Tema 23A – Enfermedades infantiles: La enfermedad. Concepto, agentes y vías. El contagio. Enfermedades más comunes en la infancia. La prevención. El niño/a enfermo/a en el centro de E.I.

Tema 23A – Enfermedades infantiles: La enfermedad. Concepto, agentes y vías. El contagio. Enfermedades más comunes en la infancia. La prevención. El niño/a enfermo/a en el centro de E.I.

1. LA EDUCACIÓN PARA LA SALUD EN LA ETAPA INFANTIL.

La inclusión de contenidos de Educación para la Salud en la etapa infantil se jus­tifica plenamente atendiendo al significado sociológico actual de tres términos: salud, educación e infancia.

La Organización Mundial de la Salud define la salud como un estado de bie­nestar físico, psíquico y social y no sólo como la ausencia de enfermedad. Este concepto representa un importante avance en la forma de entender la salud, por dos motivos: en primer lugar, porque el concepto de salud propuesto ya no es algo relacionado en exclusiva, con la dimensión física y/o biológica del ser humano, sino que surge de un modelo interaccionista, en el cual la postura que adopta cada persona respecto al medio en que se desenvuelve tiene gran rele­vancia y en segundo lugar, no es equiparable al de ausencia de enfermedad, con lo que acentuamos el carácter positivo de la definición, imprescindible para afrontarla en el ámbito educativo.

En definitiva, el concepto de salud aporta las siguientes dimensiones:

  • La salud es un derecho y una condición para poder alcanzar otros aspec­tos fundamentales para el ser humano como la paz, la educación, la justi­cia social, el progreso.
  • La salud es un continuo, a lo largo del cual caben muchas posibilidades y situaciones personales y colectivas.
  • El concepto de salud es dinámico: ha ido cambiando a lo largo de la his­toria.
  • El concepto de salud es relativo: varía de una cultura a otra. La idea de sa­lud está muy relacionada con el sistema de valores, ideológico y político, que mantiene un grupo o sociedad. Igualmente, no todos los grupos cul­turales entienden la enfermedad de la misma manera; las distintas inter­pretaciones reflejan la forma en que cada grupo se relaciona con la natu­raleza a través del trabajo, la tecnología o la cultura.
  • Dentro de una sociedad, la salud está vinculada a las condiciones de vida que tenga la persona. Factores como el desempleo, la clase social, el nivel cultural o la profesión, influyen en la salud de la población y en la proba­bilidad de que aparezcan distintas enfermedades.

Si el concepto de salud está referido al contexto educativo, cultural y social donde nos desarrollamos, es evidente que está en nuestras manos mejorarla y promocionarla. La salud no es cuestión de suerte, como se argumenta en las conversaciones de la vida cotidiana, sino de toma de conciencia, conocimiento y actitud; factores que podemos potenciar desde la etapa infantil.

La definición actual de educación, por otro lado, es un argumento más que indica la necesidad de inclusión del campo de la salud en la etapa infantil: de­fendemos la globalidad de los contenidos educativos y su objetivo más ambicioso: el desarrollo integral de las personas; por tanto, entenderemos que la Edu­cación para la Salud debe formar parte de las actividades cotidianas de la fami­lia, la escuela y de la vida del niño.

Desde la Ley de Protección del Menor, se otorga la condición de sujeto activo de derechos a los menores de edad, lo que les supone capaci­dad para modificar su propio medio personal y social y facultades para partici­par en la satisfacción de sus necesidades y las de los demás. Por tanto, se en­tiende que la infancia es un recurso para sí misma y para el entorno que la rodea.

La Educación para la Salud es una pieza relevante en la construcción del sig­nificado completo, complejo, y reciente de los términos salud, educación e in­fancia.

Una sociedad regula a través de normas sociales formales, es decir, códigos jurí­dicos o leyes, todas aquellas prácticas sociales que se interiorizan por sus ciuda­danos, se estabilizan en la vida cotidiana y se consideran positivas desde el mundo científico y político. Este proceso se conoce en Sociología como institucionalización, que culmina con la creación de organizaciones y profesiones en­cargadas de difundir y ejecutar dicha acción.

La protección y promoción de la salud infantil en nuestro contexto, además de ser una obligación social, educativa y moral como en el resto de países desa­rrollados, es una indicación normativa integrada en nuestro ordenamiento jurí­dico. Podemos afirmar entonces que dicha práctica socioeducativa está institu­cionalizada.

Las normas más relevantes que rigen la implantación de la Educación para la Salud en la etapa infantil, son:

  • En el ámbito internacional, la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989 y rati­ficada por 192 países, entre ellos, España, es el tratado de derechos hu­manos que más respaldo ha recibido en la historia, y sus protocolos fa­cultativos describen en términos muy concretos las obligaciones jurídicas que los gobiernos tienen con la infancia. En el artículo 24 insta a todos los sectores de la sociedad, y en particular a padres y niños, a que conozcan los principios básicos de la salud, las medidas de prevención de accidentes y recomienda que tengan acceso a la educación perti­nente y al apoyo necesario en la aplicación de esos conocimientos.
  • Desde el punto de vista nacional, la Constitución ex­presa en el artículo 43, el derecho a la protección de la salud y la compe­tencia de los poderes públicos en la educación sanitaria. Además en el artículo 39, se manifiesta el compromiso con la protección y la garantía de los derechos internacionales de la infancia asumidos por nuestro or­denamiento.
  • En cuanto a la normativa educativa, ha sido aprobada la Ley Orgánica de Educación. El Ministerio de Educación y Ciencia recoge las indicaciones para la etapa educativa infantil y expone la duración, ciclos, finali­dad, objetivos y áreas o ámbitos de experiencia para la etapa.

