Tema 24B – Accidentes en la infancia: Accidentes infantiles. Concepto. Primeros auxilios. Cómo actuar en distintos tipos de accidentes. El botiquín de emergencias. La prevención.

Tema 24B – Accidentes en la infancia: Accidentes infantiles. Concepto. Primeros auxilios. Cómo actuar en distintos tipos de accidentes. El botiquín de emergencias. La prevención.

1. PREVENCIÓN Y CUIDADOS DE LAS HERIDAS Y QUEMADURAS EN LOS NIÑOS

Las lesiones son agresiones producidas por los agentes traumáticos, los cuales pueden ser de distintos tipos: agentes mecánicos (objetos), físicos (elementos) y químicos (sustancias).

Los objetos agreden a los tejidos del cuerpo por presión y por tracción y la lesión producida varía en su grado según dos factores: extensión de la actuación y fuerza del agente. Un ejemplo sería la caída de una piedra (agente mecánico) sobre el muslo. Según el peso, la altura de la que cae y el tamaño, la lesión será más o menos extensa y grave.

Los tejidos (piel, grasa subcutánea, músculo…), resisten porque son elásticos y se desplazan, disminuyendo así la capacidad de agresión del agente sobre ellos, en la zona denominada foco traumático: el muslo en el ejemplo de la piedra. Este foco, no es de igual intensidad en toda su extensión, y en él existen 3 zonas:

  • De mortificación: las células están destruidas, muertas. Es como el lugar exacto en donde cae una bomba.
  • De estupor, en donde junto a células mortificadas, otras siguen viviendo precariamente.
  • Zona excéntrica: las células mantienen su vitalidad. Es aquí donde se han de efectuar los fenómenos biológicos de restauración de tejidos, por lo que se denomina también zona reaccional: con función regeneradora.

Veamos ahora como evolucionan las lesiones: lo hacen en dos fases.

La primera se llama Desasimilativa porque los tejidos se desembarazan de las células muertas mediante el sangrado que las arrastra. Es como un lavado. También hay la eliminación de lo destruido mediante una fagocitación o engullimiento por unas células especializadas de la sangre (glóbulos blancos), lo que es el origen de la supuración: formación de pus.

La segunda fase es la Asimilativa, en donde cede el proceso supurativo y los tejidos regeneran y vuelven a la normalidad en más o menos tiempo y con o sin secuelas, según la agresión y la capacidad de recuperación.

Una clasificación elemental de las Lesiones originadas por Agentes Mecánicos, es la que se basa en si la piel está o no, íntegra.

  1. Contusiones y conmociones: traumatismos cerrados porque la piel está indemne. Es el caso de un golpe que no produce sangrado.
  2. Heridas propiamente dichas o traumatismos abiertos: los tejidos profundos comunican con el exterior a través de la destrucción de ésta. Es el caso de un corte, de una fractura abierta…

LA CONTUSIÓN: se produce por un golpe. La piel que es elástica se desplaza y cede sin romperse, mientras que los órganos profundos son los que sufren.

Según la intensidad puede ser de Primer Grado: superficial, con enrojecimiento y moratón. No precisan de tratamiento y mejoran con masaje suave.

Las de Segundo Grado, en donde hay colección de sangre o hematoma, han de ser tratadas con vendaje y bolsas de hielo. Si no se reabsorben, a los 3 ó 4 días se aplicará calor suave. En caso de no desaparecer, se acudirá al hospital para vaciar la colección de sangre y células muertas.

Las de Tercer Grado son las que están complicadas con destrucción o gangrena de tejidos. Han de ser tratados en el hospital, pero para su traslado se ha de tapar la zona contusionada con compresas limpias y humedecidas en agua oxigenada o suero fisiológico y se vendará con ligera compresión y almohadillado.

Las HERIDAS, al comunicar con el exterior por no estar la piel indemne, se contaminan con gérmenes y pueden tener cuerpos extraños: restos del agente lesionante, de ropa, de tierra…

Según el agente productor, estas lesiones pueden ser:

– Punzantes (pinchazo): Penetrantes si llega a una cavidad, y Perforantes si lesionan un órgano de la cavidad.

