Tema 31 – Papel y funciones del técnico/a en educación infantil: Funciones. El T.E.I. como agente de salud y en las diferentes adquisiciones de la infancia. En la alimentación, el descanso y la higiene. El técnico como modelo de aprendizaje.

Tema 31 – Papel y funciones del técnico/a en educación infantil: Funciones. El T.E.I. como agente de salud y en las diferentes adquisiciones de la infancia. En la alimentación, el descanso y la higiene. El técnico como modelo de aprendizaje.

1. PAPEL Y FUNCIONES DEL/DE LA TÉCNICO/A EN EDUCACIÓN INFANTIL: FUNCIONES.

En relación al papel y las funciones del/de la Técnico/a en educación Infantil, habrá que tener en cuenta lo que establecen tanto el REAL DECRETO 1394/2007, de 29 de octubre, por el que se establece el título de Técnico Superior en Educación infantil y se fijan sus enseñanzas mínimas, como el correspondiente en la comunidad autónoma de Asturias, DECRETO 102/2008, de 23 de septiembre, por el que se establece el currículo del ciclo formativo de grado superior de Formación Profesional de Educación Infantil.

En ambos documentos el perfil profesional del título de Técnico Superior en Educación Infantil queda determinado por su competen­cia general, sus competencias profesionales, personales y sociales, por la relación de cualificaciones y, en su caso, unidades de competencia del Catálogo Nacional de Cuali­ficaciones Profesionales incluidas en el título.

Según estos documentos, la competencia general de este título consiste en:

Diseñar, implementar y evaluar proyectos y programas educativos de atención a la infancia en el primer ciclo de educación infantil en el ámbito formal, de acuerdo con la propuesta pedagógica elaborada por un Maestro con la especialización en educación infantil o título de grado equivalente, y en toda la etapa en el ámbito no formal, generando entornos seguros y en colaboración con otros profesionales y con las familias.

Mientras que sus competencias profesionales son:

a) Programar la intervención educativa y de atención social a la infancia a partir de las directrices del programa de la institución y de las características individuales, del grupo y del contexto.

b) Organizar los recursos para el desarrollo de la actividad respondiendo a las necesidades y característi­cas de los niños y niñas.

c) Desarrollar las actividades programadas, empleando los recursos y estrategias metodológicas apropiadas y creando un clima de confianza.

d) Diseñar y aplicar estrategias de actuación con las familias, en el marco de las finalidades y procedimientos de la institución, para mejorar el proceso de intervención.

e) Dar respuesta a las necesidades de los niños y niñas, así como de las familias que requieran la participa­ción de otros profesionales o servicios, utilizando los recursos y procedimientos apropiados.

f) Actuar ante contingencias relativas a las personas, recursos o al medio, transmitiendo seguridad y confianza y aplicando, en su caso, los protocolos de actuación esta­blecidos.

g) Evaluar el proceso de intervención y los resulta­dos obtenidos, elaborando y gestionando la documenta­ción asociada al proceso y trasmitiendo la información con el fin de mejorar la calidad del servicio.

h) Mantener actualizados los conocimientos científi­cos y técnicos relativos a su actividad profesional, utili­zando los recursos existentes para el aprendizaje a lo largo de la vida.

i) Actuar con autonomía e iniciativa en el diseño y realización de actividades, respetando las líneas pedagó­gicas y de actuación de la institución en la que desarrolla su actividad.

j) Mantener relaciones fluidas con los niños y niñas y sus familias, miembros del grupo en el que se esté inte­grado y otros profesionales, mostrando habilidades sociales, capacidad de gestión de la diversidad cultural y aportando soluciones a conflictos que se presenten.

k) Generar entornos seguros, respetando la norma­tiva y protocolos de seguridad en la planificación y desa­rrollo de las actividades.

l) Ejercer sus derechos y cumplir con las obligacio­nes que se derivan de las relaciones laborales, de acuerdo con lo establecido en la legislación vigente.

m) Gestionar su carrera profesional, analizando oportunidades de empleo, autoempleo y aprendizaje.

n) Crear y gestionar una pequeña empresa, reali­zando estudio de viabilidad de productos, de planificación de la producción y de comercialización.

o) Participar de forma activa en la vida económica, social y cultural, con una actitud crítica y de responsabi­lidad.

Siendo sus competencias personales y sociales las que se relacionan a continua­ción:

  • Establecer y mantener relaciones fluidas con la comunidad educativa y coordinación con las fami­lias, el equipo educativo y con otros profesionales.
  • Programar, organizar, realizar y evaluar procesos de intervención educativa de centro y de grupo de niños y niñas.
  • Desarrollar programas de adquisición y entrenamiento en hábitos de autonomía y salud, así como otros de intervención en situaciones de riesgo.
  • Promover e implementar situaciones de juego como eje de la actividad y del desarrollo infantil.
  • Desarrollar los recursos expresivos y comunicativos del niño y la niña como medio de creci­miento personal y social.
  • Desarrollar acciones para favorecer la exploración del entorno a través del contacto con los objetos; relaciones del niño o niña con sus ¡guales y con las personas adultas.
  • Definir, secuenciar y evaluar aprendizajes, interpretándolos en el contexto del desarrollo infantil de cero a seis años.

· Estos profesionales ejercen su actividad en el sector de la educación formal y no formal y en el sector de los ser­vicios sociales de atención a la infancia.

· Siendo sus ocupaciones y puestos de trabajo más rele­vantes los siguientes:

1. Educador o educadora infantil en primer ciclo de edu­cación infantil, siempre bajo la supervisión de un maestro o maestra como educadores en las instituciones dependientes de organismos estatales o autonómicos y locales, y en centros de titularidad privada.

2. Educador o educadora en instituciones y/o en progra­mas específicos de trabajo con menores (0-6 años) en situación de riesgo social, o en medios de apoyo familiar, siguiendo las directrices de otros profesionales.

3. Educador o educadora en programas o actividades de ocio y tiempo libre infantil con menores de 0 a 6 años: ludotecas, casas de cultura, bibliotecas, centros educati­vos, centros de ocio, granjas escuela, etc.

