Tema 29 – La evaluación: Evaluación del proceso educativo. Concepto, métodos e instrumentos. Evaluación del técnico/a y del centro educativo. Recogida de datos y transmisión de la información.

Tema 29 – La evaluación: Evaluación del proceso educativo. Concepto, métodos e instrumentos. Evaluación del técnico/a y del centro educativo. Recogida de datos y transmisión de la información.

1. CONCEPTO DE EVALUACIÓN: CARACTERÍSTICAS Y RECURSOS

La evaluación se ha convertido hoy en día en una mecá­nica más de las que se deben realizar en el proceso edu­cativo, se ha incorporado como elemento fundamental para garantizar el máximo de eficiencia del sistema.

El papel de la evaluación dentro del sistema educativo

El hecho de educar conlleva la acción de evaluar, pero mientras que hasta ahora el educador ejercía como eva­luador de resultados en sus alumnos, entendiendo que éstos eran lo único evaluable de la propia educación, hoy en día se entiende la acción de educar como un conjunto de elementos que se conjugan en el centro, que se suman para conseguir entre todos el hecho edu­cativo y que tienen todos la capacidad de ser evaluados.

Aspectos evaluables en un centro educativo

Por ello, hablar hoy en día de la evaluación en un cen­tro educativo supone como mínimo considerar tres as­pectos o niveles sujetos a evaluación:

  • La evaluación de la gestión del centro con los grandes documentos educativos que la justifican y que a su vez deberán ser evaluados: Proyecto Educativo, y Proyecto Curricular. En este apartado también cabe incorporar la evaluación de los servicios contrata­dos o pactados por el centro, siendo algunos de ellos de carácter no específicamente educativo.
  • La evaluación educativa, es decir, de las actividades del aula y por consiguiente de la programación.
  • La evaluación del progreso de los niños de los cuales se es responsable, para comprobar que están adqui­riendo las capacidades previstas.

Todos estos procesos evaluativos tienen su propia siste­matización, si bien al educador infantil lo que más le interesa es la evaluación de los niños y de su programa­ción.

El educador como evaluador

Todo ello lleva al conjunto de educadores a la percep­ción de que constantemente se esté en un proceso eva­luador, ya que no sólo se tiene que evaluar a los alum­nos, sino también el trabajo que profesionalmente realiza cada uno.

El educador tiene bien incorporado en sus funciones el trabajo de evaluar a sus alumnos; sin embargo se entra en un terreno más difícil en el momento que debe realizar una autoevaluación de lo que él mismo realiza. Muchas veces se cae en el error de ser excesivamente críticos y, otras, se cree que no se puede mejorar el tra­bajo realizado.

Otra dificultad añadida con la que se encuentra el do­cente es que difícilmente puede tener un observador externo que lo evalúe. Se fun­ciona de forma individual, lo que provoca muchas veces per­cepciones distorsionadas, no realistas, de lo que se realiza en el aula. Sería bueno pues poder asistir sistemáticamente a las aulas de los compañeros del mismo nivel educativo para poder analizar y comparar lo que hace cada uno; pero como esto no es viable, el sustitutivo que se utiliza en educación son los grupos de trabajo en los propios centros o los cursillos externos o internos, donde se intercambian las opiniones y dudas que se pueden tener en el momento de actuar sobre los niños o en el momento de pla­nificar el cómo lo debo hacer.

La función de evaluar es permanente en el educador, tanto que puede tener la sensa­ción de estar continuamente evaluando.

2. CARACTERÍSTICAS DE LA EVALUACIÓN

Se habla de la evaluación como elemento que forma parte del proceso educativo, así mismo, se puede decir que la evaluación es también un proceso porque se rea­liza a lo largó del tiempo, y que en educación se carac­teriza por:

— Ser sistemática. Se debe realizar a partir de una deci­sión metodológica previa, el método que se debe aplicar siempre es el mismo y en los momentos que se haya prefijado.

— Ser integral. Ya que en el momento de la evaluación, aunque se mida de forma sistemática un elemento a lo largo del tiempo, los resultados deberán darse teniendo en cuenta todos los aspectos que lo en­vuelven. •

— Ser continua y con retroalimentación (feed-back). Es de­cir, constantemente se deben evaluar partes del proce­so educativo y se debe ser capaz de ser lo suficiente­mente ágil como para variar o cambiar aquellas cosas que se detecten como mejorables o erróneas.

3. EL PROCESO DE EVALUACIÓN

La sistematización y puesta en marcha de un proceso de evaluación dependerá, en primer lugar, del aspecto que se quiera evaluar. Una vez éste esté definido, será cuestión de recoger la información que se precisa j pro­ceder a la evaluación. Sin embargo este proceso no es tan sencillo y supone una serie de pasos que no se pueden obviar:

— Localizar la información disponible.

— Seleccionar un método o técnica de recogida de in­formación. . .

— Seleccionar un tipo de instrumento.

— Decidir el momento y la frecuencia.

— Obtener, analizar y registrar la información.

— Realizar la evaluación.

Localizar la información ya disponible

Para evitar evaluar elementos que previamente ya se han evaluado, será necesario localizar la información ya disponible. ¿Dónde buscar la información y qué buscar en la información?

Por ejemplo, en el caso de la evaluación de un niño se deberá ir a los archivos de la escuela y buscar los infor­mes de personal especializado notas del educador, no­tas del resto del personal de la escuela y de los padres, para encontrar en ellos la información que se necesita previa a la evaluación.

Seleccionar un método o técnica de recogida de información

Un método es aquella forma o técnica que se emplea para obtener información. Un profesional puede utilizar un método muy directo, realizado por él mismo o bien un método indirecto, donde la información la aportan otros.

La selección de un método es imprescindible para de­terminar el cuándo y cómo obtener la información ne­cesaria. Se puede optar por los siguientes:

— Observación. La observación permite al educador obtener información sobre las características cognitivas, afectivas y psicomotrices de un niño. Con­siste en mirar y escuchar dándose cuenta de los ele­mentos importantes de una realización.

Cualquier capacidad o habilidad que sea observable (cantar, bailar), o que dé productos observables (pintar), puede analizarse a través de la observación.

