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Tema 15A – El período de adaptación: Organización. Valores y actitudes de la educadora. Los prejuicios del educador/a y la formación de prejuicios en el niño/a.

1. EL INGRESO DEL NIÑO EN EL CENTRO INFANTIL

El periodo de adaptación es el tramo de tiempo comprendido entre el primer día de curso de los niños y una fecha que debe ser prevista por los maestros como inicio del horario normalizado. Según Fernández, M.A. (1994) el periodo de adaptación tiene especial significación y relevancia para los niños y por ello debe tenerlo para la organización y funcionamiento del centro.

La Escuela Infantil tiene como tarea básica organizar de forma adecuada el periodo de adaptación estableciendo las contribuyan en un ingreso favorable de sus hijos a la Escuela Infantil.

En este periodo los niños sufren unas rupturas afectivas y sociales como la separación de los padres, del ambiente familiar y de los códigos de afecto e individualización propios de la vida familiar. A esta ruptura se une el desconocimiento de los adultos nuevos, de los demás niños y de los espacios; así como el tiempo de separación de los padres, que para los niños es un tiempo confuso, cuya experiencia es vivida como abandono. Estas rupturas y situaciones son causa de angustia e inseguridad y se manifiesta con conductas problemáticas.

Ovidio Decroly, dice que todo niño cuando llega al colegio tiene una rica historia personal construida por experiencias y aprendizajes que los educadores deben conocer. El periodo de adaptación afecta en este ciclo a todas las edades, debe ser previsto todos los años, para todos los niños y niñas.

El periodo de adaptación es un camino en el que hay que prever la ruta y las actividades que habrá que realizar en cada tramo y las condiciones en que hay que realizarlas.

Como no todos los niños tienen el mismo ritmo habrá que prever situaciones y actividades que permitan atender más individualmente a unos niños que a otros. Este periodo de adaptación es un proceso en el cual cada niño tiene que resolver cada situación por sí mismo.

Los educadores y el Centro ofrecen al alumno posibilidades de afecto, seguridad, juego, encuentros y atención personalizada a partir de las que los niños encontraran soluciones a su propia situación. En las etapas escolares posteriores, estos primeros periodos de adaptación son el cimiento de las relaciones positivas o negativas que los niños conservan sobre el colegio a lo largo de toda su escolaridad.

Es justo señalar que no solo se adaptan los niños en este periodo también lo hacen los educadores a los niños y los padres se adaptan a la nueva situación de separación de sus hijos. Según sea esta adaptación a esta situación tendrá mucho que ver con la lentitud o premura con la que los niños resuelvan sus propios conflictos en estos primeros días.

La llegada del pequeño por primera vez al centro de Educación Infantil debe ser detalladamente planificada. Una cuidada organización del periodo de adaptación establecerá las condiciones materiales y personales necesarias para que éste no sea traumático. El centro debe poner los medios a su alcance para la adaptación del niño a su nuevo medio.

Los padres visitan la escuela antes que sus hijos, para pedir información general sobre el funcionamiento de la misma y recorrer las dependencias escolares; en este momento se mantiene una conversación personal, en un clima de confianza para evitar la angustia de los padres, por la decisión de llevar al niño al colé, sobre todo si se trata de un niño pequeño de meses y va a ser atendido por extraños por primera vez.

Posteriormente tendrá lugar la primera reunión del curso, en la que explicamos el Proyecto Educativo de Centro y empezamos a que se conozcan los padres entre sí.

En esta primera reunión también abordaremos la importancia de llevar a cabo un equilibrado Proceso de Adaptación, recomendando a los padres que puedan, que durante los meses previos a la incorporación del niño al colegio visiten la escuela, permaneciendo en ella de una a dos horas, pero siempre con los padres o figura de apego.

Tanto en el proyecto educativo de centro como en el proyecto curricular de centro, reflejaremos la importancia de realizar correctamente este primer contacto del niño con la escuela.

Todos los educadores del centro deberán compartir la idea de la importancia de superar correctamente este periodo, así como estar dispuestos al contacto diario y continuo con los padres.