Los objetivos generales de esta actividad profesional son los siguientes:

a) Identificar y concretar los elementos de la progra­mación, relacionándolos con las características del grupo y del contexto para programar la intervención educativa y de atención social a la infancia.

b) Identificar y seleccionar los recursos didácticos, describiendo sus características y aplicaciones para organizarlos de acuerdo con la actividad y los destinatarios.

c) Seleccionar y aplicar recursos y estrategias meto­dológicas, relacionándolos con las características de los niños y niñas, en el contexto para realizar las actividades programadas.

d) Seleccionar y aplicar dinámicas de comunicación y participación, analizando las variables del contexto y siguiendo el procedimiento, establecido y las estrategias de intervención con las familias.

e) Identificar necesidades de los niños y niñas, así como de las familias, que requieran la participación de otros profesionales o servicios, concretando los recursos de diagnóstico y de actuación, para dar una respuesta adecuada.

f) Seleccionar y aplicar técnicas e instrumentos de evaluación, relacionándolos con las variables relevantes y comparando los resultados con el estándar establecido en el proceso de intervención.

g) Seleccionar y aplicar estrategias de transmisión de información relacionándolas con los contenidos a transmitir, su finalidad y los receptores para mejorar la calidad del servicio.

h) Reconocer los diferentes recursos y estrategias de aprendizaje a lo largo de la vida, relacionándolos con los diferentes aspectos de su competencia profesional para mantener actualizados sus conocimientos científicos y técnicos.

i) Identificar y evaluar su contribución a los objetivos de la Institución, valorando su actividad profesional para la consecución de los mismos.

j) Identificar las características del trabajo en equipo, valorando su importancia para mejorar la práctica educa­tiva y lograr una intervención planificada, coherente y compartida.

k) Aplicar dinámicas de grupo y técnicas de comuni­cación en el equipo de trabajo, intercambiando informa­ción y experiencias para facilitar la coherencia en el proyecto.

l) Analizar los espacios y los materiales para la intervención, actualizando la legislación vigente en mate­ria de prevención de riesgos y de seguridad para, así, preservar la salud e integridad física de los niños y niñas.

m) Identificar y valorar las oportunidades de aprendi­zaje y empleo, analizando las ofertas y demandas del mercado laboral para mejorar su empleabilidad.

n) Reconocer sus derechos y deberes como agente activo de la sociedad para él ejercicio de una ciudadanía democrática.

o) Aplicar técnicas de primeros auxilios, empleando los protocolos establecidos para dar respuesta a situacio­nes de emergencia y riesgo para la salud en el desarrollo de su actividad profesional.

Siendo los módulos profesionales de sus curriculum formativo los siguientes.

  • Didáctica de la educación infantil.
  • Autonomía personal y salud infantil.
  • El juego infantil y su metodología.
  • Expresión y comunicación.
  • Desarrollo cognitivo y motor.
  • Desarrollo socio afectivo.
  • Habilidades sociales.
  • Intervención con familias y atención a menores en riesgo social.
  • Proyecto de atención a la infancia.
  • Primeros auxilios.
  • Formación y orientación laboral.
  • Empresa e iniciativa emprendedora.
  • Formación en centros de trabajo.

2. EL TÉCNICO Y SUS CONOCIMENTOS EN AUTONOMÍA PERSONAL Y SALUD INFANTIL

En los citados documentos (Real Decreto, y Decreto), en relación al desarrollo de la autonomía personal y la salud infantil se establece que los contenidos teóricos y prácticos que el/la Técnico/a en Educación Infantil debe manejar son los siguientes.

1. Planifica actividades educativas de atención a las necesidades básicas de los niños y niñas analizando las pautas de alimentación, higiene, descanso y los patrones de crecimiento y desarrollo físico.

Criterios de evaluación:

a) Se han identificado las fases del desarrollo físico y los factores que influyen en el mismo.

b) Se han descrito las características y necesidades de los niños y niñas en relación con la alimenta­ción, la higiene y el descanso.

c) Se han elaborado distintos tipos de dietas y menús adaptados a las características del niño o niña (edad, alergias, intolerancias alimentarias y otras).

d) Se han descrito las pautas de actuación en rela­ción al aseo, higiene, vestido, descanso y sueño infantil.

e) Se han identificado los principales trastornos y conflictos relacionados con la alimentación, la higiene y el descanso.

f) Se han propuesto actividades, recursos y estra­tegias adecuadas para la satisfacción de las necesidades básicas de los niños y niñas.

g) Se han diseñado ambientes aptos y seguros para la satisfacción de las necesidades de alimenta­ción, higiene y descanso.

h) Se han establecido los elementos materiales, espaciales y temporales que intervienen en la planificación y desarrollo de las rutinas diarias.

i) Se ha relacionado la forma de atención de cada una de las necesidades básicas con las caracte­rísticas de los niños y las niñas.

j) Se ha valorado la importancia educativa de las actividades relacionadas con la satisfacción de las necesidades básicas.

2. Programa intervenciones educativas para favorecer el desarrollo de hábitos de autonomía personal en los niños y niñas, relacionándolas con las estrategias de planificación educativa y los ritmos de desarrollo infantil.

Criterios de evaluación:

a) Se han descrito las fases del proceso de adquisi­ción de hábitos.

b) Se han formulado objetivos acordes a las posibi­lidades de autonomía de los niños y niñas.

c) Se han secuenciado los aprendizajes de auto­nomía personal a partir de las características evolutivas de los niños y niñas.

d) Se han diseñado ambientes favorecedores de la autonomía personal.

e) Se han establecido estrategias e instrumentos para la detección de elementos que dificultan la adquisición de la autonomía personal de los niños y niñas.

f) Se han propuesto actividades adecuadas para la adquisición de hábitos de autonomía personal.

g) Se han identificado los posibles conflictos y tras­tornos relacionados con la adquisición de hábitos de autonomía personal.

h) Se ha valorado la importancia de la adquisición de la autonomía personal para la construcción de una autoimagen positiva y de su desarrollo integral, por parte del niño y la niña.

i) Se ha valorado la importancia de la colaboración de la familia en la adquisición y consolidación de hábitos de autonomía personal.

j) Se ha explicado el papel de las personas adultas en la adquisición de la autonomía infantil.

3. Organiza los espacios, tiempos y recursos de la interven­ción relacionándolos con los ritmos infantiles y la necesidad de las rutinas de los niños y niñas de 0 a 6 años y, en su caso, con las ayudas técnicas que se precisen.