Es un método que puede ocupar mucho tiempo del educador.

— Interrogación. La interrogación consiste en pregun­tar. Cuando se quiere saber algo del campo afectivo de un sujeto, lo mejor es realizar cuestionarios (he­rramienta de la interrogación), o bien preguntarle directamente sobre sus sensaciones afectivas.

Con los niños pequeños es muy útil realizar pre­guntas concretas sobre sus comportamientos a otros miembros del centro educativo o a sus pa­dres. Este método ocupa también mucho tiempo.

— Análisis. El análisis consiste en dividir algo en peque­ñas partes. Para evaluar por ejemplo la maduración psicomotriz de un niño se pueden estructurar los ejercicios que se vayan haciendo de psicomotricidad, de forma gradual y recogiendo sus aciertos y errores, pudiendo así analizar su evolución.

Es un método que se basa en la preparación, que es larga y crucial.

— Test. El test proporciona una información de lo más exacta y eficaz entre los métodos propuestos. Los tests pueden ser orales o de papel y lápiz, formales o informales, diseñados para medir conocimiento o actuación. Se suelen utilizar para conseguir infor­mación sobre los aspectos cognoscitivos de la con­ducta. Este es un método aplicable sólo en una pe­queña parte a los niños en educación infantil. El desarrollo de las sensaciones de los sentidos y las de tipo motor pueden ser testadas.

Es un método que permite obtener una informa­ción fiable, objetiva y en menos tiempo que los an­teriores.

Seleccionar un tipo de instrumento

La utilización de una técnica o método va a necesitar del concurso de unos instrumentos para ponerla en práctica y en cada caso se tendrá que analizar qué ins­trumento será más útil para conseguir la información que se precisa. En este apartado se hará una descripción de todos ellos, pero los más utilizados se tratarán de forma específica en cada uno de los aspectos a evaluar:

En el caso de los instrumentos para la observación se pueden encontrar: el anecdotario, las listas de con­trol, las escalas de evaluación y la ordenación.

— Anecdotarios. Son descripciones escritas de las ob­servaciones que han hecho los educadores. Son muy útiles para el educador porque describen una respuesta en una situación determinada. Sir­ven para recoger información sobre la adapta­ción de los niños, tanto escolar como social.

Tiene alguna desventaja, como es el tiempo que lle­va anotar las cosas en el momento que suceden y también que puede ser no demasiado objetivo. De todas formas en educación infantil se utiliza mu­cho por ser un instrumento que permite obtener una información de forma natural.

— Listas de control. Sirven para investigar com­portamientos específicos. Cuando se usa una lis­ta se decide si ciertas conductas o características son importantes, se anotan y luego se marca cada una de las que se encuentran. Ofrece infor­mación sobre si la característica está presente o no. Es un instrumento fácil y objetivo que per­mite además analizar el progreso en las realiza­ciones. En educación infantil se pueden utilizar cuando interese evaluar, por ejemplo, las con­ductas y los progresos en el control de esfínteres o en la comida.

— Escalas de evaluación. Es como una lista gradua­da donde el educador debe indicar el grado míni­mo y máximo que conseguir y el proceso del su­jeto. Una modalidad de estas listas son las escalas de estimación, que indican el grado, la frecuencia o la descripción de las conductas.

— Las escalas de estimación de frecuencias hacen referencia al número de veces que se presenta la conducta.

— Escala de estimación de grado, hacen referencia a la calidad de la conducta. Las escalas de estimación descriptivas que, como indi­ca su nombre, muestran una descripción de las conductas mediante un ítem. En este tipo de esca­las hay que describir las conductas que se encuen­tran en los extremos y posteriormente se define la conducta que se encuentra en el punto medio o neutro. Si en lugar de tres niveles de ítems se elabo­ran ítems intermedios, se conseguirá definir mejor la situación en la que se encuentra el niño.

— La ordenación. Ordena o agrupa a las personas en función del grado en que poseen una caracte­rística. Sirve para analizar la totalidad del grupo y evaluar por dónde se colocan los individuos. También puede utilizarse para comparar dos miembros del mismo grupo y es útil porque obli­ga al educador a fijarse de forma específica en cada miembro del grupo.

Es una herramienta bastante tosca y algo subjeti­va, pero permite hacer cálculos del grupo a grosso modo, sin embargo es poco utilizada en educa­ción infantil ya que en este nivel educativo lo que interesa es analizar al niño en su evolución per­sonal, no tanto al grupo como tal.

— El cuestionario. Es una lista de preguntas anotadas para ser contestadas por otro sujeto. Está pensado para obtener información sobre opiniones o pos­turas, sobre las acciones que hicieron o podrían hacer las personas en una situación concreta. Tie­ne la desventaja de que se obtienen percepciones de las situaciones, no realidades, pero como ven­taja cabe destacar que se puede realizar a varias personas a un tiempo y no hace falta que sea en un momento determinado. Existen unos cuestio­narios llamados inventarios donde se pueden eva­luar hábitos, actitudes, opiniones y comporta­mientos de un grupo de educadores. Hay que te­ner presente que cuando se prepara un cuestionario se debe tener bien claro qué información nos interesa obtener.

En el momento de la elaboración de las preguntas se irá de lo más general a lo más particular y de las cuestiones menos comprometidas a las más com­prometidas. También pueden ser preguntas que den posibilidad de respuesta cerrada o abierta.

Para la evaluación con opiniones de adultos se suele utilizar la abierta por ser más rica, pero si no se controla muy bien lo que se quiere medir en cada pregunta se puede caer en el error de inter­pretar erróneamente las respuestas.

— La entrevista. Es un instrumento utilizado cons­tantemente en educación. Ya sean formales y muy estructuradas como informales y desestructura­das. Las entrevistas proporcionan una informa­ción importante sobre las conductas u opiniones que se quieran analizar. Es una herramienta que está sujeta a las percepciones del entrevistado y que si se quiere obtener una información fiable supondrá mucho tiempo. En el caso de que se quieran obtener informaciones de varias perso­nas sobre una misma cosa es más aconsejable un cuestionario.