– Incisas: las originan los agentes cortantes (cuchillo, cristal…)

– Contusas: debidas a agentes romos cuyo golpe llega a abrir la piel pero de forma irregular en sus bordes.

– Las heridas por Arrancamiento se deben a una tracción violenta: son irregulares, con colgajos o con pérdida de sustancia (atrapamiento en ascensor o en rueda giratoria, mordeduras…).

Síntomas comunes a todas las heridas son el dolor y la hemorragia.

En el tratamiento, lo inmediato es cohibir ésta última con taponamiento de gasas o compresas empapadas en agua oxigenada y poner vendaje compresivo. Si los bordes son limpios (cortes, brechas…), limpieza y sutura que en pequeñas separaciones puede ser hecha con tiritas de sutura. Si la herida es mayor, taponar la herida (siempre con material estéril o muy limpio), vendar y enviar al hospital.

En caso de amputación (dedos), envolver la parte cortada en compresa limpia y húmeda y acudir antes de 1/2 hora al hospital, pues hay posibilidad de reimplantarlo.

Si la herida es por mordedura, tras limpiarla, acudir al hospital. Llevar los datos del perro o tenerlo controlado durante 10 días. No hay riesgo de rabia si el perro está vacunado frente a ella.

En cualquier herida sucia, anfractuosa o profunda, es preciso valorar prevención antitetánica: gammaglobulina o vacuna según el tiempo que hace que se vacunó por última vez (lo ideal es hacerlo cada 5 años).

No siempre el agente traumático procede del exterior, pues en ocasiones está dentro del propio individuo, como ocurre cuando nos mordemos la lengua, o en las fisuras anales causadas por defecación forzada en estreñimientos crónicos, cuya solución es habitualmente una dieta rica en fibra, beber abundante agua, hacer ejercicio y la educación de la evacuación diaria… y en algunos casos, el uso de enemas de limpieza, pero sólo excepcionalmente y ante impactaciones fecales.

Además de las lesiones producidas por los agentes mecáni­cos, existen las producidas por Agentes Físicos como son las QUEMADURAS por agua, líquidos hirviendo, fuego directamente o electricidad. Originan una enfermedad rápidamente progresiva que puede incluso poner en peligro su vida.

El factor más importante de la actuación, es la rapidez y el evitar la infección.

Según su intensidad en profundidad pueden ser de:

– 1° grado: son las superficiales, con enrojecimiento de la piel y posterior descamación, como las que se originan en la playa o en la nieve.

– 2° grado: son poco profundas y aparecen vesículas o ampollas con contenido líquido, como cuando nos quemamos con salpicadura de agua hirviendo, aceite…

– 3° grado: son profundas, originándose escaras y necrosis de tejidos.

Sin embargo, el factor más importante con relación a la gravedad es la extensión, más que la profundidad.

Su prevención es pensar en la posibilidad de que ocurra y adelantarse a ello: proteger los radiadores y braseros; las chime­neas han de cubrirse con cristales aislantes; los niños no deben de entrar en la cocina; el agua del baño al igual que el biberón no ha de estar “hirviendo” y siempre se probará la temperatura (los microondas jamás se usarán para calentar biberones; el agua caliente de los grifos no pasará de 45°…); no se tomará el café con el niño sentado en el regazo; se evitarán las ropas inflamables: el algodón y las fibras sintéticas son muy combustibles y el material más seguro es la lana…

Si de todas las formas ocurre el accidente, la actuación a seguir en las de 1 ° grado es lavarla con agua fría y aplicar una pomada (Regresin, Synalar, Avril…) que hidratan y calman el dolor. Si la quemadura es extensa y más profunda, aplicar compresas con hielo, ¡no usar pomadas! ni antisépticos y acudir al hospital, al igual que en las originadas por electricidad.