Criterios de evaluación:

a) Se ha explicado el papel de las rutinas en el desarrollo infantil y su influencia en la organiza­ción temporal de la actividad del centro.

b) Se han establecido las rutinas diarias para la alimentación, higiene y descanso.

c) Se ha preparado el espacio y las condiciones más adecuadas para el descanso, la higiene y la alimentación.

d) Se han organizado los tiempos respetando los ritmos infantiles y el equilibro entre los períodos de actividad y descanso.

e) Se han aportado soluciones ante dificultades detectadas.

f) Se han seleccionado los objetos y recursos mate­riales necesarios para trabajar los distintos hábi­tos de alimentación, higiene, descanso u otros.

g) Se han seleccionado las ayudas técnicas nece­sarias.

h) Se ha comprobado que el ambiente, los mate­riales y equipos específicos cumplen con las normas de higiene y seguridad establecidas en la normativa legal vigente.

i) Se ha valorado la importancia de respetar los ritmos individuales de los niños y niñas.

4. Realiza actividades de atención a las necesidades bási­cas y adquisición de hábitos de autonomía de los niños y, niñas, justificando las pautas de actuación.

Criterios de evaluación:

a) Se ha llevado a cabo la intervención, adecuán­dola a las características individuales de los niños y niñas, criterios metodológicos previstos y recursos disponibles.

b) Se han descrito las estrategias para satisfacer las necesidades de relación en las rutinas diarias.

c) Se han aplicado las técnicas de alimentación, aseo e higiene infantil de los bebés.

d) Se ha establecido una relación educativa con el niño o la niña.

e) Se han aplicado estrategias metodológicas para favorecer el desarrollo de la autonomía personal en los niños y niñas.

f) Se han respetado los ritmos individuales de los niños y niñas.

g) Se han utilizado las ayudas técnicas siguiendo los protocolos establecidos.

h) Se han respetado las normas de higiene, preven­ción y seguridad.

i) Se ha respondido adecuadamente ante las con­tingencias.

j) Se ha valorado el papel del educador o educa­dora en la satisfacción de las necesidades bási­cas y el desarrollo de la autonomía del niño y la niña.

5. Interviene en situaciones de especial dificultad o riesgo para la salud y la seguridad de los niños y niñas relacionando su actuación con los protocolos establecidos para la preven­ción e intervención en casos de enfermedad o accidente.

Criterios de evaluación:

a) Se han identificado las características y necesi­dades básicas de los niños y niñas de 0 a 6 años en materia de salud y seguridad relacionándolas con la etapa evolutiva en la que se encuentran y los instrumentos adecuados.

b) Se han descrito las condiciones y medidas sani­tarias y preventivas que hay que adoptar para la promoción de la salud y el bienestar en los cen­tros de atención a la infancia.

c) Se ha valorado la importancia del estado de salud y la higiene personal del educador o educadora en la prevención de riesgos para la salud.

d) Se han indicado los criterios y/o síntomas más relevantes para la identificación de las principales enfermedades infantiles describiendo los protoco­los de actuación a seguir.

e) Se han identificado los accidentes infantiles más frecuentes.

f) Se han descrito las estrategias de prevención de los accidentes infantiles.

g) Se ha valorado el papel de las actitudes del edu­cador o educadora infantil ante las situaciones de enfermedad y accidente.

h) Se ha comprobado que el ambiente, los materia­les y equipos específicos cumplen las normas de calidad y seguridad establecidas.

i) Se han establecido y mantenido relaciones de comunicación efectivas con las familias y, en su caso, otros profesionales siguiendo los procedi­mientos previstos.

j) Se ha valorado el papel de la persona técnica en educación infantil como agente de salud y segu­ridad.

6. Evalúa el proceso y el resultado de la intervención en relación con la satisfacción de las necesidades básicas y adquisición de hábitos de autonomía personal, justificando la selección de las estrategias e instrumentos empleados.

Criterios de evaluación:

a) Se han identificado las fuentes de información y las técnicas de seguimiento del desarrollo físico y la adquisición de hábitos y la detección de situa­ciones de riesgo;

b) Se han seleccionado los indicadores e instrumen­tos apropiados para el control y seguimiento de la evolución de los niños y niñas y del proceso de intervención.

c) Se ha aplicado el instrumento de evaluación siguiendo el procedimiento correcto.

d) Se han registrado los datos en el soporte estable­cido.

e) Se ha interpretado correctamente la información recogida.

f) Se han identificado las posibles causas de una intervención no adecuada.

g) Se han identificado las situaciones en las que es necesario la colaboración de las familias y de otros profesionales.

h) Se han elaborado informes sobre la evolución en la adquisición de hábitos, la satisfacción de las necesidades básicas y/o trastornos en estos ámbitos dirigidos a las familias y otros profesio­nales.

i) Se ha valorado la importancia de la evaluación para dar una respuesta adecuada a las necesi­dades básicas de los niños y niñas.

Y que debe dominar específicamente los siguientes contenidos teórico-prácticos:

1. Planificación de actividades educativas de atención a las necesidades básicas.

· Crecimiento y desarrollo físico de 0 a 6 años. Fases, características y trastornos más frecuentes.

  • Análisis de las características y pautas de la alimen­tación infantil.
  • Análisis de la información de los productos alimenti­cios. Calidad alimentaria.
  • Elaboración de menús.
  • Elaboración de menús adecuados a las necesidades derivadas de los diferentes trastornos alimenticios, alergias e intolerancias.
  • Identificación de las necesidades y ritmos de des­canso y sueño infantiles.
  • Aseo e higiene personal.
  • Vestido, calzado y otros objetos de uso personal.
  • Identificación de trastornos relacionados con la ali­mentación, el descanso y la higiene.
  • Principales afecciones alimenticias: alergias e intole­rancias. Dietas tipo.
  • Valoración de la atención a las necesidades básicas como momento educativo.
  • Prevención y seguridad en la atención a las necesida­des básicas: Análisis de Peligros y Puntos de Control Críticos.

2. Programación de intervenciones para la adquisición de hábi­tos de autonomía personal en la infancia.

  • La autonomía personal en la infancia. Pautas de desarrollo.
  • Análisis de estrategias educativas de creación y man­tenimiento de hábitos relacionados con:

a) La alimentación.

b) El control de esfínteres.

c) La autonomía personal en las actividades de la vida cotidiana infantil.

  • Identificación de conflictos y trastornos relacionados con la adquisición de hábitos de autonomía perso­nal.
  • Valoración de la autonomía personal en el desarrollo integral del niño y de la niña.
  • Valoración del papel de las personas adultas en la adquisición de la autonomía personal de los niños y niñas.