— Las técnicas proyectivas. Permiten averiguar algo sobre las características de personalidad y adapta­ción de las personas. Es un instrumento de carác­ter clínico, utilizado por la psicología, y que por lo tanto debe ser usado por expertos. Es útil cuando se detectan respuestas que no pueden ser ordenadas dentro del grupo.

— Las técnicas sociométricas. Permiten obtener da­tos sobre la aceptación social de las personas en un grupo y las relaciones interpersonales. No es un instrumento que pueda utilizarse en educa­ción infantil y además debe ser controlado por expertos.

En el caso de los instrumentos para testar: los tests elaborados por el profesor y los tests estandarizados.

— Tests elaborados por el profesor. Suelen utilizarse para obtener una medida de los logros cognosci­tivos de los alumnos y cubren los objetivos espe­cificados por él. Suelen utilizarse en aprendizajes concretos y en niveles edu­cativos superiores. Son úti­les para tomar decisiones sobre los niveles de aprendi­zaje.

— Tests estandarizados. Son un instrumento des­tinado a obtener muchos tipos de información en condiciones estándar. Son instrumentos que deben ser aplicados por un especialista. Son útiles para obtener informacio­nes que permitan tomar decisiones importantes. En educación infantil permiten diagnosticar al­gunos problemas. A pesar de ser un método muy subje­tivo, la entrevista es una herramienta ampliamente utilizada en educación.

Decidir el momento y la frecuencia

Una vez se tiene decidida la técnica de recogida de in­formación y seleccionado un instrumento, se deberá decidir cuándo se debe obtener la información y cuán­tas veces.

Muchas veces se precipita esta recogida de información por demandas externas al centro (por ejemplo una ins­pección educativa) y se provoca una distorsión que lle­va a fabricar una información no real, ni fiable. Se debe intentar planificar el momento, con lo que deberá ha­ber una preparación previa, y la cadencia o repetición que debería ser la idónea para obtener una buena infor­mación. Por ejemplo, si se pretende valorar la marcha de las programaciones se debería:

— Primero, pensar cuántas veces a lo largo del curso se va a hacer.

— Segundo, si, además de las reuniones periódicas de los equipos de educadores donde deben quedar re­cogidos los acuerdos, se realiza alguna reunión es­pecial sólo de programación, o bien, se utiliza algún instrumento de registro que permita ver por escrito el “momento” de la programación.

— Tercero, hay que ser realista y pensar que todo con­lleva mucho tiempo. Por ello no se debe ambicio­nar mucho en estos controles e ir paso a paso, con­siguiendo un objetivo que no sea de control sino de mejora educativa.

Obtener, analizar y registrar la información

Ya se han visto diferentes formas para obtener la infor­mación: directa o indirectamente y de forma oral o es­crita.

El análisis de la información incorpora un elemento de punto de vista por parte del que la analiza. Hay que te­ner muy claro antes de analizar la información, e inclu­so antes de recogerla, qué finalidad se persigue con la obtención de dicha información.

El análisis de la información va a permitir estructurarla de manera que pueda ser utilizada e interpretada, final­mente ha de quedar registrada por escrito.

No se puede caer en el error de pensar que se podrá dis­poner de toda la información que se mueve en un cen­tro educativo, aunque es cierto que la Dirección tiene la obligación de obtener un tipo de información, la de ca­rácter más educativo y general del centro, para mejorar el resultado y rentabilizar esfuerzos.

Por lo tanto, el objetivo de la obtención de información de la Dirección nunca debe ser fiscalizador y, por sí mismo, crítico, sino que debe estar regido por la mejo­ra en el funcionamiento.

Por todo ello el analista de la información debe com­partir su análisis con otros miembros de la comunidad antes de emitir un juicio.

Una vez seleccionado el método y el instrumento, será necesario determinar los momentos y la frecuencia con que se va a evaluar.

Realizar la evaluación

Una vez se ha realizado todo el proceso relacionado con la información se pasará a hacer propiamente lo que se llama evaluación y que consiste en formular juicios, to­mar decisiones y dar a conocer los resultados.

— En la formulación de juicios los educadores inter­pretan los resultados y los clasifican.

— En la toma de decisiones actúa sobre lo que en un principio se enunció y que, después del proceso evaluativo, se ha visto que debe realizarse un cam­bio y que, en ese momento, se está en condiciones de cambiar. Así se realiza el feed-back o la retroalimentación, que permite mejorar el proceso educa­tivo.

— Finalmente se darán a conocer los resultados. Los resultados deberán estar escritos en un informe donde constarán: los resultados obtenidos en la evaluación, indicando las valoraciones (juicios), decisiones que se han tomado y medidas que se van a aplicar, a partir de un momento que se deberá también determinar. Se hará llegar toda esta infor­mación a las partes que pueden quedar afectadas.

Aunque en la lectura de este proceso pueda parecer que el tiempo que pasa desde que se inicia la búsqueda de información, recogida de la misma y resultados, sea di­latado, la realidad es que no es tan cierto. Hay cantidad de pequeñas cosas que constantemente se analizan en los centros pero que después, como no se pasa a realizar la evaluación propiamente dicha, se pierden los esfuer­zos humanos realizados para conseguirla, y las mejoras que el proceso educativo, y por ende la organización del centro, conseguirían en el caso de emitir juicios y apli­car decisiones.

4. EL PROCESO DE EVALUACIÓN DE CENTRO

Evaluación de la gestión del centro

Cuando se habla de evaluación de centro se hace refe­rencia básicamente a la evaluación de la gestión. Hoy en día ya se empiezan a aplicar los modelos de gestión del mundo empresarial al mundo educativo, sin em­bargo no hay que impresionarse ante estos modelos ya que su propio carácter simplista ayudan más que com­plican.

Siempre ha parecido que hablar de gestión educativa era perder un valor propio de este campo, pero no hay que olvidar que los centros educativos deben funcionar y gestionarse bajo uno de los principios básicos del mundo empresarial como es la gestión de los recursos económicos. Esto, en un centro educativo, implica: cla­ridad en la gestión de los recursos materiales y claridad en la gestión de los recursos humanos, por lo tanto no se está tan lejos en cuanto a gestión de recursos. Se ha de contar con un presupuesto para poder llevar adelante los diferentes proyectos y, en parte, que su resultado sea más o menos óptimo dependerá de la gestión de estos recursos.

