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Tema 30 – Enseñanza de habilidades básicas y hábitos de autonomía principalmente con alumnos con déficits disfuncionales.

1. HABILIDADES BÁSICAS.

1.1. Habilidades psicomotrices.

1.2. Habilidades perceptivas.

1.3. Habilidades cognitivas.

1.4. Habilidades sociales.

2. HÁBITOS DE AUTONOMÍA.

3. ENSEÑANZA DE HABILIDADES BÁSICAS Y HÁBITOS DE AUTONOMÍA.

3.1. Evaluación inicial o psicopedagógica: detección de necesidades.

3.2. Elección de las habilidades básicas y/o hábitos de autonomía.

3.3. Análisis de la habilidad o hábito a enseñar.

3.4. Desarrollo del programa de intervención.

3.5. Profesionales que intervienen en el programa.

3.6. Utilización de recompensas.

4. EJEMPLOS DE PROGRAMAS.

4.1. Programas de enseñanza para niños con problemas de aprendizaje y de conducta.

4.2. Programas para la enseñanza del alumnado con discapacidad intelectual.

INTRODUCCIÓN.

La importancia del tema es básica, especialmente cuando trabajamos con ACNEE, pues, aunque la intervención directa con estos alumnos/as forma parte del campo de trabajo del maestro/a de PT, también el orientador/a ha de participar en la toma de decisiones curriculares que orienten la intervención educativa con ellos. De hecho, la autonomía e iniciativa personal aparece en el actual sistema educativo como una de las ocho competencias básicas a desarrollar. Así pues, nos proponemos hacer una revisión de los principales conceptos y teorías, formas de evaluación e intervención ofrecidos en este ámbito; aunque, como es obvio, de forma sucinta.

1. HABILIDADES BÁSICAS.

Los conceptos de HB y HA suelen emplearse en la literatura psicopedagógica para referirse a un conjunto de contenidos relacionados con la capacidad para mantener un funcionamiento independiente en el plano personal y social, es decir, relacionados con el constructo de “conducta adaptativa”. Sin embargo, el concepto de HB no está claramente delimitado.

Desde nuestro punto de vista son todos aquellos aprendizajes elementales que posibilitan nuevos y más complejos aprendizajes, es decir, un conjunto de habilidades consideradas como prerrequisitos, para afrontar con éxito un funcionamiento independiente en el plano personal y social; de ahí que su consecución se considere una condición previa para que el niño progrese en su proceso de maduración. Por lo general se van adquiriendo de forma espontánea. Pero también podemos encontrarnos con alumnos que requieran una intervención directa para adquirirlas. Según CAMPO ADRIÁN (1997) las HB se pueden clasificar en los siguientes grupos:

a) Habilidades psicomotrices.

b) Habilidades perceptivas.

c) Habilidades cognitivas-básicas.

d) Habilidades socio-afectivas.

1.1. Habilidades psicomotrices.

La psicomotricidad se fundamenta en una globalidad del ser humano, principalmente en la infancia, que tiene su núcleo de desarrollo en el cuerpo y en el conocimiento que se produce a partir de él. En este sentido, el desarrollo psicomotor nos posibilita alcanzar niveles de simbolización y representación que tienen su máximo exponente en la elaboración de la propia imagen, la comprensión del mundo, el establecimiento de la comunicación, y la relación con los demás.

La psicomotricidad puede aplicarse como instrumento educativo para conducir al niño hacia la autonomía y la formación de su personalidad. El objetivo sería trabajar el esquema corporal, y ello se hace a través de los llamados contenidos psicomotores. El desarrollo de otros esquemas como el espacial y el temporal, por ese orden, se apoya en el corporal para lograr una perfecta coordinación entre ellos.

El esquema corporal podemos definirlo como la consciencia inmediata que cada uno tiene de su propio cuerpo, tanto en reposo como en movimiento, en función de la interrelación de sus partes y de la relación con los demás y con el entorno. Algunos de los contenidos psicomotores que los configuran serían:

a) Conductas motrices de base, como la tonicidad o el control tónico-postural.

b) Conductas perceptivo-motrices, como la orientación espacial o la estructuración temporal

c) Conductas neuromotrices, como la lateralidad o las sincinesias.

No se pretende que el alumnado aprenda contenidos psicomotrices, sino que interiorice patrones psicomotrices que posteriormente puedan servirle de base y faciliten la adquisición de otros aprendizajes. Así, por ejemplo, un buen esquema corporal se considera básico para fundamentar los aprendizajes de lectura, escritura y cálculo (VALLÉS ARANDIGA, 2002).

