Tema 23 – Concepto de cultura. El ser humano como ser cultural. Modelo cultural. Aproximación a los modelos dominantes (occidental, oriental, arabo-musulmán). Interculturalidad y multiculturalidad. Fenómenos de transmisión y permanencia cultural. Procesos de aculturación y colonialismo cultural.

Tema 23 – Concepto de cultura. El ser humano como ser cultural. Modelo cultural. Aproximación a los modelos dominantes (occidental, oriental, arabo-musulmán). Interculturalidad y multiculturalidad. Fenómenos de transmisión y permanencia cultural. Procesos de aculturación y colonialismo cultural.

1. INTRODUCCION.

2. CONCEPTO DE CULTURA.

3. EL SER HUMANO COMO SER CULTURAL.

El hombre, como el resto de los animales, es naturalmente social.

El hombre es naturalmente cultural.

4. MODELO CULTURAL.

4.1 Modelo cultural definido en el espacio

4.2 Todo modelo cultural se asiente en una determinada sociedad.

4.3 Los modelos culturales se fundamentan por su economía.

4.4 Los modelos culturales son fundamentalmente mentalidades colectivas.

5.- APROXIMACION A LOS MODELOS DOMINANTES: OCCIDENTAL, ORIENTAL Y ARABO-MUSULMAN.

5.1 El Islam y El Mundo Musulmán.

5.2 Extremo Oriente.

5.2.1.- La China de ayer y de hoy.

5.2.2 La India de ayer y de hoy.

5.3.- La Cultura Occidental

5.3.1.- Viaje por el pensamiento occidental.

a) El Cristianismo.

b) El Humanismo.

c) El Pensamiento Científico.

5.3.2.- La industrialización de Europa.

6..- INTERCULTURALIDAD Y MULTICULTURALIDAD.

7.- FENOMENOS DE TRANSMISION Y PERMANENCIA CULTURAL.

8.- PROCESOS DE ACULTURACION Y COLONIALISMO CULTURAL.

1.- INTRODUCCION.

La diversidad de la cultura humana es asombrosa. No ya entre los límites del entorno europeo, sino entre todas las sociedades del mundo. Los valores y normas de comporta­miento varían enormemente de una cultura a otra, y a menudo contrastan notablemente con lo que los habitantes de las sociedades occidentales consideran como “normal”. Por ejemplo, en occidente comemos ostras y no gatitos o cachorros de perro, pero éstos constituyen auténticas exquisiteces en algunas partes de nuestro universo. Los judíos no comen cerdo, mientras que los hindúes comen cerdo pero rechazan la carne de vaca. Para los occidentales, besarse es una manifestación normal del comportamiento sexual, pero en muchas otras culturas dicha práctica es desconocida o se tacha de desagradable. Todos estos rasgos distintos del comportamiento son aspectos parciales de amplias diferencias culturales que distinguen unas sociedades de otras.

España y toda Europa en general, se han formado a partir de la mezcla y fusión de una gran diversidad de pueblos, lenguas y culturas. Es bien sabido por todos que nuestra historia es un variado proceso de hechos de colaboración, oposición y conflicto, de guerras y tratados de paz entre pueblos con distintas culturas. En algunas ocasiones el aparato político y militar, o más exactamente, las batallas, han servido para la introducción de éstas en ámbitos ajenos, pero en otros momentos las culturas han triunfado a pesar de la derrota militar: así por ejemplo, la filosofía y civilización griega en Roma o la ideología de la Revolución Francesa en toda Europa.

Conviene recordar una circunstancia no demasiado lejana en nuestra historia. Hasta hace muy pocos años nuestro país había sido exportador de emigrantes, de gentes que por unos u otros motivos se había visto en la necesidad de abandonar el país. Entonces, estos individuos eran tratados y considerados como ciudadanos de segunda clase por los “europeos” de los países receptores. Hoy, una serie de circunstancias objetivas (consolidación de la democracia, mejora de nuestra economía, la entrada en la CEE…) convierten a nuestro país en un importante polo de atracción para personas de otro países. España ha pasado de la homogeneidad cultural a la multiculturalidad. Esto no significa que tomemos el control cultural respecto a ciertas minorías, es decir, que nos embarquemos en procesos asimilacio­nistas o segregacionistas. El etnocentrismo, o sea, el hecho de juzgar otras culturas con criterios propios, debe quedar relegado al estudio de momentos ancestrales de nuestra historia del pensamiento. Hoy, la respuesta al fenómeno pluricultural y multiétnico debe pasar por el interculturalismo.

Nos enfrentamos, actualmente, al reto de la construcción de una Europa unida e intercultural. Antagónica a las posturas asimilacionistas y segregacionistas aparece el concepto de interculturalismo o interculturalidad como un programa de acción que tendería a la integración de las minorías étnicas y culturales en esta sociedad, conservando su propia cultura y pasando inevitablemente por el necesario respeto a los derechos humanos.

2.- CONCEPTO DE CULTURA.

El concepto tradicional de cultura viene definido así por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “Efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse por medio del ejercicio de las facultades del hombre”. Sin duda, esta definición tiene que ver con la contraposición entre hombre culto e inculto o ignorante.

En otra definición, también de diccionario enciclopédico abreviado, por cultura se entiende creencias, conducta, lenguaje y forma de vida de un grupo determinado de personas en un determinado periodo. El término cultura engloba costumbres cotidianas, ceremonias, arte, invenciones, tecnología y tradiciones, aunque también puede tener una acepción estética más específica e incluir los logros intelectuales y artísticos de una sociedad. Normalmente usada en este último sentido, la palabra cultura designa las expresiones intelectuales y estéticas de las elites sociales, y se encuentra estrechamente asociada a las formas culturales promovidas por la institución escolar y estatal.

En este primer acercamiento a la noción de cultura ya vislumbramos que nos encontramos ante un término polisémico, del que en los últimos años se ha abusado: desde la cultura ateniense a la cultura del pelotazo.

De todas las posibles nociones, perfilaremos dos grupos, que ya se obesrvan en las anteriores formulaciones:

a) Nociones de cultura de carácter restringido: Cultura académico-escolar o cultura general (leer, escribir, aritmética, humanidades), cultura como erudición (cantidad de conocimientos), cultura cómo refinamiento de la persona cultivada (exquisita, elaborada, elitista, relativa a los aspectos mas elevados de la mente: arte, literatura, música, pintura…) o el concepto de cultura circunscrita propuesto por Bueno, coincidente con aquellos contenidos que tradicionalmente asumen los Ministerios de Cultura.

b) El concepto de cultura aportado por la antropología cultural y cuya primera y obligada referencia es la definición de Edwad B. Taylor en 1871:

La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto en cuanto miembro de la sociedad.

Es en esta segunda categoría en la que nos moveremos en este tema. Siguiendo a Carabaña, utilizamos la palabra “cultura” como un nombre colectivo para los aspectos simbólicos y aprendidos de la sociedad humana, incluida la lengua, la costumbre y la convención, por las cuales se distingue la conducta humana de la de otros primates. El conjunto de todos esos conocimien­tos y artificios, el conjunto de problemas formulados y de soluciones ensayadas, más el conocimiento sobre sus relaciones, más el conocimiento sobre cualquier conocimiento, es aquello que los antropólogos llaman cultura.

Cultura desde la óptica socio-antropológica, se refiere a la totalidad del modo de vida de los miembros de una sociedad. Incluye el modo de vestir, sus costumbres matrimoniales y la vida familiar, sus modelos de trabajo, las ceremonias religiosas, etc. Cubre además los bienes que crean y que adquieren significado para ellos: los arcos y las flechas, el arado, las fábricas y las máquinas, los ordenadores, los libros, la vivienda…

Cultura se distingue conceptualmente de Sociedad, pero existen estrechas conexiones entre ambas nociones. Cultura alude al modo de vida de una sociedad dada. Sociedad se refiere a los sistemas de interrelaciones que ponen en contacto a los individuos que comparten una cultura común. Ninguna cultura puede existir sin una sociedad, pero por la misma razón, no puede haber una sociedad carente de cultura.

3.- EL SER HUMANO COMO SER CULTURAL.

El hombre es el único se vivo que puede construir y construye su futuro individual y colectivo sin estar tan determinado por las esclavitudes y condicionamientos de su biología como a veces se dice.

La evolución del sistema nervioso del ser humano a lo largo de su filogenia, de la mano, del aparato locomotor y del fonador, y con ellos de las herramientas de que ha ido dotándose, la más potente el lenguaje, ha liberado a los seres humanos en un grado extraordinario de las limitaciones y sujeciones propias de otros seres vivos.

Esta evolución ha sido posible también gracias a que el hombre es un ser social. Se agrupa para constituir sociedades, para compartir un hábitat común, para resolver conjuntamente los problemas derivados de la lucha por la supervivencia y la consecución del bienestar. Por ello, antes de empezar a hablar del hombre como ser cultural, y obviamente como ser social, debemos hacer hincapié en tres aspectos fundamentales a tener en cuenta cuando analicemos el tema de la sociedad, la cultura y el hombre:

1.- El hombre es por naturaleza un animal social. Por tanto, si esto es así, el carácter natural de la sociedad humana no desaparece nunca de la cultura.

2.- En segundo lugar entendemos que el individuo es un resultado de la evolución sociocultural. Esto no es lo mismo que decir que el hombre es un producto social, formulación que resulta de confundir hombre con individuo y sociedad con cultura. Recordamos aquí la perspectiva histórico cultural del desarrollo humano formulada por Vigotsky: el ser humano recibe una doble herencia, la biológica como el resto de las especies y la cultural, de la que nos apropiamos a través de los procesos educativos en su sentido más amplio.

3.- En tercer lugar, debemos tener presente la distinción entre dos formas o tipos de sociabilidad: la primaria y la política. Las dos implican cultura social, pero la primera se forma analógicamente como una extensión del parentesco y la segunda. reflexivamente sobre el supuesto del individuo.

El hombre, como el resto de los animales, es naturalmente social.

Como los primates y muchos otros animales, el hombre es naturalmente social. Quiere esto decir que, al menos hasta ahora, se le ha encontrado siempre formando grupos, en los cuales nunca estaba ausente alguna forma de sociedad basada en la reproducción sexual a la que, por lo general, se da el nombre de familia.

Si el hombre no se distingue de los animales por ser social, tampoco se distingue la sociedad humana de la animal por la comunicación. Toda sociedad animal, debe comprender la posibilidad de que sus miembros reaccionen a la conducta de los otros como se reacciona a una señal, y ésta es la esencia de la comunicación.

Es difícil decir si la sociedad humana se distingue de las animales por alguna forma única de sociabilidad, por ejemplo, la evitación del incesto. El incesto lo evitan muchos animales, aves, roedores y en particular primates, por la simple razón adaptativa de no perder la variabilidad genética que resulta de la reproducción sexuada.

La reproducción sexuada no es el único fundamento de la sociabilidad natural del hombre. La sociedad humana también es una adaptación a la naturaleza, por ejemplo el hombre tiene que obtener alimento y defenderse de los depredadores, algo que realizan con bastante frecuencia todos los animales.