Sí es cierto que en educación los objetivos no se pueden basar en la rentabilidad del producto y por lo tanto no se tratará de evaluar si la gestión realizada ha sido ren­table desde el punto de vista económico. Sin embargo, uno de los objetivos de gestión debe ser la rentabilidad de los recursos y eso sí que se podrá y deberá evaluar.

¿Quién debe realizar esta gestión y cómo?

Los presupuestos económicos que llegan a un centro educativo pueden tener diversas fuentes: privadas o pú­blicas. Tanto en un tipo de centro como en el otro la co­munidad educativa deberá valorar la utilización de los recursos económicos.

— Primero sopesará el plan económico que deberá presentar la directiva.

— Segundo, al final de cada curso, evaluará la eficacia del plan y, si da lugar, los elementos que se deberían rectificar.

Evidentemente el peso de la gestión recae sobre la di­rección del centro educativo que en los centros de edu­cación infantil suele ser una sola persona, lo que hace que su responsabilidad sea mayor.

El director o la directora que se encuentre en esta posi­ción, deberá analizar qué quiere potenciar el centro du­rante el curso. Hay que pensar que las direcciones de los centros suelen hacer previsiones de cambios y/o mejo­ras a -según la Ley de Calidad- tres años vista, que es el período de mandato que marca la normativa. Por ello el plan económico de un año está incluido en un pro­yecto de dirección a tres años.

En el caso de los centros privados la gestión económica de los recursos irá ligada a la rentabilidad del negocio y, por lo tanto, a mayor matrícula, mayor capacidad eco­nómica y más margen de maniobra en la gestión. Este director o directora habrá elaborado un proyecto edu­cativo que le deberá marcar las prioridades y, por ello, cuáles deben ser los recursos necesarios para conse­guirlas.

La contratación de los recursos humanos, (que forma parte de la gestión de estos recursos), es la clave para obtener un buen resultado educativo. Y no es tanto por el saber contratar a los mejores, sino por la capacidad de crear un buen equipo.

Una parte de los recursos humanos muy importante en educación infantil son todos los que hacen referencia a monitores y a personal no docente del centro. Son muy importantes porque hay cantidad de actividades que requieren su presencia (salidas extraescolares, comedo­res, etc.) y por lo tanto pueden producir interferencias con el educador. Formará parte de esta gestión también el saber formar a estas personas para el trato con niños pequeños y en la línea del Proyecto Educativo que ten­ga el centro.

El otro aspecto indicado corresponde a la gestión de los recursos materiales. Comprar aquello que es necesario para la programación prevista, repartir un presupuesto teniendo en cuenta las necesidades de cada educador, saber contar con una parte del presupuesto para impre­vistos, etc., serán las acciones que realizar por el propio director del centro.

¿Cómo se puede evaluar la gestión de centro?

Se deberían hacer dos tipos de evaluación. Una corres­pondería a la gestión económica y otra a la gestión de los recursos humanos.

— La evaluación de la gestión económica debería ser una reflexión sobre si el capital invertido se ha corres­pondido con los objetivos que se quieren alcanzar en el Proyecto Educativo.

Por ejemplo, si el Proyecto Educativo tiene entre sus objetivos generales uno que haga referencia a “potenciar el desarrollo individual de los niños” es evidente que se está hablando del propio fin de la educación infantil, pero eso no priva de tenerlo presente y en el momento de decidir entre la com­pra de unos materiales para decorar la entrada de la escuela u otros que sean de psicomotricidad, se de­bería optar por los segundos, dejando para otro momento la decoración del centro.

— La evaluación de la gestión de los recursos humanos.

Hace referencia a si ésta (especialmente su contra­tación y formación) son acordes con lo que se pre­tende en los objetivos educativos del Proyecto Edu­cativo.

Por ejemplo, si en el proyecto educativo consta como objetivo general “potenciar la participación del profesorado en actividades de formación perma­nente”, se debería canalizar una parte de los recur­sos económicos para posibles sustituciones de los educadores, ya que algunas veces los cursos exter­nos suelen hacerse en horas de actividad del centro.

La gestión educativa está, por lo tanto, íntimamente li­gada en el mundo occidental a la gestión económica. Un buen gestor de centro conocerá perfectamente los objetivos educativos de la etapa, el Proyecto Educativo y el personal con el que cuenta para realizarlo. Y por otra parte, conocerá sus recursos económicos y, por ello, su capacidad de movimiento para poder invertir en los diferentes aspectos del centro.

¿Quién debe realizar la evaluación de la gestión?

La evaluación de la gestión debería realizarla el Conse­jo Escolar o la comunidad educativa al final del curso académico y dando nuevas visiones de la utilización de los recursos. Es decir, no únicamente ha de ser una eva­luación en la que la Dirección presenta el estado de cuentas y las inversiones que se han hecho -materiales o de educadores -y el grupo evalúa el saldo final, sino que la dirección debería explicar claramente sus objeti­vos y cómo ha aplicado recursos en ellos, pudiendo ha­ber obtenido resultados positivos o no tan positivos.

La comunidad educativa pasaría entonces a evaluar si se ha gestionado bien, pese a que los resultados no ha­yan sido tan buenos como lo esperado. Se analizarían entonces los condicionantes que han provocado este resultado para intentar mejorarlo. No es, por lo tanto, una evaluación puramente crítica y fría del estado de cuentas.

Por lo tanto, siempre que se evalúe la gestión de un cen­tro se deberán tener presentes sus objetivos, y será bue­na o mala en tanto en cuanto haya sabido adaptar sus recursos económicos a su Proyecto Educativo y haya sa­bido gestionar sus recursos humanos en función de los recursos económicos y sus necesidades educativas.

