Tema 20A – El desarrollo del lenguaje: La adquisición de los lenguajes en la infancia. El proceso de comunicación y elementos que intervienen. La evolución de la comprensión y la expresión. Fases y niveles de la expresión verbal. Concepto de expresión gestual, plástica, musical.

Tema 20A – El desarrollo del lenguaje: La adquisición de los lenguajes en la infancia. El proceso de comunicación y elementos que intervienen. La evolución de la comprensión y la expresión. Fases y niveles de la expresión verbal. Concepto de expresión gestual, plástica, musical.

1. COMUNICACIÓN Y LENGUAJE. FINALIDADES COMUNICATIVAS.

Una de las bases en que se sustenta toda sociedad es la comunicación ; es decir, el proceso por el que se transmite una información : la alarma de un vehículo, un perro que ladra, el bebé que llora, el timbre de la puerta que suena, el discurso de un orador, etc.

Éstos son unos de tantos actos de comunicación que se desarrollan cotidianamente y que, a menudo, pasan desapercibidos para nosotros. Sin embargo, resultan indispensables en cualquier sociedad, ya que su objetivo es establecer un contacto que permita la relación entre individuos (objetos, animales, personas, etc.)

Pero no siempre que nos comunicamos pretendemos transmitir una información, otras veces lo hacemos buscando otras finalidades. He aquí las principales finalidades que puede perseguir un acto de comunicación:

· Transmisión de información. Las personas requieren del intercambio de pensamientos, ideas u opiniones para dar respuesta a sus necesidades afectivas, intelectuales o prácticas.

· Intento de influir en los otros. Existen actos comunicativos (llamadas al interlocutor, ruegos, peticiones, mandatos, prohibiciones…) con los que se intenta modificar la conducta o la actitud del otro.

· Manifestación de los propios estados o pensamientos. En otros casos, las personas se expresan para transmitir sentimientos, estados o reflexiones.

· Realización de actos. Ciertos actos comunicativos se llevan a cabo en el momento en que se emite el enunciado.

2. EL PROCESO COMUNICATIVO. ELEMENTOS QUE INTERVIENE EN LA COMUNICACIÓN

Un acto comunicativo es un proceso mediante el cual se produce una transmisión de información. En todo acto comunicativo intervienen necesariamente una serie de elementos, llamados también factores o elementos de la comunicación.

El proceso que pone en marcha cualquier acto de comunicación se inicia cuando un emisor transmite un mensaje a un receptor con el que se comparte un código. La transmisión se realiza a través de un soporte físico o canal y remite a una realidad extralingüística, el referente.

El Mensaje es la información elaborada que se transmite de un punto a otro. A veces se confunde el concepto de mensaje con el de información propiamente dicha y con el de referente, por lo que conviene precisarlos.

El emisor es quien elabora y transmite el mensaje. En la comunicación humana, el emisor, que puede ser un individuo, un grupo de personas o una institución, se caracteriza por tener una determinada intención comunicativa.

Para que exista comunicación, el mensaje tiene que ser captado por un receptor, que recibe, descodifica e interpreta el mensaje. La persona que está durmiendo y que escucha el sonido del despertador, el empresario al que van dirigidas las reivindicaciones salariales de los manifestantes o el lector de un cartel publicitario en el que se anuncia una marca de refrescos son ejemplos de receptores o destinatarios de mensajes. Al igual que ocurría con el emisor, también se pueden encontrar receptores virtuales en el proceso de comunicación.

Emisor y receptor se ponen en contacto a través del canal: se trata del soporte físico del mensaje, que incluye tanto el medio a través del cual circula el mensaje, que incluye tanto el medio a través del cual circula el mensaje desde el emisor al receptor como los sentidos mediante los que se lleva a cabo la emisión y la recepción. Así, decimos que, en la publicidad, el canal es la televisión, la prensa, la radio, las vallas… y, por otro lado, decimos también que se trata de un canal visual (prensa, vallas), auditivo (radio) o audiovisual (televisión). Hay canales naturales, como el órgano de fonación hasta que son oídas, y hay canales artificiales, como un libro, un cable, una pintura.

Para que la comunicación se produzca, es necesario que el emisor y el receptor utilicen un mismo código. El código es un conjunto de signos – relacionados entre sí- y de reglas para combinarlos. Mediante el código el emisor transforma la información en un determinado mensaje (es decir, codifica o cifra la información). El receptor, como hemos visto, realiza la operación inversa: descodifica o descifra el mensaje utilizando, por supuesto el mismo código.

Los códigos, entendidos como sistemas de signos, pueden ser muy simples (en el circo romano, para salvar o condenar a quienes combatían en la arena, se utilizaba un código muy sencillo, compuesto sólo por dos signos: la mano cerrada con el pulgar hacia arriba o hacia abajo), o muy complejos (las lenguas naturales, por ejemplo). Otros códigos diferentes son, por ejemplo, el de la circulación, el código Morse, el método Braille de escritura-lectura para ciegos…

3. EL DESARROLLO DE LA COMUNICACIÓN

El desarrollo humano se caracteriza por ser especialmente social y cultural. Desde el nacimiento vivimos rodeados por los demás e incluso nuestra naturaleza biológica está adaptada al entorno social. El desarrollo psicológico es también fruto del desarrollo social, pues, en el grupo, los individuos aprenderán hábitos, formas de expresión, etcétera.

Al adulto le corresponde transmitir al niño la herencia sociocultural sin la cual ese desarrollo psíquico no sería posible. Por ello, la relación adulto-niño tiene una especial importancia. Y en esta relación el lenguaje jugará un papel privilegiado.

Aprender a hablar se convierte en el primer gran logro cultural del niño. Así pues, el lenguaje tendrá las siguientes funciones:

  1. Primero, ser un excelente instrumento de comunicación.
  2. Segundo, insertara niño en un entorno cultural.
  3. Tercero, ser un regulador de los procesos mentales. Esto significa que el lenguaje ofrece el molde cultural para el pensamiento y que una vez que el lenguaje se pone al servicio del pensamiento empieza a imponerle sus reglas.

De estas funciones del lenguaje, de las edades en que se producen los distintos hitos en el proceso de aprender a hablar, así como de la explicación que se ha dado a este pro­ceso, trata el tema.