En relación a la Educación para la Salud, el Ministerio concreta capacidades a desarrollar por niños y niñas en la descripción de finalidades de la educación in­fantil:

  • Conocer su propio cuerpo y sus posibilidades de acción.
  • Adquirir progresivamente una autonomía en sus actividades habituales.
  • Asimismo, se plantean los objetivos siguientes en relación a la salud y auto­nomía de los menores:
  • Descubrir, conocer y controlar progresivamente el propio cuerpo, for­mándose una imagen positiva de sí mismos, valorando su identidad se­xual, sus capacidades y limitaciones de acción y expresión, y adquiriendo hábitos básicos de salud y bienestar.
  • Actuar de forma cada vez más autónoma en sus actividades habituales, ad­quiriendo progresivamente seguridad afectiva y emocional, y desarrollan­do sus capacidades de iniciativa y confianza.

Por último, las áreas o ámbitos de experiencia son:

  • Identidad y autonomía personal.
  • Descubrimiento del medio físico y social.
  • Comunicación y representación.

2. PROMOCIÓN Y EDUCACIÓN PARA LA SALUD EN LA EDUCACIÓN INFANTIL

Promover la salud significa capacitar a las personas para que puedan aumen­tar el control sobre su salud y mejorarla. La capacitación requiere por un lado, potenciar un estilo de vida saludable y por otro, reducir los factores de riesgo de aparición de enfermedades.

La promoción de la salud supone poner en marcha estos procesos a través de medidas sociales, políticas y educativas que tengan en cuenta las siguientes variables:

  • Implicación de toda la población en los diferentes aspectos de su salud, sin limitarse únicamente a personas enfermas o a servicios médicos.
  • Utilización de un gran abanico de medios para mejorar la salud: la educa­ción, la información, el desarrollo, la organización de los grupos sociales o las acciones legales de defensa de la salud.
  • Consideración de la participación social como un recurso decisivo para mejorar la salud a nivel comunitario.

La Educación para la Salud es una estrategia básica para su promoción. Su contenido y desarrollo es amplio; se centra en prevenir enfermedades, también en detectar e informar sobre hábitos perjudiciales para la salud (consumo de drogas, automedicación, ausencia de ejercicio físico, alimentación inadecuada). Y en especial, persigue la finalidad de desarrollar habilidades (conductuales, emocionales y sociales) necesarias para mantener un estilo de vida saludable; un estilo que va a permitir a las personas, mejorar su desarrollo individual y su integración social con el entorno y los estímulos que envía.

De acuerdo con esta finalidad última, algunos de los objetivos de la Educa­ción para la Salud son:

  • Promover la salud como un valor fundamental y un recurso básico para el desarrollo personal y social.
  • Estimular la adquisición de actitudes y hábitos de conducta saludables.
  • Eliminar o reducir al máximo aquellos comportamientos que conllevan un riesgo para la salud.
  • Promover una toma de conciencia acerca de cómo los factores ambienta­les y sociales influyen sobre la salud y de las posibilidades que existen pa­ra hacer frente a dicha influencia.
  • Capacitar para que individual y colectivamente, se asuma un papel activo en la promoción y mantenimiento de la propia salud y la del entorno.

La adquisición de capacidades y hábitos saludables es eficaz cuando se inicia de manera temprana en el individuo, por lo que su inclusión en la etapa educativa in­fantil asegura en el futuro, su interiorización en las costumbres de los ciudadanos.

En esta misma línea de discurso, la Organización Mundial de la Salud, en su Asamblea de 1983, definió la Educación para la Salud, como: «Cualquier combi­nación de actividades de información y educación que lleve a una situación en que la gente desee estar sana, sepa cómo alcanzar la salud, haga lo que pueda individual y colectivamente para mantener su salud y busque ayuda cuando lo necesite.

Por ello, se ha de integrar curricularmente en una enseñanza global abierta, contribuir al estudio del comportamiento humano y al contexto sociocultural y no limitarse a contenidos tradicionales en torno a la higiene. La salud, como cualquier otro valor, necesita ser descubierto, asumido y desarrollado dentro de un sistema personal de valores y para ello debe ser objeto de la Edu­cación Infantil».

La Educación para la Salud en la etapa infantil según esta definición, ha de procurar:

  • Desarrollar en los niños y niñas actitudes y juicios que fomenten el deseo de gozar de la mejor salud posible.
  • Transmitir hábitos higiénicos y saludables en cuanto a régimen de vida, equilibrio afectivo, nutrición, actividades físicas, ocio.
  • Fomentar la utilización adecuada de los servicios médicos.
  • Enseñar los conocimientos básicos sobre las funciones corporales, higie­ne mental, los principales peligros que amenazan la salud y la conserva­ción de la salud en las personas, la familia y la comunidad.

La Educación para la Salud entendida en su sentido amplio implica la actua­ción con un grupo extenso de destinatarios: familia, escuela y comunidad. En el ámbito escolar, se plantea como objetivos específicos del área incluidos en dife­rentes diseños curriculares autonómicos, que los niños y niñas:

  • Conozcan todos los aspectos principales que inciden o pueden incidir en la propia salud como son las funciones del cuerpo, las causas principales que pueden afectar nuestra salud y los medios para mejorarla.
  • Tomen conciencia de la necesidad de gozar de una buena salud y de res­petar unas normas básicas para ello.
  • Adquieran los hábitos higiénicos básicos adecuados a su edad.