3. Organización de espacios, tiempo y recursos para la satisfac­ción de las necesidades básicas y la adquisición de hábitos.

  • Determinación de instalaciones y materiales para la alimentación, higiene y descanso de los niños y niñas.
  • Alteraciones y conservación de los alimentos
  • Higiene de instalaciones y utensilios.
  • Adecuación de espacios y recursos para favorecer la autonomía de los niños y niñas.
  • Análisis de las rutinas en la organización del tiempo.
  • Organización de la actividad: importancia de los rit­mos individuales y del equilibro entre la actividad y el descanso.
  • Normativa en materia de seguridad e higiene.
  • Identificación de ayudas técnicas para la movilidad y la comunicación en la infancia.
  • Valoración de las necesidades infantiles como eje de la actividad educativa.

4. Intervención en atención a las necesidades básicas y de pro­moción de la autonomía personal.

  • Aplicación de técnicas para la alimentación de los bebés.
  • Manipulación higiénica de los alimentos.
  • Análisis de prácticas concretas de higiene en el ámbito de la educación infantil.
  • Aplicación de técnicas para el aseo e higiene infan­tiles.
  • Análisis del papel del educador o educadora infantil en la atención a las necesidades básicas y la promo­ción de la autonomía personal de los niños y niñas.
  • Normas de seguridad e higiene aplicables al educa­dor o educadora infantil.
  • Valoración de la coordinación con las familias y otros profesionales para la atención de los niños y niñas.

5. Intervención en situaciones de especial dificultad relacionadas con la salud y la seguridad.

· Salud y enfermedad. La promoción de la salud.

  • Identificación de las enfermedades infantiles más frecuentes. Pautas de intervención.
  • Trastornos derivados de la discapacidad o situaciones de inadaptación social. Pautas de intervención.

6. Peligros y puntos de control críticos.

  • Análisis de los riesgos y factores que predisponen a los accidentes en la infancia. Epidemiología.
  • Prevención de riesgos relacionados con la salud y la seguridad infantiles.
  • Valoración del papel del educador o educadora, en la prevención de riesgos relacionados con la salud y la seguridad infantiles.

7. Evaluación de programas de adquisición de hábitos y atención a las necesidades básicas.

  • Instrumentos para el control y seguimiento del desa­rrollo físico y la adquisición de hábitos de autonomía personal.
  • Interpretación de instrumentos y datos sobre la evo­lución de los parámetros físicos.
  • Análisis de estrategias e instrumentos para valorar las condiciones de seguridad e higiene de los centros; educativos y de atención a la infancia.
  • Detección de indicadores de riesgo para la salud o la seguridad infantil.
  • La información a las familias y otros profesionales. Instrumentos.

Debiendo ser capaz de:

  • Detectar necesidades.
  • Elaborar la programación especificando todos sus elementos.
  • Recoger información de los niños y niñas.
  • Organiza la actuación y la previsión de contingencias.
  • Establecer, en su caso, las ayudas técnicas.
  • Aplicar las estrategias de intervención esta­blecidas en la programación.
  • Elaborar y cumplimentar la documenta­ción asociada a estos procesos.

3. EL/LA TÉCNICO/A EN EDUCACIÓN INFANTIL COMO AGENTE DE SALUD Y RESPONSABLE DE LAS DIFERENTES ADQUISICIONES DE LA INFANCIA: ALIMENTACIÓN, DESCANSO, E HIGIENE.

El educador juega un papel esencial en la Educación para la Salud ya que puede trabajar con sus alumnos todo lo referente a la incorporación de hábitos de hi­giene y salud, al conocimiento de los riesgos y las medidas para evitarlos, y ade­más podrá detectar en muchos casos la aparición de enfermedad, pues los ni­ños pasan gran parte del tiempo en la escuela.

Entre las deficiencias que el educador, junto con la familia, puede detectar con más frecuencia están:

— Dificultades de aprendizaje.

— Problemas sensoriales de audición o visión.

— Deficiencias motóricas: en la locomoción, equilibrio, lateralidad, coordi­nación óculo-manual.

— Carencias afectivas.

— Problemas psíquicos.

Otra parte muy importante de la labor del educador como agente de salud es lo que se refiere a la prevención de accidentes y contagios que ya hemos mencionado con anterioridad.

En definitiva, podemos resumir las funciones del educador con respecto a la Educación para la Salud en las siguientes:

— Debe preocuparse de obtener información y formación sobre el tema me­diante lecturas, cursillos…

— Debe ser consciente de su papel como modelo a imitar por los niños, mostrando hábitos y actitudes saludables.

— Debe controlar en la medida de sus posibilidades todos los factores que puedan incidir negativamente en la salud de sus alumnos.

— En relación con los padres, podrá ofrecerles, en algunos casos, orienta­ción y colaborar con ellos para una adecuada educación sanitaria de sus hijos.

— Debe proporcionar a sus alumnos todos los conocimientos necesarios pa­ra la educación en este campo, ajustando los contenidos.

— Debe procurar la adquisición de hábitos de higiene y salud por parte de sus alumnos, utilizando las estrategias necesarias para ello.

En las actividades que el educador diseña para estos temas será necesaria, como en cualquier otro tema, la participación activa y el protagonismo por par­te de los niños para que de esta forma se sientan implicados en el cuidado de su propia salud.

Se incluirán en el contexto de los temas y actividades ordinarios de la clase, para que los niños puedan ir incorporando los conceptos y hábitos saludables de manera globalizada y a partir de sus propios intereses.

La Constitución Española reconoce el derecho a la protección de la salud, establece que a los poderes públicos les compete organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios, consagrando como uno de los dere­chos fundamentales, el derecho a la protección de la salud de todos los ciudadanos (Art. 43).

La sociedad en su conjunto y los poderes públicos de los que está dotada tienen la responsabilidad de hacer efectivo este derecho a través de la utilización de los recursos nece­sarios y del fomento de las acciones que mejoren la salud de la población.

La adquisición de hábitos saludables en la infancia es básica para una vida adulta sana. Es importante que los niños adquieran comportamientos y hábitos que les ayuden a preservar y mejorar su salud desde el nacimiento, siendo el período que abarca la Educación Infantil el más adecuado para su sólida implantación.

En la transmisión de conductas y hábitos saludables, se tendrán en cuenta las siguientes condiciones:

— Que exista una maduración adecuada de los mecanismos anatómicos y fi­siológicos que estén implicados.