El método y los instrumentos más apropiados, para eva­luar la gestión en un centro de educación infantil, más apropiados podrían ser de observación, para analizar si la gestión de los recursos con los objetivos fijados es la óptima: listas de control y escalas de evaluación; y de in­terrogación, para analizar a los profesionales que con­tratar, el clima de trabajo y el trabajo en equipo: cuestio­narios y entrevistas. Así mismo sirven para realizar una autoevaluación y comprobar el grado de satisfacción del personal del centro y los padres con la gestión.

5. EVALUACIÓN DE LOS DOCUMENTOS GENERALES DEL CENTRO

Estos tres documentos están sujetos a una evaluación periódica anual. Cada uno de ellos puede sufrir cam­bios en su contenido aunque difícilmente los cambios se producirán en la estructura, es decir, los tres docu­mentos deberán recoger siempre los apartados que ya se han comentado anteriormente.

Durante la elaboración de estos documentos se ha visto que intervienen diferentes grupos de la comunidad educativa. Así mismo deberán evaluar si las expectati­vas creadas han sido reales o no.

Por ejemplo, si el protocolo de funcionamiento que se ha utilizado para conserjería se ha aplicado o no, si el plan de emergencia es adecuado o no, si las programa­ciones siguen las pautas marcadas en el proyecto edu­cativo o no, etc. Para ello se debería planificar un siste­ma sencillo de control y recogida de información en el cual esté implicada toda la comunidad escolar.

  • En el Proyecto Educativo de Centro es muy intere­sante ver, en su aspecto formal, si los objetivos ge­nerales de centro quedan recogidos en el Proyecto Curricular. Para ello no se necesitará más que hacer un análisis comparativo entre ambos documentos, estableciendo una tabla de doble entrada y regis­trando la presencia o no de objetivos específicos que indiquen si los objetivos generales han sido contemplados.

En el aspecto educativo y de centro interesará más ana­lizar si los objetivos generales que se han planteado son realmente proyectados en el centro. Se podría realizar un cuestionario entre todo el personal del centro y al­gunos delegados de padres para poder hacer como un estudio de opinión. Si se quiere realizar se deben trans­formar los objetivos en acciones medibles y evaluables.

  • En el Proyecto Curricular de Centro es de fácil aná­lisis comprobar si las distribuciones, repartos de horarios y de espacio se cumplen, si los recursos se utilizan según el proyecto, si el análisis individual de los niños sigue el protocolo marcado, etc. Las ta­blas de recogida de información y las listas de con­trol son buenos instrumentos para esta evaluación.
  • En el Reglamento de Régimen Interior se suelen producir más cambios que en los dos anteriores. Normativas referentes al cuidado de la salud y la hi­giene en el centro, referentes a las salidas fuera del centro, referentes a cómo comunicarse con los pa­dres, etc. son apartados que suelen sufrir variacio­nes con los años y deben actualizarse.

En consecuencia, todo lo que hace referencia a docu­mentos generales del centro pasan por una evaluación anual, que corresponde realizar básicamente a la direc­tiva y a grupos de educadores, y de cuyo resultado se deberá dar cuenta al Consejo Escolar o a la comunidad escolar.

6. EVALUACIÓN DE LOS SERVICIOS SANITARIOS Y COMEDORES

Más en el marco de la normativa sanitaria que educativa, existe un elemento en educación infantil importantísi­mo que es la higiene en general, que debe garantizarse. Higiene referida tanto a los servicios sanitarios, como a todas las estancias del centro, y a lo referente a la mani­pulación de alimentos. El control y evaluación de estos servicios hace que se pueda responder delante de situa­ciones complicadas referentes a la salud de los niños.

Se supone que todo lo que hace referencia a los sanita­rios y lavabos reciben una limpieza y control diario. También el tema de la alimentación debe ser cuidado con especial interés, de esta manera los utensilios y ali­mentos deben estar bajo las normas higiénicas necesa­rias, así como las personas que los manipulan.

La evaluación del servicio de limpieza y de comedores forma parte de la buena gestión de un centro educativo, y más en educación infantil. La Dirección del centro debe vigilar, periódicamente, que se cumplan las con­signas que se han establecido para limpieza y alimenta­ción, consignas que irán desde cuándo y con qué pro­ductos deben limpiarse los sanitarios y las aulas, hasta cuál debe ser el menú de los niños, así como las medi­das que deben plantearse para la manipulación de los alimentos.

La Dirección es la que marca las directrices pero es res­ponsabilidad de todos los miembros de la comunidad educativa el vigilar que se cumplan.

7. EVALUACIÓN DEL PERSONAL DE APOYO: MONITORES Y ALUMNOS EN PRÁCTICAS

La valoración de los monitores que de forma puntual se integran a la escuela infantil para realizar funciones de apoyo en comedores, salidas y actividades que re­quieren la presencia de un número más elevado de adultos es importante, ya que deben cumplir los mis­mos requisitos que el personal estable y, en cambio, no se les puede exigir la misma responsabilidad.

Al final del curso escolar el equipo de educadores, jun­to con la Dirección, evaluará si los monitores que se han incorporado a aquel curso cumplen los requisitos estipulados por el centro, tanto en cuanto a normas la­borales, como en la relación y comportamiento con los niños y con el equipo de educadores.

Otro elemento que interviene muchas veces en las aulas de educación infantil es el alumno en prácticas, que puede ser una ayuda para el educador o puede provo­car una situación de distorsión. Es importante que el alumno sepa adaptarse a la situación y al educador del aula que se le ha asignado. Siempre hay un período de adaptación en el que cuesta un poco entrar en la diná­mica establecida. Una vez superado deberá crearse una situación de ayuda y colaboración entre el educador y el alumno en prácticas.

La evaluación del alumno viene marcada por unas di­rectrices del Instituto o Escuela del cual procede, y se realiza juntamente con el tutor que se le ha asignado al alumno. Este apartado es un elemento más que evaluar como centro. La Dirección debe recoger las valoracio­nes sobre los alumnos en prácticas y evaluar si ha sido positiva o no la participación de estos alumnos en la di­námica del centro.

