Tema 66 – El papel de la familia en la educación.

Tema 66 – El papel de la familia en la educación.

COLABORACIÓN DE LOS PROFESORES Y PADRES EN LAS DISTINTAS ETAPAS EDUCATIVAS, PRINCIPALMENTE EN LA EDUCACIÓN INFANTIL. MODOS DE TRABAJO CON LOS PADRES.

0.INTRODUCCIÓN.

1.EL PAPEL DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN.

1.1.LA TRANSFORMACIÓN DE LA FUNCIÓN EDUCATIVA DE LA FAMILIA A LO LARGO DE LA HISTORIA.

1.1.1LA FAMILIA EN LA ANTIGÜEDAD.

1.1.2.LA FAMILIA PREINDUSTRIAL.

1.1.3.INDUSTRIALIZACIÓN Y FAMILIA.

1.1.4.TIPOS DE FAMILIAS EN LA ACTUALIDAD.

1.2.FUNCIONES DE LA FAMILIA.

1.3.LA DIMENSIÓN EDUCATIVA DE LA FAMILIA.

2.COLABORACIÓN DE PROFESORES Y PADRES EN LAS DISTINTAS ETAPAS EDUCATIVAS, PRINCIPALMENTE EN LA EDUCACIÓN INFANTIL.

2.1.LA PARTICIPACIÓN DE LOS PADRES EN LAS TAREAS DEL CENTRO EDUCATIVO (LA LOGSE Y LA LODE).

2.2.RELACIONES PADRES/PROFESORES.

2.3.COLABORACIÓN PADRES/PROFESORES EN LAS DISTINTAS ETAPAS EDUCATIVAS.

2.3.1.EDUCACIÓN INFANTIL: LAS RELACIONES EDUCADORES/PADRES.

2.3.2.EDUCACIÓN PRIMARIA: COLABORACIÓN PADRES/PROFESORES.

2.3.3.EDUCACIÓN SECUNDARIA: COLABORACIÓN PADRES/PROFESORES.

3.MODOS DE TRABAJO CON LOS PADRES.

3.1.RELACIONES FAMILIA/PROFESORES.

3.2.LA ESCUELA DE PADRES.

4.CONCLUSIÓN.

5.BIBLIOGRAFÍA.

0.INTRODUCCIÓN

La colaboración de los padres en la Escuela cuenta con tradiciones muy diferentes en distintos países. En algunos, existen prácticas muy asentadas y experimentadas de participación. En otros, por el contrario, apenas existen algunos casos aislados de colaboración. Y sin embargo, cualesquiera que sean las tradiciones particulares, en unos países y otros se reconoce la importancia de la participación de los padres en la educación; se postula un contacto estrecho entre padres y educadores, se buscan formas de cooperación, se ensayan estrategias que la hagan posible y eficaz, se toma la participación de los padres como uno de los criterios más claros de calidad de la oferta educativa de un determinado centro, etc.

1.EL PAPEL DE LA FAMILIA EN LA EDUCACIÓN.

1.1.LA TRANSFORMACIÓN DE LA FUNCIÓN EDUCATIVA DE LA FAMILIA A LO LARGO DE LA HISTORIA.

La familia es la encargada de transmitir a la nueva generación los valores y normas de la cultura a que pertenece. Pero las sociedades no son estáticas, y los valores por los que se rigen los comportamientos de sus individuos e instituciones han ido variando a través del tiempo. Estos cambios, aunque en menor medida que a los grupos secundarios, han afectado también a la familia y a sus funciones respecto a los hijos.

No existen datos sobre la función educativa de la familia en sus orígenes, no obstante, observando a las sociedades primitivas que sobreviven en la actualidad, parece lógico pensar que sus funciones iban más allá de la atención a las necesidades fisiológicas: alimentación, sueño, higiene; y de proporcionar protección a las crías hasta su madurez e independencia.

Sin embargo, es un error pensar que desde entonces la evolución de la familia es un proceso lineal que culmina en la familia nuclear actual. En primer lugar existen muchos tipos de familia conviviendo en la actualidad y por tanto muchos procesos evolutivos. En segundo lugar, los hijos no siempre se han valorado como en la actualidad ni se les ha prestado la misma consideración y cuidados. A lo largo de la historia han existido diferentes modelos de crianza que obedecían a las necesidades y objetivos de las distintas sociedades, y así encontramos el infanticidio, el abandono, la ambivalencia, la intrusión, la socialización o la ayuda, como modelos socialmente aceptados a lo largo de la historia de las civilizaciones.

1.2.1.LA FAMILIA EN LA ANTIGÜEDAD.

En la antigua Grecia, la educación que las familias proporcionaban a sus hijos no tenía como objetivo el desarrollo individual de éstos, sino que llegaran a ser útiles para el sostenimiento de los padres en la vejez. En el caso de las niñas, no recibían ningún tipo de instrucción formal, eran educadas por la madre y personas allegadas para cumplir un papel pasivo en la sociedad, pues no tenían ningún tipo de participación en la vida pública.

La función educadora de la familia, entendida como transmisión de valores y proceso de socialización, corresponde a tiempos recientes. Según parece, era costumbre frecuente, y así lo recomienda Platón en “La República”, entregar los hijos a la nodriza al poco tiempo de nacer.

La socialización se desarrollaba en círculos más amplios que la familia conyugal, de los que formaban parte los vecinos, amigos, esclavos, criados y los niños adoptados. En este ámbito los niños recibían afecto y aprendían lo necesario ayudando a los mayores a hacerlo.

Existen referencias, no obstante, sobre el hábito de que el padre enseñe un oficio a su hijo y, según parece, algunas profesiones estaban reservadas a determinadas familias que transmitían sus saberes de generación en generación.

En la familia ateniense, no todos los hijos biológicos llegaban a tener todos los derechos y a ser aceptados como tales, era necesario que el padre decidiera aceptarle, y esto dependía del sexo y del tamaño que ya hubiera alcanzado la familia.

En el mundo romano, la palabra familia tiene connotaciones de propiedad y parentesco, y una de sus principales funciones, además de la continuidad de la especie y reproducción cultural, era crear los futuros soldados y contribuyentes.

Al igual que en la Grecia antigua, sólo si el recién nacido era aceptado por el pater familias, recibía los cuidados necesarios para sobrevivir. Esta figura, la del pater familias, es la clave de la unidad familiar, es el que detenta la autoridad y el encargado de la educación del niño. La madre, aunque de importancia secundaria, goza de gran respeto e influye significa­tivamente en los hijos, ya que hasta los siete años, en que pasaba a depender del padre para su educación, el niño estaba profundamente vinculado a ella. Mientras las hijas siguen al lado de la madre para el aprendizaje de las tareas domésticas, los hijos acompañan al padre para aprender a través del ejemplo, los diferentes aspectos de la vida.

El mundo cristiano de la época hereda sentimientos del mundo jidío, que censuran determinadas prácticas como el infanticidio. El bautismo confiere al niño el derecho a la vida, y pasa a ser considerado como un miembro más de la comunidad.