En realidad, comienza en la etapa socialización primaria cuyo agente princi­pal, la familia, es la encargada por un lado, de transmitir a los hijos desde la pri­mera infancia, normas, valores y hábitos que mejoren la salud y el bienestar de los menores y desde luego, es a quien se le asigna la tarea nada fácil de preser­var a los hijos de enfermedades o accidentes.

De hecho, no es sólo responsabilidad de las familias; la comunidad es tam­bién corresponsable de la salud infantil, tal y como afirma la Ley de Protección del Menor ya citada, su bienestar es competencia social.

En definitiva, la Educación para la Salud, siendo tarea de todos, se convierte en un contenido educativo básico de la escuela infantil, ya que posibilita la ad­quisición de capacidades que mejoran la respuesta a un entorno no siempre sa­ludable.

3. INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN EDUCACIÓN PARA LA SALUD EN LA EDUCACIÓN INFANTIL

El desarrollo de la Educación para la Salud en la etapa infantil exige la coordina­ción de los equipos de educadores de los centros y por supuesto, una intensa cooperación con las familias. Además, se considera conveniente que se establez­can lazos de comunicación entre los centros de salud de referencia de los niños y la escuela. De esta forma, se puede abordar el contenido de éste área con la fi­nalidad que tiene: la contribución a la educación integral y el desarrollo perso­nal y social de niños y niñas.

El desarrollo de los contenidos de Educación para la Salud requiere las si­guientes orientaciones generales:

a) Necesidad de colaboración con la familia. La relación y colaboración escuela-familia, punto clave a lo largo de toda la escolarización, adquiere un valor esencial y fundamental durante estos años. Familia y escuela de­ben actuar al unísono para satisfacer las necesidades que expresan y ma­nifiestan niños y niñas; es el momento de comenzar a introducir y poten­ciar el desarrollo de la adquisición de hábitos hacia la progresiva autonomía personal.

b) Necesidad de coordinación con las demás etapas educativas. Aunque la Educación Infantil se considera una etapa con entidad propia en la que se definen unos objetivos, y unos contenidos, así como unas líneas genera­les metodológicas para el proceso de enseñanza-aprendizaje, no debe­mos olvidar que debe existir la coordinación necesaria entre ésta y las de­más etapas.

Esta coordinación tendrá como objetivo detectar y concretar las necesi­dades y/o dificultades existentes en la red de aprendizaje de cada uno de los alumnos, con el fin de poderlos trabajar (desde una visión totalmente individualizada) en los sucesivos niveles educativos.

c) Función social y función educativa. La Educación Infantil se lleva a ca­bo, paralelamente, desde una función social de ayuda al medio familiar y desde una función educativa, con el fin de desarrollar al máximo las capa­cidades de los alumnos.

La mayor parte de modelos de currículo infantil propuestos por las comuni­dades autónomas incluyen elementos de desarrollo de los ámbitos psicomotor, cognitivo, de relación interpersonal, equilibrio y autonomía personal y de rela­ción social, siempre de acuerdo con los rasgos evolutivos propios de los niños de esta edad, así como sus expectativas sociales.

Los contenidos se presentan organizados en áreas correspondientes a ámbitos propios de la experiencia y de la evolución infantil, y se desarrollan por medio de actividades globalizadas que tienen interés y significado para niños y niñas.

Las necesidades afectivas propias de este período requieren una metodolo­gía basada en la experiencia, las actividades y el juego, en un clima de afecto y confianza, que ofrezca al niño seguridad y le estimule el descubrimiento de sí mismo y de su entorno. Es importante que se logre la colaboración de la familia para favorecer sus primeros aprendizajes y, en general, en el comienzo de su ex­periencia formativa.

Conviene finalmente, que la evaluación sea global y continua para adecuar la práctica escolar a cada situación y crear aquellas condiciones que favorezcan el desarrollo integral de los alumnos.

4. CONTENIDOS DE EDUCACIÓN PARA LA SALUD EN EL CURRÍCULO DE EDUCACIÓN INFANTIL

El término «contenido» se refiere a los objetos de enseñanza-aprendizaje que se consideran útiles y necesarios para promover el desarrollo personal del alumna­do. En la Educación Infantil, se trata de un amplio conjunto de elementos de la realidad que incluyen al propio niño/a que, por medio de la interacción, inter­vienen en la construcción de algún tipo de aprendizaje.

Se agrupan en tres grandes ámbitos de conocimientos y experiencias. El área más relacionada con la Educación para la Salud es la que recibe el nombre de identidad y autonomía personal.

IDENTIDAD Y AUTONOMÍA PERSONAL

Hace referencia al conjunto de experiencias que hacen posible el progresivo conocimiento que los niños y las niñas van adquiriendo de sí mismos en interac­ción con los demás. La escuela infantil debe ofrecer las experiencias y la ayuda necesaria para que los niños/as puedan ir logrando una autonomía creciente en su actuación, en sus sentimientos y en su forma de pensar, para que sean capa­ces de asumir el cuidado de sí mismos y del entorno en que viven y para que puedan ampliar su mundo de relaciones e integrarse socialmente.

