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Ampliación Tema 18 Parte 1

Lecturas seleccionadas para completar o adaptar el tema:

1. Comunicación y desarrollo del lenguaje.

2. El lenguaje defectuoso.

3. Fundamentos teóricos del desarrollo del lenguaje.

4. Los componentes de la lengua materna.

LECTURAS RECOMENDADAS

1

Comunicación y desarrollo del lenguaje

Existen numerosas definiciones con respecto a la comunicación, que la singularizan como un proceso de intercambio de pensamientos, sentimientos y emociones, hasta el modo de realización de las relaciones sociales, por los contactos, directos e indirectos que establecen las personas y los grupos en su vida y actividad social.

No obstante ante la aparente divergencia, todas las definiciones de una forma u otra coinciden en considerar a la comunicación como una forma de interrelación humana, que expresa las relaciones de los individuos entre sí, que se da dentro del proceso de la actividad, y que constituye un elemento trascendental en la formación y funcionamiento de la personalidad.

Lo anterior lleva a considerar a la comunicación ya no solamente como un medio de intercambio de información entre las personas, sino como una categoría tan importante como la de la propia actividad.

La comunicación es condición indispensable del desarrollo del individuo, y no puede concebirse el desarrollo humano sin la comunicación.

Ello hace a la comunicación como la expresión más compleja de las relaciones humanas, donde se da el intercambio de ideas, actividades, representaciones, vivencias, y que constituye un medio esencial de la formación de la personalidad.

La comunicación, como categoría del desarrollo psíquico humano, comprende tres aspectos fundamentales en su estructura: el aspecto comunicativo, el aspecto interactivo, y el aspecto perceptual.

El aspecto comunicativo implica el intercambio de información entre los sujetos y es el que como anteriormente señaláramos se ha absolutizado como único en el proceso de la comunicación, restringiéndola o reforzando su carácter de transmisión de la información olvidando su contenido. Esto ha llevado a un modelo clásico de la comunicación, ampliamente difundido por la psicología social, y en el que se refuerza el carácter pasivo del receptor de la información:

Ruidos

Emisor Codificación Canal Decodificación Receptor

(Mensaje)

—————————————RETROALIMENTACION ——————————–

Sin embargo, a diferencia de la concepción de la actividad en la que un polo de esta interacción es activo (el sujeto en su acción) y el otro es pasivo (el objeto con el que entra en contacto), en la comunicación ambos polos son activos, pues en los extremos hay dos sujetos, y ya no un sujeto y un objeto, que son receptores activos, se retroalimentan, mediante el lenguaje y la expresión verbal, modificándose uno al otro, influyéndose, actuando sobre sí.

Según Leontiev, destacado psicólogo ruso discípulo de Vigotski, los individuos en el proceso de la comunicación no solo se transmiten información, sino que tratan de elaborar un sentido de esta información, y la misma no es solo recibida, sino también comprendida, asimilada, y ejerciendo una mutua influencia. Desde este punto de vista el proceso de la comunicación no puede estar ajeno al contenido de la información, que es lo determinante.

Ello hace que las dificultades de la comunicación no sólo puedan deberse a problemas en los canales de codificación y decodificación, sino también por las diferentes características psicológicas de los sujetos que intervienen, por la diferencia en la posición social que detentan, por la diferente concepción del mundo que puedan tener, entre tantos otros factores similares.

Así, el proceso de la comunicación no solamente va a tener como medios aquellos que tienen que ver directamente con la transmisión verbal del contenido, y por ello llamados medios principales de la comunicación, sino también por otros medios auxiliares que sirven de apoyo al sistema verbal y que transmiten información cognoscitiva y afectiva, como son los gestos, la mímica, los movimientos oculares, las pausas y silencios, entre otros.

El hecho de que la comunicación no sea solamente, transmisión de información sino también de contenidos, nos lleva al segundo aspecto de la comunicación:

El aspecto interactivo se refiere a que los sujetos, al comunicarse, no solo se intercambian signos verbales y gestos sino también se intercambian acciones, que se dirigen a la organización inmediata de la actividad conjunta, directamente derivadas del contenido de la comunicación y en la que se planifica la actividad común a realizar.

Estas interacciones pueden ser muy variadas, e incluso contradictorias, y así tenemos interacciones de cooperación, acuerdo, adaptación y asociación, pero también pueden ser de competencia, conflicto, oposición o disociación, y que van a depender en mucho de las particularidades psicológicas de los sujetos. Estas particularidades determinan en gran medida el tercer aspecto de la comunicación:

El aspecto perceptual, que se refiere a la percepción o toma de conciencia de las particularidades, o la imagen, que un sujeto hace del otro en el proceso de la comunicación, de las relaciones que unen a cada sujeto en dicho proceso. Estas impresiones mutuas regulan la comunicación.

Este análisis implica dos aspectos: uno, referido al conocimiento y comprensión que un sujeto logra del otro en el proceso de la comunicación, y otro referido a la reflexión de cada sujeto de cómo es comprendido por el otro, y que, por supuesto, van a actuar sobre la eficiencia de la comunicación.