1.2.2. LA FAMILIA PREINDUSTRIAL.

No obstante, hasta que tuvo lugar la Revolución Industrial, que convulsionó profundamente a la sociedad, la educación de los hijos sigue teniendo fines utilitarios, y el desarrollo de éstos no es un fin en sí mismo, sino una consecuencia de la formación que se les da para que puedan incorporarse cuanto antes al mundo productivo.

Las sociedades tradicionales, anteriores a la industrializa­ción, son sociedades fundamentalmente agrícolas y, se caracterizan por estar fuertemente estamentadas con escasa o nula movilidad social. Esta sociedad y su sistema de producción se estructuran en torno a la familia, entendida ésta en su sentido amplio. Cuando los hijos se casan no salen del hogar paterno para formar una nueva unidad, sino que la nueva pareja y su descenden­cia pasan a formar parte de la familia originaria del varón.

1.2.3.INDUSTRIALIZACIÓN Y FAMILIA.

Con la industrialización, la estructura básica de la sociedad deja de estar determinada por el parentesco y pasa a depender de la actividad económica que emerge en las ciudades. Esto conlleva una movilidad geográfica y ocupacional que provoca importantes cambios en la institución familiar.

Esta emigración del campo a las ciudades dificulta los lazos de amplios parentescos. Por otra parte, los distintos tipos de empleo con el diferente prestigio y estatus que conllevan, hace que aparezcan nuevas clases sociales basadas en los ingresos y no en la familia de origen, introduciendo elementos que dividen internamente a las familias.

Como consecuencia de la industrialización y de las condicio­nes de la vida urbana, la familia se nucleariza. Ya no convivirán bajo el mismo techo y la misma autoridad las extensas familias del mundo rural, sino que el núcleo familiar se reduce a albergar a padres e hijos no casados.

Otro factor que viene a modificar las funciones de la familia es la posibilidad que la industrialización ofrece a la mujer de ejercer un trabajo remunerado fuera del hogar. Esto va a favorecer su emancipación, pero genera la necesidad de que otras personas o instituciones colabores con la familia para el cuidado y educación de los hijos.

La autoridad y el estatus que los más mayores tenían en la sociedad tradicional, basada en su mayor experiencia, se van a ver minados por las posibilidades de emancipación que la industrialización ofrece a los hijos jóvenes, y por la mayor instrucción de éstos en determinados aspectos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la incorporación de la mujer al mercado laboral se incrementa significativamente. Normalmente accede a puestos de menor cualificación profesional respecto a los hombres y relacionados con actividades que tradicionalmente han llevado a cabo las mujeres: cuidado de enfermos, servicio doméstico, educación, etc.

El hecho de que aumente el número de mujeres que trabajan fuera del hogar, hace que los hombres se involucren más en las tareas domésticas y cuidado de los hijos. Todavía, en esta nueva distribución de roles, la situación dista mucho de estar equilibrada.

Estos cambios, no obstante, afectan a valores que tradicionalmente transmitía la familia, como la asignación de roles en función del sexo, y la autoridad del padre que cada vez es más compartida con la madre.

La familia actual se caracteriza por la privatización de sus funciones y, aunque sigue a menudo actuando como plataforma de colocación de los hijos, se ha perdido la tradición que hacía que los hijos siguieran el oficio aprendido en casa.

1.2.4.TIPOS DE FAMILIA EN LA ACTUALIDAD

Hablar de diferentes tipos de familia, puede resultar de entrada excesivamente clasificador, aún así sirve de ayuda para acercarse al conocimiento de una de las instituciones sociales, más arraigadas en nuestro contexto y con mayor poder determinante en la educación de los nuevos miembros de la sociedad.

Habitualmente se habla de familias:

.Permisivas.- Caracterizadas por la falta de autoridad, descoordinación en la formación de valores…

.Autoritarias.- Rigidez, normas y valores estrictos y no consensuados, provoca baja autoestima y personalidades débiles…

.Democráticas.- Establecimiento de normas consensuadas, base de la estructura el diálogo…

.Protectoras.- La carga moral de cuidado de los hijos se convierte en superprotección del niño/a, lo que conlleva el desarrollo de la dependencia frente a la independencia.

Esta caracterización de familias, es evidente que podría ampliarse en cada caso, ya que normalmente los grupos sociales generan relaciones intrínsecas de carácter polisémico y en muchos casos, estas no dependen de su caracterización inicial, sino de la situación concreta.

El profesor CHICO GONZALES, (1992), establece diversos y curiosos tipos de familia con sus correspondientes relaciones:

1.- “Familia-pensión”.-

Es fría, interesada e indiferente, cada miembro tiene “su vida”, que no se comunica. Se mantienen las formas pero sólo por las ventajas que implica no alterar la convivencia. Los silencios y las reservas son la norma y los miembros de la familia-pensión, viven y se comportan como residentes.

2.- “Familia-cuartel”.-

Es ordenada, rigurosa y cumplidora, pero la exageración de las normas alentadas por el autoritarismo y la rigidez no permiten un desarrollo armónico de la personalidad. Se ocultan los sentimientos por timidez y represión y no se logra la autonomía y las actitudes críticas. El “acuartelamiento” de los miembros, produce excesiva docilidad y dependencia o reacciones tempestuo­sas y violentas en busca de la libertad de criterios y de la ruptura de las cadenas de la despersonalización y del sometimiento.

3.- “Familia-escuela”.-

Preocupada, culta, sistemática. La vida del hogar es un lugar de aprendizaje semejante a la escuela. Importancia de los horarios, la planificación del tiempo, la responsabilidad, los valores morales. Las relaciones pueden ser naturales, espontáneas y suaves. La vida es una asignatura que se estudia en casa y se olvida con frecuencia que el hijo no es un alumno. Reducirlo a mero sujeto de aprendizaje es empobrecer la educación.

4.- “Familia-salón”.-

Divertida y superficial. Cultiva las relaciones en las horas de descanso y de fin de semana. TV, Video, Cadena musical… a veces para amortiguar el vacío de los miembros de la familia, puede llegar a ser problema si esto es más que “a veces”.

5.- “Familia-comisaría”.-

Exigente, seca, recelosa. Las relaciones se circuscriben a constantes interrogatorios teñidos de suspicacia y desconfian­za. Pregunta, amenaza, advertencia, riña, restricción. Falta de reconocimiento y alabanza. Relaciones evasivas, predominando el disimulo y la astucia.

6.- “Familia-oficina”.-

Inexpresiva, laboriosa y eficaz. Hay prisa para todo, hasta para comer. No queda tiempo para hablar, reírse, ayudar… Casa como lugar de trabajo. Se aprecia a las familias por lo que rinden. Las relaciones familiares tienen mucha semejanza con las relaciones laborales.

Todos estos tipos de familias son “suavizables”, y convertibles en hogares.

Así las características que conforman la familia-Hogar, serían: respeto y amor. Sinceridad. Generosidad. Alegría. Tolerancia. Relaciones de igualdad. Fidelidad. Naturalidad y sencillez. Confianza y esperanza. Fortaleza y equilibrio. Sentido de humor.