Menos importancia tienen para nosotros, dada nuestra situación geográfica, las lesiones por CONGELACIÓN: no se debe de poner calor fuerte de inmediato sino ir calentándolo escalonadamente, poco a poco.

El tercer grupo de lesiones son las producidas por agentes QUÍMICOS CÁUSTICOS, o sea, que queman.

Son bastante frecuentes aún porque se usan en la limpieza doméstica y no se guardan bien del alcance de los niños, sobre todo del de 1 a 3 años que empieza a andar y explorar las cosas y es la víctima más frecuente.

La presencia o ausencia de quemaduras superficiales sobre el cuello, los labios, cara o boca, no es una guía de la posible lesión del esófago, que es la importante pues es causa de estrecheces en el mismo y dificultad para el paso de los alimentos. Si la quemadura ocurre en el estómago, pueden aparecer úlceras o incluso perforaciones.

Es necesario acudir de inmediato con el niño al Hospital y llevar siempre el producto causante para valorar la composición. No se debe intentar que vomite ni administrarle líquidos, por si fuera necesario hacer esofagoscopia, la cual precisará de anestesia general.

Los productos más peligrosos que vemos hoy día son la sosa (se usa en limpieza de baños), los conservantes de la leche (en el medio rural) y el amoníaco (para limpiar alfombras). La lejía neutra no es peligrosa pues ya no quema, y el aguarrás no produce lesiones digestivas, pero sí las origina en el pulmón al igual que la gasolina.

La forma más eficaz de prevenir estas agresiones es mantener estos productos en zonas inaccesibles al niño y en envases origina­les, no en botellas de refrescos ni debajo del fregadero!

También estas lesiones se pueden producir con agentes procedentes del mismo organismo, como es el caso de las DER­MATITIS AMONIACALES o del PAÑAL, en donde el amoníaco procedente de la descomposición de la urea de la orina, da lugar a escoriaciones y heridas en toda la zona cubierta por el pañal, a veces severas (ulceraciones) y difíciles de curar hasta que el niño comience a controlar el pis. La mayoría de las veces la causa principal está en el escaso cuidado higiénico y en el uso de prendas de plástico impermeables al aire.

Una buena higiene diaria general y en la zona húmeda tras cada cambio de pañal (que hay que hacerlo con toda la frecuencia necesaria para evitar el contacto de la orina prolongadamente con la piel), usando los desechables y empapables, antisépticos (agua oxigenada) y productos como Mercromina Film (que forma una película sobre la piel y evita el contacto con la orina), suele ser suficiente para su prevención y curación.

2. ACCIDENTES E INTOXICACIONES EN LOS NIÑOS: SU PREVENCIÓN

En todos los países del mundo los accidentes e intoxicaciones son una causa importante y creciente de lesiones, incapacidad y muerte infantil. Junto a ello, presentan una gran carga de sufri­miento, un elevado coste socio-económico y en muchas ocasiones, sus secuelas condicionan un porvenir negativo.

Los fallecimientos por accidentes son la principal causa de mortalidad en niños mayores de 1 año, y suponen las dos terceras partes en adolescentes.

Aunque las cifras varían de unos Estados a otros, tanto en los países “en desarrollo” como en los “industrializados”, la tasa de fallecimientos por esta causa está aumentando rápidamente tanto en números absolutos, como en proporciones relativas a otros motivos: infecciones, mainutrición, cáncer… al tender éstas a disminuir.

La O.M.S. en 1975, al estudiar el patrón de mortalidad infantil en 10 países, llama la atención al destacar la importancia de los accidentes por ser una de las 5 causas principales de pérdida de la vida en los distintos grupos de edad. Diez años más tarde, las cifras eran aún más preocupantes.

El desarrollo de la sociedad ha conllevado avances en la prevención y tratamiento de las enfermedades contagiosas, mejoras en la higiene y en el estado nutritivo así como elevación del nivel de vida de la población, lo que ha reducido la mortalidad debida a estas causas. Este mismo desarrollo, positivo en muchos aspectos, los tiene también negativos como son los riesgos a que se somete especialmente a los niños al aumentar el tráfico rodado, la mecanización y electrificación de los hogares, la existencia de numerosos fármacos y productos químicos en el hogar… expresión en parte del bienestar material de la sociedad actual.