Objetivos del ámbito

a) Desarrollar una autonomía progresiva en la realización de las actividades habituales, por medio del conocimiento y dominio creciente del propio cuerpo, de la capacidad de asumir iniciativas y de la adquisición de los hábitos básicos de cuidado de la salud y el bienestar.

b) Ir formándose una imagen positiva de sí mismo y construir su propia identidad a través del conocimiento y la valoración de las características personales y de las propias posibilidades y límites.

c) Establecer relaciones afectivas satisfactorias, expresando libremente los propios sentimientos, así como desarrollar actitudes de ayuda y colabora­ción mutua, y de respeto hacia las diferencias individuales.

d) Establecer relaciones sociales en ámbitos cada vez más amplios, apren­diendo a articular progresivamente los intereses, aportaciones y puntos de vista propios con los demás.

e) Conocer, valorar y respetar distintas formas de comportamiento y elabo­rar progresivamente criterios de actuación propios.

Contenidos

Se pueden extraer diferentes propuestas según Comunidades Autónomas, en las que destacan ejes de contenido similares a desarrollar en la Etapa Infantil. En el ámbito descrito por el Ministerio de Educación respecto a la identidad y auto­nomía personal, aparecen tres áreas: el cuerpo y el movimiento, imagen y autoconocimiento y la salud y cuidado de sí mismo.

Orientaciones metodológicas.

La metodología de la Educación Infantil se basa en experiencias, actividades y juegos en un ambiente de afecto y confianza. Todo esto tiene su aplicación para el desarrollo social o aprendizaje de la convivencia. Zurbano (2001) recomienda tener en cuenta los siguientes criterios:

  • Los niños/as de Educación Infantil tienen en la acción, la experimenta­ción, el juego y los procedimientos la fuente- más importante de sus aprendizajes: la acción es eje y motor del proceso de desarrollo. A través de la manipulación y la experimentación los niños se conocen a sí mis­mos y la realidad que los rodea. Partiendo de la acción, los niños cons­truyen su identidad y elaboran sus propios esquemas de actuación e in­terpretación de la realidad.
  • Es a través de la actividad como el niño expresa sus intereses, se motiva y se acerca a la realidad. Cuando hablamos de actividad, nos referimos evidentemente a la actividad física y mental.
  • El papel de los educadores será el de facilitar la realización de activida­des y experiencias que, conectando con las necesidades, intereses y moti­vaciones de los niños, les ayuden a aprender y a desarrollarse. Aquí juegan un papel fundamental los contenidos procedimentales o procedimien­tos: la observación, la manipulación y la exploración ofrecen abundantes posibilidades para las actividades de los alumnos.
  • Los procedimientos más comunes en Educación Infantil, que deben constituir el aparato instrumental básico en la realización de actividades y experiencias para trabajar la socialización o convivencia de los alum­nos, son los siguientes:

a) Exploración: observación, percepción, localización, descubrimiento, reconocimiento, identificación, experimentación.

b) Comprensión: discriminación o diferenciación, clasificación, estable­cimiento de relaciones, interpretación, agrupación, comparación, análisis.

c) Expresión: verbalización, descripción, representación, comunicación, manifestación, evocación y relato, imitación.

d) Colaboración: realización de tareas, contribución a la consecución, participación.

e) Hábitos y habilidades: regulación de conductas, utilización de normas y formas sociales, empleo de instrumentos.

  • A través de los procedimientos, los educadores de Educación Infantil trabajarán con los alumnos los aspectos o ámbitos básicos de la socializa­ción o convivencia: la propia persona, las otras personas, los principales grupos sociales y el entorno:

a) La propia persona: sentimientos, emociones, vivencias, preferencias, intereses; necesidades básicas; cambios físicos; capacidad motriz; comportamiento en situaciones de juego, rutinas diarias, tareas…; re­gulación de la conducta en función de los iguales y adultos; colabora­ción y ayuda con los otros; realización de tareas y trabajos; comunica­ción con los demás.

b) Las otras personas: necesidades básicas; características y cualidades fí­sicas y sociales; diferencias y semejanzas; sentimientos, emociones, vi­vencias, preferencias, intereses, gustos; problemas de algunas perso­nas; intenciones comunicativas; colaboración con adultos e iguales.

c) Principales grupos sociales: familia, clase, escuela, amigos, grupo de juego, grupos de trabajo; normas de convivencia; participación y asunción de responsabilidades, resolución de situaciones conflictivas; tolerancia y respeto; necesidades, ocupaciones y servicios en la co­munidad.

d) El entorno: relación con los objetos; cuidado y limpieza del entorno; uso de utensilios e instalaciones; uso de dependencias escolares; su­cesos del entorno del que forma parte el niño o de los que comuni­can los medios de comunicación; ambientes limpios, saludables y no contaminados; modificaciones del paisaje por el paso del tiempo, el clima y la intervención humana, animales y plantas.

Por otro lado, el material didáctico de la Red Telemática Averroes (De Haro, 1992) nos muestra SUGERENCIAS METODOLÓGICAS a seguir en la aplicación de los contenidos de Educación para la Salud en la etapa infantil:

a) Conocimiento del medio circundante: conocer las características de la población escolar, la situación económica y social de las familias, sus po­sibles deficiencias de salud, higiénicas y nutritivas, tanto a nivel general como particular, son aspectos que deben ser considerados para las pos­teriores actuaciones educativas. Saber, por ejemplo, qué hábitos de higie­ne personal tiene cada niño/a es fundamental para dar prioridad a deter­minadas actuaciones.

b) Trabajo en equipo: la importancia y complejidad del período de cero a seis años debido a la gran cantidad de cambios que se producen en la personalidad infantil, motiva que la labor de trabajo en equipo de todo el personal que trabaje en esta etapa sea necesaria y continua.