1.2. Habilidades perceptivas.

La percepción es la función psíquica que permite al organismo, a través de los sentidos, recibir, elaborar e interpretar la información proveniente de su entorno. Desde el punto de vista del aprendizaje escolar nos centraremos en la relacionada con los sentidos de la vista y el oído.

La percepción visual es la capacidad para reconocer y discriminar estímulos visuales e interpretarlos asociándolos con experiencias previas. En su desarrollo conviene considerar algunas de las áreas básicas que señala FROSTIG, como:

a) Coordinación visomotora: ojo-mano.

b) Discernimiento de figuras: figura-fondo.

c) Relaciones espaciales. Como determinadas relaciones numéricas.

Para desarrollar la percepción visual existen numerosos programas, pero citaremos por la importancia que tuvo en la literatura internacional el “Programa de desarrollo para la percepción visual” de FROSTIG (1972).

La percepción auditiva constituye un prerrequisito para la comunicación. Implica la capacidad para reconocer, discriminar e interpretar estímulos auditivos asociándolos a experiencias previas. Además está implicado en la adquisición de la noción temporal y en la adquisición del lenguaje oral. Algunas de las áreas a destacar a nivel de percepción auditiva son:

a) Consciencia auditiva. Básicamente darnos cuenta de los estímulos sonoros de alrededor.

b) Discriminación auditiva. Diferenciar sonidos semejantes o diferentes.

c) Memoria auditiva. Por ejemplo, recordar la voz de la madre, recordar una melodía, etc.

1.3. Habilidades cognitivas.

A pesar del acuerdo en la necesidad de desarrollar y valorar las habilidades cognitivas, se está muy lejos de alcanzar un consenso en cuanto a qué son, ya que no se ha establecido una sola definición para este concepto, sino que las distintas concepciones se han agrupado en tres principales posturas. Estas son.

a) Las habilidades cognitivas como componentes de la inteligencia.

b) Las habilidades cognitivas y las teorías del procesamiento de la información.

c) Las habilidades cognitivas y las concepciones constructivistas.

ROBERT GAGNÉ ha creado una teoría fundamentada en el procesamiento de la información según la cual, la habilidad cognitiva se entiende como un proceso mental que actúa sobre la información. Algunos ejemplos de habilidades cognitivas, son: jerarquizar, asociar, clasificar, integrar o identificar.

Cuando una o varias habilidades cognitivas se interrelacionan e integran mediante un patrón común, reciben el nombre de destreza. A su vez, una serie de destrezas que poseen o no habilidades comunes constituyen una competencia.

En este sentido, a diferencia de las funciones o procesos cognitivos, la enseñanza de las habilidades cognitivas se refieren a los programas cuyo principal interés se dirige a enseñar a pensar o tratar de mejorar las habilidades de pensamiento y la capacidad de resolver adecuadamente los problemas o situaciones de la vida cotidiana.

1.4. Habilidades sociales.

La competencia social es un constructo hipotético, teórico y global y es un concepto multidimensional y amplio, mientras que las habilidades sociales pueden verse como parte de ese constructo. Las habilidades sociales son comportamientos sociales específicos que en conjunto forman las bases del comportamiento socialmente competente.

También podemos definirlas como la capacidad de relacionarnos con los demás en forma tal que consigamos un máximo de beneficios y un mínimo de consecuencias negativas; tanto a corto como a largo plazo.

Las habilidades sociales son primordiales ya que:

a) La relación con otras personas es nuestra principal fuente de bienestar; pero también puede convertirse en la mayor causa de estrés y malestar, sobre todo, cuando carecemos de habilidades sociales.

b) Los déficits en habilidades sociales nos llevan a sentir con frecuencia emociones negativas como la frustración o la ira, y a sentirnos rechazados, infravalorados o desatendidos por los demás.

c) Los problemas interpersonales pueden predisponernos a padecer ansiedad, depresión, o enfermedades psicosomáticas.

d) Mantener unas relaciones interpersonales satisfactorias facilita la autoestima.

e) Ser socialmente hábil ayuda a incrementar nuestra calidad de vida.

En este sentido, conviene recordar el estudio de BOLUARTE, MÉNDEZ Y MARTELL (2006), según el cual, la estimulación psicosocial aplicada mediante un programa sistematizado de habilidades sociales para jóvenes con déficit intelectual incrementa la capacidad de adaptación familiar y social, con lo que mejoran las condiciones para su inclusión en la educación institucionalizada y se incrementan sus posibilidades para dedicarse a labores productivas.