El periodo de adaptación es un proceso, durante el cual el niño tiene que ir construyen­do, poco a poco, su propia realidad con ayuda de los padres y los diferentes profesionales de la escuela Infantil. El niño tendrá que convivir en un entorno diferente, experimentar otro tipo de experiencias, en definitiva, relacionarse de forma distinta a la habitual.

Los padres son un eslabón importante en el proceso de adaptación a la escuela, ya que el niño percibe las sensaciones de sus padres, sus actitudes, y una buena relación de confianza entre padres e hijos supondrá un avance notorio en la escolarización.

Hay estudios que dicen que el niño que ha estado escolarizado con anterioridad a los siete meses no manifiesta dificultad en su adaptación, aunque es importante que sea siem­pre la misma persona la que les atienda en sus necesidades básicas y les acompañe.

En general se puede decir que la adaptación del niño al ámbito educativo tendrá mayor o menor dificultad y será o no problemática en función de las características psicoevolutivas y las relación que mantiene con sus padres,

El periodo de adaptación se debe planificar escalonando los días y horas de comienzo, tratando así de conseguir una habituación progresiva a la nueva circunstancia.

El ingreso en un centro de E. Infantil supone descubrir otro tipo de ambiente. El niño sale del círculo familiar para incorporarse a un lugar social, donde conocerá a nueva gente, donde se ha de relacionar con personas desconocidas; comienza el proceso de la socialización, por el cual el niño ha de adquirir conceptos, procedimientos, hábitos y en general diferentes pautas de comportamiento.

Las primeras relaciones establecidas en su nuevo espacio han de ser placenteras si queremos que la continuidad en el mismo sea segura y motivadora para el niño.

La conducta que manifieste el niño estará en función de su interacción con el ambien­te, según las vivencias, las relaciones y los aprendizajes.

Todos los niños buscan la satisfacción inmediata de sus necesidades fisiológicas y emocionales, por ello necesitan un apoyo constante que les proporcione protección y seguridad.

Analizándolo por tramos de edad podemos señalar:

De 0 a 3 años: los primeros grupos sociales

En este ciclo se produce el acceso por primera vez al centro de Educación Infantil. Se pretende esencialmente que el pequeño se adapte progresivamente a la vida en común, tanto en la familia como en el Centro, que sea capaz de situarse en ella y aproveche los objetos, estímulos y situaciones que, con intencionalidad educativa, padres y maestros ponen a su disposición.

La intervención educativa procurará que el niño aprenda a desplazarse autónomamente por las dependencias de la casa y de la escuela, conozca sus elementos y dependencias y las relacione con las actividades que en ellos se realizan. Se pretende que el niño se sienta miembro de su familia y del centro, para eso debe ir conociendo las diversas personas con las que convive en la escuela.

En este ciclo es importante que el niño vaya desarrollando vínculos fluidos con el maestro, lo que tiene que dar paso a su participación en la vida en grupo en el centro. La relación con sus compañeros de juego, así como con niños y adultos de otros grupos favorecerá que hacia los 3 años empiece a tomar en consideración el punto de vista de los otros, observe algunas relaciones elementales, lo que le ayudará a establecerlas fluidamente en el seno de su grupo.

Especificaciones para 0-1 años:

– Potenciar en el niño sentimientos de seguridad y de confianza es un objetivo prioritario de la intención educativa.

– Asegurar la continuidad de los educadores, para posibilitar establecer vínculos afectivos y continuidad en la intervención educativa.

– Algunos de los elementos que favorecen la sensación de seguridad y confianza son la proximidad física de los educadores, su habla tranquila y afectuosa, su atención para ofrecer a cada niño las cosas que le gustan.

– Gran importancia, en el primer año, tiene la relación entre la familia y el educador. Contribuye a informar a ambos del funcionamiento de las rutinas y de las pequeñas incidencias, se establecen acuerdos mutuos y proporciona a las familias seguridad y tranquilidad.

– La asistencia del bebe al centro debe ser progresiva, durante los primeros días este presente el padre, la madre u otra persona familiar para el niño, para así el educador pueda ver el modo de interaccionar con el bebé.