Diseñar, al principio de cada curso, qué aspectos de salud van a ser prio­ritarios, cuál va a ser el nivel de concreción en cada uno de los ciclos y en cada uno de los ámbitos, y cuáles son los medios y recursos que se tie­nen y cuáles se necesitan, desarrollar dichos aspectos y evaluarlos, es una labor que necesita la actuación conjunta de todo el equipo docente.

c) Elección de actuaciones: la primera cuestión que se suscita en el equipo es la selección de actuaciones que se considera prioritario trabajar. Dicha selección se hará en función de:

— Las características socioeconómicas y culturales de la población del centro docente.

— Las necesidades e intereses de los niños y niñas.

— Los recursos, materiales y humanos, disponibles tanto en el centro como en la zona.

d) Tarea participativa: en esta etapa la relación entre los padres y madres con el personal docente debe ser fluida. Además de un trato continuo de­bido a la peculiaridad de estas edades, los padres y las madres deben parti­cipar en el proceso educativo que se desarrolla en el centro docente al ser agentes transmisores fundamentales de las conductas y hábitos de sus hi­jos e hijas, con todo lo que conlleva de hábitos positivos y negativos. Junto al personal docente y profesionales sanitarios deben establecer las actua­ciones sobre salud y priorizarlas, con sus objetivos y contenidos.

Los profesionales sanitarios, además de asesorar, pueden colaborar en actividades de Educación para la Salud para desarrollar en el centro y participar en la programación de actuaciones.

e) La función social de la Educación para la Salud: la adquisición de há­bitos o actitudes positivas y de conocimientos que cada niño o niña vaya construyendo, tienen una utilidad indiscutible para el propio sujeto y pa­ra la comunidad que le rodea. Al llegar a los padres y madres la informa­ción de estas adquisiciones, puede hacer cambiar algún aspecto negativo que estaba implantado en el entorno familiar.

También puede servir para la adopción de medidas de interés social: campañas de prevención ante la detección de brotes infecciosos, promo­ver unas vías públicas más saludables, etc.

f) Importancia de los contenidos actitudinales partiendo de las ideas pre­vias: en las intenciones educativas de la etapa de cero a seis años debe darse prioridad a la adquisición de hábitos saludables de limpieza, orden, alimentación y prevención de accidentes. Con este fin, se debe partir de las ideas previas que tengan los niños y las niñas, bien para ampliar su campo de conocimientos, bien para su corrección en el caso que fueran equívocas. Esta última labor requiere persistencia ante la convicción equivocada que tienen en algunos aspectos determinados.

g) Potenciar la interacción en el aprendizaje de Educación para la Salud: la realización de trabajos en equipos, ha puesto de manifiesto que facilita la comprensión del alumnado más que cuando el trabajo es indivi­dualizado. El tratamiento de temas educativos sobre salud se presta a la realización de trabajos en grupo. La función del maestro o maestra de esta etapa es promover el trabajo grupal. La dinámica grupal debe ser ob­servada y conducida en una línea de adquisición de hábitos saludables de tolerancia, diálogo, respeto al compañero/a, aumento de la autoestima, potenciar la responsabilidad individual, etc.

h) Papel del educador: el educador ha de ser una persona que motive un aprendizaje saludable, que plantee y recoja propuestas y problemas de salud presentes en el medio, que partiendo de los intereses e ideas pre­vias de los niños y niñas diseñe actividades de aprendizaje, que las realice en el aula y que aporte materiales para que el aprendizaje sea positivo.

También debe promover un ambiente agradable dentro de la clase. Es una pieza clave en el desarrollo de interacciones saludables que muestre al alumnado la necesidad de escuchar, dialogar, reconocer errores, au­mentar la autoestima.

Debe de mostrar buena disposición para colaborar en cualquier progra­ma de salud y mantener una relación permanente con los sanitarios de la zona.

i) Papel del niño/a: todo el proceso educativo tiene la finalidad de que el niño y la niña sean sujetos activos de su aprendizaje. Esto conlleva que en la escuela se debe crear un ambiente de trabajo agradable y propicio para originar las condiciones que faciliten un desarrollo eficaz de los pro­cesos de enseñanza y aprendizaje. Así, en este contexto, el niño y la niña deben ser más participativos en la organización del aula, dialogar más, colaborar con los demás, que vayan adquiriendo autonomía, disfrutar de su propio aprendizaje y ser capaz de autoevaluar sus esfuerzos.

5. EL EDUCADOR COMO AGENTE DE SALUD

El educador juega un papel esencial en la Educación para la Salud ya que puede trabajar con sus alumnos todo lo referente a la incorporación de hábitos de hi­giene y salud, al conocimiento de los riesgos y las medidas para evitarlos, y ade­más podrá detectar en muchos casos la aparición de enfermedad, pues los ni­ños pasan gran parte del tiempo en la escuela. Entre las deficiencias que el educador, junto con la familia, puede detectar con más frecuencia están:

— Dificultades de aprendizaje.

— Problemas sensoriales de audición o visión.

— Deficiencias motóricas: en la locomoción, equilibrio, lateralidad, coordinación óculo-manual.

— Carencias afectivas.

— Problemas psíquicos.

Otra parte muy importante de la labor del educador como agente de salud es lo que se refiere a la prevención de accidentes y contagios que ya hemos mencionado con anterioridad.