2. HÁBITOS DE AUTONOMÍA.

Los hábitos de autonomía (HA), o autocuidado, incluyen todos los comportamientos relacionados con el aseo, la alimentación, el vestido, la higiene y la apariencia física. Como sucede con las HB también suelen desarrollarse de manera espontánea, aunque en el caso de algunas personas con discapacidad o disfunciones se requiere una intervención directa.

La adquisición de los hábitos de autonomía implica varias cosas:

a) Un conjunto de habilidades sensomotoras. Movimientos como abrochar, atar los zapatos, cerrar y abrir una cremallera… suponen una serie de actividades motrices que son previas a otras más complejas y que serán necesarias en otras áreas del aprendizaje del niño como la escolar. Dichas habilidades sólo se adquieren y generalizan a otros campos practicándolas y al niño hay que darle oportunidades para ello.

b) Una estrecha relación con la madre o persona que cuide de él.

c) La adquisición de una autoimagen positiva. A medida que progresa el niño/a en su autonomía, va forjándose una imagen positiva de si mismo. Cuando el niño cumple o incumple unas determinadas normas recibe unos juicios verbales por parte de quienes le rodean. Según sean tales juicios, así será su autoimagen.

Los HA se incluyen de forma ordinaria en el currículo de EI, tal y como aparece tanto en la LOE como en la ORDEN de 5-8-2008, por la que se desarrolla el Currículo correspondiente a la Educación Infantil en Andalucía.

3. ENSEÑANZA DE HABILIDADES BÁSICAS Y HÁBITOS DE AUTONOMÍA.

La planificación de la enseñanza de habilidades básicas y hábitos de autonomía es un proceso complejo que como todo proceso en la enseñanza empieza por la evaluación individual de cada alumno y finaliza con la valoración final del programa aplicado. Este proceso lo podemos dividir en los siguientes pasos.

3.1. Evaluación inicial o psicopedagógica: detección de necesidades.

Será realizada por el orientador del EOE o del DO en su caso, según queda establecido en la ORDEN de 23 de julio de 2003, por la que se regulan determinados aspectos sobre la organización y el funcionamiento de los Equipos de Orientación Educativa, y la Orden de 27 julio de 2006, por la que se regulan determinados aspectos referidos al Plan de Orientación y Acción Tutorial en los Institutos de Educación Secundaria, respectivamente.

Asimismo, habrá que tener en cuenta la Orden de 19 de septiembre de 2002, por la que se regula la realización de la evaluación psicopedagógica y el dictamen de escolarización en Andalucía.

En general, el proceso de evaluación pasa por la detección del problema inicial, la determinación del estado de las conductas y la evaluación en el contexto del programa de intervención. Sin embargo, habrá que tener en cuenta que esta evaluación se puede realizar de dos formas, utilizando instrumentos de evaluación estandarizados existentes en el mercado actual (como, por ejemplo, la Escala de madurez social de Vineland), o bien, elaborando de forma propia cuestionarios de recogida de datos que permiten obtener información más cualitativa que cuantitativa.

Una vez evaluado el alumno, el orientador u orientadora deberá contar con una gran cantidad de información, que servirá para detectar las necesidades instructivas más relevantes y poder pasar así al segundo paso.

3.2. Elección de las habilidades básicas y/o hábitos de autonomía.

Después de señalar las necesidades que tiene cada alumno específicamente, hay que tomar la decisión sobre las habilidades y/o hábitos que vamos a trabajar, tomando como referencia los siguientes criterios.

a) Se comenzará por las que se consideren más necesarias.

b) Se empezará por las más sencillas, porque se podrán adquirir con más rapidez y resultarán motivadoras para el alumno/a con vistas a futuros aprendizajes.

c) Se enseñaran habilidades que sean previas a la enseñanza de otras posteriores.

3.3. Análisis de la habilidad o hábito a enseñar.

Antes de comenzar el proceso de enseñanza se debe analizar la habilidad o hábito que se ha seleccionado anteriormente. Para ello se pueden utilizar dos técnicas que nos permitirán establecer las estrategias de intervención.

a) Análisis de tareas. Gracias a esta técnica podemos establecer las estrategias para enseñar las habilidades básicas. Para ello se analiza y descompone la tarea a aprender en los elementos de que se compone, de modo que cada subtarea será un objetivo a alcanzar. Esto supone que el objetivo de del análisis de tareas consiste en determinar la secuencia de conductas más simples que permiten realizar una tarea.

b) Análisis funcional. Se trata de una técnica para desarrollar los hábitos de autonomía, estableciendo las pautas de las estrategias de intervención. Consiste en la exploración del entorno físico y social que rodea la conducta objeto de aprendizaje. De esta forma podemos establecer las circunstancias que facilitan u obstaculizan la conducta. Por ejemplo, cuando un alumno pide lavarse las manos porque no le gusta la actividad que esta realizando.