4. EL LENGUAJE EN LA INFANCIA

Modelos explicativos

Durante mucho tiempo, lo único que interesó con respecto al lenguaje era establecer las edades en las que los niños aprenden a hablar. Sin embargo, a finales del siglo pasado, un grupo de investigadores orientaron sus estudios hacia la búsqueda de la explicación de este proceso, aunque pronto fueron olvidados. Y no fue hasta el inicio de los años setenta, que de la mano de Chomsky se volvió a recuperar esta tradición.

Chomsky afirma que la capacidad para hablar de los humanos está genéticamente determinada. Es decir, cree que existen unos universales lingüísticos que forman parte del código genético, de forma que niños y niñas aprenden a hablar de la misma forma que a los pájaros les crecen alas. Sus aportaciones se ciñen al aspecto sintáctico de la lengua.

Pero el punto de vista sintáctico fue completado con la introducción de la semántica. De hecho existen producciones de una lengua que sintácticamente son correctas, pero nunca se emplean por el hablante.

Piaget fue el defensor de esta postura, situando la aparición de esta capacidad en la adquisición de la función simbólica. Desde esta perspectiva, Piaget defiende que lo que diferencia a hombres y animales no es la capacidad lingüística sino la cognitiva. Junto a estos planteamientos, se abrieron paso otros puntos de vista. Hacia los años setenta aparece una corriente que pone el énfasis en los aspectos comunicativos del lenguaje. Desde este punto de vista, aprender a hablar no implica sólo conocer las reglas fonológicas, semánticas y sintácticas, sino también saber cómo utilizarlas.

Variables que intervienen en el proceso de adquisición del lenguaje

– Maduración neurofisiológica.

– Maduración psíquica.

– Contexto sociocultural.

La adquisición del lenguaje implica un adecuado funcionamiento de los mecanismos neurofisiológicos, psíquicos y socioculturales interrelacionados.

A nivel neurofisiológico se necesita una maduración del sistema nervioso central del cerebro, del aparato fonatorio, y contracciones musculares implicadas en la producción de sonidos.

A nivel psíquico, es necesario la aparición de la función simbólica (estructura cog­nitiva). Solamente es posible el lenguaje cuando existe una estructura simbólica de naturaleza anterior.

* Aparición de la función simbólica:

– Imitación como modelo.

– Imitación diferida.

– Juego simbólico.

– Dibujo.

– Representación mental.

– Evocación verbal.

Además, dentro del nivel psíquico hemos de tener en cuenta la importancia que tiene la relación afectiva en la adquisición del lenguaje.

A nivel sociocultural, es fundamental la estimulación verbal que recibe el niño en su ambiente natural (esta dependerá de la relación afectiva y de la calidad de las interacciones verbales, expansiones o feed-back correctivos).

Mecanismos para la adquisición del lenguaje

Imitación. La primera condición para aprender a hablar es tener un modelo que imitar. Aunque la imitación se aplica totalmente a este complejo desarrollo, pues­to que el niño reconstruye desde la imitación una nueva organización de lo ad­quirido. Crea nuevas formas de expresión utilizando en ellas una lógica propia (empleo de formas regulares en verbos irregulares).

Por lo tanto, el proceso de construcción de estructuras lingüísticas se da a través de estos mecanismos.

Observación. Es un elemento esencialmente motivador y es el contexto significa­tivo para la adquisición del lenguaje.

En Educación Infantil, la observación de la realidad es el punto de partida para la comunicación, y, recíprocamente, el lenguaje es el instrumento por el que se canaliza la atención, curiosidad, juicio y experiencias del niño.

Para hablar, la observación irá dirigida a:

– Reconocer un objeto, denominarlo, incluirlo en una clase semántica, utilizar­lo en distintas frases.

– Fijar la atención en un acontecimiento escolar o familiar y sacarle múltiples posibilidades comprensivas y expresivas.

– Interpretar un dibujo. Sacar partido a una lectura o narración de cuentos.

Estos procesos observacionales son muy importantes para la explicación de pala­bras genéricas y abstractas, que resultan muy difíciles fuera de un contexto. Igual ocurre con la producción de palabras auxiliares como adverbios, proposiciones, etcétera.

Acción. Juega un papel decisivo en la adquisición comprensiva y expresiva del lenguaje. Con éste, el niño clasifica, analiza, establece relaciones, agrupa…

El niño debe operar activamente de forma concreta e intuitiva con el lenguaje. Así, pasará de un conocimiento y utilización práctico-concretos a una capacita­ción mental y posteriormente al uso de la palabra y de la frase, de forma totalmen­te libre de sus acciones.

Juego. La importancia del juego es esencial. Bruner (1986) estudió la relación entre determinados juegos y la adquisición del lenguaje.

Bruner dice que el interés de estos juegos radica en que las relaciones sociales que en ellos se implican estarán en consonancia con los usos del lenguaje en el discurso, así, su dominio comporta el dominio de aspectos cruciales del diálogo.

5. EL DESARROLLO DEL LENGUAJE INFANTIL.

LOS INICIOS DE LA COMUNICACIÓN

El recién nacido no es un libro en blanco, es un ser activo que busca incesantemente estí­mulos y organiza progresivamente la información recibida. Su repertorio conductual es nota­ble, mostrando conductas específicas relacionadas con el lenguaje humano, e incluso reac­ciona específicamente a configuraciones de estímulos semejantes a la cara humana.

Los adultos tienden, en general, a “adecuar” sus conductas a las que observan en sus bebés, estableciendo una especie de “toma y daca” (ahora actúo yo; ahora actúas tu) que recibe el nombre de “PROTOCONVERSACIÓN”.

Los psicólogos evolutivos han caracterizado los intercambios adulto-niño, en estos primeros meses de vida, con distintos nombres, enfatizando la existencia de una “coordina­ción mutua” entre el bebé y sus cuidadores. El nombre que ha tenido más fortuna ha sido el de ínter subjetividad Primaria entre el niño y el adulto.

En este período, es el adulto el que controla y dirige estos intercambios iniciales, adecuando sus conductas a las del niño, buscando que las conductas infantiles sean algo más que simples respuestas biológicas y que, pasen a ser controladas por el propio bebé, de forma que las pueda emplear como “reguladoras” de conducta en relación con los demás.