En definitiva, podemos resumir las funciones del educador con respecto a la Educación para la Salud en las siguientes:

— Debe preocuparse de obtener información y formación sobre el tema me­diante lecturas, cursillos…

— Debe ser consciente de su papel como modelo a imitar por los niños, mostrando hábitos y actitudes saludables.

— Debe controlar en la medida de sus posibilidades todos los factores que puedan incidir negativamente en la salud de sus alumnos.

— En relación con los padres, podrá ofrecerles, en algunos casos, orienta­ción y colaborar con ellos para una adecuada educación sanitaria de sus hijos.

— Debe proporcionar a sus alumnos todos los conocimientos necesarios pa­ra la educación en este campo, ajustando los contenidos.

— Debe procurar la adquisición de hábitos de higiene y salud por parte de sus alumnos, utilizando las estrategias necesarias para ello.

En las actividades que el educador diseña para estos temas será necesaria, como en cualquier otro tema, la participación activa y el protagonismo por par­te de los niños para que de esta forma se sientan implicados en el cuidado de su propia salud.

Se incluirán en el contexto de los temas y actividades ordinarios de la clase, para que los niños puedan ir incorporando los conceptos y hábitos saludables de manera globalizada y a partir de sus propios intereses.

6. ENFERMEDADES INFANTILES

En la edad escolar pueden aparecer con cierta incidencia las enfermedades transmisibles en la infancia, por ello los educadores debemos de conocer como se producen estas enfermedades, como se pueden prevenir y que medidas hay que adoptar ante su presencia y su posible aparición.

Entre las enfermedades se distinguen tres tipos: físicas, psíquicas y psicofísicas.

Las enfermedades físicas: Que pueden ser de origen hereditario, congénito, o infeccioso

Las enfermedades psíquicas

Las enfermedades psicofísicas

Todo ello nos posiciona en la necesidad de una formación adecuada de los educadores/as, así como una investigación en tomo al concepto para mejorar la coordinación entre centros educativos por una parte y de atención primaria por otra.

LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS

Es el conjunto de manifestaciones clínicas ocasionadas por la presencia de microorganismos patógenos en el organismo humano o animal. En la actualidad se prefiere utilizar el término de enfermedad transmisible, que es aquella afección en la que el agente causal puede pasar de un organismo a otro, directa o indirectamente. Las enfermedades pueden; ser transmitidas por bacterias, virus, hongos, y parásitos.

Con carácter general los factores que intervienen en la enfermedad transmisible constituyen tres eslabo­nes que cubren la cadena epidemiológica, a saber:

  • El reservorio y la fuente de infección. El reservorio es el lugar, animal o persona donde viven, permanecen y se desarrollan más o menos indefinidamente los gérmenes patógenos. La fuente de infección es el lugar desde donde pasa el germen a la persona sana. A veces, la fuente de infección y el reservorio pueden ser un mismo ser vivo.
  • El mecanismo de transmisión o propagación de la enfermedad. El mecanismo de transmisión es el modo que el germen patógeno utiliza para transmitirse desde la fuente de infección a la persona sana susceptible. Existen dos modos de transmisión:

a) El contagio directo puede producirse por contacto físico (heridas…), por gotitas (tos, estornudos…), por manos sucias, por inoculación directa (jeringuillas…).

b) El contacto indirecto que se realiza a través del aire, el agua, los alimentos, los objetos contaminados o los artrópodos (moscas, garrapatas…).

  • El sujeto sano susceptible o receptivo. El que un individuo sea susceptible o no al contagio de una determinada enfermedad va a depender de diferentes factores, siendo uno de ellos y de capital importancia la presencia o no de anticuerpos originados por la inmunidad adquirida.

La cadena de la infección

Todas las patologías infecciosas resultan de una secuencia entre los siguientes elementos:

– Agente causal.

– Fuente de infección y/o reservorio.

– Vía de eliminación.

– Mecanismo de transmisión.

– Puerta de entrada.

– Huésped susceptible.

Fuente de infección y/o Reservorio

Para que se produzca una infección, lo primero que debe de haber es un agente causal o patógeno, el cual puede ser una bacteria, un virus, un hongo, etc. La fuente de infec­ción es el medio (tierra, agua, soluciones de infusión intravenosa, aparatos) u organismo vivo (humano o animal) en donde se encuentran gérmenes patógenos. Hablamos de re­servorio cuando en ellos los microorganismos se desarrollan, multiplican y viven indefini­damente, pasando en ocasiones a la fuente de infección y de ésta por algún mecanismo a la persona sana. A veces, el reservorio y la fuente de infección pueden ser un mismo orga­nismo. Los reservorios humanos pueden ser personas con una infección aguda sintomática o personas portadoras asintomáticas, que son aquellas que albergan el microorganismo patógeno, pero que no desarrollan síntomas de la enfermedad. Los portadores pueden encontrarse en una de las siguientes situaciones:

1. Estar incubando el agente, lo cual significa que se encuentra en la fase previa a la aparición de los signos y síntomas de la enfermedad.

2. Padecer una infección pero no se objetivan signos y síntomas de infección.

3. Encontrarse en la fase de convalecencia.

4. Ser portadores crónicos del agente infeccioso.

Desde el reservorio el agente infeccioso debe tener una vía de eliminación. En el caso de que el reservorio sea el hombre, las distintas vías de eliminación son:

– Árbol respiratorio.

– Tubo digestivo.