La referencia a las sociedades animales podría quedar incompleta si no resaltáramos que en ellas aparece también el miedo y la agresividad hacia los individuos de grupos extraños, en forma de territorialidad alimentaria o de apareamiento y también, como defensa contra los predadores.

En suma, ni la violencia, ni la división del trabajo, ni la comunicación, ni la evitación del incesto son específicos de los humanos. Esto revierte en una gran paradoja que deja al descubierto la confusión que existe entre los términos sociedad y cultura. No se dice de los animales que son sociales, y sin embargo cumplen todas las características que definen al hombre social. Por tanto, ¿qué es lo que tienen o no tienen los hombres que tengan o no tengan los animales? Cultura.

Solo alguien sin cultura podría ser llamado animal o salvaje. Pero dado que desde una perspectiva antropológica no etnocéntrica todos los grupos humanos tienen su cultura llegaríamos pronto a la conclusión de Levi-Strauss: Salvaje es aquel que llama a otro salvaje

El hombre es naturalmente cultural

Las sociedades humanas se diferencian de las sociedades animales por su capacidad de producir y transmitir cultura, fundamentalmente a través del lenguaje. El lenguaje permite a los humanos formar sociedades que se caracterizan por reflejar las percepciones subjetivas de la realidad en un medio intersubjetivo y transmitir a través suyo la experiencia acumulada sobre el mundo natural y social. Lo que distingue a la sociedad humana de las otras sociedades es esta posibilidad de crear, acumular y transmitir conocimiento, es decir, la cultura.

Esta diferencia es de tal alcance que hace diferente todo lo demás. Gracias al lenguaje las sociedades humanas son sociedades reflexivas: pueden decirse a sí mismas, discutirse a sí mismas, constituirse a sí mismas de formas distintas y variadas. Pueden organizar su producción y reproducción adaptándose conscientemente al medio. Con la cultura, la naturaleza da al hombre un instrumento con el que puede modificar la propia naturaleza.

1.- La capacidad de hablar es algo obtenido en el curso de la evolución natural por los humanos y sólo por los humanos. Como todo lo que resulta de evolución. natural esta capacidad se transmite genéticamente y está relacionada con nuestra particular estructura cerebral. Así pues, si sólo el hombre tiene naturalmente la capacidad de producir. comprender y usar el lenguaje de símbolos, lo mismo que puede decirse que el hombre es un animal naturalmente social puede decirse que es naturalmente cultural. En consecuencia. que la cultura sea inherente a la sociedad humana es también algo natural.

2.- Todos los universales sociales comunes al hombre y a los animales son, sin embargo, distintos en las sociedades humanas como consecuencia del lenguaje. Gracias al lenguaje la interacción de la sociedad con la naturaleza se convierte en trabajo humano, mediado por la herramienta y la máquina. Gracias al lenguaje, la relación con los miembros de los grupos extraños se articula como guerra o como intercambio reglado. Y también gracias al lenguaje, la relación con los miembros del propio grupo se convierte en costumbre. mediada por deberes y normas. En suma, gracias al lenguaje aparecen formas culturales de relación con la naturaleza y con los otros hombres, es decir, una diversidad de culturas materiales y de culturas sociales

Por tanto, de la confluencia del lenguaje (rasgo natural específico del hombre) con la sociabilidad y la adaptación al entorno natural (rasgos naturales propios de los animales en general), lo que resulta es la posibilidad de artificios, productos del arte, tanto en el ámbito del trabajo (herramientas) como en el de la interacción social (una lengua determinada en primer lugar, declaraciones de guerra, tratados de paz, tabú del incesto, normas de exogamia. fiestas, etc…). Dicho de modo general: el lenguaje permite formular los problemas de las sociedades y ensayar una diversidad de soluciones. Todo lo cual constituye la cultura.

4.MODELO CULTURAL

Toda cultura contiene sus propios modelos de pensamiento y conducta, los cuales resultan extraños para aquellos con otro bagaje cultural. Prácticamente todas las actividades cotidianas parecerán ajenas si son descritas fuera de su contexto en lugar de verse como parte del modo de vida total de un pueblo. Los rituales de aseo occidentales no son más ni menos extraños que las costumbres de cualquier grupo del Pacífico que se saca los dientes frontales con el fin de embellecerse, o de ciertas tribus sudamericanas que se introducen aros en los labios para resultar más protuberantes con la intención de realzar su atractivo.

Una cultura debe estudiarse a partir de sus propios significados y valores. Por esta razón, los sociólogos y antropólogos que han estudiado el tema, se esfuerzan en eludir el etnocentrismo, que consiste en juzgar otras culturas con los criterios propios.

Tomando en consideración estas premisas, no debemos creer que el hecho de hablar de modelo cultural significa que existan patrones definidos de entendimiento, pensamiento y acción. En su formulación más arcana la cultura se cierne sobre nosotros de la misma manera que nos envuelve el aire. Está a tu lado y no la ves, la tocas y no la sientes. Por esta razón, suponer la existencia de patrones culturales ajenos al contexto espacial, social, económico y mental, es una ingenuidad. No podemos abstraer la cultura del contexto que la define. Por tanto, el modelo cultural al que nos referiremos será un compendio de estas cuatro características: las culturas son espacios, son sociedades, son economías y son mentalidades colectivas.

4.1.- Modelo cultural definido en el espacio.

El medio natural, que a lo largo de los siglos o milenios ha ido transformando el hombre, es uno de los factores de condicionamiento, que de antemano lo encierra todo en un rígido determinismo. A pesar de su importancia, debemos ser conscientes de que no todo lo explica el medio.

Cada civilización está sujeta a un ámbito y a unos límites más o menos estables: de ahí que cada una de ellas tenga una geografía particular que implica toda una serie de posibilidades, de sujeciones dadas, permanentes o variables, que nunca son las mismas para más de una civilización. Como resultado, podemos diferenciar superficies del mundo donde se alzan casas de madera, de adobe, de bambú y de papel, de ladrillos o de piedras; zonas con diferentes fibras textiles (lana, algodón, seda); zonas de grandes cultivos de base (arroz, maíz, trigo)… Es decir, de la misma manera que varían los condicionantes territoriales, varían también los problemas que se presentan y las respuestas que se ofrecen.

Sin embargo la fijeza de sus ámbitos, sólidamente ocupados, y de las fronteras que los limitan no excluye la permeabilidad de estas mismas fronteras ante las múltiples transferencias de bienes culturales que las están franqueando continuamente. Todas las sociedades exportan y reciben bienes culturales. Lo mismo puede tratarse de una técnica para fundir cera que de la brújula, de la pólvora de cañón, de un sistema filosófico, de un culto, de una religión, etc… Esta difusión, en continua aceleración, es una de las causas por las que en cierta medida se desdibujan los límites, no ya sólo culturales, sino sociales y civilizato­rios.

A pesar del peligro de establecer límites en un hecho tan loable como la cultura, podríamos decir que el análisis espacial del modelo cultural es una manera de determinar áreas culturales, que surgen de agrupar pequeñas áreas con detalles culturales precisos, en conjuntos más amplios según ciertos rasgos comunes al grupo, y que, entonces, las diferencian de otros amplios conjuntos.

4.2.- Todo modelo cultural se asienta en una determinada sociedad.

Son las sociedades las que sustentan las culturas, es decir, las animan con sus propias tensiones y sus progresos. Sociedad y Cultura son conceptos imposible de separar. Como dice Lévi-Strauss, “no corresponden a objetos distintos, sino a dos perspectivas complementa­rias de un mismo objeto que es descrito adecuadamente, tanto por uno de los términos, como por el otro, según el punto de vista que se adopte”. Cuando la sociedad se mueve o se transforma, la cultura se transforma y se mueve a su vez.

Por ejemplo, la cultura occidental o civilización occidental en la que vivimos depende de la sociedad industrial, que es la que le da vida. Sería fácil describirla, analizando esta misma sociedad, sus grupos, sus tensiones, sus valores intelectuales y morales, sus ideales, sus regularidades, sus gustos, etc. En pocas palabras, describiendo a los hombres portadores y transmisores de esta cultura.

Una de las señales exteriores más importantes en la distinción entre cultura y sociedad, es sin duda alguna, la presencia o ausencia de ciudades. Mientras el grado de desarrollo de una sociedad se mide por las ciudades, apenas éstas están esbozadas en el nivel de las culturas. Por ejemplo, en el Africa negra, las ciudades son como islas en medio del estancamiento del resto del país. Anuncian la sociedad y la civilización futuras. Sin embargo, las sociedades más flamantes las engloban dentro de sus propios límites y culturas elementales.

El éxito principal de Occidente radica, sin dejar lugar a dudas, en la captación llevada a cabo por las ciudades, del campo, de sus culturas campesinas. En el Islam, la dualidad permanece más sensible que el Occidente, las ciudades son instaladas más de prisa, mientras que el campo conserva un mayor grado de primitivismo, con amplias zonas de nomadismo.

En el Extremo Oriente, la desconexión campo-ciudad continúa siendo reglamentaria: las culturas han permanecido muy al margen, viviendo de ellas mismas y por sí mismas. Intercalándose entre las ciudades más importantes, el campo vive en una economía prácticamente cerrada, a veces salvaje.

4.3.- Los modelos culturales se fundamentan por su economía.

Toda sociedad, toda cultura, está determinada por unos datos económicos, técnicos, biológicos, demográficos. El aumento o la disminución de la población, la salud o la decrepitud físicas, el auge o la decadencia económica o técnica, repercuten tanto en el edificio cultural como en el social.

La excesiva abundancia de hombres, beneficiosa en un principio, un día se vuelve nociva, cuando el aumento de la población excede al crecimiento económico. Esto fue probablemente lo que ocurrió en Europa a finales del siglo XVI. Y lo mismo ocurre en la actualidad en la mayoría de los países subdesarrollados. En el mundo entero se han producido, en consecuencia, períodos de hambre, disminución del salario real, revueltas populares, épocas siniestras de retroceso. Estas fluctuaciones económicas inciden de forma acentuada sobre las sociedades y las culturas, sobre todo cuando se trata de movimientos prolongados.

Uno de los aspectos que debemos tener presente es que la vida económica es casi siempre creadora de excedente, sea cual sea el sentido de la fluctuación. Es precisamente el gasto o el despilfarro de este excedente, una de las condiciones que ilustra el lujo de las civilizaciones o, como se ha denominado en ocasiones, la cultura del excedente. La civilización se encuentra así en función de una cierta redistribución del dinero, que a menudo, por no decir siempre, se distribuye particularmente en la cumbre y generalmente en la masa.

Tanto en la actualidad como en el futuro, el problema esta en crear una civilización que sea al mismo tiempo cualitativamente rica y civilización de masas; inconcebible si no se pone una cantidad importante de excedente al servicio de la sociedad, lo que significa crear un estado de bienestar social que garantice las condiciones mínimas de calidad de vida. Pero el problema es mucho más complejo a escala mundial. Porque las desigualdades en el acceso a la civilización que la vida económica ha hecho surgir entre las diferentes clases sociales, también las ha creado entre los diferentes países del mundo. A la otra parte del telón de acero se hallan los países del Tercer Mundo, portadores de una inmensa masa de hombres para quienes el acceso a un mínimo vital se plantea bastante antes que el acceso a la civilización de su propio país. La Humanidad tiene que trabajar para colmar estos inmensos desniveles, si no quiere correr el riesgo de extinguirse con bagajes o con armas.