De 3 a 6 años: de la adaptación a la participación

En este ciclo, el proceso de adaptación puede ser menos complicado debido a que el niño ha sido ya capaz de adaptarse a su propia familia de la que se siente un miembro más que participa y cuyas acciones y opiniones son tenidas en cuenta por los adultos. En este ciclo puede ser el primer contacto con la escuela, sus miembros y sus dependencias, lo que hace necesario que descubra este grupo social, experimente las variables relaciónales y situaciones y se adapte a la vida en grupo.

La participación del niño tanto en la vida familiar y escolar se desarrollará ofreciéndole en la escuela situaciones relacionadas con la vida diaria en el centro y en la familia, para que se responsabilice de algunas tareas (poner o quitar la mesa, recoger o repartir las pinturas, recoger las plantas, construir un mural). Esta participación le permite sentir interés por participar en la vida familiar y escolar y desarrollar actitudes de cooperación y colaboración. Esta participación será cada vez más fluida cuando el niño vaya siendo capaz de tomar en consideración a los otros en los diversos juegos y actividades.

2. LA ADAPTACIÓN DEL NIÑO A LA ESCUELA INFANTIL

En cualquier edad lo desconocido engendra naturales reaccio­nes de miedo, como resultado de la necesidad en la que uno se encuentra de organizar neocomportamientos que respondan a las características de la nueva situación en que se ve envuelto.

Ante todo habrá que comprender lo que pasa, integrando lo desconocido en lo que ya se conoce (asimilación), con el fin de desarrollar unos comportamientos adaptados a lo nuevo (acomoda­ción).

Cuanto mas nueva es una situación, cuanto más diferente de las que uno acostumbra a encontrar, tanto más difícil será la organización de esos comportamientos adaptados y mayores serán las reacciones de temor.

En todas las edades lo desconocido produce reacciones de temor, y cada edad tiene sus propios medios para comprender la situación, para decodificarla, para transformar lo desconocido en conocido.

A sus dos o tres años el niño no dispone de las mismas posibilidades de comunicación. Para él la ayuda habitual en una situación nueva es papá o mamá, los familiares, un adulto. El adulto es quien habitualmente ayuda a decodificar la nueva situación, a encontrar en ella lo que ya conoce y a organizar su comportamiento. Para responder a las necesidades de todo niño que entra en una Escuela Infantil, hay que poner énfasis en la importan­cia del papel que desempeña el adulto que lo recibe.

3. LA IMPORTANCIA DEL PERIODO DE ADAPTACIÓN

La entrada en el Centro supone la primera separación para el niño de su familia, constituyéndose así en el primer conflicto que tendrá que superar.

Cada niño viene de un ambiente diferente, con unas características y peculiaridades especiales. Por todo ello, el proceso de adaptación es el momento en el cual el niño comienza a formar sus esquemas y prepara sus estrategias para la aceptación del mismo.

En todo este proceso el niño presenta gran ansiedad, ya que se siente inseguro, desvalido, se encuentra solo, y en ocasiones da lugar a diferentes tipos de reacciones: rabietas, miedo, angustia…

El lactante es activo desde el momento de nacer, establece interacciones sociales como la sonrisa, el balbuceo, el llanto, etc. Los adultos responden, incluso con anticipa­ción, a las demandas que conllevan estas manifestaciones. Las personas que rodean al niño imitan sus sonidos y sonrisas estimulando y reforzando el desarrollo social.

El bebé imita conductas de otras personas, abre y cierra la boca y los ojos cuando lo hace el adulto, poniendo gran atención en todos los rasgos del rostro. Sonríe a la mayoría de adultos que le sonríen y muestran afecto.

Durante los primeros seis meses intenta mostrar una conducta social agradable. Du­rante el sexto o séptimo mes el niño desarrolla conductas de vínculo hacia personas específicas. Siente miedo a los extraños e intenta apartarse de ellos.

Durante esta etapa soporta mal la separación de su madre por breve que sea.

De los dos a los cuatro años el miedo hacia los extraños y la ansiedad por la separación continúan siendo unos rasgos muy claros.