Para TIERNO, B. (1994): “el humor es el mejor lubricante en todo tipo de relaciones y el facilitador más seguro y eficaz de una comunicación relajada y de una agradable convivencia. Me atrevo a afirmar que los padres con sentido del humor crean en su hogar el ambiente más propicio para la salud psíquica, moral e intelectual”.

De estos contextos familiares, evidentemente, podemos describir de forma deductiva “tipos de padres”:

– Despóticos y autoritarios

– Superprotectores y permisivos

– Infantiles e inmaduros

– Obsesivos

– Negligentes e irresponsables

– Dimisionarios de su oficio

– Excesivamente normativos

– Neuróticos y ansiosos

– Distantes

– Histéricos y fóbicos

PADRES.

1.2.FUNCIONES DE LA FAMILIA.

Los autores que han estudiado la familia tienden a reconocer, al menos, cuatro funciones o responsabilidades principales relacionadas con los hijos.

En primer lugar, las familias deben proporcionar cuidados, sustento y protección a su prole. Estas funciones comienzan antes del nacimiento en forma de nutrición, cuidados médicos prenatales y preparación socioeconómica para recibir al niño como nuevo miembro de la familia. Cuando esta función de orientación física no la puede garantizar la propia familia, la sociedad tiene la obligación de ofrecerla mediante diversos programas de bienestar infantil y familiar.

La segunda función importante de la familia es la socialización del niño en relación a los valores y roles adoptados por la familia. Se espera que los conceptos de derechos y responsabilidades, las normas culturales y otras contribuciones sean transmitidas desde la sociedad a sus ciudadanos más jóvenes por medio de la familia y la escuela. Se da por supuesto que las actitudes y las conductas de los niños reflejan este proceso en gran medida cuando los jóvenes llegan a la madurez. Cuando se producen conflictos, entre la familia y la sociedad en el ámbito de los valores, la socialización de los niños puede ser confusa y, en ocasiones, conduce a problemas de ajuste a largo plazo.

Una tercera función familiar es respaldar y controlar el desarrollo del niño como alumno y ofrecerle preparación para la escolarización. Los padres ayudan a sus hijos a adquirir durante la primera infancia, una gran variedad de aptitudes/actitudes, capacidades y conocimientos. Los padres informan y guían a sus hijos durante bastantes años y, aunque la naturaleza del aprendizaje varían con cada etapa, la familia puede contribuir al desarrollo de los hijos a lo largo de esta amplia continuidad educativa.

La cuarta función de la familia que es de indudable importancia para los hijos es la de apoyo facilitado al crecimiento en el camino de conseguir ser una persona emocional y afectivamente sana. Las sociedades dependen de ciudadanos mentalmente sanos.

En relación a las escuelas las funciones educativas de los familiares van mucho más allá de las de los enseñantes. Los padres ayudan a sus hijos a aprender valores, actitudes e información para mantener su herencia, su cultura y su estilo de vida propios.

Otras dos amplias funciones de la familia que han recibido atención reciente son: a) la organización de las actividades de los hijos y de sus necesidades educativas; b) utilizar los recursos de la comunidad y de las escuelas, sobre todo actuando como enlaces y defensores de sus hijos en el mundo exterior al hogar.

1.3.LA DIMENSIÓN EDUCATIVA DE LA FAMILIA.

Partiendo de la convicción de la importancia que la familia tiene como agencia educativa, es evidente que ésta no puede por si sola cumplir o atender a todas las funciones educativas y culturales que la compleja y cambiante sociedad actual requiere, debido a una serie de razones:

· Cada vez es mayor el volumen de saberes y conocimientos que la humanidad va acumulando y también es mayor la exigencia de asimilación/adquisición de dichos saberes.

· El ritmo vertiginoso de nuestra sociedad exige una mayor rapidez en adquirir los conocimientos indispensables.

· Las sofisticadas y complejas actuales condiciones culturales y tecnológicas requieren inexcorablemente que la práctica totalidad de los individuos accedan a un tipo de preparación cada vez más cualificado.

Todo lo anterior conlleva unas exigencias de mayor calidad y profundidad en la formación de los individuos y que sólo puede recibirse en instituciones específicas y formalmente creadas para esta finalidad. Estas instituciones específicas se convierten así en delegaciones de las familias para formar a los futuros ciudadanos, mediante la transmisión del acervo cultural y social acumulados.

Esta delegación familiar no debe suponer dejación sino complementación y coordinación entre ambas instituciones: familia y escuela. La importancia de la función educativa de la familia, basada en la convivencia e interacción padres-hijos, están siendo progresivamente valoradas. La educación familiar juega un papel determinante em el proceso evolutivo del niño, ya que éste no tiene lugar en un vacío cultural, sino dentro de unas coordenadas espacio-temporales y culturales.

Según Castillejo (1985), desde el contexto familiar y desde las características propias de la comunidad en la que se está inserta, la familia es desde donde los sujetos comienzan su proceso configurativo-educativo.

La familia como agencia educativa constituye una estructura operativa que actúa, como mecanismo de intervención en cuanto que genera estímulos, propicia situaciones de puesta en práctica de los aprendizajes, ofrece una normativa específica, proporciona modelos de actuación, conocimientos (sobre todo aprendizajes de sobrevivencia) y también modos de valorar la realidad.

Las características de la actuación educativa familiar pueden concretarse básicamente en estas:

§ La propositividad, se educa a los hijos de acuerdo a unos patrones-modelos tenidos por valiosos.

§ Atécnica, la educación familiar no está regida por criterios científicos.

§ Asistemática, ya que transmite los contenidos (información, normas, modelos, etc.) sin criterios preestablecidos (lógico, científico, de dificultad psicológica).

§ Los medios utilizados son: la comunicación, el valor del “ejemplo”, modelos a imitar, el uso intensivo de refuerzos (premios y castigos) y disciplina (sistema de normas específicas).

§ Las caracterizaciones, en cuanto a su eficiencia, dependen de la propia configuración familiar, la cual viene condicionada por:

– La índole de sus relaciones (armonía, actitud ante la educación…).

– La preparación, de los padres para la función educativa.

– El ambiente familiar (cantidad y calidad de estímulos disponibles para proporcionar el desarrollo “vital” de los hijos).

Los contenidos específicos de la acción educativa familiar son los siguientes:

Los procesos de identificación, que integran los de autoconcepto, aceptación, identificación sexual, e integración (pertenencia a un grupo y un contexto físico y social determinado).

La normativa moral, la acción educativa familiar consiste en favorecer el paso de la moral orientada por el castigo y obediencia a la moral orientada por principios éticos universales (Koghlbers). Los padres pueden promover en los hijos la formación de estructuras morales inestables y éticamente frágiles, o sólidas y capaces de ulteriores progresos (Galli, 1976).