4.4.- Los modelos culturales son fundamentalmente mentalidades colectivas.

A cada época corresponde una determinada concepción del mundo y de las cosas, una mentalidad colectiva predominante que anima y penetra a la masa global de la sociedad. Esta mentalidad que determina las actitudes y las decisiones, arraiga los prejuicios, influye en un sentido o en otro los movimientos de una sociedad. Es producto de antiguas herencias, de creencias, de temores, de viejas inquietudes… Las reacciones de una sociedad frente a los acontecimientos del momento, frente a las presiones que se ejercen sobre ella. y a las decisiones que se le exigen , obedecen menos a la lógica e incluso al interés egoísta, que a este imperativo no formulado, muchas veces informulable, que nace del inconsciente colectivo, es decir, de la cultura.

Seguramente, lo más incomunicable que tienen las civilizaciones entre sí, lo que las aísla y las distingue mejor, es este conjunto de valores fundamentales de estructuras psicológicas. Siendo estas poco sensibles al paso del tiempo. Varían con lentitud, sólo se transforman tras largas incubaciones de las que no somos plenamente conscientes.

Siguiendo esta línea, la religión es el rasgo predominante en el corazón de las civilizaciones, pero sobre todo de las civilizaciones no europeas. Por ejemplo, en la India. todos los actos cobran forma y justificación a partir de la vida religiosa, no de la racional. Al lado de esta profunda humildad religiosa, parece que el Occidente ha olvidado sus orígenes religiosos. Pero más que de una ruptura operada por el racionalismo entre lo religioso y lo cultural, habría que hablar, de hecho, de una coexistencia entre laicismo. ciencia y religión. El Cristianismo se afirma como una realidad esencial de la vida occidental. Las reglas éticas, las actitudes ante la vida y la muerte, el concepto de trabajo, el valor del esfuerzo, el papel desempeñado por las mujeres y los niños, son comportamien­tos que aunque aparentemente no tienen nada que ver con el sentimiento cristiano, derivan de él.

Pero aun así, la tendencia de la civilización occidental es la de un continuo movimiento hacia el racionalismo, y por tanto, un alejamiento igualmente continuo de la vida religiosa. A pesar de esto, podemos decir, que casi todas las civilizaciones están invadidas o sumergidas en lo religioso, lo sobrenatural y lo mágico. Son aspectos que viven en ellos desde siempre y de ello sacan las motivaciones más poderosas de su psiquismo particular.

En realidad, una definición de modelo cultural es tan pretenciosa como lo fue en su momento el tratar de dar solución al concepto de cultura. La ambigüedad, generalidad y globabilidad del concepto hace imposible el que su significado se pueda expresar en unas cuantas frases. Aún así, entendemos por modelo cultural el compendio de rasgos espaciales, sociales, económicos y mentales que conducen a la identificación de una cultura. En este sentido, modelo cultural sería cada uno de los ejemplos de modelos culturalmente dominantes que a continuación vamos a describir: modelo occidental, modelo oriental y modelo arabo­musulman.

5. APROXIMACION A LOS MODELOS DOMINANTES (OCCIDENTAL, ORIENTAL, ARABO-MUSULMAN)

5.1.- El Islam y el Mundo Musulman.

Este inmenso complejo cultural corresponde a una vieja civilización, orgullosa, compleja, tan batalladora, por lo menos como la de Europa, basada, al igual que ésta en grandes conquistas, que le permitieron ejercer a través de todo el espesor del Viejo Mundo una larga preponderancia. Hoy el mundo islámico corre el peligro de ser proyectado violentamente hacia un futuro incierto. Por esta razón, no ha perdido en la actualidad el protagonismo que le dio el pasado.

5.1.1.- Aportación histórica.

En una primera aproximación, los orígenes inmediatos del Islam nos ponen en presencia de un hombre, de un libro y de una religión. Sin Mahoma (610-612 aproximadamente), Arabia, desintegrada en tribus y confederaciones rivales, abierta a las influencias extranjeras y a los esfuerzos colonizadores de Persia, de la Etiopía cristiana, de Siria, y el Egipto bizantino, no habría realizado su unidad. También es de todos conocido que Mahoma, después de las palabras Arcángel Gabriel (ya que ésta era la identidad de su misterioso visitante), se consideró el enviado de Dios, el último, el más grande de los profetas de la tradición bíblica.

Durante varios años el Profeta sólo predica para un círculo muy reducido de fieles, algunos parientes, algunos desgraciados, y sobre todo, mucha gente pobre. En cuanto a los ricos, en seguida se asustaron de una propaganda que primero les hizo reír pero luego les irritó. La peligrosidad de esta situación, obliga a Mahoma y sus fieles a trasladarse. Algunos se dirigieron a la Etiopía cristiana y otros al norte de la Meca, en concreto al oasis de Yatrib, lo que será desde esta momento (622) la ciudad del Profeta. Este es el punto de partida de la era musulmana.

Así, el Islam (sumisión a Dios), religión revelada, formada paulatinamente por los versículos de lo que más tarde sería el Corán, por los dichos y hechos del Profeta, se estableció con una simplicidad ejemplar. Los cinco pilares sobre los que se sustentaban eran:

– La creencia en un sólo Dios, Alá, cuyo profeta es Mahoma.

– La oración repetida cinco veces al día.

– El ayuno de los 29 ó 30 días del Ramadán.

– La limosna a los pobres.

– La peregrinación a la Meca.

Lo esencial es comprender hasta qué punto las creencias y las prácticas religiosas cuentan en la vida del musulmán, imponiéndole una disciplina estricta. Para él, todo emana del Corán.

5.1.2.- Renacimiento actual del Islam.

a) Juventud de los nacionalismos.

El mundo puramente árabe es el corazón indudable del Islam. De ahí a identificar al Oriente Medio (y su prolongación por el Magreb) con el conjunto del Islam. Sin embargo, el rasgo esencial insistente del Islam actual es precisamente la división y fragmentación de su espacio y de su unidad. En unos sitios debido a la política, siempre actuante, y en otros, a la geografía que localiza a ciertos sectores del Islam bajo la influencia exclusiva de otras civilizaciones o economías particulares. Desde la disolución, en 1961, de la República Arabe Unida, regiones como Pakistán, Afganistán, Irán, Turquía, el Líbano, Siria, Irak, Jordania, Arabia Saudí, etc… se aferran a sus prerrogativas particulares, generando un clima de hostilidad entre ellas. En el caso límite, como estamos viendo estos días en los medios informativos, estos nacionalismos exacerbados empujan a los hombres y, sobre todo, al grueso de una juventud apasionada, a acciones espectaculares y dramáticas.

El problema está en saber si la división de nacionalidades es, o será, más provechosa para el Islam en la actualidad. Lo que sabemos es que puede llevar a los Estados musulmanes a un estancamiento en un mundo económico que no permite semejantes fragmentaciones. Además puede dar origen a peligrosos conflictos. Cada país independiente, por poco poderío militar de que disponga, puede interpretar a su manera, o de acuerdo con sus propios intereses, tanto el “panislamismo” como el “panarabismo”. Todo el mundo sabe, que en este sentido están actuando Pakistán, Egipto e Irak, pero la puerta está abierta para todos los demás. Cada nacionalismo ha sido y sigue siendo un “contracolonialismo”, un antídoto de la dominación extranjera.

Lo que parecen tener claro los estudios del tema es que, pase lo que pase, el Islam debe modernizarse, lo que no significa restarles sus motivaciones sentimentales y espirituales, sino contribuir a hacer del mundo musulmán una civilización más permeable y transigente.

De hecho, muchos de los tabúes sobre los que se sustenta el mundo árabe han experimentado reformas importantes. El ejemplo más significativo es el de la emancipación de la mujer, la desaparición de la poligamia, la supresión del velo, el acceso a la Universidad y a la cultura, a los empleos, al derecho de votar… Todos estos detalles tienen un inmenso alcance.

b) Diversos Estados Musulmanes frente al mundo actual.

Podríamos decir, que el dilema del Islam es el mismo que tiene planteado todo el Tercer Mundo. Para integrarse a la vida económica del mundo tiene que llevar a cabo, lo más rápidamente posible, su revolución industrial. El intermedio supuesto por los años de colonización no ha preparado a los países islámicos para esta tarea, y esta es, sin duda, la responsabilidad más grande de los países colonizadores.

Como es bien sabido, el Cercano Oriente es depositario de la riqueza que aporta el petróleo. Aunque en cualquier caso, son las compañías internacionales las únicas que pueden asumir los gastos de prospección y puesta en explotación, es decir, son las que sacan los mayores beneficios de esta fuente de riqueza: se hacen cargo del petróleo en su mismo vacimiento a cambio de royalties; lo refinan y lo distribuyen. Por ejemplo, Arabia Saudí debe al petróleo sus nuevas ciudades y carreteras, el ferrocarril, los aeropuertos, y todos estos progresos son evidentes. Pero le debe también el lujo anacrónico y desenfrenado de la familia real y de los principales jefes de tribu. Este es uno de los hechos que con más frecuencia exalta a la juventud.

Pero estas desigualdades no es el único objeto de polémica. La expansión demográfi­ca, o el aumento continuo de la población, está siendo muy comprometedor. Está contribuyendo al estancamiento de los niveles de vida en los países musulmanes, a pesar del aumento de su producción. Es decir, la masa de los hombres aumenta a más velocidad que la masa de bienes de distribuir, y la renta per capita disminuye entonces como todo cociente en el que el denominador (la población) crece más rápidamente que numerador. Esta es una de las características que le asemeja con los países del Tercer Mundo.

c) La civilización musulmana frente al siglo XXI.

El gran interrogante que nos aborda es el siguiente: ¿Pone en peligro esta crisis a la civilización del Islam?. Es decir:

– ¿Existe aún, dentro de la inmensa desintegración de las nacionalidades y de las rivalidades políticas, una civilización musulmana reconocida?.

– De existir, ¿no está amenazada por el acceso a la civilización industrial, fabricada por Occidente?.

– ¿Corre la civilización musulmana un mayor peligro si para alcanzar la industrializa­ción opta por soluciones socialistas que mitiguen la religión como germen de cohesión?.

A la pregunta de si existe todavía una civilización musulmana debemos decir que sí. Podemos encontrar, de un extremo a otro de su espacio, multitud de similitudes de creencias, de costumbres, de relaciones familiares, de gustos, de placeres, de juegos, de comportamien­tos, etc. Ahora bien, uno de los rasgos más seguros de los países a los que afecta verdadera­mente la civilización continúa siendo la lengua. Esta lengua que en otros tiempos constituyó los cimientos del islamismo, ha sido preservada durante todo el siglo XX; es la lengua escrita común, la que se emplea en los periódicos y en los libros. Por el contrario, las lenguas nacionales no son más que lenguas habladas, y por tanto de carácter social, no cultural.