3.4. Desarrollo del programa de intervención.

Una vez analizadas las habilidades o hábitos a enseñar, para realizar el desarrollo del programa debemos seguir las siguientes fases:

a) Formulación de los objetivos educativos, describiendo claramente las fases y/o hábitos que se van a enseñar.

b) Señalar las técnicas reintervención, atendiendo a las características propias de la habilidad o hábito que se enseñará.

c) Aplicación del programa, con las técnicas especificadas para alcanzar los objetivos.

3.5. Profesionales que intervienen en el programa.

El orientador u orientadora realizará la evaluación psicopedagógica, asesorará y apoyará desde la perspectiva psicopedagógica al profesorado encargado de aplicarlo, que será sobretodo el maestro de PT, aunque también podrá intervenir el resto del equipo docente. Todo será coordinado por el tutor. Asimismo, es importante resaltar el papel de la familia, sobretodo en lo que se refiere a los hábitos de autonomía.

3.6. Utilización de recompensas.

Las técnicas de modificación de conducta son una estrategia adecuada para este tipo de alumnado. Desde este punto de vista, los refuerzos positivos o recompensas suponen una parte importante en la aplicación de este tipo de programas. Los tres tipos de refuerzo más utilizados en el aprendizaje de HB y/o HA son: sobretodo alabanza y atención, pero también juegos o juguetes preferidos, golosinas o comidas favoritas, etc.

4. EJEMPLOS DE PROGRAMAS.

Existen programas destinados al desarrollo de áreas concretas de las habilidades adaptativas, como, por ejemplo, el programa de JACKSON (1979) destinado a la enseñanza de habilidades de autoayuda en sujetos deficientes mentales severos, o el programa de enriquecimiento instrumental de FEUERSTEIN (1980) centrado en habilidades de tipo cognitivo. Sin embargo, para dar una visión más global nos centramos en la exposición de dos programas más generales.

4.1. Programas de enseñanza para niños con problemas de aprendizaje y de conducta.

Estos programas están recogidos en la obra de MARTIN A. KOZLOFF “El aprendizaje y la conducta en la infancia. Problemas y tratamiento”, en la cual, desde un enfoque netamente conductista explica los principios del condicionamiento operante (refuerzos, definición de conductas, medición de las mismas, etc.) y los aplica a la enseñanza de las HA. En síntesis, los principios en que se basan estos programas son los siguientes.

a) CHA. Muchas conductas en las que los niños pueden necesitar ayuda se agrupan en campos de habilidades.

b) MO. Las conductas agrupadas dentro de cada campo de habilidades exigen movimientos similares.

c) DESDE. Las conductas dentro de cada campo de habilidades se enumeran desde lo fácil a lo difícil, para que un niño las aprenda paso a paso.

d) CON. Dentro de cada campo de habilidades hay algunas conductas que se llaman conductas básicas. Antes de que un niño se inicie en un campo de habilidades más difícil, debe aprender las conductas básicas en campos de habilidades más fáciles.

e) CON. Las conductas en las que un niño necesita ayuda dentro de cada campo de habilidades serán las conductas objetivo de los programas de enseñanza.

4.2. Programas para la enseñanza del alumnado con discapacidad intelectual.

Como explican los propios autores, se trata de programas para la enseñanza de habilidades adaptativas a alumnado con discapacidad intelectual moderada y grave, redactados desde una perspectiva evolutiva, o sea, siguiendo las secuencias o hitos del desarrollo “normal”. Y como los anteriores se basan en los principios del Condicionamiento Operante, aunque también incorporan bastantes referencias basadas en el aprendizaje social.

Sintetizando, lo más destacado de estos programas es tanto la propuesta de un instrumento de diagnóstico desarrollado por ellos mismos, al que denominan “relación de verificación diagnóstica”, como la recomendación de una serie de 72 estrategias educativas.

CONCLUSIÓN.

BIBLIOGRAFÍA.

MOLINA, S. (1994): Bases psicopedagógicas de la Educación Especial. Alcoy, Marfil.

SALVADOR MATA, F. (2001): Enciclopedia psicopedagógica de las NEE. Málaga, Aljibe.

STAIMBACK, S. & STAIMBACK, W. (1999): Aulas inclusivas. Madrid, Narcea.

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