8. EL PROCESO DE EVALUACIÓN EDUCATIVA

Evaluación de las programaciones: seguimiento

Ya se ha dicho que las programaciones son el elemento que justifica el trabajo que se realiza. Sirve para saber hasta dónde se ha llegado y qué se ha hecho de lo pro­puesto. El objetivo de la programación es cumplirla y, por lo tanto, ya se tiene un primer índice que evaluar: ¿se ha cumplido en su totalidad o no?, ¿por qué?

Analizar unos resultados al final del proceso es relativa­mente fácil pero se pierde parte de la riqueza de las cau­sas que provocan alteraciones, por lo tanto se deberá crear un control de seguimiento de esta programación que se sustente en tres pilares: contenidos, duración-tiempo y recursos utilizados.

Para poder realizar un buen seguimiento se puede lle­var una simple hoja donde se recoja, cada día, cada se­sión de contenidos o en cada bloque de actividades, la fecha de inicio y finalización, las unidades, las activida­des realizadas y unas observaciones. Si se consigue ser sistemáticos y organizados se sabrá siempre dónde se está y qué falta por hacer; y además, en el caso de que hubiera una sustitución, no existiría ningún problema. Se puede hacer tan simple como:

Un sistema que se utiliza normalmente en la escuela in­fantil es el diario de clase. En él se puede explicar, a modo de diario, de forma descriptiva, lo que se ha he­cho, cómo ha ido, qué incidencias se han tenido e, in­clusive, hacer una valoración por encima de los resulta­dos, emitir unos juicios que pueden servir para ir adaptando -tomar decisiones- la programación al gru­po de niños.

Esta herramienta está dentro de las técnicas de observa­ción directa e incluye, en algunas ocasiones, el anecdotario, que hace referencia específica a los niños. No se puede valorar como instrumento evaluativo ya que el diario está sujeto a comentarios y valoraciones perso­nales, además no está estructurado de forma en que se pueda sistematizar la información. Sin embargo es muy útil para el educador en su función evaluativa.

El anecdotario, como se ha visto, es un tipo de registro de comportamientos o actitudes individuales de los ni­ños. Lo puede recoger cualquier miembro de la comu­nidad educativa, pero el del aula, por ir ligado a la mar­cha de las actividades, suele añadirse al diario de clase.

Evaluación de las actividades de aula: ajuste

La evaluación de las actividades es un hecho que se debe realizar a diario. El análisis de los resultados de las actividades con los niños va ligado al análisis de las res­puestas de los niños. Esta evaluación va unida en el dia­rio del aula al propio seguimiento de la evaluación.

Una sugerencia para evaluar las actividades es ver si re­almente éstas aportan una información útil sobre el re­sultado o respuesta de los niños cuando se analizan. Es decir, a veces se piensan actividades para un objetivo que no dan el resultado esperado. Es posible que no se hayan elegido con suficiente acierto las actividades.

Se debe crear un sistema que permita analizar de forma rápida el funcionamiento de una actividad, y siempre tomar por costumbre analizar las demás según el mo­delo establecido.

— Aceptación de la actividad.

— Potencia de la actividad.

— Resultado de la actividad

Toda esta evaluación, que conlleva una recogida de la información-, un análisis de la misma, unos juicios y una toma de decisiones, se hace de forma rápida, a través de un método de observación directa, y quedará recogida, como ya se ha dicho, en el propio diario de aula. Ade­más es fundamental realizar esta evaluación para las adaptaciones, o ajuste de la programación, que se de­ben realizar constantemente en estas edades.

9. EL PROCESO DE EVALUACIÓN DE LOS NIÑOS

Evaluación del grupo: recogida de información

Ya se ha comentado que la observación es una técnica de recogida de información muy válida, pero antes de po­der aplicar una técnica de este tipo se debe:

  • Asegurarse de que se está preparado. Pensar en qué tipo de información se desea obtener para elaborar decisiones o juicios. Tener preparado el material que se quiera usar para la observación, tanto el del educador para recoger la información, como el de los niños en el caso de ser actividades concretas que evaluar.

Un buen ejercicio es, antes de hacer una técnica de observación con los niños, ejercitarse con personas o situaciones de la vida cotidiana.

· Asegurarse que es el mejor momento de los niños. Si se trata de obtener informaciones de los resultados de los niños en situaciones determinadas se ha de in­tentar que estén tranquilos para que lo puedan ha­cer de la mejor manera. Por ejemplo, nunca se de­berá realizar una evaluación de los niños sobre una actividad psicomotriz, si es justo antes de ir a co­mer o si están cansados.

  • Ser objetivo. Es quizás el punto más conflictivo en la observación. Suelen producirse errores por parte del observador ya que muchas veces se matiza o existen prejuicios que hacen que la información sea subjetiva y no objetiva. Un buen observador debe ser consciente de estos posibles errores e intentar concentrarse en el comportamiento observado, en lo que se percibe claramente, y no en lo que se sien­te o intuye.

Se cometen por parte de los observadores varios errores:

— Un efecto que se produce después de haber observa­do una primera conducta positiva es que se tiende a dar todas las siguientes por igual de buenas.

— Otro efecto es la tendencia personal del observa­dor. Hay observadores muy generosos que tien­den a evaluar muy alto, o bien los hay muy seve­ros que evalúan muy bajo.

— Un tercer tipo de efecto es que el observador se deje influir por la relación que él cree que existe entre una conducta y lo que él piensa. Por ejem­plo, pensar que un niño no presta atención por­que es inmaduro.

Centrarse en los comportamientos significativos. Hay que procurar no distraerse de lo que se pretende observar.

  • Ser discreto. El niño no debe percibir la atención del educador en observar cómo hace las cosas.
  • Observar a menudo. No se debe parar la observación en un día y un momento. Para poder emitir juicios y elaborar decisiones se debe realizar una observa­ción sistemática. A más veces se observe, mayor cantidad de información se tendrá para extraer conclusiones y además se irá desarrollando la pro­pia capacidad observadora.

Una vez centrada la técnica de observación se debe ana­lizar cuáles son los instrumentos idóneos para la obser­vación del grupo. Ya se ha comentado que el diario de aula suele ser un buen instrumento para recoger la in­formación general de lo que sucede en el aula. También se ha dicho que es útil para valorar el desarrollo de la programación y el resultado de las actividades.