Otro lazo común en estos países los constituyen los problemas económicos y sociales que se plantean en todas partes en idénticos términos; en la medida en que nacen del choque entre una civilización islámica arcaica, tradicional y conservadora, con una civilización moderna que la cerca por todas partes. En este sentido, la cuestión sería si la civilización moderna, la de la máquina, el cerebro electrónico, la automoción o el átomo, para bien o para mal, puede llegar a uniformar el mundo y a hacer desaparecer las civilizaciones particulares.

5.2.- Extremo Oriente.

Lo que hay que comprender, olvidando nuestras experiencias de Occidente, es la las dos grandes civilizaciones del Extremo Oriente son civilizaciones milenarias. El hinuhismo, muy activo todavía, ha permanecido prácticamente inmutable desde hace más de mil años. Por su parte, en China, el culto a los antepasados y a los dioses de la naturaleza se ha perpetuado desde hace aproximadamente los mismos años, a través del taoismo, del confucionismo y del budismo.

Ahora bien, a estas formas religiosas antiguas y vivas, hay que añadir unas estructuras sociales de vida tan tenaz como ellas mismas: el sistema de castas indio, la jerarquía familiar y social china.

A la inversa que Occidente, que separa claramente lo humano de lo divino, el Extremo oriente desconoce esta diferenciación. Lo religioso se confunde con todas las formas de la vida humana: el Estado es la religión, la filosofía es la religión, las relaciones sociales son religión. Todas estas formas participan plenamente de lo sagrado y probablemente toman de el su tendencia a la inmutabilidad y a la perpetuidad. Se trata de la doctrina de vivir religiosamente. Así, el hinduhismo consiste en el reconocimiento de los valores que representan las jerarquías de la castas, mucho más que en tener fe en seres espirituales y en el culto a los dioses, que no son mas que una parte de estos. De la misma manera los chinos se preocupan poco de hacer distinciones entre dioses. Lo que importan son las obligaciones rituales, el conceder el culto a los antepasados todos los cuidados debidos y, por último, el cumplir en la vida familiar y social con todos los deberes que determina una jerarquía establecida.

5.2.1.- La China de ayer y hoy

a) Dimensión religiosa

El confucionismo no es solamente un intento de explicación racionalista del mundo sino también una moral política y social, además de una verdadera religión. Recibe su nombre de Confucio (551-479 a de C), quien a pesar de no dejar ningún escrito supo transmitir su doctrina a través de sus discípulos. Entre las características que lo definen podemos resaltar las siguientes.

– El confucionismo es, ante todo, la expresión de una casta, la de los letrados, a los que se llama mandarines, representantes de un nuevo orden social y político que se organiza poco a poco después de la desintegración feudal; en suma, los administradores y los funcionarios de la nueva China.

– Al ser una doctrina de espíritus refinados, el confucianismo es una tentativa de explicación del mundo que quiere eliminar las creencias populares primitivas, al mismo tiempo que respeta el sentido tradicional de la tradición.

– De ahí que el Confucianismo vaya a parar a una regla de vida, a una moral que tiende a mantener orden y jerarquía en la sociedad y en el Estado, y que reacciona vivamente contra la anarquía intelectual y social de los sofistas y legistas.

El taoísmo, contemporáneo del confucianismo y nacido como consecuencia de la misma crisis prolongada, consiste en una búsqueda mística y en una religión individual de salvación:

– El taoísmo es una búsqueda mística de lo absoluto y de la inmortalidad.

– Pero la inmortalidad a la que aspiran no es solamente la salvación del alma, sino también la inmortalidad del cuerpo, gracias a una serie de recetas para prolongar la vida, de purificaciones, de “aligeramientos” del cuerpo.

– Por último, hay una religión popular taoísta, ignorante, tanto de la santidad de los maestros como de las complicadas técnicas para conseguir la prolongación de la vida.

El budismo, cronológicamente el último de los “tres grandes”, es una religión importada por los misioneros de la India y del Asia central, aunque pronto se reforzó con los fondos comunes del pensamiento chino:

El budismo se formó en la India entre los siglos VI y V a. de C. El budismo pretende abolir el privilegio de las castas y contribuir, en el Oriente, a preparar la unidad del género humano. La concepción metafísico-religiosa parte de los supuestos: la vida consciente es una mal; los hombres sufren porque desean los bienes de este mundo (la juventud, la salud, la vida) y no pueden conservarlos; toda vida es un sufrimiento y del sufrimiento nace el deseo; para destruir el sufrimiento es necesario, por tanto, destruir el deseo; para destruir el deseo hay que cesar de querer vivir, librarse de la sed del ser; el estado feliz es el estado sin deseo y consciencia alguna; el hombre pasa por ser una serie de vidas en las que el carácter de cada una de ellas depende de las buenas y malas acciones de la existencia anterior.

b) Dimensión social y económica.

En su origen esta sociedad es mayoritariamente patriarcal, esclavista y campesina. Es patriarcal en razón de sus poderosos linajes y del imperturbable culto que rinde a los antepasados. Es esclavista, en el sentido que existe la esclavitud. Esta es la forma adoptada por la miseria y la superpoblación. Tal es así, que en épocas de penuria, se autoriza a los padres a firmar contratos de trabajo, a largo plazo, que obliga a los hijos hasta los veinticinco años. Y finalmente, es campesina, pero no el sentido feudal que se le da el Occidente, sino que asistimos al hecho de que un gran número de campesinos son propietarios de un minúsculo pedazo de tierra.

Esta trama social múltiple mantiene el orden entre los cuatro grandes grupos de la jerarquía antigua: en primer lugar, los letrados; los campesinos; los artesanos; los mercaderes. Estas dos últimas categorías, podrían haber desempeñado un papel motor en la economía, pero sin embargo han visto limitada su actividad a causa de un gobierno vigilante. Quizá esta sea la razón por la que las economías chinas han evolucionado poco, pero tampoco olvidemos que al estar mal relacionada con el exterior, China ha tenido que vivir por sus propios medios. De hecho sólo desemboca en el exterior por dos grandes vías: el mar v el desierto. Por último, debemos hacer mención del problema que aqueja actualmente al país: la excesiva población: La superabundancia humana ha obstaculizado la vida en China, la ha inmovilizado, y sobre todo ha bloqueado el auge de las técnicas.[1]

5.2.2.- La India de ayer y de hoy.

a) El hinduismo.

Lo que el hinduismo va a popularizar, bajo miles de nombres diferentes, es a un dios de la misericordia, accesible, caritativo, que de buena gana se deja adorar. Pondrá en la cumbre a tres grandes dioses: Brahma, que es aceptado como creador del mundo; Vishnú, es el conservador y Siva, el destructor. Separables e inseparables, son la expresión, cada uno por su cuenta, del Ser supremo, cuya función consiste en representar a la providencia entre los hombres. Así se explican los “descendimientos” a la tierra como múltiples reencarnaciones al servicio, todas ellas, de la paz. Tomará cuerpo bajo la forma de un pez, de una tortuga, de un jabalí, de un hombre-león, y también bajo la forma de Buda.

En efecto, el alma está fatalmente destinada a reencarnarse. Pero gracias a las oraciones, a los ritos, a las peregrinaciones, e incluso a los talismanes, el hombre puede escapar a la reencarnación. Se trata, pues, de una liberación negativa, muy diferente del proceso búdico hacia una liberación espiritual que implica la purificación y el ascesis individual.

El budismo ha sido sumergido bajo el hinduismo, pero al mismo tiempo ha sido asimilado en algunas de sus formas. De todas maneras, el budismo dejó un vacío que nada ha conseguido llenar, aunque en la India, la ascesis, la santidad y la renuncia, siempre seguirán teniendo partidarios.

b) Los problemas actuales de la India.

Ya el presidente Nehru en 1962 proponía la urgente necesidad de conseguir a largo plazo la prosperidad del país, y a corto, aumentar el nivel de vida y disminuir las diferencias sociales. Hoy, treinta y cuatro años más tarde, las exigencias siguen siendo las mismas. Lo que se pretende es poner fin, o por lo menos aliviar, una evidente, terrible y tradicional miseria. Las causas vienen a ser similares a las expuestas en el caso chino, agudizadas, si cabe, por una peor condición de partida en el caso hindú. Sin embargo, el gran problema es común a ambos: la superpoblación y la escasez de unos recursos escasos. Sólo un alza del bienestar podría frenar el crecimiento demográfico, pero numerosos obstáculos (políticos, sociales y culturales) lo limitan.

En cualquier ámbito siempre ha sido más fácil hablar de reparto equitativo de las riquezas que llevarlo a cabo. A pesar de esta insuficiencia política, en el terreno social, la civilización hindú sigue manteniendo a su población dentro de una red rígida. El aspecto más nocivo del hinduismo continúa siendo el sistema de castas, lo que significa una total inmovilidad social. Sin embargo, para estos mismos hombres, la vida familiar supone un refugio donde vuelven a encontrar las costumbres, es decir, una parte importante de su mentalidad.

Parece como si todos los gestos de la vida moderna representaran una ruptura con esta tradición religiosa. Es una ruptura, por ejemplo, considerar pura el agua de las canalizaciones urbanas; aceptar, a pesar de la prohibición del pescado, el aceite de hígado de bacalao recetado por el médico; consentir que se celebre un matrimonio entre castas; poner una solicitud de matrimonio en el periódico, etc… La India es consciente hoy del obstáculo que supone para ella su tradición cultural. Esta toma de conciencia se ha operado en los tiempos de Gandhi, que fue sin duda, el gran revelador de la India actual. Gandhi se apoyó en efecto, en las tradiciones espirituales de su país, pero sin que le obstaculizaran, supo impulsarías hacia el progreso, tal y como él lo concebía, hacía el orgullo nacional y la pasión popular.

5.3.- La Cultura Occidental.

En la vida espiritual e intelectual de Europa siempre ha predominado el movimiento. Se ha caracterizado por las rupturas y por las discontinuidades, en busca de un mundo mejor. En todo caso estas discontinuidades no deben hacer olvidar las constantes tenaces de su pensamiento y de su civilización, desde Santo Tomás de Aquino, Descartes, a través del Renacimiento, de la Reforma y de la misma Revolución Francesa. En un plano histórico más reciente, es de crucial importancia para occidente, la Revolución Industrial, pues supone un corte fundamental. a afectado a todos los sectores de la vida y del pensamiento europeo.

5.3.1.- Viaje por el pensamiento Occidental.

a) El Cristianismo.

El cristianismo occidental ha sido, y continúa siendo, el componente más importante del pensamiento europeo. Desde que Constantino proclamó como religión oficial al cristianismo en el año 313, éste tipo de religiosidad se ha extendido por todo el mundo. Actualmente se piensa que más de mil millones de individuos se consideran cristianos, pero existen numerosas divisiones por lo que a la teología y organización eclesiástica se refiere. Las principales ramas son el catolicismo romana, el protestantismo y la ortodoxia oriental.

En su lucha por la extensión y el domino tiene gran importancia la Iglesia, quien utilizó todas sus armas: la enseñanza, la predicación, su poder temporal, su arte, su teatro religioso, sus milagros, el culto popular a los santos, etc… Como vemos, la obra del cristianismo se llevó a cabo en dos planos diferentes: por una parte, en la vida intelectual, por otro, sobre las masas, a quienes su vida penosa y de aislamiento alejaban fácilmente de la más elemental ortodoxia.