La comunicación prelingüística

Durante los 3 primeros meses de vida, no hay habilidad comparable a la comunicación. En las rutinas ligadas a las necesidades biológicas del neonato, el bebé y el adulto compar­ten unos primitivos significados que permiten regular conjuntamente algunos de sus comportamientos.

Hacia los 4 meses, el niño empieza a diversificar su interés entre el mundo de los adultos y el mundo de los objetos. Ello comporta una modificación de la conducta de los adultos. El dúo adulto-niño debe transformarse en un triángulo, de modo que los objetos formen parte de las actividades sociales (juegos) entre ambos.

Entre los 4 – 6 meses, la pareja adulto-niño comienza a diversificar sus juegos. Éstos dejan de estar centrados en sus propios cuerpos y el foco de atención se dirige hacia temas externos.

BRUNER (1986), estudia la relación entre estos juegos y la adquisición del lenguaje. Emplea el nombre de “formato” para describir estas interacciones triangulares. Distingue entre:

  1. Formatos de acción conjunta: situaciones en las que el adulto y el niño actúan conjuntamente sobre el objeto.
  2. Formatos de atención conjunta: situaciones en las que el adulto y el niño atienden conjuntamente un objeto.
  3. Formatos mixtos: tienen las características de atención y acción conjunta.

En los tres tipos de formato, el adulto y el niño se implican conjuntamente en la elaboración de procedimientos arbitrarios y convencionales para asegurar el transcurso de la interacción. Bruner considera que el interés de estos juegos reside en que las relaciones sociales en ellos implicadas están en consonancia con los usos del lenguaje en el discurso y, por tanto, su dominio comporta también el dominio de aspectos cruciales del diálogo, en concreto tres: Según Bruner (1978), durante el primer año de vida, el niño “preverbal” adquiere 3 tipos de conocimiento que utiliza, cuando empieza a hablar y que establecen la base para la adqui­sición de las oraciones:

– Aprende hechos específicos sobre el mundo

– Aprende los papeles o roles que desempeñan las diferentes cosas del mundo

– Puede comunicarse a través de gestos

La comunicación entre el niño y las personas que le rodean, comienza mucho antes de que éste sea capaz de utilizar el lenguaje; siendo los primeros intercambios comunicativos principalmente de gestos. Bruner considera que son las “habilidades comunicativas” que el niño desarrolla, durante esta edad preverbal, las que facilitan la adquisición del lenguaje posterior.

Trevarten (1986) afirma que, en esta etapa, el niño pasa de la intersubjetividad primaria a la intersubjetividad secundaria, integrando el mundo de las personas y el mundo de los obje­tos en una actividad única. Así, el niño comienza a solicitar la intervención del adulto como apoyo a su propia actividad con el mundo físico, de esta forma, que el adulto organice socialmente sus acciones sobre la realidad.

Entre los 6-12 meses, aparecen “gestos” culturalmente determinados, así como gestos idiosincrásicos, cuyo significado sólo es relevante para la pareja adulto-niño. Se produce también una diversifícación muy importante en las expresiones faciales, permitiéndose, así la expresión de una buena cantidad de emociones, sentimientos…

Igualmente las miradas se convierten en uno de los procedimientos más importantes en manos del niño para regular sus intercambios. También aparecen numerosas vocalizaciones que se sitúan en puntos relevantes de la interacción.

El periodo prelingüístico como proceso

El periodo prelingüístico consiste principalmente en el desarrollo de los sonidos que van a componer el lenguaje, así como el de pautas de comunicación gestuales y vocales que constituyen las funciones con las cuales se utilizarán las primeras palabras.

El desarrollo de los sonidos pasa por distintos momentos durante esta etapa.

1. Llanto al nacer (considerado como una respuesta refleja al dolor de respirar por sí mismo). Durante varias semanas llora como respuesta al malestar. Es un llanto indiferenciado (mismo ritmo de llanto para hambre, dolor…).

2. Hacia los dos meses emite dos clases de sonidos: el susurro y el llanto diferen­ciado (es en este momento cuando la madre sabe si el niño llora porque tiene hambre, está mojado o le duele algo). Wolf, en un estudio sobre el llanto, distinguió tres modelos:

  • El modelo básico (vinculado, entre otros factores, al hambre). Comienza rít­micamente y con poca intensidad y gradualmente se va haciendo más fuerte y más rítmico.
  • Llanto rabioso (misma secuencia temporal que el modelo básico). Llanto-descan-so-inspiración-descanso; pero con diferente duración de las diversas fases.
  • Llanto de dolor. Comienza repentinamente fuerte desde el principio y consiste en un gemido largo seguido de un largo silencio y de una serie de jadeos cortos.

– Wolf descubrió que las madres podían distinguir entre ellos con bastante facilidad y reaccionar adecuadamente.

3. De 3 a 6 meses. Balbuceos (universales lingüísticos = sonidos de todas las len­guas). Esta etapa es considerada por la psicología conductista como un estadio crucial para el posterior desarrollo del lenguaje, ya que, a partir de aquí, se pueden reforzar determinados sonidos en consonancia con la lengua materna y extinguir otros.

4. De 8 a 9 meses. Ecolalia (imitación del habla). Aparecen las primeras vocales claramente pronunciadas /a/ y /e/.

Durante su primer año de vida los niños no sólo desarrollan el material sonoro -los movimientos articulatorios- que necesitan para adquirir el lenguaje, sino también algunas de las funciones comunicativas. En este sentido son interesantes los juegos con el adulto que aparecen hacia los seis meses, y que Bruner puso en relación con la adquisición del lenguaje (formato). Igualmente en los últimos meses del primer año aparecen conductas comunicativas intencionales al coordinar esquemas de objetos y esquemas de personas que antes permanecían separados. De esta forma al final del primer año de vida, los niños son capaces de comunicarse con los adultos mediante gestos y vocalizaciones no lingüísticas -como gimoteos o risas- en diversas situaciones. Por ejemplo son capaces de pedir objetos señalándolos con el dedo; son capaces de pedir que los cojan en brazos levantando los brazos hacia una persona; o mostrar sucesos que les llaman la atención.

Todo esto significa que cuando los niños producen sus primeras palabras, poseen un rico repertorio de actos comunicativos y una larga historia de ejercitación en la pronuncia­ción de los sonidos del lenguaje (López Crespo J.C.1995).