– Vías genitourinarias.

– Piel o mucosas.

– La sangre.

– Vía transplacentaria.

Los animales también actúan como fuente de infección en dos situaciones: animal enfermo y animal portador. De en­tre todos los animales que pueden transmitir enfermedades al hombre hay que destacar los artrópodos y roedores.

Una vez que el microorganismo patógeno ha aban­donado el reservorio necesita una vía o mecanismo de transmisión hasta el huésped. Existen cuatro mecanismos de transmisión, a saber:

– Contacto directo. La transmisión se produce directamente desde el reservorio al huésped. Ej. el agua, núcleos goticulares de Wells (a través de gotitas de saliva).

– Contacto indirecto. Entre el origen y el huésped hay un objeto intermediario. Este objeto puede ser:

· Animado. La persona toca un material contaminado y no se lava las manos, transportando el agente infeccioso en ellas hasta el huésped susceptible.

· Inanimado. El objeto intermediario es un tejido contamina­do, sábanas, toallas y vajilla con los cuales entra en contacto el huésped.

– Por vía aérea. El reservorio vierte gotitas contagiosas al aire y el huésped las inhala.

– Vehículo. Los vehículos contaminados inanimados (agua, alimentos contamina­dos, soluciones endovenosas contaminadas) sirven de agentes intermediarios hasta numerosos huéspedes.

Una vez que el agente infeccioso se encuentra en el huésped (individuo capaz de recibir os gérmenes procedentes de la fuente de infección y que desarrolla la enfermedad), el paso siguiente es penetrar en él, es decir, buscar una puerta de entrada. En el ser humano las puertas de entrada son las mismas que las de las vías de eliminación desde el reservorio.

El proceso acaba con la maduración y multiplicación del agente infeccioso en el huésped, lo que depende de la dosis y la virulencia del agente y de la susceptibilidad del huésped. Dicha susceptibilidad viene condicionada por una serie de factores, entre los que se encuentran:

– La edad (las personas jóvenes y los ancianos son los más susceptibles).

– Los estados inmunodeficitarios (cáncer, diabetes, etc.).

– El tratamiento médico. Algunas formas de tratamiento como consecuencia de sus efectos, predisponen a la infección. Ej.: antibioterapia, quimioterapia en el cáncer, etc.

– Los malos estados nutricionales.

– La fatiga. Los mecanismos de defensa de una persona cansada son menos efectivos.

– El sexo. El sexo afecta a la susceptibilidad de algunas infecciones.

– El estrés. La persona expuesta a factores estresantes durante largos períodos de tiempo dispone de poca energía para hacer frente a la infección.

– Los hábitos sanitarios. El mantener unos hábitos sanitarios saludables, como el lavado de manos después de defecar y orinar, bañarse, la higiene bucal, etc., hacen disminuir la vulnerabilidad a la infección.

– El padecer quemaduras graves, el haber estado o estar sometido a procedi­mientos invasivos (sondaje vesical, drenajes, etc.).

En el desarrollo de una infección se pueden distinguir fundamentalmente tres etapas:

1. El período de incubación. Es el tiempo que transcurre entre la entrada del germen patógeno en el organismo y la aparición de los síntomas de infección. El tiempo que dura este período guarda una relación estrecha con el tipo de agente infeccioso.

2. El período de enfermedad. Éste, a su vez, se puede dividir en dos etapas:

· El período prodrómico. Durante este período los pacientes manifiestan algunos signos precoces de enfermedad, pero no suelen ser específicos. Los síntomas más comentes son: irritabilidad, fiebre, malestar, etc. Es un período muy corto, apenas dura horas o días y es cuando más infectados están y cuando más pueden contagiar.

· Período de estado. Durante este período los signos y síntomas ya son más específicos y su duración va en función del huésped y del agente patógeno.

3. Período de convalecencia. Durante este período se produce la desaparición de los signos y síntomas y se recobra la salud. Es un período que puede durar desde unos días hasta varios meses.

Los signos clínicos de una infección

Los signos clínicos que puede presentar una infección varían según se trate de una infección localizada (aquella que limita a una zona o parte del cuerpo determinada) o de una infección sistémica (afecta a todo el organismo).

Signos clínicos de una infección localizada:

1. Dolor o sensibilidad.

2. Calor en el área infectada.

3. Impotencia funcional.

4. Hinchazón

5. Enrojecimiento

Signos clínicos de una infección sistémica:

1. Fiebre.

2. Lasitud, malestar.

3. Anorexia, náuseas.

4. Vómitos y diarrea.

5. Dolor de cabeza.

6. Aumento de tamaño y sensibilidad de los ganglios linfáticos.

INMUNIDAD

La mayoría de las enfermedades de la infancia se pueden evitar mediante la inmunización (se llama inmunidad al estado del organismo que le impide contraer una enfermedad.

La inmunidad puede serlo por varias formas:

· Por haber pasado la enfermedad.

· Por resistencia gradual por contactos reiterados con el germen, en cantidad insu­ficiente para causar la enfermedad.

· Por la inoculación preventiva (vacunación).

Para proteger a los niños contra la enfermedad debemos enseñarles buenos hábitos higiénicos, mantener el hogar y la escuela en condiciones sanitarias, e inmunizar (vacunar) s niños contra ciertas enfermedades.

Se pueden y deben evitar enfermedades como la tuberculosis, difteria, tétanos, tos la, poliomielitis y fiebre tifoidea. Para ello existe un calendario de vacunación (este difiere de una comunidad a otra y frecuentemente incorporan nuevas vacunas).