No hemos de olvidar que aunque nos referimos más a la mortalidad, ésta es sólo la punta del iceberg, y que por cada deceso por accidente hay cientos de lesiones, que aunque en gran parte son leves, requieren asistencia sanitaria. Otras, llevan a incapacidad permanente en mayor o menor grado: para andar, oír o ver, mover una mano, pensar…

La mayoría de los accidentes infantiles se pueden evitar, lo que es responsabilidad de los adultos.

Hay que reconocer, sin embargo, que pocas veces colabora­mos en su prevención. Nuestro medio ambiente: vivienda, calle, ciudad… está diseñado por y para los adultos, con poca preocupa­ción por la seguridad infantil (tampoco para las personas con minusvalías: ciegos, ancianos, inválidos…). El peligro existe en cualquier parte de nuestro mundo moderno y los niños pequeños no están preparados para enfrentarse a situaciones peligrosas y además sienten la necesidad de explorar, conocer a través del tacto y la boca, experimentar cosas nuevas e imitar (por ej. pasar un paso de peatones en rojo porque lo está haciendo un adulto irresponsable), lo que hace que este periodo de la vida esté lleno de riesgos de accidentarse.

El OBJETIVO es que puesto que la supresión completa de los accidentes es una utopía, -los leves suponen en parte una adaptación del niño a su entorno y su conocimiento a través de ensayos y aciertos o errores-, debemos proponernos reducir la incidencia de los real o potencialmente graves.

Para este fin deben participar los poderes públicos creando una legislación que defienda a los niños y que obligue a la protección de ventanas; dotación de detectores de gas y humos en viviendas; en automóviles, sujeciones para niños y/o sillas de transporte; zonas verdes protegidas en cada barrio o grupo de viviendas; pisos de tamaño suficiente para evitar el hacinamiento de personas y cosas; aceras anchas… ciudades en donde lo importante sea la persona y no el coche, en donde el crecimiento de edificios sea racional y equilibrado con lugares de expansión, pues si un niño tiene una habitación para jugar sin tener que hacerlo en la cocina, un parque donde correr, una acera suficientemente espaciosa para caminar sin tener que salir a la calzada… el riesgo de lesionarse disminuirá.

La responsabilidad no es en absoluto única de los legisladores sino más aún de los padres, educadores y de la población general a los que hay que sensibilizar y educar (no nos enseñaron el cuidado de los niños ni otras cosas fundamentales en la escuela ni en el BUP), a través de la TV, radio, periódicos… y por supuesto en el colegio. Esto es muy importante, pues la más triste frustración se produce cuando un niño muere o se lesiona para toda la vida por un accidente que bien pudo haber sido evitado, si los adultos hubiéramos pensado en su posibilidad: éste es el primer paso de la prevención.

Las CAUSAS o FORMAS de accidentarse gravemente en España son por este orden y para toda la edad pediátrica: la más frecuente es por caídas (1 de cada 2 casos), bien desde el mismo plano o desde una altura, siendo éstas las más peligrosas y de ahí la necesidad de la protección de ventanas, balcones y terrazas.

En segundo lugar, con un 12% los accidentes de tráfico en donde es necesario recordar el gravísimo riesgo que es llevar a los niños en el asiento delantero aunque vaya en brazos de la madre, pues un frenazo o golpe, lo lanzará de cara contra el cristal; igualmente, la necesidad de medidas eficaces contra las velocidades excesivas en ciudad y contra los peatones irresponsables que maleducan a los niños enseñándoles a hacer caso omiso de las normas (y la mayoría de las veces, su propia familia).

El tercer lugar es ocupado por las intoxicaciones bien por medicinas que el niño coge de la mesita u otro lugar o por productos de limpieza, siendo peligrosísimas las lejías fuertes, agua regia… Estos productos, que no son imprescindibles, deberían de ser usados y eliminados y jamás guardados en envases engañosos o al alcance de los niños.