La adquisición del lenguaje, el niño adquiere el lenguaje en interacción con los que les rodean, principalmente con los miembros de la familia y donde la madre o su sustituto ocupa un lugar preferente. Siguiendo a J.Turner (1981), la mayor influencia de los padres se da en el campo de factores sociológicamente más importantes, el campo de los “significados” que el niño quiere expresar más que en los factores lingüísticamente más importantes.

La socialización, la familia es el primer agente socializados y educativo porque promueve la transmisión cultural y mantiene el control social.

El desarrollo afectivo, la familia ofrece la necesidad de seguridad afectiva, es decir, que el hijo se sienta unido a las personas con quien convive y estima para que se desarrolle normalmente centrado, integrado y feliz.

El desarrollo cognitivo, este desarrollo es el resultado de una interacción completa de factores, en los cuales la familia tiene una importancia capital. Una acción educativa familiar positiva conseguirá la reintegración armónica de todas las dimensiones (social, afectiva,…) en la formación del hijo, lo que conlleva en el propio sujeto la comprensión del sentido de su propia vida.

2.COLABORACIÓN DE PROFESORES Y PADRES EN LAS DISTINTAS ETAPAS EDUCATIVAS, PRINCIPALMENTE EN LA EDUCACIÓN INFANTIL.

2.1.LA PARTICIPACIÓN DE LOS PADRES EN LAS TAREAS DEL CENTRO EDUCATIVO (LA LOGSE Y LA LODE).

En el preámbulo de la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo se afirma: “ninguna reforma consistente, tanto más si se trata de la educativa, puede arraigar sin la activa participación social.

Particularmente relevante para la consecución de sus objetivos es la participación de los distintos sectores de la comunidad educativa, singularmente de los padres, profesores y alumnos. Esta participación, consagrada y regulada en nuestro ordenamiento jurídico, se verá fomentada en el marco de esta reforma y se recogerá en los distintos tramos y niveles del sistema educativo…”

En el artículo 2, punto 3, se recoge uno de los principios de la actividad educativa que indica: “La colaboración y participación de los padres o tutores para contribuir a la mejor consecución de los objetivos educativos”.

La participación de los padres en el centro escolar ya se regulaba en la Ley Orgánica del Derecho a la Educación de 1985 (L.O.D.E.), que establece el Consejo Escolar del Centro, como un órgano colegiado en todos los centros públicos y privados de preescolar, E.G. Básica, B.U.P., Formación Profesional y Educación Especial. Las atribuciones del Consejo Escolar son muy importantes y entre las que los padres pueden y deben participar se incluyen las siguientes:

– Elegir al director y designar al equipo directivo propuesto por él.

– Decidir la admisión de los alumnos.

– Aprobar y evaluar la programación General del Centro (Proyecto Educativo, Programación General Anual y Reglamento de Régimen Interior).

– Elaborar las directrices para la programación y desarrollo de las actividades escolares complementarias, viajes, visitas, etc.

– Establecer los criterios sobre la participación del centro en actividades culturales, deportivas y recreativas.

– Supervisar la actividad general del centro en los aspectos administrativos y docentes.

La Lode, desarrolla ciertos principios que en materia de educación contiene la Constitución Española. Así el artículo 5º garantiza la libertad de asociación de los padres en el marco educativo. Entre las finalidades de las asociaciones de padres están: asistir a los padres o tutores en todo aquello que concierne a la educación de sus hijos o pupilos, colaborar en las actividades educativas de los centros y promover la participación en la gestión de los centros.

Hay que mencionar, asimismo, a las Escuelas de Padres, realidad existente en muchos centros como lugar de intercambio de experiencias, reflexión y formación cerca de los temas que influyen en la educación de los hijos. En su Plan de Actividades tendrían que incluir objetivos, metodología, recursos personales y materiales, funcionamiento, y relación con otras entidades. Sería deseable un estrecho contacto con los profesores y con los Equipos Directivos de los centros para que se insertaran sus actividades en el Plan Anual del centro.

2.2.RELACIONES PADRES/PROFESORES

Los padres como miembros de la comunidad educativa no tienen sólo el derecho a participar en la educación que se les da a sus hijos, recogido en la legislación vigente, sino también la responsabilidad de colaborar con el trabajo de los docentes en todo aquello que sea beneficioso para la formación de sus hijos.

Ocurre que no siempre los padres hacen uso de ese derecho ni mantienen la relación permanente con el profesorado de sus hijos. En frecuentes ocasiones, se cree y se piensa que la educación es algo que se reduce a las cuatro paredes del aula. La educación consiste, no se puede olvidar, en la acción conjunta de los miembros de la comunidad educativa (y los padres son miembros de pleno derecho) dirigida a formar personas independientes, con capacidad de pensar por si mismas, responsables y solidarias. El fracaso escolar, en su gran mayoría, está generado por la utilización de diferentes criterios pedagógicos en las familias y en los centros educativos que se eliminarían con adecuados cauces de comunicación. La participación de los padres no debe conllevar un anulamiento, más o menos solapado, de las funciones del profesor reduciendo e interfiriendo la libertad de éste, sino la de mejorar la oferta educativa y colaborando con los centros y profesores. Otro de los riesgo que hay que evitar o soslayar es el de la politización y la adopción de posiciones intransigentes, intolerantes, poco acordes con la flexibilidad y el diálogo, ya que estas posturas deterioran las relaciones entre los miembros de la comunidad educativa, siendo el niño, a la postre, el más perjudicado.

Cuando los padres enjuician duramente las labores de los profesores, los hijos hacen suya la visión negativa de sus padres las consecuencias más inmediatas son:

– Pérdida de confianza en la figura del profesor, seguida de la pérdida de respeto hacia su persona. Deteriora al proceso de aprendizaje y crea una tensión que puede provocar roces o conflictos.

– Pérdida de consideración al centro escolar, que repercute desfavorablemente en el comportamiento general (respecto a las normas de convivencia) y en el uso de las instalaciones.

– Frecuentemente se ven agresiones contra la pintura de las paredes, contra mobiliario, sanitarios, puertas… Convendría que los padres inculcaran el sentido de respeto hacia los bienes comunes y particularmente el miramiento del centro como algo próximo al alumno.

– Progresiva relajación y deterioro en la exigencia personal del alumno. Ello es debido a la fisura producida por las quejas del padre. El hijo sabe que si las cosas van mal (suspende, se implica en conflictos, hay quejas de su actitud) su familia culpará a los docentes y nunca a él.

Por el contrario, lo deseable sería que los padres ayudasen a sus hijos en sus relaciones con los profesores o con la organización escolar, ¿cómo hacerlo?. Pensemos en unas cuantas posibilidades:

Analizando los problemas al margen de ideas estereotipadas. Proteger excesivamente al hijo en pequeños conflictos anula el desarrollo de defensa, librarlo de las responsabilidades contraídas por su comportamiento en nada contribuye a la formación. Además, el hecho de reconocer la culpabilidad en un momento determinado no es un resultado condenatorio ni trascendente sino una mera reflexión sobre unos actos concretos que merecen especial atención. En el caso de que juzgue inapropiado el comportamiento de un docente (no nos referimos a casos graves) es aconsejable que el padre no ventile abiertamente su desavenencia ante el hijo y que opte por manifestarlo, si así lo desea, al profesor en cuestión. No hay que olvidar que los padres están educando a sus hijos y que es un objetivo prioritario en todo momento la atención y exigencia a éstos. Si atención y exigencia se concentran en los errores del profesor se desplaza el centro de interés y quedan relegados a segundo plano los auténticos protagonistas del proceso educativo.