Etapa de las palabras aisladas

El momento de emisión de las primeras palabras suele variar enormemente, aunque suele ocurrir entre los doce y los dieciocho meses. Estas palabras se van a emitir en el con­texto de gestos y rutinas interactivas establecidas en el periodo prelingüístico. Por ejemplo, el niño puede extender la mano para pedir agua, y en lugar de emitir sólo el sonido, acom­paña el gesto con la palabra “agua”.

Bruner ha señalado la importancia que tiene la comunicación preverbal sobre la adquisición del lenguaje, sistema de gran complejidad que resulta más asequible gracias a los con­textos comunicativos que se comportan a modo de “taburete” para encaramarse al lenguaje.

Estas primeras palabras que suelen corresponder a nombres, verbos o adjetivos, nunca a preposiciones o conjunciones, se comportan para algunos autores como frases que con­tienen un mensaje más complejo que la palabra, que sólo puede deducirse del contexto en que se produce. A estas estructuras verbales Chomsky las denominó holofrases. Este autor dice que son frases totales, porque el niño conoce la estructura que permite su expresión, aunque por inmadurez biológica no puede expresar la frase entera.

Etapa de dos palabras

Aproximadamente entre los 20 y 24 meses, aunque con muchas diferencias entre unos niños y otros, los niños dejan de usar las palabras aisladas y las combinan de dos en dos.

El niño construye vocalizaciones como: “coche aquí”, “quiero pan”… Chomsky califi­có a este periodo con el nombre de Gramática Pivot, y en ella se distinguen:

  • Palabras pívot u operadores. Aparecen muy frecuentemente en las combinacio­nes. Siempre ocupan una posición fija, no pueden combinarse entre sí y no pue­den emitirse solas. Por ejemplo, si “aquí” es una palabra pívot, en posición inicial el niño siempre diría “aquí coche, aquí mamá…”; si “papá” lo es en posición final diría “coche papá, va papá…” (Vila, 1990).
  • Palabras abiertas. Aparecen con menos frecuencia en la oración y aumentan dia­riamente, incorporándose a las ya existentes.

Esta organización sintáctica era para Chomsky universal, aunque estudios posteriores han demostrado que, aunque algunos niños tienden a cumplir las reglas de la Gramática Pívot, también es cierto que las violan con bastante frecuencia.

Adquisición de las reglas de la sintaxis

Durante el tercer y cuarto año el lenguaje de los niños experimenta un crecimiento tan vertiginoso en todos sus aspectos, que resulta difícil destacar sus características aisladas.

Su vocabulario aumenta de forma espectacular, las frases serán mas largas y complejas.

En este momento evolutivo los niños empiezan a dominar distintos aspectos de la gra­mática. De esta forma en sus oraciones empiezan a incluir partículas gramaticales, como son las preposiciones. Igualmente, empiezan a hacer su aparición las flexiones, tanto de verbos como de sustantivos o de adjetivos; es decir, utilizan las terminaciones que marcan género y número de sustantivos y adjetivos, y el número, persona y tiempo de los verbos. También hacen su aparición los artículos.

Una de las consecuencias de esta sistematicidad gramatical es el fenómeno de las sobregeneralizaciones o sobrerregulaciones. De esta forma los niños cometen errores que antes no cometían.

Por ejemplo, si en etapas anteriores pronunciaron correctamente vino o hizo, empiezan a construir ahora las versiones irregulares de estos verbos, empleando las formas “vinio” e “hicio”. Esto, que puede parecer un paso atrás en el desarrollo, se in­terpreta como un indicio de que el niño ha penetrado con éxito en la parte más difícil del lenguaje: las reglas sintácticas.

Para algunos autores, mientras que las producciones lingüísticas de etapas anteriores podrían explicarse como basadas fundamentalmente en la elaboración de relaciones se­mánticas entre las palabras, en periodos posteriores las combinaciones pasan a manos de las reglas sintácticas

6. PROBLEMAS MÁS FRECUENTES EN EL LENGUAJE INFANTIL

Podemos señalar como alteraciones más frecuentes en el lenguaje oral las disfonías infantiles, el mutismo, dislalias y retraso en el desarrollo del lenguaje. A continuación nos referimos a el las.

Disfonías infantiles.

Se manifiesta en alteraciones de la intensidad, el tono o el timbre de la voz debido a un trastorno orgánico o a un uso deficiente la misma. Son frecuentes la voz demasiado débil, los excesivos gritos y tener el tono demasiado elevado. La rinolalia abierta (exceso de resonancia nasal) es fácil de detectar por su sonido gangoso.

Dislalias evolutivas y funcionales.

Consisten en la deformación de los fonemas, reemplazándolos o suprimiéndolos según se encuentre deformado su punto de articulación. Son las más frecuentes y conocidas de todas las alteraciones del lenguaje.

  • Dislalia evolutiva o fisiológica. Estas alteraciones aparecen en los niños antes de los cuatro años, y no son reconocidas como dislalias por la mayoría de los autores, aunque los que así las consideran las denominan dislalias fisiológi­cas. Suelen desaparecer con el tiempo.
  • Dislalia funcional. Está producida por un funcionamiento incorrecto de los órganos articulatorios sin que exista etiología orgánica. Entre las causas es­tán un insuficiente control psicomotriz, factores familiares, ambientales, defi­ciencia intelectual, dificultades en la discriminación auditiva.

Retraso en el desarrollo del lenguaje.

Con este término se alude a aquellos retardos en la aparición y desarrollo del lenguaje sin que existan déficits intelectuales, motrices o sensoriales. Algunas ca­racterísticas son la aparición de las primeras palabras después de los dos años, escaso vocabulario, desinterés comunicativo. Las causas pueden ser sobreprotección, abandono, falta de estimulación o factores hereditarios.

Mutismo.

Consiste en la desaparición total del lenguaje de forma repentina o de forma pro­gresiva. Entre las causas están un choque afectivo o por enfermedad de la laringe durante un tiempo. El mutismo electivo o selectivo se refiere a que el sujeto habla ante ciertas personas o en determinadas ocasiones.

Tartamudez fisiológica.

Los síntomas son los propios de la tartamudez, suele aparecer hacia los tres años. Esta sintomatología no debe inquietarnos pues suele desaparecer y hasta se consi­dera normal.