Vienen ahora las quemaduras que se originan por el agua hirviendo del baño o por la caída de una comida que estaba en el fuego, o por incendio de la ropa… de donde se deducen unas normas de sentido común: la temperatura del agua caliente no deberá de pasar de 45° C. y para la higiene del niño siempre se abrirá antes el grifo de la fría que se irá templando con la caliente; el niño no hace nada en la cocina salvo estar en peligro, por lo que su entrada ahí, estará terminantemente prohibida; las fibras de la ropa, como lo es la lana, han de ser difícilmente combustibles.

A continuación la sofocación mecánica cuando se ahoga con un trozo de jamón serrano un lactante, o con “pipas”, cacahuetes… o su cabeza queda atrapada entre los barrotes de la cuna: la distancia entre barrotes ha de ser de unos 10 cm.; o jugando con una bolsa de plástico mete en ella la cabeza y se ahoga. Los chupetes no han de ser desmontables sino de pieza entera, y cuando tengan grietas o se rompan, desecharlos.

Por arma de fuego significan el 1 % de los accidentes gra­ves/mortales, en niños mayores, cuya prevención está en extremar las medidas de seguridad en su guarda, teniendo la munición en distinto lugar que el arma.

Los ahogamientos por inmersión habitualmente en piscinas, charcas, playas, ríos, pozos… y hasta en el propio baño de casa, exigen medidas por parte de los padres, cuidadores, educadores… desde el no dejar solo a un bebé en el baño a enseñarles a nadar, tener respeto al mar y río, conocer los factores de riesgo: comidas copiosas antes de bañarse, agua muy fría, entrada rápida sin adaptación previa, ejercicio intenso y brusco en el agua, tiempo excesivo en inmersión, pudiendo originarse así el “corte de diges­tión”, con mareos, tendencia al vómito, calambres, pérdida de fuerza y del conocimiento.

Si nos preguntamos cual es la EDAD preferente, la respuesta es que en todas hay accidentes, aunque las intoxicaciones son más frecuentes entre los 1 y 4 años porque el niño no discrimina entre si esto es un caramelo o una medicina con un aspecto atractivo y hasta buen sabor, una lejía o algo muy rico metido en una botella de Cola… y todo se lo lleva a la boca porque está en la fase de conocimiento oral. Antes del año, como no anda, no tiene acceso al conocimiento por sí mismo y los riesgos son derivados de hechos fortuitos con más o menos responsabilidad de quien lo cuida y/o de otros: el llevar a los niños en el cochecito, echados, con la cara hacia arriba, sin la capota colocada, es un peligro en el que no se piensa: le puede caer encima desde una colilla encendida hasta todo el polvo de una alfombra.

A partir de los 4 años, los accidentes aumentan debido a la autonomía que ya empiezan a tener y su necesidad de conocer y experimentar.

¿Y, se lesionan más ellos o ellas?: antes eran más los niños, sobre todo en accidentes, porque ellas eran más modositas, pero hoy día casi están a la par, aunque ellos siguen siendo un poco más “trastos” y algunos, por la repetición, parece que tienen “la piel del diablo”, como dicen sus madres.

Un capítulo triste es el de la MORTALIDAD por las causas que hemos visto y aquí se lleva la palma el tráfico rodado, pues aporta casi 1 de cada 3 niños que fallecen, seguido luego de los ahogamientos, y precipitaciones de alturas con un 10% cada uno, sofocaciones, quemaduras, aspiración a vías respiratorias de “cuerpos extraños”, electrocuciones con el 3% e intoxicaciones con la misma cifra… siendo el número de muertes en España de 2.000 niños al año por estas causas.

De todo lo antedicho ya queda bien claro que lo fundamental es la PREVENCIÓN y aparte de lo comentado a propósito de las causas, insistimos ahora en algunos detalles importantes.