Interpretando las sanciones de las cuales haya sido objeto y ayudando a comprender su significado. A veces el alumno, inmerecidamente, recibe sanciones o reprimendas cuya magnitud suele ser insignificante aunque él las reciba de una forma bastante dramática. Está bien que el niño aprenda a reclamar de forma adecuada, pero también está bien que entienda el hecho de quedarse un día sin recreo o de recoger los papeles del pasillo como una pequeña injusticia en medio de las cosas injustas que suceden a diario.

Conociendo las carencias o falta de formación de los hijos y buscando formas de remediarlas como por ejemplo exigiendo que se incluyan clases de recuperación y refuerzo en los planes de estudio.

Haciendo un seguimiento del trabajo realizado en casa por los hijos: adecuar un lugar para el estudio, respetar el silencio, mantener un tiempo de estudio programado y pactado.

Insistiendo en la importancia que tiene el propio esfuerzo para conseguir los fines. No todos los problemas son responsabilidad de “otro” (padre, profesor, compañero) y conviene que cada cual asuma las suyas propias.

Contribuyendo a que los hijos valoren los estudios en si mismos, como forma de enriquecimiento y formación, no sólo como medio para conseguir un mayor nivel social.

Mostrando respeto hacia la figura del profesor al margen de la consideración particular que nos merezca y valorando las acciones educativas llevadas a cabo por el centro de estudios.

2.3.COLABORACIÓN PADRES/PROFESORES EN LAS DISTINTAS ETAPAS EDUCATIVAS.

2.3.1.EDUCACIÓN INFANTIL: LAS RELACIONES EDUCADORES/PADRES.

El diseño curricular base de la educación infantil (1989) presenta las relaciones con los padres que se reproducen a continuación:

Cuando el niño menor de 6 años acude a un centro de educación infantil, lo que en él se pretende es compartir con la familia la labor educativa, completando y ampliando las experiencias formativas del desarrollo. No se concibe una educación infantil operativa, eficaz, si no existe una confluencia de objetivos familia-centro y de estrategias para llevarlo a cabo en esta etapa. Para que esta labor se realice correctamente, la comunicación y coordinación entre los padres y los educadores es de la mayor importancia. Por este motivo, una de las tareas que competen al profesor y al equipo educativo del que forma parte, consiste en consensuar y determinar los cauces y formas de participación de los padres en el centro de educación infantil. Los distintos modos en los que tal participación puede concretarse suelen agruparse en individuales y colectivos.

En la participación individual, familias y educadores trata de guiar y facilitar primero la incorporación y luego una adecuada adaptación del niño al centro. En un primer contacto, generalmente en la entrevista inicial, padres y educadores sentarán las bases de la futura relación: se conocerán y establecerán un clima de confianza mutua indispensable para que la comunicación entre ellos resulte fluida. Además, los educadores tendrán las primeras referencias del niño al que van a recibir: recabarán datos, opiniones, comentarios que servirán para orientar mejor el proceso. Los padres, a su vez, conocerán el centro, su espacio físico, los recursos disponibles, las necesidades y obligaciones que se derivan del proyecto educativo.

En posteriores contactos se analiza la evolución del niño en todos los aspectos, se comentarán y evaluarán las nuevas adquisiciones, las dificultades y los progresos. La familia aporta una primordial información siempre necesaria, tanto sobre aspectos ligados al cuidado del niño (alimentación, hábitos de sueño, estado de salud…) como sobre la generalización de los aprendizajes y experiencias que se dan en el centro de Educación Infantil. Pero es también en este centro donde se aplican los logros y avances, los nuevos hábitos y las nuevas conquistas que tienen su origen en el núcleo familiar. En ambos casos, el intercambio de puntos de vista y la evaluación conjunta y razonada del proceso, proporcionarán nuevos elementos que permitan modificarlo, reducirlo o perfilarlo.

Se insiste, con razón, en la importancia de que los niños encuentren en el centro de educación infantil un entorno que se sientan seguros y confiados. Pero es también importante que los padres sientan esa seguridad y confianza respecto al centro al que los niños asisten. Para que ello sea posible, los padres deben percibir que sus hijos son objeto de atención y observación particular por parte de los educadores. Cuando estos comentan con los padres los progresos del niño, sus adquisiciones, sus actividades preferidas, etc, les transmiten la seguridad de que su hijo está siendo adecuadamente educado y estimulado. Cuando intercambian con ellos información, por ejemplo, sobre las comidas del bebé o sobre cómo ha dormido, les transmiten la seguridad de que su hijo está siendo cuidado adecuadamente. Por otro lado, cuando los padres informan a los educadores de la situación del niño en un momento determinado, de alguna necesidad específica que debe ser satisfecha, o de algún aspecto concreto que deba ser tenido en cuanta, están permitiendo a los educadores conocer mejor al niño y, por tanto, organizar mejor su trabajo educativo.

Además de este continuo contacto, los padres podrán poner a disposición del centro su experiencia en muy diversos terrenos: realizar actividades con los niños, organizar talleres o participar en tareas de organización del centro: infraestructura, equipamientos, admisión de nuevos alumnos, etc.

Conviene, sin embargo, que esa participación esté convenientemente organizada, de forma que no constituya en ningún caso un entorpecimiento a la labor educativa. Lo importante es que la presencia de los padres y madres no pueda asimilarse a un episodio puramente anecdótico y formal, y que de ella deriven beneficios para el proceso de desarrollo y educación del niño.

En otro orden de cosas, a través de su participación activa en el centro de Educación Infantil (pasando algunas horas en el interior de la clase, acompañando al profesor y los niños en alguna salida, etc), los padres pueden observar al educador, pueden aprender nuevas formas de comunicarse con sus hijos y estimular su desarrollo, y establecer acuerdos en la forma de tratar a los pequeños lo que indudablemente redundará en beneficio del niño. La ventaja de que los padres no sólo hablen con el profesor, sino que le vean trabajar con los niños y estimularlos, es no sólo que así tienen una visión distinta de sus hijos, sino que pueden adquirir otra visión de si mismos como educadores. Existe además la posibilidad de que los padres colaboren también en algunas actividades (contar o escenificar un cuento, organizar un determinado taller…). naturalmente, tal colaboración no debe perder de vista el hecho de que en el centro de Educación Infantil la responsabilidad educativa y el trabajo docente recae de lleno en los educadores.

