también necesitan el período de adaptación, aunque posiblemente en menor extensión de día.

Así, el periodo de adaptación es aquel tramo de tiempo que dedicamos a vivir con los niños todas esas rupturas y cambios que acabamos de mencionar, comprendiéndoles en lo que sienten y ayudándoles a buscar soluciones positivas a los problemas que se les plantean.

El período de adaptación es a la vez un camino y un proceso, en los cuales los niños van elaborando su actitud ante lo escolar, las relaciones, la orientación y uso de los espacios, las tareas y la forma de hacerlas, los éxitos y los fracasos… es decir, van valorando las pérdidas y las ganancias, que les supone el alejamiento de la vida familiar.

Por ser camino, es necesario aceptar que no todos los niños lo andarán con el mismo ritmo. La prudencia de realizar un plan sin prisas, y también de prever terminaciones alternativas, tiene toda su importancia.

Por ser proceso, hay que considerar que es algo que los niños tienen que realizar por sí mismos; es una conquista personal y como tal es necesario valorarla. La ayuda de los maestros no puede consistir en evitar los sentimientos ni los conflictos que pueda ocasionar, sino en ayudarle a buscar soluciones aceptables por sí mismo.

Es importante resaltar que el núcleo básico de los problemas que se ocasionan en el período de adaptación y el proceso que sufren en él los niños, tiene su sede en el mundo interno donde reinan los sentimientos, las emociones y las imágenes intelectuales. El análisis de este hecho nos hace comprender la necesidad que sienten los niños de expresar lo que viven y cómo sin esta expresión les es difícil llegar a soluciones aceptables para sí y para los demás. Sería inhumano dejar llorar a un niño desconsoladamente sin que sepa que estamos junto a él para cuando pueda encontrar formas de dejar de llorar.

Con frecuencia, además, como los niños no tienen todavía una estructura de secuencias temporales adquiridas, otra de sus angustias procede que no saben que tiempo transcurre desde que sus padres los dejan en el colegio hasta que 1os vienen a recoger. Esta situación ocasiona con frecuencia inseguridad y un sentimiento de abandono que se manifiesta en rabieta, especialmente por las mañanas cuando se despiden.

Ahora bien, en este período, los niños pueden manifestar con sus conductas, al menos tres tipos de adaptaciones:

– Adaptación resignada Se denomina así a la adaptación que se sucede sin transición, de la rabieta continua a la aceptación triste. No es una conducta positiva y, a la larga, creará muchos problemas escolares, Por eso conviene tratar con los padres lo que está sucediendo, y buscar con ellos otras soluciones que la de que el niño se resigne a aceptar el colegio, aunque puedan resultar algo más molestas para todos.

– Adaptación activa: es aquella conducta en que se va sustituyendo la disconformidad inicial por una participación activa del niño en actividades, juegos, colaboraciones hacia otros niños, o en ayudar a la maestra o maestro en pequeños quehaceres y tareas. Este tipo de adaptación no sucede sin transiciones. Normalmente existen momentos en que después de una conducta de llanto, rabietas o negativismo, el niño accede a hacer algo. Poco a poco, las primeras conductas van siendo más cortas y débiles y las segundas más entusiastas y duraderas.

Son conductas positivas y normales, ya que son manifestaciones y aceptaciones dentro de lo que los seres humanos podemos hacer para restablecer el equilibrio si una situación nos ha quebrantado.

– Adaptación colaboradora: es una conducta razonable y participativa. El niño/a, en este casa adopta la actitud de explicar a sus compañeros no sólo lo que el o ella han aprendido en esta situación, sino que les anima, citándoles las experiencias más agradables, a vivir intensamente su estancia en el colegio porque les esperan momentos llenos de satisfacción. Este tipo de conducta se suele lograr si en la clase se da cabida a niños que ya pasaron anteriormente la experiencia.

Sin embargo, no solo los niños sufren el período de adaptación, también los adultos precisan adaptarse.

Necesitan adaptarse en primer lugar los padres. Para ellos, es un reto la primera salida del niño a un centro. Ellos viven también su inseguridad y sus ansiedades y se plantean múltiples preguntas que no saben como responderse. Toda esta situación es captada por los niños, aumentando sus temores ante la nueva situación, Si los padres han tenido ocasión de charlar anticipadamente con los maestros, se evitarán muchas exigencias sin sentido y sobre todo evitarán temores a los niños.

Interesa resaltar el papel de los padres en el período de adaptación y en el proceso porque es necesario hacerles conscientes de que ellos van a sufrirlo también y que no es, cuestión de encubrir a los niños la que sienten, sino de afrontar cooperativamente con el maestro y con los mismos niños la situación, y, entre ambos, resolverla de la manera más positiva para todos.

Esto indica la importancia de establecer una buena planificación y organización de contactos con los padres previos al inicio del curso escolar. Posiblemente de estos contactos se derive la conveniencia de poder contar con la presencia de algunos de ellos en determinados momentos de este período.