Además de estas alteraciones comunes existen otras de menor incidencia pero muy importantes, y entre ellas señalamos:

Trastornos producidos por deficiencia de audición.

Dependen de la gravedad de la hipoacusia (sordera). Afectan fundamentalmente a las consonantes de menos precisión (/I/, /g/); a las que se señalan por el simple control audio-motor (/k/,/g/); y a las más semejantes en la escala de sonidos.

Trastornos por lesiones cerebrales.

  • Disartria. Alteración de la articulación de las palabras. La palabra resulta confusa, estando especialmente afectados los fonemas labiales y dentales.
  • Dislalias. Retraso del habla. Lenguaje infantil. Tartamudez asociada a un bajo coeficiente intelectual o falta de madurez.
  • Afasias. No aparición del habla o pérdida de la misma.

Retraso en la evolución del lenguaje.

  • Disfasias. Niños que no adquieren el lenguaje a pesar de no existir ninguna causa de inteligencia o audición que justifiquen dicha anormalidad.
  • Audiomutismo dispráxico. El lenguaje se altera profundamente. La articula­ción es imprecisa, las palabras salen deformadas, el vocabulario es pobre, el discurso agramático. La comprensión es normal y el coeficiente intelectual, por debajo de la edad real. La estructura espacial y el ritmo, alterados. La audición normal.

Tartamudez.

Es un trastorno del habla que se caracteriza por repeticiones o bloqueos, rompien­do el ritmo y la melodía del discurso.

Podemos distinguir dos tipos de tartamudez.

  • Clónica. Consiste en la repetición de fonemas, frecuentemente el primero.
  • Tónica. Consiste en detenerse en la emisión.

Trastornos del lenguaje en niños psicóticos.

  • Formas autísticas.
  • Retraso por causas psíquicas.
  • Retraso por alteración de la primera relación.
  • Trastornos por regresión posterior al establecimiento de las primeras rela­ciones.

7. EL TRABAJO EDUCATIVO EN LAS ETAPAS DEL DESARROLLO DEL LENGUAJE

Etapa prelingüística (antes de la aparición de las primeras palabras)

Para el desarrollo de las capacidades comunicativas iniciales es necesario to­mar conciencia del papel activo de los adultos, como modeladores de la con­ducta de los niños.

Podemos estimularles visualmente, que nos vean, sigan y observen es ya de por sí, una conducta que estimula su sentido visual y que provoca diferentes movimientos (manos) y respuestas gestuales faciales como la sonrisa. Podemos añadir el uso de objetos o juguetes con los que llamar su atención mediante movimiento. Los colores son otra gran fuente perceptiva; es destacable el uso de contraste entre blanco, rojo y azul. Finalmente, y en relación directa con el habla, los movimientos faciales y especialmente los que realizamos con la boca, son un preámbulo para la posterior imitación de movimientos práxicos.

Por supuesto, estimularles auditivamente. Unido al anterior sentido, la audi­ción está preparada para captar de forma especial los sonidos del lenguaje. Si bien es cierto que el bebé está rodeado de otros sonidos que cada vez le son más familiares y contextúales. La percepción de sonido les permite buscar el ob­jeto de origen, de este modo mueven la cabeza hacia la fuente de sonido.

La discriminación sonora es fundamental para la adquisición del lenguaje oral, per­cibir la voz de la madre, padre, hermanos, etc., y distinguirlas de las no familia­res, permitirá emitir posteriormente sonido de aproximación hacia su lengua. La comunicación paralingüística (tono, timbre, intensidad, etc.) se convierte en un aliado para la comprensión, siendo capaces desde los primeros meses, de di­ferenciar estados afectivos por el tono de la madre o el padre.

Con el tacto podremos incentivar los reflejos de succión, las sensaciones cinestésicas, las caricias. Todas estas interacciones provocan respuestas que en principio se consideran involuntarias, pero que posteriormente se tornarán vo­luntarias.

El desarrollo motor y, más concretamente, todas las posturas corporales, permiten que el bebé reconozca la realidad que le rodea. Las estimulaciones motrices provocan una mejora general de su tono muscular y favorecen los cambios posturales. Los cambios tonales que se consiguen a través de los movi­mientos corporales favorecen el aprendizaje.

Manejar la coordinación ojo-mano-boca se puede trabajar poniendo diversos objetos a su alcance para que pueda cogerlos, siguiendo el movimiento de un objeto para cogerlo, colocando objetos cotidianos a distintas distancias y alturas para que los coja, provocando la coordinación y cambios posturales. La coordi­nación es fundamental para la imitación, a través de la cual el niño puede copiar posturas del adulto y, en etapas posteriores, imitar las praxias bucofonadoras.

Etapa lingüística (desde los 18 meses a los 3 años)

En esta segunda fase el niño ya es capaz de emitir varias palabras, frases de dos palabras, comprende una cantidad enorme de emisiones por parte de los adultos y continúa su desarrollo lingüístico de forma imparable.

El objetivo fundamental es desarrollar y fomentar la comprensión y específi­camente la producción del lenguaje oral, es decir, escuchar y hablar de forma cada vez más precisa y completa. La estimulación del lenguaje oral como base para la adquisición del lenguaje escrito se fundamentará en la tercera fase.

Existen varias técnicas y recursos para potenciar explícitamente el lenguaje oral tanto en comprensión como en producción. Desde narraciones, descrip­ciones, diálogos, pasando por la pronunciación, el ritmo, la articulación de con­sonantes, etc., sin olvidar todos los elementos no verbales que les acompañan.

Las normas que rigen los intercambios comunicativos y lingüísticos deben ser instauradas desde el principio. Los niños tienen que respetar los turnos de palabra, saber escuchar, mantener la atención, no gritar y en definitiva, expre­sarse con el mayor rigor y claridad.

• Desarrollo de la comprensión oral

La comprensión siempre precede a la producción. Es importante en un primer momento potenciar las habilidades relacionadas con la compresión, ya que será el fundamento de la correcta expresión. Además es más fácil escuchar y enten­der a los demás que expresarse de forma oral y con corrección.