Se encuentran tres fases bien delimitadas en las manifestaciones conductuales del niño:

Conducta orientada: las conductas como el llanto, sonrisa, miradas, etc., hasta el tercer mes regulan la interacción con su madre.

Conducta de señalamiento: a partir de los seis meses es cuando el niño comienza a diferenciar las figuras familiares de otras personas y objetos. Los padres comienzan a distinguir las llamadas de su bebé.

Conducta de acercamiento: suele durar aproximadamente hasta los 3 ó 4 años. El niño busca la cercanía de su madre y la busca constantemente.

Por todo lo comentado anteriormente es importante establecer unos objetivos que comprendan todos los aspectos de su desarrollo integral, es decir, cuidados básicos, segu­ridad, hábitos de relación, y el desarrollo de su autonomía en general.

Este periodo es muy importante, porque a través del mismo se tiene que iniciar el pro­ceso de su larga andadura educativa. Son espacios, personas, niños y hábitos diferentes; trataremos pues de acercarnos lo máximo posible para crearle un ambiente positivo y que la entrada en la escuela sea lo más agradable posible.

Entre los comportamientos más frecuentes en este periodo cabe señalar el miedo. El miedo que un niño siente cuando llega por primera vez a la escuela infantil, puede ser expresado de diferentes formas:

Llanto: en primer lugar hay que tratar de calmarlos e intentar darles cierta seguridad.

Ausencia de llanto: el hecho de que no lloren no quiere decir que afrontan la situación sin más, todo lo contrario. Algunos se quedarán pasivos, observándolo todo; intentan cerrarse al mundo exterior, intentando estar entretenidos, posteriormente, y en caso presentan problemas como el comer y dormir menos, estar más sobresaltado, etc.

Ausencia de síntomas al principio, que aparecen posteriormente: algunas veces al principio no sucede nada de lo anteriormente comentado, sin embargo, a partir de un tiempo comienzan a rechazar la escuela. El motivo fundamental es que les cuesta integrarse.

El hecho de que los niños presenten reacciones se debe al ritmo evolutivo de cada uno y a sus propias características personales.

Durante el periodo de adaptación se producen una serie de manifestaciones conflictivas; es importante saber el porqué de estas reacciones:

En ocasiones, el niño, al sentirse solo y para superar la ansiedad se hace acompañar de algún objeto con el que mantiene algún tipo de vínculo, actúa como un elemento sustitutivo de su madre o figura de apego. En otras ocasiones se pueden originar diversos trastornos digestivos: vómitos, diarreas y se llega en ocasiones a producir una somatización del conflicto, es decir, manifestaciones físicas en ausencia de trastornos orgánicos. Otras reacciones, en cambio, son conductas caracterizadas por rebeldía, lloros, patale­tas, etc. En general todas ellas vienen a mostrar un rechazo total y absoluto a la separación familiar.

En ocasiones se producen reacciones depresivas, como cierta angustia que les provoca un aislamiento, automarginación, rechazo en las relaciones con otros niños, etc.

El papel del personal que trabaja en los Centros de Educación Infantil debe ser el de desarrollar un ambiente con un clima afectivo apropiado para que se resuelvan con éxito todos estos conflictos.

4. LA COLABORACIÓN DE LOS PADRES Y DE LAS MADRES EN ESTE PROCESO

También los padres, especialmente cuando los niños son muy peque­ños, deben adaptarse a esta situación que les lleva muchas veces a sufrir sentimientos de culpa, por la decisión de llevar al niño al centro.

Para que el niño lleve a cabo una buena adaptación, es imprescindible que los padres asuman este momento con decisión y responsabilidad. Si el niño percibe la angustia de la madre cuando lo deja en el centro, también él se sentirá angustiado y rechazará el colegio. Por el contrario si el niño observa que su madre habla amigablemente con la profesora y le deja tranquilamente en sus manos, tras una corta despedida, él se sentirá seguro y confia­do, con lo que el periodo de adaptación se superará antes con mayor éxito.