Pero no hay que olvidar el apartado del anecdotario donde se recogerán aquellas observaciones referentes a una conducta o comportamiento de un niño. Algunas veces se entiende que el anecdotario es recoger “todo” lo que sucede en el aula con aquel niño. No hay que confundirse. Por ejemplo, en el diario de clase se reco­ge, muchas veces, lo imprevisto con aquel niño, que no suele ser lo importante. En el caso del anecdotario se ha de entender que se refiere a un registro que se hará de forma sistemática, con los niños, para observar su con­ducta o reacciones ante situaciones concretas. Lo coti­diano, lo que se repite, es lo que debe interesar, es lo im­portante.

El análisis, recogiendo su comportamiento día a día, de la conducta de Pablo ha permitido establecer un posi­ble juicio: “Pablo no se ha adaptado al centro todavía y a la vuelta de vacaciones le cuesta volver a estar bien”. A partir de aquí el educador piensa una estrategia, toma una decisión, y la pone en práctica.

Su estrategia se basa en el afecto que, en los niños peque­ños, es percibido más por el contacto físico que por las pa­labras. Le dedica una especial atención de minutos al inicio de la mañana, —teniendo en cuenta que si falla la educado­ra, la persona que la sustituya deberá hacer lo mismo- y así consigue el acercamiento, integrando poco a poco a Pablo, otra vez, a la dinámica del centro.

Si el educador no hubiera hecho un proceso de obser­vación de la conducta diaria, de varios días, no podría haber elaborado el juicio ni hubiera podido establecer una estrategia de actuación. A lo mejor hubiera acerta­do por intuición, pero podría equivocarse.

Así pues cuando se registren anécdotas de comporta­miento se deberá:

  1. Escribir una anécdota por incidente.
  2. Ser breves. Sólo incluir los detalles necesarios.
  3. Utilizar palabras y frases que definan la acción.
  4. Respetar la secuencia en la que sucede la conducta.
  5. Describir la conducta como si fuera una fotogra­fía.
  6. Registrar incidentes tanto positivos como nega­tivos.

Evaluación individual

La evaluación individual de los niños tiene dos grandes apartados: la evaluación de su conducta, en general, y la evaluación de su desarrollo.

Hay que pensar que toda la información que se recoja de un niño durante un período de tiempo que, normal­mente, lo marca el calendario escolar -trimestral-, debe estar planificada con el objetivo de poder elaborar un informe al final para el centro y para los padres.

La evaluación de la conducta

Para la evaluación de su conducta, es decir, de su forma de relacionarse con el entorno, se pueden utilizar algu­nos de los métodos e instrumentos que se han citado al principio.

El método por excelencia para realizar este tipo de eva­luación será la observación, con todos los instrumentos que ya se han citado, pero se deberá complementar con otros, básicamente de tipo interrogativo.

Concretamente los que se van a desarrollar a continua­ción son: el anecdotario, la escala ordenada y la entre­vista.

La conducta quedará sistematizada a través del anecdo­tario, del cual ya hemos visto anteriormente cuál debe ser la fórmula para recogerlo. Además hay que tener en cuenta que la información que debe incluirse en cada anécdota es:

  • Nombre del niño
  • Fecha /hora de la observación
  • Lugar
  • Anécdota con contexto, si es necesario

También se puede utilizar una ordenación (escala de evaluación) donde, una vez observadas, las conductas de todos los niños se ordenan entre dos polos: el más positivo y el más negativo. Así se tendrá un estudio por comparación con el grupo.

La escala ordenada es útil cuando se lleva un tiempo re­cogiendo información y no se sabe muy bien cómo ca­lificar la conducta de algunos niños. En estos casos, la norma del aula da la referencia, aunque en los niños pequeños hay tener sumo cuidado en hacer compara­ciones con otros niños. Recordemos que la maduración de los sujetos es individual y que en este período los rit­mos madurativos pueden ser bastante diferentes.

Tanto de una forma como de otra, se debe realizar un registro ordenado de la información que se recoge y de las medidas que se van tomando -toma de decisiones-. Muchos educadores suelen utilizar la misma libreta de diario de clase, otros, deciden abrir una ficha por niño y recoger en ella las anécdotas individuales. Lo importan­te es recogerlas, tanto da el sistema, teniendo en cuenta los cuatro puntos indicados para poder seguir un orden en el tiempo.

Un instrumento indirecto para obtener información de los niños, dentro de los métodos de interrogación, es la entrevista, que en el caso de los niños pequeños es muy valioso ya que permite obtener una información que por la observación directa nunca se obtendría.

Al principio de su profesión, el educador no suele tener la suficiente habilidad para conducir una entrevista ha­cia el objetivo que pretende ni, en muchas ocasiones, sabe a ciencia cierta de qué se tiene que informar. Por ello es conveniente tener una entrevista desarrollada, detallada, para evitar obtener una información irrele­vante o difusa.

Además hay que saber cuándo hay que terminar la en­trevista. Se ha de recordar que el papel que hay que asu­mir es el de educadores, que intentan obtener una in­formación, normalmente de los padres, para conocer mejor al niño.

Hay evidencias de cuándo una entrevista debe acabar: hay silencios, se repite lo mismo, no contestan a las pre­guntas, explican cosas personales (que a veces pueden ayudar a entender las conductas infantiles). En esos momentos el educador debe dar por terminada la en­trevista y, si es necesario, quedar para otro día.

Partiendo de los dos puntos anteriores se puede elabo­rar un plan de entrevista. Hay que pensar que en una entrevista hay los siguientes elementos:

  • El día, hora y quiénes son los entrevistados.
  • El propósito de la entrevista, en este caso se trata de analizar el comportamiento y las conductas del niño. Por ejemplo, en una entrevista de control al final del primer trimestre.
  • Un rapport, que es la relación que se establece con los entrevistados. Por ejemplo:
    1. No empezar en plan interrogatorio.
    2. Comentar alguna anécdota del niño para romper el hielo.
    3. Ver si la persona está a la defensiva.

Si iniciamos el cuestionario con preguntas que puedan afectar a nivel personal, no nos contestará.