Otra forma de participar la constituyen las reuniones generales de padres y algunas actividades de centro. A través de las primeras, los padres van conociendo no sólo la evolución de su hijo, sino la del grupo en que se encuentra inmerso, favoreciéndose de esta forma una visión menos centrada, más amplia y global. Mediante el segundo tipo de actividades (ya se trate de fiestas organizadas, grupos de trabajo y de discusión), se favorece el necesario contacto y la adopción de posturas comunes entre los contextos de desarrollo más importantes en la vida de los niños de las primeras edades.

Una de las primeras funciones que la evaluación desempeña es la de permitir que el educador conozca al niño al llegar por primera vez al centro. Cuando el niño ingresa en el centro de Educación Infantil, el profesor se servirá de forma principal de las informaciones que los padres proporcionen en la entrevista inicial. Esta información recogerá de manera clara y precisa tanto aspectos de la historia personal y características más relevantes de la historia y evolución del niño, como aquellos otros que se refieren a su vida cotidiana: rutinas, hábitos, preferencias, costumbres, relaciones…

Esta información se complementará, en los primeros días, con la observación directa por parte de los educadores del proceso de adaptación al nuevo contexto de vida del niño: relación con los adultos, con los otros niños, con los nuevos espacios y objetos, comportamientos ante nuevas situaciones y estrategias ante los problemas, dificultades y obstáculos más frecuentes.

Más que en cualquier otra etapa, se hace imprescindible asegurar la participación de los padres en la labor educativa. Tal participación puede establecerse en dos niveles.

En primer lugar la colaboración con los padres debe garantizarse, a través de las fórmulas adecuadas, en el proceso de identificación y valoración de las necesidades y en la determinación de los servicios y medidas de carácter específico que sea necesario proveer. Ya se ha señalado que los padres son una fuente irrenunciable de información y que ésta debe trascender las generalidades (en general, muy poco relevantes) contempladas en muchos de los cuestionarios e historias clínicas de uso común en la actualidad, para centrarse en detalle en el proceso de desarrollo y en la dinámica de las interacciones, por lo cual el educador debe preparar muy bien la entrevista para recibir la información que le interesa.

En segundo lugar, son evidentes las necesidades particulares de las familias con hijos con problemas en el desarrollo y la importancia de su colaboración, en casa, en la adquisición de determinados objetivos y habilidades por parte de los niños y las niñas. Son suficientemente conocidos los efectos positivos en el desarrollo cuando se logra dicha colaboración entre las familias y el centro en una amplia gama de objetivos educativos complementarios a los más propiamente escolares. En consecuencia, el centro de Educación Infantil debe incorporar y desarrollar programas de asesoramiento y trabajo coordinado entre los padres y los profesionales que trabajan con su hijo.

Por último, cabe señalar la importancia que durante el primer año cobra la relación entre la familia y el educador del bebé. Esta relación contribuye a informar a ambos del funcionamiento de las rutinas y de las pequeñas incidencias que se suceden tanto en el contexto escolar como en el familiar. Tiene también, y muy especialmente en el periodo de adaptación mutua entre el niño y el centro, la función de tranquilizar a los padres respecto de la estancia y el comportamiento de los bebés, así como la de requerir su colaboración para que la adaptación transcurra de la mejor manera posible. Además, el contacto continuado entre padres y educador, como debe suceder a lo largo de toda la etapa, permite el establecimiento de acuerdos mutuos, de enriquecimientos recíprocos en la labor educativa que todos dirigen al pequeño y que sin duda va a revertir de forma positiva en su auge.

Cuando los niños se incorporan por primera vez al centro de Educación Infantil a los 3-4 años, todo lo que se refiere a la adaptación a un nuevo entorno adquiere un significado especial. El niño es más susceptible al cambio del ambiente familiar por el del centro. La separación de la casa y de sus padres, el compartir juguetes, espacios y hasta la misma profesora con otros niños, supone una experiencia vivida de forma múltiple por cada niño. Es imprescindible que los padres conozcan las reacciones de sus hijos para que puedan interactuar con la profesora estableciendo algunas estrategias para superar la situación problemática.

2.3.2.EDUCACIÓN PRIMARIA: COLABORACIÓN PADRES/PROFESORES.

Por lo que se refiere a la Educación Primaria, en el Libro blanco, se recoge: el intercambio frecuente de información con el niño y sus padres sobre sus actividades de aprendizaje, pautas de comportamiento, actitudes y valores, motivaciones e intereses, forma parte integrante del proceso de evaluación en la Educación Primaria.

Este intercambio puede revestir dos formas: una colectiva para información general. El tutor convoca a los padres al comienzo de un ciclo y/o curso para exponerle los objetivos que se propone durante el curso, que metodología va a utilizar, qué material didáctico prefiere, qué espera de los padres y de los alumnos.

En ocasiones, el intercambio de información se realiza a nivel individual: bien a petición del tutor, o a instancia de los padres. Generalmente el centro establece un día a la semana para que los tutores, en esa hora de permanencia en el centro puedan recibir a los padres. Ciertamente, la información que se intercambian padres y tutores es valiosa especialmente cuando se manifiestan pequeñas alteraciones o dificultades en el alumno sin causa aparente. Los padres deben comentar con el tutor aquellas circunstancias extraordinarias que afecten al niño y que tiene repercusión en las actividades escolares: el nacimiento de un hermano, enfermedades de alguien muy próximo, si el niño precisa algún tratamiento permanente, si las divergencias en los padres son tan graves que afecten al niño, etc.

Es interesante solicitar la colaboración de los padres implicándoles en algunas actividades extraescolares. Por ejemplo, acompañando al grupo/clase en excursiones, visitas, participando en algunas actividades teatrales, o/y organizando algún tipo de taller, etc.

Si entre el colegio y la familia no existe clase de comunicación, no es extraño que aparezca un bajo rendimiento en el niño acompañado de otras conductas disruptivas.

2.3.3.EDUCACIÓN SECUNDARIA: COLABORACIÓN PADRES/PROFESORES.

En los centros de secundaria, sin olvidar la importancia básica del tutor en relación con los padres, la existencia de un Departamento de Orientación puede potenciar la colaboración (participación de los padres mediante una serie de acciones):

– Conferencias-debates sobre acercamiento de los padres a los problemas del adolescente y a los del joven actual.

– Sesiones informativas sobre las opciones académicas y profesionales a lo largo de esta etapa.

– Colaborar en la creación y buen funcionamiento de la Escuela de Padres.

Todas las actuaciones compartidas padres/profesores deberán estar recogidas en el Proyecto Curricular del Centro, sin perder de vista el doble carácter terminal y propedéutico de esta etapa lo que acentúa su faceta orientadora y el compromiso de seguir un proceso unificado profesores/padres para ayudar al adolescente a construir y definir su futuro académico/profesional.

3.MODOS DE TRABAJO CON LOS PADRES.

3.1.RELACIONES FAMILIA/PROFESORES.

La socialización de los individuos humanos depende de forma interactiva de dos contextos absolutamente privilegiados para ello: la familia y la escuela, que están obligadas a coordinar sus esfuerzos con el fin de alcanzar el desarrollo más armónico posible de las nuevas generaciones. Las relaciones entre la institución escolar y las familias vienen condicionadas, al menos, por los siguientes factores:

1) Factores familiares:

– Expectativas familiares.