El término inmunidad lo utilizamos para referirnos a la respuesta protectora específica del organismo ante la presencia de un cuerpo extraño o microorganismo invasor. En función de la naturaleza de esta respuesta podemos hablar de inmunidad natural y de inmuni­dad adquirida o artificial. Entre los mecanismos de defensa contra las enfermedades se encuentran la piel, los linfocitos, los fagocitos, las membranas mucosas y la defensa humoral.

Inmunidad natural

Se trata de un tipo de inmunidad inespecífica y que el organismo posee ya desde el mismo momento del nacimiento. Dicha inmunidad puede ser, a su vez:

– Inmunidad natural pasiva. Es la que le ofrece la madre al niño a través de la pla­centa y del calostro. Se llama pasiva porque los anticuerpos han sido formados en la madre y no en él niño y lo que ha habido ha sido una transferencia de éstos.

– Inmunidad natural activa. Es la que se adquiere cuando se entra en contacto con un antígeno de forma natural. Se llama activa porque los anticuerpos han sido formados por el mismo organismo y no le han sido transferidos desde otro. Dicha inmunidad alcanza los niveles de protección cuando transcurren varias semanas de contacto con el antígeno.

Inmunidad adquirida o artificial

A diferencia de la inmunidad natural, ésta no se encuentra presente en el momento del nacimiento y también puede ser activa o pasiva.

– Inmunidad adquirida activa. Es la que se obtiene mediante la vacunación con antígenos.

– Inmunidad adquirida pasiva. Es la que se obtiene mediante la inyección en el organismo de una persona de suero de otro individuo o de un animal inmune (seroprevención).

Las vacunas

Las vacunas son unos preparados obtenidos a partir de microorganismos u otros agentes infecciosos que inducen una inmunidad adquirida activa frente a las enfermedades que ellos provocan y todo ello con un mínimo riesgo. Como características fundamentales que deben reunir las vacunas destacan la eficacia y la inocuidad.

Las vacunas se clasifican en dos grupos:

a) Vacunas con microorganismos vivos o atenuados.

b) Vacunas con microorganismos muertos o inactivos.

A su vez las vacunas pueden ser bacterianas o víricas.

La vacunación o administración de la vacuna tiene por objeto producir en el sujeto sano una inmunidad adquirida activa que le confiere un grado de protección elevado.

El calendario de vacunación infantil se hace público cada año por parte de las autoridades sanitarias y la red de centros de salud, en colaboración con cen­tros escolares y familiares, logra una cobertura máxima en nuestra sociedad.

Las enfermedades infantiles comunes, que no pueden prevenirse a través de vacunas, no requieren intervención de relevancia si se detectan, y tratan y si el seguimiento de la salud del menor es adecuado por parte de familiares, inclu­yendo las revisiones previstas en el protocolo sanitario.

Mención especial merecen las alergias, en aumento en sociedades desarro­lladas y que están causadas por un debilitamiento o mal funcionamiento gene­ralizado del sistema inmunológico; algunos pediatras apuntan al excesivo aisla­miento y asepsia de los niños en sus primeros meses de vida, como parte del proceso de desprotección que viven o padecen después.

Por último, es preciso llamar la atención acerca del aumento de trastornos en el estado de salud mental y emocional de los menores en España. Sin entrar en el ámbito de la discapacidad (porque precisa capítulo aparte en las orientacio­nes educativas), el concepto global de salud del que se parte, insta a tener en cuenta estos trastornos como factores clave de delimitación y mejora de la sa­lud infantil.

Desde el terreno médico y familiar, se solicita una atención especial a los edu­cadores de esta etapa, que son en la mayoría de las ocasiones, quienes, por el tra­to cercano y continuado con los niños y por los conocimientos profesionales de que disponen, ayudan a detectar a tiempo determinados trastornos. Los más co­munes son: trastornos funcionales del comportamiento y de la conducta, trastor­nos de la conducta alimentaria y del sueño, trastornos de la comunicación y de la relación, miedos, retraso del desarrollo intelectual, psicomotor, del habla y del lenguaje, dificultades de aprendizaje, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, trastornos psicosomáticos, emocionales, ansiedad y depresión.

7. PAPEL DEL EDUCADOR ANTE EL NIÑO ENFERMO

En el centro educativo el educador debe de estar prestando siempre atención al comportamiento de los niños y, en el caso de que note algo extraño en su comportamiento, los pasos a seguir son:

1. Observarlo prestándole un poco más de atención que a los demás.

2. Si fuera necesario procedería a la toma de la temperatura para comprobar si tiene fiebre. En el supuesto de que tenga fiebre o note en el niño la sensación de estar enfermo debe avisar a los padres.

3. Mientras llegan los padres el educador debe permanecer junto al niño, hablándole, animándole, etc.

4. Si lo cree conveniente debido al estado del niño también puede llamar al pediatra.

5. Al llegar el pediatra al centro lo primero que tiene que hacer el educador es explicarle de la forma más detallada posible toda la sintomatología del niño y cómo empezó después debe seguir todas las pautas indicadas por el médico.

6. A la vez el educador debe adoptar, de cara al niño, una actitud tranquilizadora, po­sitiva ante la situación, dándole ánimos en todo momento; generalmente, al niño enfermo se le mima un poco más y una forma de hacerlo es ofreciéndole, siempre que no esté contraindicado por el pediatra, comer todo aquello que más le guste.