– Caídas: en casas con escaleras, puerta de protección para el acceso a éstas mientras el niño no tenga suficiente seguridad para su uso; la silla en la que coma a la mesa con sus padres a partir de los 18 meses aproximadamente, ha de tener una amplia base de sustentación para hacerla involcable; la barandilla de la cuna suficientemente alta como para no poder ser saltada y los cierres de seguridad en las ventanas. Los ángulos de las paredes han de protegerse con material blando. Las ceras del suelo no han de hacer a éste resbaladizo, y las alfombras no serán trampas para caer nada más ser pisadas.

– Tráfico: jugar en zonas sin riesgo y lejos de la circulación; viajar en el automóvil con los seguros puestos; jamás viajar en el asiento delantero bajo ningún concepto… y educarle a que camine por la acera, cruce siempre en verde y no lo haga por cualquier sitio y atolondradamente (tras de una pelota que se le escapó por ej.). Persecución implacable de los conductores alcohólicos; enseñarle a salir del coche solamente por el lado de la acera; no llevarle caminando cogido por el lado de la carretera cuando no haya arcén.

– Intoxicaciones: aquí es fundamental que el cuidado lo ejerzan los adultos teniendo las medicinas bajo llave y fuera del alcance de los niños e igualmente los tóxicos, siendo algunos especialmente venenosos: raticidas, insecticidas… Los fabricantes deberían de obligarse a que todos los envases de fármacos tuvieran apertura difícil para un niño y que sus envoltorios y forma de presentación no fueran llamativas ni incluso agradables y menos, recordatorio de golosinas. Si el niño identifica medicamento con caramelo, irá al primero como si fuera el segundo. Una cosa es evitar el sabor desagradable y otra endulzarlo de tal forma que lo confundan. Los adultos no beberán delante de los niños por la botella, o lo que es lo mismo, le enseñaremos a beber siempre por el vaso.

– Quemaduras: tener cuidado con radiadores, estufas, braseros, hornos, planchas… y no transportar agua hirviendo por la casa, vigilar la temperatura del biberón, que no se ha de dar sin comprobar antes la temperatura de la leche y siendo muy arriesga­do el calentarlo en el microondas al dar el cristal la falsa sensación de frío. Lo ideal son los calienta biberones eléctricos al baño maría que dan una seguridad muy alta de que el niño no se queme la boca. En el baño, usar termómetro para ajustar la temperatura entre 35 y 38°. Obviamente, evitar que “jueguen” con alcohol, cerillas, mecheros… y no dejarlos a mano (atención a fumadores). Medidas más amplias son las escaleras para incendios y el uso en la construcción y decoración de materiales incombustibles.

– Asfixia y Sofocación Mecánica: hay que ser muy rigurosos en evitar todo lo que pueda llevarse a la boca como monedas, botones, pilas (que pueden originar intoxicaciones muy graves por mercurio, perforación gástrica…) y excluir los juguetes desmonta­bles, frágiles y rompibles, que pueden los niños meter en la boca y aspirar a tráquea con gravísima repercusión respiratoria. Mucho cuidado con los humos de braseros, que son asfixiantes y exquisitez en el cuidado de las conducciones de gas. No ha de dormir con los adultos (recordar el juicio de Salomón en que una madre ahogó a su hijo al caer sobre él en la cama): dormirá en su cuna, con barrotes separados entre sí para que no quepa la cabeza, sin tirantes ni cintas… con los que se pueda comprimir el cuello. Antes de los dos años no se debe usar almohada y luego, tampoco es necesaria.

Los niños deben de aprender a comer despacio (aunque sin eternizarse), sin meter grandes volúmenes en la boca, masticando bien y sin hablar mientras tragan. No se les debe de meter alimento forzadamente ni cuando esté despistado con la boca abierta, pues ello podría condicionar atragantamiento y asfixia.