– Pautas educativas familiares.

– Recursos.

2) Factores escolares:

– Actitudes del profesorado.

– Canales de comunicación.

– Medios humanos y materiales.

– Etc.

Si esta relación familia-escuela se entiende como una relación de especial importancia, resulta absolutamente necesario, en educación, el establecimiento de mecanismos de coordinación que garanticen, o al menos posibiliten, la colaboración necesaria entre esas dos instituciones.

Algunos de estos mecanismos están establecidos legalmente, y generalmente se regulan mediante una participación-colaboración indirecta de los padres en la educación de sus hijos; mientras que los mecanismos directos de colaboración (con los profesores de sus hijos) están establecidos pero no regulados, ya que su regulación depende de manera directa del centro educativo y, especialmente, del profesor-tutor y del equipo docente correspondiente. veamos por separado cada uno de esos mecanismos:

A) Participación institucional. La constitución de 1978 en su Art. 27, la LODE y la LOPEGCE, como desarrollo del derecho a la educación, garantizan el derecho a la participación de los padres en la planificación general de la enseñanza. Esta regulación es específica en la LOPEGSE y la LODE, en cuyo Art. 2 se establece como uno de los primeros de la actividad educativa “la participación de los padres o tutores para contribuir a la mejor consecución de los objetivos educativos”.

Las medidas institucionales que se pueden tomar desde los centros educativos, con el fin de propiciar participación de las familias, son, al menos, las siguientes:

1.-Participación en el Consejo Escolar de Centro. La primera medida institucional para la participación de los padres en el proceso educativo en la gestión del centro educativo. Las funciones de este órgano colegiado, de manera resumida, son las siguientes:

– Elección y revocación del director.

– Nombramiento del equipo directivo.

– Aprobación y evaluación de la programación general de actividades:

– Finalidades educativas.

– Reglamento de Organización y Funcionamiento.

– Plan Anual de centro.

– Memoria Anual de Centro.

– Establecimiento de criterios de participación del centro en actividades de todo tipo.

– Supervisión de las actividades del centro.

– Etc.

2.-El asociacionismo de los padres. El segundo mecanismo indirecto de participación de los padres, es la posibilidad de organizarse en asociaciones de padres que colaboren con el centro educativo.

3.-La participación directa en el centro. Las medidas anteriores de participación, que tienen un carácter indirecto al participar solo los representantes de los padres, deberían ser complementadas con la participación directa de los padres en las tareas de planificación educativa que correspondan, como son:

– Elaboración de las Finalidades Educativas.

– Elaboración del Reglamento de Organización y Funcionamiento.

– Confección del Plan Anual de Centro.

– Elaboración de la Memoria Anual de Centro.

– Etc.

Las medidas de participación indirecta sólo son efectivas, cuando las relaciones familia-escuela se desarrollan en un clima de cordialidad y colaboración, situación y actitudes que no siempre existe en los centros escolares, ya sea por falta de comunicación, ya por la incomprensión de unos y otros hacia estos mecanismos de participación. En este sentido, es necesario destacar la poca participación de los padres en las elecciones escolares, como consecuencia del desánimo y cansancio que existe en este sector de la comunidad educativa respecto a la efectividad de su colaboración.

B) Relaciones familia/profesores.

Para cumplir el objetivo que se propone la LODE, en su art. 2, es necesario que la participación de los padres no se limite a la que hemos denominado participación institucional en el Consejo Escolar, otros órganos y/o acontecimientos del centro educativo, y llegue a plantearse como una coordinación directa con los profesores.

Esta colaboración-participación debería entenderse interactivamente, o lo que es lo mismo, que los padres fueran los colaboradores de los profesores para la conquista de los objetivos educativos que se plantean y, al mismo tiempo, los profesores fueran colaboradores en su tarea educadora. Probablemente, el hecho de que muchos padres y profesores entiendan esta relación en una sola dirección, es la causa central de muchas disputas, y descoordinaciones que existen, habitualmente, en las relaciones familia-escuela. La escuela y la familia en general, y los padres y profesores en particular, han de tomar las medidas necesarias para conseguir el mayor grado de sintonía posible en esta relación, cuestión que debería ser una aspiración de todos los agentes educativos.

Desde la familia, es necesario que se adopte una actitud de confianza hacia el centro educativo y los profesores, que lleve a los padres y madres a adoptar hábitos:

a) De colaboración en las tareas educativas que se indican por parte del centro y los profesores.

b) De no exculpar a sus hijos en los conflictos escolares en que se ven envueltos.

c) De comunicación fácil y fluida con el profesorado, que pueda utilizarse de manera rápida e momentos conflictivos.

d) Etc.

Desde la institución educativa y el profesorado, son necesarias la adopción de una serie de actitudes y medidas que garanticen y posibiliten la colaboración efectiva de los padres en tarea educativa respecto de sus hijos. Esta colaboración-participación de los padres, habría que entenderla en sentido amplio; y por tanto, no sólo referida a cuestiones de carácter secundario (aunque no menos importante) como son el refuerzo educativo o los problemas de conducta que sus hijos puedan necesitar o manifestar en el centro educativo, de manera que deberíamos intentar que los padres se sintieran partícipes reales del proceso seguido por sus hijos, mediante la adopción de actitudes positivas hacia su participación y colaboración en el conjunto del proceso educativo, y de medidas concretas que posibiliten y fomenten esa participación.

En este sentido, entendemos que no son válidas algunas afirmaciones o conclusiones referidas a la poca participación de los padres y que por ello, su opinión no debe tener carácter concluyente. Los padres no suelen participar por muchas y variadas razones, entre las que se encuentran aquellas sobre las que la institución escolar y los profesores pueden actuar, como son:

– Carencia de información de los profesores hacia las familias.

– Inexistencia de cauces fluidos de información escolar.

– Comunicación personal prácticamente inexistente.

– Actitudes negativas de algunos profesores hacia su colaboración.

– Etc.

Y es que el profesorado no siempre “ve” con buenos ojos la participación-colaboración de los padres, considerándose por parte de algunos que se “entrometen” en la tarea de los profesores. Si bien esto puede ser verdad en algunos casos, creemos que, en general, el profesorado debería cambiar sus actitudes respecto a la colaboración de los padres y madres en el proceso educativo de sus hijos.

En nuestra opinión, entre los cambios que deberían producirse se encuentran los siguientes:

a) Actitud positiva de aceptación hacia cualquier colaboración de los padres en todo el proceso educativo de sus hijos.

b) Informar cotidianamente a los padres de los planes, proyectos, dificultades, etc, que se producen en el proceso educativo de sus hijos.

c) Solicitar la colaboración de los padres siempre que sea necesario para el proceso educativo de sus hijos.

d) Orientar a los padres en aquellos asuntos en los que éstos se encuentren desorientados.

Respecto a las medidas que, tanto centros como profesores, deben tomar para el fomento y desarrollo de la participación familiar se encuentra, al menos, las siguientes:

1.-Establecimiento de canales fluidos de información, que tanto padres como profesores puedan utilizar habitualmente.