— Es conveniente elaborar un programa previo en el que se atienda el nivel de desarrollo del niño. Por ejemplo, no podremos enseñar a un niño a vestirse si antes no ha aprendido a desvestirse, que es la etapa previa.

— La regularidad en la repetición del hábito.

— Lograr que los niños asocien el cumplimiento del hábito con una sensa­ción de bienestar para que tiendan a repetirlo.

— El aprendizaje por imitación es de los más eficaces, por lo que el ejemplo de los adultos será fundamental.

— Se puede facilitar la adquisición del hábito utilizando asociaciones con jue­gos, palabras o frases que estimulen o recuerden la ejecución del hábito.

— El ambiente que rodee al niño deberá ser de comprensión, constancia y motivación.

— La actitud de los educadores es de vital importancia en la formación de hábi­tos de comportamiento, por lo que se deben tener en cuenta diferentes pautas:

— En los referidos al control de esfínteres: es importante respetar la madu­ración del niño, y no es necesario aplicar métodos que impliquen castigos o con los que se asuste o avergüence a los niños, porque retrasan la aso­ciación del hábito con la sensación de bienestar, refuerzo inequívoco en el aprendizaje de la pauta.

— En los hábitos referidos al aseo personal: se procura que los niños inte­rioricen pautas higiénicas cuanto antes para fomentar la adquisición de autonomía a través de metodología adaptada a su comprensión y madu­ración, favoreciendo de nuevo que el niño se divierta mientras los aprende.

— En cuanto a la alimentación: el educador junto con la familia, son clave para otorgar al momento de la comida, la finalidad y el carácter pretendi­do; para ello, se regulan y respetan horarios, se procura el equilibrio nutricional, se cuidan las formas y presentación de alimentos. El momento de la comida se debe desarrollar sin alteraciones, evitando que el niño lo utilice como ocasión para llamar la atención. Dado el incremento de tras­tornos del comportamiento alimentario en la etapa infantil, los expertos recomiendan no exagerar las expectativas frente a la nutrición.

Objetivos del ámbito

a) Desarrollar una autonomía progresiva en la realización de las actividades habituales, por medio del conocimiento y dominio creciente del propio cuerpo, de la capacidad de asumir iniciativas y de la adquisición de los hábitos básicos de cuidado de la salud y el bienestar.

b) Ir formándose una imagen positiva de sí mismo y construir su propia identidad a través del conocimiento y la valoración de las características personales y de las propias posibilidades y límites.

c) Establecer relaciones afectivas satisfactorias, expresando libremente los propios sentimientos, así como desarrollar actitudes de ayuda y colabora­ción mutua, y de respeto hacia las diferencias individuales.

d) Establecer relaciones sociales en ámbitos cada vez más amplios, apren­diendo a articular progresivamente los intereses, aportaciones y puntos de vista propios con los demás.

e) Conocer, valorar y respetar distintas formas de comportamiento y elabo­rar progresivamente criterios de actuación propios.

A) NECESIDADES Y RITMOS DEL SUEÑO.

El sueño como proceso biológico del ser humano tiene una importancia fundamental no sólo en la edad adulta sino también en la infancia. No es sólo un estado pasivo de reposo corporal, sino que es un proceso activo que viene determinado por el cambio de actividad los centros cerebrales que tienen que ver con el sueno,

El sueño, además de su función restauradora, procesa la información obtenida duran te la vigilia y colabora en los procesos de atención, memoria, en la adaptación de los procesos emocionales al medio ambiente, en el incremento de la energía, en el mantenimiento de un humor optimista,…

Una mala calidad del sueno en la edad infantil puede alterar la estabilidad afectiva del niño/a, generar problemas de integración social y provocar serias dificultades escolares.

Las fases del sueño se identifican por sus ondas cerebrales, recogidas en el electroencefalograma, por la presencia o ausencia de movimientos oculares rápidos y por el tono mus­cular. El sueño normal se divide en dos fases: REM y NREM, que se alternan durante la noche en ciclos de 90 a 100 minutos. La duración de estas fases varía con la edad, necesitando los niños/as más sueño profundo que los adultos.

  • Fase NREM (“Non REM”) de sueño lento o sueño sincronizado.
  • Fase REM (Rapid, Eye, Movement).

La fase REM ocupa un 25% del sueño total y muestra ondas cerebrales similares a las de la vigilia por eso también se le denominó fase de sueño paradójico. En esta fase se observan movimientos oculares rápidos y una falta de tono muscular. Por el contrario, en esta fase el sueño es profundo y si un sujeto es despertado durante la fase REM podrá relatarnos sus ensoñaciones.

· Un recién nacido duerme aproximadamente unas 17 horas cada día pero no lo hace de forma continuada, sino intercalando períodos de vigilia a lo largo del día y de la noche.

· A los tres meses los niños/as duermen aproximadamente 15 horas también deforma disconti­nua pero con una tendencia de siete u ocho horas de sueño por la noche.

· A los seis meses suelen dormir por la noche diez o doce horas, además de una o dos siestas (una de mañana y otra por la tarde).

· Al año suele aumentar un poco más las horas de sueño nocturno (12 a 14 horas) y una siesta después de comer.

Las necesidades de sueño nocturno a partir del año y hasta los cinco años van disminuyendo hasta dormir diez horas por la noche únicamente.

Una óptima higiene del sueño debe fundamentarse principalmente en:

— Horarios del sueño y comidas.

— Regularidad de dichos horarios.

— No utilización de medicamentos para la obtención del sueño.

— Acostarse temprano.

— Baño antes de acostarse.

— Condiciones ambientales adecuadas (tamaño de la habitación, temperatura de la misma, ventilación, ausencia de ruidos…).

— Características normales de la cama.

Siesta: indicada al menos hasta los cuatro años, y deberá quedar recogida en el horario de la escuela infantil, les ayuda a mejorar su estado para el resto del día, dado el incesante consumo de energía que se produce en la infancia. Des­pués de la siesta es importante que exista tiempo suficiente para que el niño va­ya despertándose e incorporándose progresivamente a la actividad. Cuando el niño deja de necesitar este descanso diario, existe un período de transición en el cual dormirá algunas veces por la tarde pero de una forma irregular, normalmente para compensar días de mayor actividad o situaciones puntuales: malas noches, malestar físico, enfermedad reciente.