Evidentemente, para que los padres se sientan realmente tranquilos y confíen en las personas que se van a encargar del cuidado de sus hijos, previamente habrá tenido lugar una primera toma de contacto en la que se hayan tratados los temas más importantes que suelen preocupar a los padres.

Además de esta primera toma de contacto, puede ser de utilidad que durante el pe­riodo de adaptación los padres permanezcan algún tiempo en el centro con sus hijos. El objetivo fundamental es favorecer la adaptación del niño, pero para ello debemos tener en cuenta varios aspectos:

– Para facilitar la adaptación, si queremos contar con la presencia de los padres, es preferible escalonar días y horarios, ya que la aglomeración de niños y adultos provocará en el niño mayor nerviosismo dificultando la adaptación.

– La función que tiene la presencia de los padres en el aula durante el periodo de adap­tación es permitir al niño explorar libremente este nuevo entorno, con la confianza que le da el hecho de tener cerca una figura de apego. Habrá momentos en los que el niño reclame la atención del padre o la madre, pero en otras ocasiones, la mayor parte del tiempo, estará jugando entretenido y no establecen contacto con ellos. Para evitar que el padre sienta que está perdiendo el tiempo, podemos pedir su colabora­ción para preparar algún material, arreglar algún juguete, etc. Así, realizando alguna actividad, se siente útil mientras su hijo no lo necesita, pero puede interrumpir su tarea cuando el niño reclama su atención.

– Cuando el alumno es un bebé resulta muy útil observar cómo atienden los padres las necesidades de su hijo, para poder adaptar en la medida de lo posible nuestra actuación a las formas de relación entre el niño y sus padres.

– Durante el periodo de adaptación el profesor debe centrarse en los niños, sus juegos y las interacciones que establecen. Debemos evitar prestar más atención a los adultos presentes que a los niños. Muchos padres intentan entablar conversación con los educadores sobre normas del centro, materiales educativos, organización del aula, etc.

Sin embargo, este no es el objetivo de su presencia en el aula. Para evitar malos entendidos se habrán tratado estos temas previamente al periodo de adaptación, y si aún así los padres desean comentar algo, podemos invitarlos a posponer la conversación para el momento en que los niños salen al patio.

La duración de la presencia de familiares en la clase dependerá de la edad de los niños, del tamaño del grupo y de las circunstancias personales.

Es importante la presencia de la madre o padre (familia) en estos primeros días en períodos de tiempo que paulatinamente se harán más cortos hasta desaparecer casi por com­pleto, hasta que el niño/a domine el “entorno”, el “ambiente” y se sienta a gusto en él.

Habremos de permitir tiempos de adaptación y de comunicación sobre lo que los niños/as quieren contar, expresar… lo más cercanos posible a cada niño/a y sus exigen­cias y actitudes, en un intento de evitar titubeos, rechazos… Estos primeros momentos de contacto irán seguidos por momentos poco a poco más relacionados con la organización y programación de las actividades.

Es importante evitar la rutina, aprovechar y utilizar las experiencias de los niños/as, preparando adecuadamente el ambiente, la estructuración, prestando especial atención a las manifestaciones más evidentes de los niños, mediante la observación.

Así, es conveniente la descentralización de los espacios, habilitando espacios diversos (arena, tierra, agua, construcciones, juguetes, muñecos, títeres, disfraces, ropas, papel, cartón, libros, materiales plásticos, dinámicos, plantas, animales, etc.), haciendo disfrutar al niño/a de un ambiente que invite a moverse, a recorrerlo de diversas maneras, favoreciendo encuentros, relaciones, intercambios… espontáneos, libres, donde poder manipu­lar, interrelacionarse, intercambiar expresiones y lenguajes verbales y no verbales, jugar, observar, imaginar, etc. Todo esto no se puede improvisar sino que debe estar muy bien organizado, pensado, estructurado…

El primer contacto con la escuela debe favorecer la acogida del niño/a de forma muy personalizada: el niño es protagonista en la resolución personal del proceso de adaptación y del conflicto que le genera la separación de su entorno conocido, quiere afirmar su pre­sencia y ha de construir lazos con los otros, por lo que el “contexto”, el “entorno”, que el niño que accede por primera vez a la escuela se encuentra y en el que se va a desenvolver va a ser determinante (Brunner, Piaget…) por lo que presentaremos un entorno, ambiente, contexto… organizado, significativo… que ayude y facilite ese período de adaptación del niño/a a esa nueva realidad y nueva situación que es la escuela y a las vivencias y expe­riencias que en ella va a vivir.