– Electricidad: los enchufes han de estar altos y/o protegi­dos, a fin de que los niños no puedan meter objetos metálicos. El mejor mecanismo de seguridad está en el interruptor diferencial, que corta la corriente de forma automática cuando existe un corto circuito. Obviamente, los cables “alargadores”, conexiones case­ras… deberían de estar proscritos si andan niños por medio; los ventiladores y estufas han de tener rejillas de protección. Las mantas eléctricas no se usarán en la cama del niño con éste dentro, pues al orinar puede originarse una electrocución

– Heridas cortantes: Los cuchillos, tijeras, hoces, guadañas, máquinas de picar carne… han de estar muy guardados y jamás una lata debe de dejarse con la tapa original puesta pues puede convertirse en peligrosísima. Se ha de transferir el contenido a otro recipiente y meter la tapa en la lata antes de tirarla a la basura para evitar cortes a quién manipule la basura, y los juguetes no han de ser de lata fina cortante, pues el niño acabará desarmándolo. Las puertas o mamparas de cristal han de ser muy seguras y resistir choques, pues los cortes con el vidrio son peligrosísimos porque seccionan sin límite: existen protectores transparentes adhesibles al cristal que evitan su caída si se rompe.

– Hay que ser muy cuidadoso con las zonas de recreo en las que cabe la existencia de botellas rotas por desalmados y en donde el niño puede ser la víctima inocente.

– Otras normas: Las puertas de las habitaciones y baños no podrán ser cerradas por dentro por los niños al tener alto el pestillo, o en su defecto, siempre se podrán abrir desde fuera. Y la puerta de la calle estará siempre cerrada, pues el niño, en cuanto anda desea conocer mundo y se caerá por la escalera o se saldrá de la acera.

Los juguetes bélicos, si son hasta “de verdad”, o sea que disparan, son una aberración de la que ya no cabe arrepentirse cuando un niño pierde un ojo por un disparo de otro niño.

Educacionalmente, en España estamos muy lejos de ser mínimamente cuidadosos con el entorno: la suciedad de las calles y zonas públicas es común y entre ello, la malsana costumbre de tirarlo todo al suelo, desde colillas y papeles a mondas de fruta, que ha originado no pocos accidentes ya no sólo a niños sino que ha llevado a la muerte por complicaciones secundarias a operación de cadera, a más de un anciano/a.

No poner sellos ni anillos a los niños, pues comprimen la circulación de la sangre y además, se enganchan con facilidad llegando a originar la amputación del dedo.

Calzarlo cuando vaya por el campo, pues aparte del peligro de cristales o latas cortantes, están las picaduras de animales.

Igualmente, ser muy precavido con los juegos con animales domésticos, pues no muerden o arañan hasta el día en que sí lo hacen porque el niño le tiró de la cola o le metió el dedo en la boca, pues actúan por reflejo por muy buenos que hayan sido hasta entonces.

Las cremalleras en las braguetas son muy peligrosas pues pueden coger la piel del niño tras hacer pis y originar verdaderos desgarros, por lo que deberían estar prohibidas.

Las tijeras son un instrumento muy útil para el desarrollo de la manualidad fina del niño, pues bien, deben ser de punta roma, y especiales para esa labor.

3. ¿QUÉ MEDIDAS SE DEBEN ADOPTAR CUANDO OCURREN ACCIDENTES?

Si se trata de un golpe o contusión, aplicar una bolsa con hielo machacado sobre la zona. Si hay fractura o sospecha de ella por dolor intenso, incapacidad de mover el miembro, angulación del hueso… tratar de inmovilizarlo con algún objeto rígido: una tabla por ej. y un vendaje, hasta que llegue al Hospital. Si la fractura es con herida, cubrir con una compresa limpia y si la herida está sucia por tierra u otro material, lavarla antes con un chorro de agua oxigenada o agua limpia del grifo.

En caso de quemaduras, impedir que el niño salga corrien­do, siendo preciso taparle con una manta y revolearlo por el suelo para apagar el fuego de sus ropas. No quitar los restos de vestido adheridas a su piel. Si duele mucho por el contacto con el aire, envolverlo en sábana limpia humedecida pero nunca echarle aceite o potingues similares. Si es mínima: por ej. una ampolla sin más, aplicar una pomada (Flammazine ó Furacin) o nada y cubrirla con gasa estéril sin pincharla, que es cuando se suelen infectar. No poner tintura de iodo o similares en las heridas, pues las empeoraría.