Es importante señalar que no sólo son importantes las horas de sueño, sino que la calidad del mismo es también un factor decisivo para el descanso. Para asegurarla será necesario:

— evitar estímulos perturbadores (ruido, luz…);

— procurar ventilación adecuada de la habitación;

— disponer de una cama de características adaptadas al desarrollo del me­nor;

— usar ropa cómoda para dormir;

— emplear ropa de cama suficiente pero no excesiva;

— evitar acostarse nada más cenar.

El momento de ir a dormir puede ser conflictivo en muchos casos. Para ha­cerlo más sencillo puede seguirse un «ritual» que ayude al niño a comprender que va a ir a la cama y a prepararse para ello: limpiarse los dientes, ponerse el pijama, dar las buenas noches, despedirse de un muñeco, escuchar un cuento.

En todo caso, es importante que el niño tome conciencia de que va a dormir y lo acepte como una rutina más del día; por ello no es apropiado utilizarlo como castigo o amenaza, para no asociarlo negativamente, sino como un momento cotidiano placentero. El descanso suficiente será imprescindible para un correc­to desarrollo y un adecuado rendimiento escolar.

En ocasiones, los niños se quejan de cansancio o fatiga (no obstante hay que diferenciar entre fatiga puntual y crónica) que puede deberse a causas diferen­tes entre las que se encuentran:

— El esfuerzo constante que el organismo realiza durante el crecimiento.

— Enfermedades: es un síntoma común a muchas patologías.

— Nutrición inadecuada: cuando la dieta no aporta las proteínas, calcio o vitaminas necesarias para que el niño realice la actividad diaria de mane­ra saludable.

— Sueño insuficiente o con alteraciones.

— La vida sedentaria y la falta de actividad física también es causa de fatiga. Este problema se presenta con frecuencia cuando los niños pasan mu­cho tiempo ante la televisión o con videojuegos.

— La fatiga puede ser también síntoma de una leve reacción depresiva. Se trata de un cansancio crónico acompañado de falta de motivación, que lógicamente repercute en el rendimiento escolar. La mayoría de estas depresiones remiten con el tiempo e incluso pasan desapercibidas para los adultos.

— La mala distribución o sobrecarga de actividades escolares y extraescolares.

— Otro factor que puede producir fatiga son las malas condiciones ambien­tales como una luz inadecuada, poca ventilación, falta de espacio o mo­biliario incorrecto.

B) LA HIGIENE INFANTIL

Entendemos por higiene personal el conjunto de reglas y cuidados que tienen por objeto la conservación de la integridad de las funciones del organismo y el mantenimiento e incremento de la salud.

El término de higiene o higiene individual es mucho más amplio que el de higiene personal, puesto que la higiene individual engloba: la higiene corporal, la higiene de la ali­mentación, de la actividad física, sexual, mental…, etc.

Se debe promover el desarrollo de hábitos higiénicos saludables en relación con el propio cuerpo y el entorno, que marquen un estilo de vida, entendiendo por estilo de vida la manera general de vivir, sustentada en la interacción entre las condiciones de vida (factores socioculturales, económicos y ambientales) y las pautas individuales de conducta (características personales).

Conscientes de las profundas implicaciones sociales que la higiene corporal tiene, co­rresponde de manera especial al ámbito escolar el evitar que cualquier deficiencia en este sentido pueda producir situaciones de marginación.

Durante los primeros años de la vida los hábitos higiénicos que se adquieren están en relación con el control de esfínteres. Los niños/as tienen acceso a este control entre el segundo y el tercer año de vida, aunque hay variaciones significativas entre unos niños/as y otros. En general, parece ser que las niñas adquieren antes el control de esfínteres que los niños. Para que los niños/as puedan controlar sus esfínteres necesitan haber alcanzado un grado de madurez físico y psíquico suficiente, pero también necesitan ser educados en el hábito de la limpieza. La calidad de las relaciones afectivas entre la familia y el niño/a es fundamental; una actitud cariñosa y comprensiva facilita esta educación.

Actividades como el cambio de pañal o el proceso de adquisición de control de esfínte­res si son llevadas a cabo de una manera correcta deben proporcionar una fuente de experien­cias y de vivencias agradables que contribuyen esencialmente al bienestar de los niños y de las niñas. Considerar los factores psicológicos y fisiológicos que intervienen en el control de esfínteres y no presentarlo jamás como un deber impuesto con actividades de premio o castigo favorecerán un ambiente seguro y afectuoso para la incorporación en el niño/a de estos primeros hábitos.

Es posteriormente cuando se adquieren hábitos como la higiene de las manos y de la cara. Las manos juegan un papel importantísimo en la transmisión de enfermedades y es con­veniente relacionar la falta de higiene como posible causa de enfermedades, tomando con­ciencia de los riesgos que implican el no seguir determinadas medidas higiénicas. El lavado consistirá en enjabonado y cepillado para eliminar la suciedad existente debajo de las uñas y posteriormente un aclarado con agua.

Ha de establecerse, pues, el hábito de lavarlas frecuentemente y de una manera sistemática antes y después de comer, y después de la utilización del retrete. La realización de este hábito higiénico de una manera autónoma debe provocar en el niño o la niña una sensa­ción agradable, y un aumento de su autoestima y de confianza en sí mismo.

La higiene de las uñas afecta también a su tamaño que en estas edades no se hace aún de forma autónoma y serán cortadas con tijera curva siguiendo la línea del dedo, a diferencia de las uñas de los pies que deben cortarse con tijeras rectas para que los bordes laterales no se hundan en las partes blandas (uñas encamadas). Es aconsejable que el lavado de pies sea diariamente debido a la abundancia de glándulas sudoríparas y sebáceas que acumulan sus secreciones por falta de ventilación. Igualmente los calcetines o medias se cambiarán a dia­rio. Por ello, debemos procurar que los niños/as utilicen un calzado que permita la transpi­ración.

Por otra parte, la piel constituye una barrera de protección que impide la penetración de gérmenes. En la piel existen glándulas sudoríparas que vierten sobre ella el sudor y glándulas sebáceas que derraman en la piel una materia grasa. El almacenamiento de estos pro­ductos de secreción junto con los restos de epidermis (la piel se descama continuamente) y el polvo del exterior generan una suciedad con putrefacción y olor desagradable.

En conse­cuencia, se debe aconsejar la práctica del baño y a partir de los dos años de edad, mejor la ducha que posee la ventaja sobre el baño de arrastrar mejor la suciedad.