Por su gran importancia, en todo este proceso estableceremos un estrecho contacto entre padres y educadores/maestros para ayudar al niño/a en su integración escolar.

Como la adaptación es un proceso y un avance que supone tiempo, dejaremos al niño/a que se tome aquel que necesite para elaborar y recomponer su mundo afectivo y los padres habrán de colaborar en este proceso de una forma muy importante en el proceso de “transfe­rencia” del niño/a a los educadores, al nuevo contexto, dando a conocer y explicando al niño claramente, significativamente, el nuevo “medio” y personas con quienes se va a relacionar, de forma que el niño sepa de forma clara y sencilla lo que va a hacer, apoyando con su presencia y acciones tal cosa, sobre todo los primeros días (explorando espacios, jugando con ellos, etc.).

No olvidemos que también es un período de adaptación para los padres y estos han de prepararse para ello y ayudar y no entorpecer la labor de adaptación, todo esto de forma muy relajada, sin mostrar ansiedad, incertidumbre, inseguridad… demostrando comodidad y confianza en el educador, sin la tensión de un deber impuesto. Llevaremos a cabo, como cosa importante, reuniones, charlas con los padres sobre sus expectativas e intencionali­dades respecto de la escuela, de la educación de sus hijos, de su papel, del ¿para qué?, a fin de favorecer la confianza, el trabajo conjunto en la educación de sus hijos/as… a fin de evitar, limar… los sentimientos que a veces los padres manifiestan de desconfianza, culpabilidad, dolor, desarraigo, pena, celos, etcétera.

La separación de los padres y del entorno familiar provoca en los niños/as sentimientos de dolor, abandono, miedo, incertidumbre, dudas, pena, rabia, impotencia… por lo que el niño tenderá a permanecer con la madre/padre, a llorar… e incluso pueden aparecer manifestaciones psicosomáticas (erupciones en la piel, alteraciones de ritmos vitales como el sueño, comida, control de esfínteres, vómitos, trastornos respiratorios…).

No todos los niños/as manifiestan los síntomas de rechazo al mismo tiempo, sino unos al principio de su incorporación a la escuela y otros más tarde, por lo que estaremos permanentemente atentos a la manifestación de síntomas o conductas (algunas incluso pueden pasar desapercibidas)

Las llegadas y despedidas son muy importantes en este período, dada la importancia del momento de la separación, la despedida del niño es una cuestión de la madre o del padre, pero les recomendaremos que sea breve, transmitiendo seguridad, alegría, sin dudas… Des­de el centro recibiremos a los niños/as y familia de forma personalizada, dirigiéndonos a cada uno, manifestando alegría en el recibimiento, por su presencia, comentando su aspecto, preguntando por lo que ha hecho fuera de la escuela, con un beso, una caricia, un gesto, etc. Igualmente es importante la salida, la despedida de la escuela… momento en el que haremos lo posible por que el niño/a se lleve un buen recuerdo, salir de forma relajada, sin prisas, despedirse con una caricia, un beso, hablando con la madre o el padre, etcétera.

Estos dos momentos de “cambio” de entorno son importantes para crearle al niño/a la sensación de “continuidad”, seguridad, colaboración… hacerles ver que forman parte de un todo, sin rupturas o cambios muy bruscos…

Durante el período de adaptación y con la información-colaboración de los padres, trataremos de que el niño no note cambios bruscos significativos en cuanto a sus costumbres, hábi­tos, ritmos… haciendo un tránsito progresivo, adaptado y coherente a la vida en la escuela.

Estas reacciones tan diferentes entre sí no son más que diversas formas de expresar el miedo, un niño/a que afronta, la dificultad de integrarse en un nuevo medio. Sin embargo, sí dichas reacciones expresan el mismo sentimiento.