Ayudar a los niños en este proceso implica hablarles en todos los momentos cotidianos, cuando mayor afecto o enfado demuestran, y explicarles el mundo que tienen alrededor, cómo son las cosas y cómo se llaman. Si caemos en el error de promulgar un tipo de lenguaje con gritos, palabras descontextualizas, etc., no tendrán modelos de lenguaje oral correctos.

• Desarrollo de la expresión oral

Expresarse correctamente supone poner en práctica las dimensiones del len­guaje: contenido (semántica), forma (fonología, morfología y sintaxis) y uso (pragmática). Los niños deben ir superando cada uno de estos niveles, aplican­do una complejidad creciente a sus emisiones.

Todas y cada una de las técnicas específicas a continuación tendrán lugar en ambos procesos. Comprensión y producción.

Narración de relatos reales y ficción. Iniciando esta actividad con un diálo­go inicial donde se ponga en antecedente a los niños, pasamos a la narra­ción con apoyo en las imágenes. Hemos de cuidar la entonación, la pro­nunciación, y guardar una secuencia temporal lógica. Especial interés merece en este apartado la narración de cuentos.

Un cuento por lo que necesitamos, puede ser relatado de diversas for­mas según la intención educativa; cuidar aspectos formales de la articu­lación y entonación y hacer partícipes a los alumnos, incurriendo a cuentos inacabados. Primero se motiva a los niños mediante el lengua­je oral, se introduce el contexto y los personajes. Los niños deben aprender a escuchar el cuento para después recordar el nombre de los personajes, caracterizarlos, describirlos, denominar los lugares por los que sucede la historia, identificar la presentación, el nudo y el de­senlace, recordar el vocabulario, etc. La presentación puede ser muy variada desde la lectura narrativa del profesor, al visionado por vídeo, ordenador, juegos de cuentos interactivos, la dramatización, etc.

Descripciones. Tiene como objeto representar algo con palabras, inten­tando conseguir que lo expresado y lo que representa tengan la máxima coincidencia. Partiendo de los elementos comunes al contexto y entorno de los niños, comenzamos modelando descripciones de objetos, anima­les, personas y acciones. En principio y a modo de lluvia de ideas, recoge­mos las propuestas de todo el grupo para ir paulatinamente explicándolas de forma más individual. Es importante marcar pautas descriptivas que ayuden a los niños a emitir de forma ordenada la secuencia de datos des­criptivos. Debemos reforzar los procesos de atención, concentración y es­cucha, ya que esto le permitirá obtener un mayor número de datos. Dos ámbitos pueden trabajarse en la descripción. En primer lugar el ámbito fí­sico de descripción y en segundo lugar las emociones, características per­sonales, etc. La descripción de sucesos o eventos tiene una dificultad ma­yor que la de objetos y personas. Para este segundo caso debemos fijarnos en los aspectos espaciotemporales de la acción a describir.

Juegos. Miméticos con agudeza visual y discriminación auditiva. Grabar sonidos e identificarlos. Juegos tonales con variación de intensidad y volu­men. Juegos de enlazar palabras, de asociación con rimas, etc.

Lenguaje dirigido. Aplicando una mayor didáctica por parte del educador se pretende instaurar un lenguaje cada vez más completo y correcto.

Lectura en imágenes. Mediante una lámina muy completa se establecen diferentes actividades de denominación, construcción de frases, descrip­ciones, etc.

Historietas. Varias imágenes recortadas que en inicio formaban una histo­rieta, están desordenadas. Los alumnos las ordenan y posteriormente co­mentan la historia secuenciando cada acontecimiento correspondiente.

Palabras y frases de usó cotidiano. Los niños en esta etapa están acostum­brados a oír una serie de palabras y expresiones denominadas rituales. La consolidación de frases como: Buenos días, Buenas Noches, Hasta maña­na, Quiero Agua, ¡Hola!, etc., es un primer nivel de aprendizaje.

Juegos de memoria. En estos juegos podemos utilizar el carácter lúdico para discriminar auditivamente o para ejercitar la motricidad bucofacial.

Diálogos y establecimiento de debates. Basándonos en las normas que ri­gen la comunicación mediante el lenguaje oral (turnos de intervención saber escuchar, responder contextualizadamente…), establecemos peque­ños diálogos grupales donde todos los niños deben participar.

Y además, estos espacios de tiempo donde los alumnos interactúan entre ellos, comunicando experiencias, juegos, la vida en el barrio, la historia de sus familias, anécdotas, cumpleaños, etc., permiten desarrollar las compe­tencias comunicativas y permiten disminuir la distancia entre la realidad del colegio y sus propias realidades. Las conversaciones interpares favore­cen el descubrimiento de las diversas funciones del lenguaje y de las múl­tiples posibilidades que ofrecen, de acuerdo a las situaciones donde se desarrollan. El niño puede expresarse con libertad y desarrollan el ámbito social de la personalidad.

A partir de estas situaciones adquieren un dominio progresivo del uso de las formas lingüísticas comunicativas más elaboradas y son capaces, inclu­so, de adoptar registros del habla adaptados a cada situación conversacio­nal.

Condemarín, M.; Galdames, V y Medina, A. (1996) proponían los siguien­tes recursos para trabajar los diálogos y las conversaciones:

— Lluvia de ideas.

— Conversaciones después de… (una película, una excursión…).

— ¿Cómo te sientes hoy?

— Lo que más me gusta de ti es…

— Yo me pongo alegre cuando…

— Mi sueño…

Dramatización. Existe un tipo de dramatización que puede ser utilizada como recurso didáctico en Infantil y que potencia la expresión libre del niño donde la faceta lingüística es puesta en práctica. El hecho de poder hablar a través de otro (marioneta, cuento…) puede representar para los niños, no sólo la posibilidad de manifestar su expresión lingüística, sino también la de sentimientos, cuando representan el papel. En muchos ca­sos los niños inhibidos se atreven a expresarse con más libertad al asumir un papel. Se trabajan los distintos tonos de voz: interrogativo, exclamati­vo, imperativo, rogativo…

La dramatización puede hacer uso de textos, viñetas, secuencias, fotogra­fías…, donde los personajes van cobrando vida según transcurre la se­cuencia de la acción.

Recitado (imitación directa). Con este término hacemos referencia a los pequeños juegos verbales, canciones, refranes, poesías, que recitamos a los niños y que posteriormente ellos memorizan e imitan con su lenguaje.