Otro de los aspectos importantes a tener en cuenta es el referido a la higiene del cabe­llo.

Los cabellos se ensucian fácilmente con el polvo, al que se une la abundante secreción del cuero cabelludo y la descamación. Por ello, es imprescindible un buen lavado del mismo con champú o con jabones. La limpieza del cabello ha de ser frecuente para prevenir la apari­ción de piojos.

Éstos son insectos parásitos que subsisten exclusivamente en el cabello hu­mano, reproduciéndose por medio de unos huevos llamados liendres de los que al cabo de unos ocho días surgen nuevos piojos. La presencia de un persistente picor en la cabeza puede hacemos pensar en su presencia y se detectarán tras un análisis visual exhaustivo en el que se observarán las liendres como minúsculos granitos blancos adheridas en la base del pelo. Se transmiten por contacto directo de una cabeza a otra o bien por un gorro, un peine, etc. El piojo ni salta ni vuela.

Ante una parasitación de piojos la familia debe comunicarlo al maestro/a o viceversa a fin de tomar las precauciones necesarias para evitar su transmisión tanto en el entorno familiar como en el medio escolar. La eliminación del parásito es fácil, aplicando algún producto antiparasitario eficaz con la periodicidad recomendada. Es importante no olvidar la limpie­za exhaustiva de peines, toallas, gorros, así como su uso exclusivo.

En lo que se refiere a los órganos de los sentidos hay que subrayar la importancia que tiene la higiene de la nariz y del oído. Desde pequeños los niños/as deben habituarse a no llevarse el dedo a la nariz y no introducirse cuerpos extraños. Además se les enseñará a sonarse correctamente utilizando un pañuelo que debe estar limpio y ser de uso individual riguroso. Para la higiene del oído es importante que durante la limpieza diaria se enjabo­ne el pabellón de la oreja utilizando agua caliente para deshacer el cerumen formado. En ningún caso deberemos introducir en el conducto auditivo bastoncitos de algodón para su aseo.

De especial trascendencia resulta para el desarrollo del sujeto una adecuada higiene ocular, al ser la vista una fuente de información inagotable. En este sentido, habrán de evitar­se los hábitos visuales nocivos y prevenir posibles alteraciones en la infancia.

Sugerencias prácticas relativas a la higiene ocular serían:

— Evitar realizar las actividades escolares en salas deficientemente iluminadas. Una adecuada iluminación retrasa el comienzo de la fatiga ocular.

— Utilizar, siempre que sea posible, la luz natural y no la artificial, procurando que no dé directamente sobre los ojos, sino sobre el trabajo a realizar.

— Detectar posibles alteraciones visuales (parpadeos continuos, mirar muy de cerca, inclinaciones de cabeza para observar, etc.).

— Evitar que los niños y niñas se lleven las manos sucias a los ojos, para lo que resulta imprescindible una adecuada higiene en las manos.

Tampoco deberíamos olvidar la importancia que tiene la higiene mental en el desa­rrollo psicológico y en los procesos de adaptación infantil (familiar, escolar, social). Las ac­tuaciones en este sentido deberían ir dirigidas a eliminar factores ambientales que puedan generar situaciones importantes de inadaptación.

Finalmente, la higiene bucodental tiene como fin evitar que aparezcan en los esco­lares la enfermedad periodontal (desarrollada en las encías) y la caries (desarrollada en los dientes), que desafortunadamente padecen en algún grado aproximadamente el 95% de nuestra población adulta y el 93% de los jóvenes de 15 años. La enfermedad periodontal o gingivitis se presenta como un enrojecimiento e hinchazón de los márgenes de la encía, y a veces al cepillarse los dientes aparece una mínima hemorragia. Esta enfermedad está pro­ducida por la placa dental, que es una capa de bacterias casi invisible que se forma sobre la superficie del diente y produce una reacción de las encías a los productos bacterianos que contiene la placa.

La caries o deterioro del diente afecta sobre todo a niño/as de cinco años y se inicia con una destrucción de la corona del diente acompañándose frecuentemente de dolor e in­fección. La causa que origina la caries es el azúcar de la dieta y la existencia de la placa bacte­riana en la superficie del diente. Las bacterias de la placa utilizan el azúcar como fuente de energía y producen un ácido orgánico como subproducto de su metabolismo.

Este ácido causa la pérdida de calcio y fosfato de los dientes, los desmineraliza y se forma consecuentemente una cavidad en la superficie del diente que causa progresivamente su destrucción.

Los hábitos y actitudes que debemos inculcar y establecer en los niños y niñas a partir de los dos años de edad y que deben estar coordinados tanto en casa como en la escuela con relación a la higiene bucodental serían:

— No ingerir alimentos o bebidas que contengan azúcar fuera de las comidas.

— Limpiarse los dientes y encías todos los días en profundidad y con una pasta dentífrica fluorada.

El niño o la niña que por su edad no tenga la suficiente destreza manual para conseguir eliminar la placa bacteriana mediante el cepillado de dientes, es aconsejable que los padres cepillen los dientes a sus hijos/as, sin prisas y al menos una vez al día. Una forma de cepillar al niño/a es que el padre o la madre permanezcan de pie detrás de él/ella y le inclinen la cabeza hacia arriba, de modo que toda la superficie del diente pueda ser cepillada mediante un suave movimiento de barrido horizontal. La regularidad de esta actividad creará una forma de con­ducta estable y autónoma en el niño o la niña. Es necesario facilitar el acceso autónomo del niño/a al lavabo, al grifo, al cepillo, a la pasta y a la toalla. Asimismo, tanto el vaso como el cepillo del niño/a debe llevar algún distintivo que lo diferencie de los demás y que el niño o la niña capte como suyo asegurando las normas de higiene bucodental.

— Visitar regularmente al dentista por la importancia que tiene tanto la detección como el tratamiento precoz, identificando la figura del dentista como persona necesaria para el buen estado de nuestros dientes.

— Fluoración de las aguas. En ausencia de un nivel óptimo de flúor en el agua puede admitirse suplemento de flúor en la dieta.

C) HÁBITOS ALIMENTICIOS

El momento de la comida es especialmente significativo para niños/as. La comida puede contribuir a proporcio­narles un sentimiento de bienestar. El momento de la comida debe ser un momento de especial relación y comunicación, donde se adquieran hábitos de autonomía y de rela­ción social. Se destinará un lugar adecuado para comer, dedicando el tiempo necesa­rio para hacerlo. No deberá intervenir otro personal ajeno a los educadores y se debe­rá contar para su organización con la participación de los niños o adolescentes.