Aunque se ha mantenido perenne a lo largo de dos mil años, no hay que negar sus desmayos, por ejemplo el repliegue iniciado durante el siglo XVIII. Sobre estas fechas, un generalizado movimiento científico y filosófico se revela contra ella en nombre del progreso y de la razón. Me estoy refiriendo al humanismo, aspecto fundamental en el pensamiento de Occidente.

b) El Humanismo.

La fórmula, consciente o inconsciente, de todo humanismo es: engrandecer al hombre, liberarlo, disminuir la parte de Dios que le afecta, e incluso prescindir de él por completo. Es decir, está contra la sumisión exclusiva de Dios; en contra de una concepción exclusivamente materialista del mundo; en contra de cualquier doctrina que descuide al hombre; en contra de todo sistema que reduzca la responsabilidad del hombre. El humanismo es un impulso, un avance hacia la emancipación progresiva, un interés constante por las posibilidades que tiene el hombre de mejorar o de modificar su destino.

Sin embargo, aunque se declare abiertamente contra Dios, no existía en época el utillaje mental necesario para conseguir un apoyo científico que desmintiera el cristianismo. Tal vez. en la obra de Maquiavelo, Rabelais o Montaigne, autores humanistas, más bien se vea un impulso hacia el ateísmo y la irreligión. Podíamos decir que son los precursores del libre pensamiento. Lo cierto, es que el renacimiento se aparta del cristianismo de la edad Media mucho menos en el campo de las ideas que en el de la vida cotidiana. Parece ser una nueva fermentación de la religión, que deja de lado el protagonismo que antes ocupaba la Iglesia y su respectiva doctrina. Ahora el epicentro lo constituye el hombre y la vida material. Esta será la base sobre la que se fundamente el pensamiento científico anterior al siglo XIX.

c) El Pensamiento Científico.

Este serie el último eslabón en la sucesión de sistemas de explicación del mundo. Desde el siglo XVIII hasta nuestros días, la ciencia occidental sólo ha manejado tres explicaciones generales, tres Sistemas del mundo; el de Aristóteles, que se introduce en las explicaciones de occidente en el siglo XIII, y que por lo tanto, es una herencia lejana; el de Descartes y el de Newton, que funda la ciencia clásica y se presentan como una construcción ori2inal de occidente; por último, la teoría relativista de Einstein, que inaugura la ciencia contemporánea desde principios del siglo XX.

Es evidente que con el rumbo que tomó Europa económicamente a partir del siglo XVIII, se hacia urgente un sistema de pensamiento que desvelara los interrogantes de la naciente industrialización. Sólo un entendimiento basado en la ciencia, o sea, en el conocimiento científico, podía dar respuesta a la nueva situación. La industrialización y la ciencia, ambas en colaboración, serán el motor de la nueva dinámica social, además de constituirse como las dos más grandes caracterizaciones u originalidades de occidente.

5.3.2.- La industrialización de Europa.

La moderna industrialización tuvo su origen en Inglaterra (1780-1890), como resultado de la Revolución Industrial del siglo XVIII. Esta suponía una compleja serie de cambios tecnológicos que afectaron, sobre todo, a los medios por los que las personas se ganaban la vida. Estos cambios implicaron la invención de nuevas máquinas, el aprovechamiento de fuentes de energía y el empleo de la ciencia para mejorar los métodos de producción. Unos y otros avances constituyen lo que clásicamente conocemos como las cuatro revoluciones industriales: la de la máquina de vapor, la de la electricidad, la del motor de explosión, y la de la energía nuclear.

Un rasgo distintivo de las sociedades industrializadas es que la práctica mayoría de la población empleada trabaja en fábricas y oficinas, en lugar de en la agricultura. Hemos pasado de la antigua dispersión artesanal a la manufactura, lo cual supone la concentración de un mayor número de obreros en la misma fábrica, distribuidos éstos por la ya clásica división del trabajo. Otra de las consecuencias que experimentó Europa a raíz de la industrialización, fue la urbanización. Crecen considerablemente las ciudades a cargo de la gente proveniente del campo en busca de nuevos empleos. Esto, lógicamente ocasiona mayor impersonalidad y anonimato en las nuevas áreas urbanas, es decir, muchos de los encuentros cotidianos se producen con extraños y no con personas conocidas como puede ocurrir en zonas rurales.

Otra característica de este tipo de sociedades es la que concierne a sus sistema político, mucho más desarrollados e intensivos que las formas de gobierno de las sociedades tradicionales. En las civilizaciones tradicionales las autoridades políticas (monarcas o emperadores) tenían una escasa influencia directa en las costumbres y los hábitos de la mayor parte de sus súbditos, quienes vivían en núcleos locales autosuficientes. Con la industrializa­ción se acelera el transporte y las comunicaciones, favoreciendo con ello una comunidad nacional más integrada. De esta manera, las sociedades industriales fueron los primeros estados nacionales. Es decir, comunidades políticas con “fronteras” claramente delimitadas entre sí, donde los gobiernos disfrutan de amplios poderes sobre numerosos aspectos de la vida de los ciudadanos, creando leyes que tienen una aplicación universal para aquellos que viven dentro de sus fronteras.

Por otra parte, es sensato decir que la tecnología industrial no se ha visto limitada en sus aplicaciones, y esto ha provocado su utilización en los procesos de producción de armamento militar. Actualmente ya no dependemos de la producción fabril de armamento que caracterizó a la II Guerra Mundial. Ahora asistimos a la revolución de la tecnología, lo cual no deja de ser provechoso y satisfactorio para ciertas cosas, pero desdichado y peligroso para otras. Piénsese sino en las posibilidades que ofrecen las actuales autopistas de la información, los ordenadores, la tecnología nuclear… para la proliferación de armas de destrucción masiva. En suma, podemos decir que la fuerza económica, la cohesión política y el poder militar, son los tres planos por los que se rige la entidad de Occidente.

6.- INTERCULTURALIDAD Y MULTICULTURALIDAD.

La problemática de la relación y convivencia de distintas culturas es un tema del mayor interés en un mundo en el que la presencia simultánea de minorías étnicas, culturales, lingüísticas o nacionales se ha multiplicado con el incremento de los flujos migratorios y la convivencia no sólo de identidades o códigos culturales diferentes, sino de muy distintas concepciones acerca de lo que debe ser exigible incluso bajo coacción y que plantea dudas incluso respecto al concepto de derechos humanos. ¿Son, de verdad, universales, o varían según las diferentes culturas?.

El Multiculturalismo.

Las sociedades occidentales se caracterizan por la presencia de grupos establemente asentados, con una identidad cultural diferente y con la voluntad de preservarla, pese a su carácter minoritario. El estudio de esta cuestión se inicia no hace más de veinte años, pero es tal su importancia que actualmente es uno de los campos de investigación prioritarios en las universidades occidentales. Los factores que han ayudado al nacimiento y a la rápida propagación de ambos términos, han sido los siguientes:

– La finalización del colonialismo contribuyó a la teorización y difusión del relativismo cultural y del pluralismo.

– El rechazo social y político del racismo tras la II Guerra Mundial, alcanza su formulación jurídica en la Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial (ONU,1965).

– El reconocimiento internacional de los Derechos Humanos, incluso derechos sociales de educación y cultura.

– Los países norteamericanos y europeos occidentales están formados por diferentes grupos étnicos y lingüísticos. Además siguen recibiendo alto número de inmigrantes.

– Los organismos promotores y directivos de las Comunidades Europeas (Consejo de Europa, OCDE-CERI, Comisión Europea) proclaman desde sus Inicios la necesidad de incrementar las relaciones entre todos los pueblos y culturas de los países miembros, con el máximo de respeto, igualdad y tolerancia.

– En el campo específicamente escolar, la educación multicultural e intercultural es una necesidad que nace en el entorno de los programas de educación compensatoria. Se denomina “política educativa compensatoria”, al conjunto de mediadas políticas, económicas, sociales y escolares de discriminación positiva que se. aplican sobre una población afectada por pobreza económica, social y cultural, en orden a reducir y paliar su desventaja en el sistema educativo.

La caracterización que a menudo se da de multiculturalismo viene definida por dos planos, uno que llamaremos fuerte, y otro, que será el débil (Garzón Valdés, 1994). El multiculturalismo en sentido fuerte viene definido por la aceptación de todas, o al menos alguna, de las siguientes tesis:

– La diferencia étnica es un dato natural que debe ser respetado, so pena de etnocentrismo.

– Toda persona privada de su marco comunitario pierde su identidad personal.

– No es posible someter a juicio externo o comparativo los valores de cada comunidad.

Por contra, el multiculturalismo en sentido débil se concretaría en las siguientes propuestas:

– No hay sociedad democrática sin un mínimo grado de homogeneidad que viene dado por la plena vigencia de los derechos humanos, que garantizan la satisfacción de las necesidades básicas, naturales y derivadas.

– Hay creencias “diferentes” (propias de ciertas comunidades) relativas a los medios idóneos para la satisfacción de esas necesidades.

– El mínimo de homogeneidad puede exigir medidas paternalistas y acciones positivas dirigidas a erradicar las diferencias.

– La heterogeneidad a proteger es, según Garzón, la práctica de la propia religión; el cultivo de los valores estéticos; y la propia lengua.

De estas ideas básicas, se pueden desprender, sin embargo, consecuencias muy dispares. Una segunda lectura de estas características diría que el multiculturalismo fuerte no sólo rechaza la asimilación, sino que trata de legitimar la separación de los pueblos y/o las culturas, tanto que, según algunos, puede ser una forma del antiguo racismo biológico. Los multiculturalistas débiles también rechazan la asimilación, el abandono por los inmigrantes de su cultura de origen para adoptar las costumbres del país de acogida. Y combaten ardientemente la segregación, reclusión de las minorías en ghettos con derechos especiales o privilegios, o incluso se oponen a la cohabitación. Su término preferido es casi siempre integración.

Posibles inconsistencias de los planteamientos multiculturalistas.

A continuación veremos algunos de los temas que se han adoptado en la escuela dentro del campo multiculturalista, y sin embargo no dejan de ser aspectos intraculturales.

Cuando hablamos de multiculturalismo, hablamos de la simultaneidad de varias culturas dentro de la misma sociedad o de la misma escuela. En este caso no hablamos de problemas intraculturales, sino interculturales. Esta situación puede provocar conflictos que, a menudo, se han llamado culturales, pero son al mismo tiempo sociales. Los conflictos llamados interculturales, los que plantean las minorías, los inmigrantes o la integración en Europa, se diferencian de los conflictos intraculturales porque los primeros son, al mismo tiempo que culturales, también conflictos sociales.

Los planteamientos multiculturalistas suelen olvidar la diferencia entre sociedad y cultura. y por eso, pretenden reducir los conflictos sociales a conflictos culturales. Es decir, los inmigrantes, gitanos o europeos, generalmente plantean problemas intersocietarios más que interculturales.

Asimilación, Segregación e Interculturalidad.

La falta de valoración de las otras culturas presupone a su vez una valoración de la propia como la única o la mejor, es decir, se tiene una visión etnocéntrica de la propia cultura y una visión jerárquica de las mismas. En este contexto no es de extrañar que la salida que se plantea por parte de una población “bien pensante” ante la nueva situación pluricultural sea la de asimilación, que supondría la renuncia a la propia identidad y a la propia cultura de la población minoritaria, para abrazar a otra diferente, la del país de acogida.