Pero el proceso de adaptación también lo sufren los maestros y lo viven con intensidad, tanto si los niños son conocidos como si no. En todo caso, como esto se repite curso tras curso, bueno será que no se transforme en una rutina y que sirva de tema de reflexión constante para renovar estrategias de acogida y de recibimiento.

La adaptación de los maestros a los niños es uno de los elementos que ayudan a valorar la capacidad de estos de y del colegio para atender educativamente a los niños, es decir, para comprobar si es tenido en cuenta el ritmo personal de cada uno de los niños, sus necesidades y sentimientos, sus particularidades, y, en suma, su propia individualidad.

Asimismo, la adaptación de los maestros es el comprobante más fiel y eficaz de si un planteamiento educativo es abierto o cerrado, de si una programación es significativa o no… la adaptación y los problemas que supone atender a los niños y ayudarles hace que el equipo de maestros se plantee la necesidad de reflexionar sobre la empatía con los niños y de éstos con los educadores, buscando respuestas para un acoplamiento positivo.

5.- RELACIONES ENTRE LA FAMILIA Y EL EQUIPO DOCENTE

La Junta de Andalucía nos habla de que si bien la familia y la escuela son dos ámbitos educativos distintos -tanto por su naturaleza, por su organización…- se plantean un objetivo común: la educación del sujeto y el desarrollo de todas sus potencialidades.

De lo anteriormente dicho deducimos que debe existir una estrecha relación entre los padres y la escuela, estableciendo una comunicación rica y fluida que necesariamente servirá para un mayor conocimiento acerca del niño por ambas partes.

En consecuencia y como nos dice la Junta, el contexto de las relaciones padres-educadores está caracterizada por el binomio autonomía-cooperación. Autonomía en cuanto a que cada uno tiene sus roles y perspectivas distintas; cooperaci6n en la medida en que comparten la educación de una misma persona.

Las relaciones padres-educadores no son siempre fáciles. Si bien ambos pueden estar de acuerdo en las orientaciones generales de la educación que debe recibir el niño, pueden existir discrepancias en lo referente a las imágenes que cada uno haya construido sobre él mismo o en cuanto a determinados objetivos en concreto. Además, nos encontramos con otro tipo de dificultad más o menos generalizadas a la hora de poner en marcha un buen programa de participación de profesores y padres. Algunas de ellas son:

– Los Profesores:

· Les resulta incómodo responsabilizarse de una actividad más, no tenida en cuenta habitualmente.

· Les falta tiempo para dedicarse a trabajar con padres y niños al mismo tiempo.

· No les gusta ser observados por los padres.

· Ignoran qué tipos de actividades pueden realizar con los padres.

– Los padres:

· Se sienten aislados por no saber cómo, cuándo y en qué intervenir.

· No disponen de tiempo para dedicarse a una tarea que no estiman de su incumbencia.

· No tienen necesidad de cambiar su postura tradicional, cómoda, por otra más comprometida.

Para lograr progresivos niveles de participación, es conveniente que la organización seguida por el centro sea flexible y que se tengan las dificultades apuntadas anteriormente ya que todos los padres y profesores no van a estar en el mismo grado y tipo de participación, ni ello es lo esencial: lo esencial será preparar al conjunto de padres y profesores para que se vayan implicando de acuerdo con sus necesidades y con la meta a pasar a un grado de participación cada vez más activa.

En la participación individual, familia y educadores tratarán de guiar y facilitar primero la incorporación y luego una adecuada adaptación del niño al centro. En un primer contacto, generalmente en la entrevista inicial, padres y educadores sentarán las bases de la futura relación: se conocerán y establecerán el clima de confianza mutuo indispensable para que la comunicación entre ellos resulte fluida. Los educadores tendrán las primeras referencias del niño al que van a recibir y los padres conocerán el centro, su espacio, los recursos disponibles, las necesidades y obligaciones que se derivan del centro, reflejadas en el proyecto del mismo.

En posteriores contactos se analizará la evolución del niño en todos los aspectos, se comentarán y evaluarán las nuevas adquisiciones, las dificultades y los progresos.

Estas entrevistas padres-educadores se producirán a solicitud de uno, otro, de ambos o siempre que las condiciones lo aconsejen. Cada educador dispondrá de, al menos, una hora semanal para recibir a los padres. Previamente a la entrevista concertarán los puntos a tratar y, con posterioridad, el educador anotará los datos más relevantes de la misma.

Además de este continuo contacto, los padres pondrán a disposición del centro su experiencia en muy diversos terrenos: realizar actividades con los niños, organizar talleres o participar en tareas de organización del centro (infraestructuras, equipamientos, admisión de nuevos alumnos…) o la participación de los padres en la gestión democrática de los centros queda garantizada en la legislación vigente y se concreta en su representación en los consejos escolares de centro.

Conviene que la participación activa que se pretende esté convenientemente organizada, de forma que no constituya en ningún caso un entorpecimiento de la labor educativa.