Esta aplicación del lenguaje oral tiene la ventaja de recoger palabras, fle­xiones, estructuras sintácticas que el niño aún no conoce o no emplea en su lenguaje cotidiano. La imitación directa debe conllevar un preámbulo de preparación para conseguir aprender lo que tenemos que recitar. El entrenamiento de la memoria auditiva, el sentido del ritmo y de la ento­nación se pone en práctica con estos recursos.

El aprendizaje de nuevas palabras debe surgir de la experimentación y de la propia necesidad del niño. Esto no es contrario a la propuesta de recitado, ya que resulta una forma de potenciar el lenguaje oral.

ANEXO

ADQUISICIÓN Y DESARROLLO DEL LENGUAJE

Entendemos por adquisición del lenguaje “el proceso por el cual el niño logra un dominio fluido de su lengua nativa” (Campbell y Wales, 1970).

El LENGUAJE es testimonio de la extraordinaria flexibilidad de ADAPTACIÓN así como de la NECESIDAD HUMANA DE COMUNICAR. Además el lenguaje juega un papel definitivo en la socialización y el aprendizaje. Es decir, el lenguaje que él niño aprende tiene que ser útil para afrontar las necesidades comunicati­vas del contexto y del medio ambiente que le rodea.

ETAPAS EVOLUTIVAS EN LA ADQUISICIÓN DEL LENGUAJE

Como marco general podemos establecer:

  • Vocalizaciones 0-6 meses. LLANTO-ARRULLO
  • Balbuceo 6-12 meses. FONEMAS-SÍLABAS
  • Primeras palabras 12-18 meses. BISÍLABOS
  • Inicio de la gramática 18-20 meses (50 palabras)
  • Desarrollo semántico 21-22 meses (100-200 palabras)
  • Conversación 23 meses- 3 años. (300-1.000 palabras)

A- LA ADQUISICIÓN DEL PROTOLENGUAJE

Esta es la fase previa en la adquisición del lenguaje.

Uno de los factores determinantes en la aparición y consoli­dación del lenguaje del niño es el lenguaje de los adultos; sin embargo, la adquisición no se debe a un proceso de aprendizaje meramente receptivo u observacional, sino que precisa de una capacidad en el niño que parece específica de la especie humana.

La palabra que es medio de comunicación por excelencia no es el único ni el primero que marca el inicio de las relaciones sociales: antes de que el niño empiece a hablar muestra atención por las palabras de los adultos, atiende a la entonación, a las flexiones de voz al ritmo, al “lenguaje voz”, etc.

Existe un periodo prelingüístico, preverbal, en la adquisición del lenguaje: constituido por un sistema complejo de comunicación que encuentra su fundamento en la experiencia sensorial y motora del niño.

Esta comunicación, esencialmente no verbal, se establece a partir del nacimiento y a medida que el niño crece aumenta su riqueza expresiva en gestos y contenido. Es de destacar la impor­tancia preverbal o voz, que además no desaparece con la llegada de la palabra, sino que continúa en estrecha vinculación con ella.

La interpretación del lenguaje en esta fase inicial es comple­ja. Se puede diferenciar en tres fases o pasos:

Periodo de las vocalizaciones

La fase preverbal comienza con sonidos o vocalizaciones cuyo papel en el desarrollo del lenguaje aún no está plenamente establecido.

Días después del nacimiento el niño responde con claridad al lenguaje hablado de los adultos, a la voz humana. Ello demuestra una madurez cerebral que supone respuestas diferenciales ante distintos tipos de sonidos a una edad muy temprana.

Este periodo de las VOCALIZACIONES comprende los seis primeros meses. Las vocalizaciones son sonidos generalmente asociados a situaciones biológicas de necesidad o satisfacción. La gama de sonidos es muy variada: va del llanto a los arrullos, pasando por otros sonidos menos definidos.

Ya hemos mencionado que no hay acuerdo respecto a la función que desempeñan las vocalizaciones: para unos constituyen un periodo de mera transición para el periodo siguiente; otros sostienen que las vocalizaciones tienen la finalidad de satisfaced una curiosidad exploratoria del aparato articulatorio y así el niño encuentra cierto placer.

Periodo del balbuceo

A partir de los seis meses se inicia el periodo del BALBU­CEO que se extiende hasta los doce meses aproximadamente. Los sonidos del llanto y arrullo se hacen más característicos y diferen­ciados y aparecen nuevos elementos (fonemas) vocálicos y consonánticos que se emiten a modo de sílabas.

El inicio del balbuceo parece ser una cuestión de madurez fisiológica, ya que independientemente del tiempo de exposición al lenguaje, al que haya estado sometido el niño, sucede aproxima­damente en torno a la misma edad, incluso en los niños sordos de nacimiento. No obstante, el desarrollo del balbuceo en los meses siguientes depende de que el niño pueda oírse a sí mismo y a los demás.

Todos los niños balbucean de forma semejante: los primeros sonidos consonánticos son guturales, más tarde estos tienden a desaparecer y son sustituidos por sonidos labiales y dentales. Unos y otros, en combinación con sonidos vocálicos, dan origen a las primeras secuencias de sonidos emitidos por el niño (sílabas).

Algunos autores consideran una etapa intermedia entre el balbuceo y el periodo siguiente: LAS PRIMERAS PALABRAS. Lo característico de la misma sería la coincidencia de ciertas vocaliza­ciones esporádicas emitidas por el niño con vocablos. Efectivamen­te muchos niños a esta edad (9-10 meses) emiten ciertos vocablos de fácil identificación y con una pronunciación relativamente estable; sin embargo, estos no deben considerarse todavía palabras, en sentido estricto, dado el carácter esporádico de su emisión.

Periodo de las primeras palabras

Se extiende desde los 12 a los 18 meses aproximadamente. En este periodo ya se puede hablar de un lenguaje planificado y controlado.

La PRIMERAS PALABRAS se construyen sobre núcleos silábicos repetidos varias veces, tales como “papa”, “mama”, “ta­ta”.

La articulación de sonidos es relativamente semejante a la de los adultos, pero el significado que poseen es muy vago e indeter­minado. Normalmente identifican el significado de una palabra con alguna propiedad de un objeto: su tamaño, forma, color o el sonido que produce, pasando después a utilizar la misma palabra para referirse a cuantos objetos comparten dicha propiedad.