En esto funcionan muchos factores, tales como las propias expectativas, las condiciones y características de la personalidad, los prejuicios, la identificación y proyección de un sujeto a otro, incluso, el efecto del “halo”, o la impresión que un individuo ejerce sobre otro por las particularidades externas de su personalidad.

En estos tres aspectos de la estructura de la comunicación se van a inscribir sus tres funciones principales, algunas de las que sean tratado hasta el momento.

* La función informativa de la comunicación ya señalada, y que se refiere básicamente a la transmisión de la información. En esta función el aspecto comunicativo es el predominante, si bien la transmisión e información, como ya señalamos, no puede verse deslindada del contenido de la misma.

* La función reguladora de la comunicación está relacionada con el control de la conducta y con la influencia mutua que un sujeto hace sobre otro de su comportamiento, regulándolo, dirigiéndolo. Es una función que por su complejidad involucra los aspectos comunicativo, interactivo y perceptual de la comunicación.

* La función afectiva de la comunicación está directamente relacionada con la esfera afectiva y la necesidad de conocimiento y comprensión emocional entre los sujetos, básicamente determinado por los aspectos interactivo y perceptual de la comunicación. Así hablamos de comunicación afectiva, de comunicación emocional, para referirnos a la transmisión de emociones, sentimientos, estados de ánimo y otras manifestaciones del desarrollo afectivo que se dan a través del proceso de la comunicación.

Este tipo de comunicación es particularmente importante durante el primer año de vida, y así se habla de que la actividad fundamental del desarrollo en esta etapa de la vida lo constituye la comunicación emocional que se establece entre el niño y el adulto, y mediante la cual se posibilita su desarrollo psíquico.

Por supuesto, en todo acto comunicativo están presentes las tres funciones, que están interrelacionadas estrechamente, si bien puede darse prevalencia de una de estas funciones por la simetría funcional de la comunicación, que tiende a absolutizar o hiperbolizar una función en detrimento de otras. Realmente lo que se da en la vida real es la mayor significación de una u otra función en relación con el contenido y las particularidades de la comunicación en un momento dado, pero donde siempre están presentes las tres funciones en un grado u otro.

Si la comunicación es una actividad, por lo tanto, ha de tener la estructura semejante a la actividad, y desde este punto de vista consideramos el objeto, la necesidad, el motivo y las acciones que componen esta estructura.

El objeto de la comunicación es la persona, el sujeto de la actividad conjunta.

En cuanto a la necesidad la comunicación se corresponde con la de conocerse a sí mismo y a los demás, el afán de valoración y autovaloración, y que se posibilita mediante la satisfacción de la comunicación.

Esto es posible de ver desde etapas muy tempranas, y así se observa que cuando surge el complejo de animación, uno de sus componentes principales, además del motor y el verbal, está el de comunicación afectiva y social, que se expresa en las acciones propositivas del niño durante la manifestación de este complejo.

El motivo de la comunicación radica en el compañero de la comunicación, que en el caso del niño pequeño lo es el adulto, y donde la comunicación es parte de una interrelación más amplia en la que aparecen otras necesidades, como es la necesidad de impresiones, el apoyo emocional, entre otras.

De esta manera tres van a ser los motivos fundamentales de la comunicación: los cognoscitivos, estrechamente relacionados con la necesidad de impresiones, y que determinan la necesidad de comunicación con el adulto; los prácticos, que surgen durante la actividad objetal como resultado de la ayuda del adulto; y los personales, que son específicos de la propia actividad de comunicación y que son los más importantes.

Las acciones constituyen la unidad del proceso de la comunicación y que se compone de elementos o medios de comunicación, que son los equivalentes de las operaciones que se dan en la actividad.

En el niño se da un desarrollo evolutivo de la comunicación, que determina etapas que determinan formas íntegras de la misma.

Estas etapas se establecen sobre la base del momento del surgimiento de la comunicación, el lugar que ésta ocupa dentro de la actividad vital, su contenido fundamental, los motivos que la impulsan y los medios fundamentales que se utilizan en el proceso de la comunicación.

Sobre esta base, las formas de comunicación fundamentales en la etapa son:

La comunicación personal – situacional

Es característica de los seis primeros meses de la vida, y se observa cuando el niño no domina aún los movimientos prensores de carácter concreto, y en la cual las relaciones del niño con su medio están mediatizadas por las interrelaciones que se dan con los adultos más cercanos.

Es una interacción dentro del marco de la actividad general vital del niño, y donde la comunicación transcurre de manera independiente fuera de cualquier otra actividad, constituyendo la actividad principal del niño en este momento.

Las operaciones o medios de comunicación utilizados son básicamente los mímico – expresivos.

Esta comunicación no es ya sólo proceso y perfeccionamiento de la transmisión de información, sino contribución al desarrollo psíquico general del niño, fuente de su desarrollo.

La comunicación práctico – situacional.