Otra postura sería la de segregación, que fue la política educativa que se practicó con los inmigrantes europeos en los años sesenta y setenta. Consistía en educarlos en su propia cultura y lengua de origen, separados de los alumnos autóctonos, para favorecer así su retorno, es decir, incidir en el elemento diferencial.

En los últimos años ha aparecido una concepción nueva para dar respuesta al fenómeno pluricultural y multiétnico que estamos viviendo, ésta ha sido la interculturalidad. Tendería a la integración de las minorías étnicas y culturales en esta sociedad, conservando su propia cultura y pasando inevitablemente por el necesarios respeto a los derechos humanos. El Proyecto número 7 del CDCC del Parlamento Europeo encuadra el fenómeno del interculturalismo en el siguiente contexto:

1 – La mayor parte de las sociedades son ya y tienden a ser cada vez más multicultura­les.

2- Cada cultura tiene sus especificidades, que como tales deben ser respetadas.

3.- El multiculturalismo es potencialmente una riqueza para las sociedades.

4.- Para que lo sea también de hecho, es preciso instaurar una interpretación de esas culturas, sin menoscabo de la identidad de cada una de ellas. Es necesario pasar de la multiculturalidad a la interculturalidad, provocando un dinamismo de comunicación y de interacción.

El interculturalismo sería, por tanto, un proyecto integrador de culturas diferentes en un plano de igualdad, basándose en el respeto mutuo y en el derecho a la diferencia, posibilitando una convivencia democrática y propiciando el intercambio cultural en un mismo plano de igualdad.

7.- FENOMENOS DE TRANSMISION Y PERMANENCIA CULTURAL.

Recordamos la noción de cultura que venimos utilizando en este tema, tomada de la antropología cultural y básicamente coincidente con la de Taylor “ aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto en cuanto miembro de la sociedad” o con la de Alegret “conjunto de relaciones que el hombre establece con él mismo, con otros seres humanos y con la naturaleza, resultando tanto del tipo de formación que recibe como del conjunto de acciones que realiza”.

Esta noción de cultura es bastante más amplia que la entendida en términos coloquiales relativa a la erudición o al cultivo de las artes y en este contexto no tiene sentido hablar de personas sin cultura. Todos los grupos humanos han elaborado su propia cultura, ya que en definitiva no es otra cosa que todo aquello que han aprendido o inventado para adaptarse mejor a las necesidades de su tiempo y su ecosistema.

De manera, en parte consciente y en parte inconsciente, hemos aprendido y enseñado a nuestros hijos nuestra cultura en un proceso que los antropólogos llaman endoculturación (o inculturación), mientras que se utilizan el término aculturación (tratado más adelante para los cambios producidos por el intercambio entre culturas.

La conservación de la cultura.

Los fenómenos de transmisión cultural en líneas generales tienen un carácter conservador. Los profesores de un centro, desde sus aulas, tienden a transmitir aquello que les ha sido dado. Se propugna la conformidad con lo que haya sucedido anteriormente. Por otra parte, desde las escuelas se ayuda a las familias (que desempeñan un papel aún más predominante en la primera infancia) para que se eduque al niño en la cultura nacional, en la que podría incluirse también el carácter nacional. Este último caso podría quedar representado a través de la historia de la educación estadounidense.

Las fuentes del cambio

Podemos encontrar numerosos fenómenos de cambio social forzosos. Este puede ser el caso de la guerra o de la entrada de tropas extranjeras en una nación determinada. De manera menos trágica, podemos ver cómo las crisis internas de un país pueden poseer efectos semejantes, haciendo que se tambaleen súbitamente los supuestos concernientes a la eficacia o a los objetivos del sistema educativo.

Otro origen importante de cambio lo encontramos en el orden demográfico. En los últimos años, y en la mayoría de las sociedades industriales avanzadas, las tasas de natalidad y de inmigración se han reducido, con lo que hay que afrontar el difícil problema político de planificación social que va asociado al cambio. Obviamente estos cambios en la estructura demográfica obedecen a cambios en la mentalidad colectiva. la reducción del número de hijos por familia, se ha producido entre otras causas, por un cambio en la cultura de la sociedad, que ha pasado a privilegiar dominios que antes no eran tan sobresalientes: la diferente concepción de la mujer, una nueva imagen de la familia, la profesionalización y especialización en el trabajo, la cultura del ocio y el esparcimiento, etc… Todos estos son cambios que, de cierta forma, acaban institucionalizándose en el momento en que los políticos los aprueban. Entonces el cambio se ha producido.

La naturaleza de la confrontación política, no obstante, depende en gran medida de las ideas, muchas de las cuales son generadas por intelectuales. Esta etiqueta resulta difícil de definir con precisión, pero en tal categoría se incluyen aquellos que mediante sus escritos, sus enseñanzas y su palabra producen, desarrollan y dan a conocer ideas que más tarde influirán sobre la acción práctica en diversos ámbitos. Por ejemplo, Marx y Marcuse han sido autores que han influido profundamente sobre las ideologías, la acción los programas políticos, económicos y educativos. Ejercieron un hondo influjo en el espíritu de radicalismo individualista que se popularizó en las universidades a finales de la década de 1960, y sobre el que se fundamentan muchas de demandas contemporáneas en torno a la igualdad de oportunidades y a la participación individual en los diversos niveles políticos.

Otros intelectuales pueden ser denominados institucionales, ya que trabajan principalmente dentro de una institución en particular. Un ejemplo de ello lo constituyen los economistas, puesto que el objeto de sus reflexiones nos afecta inevitablemente a todos. En este sentido, la obra de Keynes se convirtió en el fundamento de las políticas de pleno empleo. y los trabajos de Beveridge influyeron decisivamente sobre el modo en que se desarrolló en Gran Bretaña el Estado del Bienestar.

8.- PROCESOS DE ACULTURACION Y COLONIALISMO CULTURAL.

La Aculturación es consecuencia del inevitable contacto entre las culturas, del choque intercultural.

Una primera y clásica definición de aculturación es la de Redfield, Linton y Herkovits.

“La aculturación comprende aquellos fenómenos que resultan cuando grupos que tiene culturas diferentes entran en contacto directo y continuo, con los subsiguientes cambios de la culttura original de uno o ambos grupos.”

En palabras de Bastide (1972), es la aculturación la que transforma las sociedades cerradas en sociedades abiertas; el encuentro de las civilizaciones, sus mestizajes y sus interprenetaciones son factores de progreso.

La aculturación fue definida en un primer momento como el conjunto de cambios culturales resultante de los contactos continuos y directos entre dos grupos culturales independientes. Posteriormente se extendió el concepto a la dimensión individual, identificado por el término aculturación psicológica: cambios psicológicos de los individuos en el seno de una colectividad que está en proceso de aculturación. Retomamos dos definiciones autorizadas y representativas.

Con estas premisas, podemos llegar a caracterizar modos diferentes de aculturación atendiendo a dos ejes de decisión: el deseo del sujeto o grupo de mantener su identidad étnica y sus características culturales y el deseo de establecer relaciones entre los diversos grupos étnicos:

– Cuando sí quieren establecer relaciones interétnicas y sí quieren conservar su identidad étnico-cultural, tenemos una aculturación de INTEGRACION.

– Cuando no quieren establecer relaciones interétnicas y no quieren conservar su identidad étnico- cultural, estamos ante un caso de MARGINACION.

– Cuando sí quieren establecer relaciones interétnicas, pero no quieren conservar su identidad étnico-cultural, tenemos una ASIMILACION.

– Cuando no quieren establecer relaciones interétnicas, pero sí quieren conservar su identidad étnico-cultural, tenemos casos de SEPARACION-SEGREGACION

La integración de dos grupos étnicos distintos es el fruto que lentamente va conquistándose a partir de una voluntad activa e inequívoca por las dos partes de resolver los inevitables conflictos que el choque intercultural provoca. La evitación de estos conflictos, la sumisión, o el dominio de un grupo sobre otro, no facilitará la integración. Las sociedades y los modelos culturales, como hemos dicho, o son dinámicos o están muertos. Por lo tanto, el objetivo básico de cualquier propuesta de intervención educativa o social frente a la exclusión debe ser aceptar el reto de construir juntos nuestra sociedad de mañana. En la tarea que exige este reto, todas las “diversidades”, de cualquier tipo, deben tener voz y voto si pretendemos realmente enriquecernos mutuamente y respetar los más elementales derechos de la persona. La integración de dos grupos étnicos no debe verse pues como un regalo, ni como un favor que uno hace al otro. Tampoco como el fruto de la admiración, la sumisión o el proteccionismo.

La integración que es una forma de liberción colectiva ni se ofrece ni se puede dar. Hay que ganarla día a día con el ejercicio por parte de todos de la solidaridad, con la lucha contra toda clase de exclusión y por una verdadera igualdad de oportunidades y de derechos cívicos y políticos.

De la misma manera que mi libertad no empieza donde acaba la del otro sino que, precisamente, comienza donde y cuando comienza la del otro, también la integración es una tarea que nos implica a todos. No hay unos que tienen la tarea y la responsabilidad de “integrar” y otros que “deben ser integrados”. Porque mi bienestar sólo debería comenzar cuando un mínimo de bienestar fuera común.

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Dada esta responsabilidad mayor (aunque, repetimos, no exclusiva) del grupo cultural dominante, hagamos un ejercicio teórico de clasificación terminológica, inspirado en un esquema de Berry, a partir de dos actitudes concretas del grupo mayoritario, prescindiendo – se trata de un ejercicio – de la posible actuación del grupo minoritario (gráfico 16)

Con la misma convención anterior de tener sólo en cuenta la política cultural del grupo mayoritario, podríamos hacer otro esquema complementario del anterior (gráfico 17).

Pero si el grupo mayoritario no quiere compartir el poder, la integración que postulamos deviene imposible. Por ello hay que tener en cuenta unos condicionantes políticos y sociales para que se produzca esta integración. En este sentido, el primer paso para facilitar la integración seria la supresión de la actual discriminación política que considera a los autóctonos ciudadanos y a los inmigrantes, si no esclavos, por lo menos metecos.

Mientras persistan la inseguridad y la precariedad que caracterizan el actual estatus del inmigrante extracomunitario, mientras no se reconozcan sus derechos cívicos y políticos fundamentales (derecho de voto a nivel local, por ejemplo), mientras no adquieran plenamente los derechos de ciudadanía, pretender su integración es un sarcasmo o, como ya hemos repetido, una confusión intencionada entre integración y sumisión. En este caso, es evidente que lo que se pretende es una dualización social, unos ciudadanos por una parte con plenitud de derechos y unos metecos o “esclavos” sólo con deberes, uno de los cuales, si no el primero, es que se integren.

¿Pero que se integren a qué? Que se integren en la legión de los marginados. En este caso, integrarse como sinónimo de formar parte numérica, diluirse, incorporarse.

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El proceso de aculturación.