Las reacciones retardadas son casi siempre las que “se descubren peor, tanto por los profesores como por los padres. ¿Por qué ese niño/a, que parecía tan contento los primeros días, vuelve para atrás? Se habla entonces de caprichos de los que “no hay que hacer caso, sin tener en cuenta que se trata de una de las variedades de las reacciones de miedo ante las dificultades de’ integración.

5. FAMILIARIZARSE CON LA ESCUELA

Preparar la entrada en la Escuela Infantil supone ante todo por parte de la familia y de la institución escolar, el reconocimiento de la dificultad que entraña esta primera tarea que el niño tiene que realizar en la Escuela: familiarizarse con ella; es decir, anclar en él un determinado número de puntos de apoyo, de bases que le proporcionen seguridad y a partir de las cuales pueda ir organizan­do su comportamiento. Esto es una tarea difícil que, como decíamos va acompañada de reacciones normales de temor, que no deben dramatizarse ni tampoco descuidarse, y que son otros tantos signos que permiten a los adultos, padres, y profesores, seguir el proceso de familiarización escolar y que de ningún modo es preciso hacer desaparecer por completo y a cualquier precio. Si el niño/a no llora al ir al colegio, no debe ser porque nos lo ha prometido, sino sencillamente porque ya no tiene motivos para hacerlo.

Se debe tener en cuenta que aunque tuviera el niño un adulto a su entera disposición, su adaptación a la escuela no se hace de un día para otro. El proceso de familiarización es lento y exige tiempo. Sería más conveniente hablar del periodo de adaptación más que del día de la entrada. Lo mismo que los niños experimen­tan su miedo de diferentes formas, el proceso de integración varía de unos niños/as a otros/as. Puede ser rápido, bastarán unos días para que el niño/a se sienta cómodo y seguro en la escuela, mientras que en otros casos el proceso será más lento, sin que ello entrañe posteriores dificultades de adaptación. Cada niño/a posee su propio ritmo y lo importante para su familiarización, será acompañarle aceptando la rapidez o lentitud de cada caso,

Resulta necesario respetar el ritmo de cada niño/a desde su primer día en la escuela. Se trata nada menos que de permitirle la construcción de una base estable y tranquilizadora para su futura vida escolar.

Según esta visión no hay un proceso general: todos los niños son diferentes, y además también lo son todas las escuelas y todas las aulas de un mismo centro.

6. ¿COMO FAVORECER LA ADAPTACIÓN?

Los padres enseñarán al niño la Escuela Infantil, su clase, sus juguetes y a su educador/a. Este último valorará si es necesaria la separación escalonada.

En este periodo, se puede permitir que traigan de su casa y se lleven cosas de la escuela.

Debemos respetar el comportamiento, ritualizándolo (no moverse de un sitio, usar un babero concreto,…).

· No conviene forzar la adaptación; es un proceso que el niño/a realiza solo.

· No engañar al niño: que asuma que su madre se va, Pero vuelve. Situarle en el tiempo: viene después de la comida.

· Procurar evitar, o tener presente, situaciones del niño/a que puedan dificultarle la adaptación (el paso de comer purés a sólido separación del chupete, salida de muelas, trastornos en el sueño)

· El educador es el punto de apoyo y de referencia del bebé proporcionándole afecto y seguridad. Su postura ha de ser tranquila y relajada.

Comprensión, por parte de los padres, de la importancia del proceso y de la necesidad de su colaboración. Conviene tener una reunión previa con ellos, para que asuman el tema y adopten una actitud positiva (no engañar al niño, responsabilizarse ante él de que son ellos quienes lo dejan en la Escuela).

7. ¿CUÁNDO SE CONSIDERA SUPERADO EL PERIODO DE ADAPTACIÓN?

1.- Cuando el niño logra separarse sin problemas de sus padres.

2.- Cuando participa en todas las actividades sin presentar problemas.

3.- Cuando logra una mayor independencia del adulto-educador.

4.- Cuando ofrece y acepta una comunicación afectiva.

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