Los momentos de la comida son también especialmente significativos para los niños más pequeños, ya que en ellos se va afianzando la relación con las figuras cuidadoras. Esto deberá tenerse en cuenta tanto para evitar una rotación excesiva del personal, como para cuidar las formas de interacción del personal con el niño.

Una de las rutinas fundamentales en la etapa infantil la constituyen las horas de comer por la importancia que tiene en el proceso de autonomía y desarrollo personal y social de los más pequeños. Para ello es fundamental que los educadores concedan a estos momentos todo el valor y atención que merecen potenciando su valor educativo.

La consideración educativa de las horas de comer es una fuente importante de trabajo que facilita la experimentación y el progreso de los niños en cuanto puede propiciar el desarrollo de una gran cantidad de hábitos, destrezas, actitudes, conceptos, etc.

La planificación de las experiencias de alimentación y nutrición en los centros consiste en líneas generales en:

  • Personalización: el educador/auxiliar debe procurar que el tema de alimentos y nutrición sea algo individual y encargará de informarse de los alimentos que el niño conoce y habitualmente come. Así le podrá proporcionar nuevas experiencias concretas y directas con las comidas (no de palabra o con fotos sino con alimentos reales que pueda comer, oler, tocar, ver)
  • Simplificación: hay que explicar y aclarar los conceptos de alimentación y nutrición en función de la capacidad cognitiva de cada niño.
  • Escenificación: la participación de los padres y cuidadores les despertará un mayor interés sobre los alimentos y la nutrición y se podrán representar y dramatizar multitud de situaciones.
  • Movilización: el cuidador debe aprovechar los recursos disponibles, humanos y materiales, para que los niños capten conceptos de alimentación y nutrición.

El primer recurso será el propio cuidador ya que servirá de modelo de hábitos de alimentación que se desea fomentar en los niños.

En este sentido las orientaciones generales que podríamos desarrollar podrían ser:

  • La función del personal educativo será seleccionar los hábitos que desee fomentar en los niños y temporizarlos (de manera flexible) sin exigir al niño avances inesperados.
  • No coartar al niño, sino, que sea él quien experimente sensaciones para el desarrollo de estos hábitos, valorando en todo momento los esfuerzos que realice.
  • Establecer un clima de afecto y diálogo. La comida tienen tanto de acto individual como de social y los niños han de percibirlo así.
  • Es importante que la hora de la comida no se convierte en una amenaza para el niño, pero tampoco en angustia para el adulto. Por lo tanto, es importante no perder nunca la calma.
  • Valorar cada esfuerzo logrado adquiriendo el hábito, reforzándolo, especialmente cuando le haya costado trabajo adquirirlo.
  • Resulta también importante establecer un clima de diálogo constante con los padres, en torno aquellos hábitos en los que la experiencia permite constatar que hay dificultad por parte de los niños.

La alimentación es la primera necesidad física y como tal debe ser atendida de forma adecuada, teniendo siempre en cuenta la edad cronológica de los niños v su desarrollo madurativo.

Ha de ser la primera fuente de placer, con los más pequeños, fomentando un contacto íntimo v estimulante.

La comida debe convertirse en un momento de bienestar, de especial relación y comunicación, donde también se adquieren hábitos de autonomía personal y de relación social.

Por todo esto, la comida se convierte en una actividad muy importante que se debe programar y planificar de forma especial.

Para los más pequeños es fundamental no forzar su alimentación, debemos respetar su secuencia madurativa y vigilar los trastornos madurativos gastrointestinales: vómitos, diarreas, estreñimientos,… cuando aparecen con gran frecuencia o intensidad.

Cuando un niño no quiere comer hay que buscar las causas de la inapetencia, puede ser debido a una situación excepcional, que se deba sólo a cansancio o exceso de sueño,… o bien puede tener otros motivos de tipo orgánico o afectivo.

Hacia los 10 meses los niños quieren participar en la comida, entre los 18 meses y los 2 años el niño podrá comer solo con otros niños en una mesa y con un adulto que le ayude.

A los 3 años el niño debe ser autónomo y participar y colaborar en las tareas de poner y quitar la mesa, llevar el plato,…es importante dar responsabilidades a los más mayores para implicarles en el momento de la comida.

Los cambios en la alimentación se harán siempre lentamente y de forma gradual: de biberón a cuchara, de dulce a salado, de puré a sólido,…

Para los mayores, fundamentalmente ha de considerarse desde 2 puntos de vista, por un lado lo referente a la adquisición de buenos hábitos alimenticios y de una dieta equilibrada en una edad en la que la alimentación desempeña un papel importante para el adecuado desarrollo físico y psicológico. Por otro, todo lo relacionado con las habilidades y normas sociales relativas a la comida: comer con limpieza, usar un tono de voz adecuado, respeto a los que comparten la mesa, utilización y buen uso de cubiertos y vajilla,…

Es importante enfatizar la aparición de ciertos conflictos relacionados con la alimentación, frecuentes en esta edad, que hacen necesaria la intervención educativa: problemas que conllevan las dietas de adelgazamiento, la inapetencia causada por conflictos afectivos, aparición de trastornos alimenticios más serios que requieren la intervención especializada: anorexia o bulimia.

Se atenderá a las necesidades nutricionales, de salud, evolutivas, sociales, culturales, educativas y emocionales de los niños tanto en la planificación y preparación de las comidas como en el momento de las mismas. Entre estas necesidades debe contemplarse la educación en hábitos saludables de ali­mentación.

La dieta alimenticia deberá cubrir las necesidades de nutrición, en cuanto a cantidad y variedad de alimentos, reconociendo las diferentes necesidades de los niños en cuan­to a cantidad. Una vez aseguradas las necesidades nutritivas, el menú también ha de responder a las costumbres culturales y preferencias de los niños. La comida estará bien elaborada, y resultará atractiva, estimulando a los menores, en lugar de presionar, a probar diferentes comidas.

En relación a la educación de los menores, ésta debe contemplar tanto la promoción de hábitos de alimentación saludables, como la adquisición de habilidades para ali­mentarse, según su momento evolutivo (desde comer solo hasta preparar la comida).

Para el control dietético de los menús y para la prevención de trastornos alimentarios, el Centro debería contar con el asesoramiento de personal competente en estos ámbitos.