Un guión de la entrevista:

  • Analizar si ha estado antes en otro centro. ¿Hay informes?
  • Analizar cómo se comporta en casa. Con las per­sonas y los objetos.
  • Un espacio para escribir notas.

A menudo, y en especial en las entrevistas iniciales, se pasa a los entrevistados un cuestionario o conjunto de preguntas que tienen que responder de forma escrita y que se adjuntará a la entrevista propiamente dicha.

Al final de la entrevista es conveniente terminar tal y como se ha empezado. Una anécdota positiva del niño contada por el educador, o bien dejar que la persona entrevistada cuente alguna.

El modelo de entrevista que se ha presentado se tiene que adaptar a la edad del niño. Por ejemplo, en un niño de dos años interesa mucho el tema del control de es­fínteres y las conductas alrededor de este tema. En un lactante, los ritmos de sueño y alimentación son los fundamentales.

Si se tuviera que realizar una recogida de datos al inicio del curso, ésta se tendría que centrar más en temas refe­rentes a datos de la familia, antecedentes del nacimien­to y los primeros meses del niño, y aspectos de salud. El conocer las características conductuales del niño en casa, al principio de su estancia en el centro, muchas veces hace que los educadores establezcan juicios de va­lor; por eso es conveniente hacer una entrevista perso­nal cuando ya se conoce un poco al niño.

Debe quedarles muy claro a los entrevistados que la in­formación que se recoja es confidencial y que no su­pondrá ningún perjuicio para el niño.

Evaluación de los procesos de desarrollo individual

Los métodos de observación directos son la fuente más importante para evaluar los procesos de desarrollo in­dividual, tanto afectivos como cognitivos.

Ya se ha explicado que un método de observación di­recto se puede realizar a través del instrumento de la es­cala comparativa con los otros niños, lo que permite obtener una información del grupo y del niño. Pero existen otro tipo de escalas que sirven para poder reali­zar una evaluación de la conducta del niño. Por ejem­plo:

Para evaluar el desarrollo psicomotor, se puede uti­lizar una escala de estimación de frecuencias, ob­servada a lo largo de una serie de ejercicios.

Para evaluar las actividades de juego, por ejemplo se podrá utilizar una escala de estimación de grado para eva­luar la respuesta de un niño a los rincones.

Para analizar y evaluar las conductas de hábitos alimen­tarios y de vestirse-desvestirse también podría ir bien una escala de este tipo en la que se indicase el grado de adquisición del hábito.

Para evaluar el desarrollo del lenguaje se podrá uti­lizar una escala de estimación descriptiva, donde se podrán evaluar las conductas lingüísticas de un niño después de haber observado durante un mes aproximadamente sus respuestas. Se tendrán ano­taciones que permitirán completar la escala.

A partir de aquí se podrán realizar fichas con diferentes escalas, que gradúen o den información más amplia de una conducta, o bien listas de control en las cuales nada más se recoja la presencia o ausencia de esa conducta. Ambos registros son útiles, y dependerá de lo que se in­tente evaluar. Una vez se tengan recogidas toda esta se­rie de informaciones, es conveniente guardarlas en un archivo controlado.

La relación de documentos de un niño se llama expe­diente personal, y en él se debe guardar desde la ficha de admisión, hasta las informaciones médicas, el cues­tionario inicial, el registro de las entrevistas y el regis­tro de los informes trimestrales, con los informes de las observaciones y la información que se da a los pa­dres.

10. INFORMACIÓN A LAS FAMILIAS

La información que se recoge periódicamente o diaria­mente de los niños también hay que hacerla llegar a la familia. No hay que olvidar que se está en un período de maduración del individuo en el que la actuación de todos los agentes que le envuelven es especialmente im­portante, por ello hay que actuar de manera coordina­da y no generar descontrol ni inseguridades en el niño.

Existen diferentes formas de pasar la información:

  • Partes diarios. Relacionados con el tema de hábitos y conductas de alimentación, sueño y control de es­fínteres. Muchas veces los educadores lo hacen ver­balmente cuando se viene a recoger al niño, o bien, en el caso de la comida, a través de un tablón de in­formación.
  • Listas o escalas de control. En algunas ocasiones es interesante hacer llegar a los padres las conductas del niño en situaciones determinadas y lo conve­niente de apoyar en el desarrollo de las mismas. Queda bien hacerlo por escrito porque implica ma­yor compromiso que si se les comunica a través de una entrevista, de forma oral.
  • La entrevista. Ya se ha comentado que es el sistema de relación más importante con los padres y que debe realizarse como mínimo cuatro veces, de ma­nera formal, a lo largo del curso: una inicial y otras tres evaluativas.

Los padres siempre deberán recibir, a través de estas en­trevistas evaluativas o anteriormente a ellas, un infor­me detallado por escrito de la evolución de su hijo. Los aspectos que han de constar en estos informes son:

  • Todo lo referente a adquisición de hábitos: alimen­tarios, sueño, control de esfínteres e higiene corpo­ral.
  • Todo lo referente a procesos de adaptación y rela­ción con los demás: con los educadores, con los de­más niños y con el resto del personal.
  • Todo lo referente al proceso madurativo: control del cuerpo y lenguaje.

Una conclusión general, analítica, real y con aspec­tos positivos del niño.

Estos informes se realizan trimestralmente y suele ha­cerse un informe general con los mismos apartados o más genérico, al final del curso. No hay que olvidar de­jar copia de ellos en el centro.

En la elaboración de los informes han de estar implicados los dife­rentes educadores que intervienen en la educación del niño.

En todo lo que se realiza en el proceso evaluativo hay que ser extremadamente prudente. No se deben emitir juicios que no estén bien fundamentados, se ha de pen­sar que a partir de un juicio que se haga posiblemente cambiaran los esquemas de relación hacia ese niño y, por ello, se alterarán sus respuestas.

Si el juicio que se hace y la estrategia de actuación son los adecuados, se ayudará al crecimiento madurativo del niño; pero, si por el contrario, en un niño pequeño se excede en sus valoraciones y se ponen en práctica es­trategias erróneas, se le puede hacer un daño difícil de rectificar.