Desde el punto de vista fonético son bastante regulares y estables: constan de una o dos sílabas y las sílabas están formadas casi siempre por la secuencia consonante-vocal.

El niño comprende y responde adecuadamente a muchas más palabras de las que produce: el vocabulario pasivo es superior al vocabulario activo.

Las primeras palabras incluyen nombres de objetos o acontecimientos en el mundo infantil: las personas de mayor importancia para el niño, sus alimentos favoritos, sus juguetes, los animales, etc…

El incremento del vocabulario, superada la fase de las primeras palabras, se efectúa a un ritmo acelerado a medida que aumenta la edad del niño. Del medio centenar de palabras presentes en el vocabulario a los 18 meses, pronto se pasa a las cien (21 meses), doscientas (22 meses), trescientas (23 meses), para situarse en el millar pasados los tres años;

El crecimiento del vocabulario continúa en el periodo de preescolar y se acentúa en los años de escolarización.

B- LA ADQUISICIÓN DE LA GRAMÁTICA

La gramática es un sistema de reglas que rige la construcción de frases a partir de las palabras.

A ningún niño se le explica de forma explícita. La gramática se aprende gradualmente como consecuencia de la escucha y exposición constante al lenguaje de los adultos. Tras numerosas investigaciones se puede concluir que el lenguaje del niño es más sencillo que el lenguaje de los adultos, aunque la sencillez presenta de ciertas normas que la caracterizan:

  • Las palabras retenidas suelen ser nombres, verbos y, menos frecuente, adjetivos.
  • Apenas hacen uso de las inflexiones, los verbos auxilia­res, los artículos, las proposiciones, las conjunciones y las terminaciones en plural.
  • Es la fase del lenguaje V: la característica principal -del lenguaje de esta fase inicial es la supresión de. las palabras superfluas.
  • Esta omisión se debe a que los nombres y verbos (palabras que utilizan) se refieren a algo concreto de lo que el niño tiene algo conocimiento o experiencia.

Entre los 18-20 meses comienzan los niños a juntar y combinar palabras. La variedad de las primeras expresiones es ciertamente limitada como lo es la experiencia del niño a esa edad: los significados de las primeras frases expresan acciones (quien hace o ejecuta una cosas, qué le sucede a algo…), relaciones de posesión (pertenencia de objetos o de cosas…), funciones de aceptación o rechazo, de designación (“más pan”, “más juego”,…), referencias de estados en que se encuentra el niño (tengo frío, tengo hambre,…).

El niño evoluciona con una rapidez asombrosa en el aprendi­zaje de la gramática: basta comparar las frases que produce a los 18 meses o 20 meses con las que construye un año más tarde. Ni unas ni otras pueden considerarse aún perfectas, pero poseen un grado de complejidad claramente distinto: por un mayor número de palabras y por un mayor grado de elaboración.

C- EL DESARROLLO SEMÁNTICO

De la estructura de las palabras y de las frases se ocupa la gramática; del significado de las frases y las palabras se ocupa, a su vez, la Semántica.

Los niños precisan de unas reglas que les digan si una palabra puede o no emplearse de un modo significativo en un contexto determinado. El sistema inicial de las primeras palabras es ambiguo: depende del grado de exposición a que haya estado expuesto el niño en relación con determinados vocablos y de los contextos asociados a su recepción y producción.

Los niños al principio o bien generalizan, o bien restringen el significado de una palabra más allá del sentido que la misma palabra tiene. Por ejemplo, son frecuentes las sobre-extensiones como denominar “papa” a cualquier adulto varón.

Además los niños no utilizan las palabras para designar los mismos objetos que designan en el lenguaje de los adultos, sino también para designar a otros que presentan relación con ellos. Por ejemplo, Clark (1973) cuenta como un niño utilizó la palabra “cua” para llamar a un pato y luego a otros animales, incluso a monedas que llevaban grabada un águila.

Posteriormente se produce un proceso de restricción semánti­ca hasta la consecución del significado preciso de cada término. Este proceso aparece unido al crecimiento del vocabulario. Concretamente en el caso del niño que utilizaba la palabra “cua” empieza a restringir ésta a animales con alas; luego, aprende a decir “mosca” y nombra así a todos los insectos. Es decir, va restringiendo según va adquiriendo más vocabulario con significa­dos más precisos.

D- DESARROLLO DE LA PRAGMÁTICA

La Pragmática se refiere a cómo los hablantes adquieren el lenguaje usándolo en interacción con otros en contextos comunicati­vos.

Podemos señalar cuatro estadios en el desarrollo de la pragmática del lenguaje infantil:

1. Estadio prelingüístico

Bruner afirma que la implicación del niño con la madre en acciones, juegos de atención conjunta,… proporciona el marco de desarrollo de una estructura conceptual que virtualmente le dirige hacia el lenguaje, hacia el lenguaje

Las intenciones comunicativas primeras de los niños ‘son:

  • Proto-imperativas: dirigidas al adulto para que haga o proporcione algo al niño
  • Proto-afirmativas: dirigidas a que el adulto atienda a algún objeto o suceso.

Los actos ilocativos primeros tienen forma de comunicación no verbal, incluyendo vocalizaciones que no son todavía habla: dar, señalar, mostrar y otros gestos.

2. Estadio de las primeras emisiones de una palabra

Este estadio se sitúa entre los 10-12 meses y los 22-24 meses. En estudio realizado con niños castellanos se puso de manifiesto que en este estadio las producciones lingüísticas son en su mayoría actos primitivos de conversación con expresión rudimentaria de referencia y una fuerza ilocativa intencional.

3. Estadio de las primeras expresiones de más de una palabra

Se extiende desde los 22-24 meses hasta los tres años de edad. Se caracteriza porque la mayor parte de las emisiones que los niños producen contienen más de una palabra, aunque al principio no expresan significados estructurales combinatorios.

4.- Estadio conversacional en la Escuela Infantil

Hacia los tres años los “actos conversacionales” de los niños son más complejos: su estructura es telegráfica e incluye la mayoría de las palabras “función” (artículos, conjunciones, preposiciones,…) y morfemas gramaticales (inflexiones de verbos, tiempo pasado,…) en el lenguaje.