Hay muy diversas situaciones de aculturación: individual o grupal; voluntaria o forzada; económicamente débil o fuerte; invasión o colonización. Por otra parte, también es plural la respuesta, en cuanto aceptación o rechazo, de la población inmigrante que se da ante tal hecho. Imaginemos un profesor de español destinado voluntariamen­te a atender una clase de lengua y cultura española en una escuela de un país centroeuropeo. En un primer momento, el sujeto se expresa en su propio código. Va adquiriendo elementos dispersos del nuevo lenguaje y código cultural, que traduce uno a uno a su propio código originario. En un segundo tiempo, el sujeto nota que su lenguaje y su código no son aptos para expresar el nuevo código. Entonces el sujeto lo va adoptando: lo va poseyendo o va siendo poseído por él. El sujeto va pasando de una mera aculturación material de elementos dispersos a una aculturación formal que afecta a su modo de vivir, de comportarse, de pensar.

Esta fase de implicación puede provocar una crisis o ruptura, es decir, un desequilibrio generado por la presencia de dos códigos culturales. En tal caso, se puede actuar bien adoptando el nuevo código, retornando al código originario, o buscando mediaciones o símbolos de unión entre ambos.

En todo este proceso de interacción hay un complejo campo de fuerzas. Por una parte, la de aquel que quiere o necesita pertenecer a un nuevo grupo social y para ello tiene que aprender y actuar según las normas del grupo receptor. Y por otra, las fuerzas de los miembros de este grupo, con diferentes grados de aceptación o rechazo del aspirante, a quien puede verse como competidor o intruso. En estos casos el conflicto social de esta compleja situación puede ocasionar un conflicto psíquico en el sujeto inmigrante, lo cual se trata de mitigar tras la construcción de una coherencia subjetiva que actúa a modo de identidad. En este caso, se pueden adoptar varias soluciones:

– Se juega externamente adoptando gestos o señales del sistema rehusado.

– Se aprovechan las ventajas del nuevo sistema cultural, sin aceptar simultáneamente las obligaciones correspondientes.

– Se adoptan los valores de la sociedad moderna, pero afirmando que ya estaban en el patrimonio original, que son mera evolución o actualización de los valores tradicionales.

– Se admiten los nuevos valores o normas en la expresión oral, pero no se aplican en situaciones concretas de la vida cotidiana.

– Se realiza una alternancia de los dos códigos: uno en la vida profesional, otro en el propio hogar; uno en la vida laica, otro en las ceremonias religiosas.

– Se juega al oportunismo. El sujeto se desnuda totalmente de los valores, considerán­dolos como meros instrumentos de uso según las solicitudes del entorno.

Hasta aquí hemos considerado el caso de una aculturación voluntaria, pero sin duda, a lo largo de la historia se han producido otro tipo de aculturaciones que tenían que ver más con la prepotencia de una cultura dominante. Este es el caso de las colonizaciones o aculturaciones impuestas.

Colonialismo cultural

Desde el siglo XVII hasta comienzos del XX los países occidentales fundaron colonias en numerosas áreas previamente ocupadas por sociedades tradicionales, empleando su fuerza militar superior allí donde se consideró oportuno. Una fuerza económica, una cohesión política y un poder militar superiores subyacen a la expansión aparentemente ilimitada de los modos de vida occidentales por todo el mundo durante los dos últimos siglos.

Aunque prácticamente la totalidad de estas colonias han conseguido hoy su independencia, el proceso de colonialismo cambió el mapa social y cultural del globo. En ciertas regiones, como Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda, pobladas exclusivamente por comunidades de cazadores y recolectores, los europeos se convirtieron en la población mayoritaria. En otras áreas, incluyendo la mayor parte de Asia, Africa y Sudamérica, las poblaciones locales continuaron siendo mayoritarias. Las sociedades pertenecientes al primero de estos tipos, como la de Estados Unidos, se han industrializado, han pasado a ser países del Primer Mundo. Sin embargo, las pertenecientes a la segunda categoría se encuentran por lo general a un nivel de desarrollo industrial muy inferior, y a ellas se refiere la noción de sociedades del Tercer Mundo

En la literatura pedagógica actual se describen y denuncian las siguientes situaciones de colionalismo cultural.

– Entre comunidades limítrofes: el ejemplo más claro es el sentimiento de una parte de la comunidad valenciana de ser colonizada culturalmente por el “catalanismo”. Si dudar de la influencia real que pueda existir de los “países catalanes del norte” hacia el sur no cabe duda de que en este sentimiento está también el deseo valencia de reivindicar su identidad cultural, muy próxima a la supuesta colonizaste.

– Estados central frente a comunidades: Galicia, Andalucía reclaman respeto y posibilidades de desarrollo de su cultura propia frente a las políticas culturales centralistas. Así, el primer paso en la asunción de competencias educativas por la Junta de Extremadura es un documento legal deniminado Cultura Extremeña.

– Medio urbano frente al rural: Se detecta y denuncia una extensión de los valores y modos de vida urbanos hacia el mundo rural, consecuencia de las facilidades de comunicación y del progreso.

– Grandes potencias, controladores de la información a través de los medios de comunicación (información, opinión, publicidad, cine, artes) que extienden los modos de vida de las culturas dominantes por todo el mundo.

BIBLIOGRAFIA

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Anexo a tema 23

De la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura

Noción de cultura

El carácter polisémico y la heterogeneidad de las acepciones de cultura no nos exime de intentar aproximaciones históricas, contextuales o teóricas a los conceptos de cultura. Tal vez la riqueza de ésta se encuentra en su alto grado de indeterminabilidad y la imposibilidad de un consenso definitivo sobre sus contenidos y fines últimos. La resistencia a una definición unívoca de cultura, tal vez recuerda que, la existencia real e histórica de la cultura ha sido desde finales del siglo XIX plural: “Culturas”. Algunos investigadores señalan más de cien definiciones de cultura. Pero esa nominación plural de “culturas” nos obliga aún más a demarcar y diferenciar unas culturas de otras, así como sus distintas definiciones. Comprendiendo la diferencia y cercanías con otras culturas conocemos las características, los límites y las posibilidades de la nuestra.

El término cultura ha tenido una connotación pluralista, recuerda Agnes Heller, en comparación con otros universales inventados en Occidente: “Se discutía sobre ciencia o libertad, por ejemplo, pero no sobre “ciencia occidental” o “libertad occidental” porque se ha asumido que hay muchas otras culturas junto a la occidental, inferiores o superiores a ella o, inclusive, distintas. Independientemente del hecho de que se considerase a esas culturas como superiores o inferiores, las relaciones entre culturas estaban siempre temporizadas e historizadas.” La noción de cultura necesita predicados como “occidental”, “oriental”, “indígena”, “asiática”, “nacional”, etc. .

Aspecto histórico

A diferencia de la Paideia Griega y el Cultus Anima de los latinos donde el sentido de la cultura es armonizarse o cultivar una naturaleza dada de antemano, la noción predominante de cultura en la modernidad considera que ésta nos independiza de la naturaleza animal para configurar lo verdaderamente humano. Se trata de ver que, gracias a la cultura, se supere el “animalitas” para llegar al “humanitas”. La cultura moderna es el cultivo de la “espiritualidad” humana; la cultura en la modernidad es el camino hacia la humanización.

Dentro de esta perspectiva moderna de cultivar el “humanitas”, a partir del siglo XVIII se abren dos grandes tradiciones del pensamiento occidental en torno a la cultura que marcan sus huellas hasta hoy: una tradición que podríamos llamar ilustrada (Voltaire, Kant), y otra tradición romántica (Rousseau, Herder).

La tradición ilustrada insiste en la noción de universalidad y con ella la de razón y naturaleza iguales para todos los hombres, pero, al mismo tiempo, considera que algunos pueblos habían desarrollado más esa razón, así como los elementos propios de su naturaleza espiritual. Como resultado de esta valoración, caracteriza a Europa como la verdadera civilización, mientras que los demás pueblos aparecen como atrasados e inclusive como bárbaros o salvajes. Identifica cultura con civilización europea y dará lugar a la oposición entre naturaleza y cultura, pueblos cultos e “incultos”.

La tradición romántica inspirada en Rousseau y desarrollada profundamente por Johann G. Herder (1744 – 1808), discute el universalismo y valora la diversidad de culturas. Herder critica la noción de continuidad para comprender los procesos históricos y muestra cómo, por el contrario, cada cultura no ha sido históricamente la continuación de la anterior, sino cada una ha llegado al máximo de su perfección y ha sido insuperable, cuestionando desde esa perspectiva la idea de progreso. Herder opone a la fría razón, a la uniformidad y a la continuidad, la fuerza de los instintos, la vida y el valor de las costumbres, mostrando cómo cada cultura es autónoma y no puede ser juzgada con los parámetros con los cuales se juzgan otras culturas.

Fueron finalmente los conceptos de universalidad y progreso los que se impusieron durante el siglo XIX, y con ello el predominio de la noción ilustrada de cultura. El peso de la tradición ilustrada conllevó las siguientes consecuencias:

  • La cultura es una, única y universal;
  • Las artes, las ciencias y los libros son la forma más alta de cultura;
  • La cultura ilustrada europea conforma un tipo de cultura “avanzada”, “civilizada” o “superior”;
  • Existe progreso cultural y sus parámetros son la civilización europea.

Pero ya a finales del siglo XIX, como hace notar el antropólogo James Clifford, se produce en el campo de la filosofía, las ciencias sociales y el pensamiento en general un curioso e inédito acontecimiento relacionado con la palabra cultura: empieza a utilizársele en forma plural, “culturas”, y en un sentido mucho más amplio que ciencias y artes. Ya en 1871, en sus estudios antropológicos, E. B. Tylor propone un concepto bastante amplio de cultura: ” La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad”.

Contexto contemporáneo

La primera mitad del siglo XX se caracteriza en el debate filosófico y antropológico occidental por el sinnúmero de esfuerzos para consolidar un concepto extenso y amplio de cultura que, incluyendo las artes y las ciencias, no se limite a ellas. Muchos son los pensadores e investigadores que acometen esta tarea. Bastaría remitir a los nombres de M. Scheller, T. Elliot, A. Weber, E. Cassirer; S. Freud, B. Malinoski, E. Sapir, C. Levi-Strauss, entre muchos otros.

M. Scheller afirma: “cultura es una categoría del ser, no del saber o del sentir”. Elliot, aludiendo a su condición afectiva nos dice: “cultura es aquello que hace que la vida valga la pena de ser vivida”. A. Weber, desde una visión histórica afirma: “nuestra cultura arraiga en las culturas primitivas”. Para E. Cassirer: “la cultura forma parte de la naturaleza y parte de la humanidad”. El etnólogo Malinowski considera que: “evidentemente es el conjunto integral constituido por los utensilios y bienes de los consumidores, por el cuerpo de normas que rige los distintos grupos sociales, por las ideas y artesanías, creencias y costumbres. Ya consideremos una muy simple y primitiva cultura o una extremadamente compleja y desarrollada, estaremos en presencia de un vasto aparato, en parte material, en parte humano y en parte espiritual, con el que el hombre es capaz de superar los concretos, específicos problemas que lo enfrentan”.