En caso de accidente sospechoso de grave por el estado general del enfermo: inconsciente, con alguna sospecha de lesión vertebral, sangrando… pida ayuda médica urgente, tape al paciente, eleve la extremidad si sangra por ella y si con ello no controla la hemorragia, comprima en la zona superior del sangrado (torniquete), pero no más de 10 minutos seguidos… y no lo mueva hasta que aparezca un experto en el manejo y traslado. Si el paciente tiene mucha sed, la única bebida que puede tomar, si está consciente, es agua y a pequeñas dosis. En caso de accidente en carretera, es fundamental evitar otros, por lo que se ha de pedir ayuda para la señalización.

Cuando se da un cuadro de asfixia: el niño aparece primero pálido y luego azulado, con cara de angustia, tose (a veces incluso no puede hacerlo) y llega a perder el conocimiento en un cuadro de espasmos. No trate de sacar el objeto de la boca con la mano pues lo más probable es que lo introducirá más adentro. Si es pequeño, cogerlo por lo pies y ponerlo boca abajo golpeándole en la espalda a la altura de los hombros.

Ante un traumatismo craneal, se debe acudir al Hospital si perdió el conocimiento, vomita, está inestable, sangra por nariz u oídos, ve mal o doble, tiene convulsiones o hay herida. Siempre ha de estar 48h. en observación, bien en su casa (situaciones no complicadas) o en el propio Hospital, vigilando la evolución clínica.

Si es un cuerpo extraño en un ojo, no lo restregué. Lávelo con abundante agua mientras parpadea, salvo en el caso de ser un objeto puntiagudo. En este caso tápelo y llévelo inmediatamente al oftalmólogo.

4. ¿QUÉ HACER ANTE UNA INTOXICACIÓN?

Bien porque nos despistemos o porque por más que se guarde una cosa el niño puede acabar por encontrarla, el caso es que se intoxican, y lo más frecuentemente con medicinas o productos de limpieza, tal como vimos anteriormente. Las primeras pueden ser vomitadas espontáneamente o no y en cualquier caso, es necesario en primer lugar intentar aclarar cuanta es la cantidad que tomó y el tiempo aproximado transcurrido. Se inducirá el vómito metiendo los dedos en la boca, salvo que esté inconsciente (podría aspirar el vómito a vías respiratorias) que es lo que pasa con los inductores del sueño, tranquilizantes, antidepresivos… Coja al niño, el frasco y las pastillas sobrantes y llévelo a un Hospital. Si está lejos de él o el niño no está afectado, llame en cualquier hora al INSTITUTO NACIONAL DE TOXICOLOGIA: 91-5620420 para que le orienten sobre lo que hay que hacer.

Si es un producto tóxico lo ingerido, llévelo con urgencia al Hospital o llame al Centro de Toxicología: le preguntarán que tomó, cuanto tiempo transcurrió, que síntomas tiene, si vomitó… y nos dirán lo que se puede hacer antes de que llegue al médico. Si es algo que le ha caído sobre la piel, lávelo con abundante agua pero sin frotar.

Si está inconsciente, tiene convulsiones o ha tomado algún producto cáustico (sosa, lejía…) o derivados del petróleo, no trate de provocarle el vómito pues al volver a pasar el tóxico por el esófago, lo quemará o aspirará sus vapores (gasolina y similares) a pulmón y podrá originarse una lesión grave. En el caso de haber tomado lejía u otro álcali fuerte, darle zumo de limón o vinagre con agua para compensar y si tomó un ácido: leche con bicarbonato y una clara de huevo, o solamente leche si lo otro no lo hay a mano.

Una recomendación final como síntesis de todo: si queremos evitar accidentes a los niños, víctimas inocentes por irresponsables, procuremos pensar en la posibilidad de que se puedan producir y atajémosla antes de que ocurra.