2.-Regulación de las reuniones colectivas con los padres, al comienzo de cada periodo lectivo (por lo menos una cada año), con el fin de explicar y hacer partícipes, en la mayor medida posible, a los padres de los objetivos, criterios de evaluación y metodología que se van a utilizar durante el mismo.

3.-Comunicaciones habituales por escrito, sobre las cuestiones que requieran la atención educativa de los padres.

4.-Entrevistas individuales con los padres (por lo menos una al trimestre) para discutir sobre la marcha de los hijos.

Estas relaciones entre familia y profesorado se articulan en relación con los siguientes profesionales de la enseñanza:

1.-Con el profesor/tutor. Las relaciones de la familia del alumno con n.e.e., con el profesor/tutor de su hijo, constituyen la clave para conseguir aunar esfuerzos redundantes en la conquista de objetivos educativos.

El tutor debería ser el eslabón entre las demás instancias y la familia y, para ello, es necesario que el tutor planifique la acción tutorial con los padres de los alumnos, realizándose ésta con una mayor minuciosidad que cuando se trate de alumnos con n.e.e., procurando que los contactos sean lo más asiduos posible para, de esta forma, coordinar los esfuerzos familiares a favor de la educación de su hijo.

La colaboración continuada de la familia con el profesor/tutor, puede resultar básica, además, para el desarrollo de:

a) Programas específicos que requieran la colaboración familiar para el logro de los objetivos.

b) Programas de refuerzo escolar, que precisen de tiempo complementario, y en los que la familia pueda colaborar.

2.-Con el orientador. El orientador, sea de equipo psicopedagógico o de centro, necesita de la colaboración familiar para el logro de sus objetivos como profesional, aunque no sea precisa una colaboración tan continuada como la que tienen que mantener los profesores, tutores o de apoyo. La colaboración de la familia con el orientador es especialmente importante, en los siguientes momentos de la escolarización de los alumnos:

a) Escolarización, especialmente si el alumno presenta n.e.e.

b) Cambio de etapa.

c) Cambios de escolaridad, ya sea por finalización de etapa o por cambio de centro.

d) A la finalización de la ESO, para la realización del asesoramiento vocacional.

A pesar de lo discontinuo del contacto, es preciso que los orientadores planifiquen la atención a los padres de alumnos con n.e.e., con el fin de recoger sus demandas y trasladarlas a las instancias del centro que correspondan, ya que a veces, el orientador es el único puente existente entre el centro y la familia, especialmente, en momentos de crisis en las relaciones.

3.2.LA ESCUELA DE PADRES.

La mayoría de las medidas o planteamientos que se hacen a los padres suelen poseer un carácter terapéutico-individual. La necesaria preventividad de las medidas educativas, nos señalan un camino bien distinto en lo que se refiere a la colaboración de los padres/madres y profesores. Además de la preventividad, las medidas de colaboración deberían tener un carácter permanente, debiéndose producir de una manera habitual y funcional. Una de las medidas de carácter preventivo, y que provoca la colaboración permanente y funcional es la Escuela de Padres, que, en general, suele ser bien acogida por las comunidades educativas.

Aunque existen autores como VELAZQUEZ y LOS CERTALES (1984) que diferencian varios tipos de Escuelas de Padres: Informativa, Instructiva y Social; nosotros nos centraremos en el análisis de qué debe ser y qué no debe ser una Escuela de Padres, de acuerdo con lo planteado en el monográfico sobre Escuela de Padres de la Revista Cuadernos de Pedagogía. La Escuela de Padres que proponen y que denominan “participativa”, viene caracterizada porque:

– No sólo informa, sino que interacciona con los padres, a fin de adecuar sus contenidos a las necesidades de éstos.

– No sólo propicia la participación de los padres en las actividades, sino que promueve la compartición de las mismas con expertos.

– No sólo es una reunión amistosa, sino un grupo que programa y planifica sus actividades.

– No sólo es un cauce entre la institución escolar y el mundo de los padres.

Una Escuela de Padres “participativa” es:

ü Un grupo de aprendizaje; no precisamente un grupo de amigos, y mucho menos una sociedad de producción. Supone que las personas acepten el estar en grupo, con las características de la dinámica interna de los grupos.

ü Un grupo pequeño; como de veinte personas de tal manera que nadie se sienta perdido, ignorado o marginado. Todos activos, participativos, interaccionados.

ü Un grupo heterogéneo; no personas monocolores, afines, que se refuercen mutuamente como grupo de presión, con un empobrecimiento progresivo de la visión de los problemas.

ü Un grupo que se autocritica; analizando sus propios objetivos, métodos y normas grupales que han sido más efectivos, y modificando grupalmente esos mismos objetivos, métodos y normas.

ü Un grupo capaz de tomar decisiones; porque no se trata de teorizar, sino de llegar a crear unas actitudes nuevas. No sólo sabe enfocar los problemas de una manera más acertada, sino que es capaz de llegar a una acción eficaz.

ü Un grupo que no prescinde en absoluto de los programas de contenido, pero sabe que existe también un objetivo de cambio en las actitudes de cada persona consigo mismo y con su interacción con los demás.

ü Un grupo con su conductor; con su triple misión de animador del grupo, de informador, estructurando las aportaciones de los componentes del grupo y dando la posibilidad de que el grupo siga y no se desvíe de los objetivos que el mismo grupo intenta conseguir, y con unas pequeñas actuaciones del que sabe algo de acción y dinamismo grupal para detectar y salir al paso de los ajustes que inevitablemente surgen en un grupo vivo.

ü Un grupo, en fin, que sabe combinar eficazmente lo que es “tarea” o resumen de contenidos a lograr en cada reunión y lo que es también “relación” personal de los diversos componentes del grupo en sí. Y que, en consecuencia, facilita y promueve la participación de todos sus individuos en la medida y estilo del que cada uno es capaz. En consecuencia sabe utilizar en cada momento técnicas, métodos, recursos y estrategias que unas veces promueven más el aprendizaje necesario de contenidos y, otras, el desarrollo de actitudes personales e interacción con los demás.

4.CONCLUSIÓN.

5.BIBLIOGRAFÍA.

q MEC (1985): Ley orgánica reguladora del Derecho a la Educación.

(1999): Diseño Curricular Base de Educación Infantil.

(2002): Ley de Ordenamiento General del Sistema Educativo.

q MORATINOS, J.F. (2003): “La Escuela de Padres”. Madrid. Narcea.

q PALACIOS, J, MARCHESI, A Y COLL, C(2000): “Desarrollo psicológico y educación”. Madrid Alianza.

q VELÁZQUEZ, M (2004): “Los modelos de escuelas de padres”. Sevilla: Conserjería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía.

q VELÁZQUEZ, M Y LOS CERTALES, F (1999): “Escuela de Padres”. Sevilla. Alfar.

q VV.AA. (2000): “La educación de padres. Cuadernos de Pedagogía, nº 191.