Pero es a partir de la década de los setenta de este siglo y motivada, entre otras razones por el debate Modernidad- Postmodernidad, que se revitaliza la discusión cultural en ejes más allá de la extensividad del concepto. George Steiner, en su ensayo de 1971 “En el Castillo de Barba Azul: una aproximación a un nuevo concepto de cultura”, sostiene que el quiebre o derrumbe de tres axiomas de la modernidad alteran necesariamente nuestra visión de la cultura. Primero, se ha perdido o al menos está decididamente dañado el axioma del progreso que concebía la historia occidental como una curva permanente de ascenso. Segundo, ya no aceptamos la proyección según la cual el progreso necesariamente habrá de difundirse desde los centros privilegiados a todos los hombres. Tercero, ya no podemos apelar sin excesiva reserva al programa educativo del humanismo que sostenía que la ignorancia racional e ilustrada era la fuente de la crueldad y la barbarie; el tipo de conocimiento y formación otorgado por esa educación humanística no ha disminuido los niveles de violencia e injusticia en las sociedades occidentales contemporáneas.

La pérdida de confianza en estos tres axiomas de la modernidad ha situado el debate cultural contemporáneo en cinco profundos problemas:

  • Las relaciones entre Naturaleza y Cultura;
  • El Humanismo y los problemas relativos al antropocentrismo en la dimensión cultural;
  • Los fenómenos de Multiculturalidad e Interculturalidad;
  • Los nexos actuales entre Cultura y Desarrollo y,
  • La búsqueda de una noción extensa, pero con rasgos distintivos de lo cultural.

Estos complejos problemas preocupan actualmente a los investigadores, teóricos de la cultura, instituciones culturales y organizaciones gubernamentales, en la perspectiva de formular y orientar las políticas culturales que necesita y exige nuestro presente.

Teorías Contemporáneas de la Cultura

La década de los sesenta de este siglo en occidente es excepcional en la generación de movimientos sociales culturales (musicales, artísticos, sexuales, etc…), pero limitada en sus interrogantes e investigaciones culturales. La inmensa preocupación por los problemas metodológicos y epistemológicos, orienta la discusión principalmente hacia la posesión y construcción del método más adecuado para acercarse a la realidad; los interrogantes epistemológicos, de alguna manera, opacaron las preguntas culturales.

El paradigma funcionalista identificó la cultura con un “sistema autónomo de acción”. El estructuralismo interesado por los asuntos atinentes al simbolismo, dedicó sus esfuerzos a análisis de tipo microsocial. El marxismo se obsesionó por caracterizar la cultura como superestructura o ideología.

Es a partir de la década de los ochenta que se reinicia una profunda discusión en el pensamiento occidental sobre la dimensión cultural, que representan según Robert Wuthnow cuatro enfoques: el fenomenológico-hermenéutico (P. Berger, C. Geerz); la antropología cultural (M. Douglas); el neoestructuralismo (M. Foucault, J. Derrida); y, el neomarxismo (J. Habermas, C. Offe, N. García).

Estas cuatro perspectivas comparten en su mirada de la cultura algunos elementos y matizan u insisten en algunos rasgos específicos. Ninguna acepta la separación u estratificación entre lo económico-social y lo cultural, como si fueran esferas independientes o jeráquicas; la cultura hace parte del todo social. Destacan en lo cultural componentes alusivos al lenguaje, la comunicación, los sistemas de clasificación y lo simbólico-expresivo. Reconocen que el lenguaje verbal no es la única forma ni de lenguaje ni de comunicación y los medios de comunicación tampoco son la forma exclusiva de comunicación.

El enfoque fenomenológico-hermenéutico orienta su atención a los reinos del significado e interpretación; la antropología cultural al simbolismo; el neoestructuralismo a los discursos; y, el neomarxismo a los procesos de comunicación. Buscando cada corriente la especificidad de lo cultural en los reinos del significado, el simbolismo, el discurso y la comunicación.

Podemos sostener que la extensividad del concepto de cultura, en las últimas dos décadas, tiene bastante que ver con este giro semiótico que experimenta. Giro que introduce complejos problemas en su noción como las semejanzas y diferencias entre signo y símbolo; nexos y relaciones entre signo y significado; diferencias entre la palabra y el signo; el significado y el significante; lo simbólico y lo imaginario; entre muchos otros asuntos. El investigador latinoamericano N. García Canclini, expresando tal vez este giro, ha definido la cultura como la producción, circulación y consumo de significados.

La reiterada pregunta por la Identidad Cultural

Paralelamente a la importancia que ha adquirido la visión semiótica de la cultura en occidente, en América Latina el debate cultural pasa por el cuestionamiento y problematización de los fenómenos de la identidad cultural. Tema altamente polémico y que cuenta en Iberoamérica con una larga tradición

Multiculturalidad e Interculturalidad

Las nociones de sociedad multicultural, pluriétnica o intercultural han empezado a ser reconocidas y divulgadas con insistencia a partir de la década de los ochenta de este siglo. Existe un cierto consenso que vivimos en un mundo y unas sociedades multiculturales. Pero, si observamos con cierto detenimiento, constatamos que estos conceptos se utilizan en sentidos tan opuestos que es conveniente ponerse de acuerdo, en primera instancia, en lo que no significan.

Por tal motivo, el investigador francés Alain Touraine, en un artículo reciente titulado “¿Qué es el multiculturalismo?” (1995), sostiene que se han divulgado en la opinión pública cuatro acepciones que están muy distantes de comprender el fenómeno del multiculturalismo y están tal vez más cerca de la defensa de lo monocultural y la xenofobia, llamando la atención sobre la urgencia de ponernos de acuerdo en lo que no significa multiculturalismo.

La primera identifica la multiculturalidad con la defensa de las minorías y sus derechos. La defensa de las culturas minoritarias puede parecer a primera vista una manifestación de multiculturalismo, pero, en general, lleva en sentido contrario a una especie de fragmentación autista y a la hostilidad ante la coexistencia de culturas diversas. La simple defensa de culturas minoritarias o sojuzgadas no constituye una manifestación o conducta multicultural.

La segunda acepción concibe lo multicultural como el inalienable derecho al respeto de la diferencia; una sociedad multicultural desde esta perspectiva es aquella que no se inmiscuye en “mis” diferencias culturales y las preserva intactas. Es una especie de “laisser faire” cultural (dejar hacer, dejar pasar) que conduce en las sociedades concretas a un relativismo cultural cargado de conflictos irresolubles. Esta postura termina en un individualismo a ultranza o en un gregarismo social intocable. Defiende la perpetuación de la diferencia cultural, pero no la multiculturalidad; una especie de multiculturalismo de la segregación o, inclusive, de la secesión.

Otra visión concibe la multiculturalidad como la simple coexistencia indiferente entre distintas culturas; desde una tolerancia incorrectamente comprendida, considera que la sociedad multicultural es aquella donde subsisten en una cierta indiferencia pluralista varias culturas. No existe interacción entre ellas, sino mera subsistencia irrelevante. Ser multicultural sería no preocuparse por el destino de las otras culturas de mi entorno.

La última versión inadecuada de los fenómenos multiculturales es aquella que los asimila con el rechazo a la cultura occidental y las búsquedas antioccidentales. Al final del siglo está en boga en diversas latitudes y actores sociales un llamamiento antimoderno y antioccidental, para refugiarse aparentemente en “otras” culturas. Por esto es ineludible, más bien, rechazar la polémica identificación entre antioccidentalismo y multiculturalismo.

Estas cuatro acepciones de la multiculturalidad se han convertido en un serio obstáculo para comprender la complejidad del mundo cultural actual; se han convertido, en términos de A. Touraine, en “falsos multiculturalismos”. Estamos obligados a realizar esfuerzos reflexivos e investigativos para decantar el sentido profundo de lo multicultural.

Siguiendo las huellas de reflexiones recientes de autores europeos e hispanoparlantes, tal vez los posibles hilos conductores para acercarnos al concepto de sociedad multicultural son:

a.- Hay una frontera que no se puede franquear en la condición multicultural: la que separa el reconocimiento del otro de la obsesión por mi propia identidad. La apertura a la alteridad es un requisito de la multiculturalidad.

b.- Quien no es capaz de reconocerle a cada cultura sus valores y pretensiones de universalidad, no está preparado para asumir la multiculturalidad.

c.- El multiculturalismo sólo tiene sentido como la combinación, en un territorio dado con una relativa unidad social, de una pluralidad de culturas que mantienen permanentes intercambios y comunicaciones entre actores que utilizan diferentes sentidos de la vida. La coexistencia o simple convivencia de culturas no expresa necesariamente la condición multicultural.

d.- La experiencia multicultural está modificando radicalmente nociones centrales como igualdad, dignidad, diferencia y libertad. Necesitamos un principio de igualdad humana abierto a las diferencias y una noción de libertad no reducida a la simple autonomía del individuo, sino como necesidad de reconocimiento al interior de las comunidades y sus tradiciones concretas. La igualdad abierta a las diferencias presupone la aceptación de la igualdad de valor de las diferentes culturas y el abandono de nociones como culturas “superiores”, “avanzadas”, “primitivas” o “subdesarrolladas”.

e.- Al convertirse las sociedades y los individuos en expresiones multiculturales se plantea ahora como exigencia, no simplemente la preservación cultural, sino el urgente reclamo del reconocimiento universal de la equiparación de las diversas culturas.

Muchos son los problemas y dificultades que nos arrojan estos hilos conductores, pero son un camino más fructífero que los “falsos multiculturalismos”. Uno de ellos es la distinción o no entre interculturalidad y multiculturalidad. Para algunos autores son términos equivalentes.

La noción de lo intercultural parte del hecho de que las culturas no se encuentran aisladas ni se producen por generación espontánea; en su diario acontecer tienden a abarcar espacios que le conducen a entrar en relaciones con otras culturas. Y esas relaciones que se establecen entre las culturas es lo que se denomina interculturalidad.

La interculturalidad puede darse de distintos modos, pero, predominantemente, de tres formas. La primera, cuando al entrar en contacto con otras culturas tiende a hacerlas desaparecer estableciendo relaciones de dominación y no reconocimiento. La segunda se da cuando al contactarse dos o más culturas se parte del reconocimiento del contexto y particularidades de la o las otras culturas, estableciéndose una relación de diálogo y respeto que va deviniendo modificaciones significativas en los escenarios simbólicos de las culturas que han entrado en interacción. La tercera, en el caso de que se establezcan relaciones de contacto entre dos o más culturas, pero, aún existiendo relaciones de reconocimiento, las culturas interactuantes no resultan afectadas o modificadas por el encuentro o diálogo.

Por lo anterior, podemos sostener que no toda relación de tipo intercultural es necesariamente multicultural, pero toda relación multicultural es necesariamente intercultural. La primera y tercera relaciones son interculturales, pero no son de carácter multicultural; mientras la segunda es tanto intercultural como multicultural.


[1] En este tratamiento falta alguna referencia a la Revolución Cultural. convulsión política ocurrida en las décadas de 1960 y 1970 y que ha constituido el mayor movimiento de masas en la historia de la República Popular de China. Mao Zedong (Mao Tsé-tung) inició la Revolución cultural proletaria en 1966, indicando que debía afectar a los denominados ‘cuatro viejos’: las viejas costumbres, los viejos hábitos, la vieja cultura y los viejos modos de pensar.