Transcurre aproximadamente desde los seis meses hasta los dos años, y en ella la comunicación se realiza básicamente dentro de la actividad práctica con los objetos y el mundo que rodea al niño, y que surge por la necesidad de colaboración y atención con el adulto.

Las operaciones fundamentales de la comunicación están dadas mediante las acciones con los objetos, y en el que va a surgir el lenguaje, para sus fines y dentro de su contexto, y estrechamente relacionado con la actividad de comunicación.

Esta etapa constituye la base del tránsito cualitativo de la actividad objetal al surgimiento del lenguaje, que va progresivamente a complejizarse e irse de la comunicación situacional y práctica, a la comunicación contextual y “teórica”, en su amplio sentido de este concepto.

La comunicación cognoscitiva – extrasituacional.

La importancia de esta etapa radica en que la comunicación se da principalmente dentro de la actividad cognoscitiva del niño, para establecer relaciones no perceptibles entre los objetos y hechos que lo rodean, y donde el lenguaje va a jugar un rol fundamental. Se desenvuelve entre los tres y cinco años.

La importancia básica de esta etapa radica en que amplía el marco del mundo circundante de lo situacional a lo que está más allá del contexto perceptual, revela al niño la relación existente entre los objetos, y tienden a interesar al niño por los fenómenos de la vida social.

La comunicación personal – extrasituacional.

Típica de los finales de la etapa infantil, seis a siete años, constituye la forma superior de la actividad comunicativa, es la forma más pura de la comunicación, y se dirige, no tanto ya a la actividad con los objetos, sino al conocimiento del mundo social, del mundo de las personas, que se convierte en los motivos fundamentales de la actividad de comunicación del niño.

Esta comunicación permite satisfacer la necesidad de conocerse y conocer a otras personas, e interrelacionarse, y donde el niño trata de lograr la comprensión mutua con el adulto, de compenetrarse con el mismo, y con otros niños.

En esta etapa los motivos fundamentales son los personales, lo que hace que esta etapa semeje un retorno a la inicial, pero a un nivel cualitativo superior. Ya en este nivel, los medios principales u operaciones lo constituyen los lingüísticos o articulatorios.

La comunicación, concebida de esta manera, se constituye en una actividad fundamental del desarrollo psíquico, al igual que la propia actividad sobre el mundo de los objetos. Así, Comunicación y Actividad se integran como la fuente y motor del desarrollo psíquico humano.

Desde este punto de vista, el lenguaje como tal constituye un medio fundamental del desarrollo psíquico y se integra dentro de una categoría superior que es la categoría comunicación. La confusión radica en que como siempre se ha polarizado la función comunicativa del lenguaje, se ha igualado incorrectamente al lenguaje con el concepto de comunicación, cuando la misma es mucho más amplia que el primero.

Uno de los logros fundamentales dentro de la comunicación, y por supuesto dentro del desarrollo psíquico lo constituye la asimilación de la lengua materna. El surgimiento y formación del lenguaje marca un hito en el curso evolutivo del desarrollo psíquico, pues aunque el pensamiento existe antes del lenguaje en el propio proceso de la acción, a partir de ese momento el curso del pensamiento está indisolublemente unido al lenguaje, que se convierte en su medio de expresión fundamental.

El lenguaje ocupa un lugar determinante en la actividad de comunicación, y mediante el mismo el individuo entra en relación con sus semejantes para coordinar acciones mutuas, intercambiar ideas e influirse entre sí. Para esto hace uso de una lengua que tiene características fonético–fonológicas, léxico – semáticas y gramaticales que la hacen un medio indispensable del pensamiento humano, con el que forma un sistema en mutua interdependencia e interrelación.

El componente fonético – fonológico abarca los sonidos del idioma y sus modelos o tipos ideales, los fonemas, y se desarrolla mediante la percepción e imitación de los sonidos y sus combinaciones en las palabras. El léxico – semántico corresponde al vocabulario, a la comprensión y uso de la lengua mediante palabras en dependencia de su significado. La componente gramatical abarca la morfología (leyes de transformación de las palabras) y la sintaxis (combinación de palabras dentro de la oración). Los tres, fonética, léxico y gramática, forman un sistema único de la lengua, que se condicionan e interrelacionan, aunque uno puede surgir más tempranamente que otro, y varíe su nivel de desarrollo en cada etapa.

Mas el lenguaje no es solo medio de comunicación, sino que es una forma de conocimiento de la realidad, un reflejo especial del mundo de los objetos y fenómenos, mediante el cual se posibilita el desarrollo psíquico del individuo, tanto en el plano cognoscitivo–intelectual como en el afectivo–motivacional, y su propio proceso de socialización.

La actividad verbal está dirigida por el cerebro y presupone la recepción de las señales del lenguaje, ópticas y sonoras, y la producción de sonidos articulados, análisis del lenguaje de las señales que está sometido a las leyes generales de la actividad analítico – sintética de la corteza cerebral.

Así, en las primeras etapas de aprendizaje y desarrollo del lenguaje, las reacciones ante los sonidos de la lengua están generalizados, y las confirmaciones estimulatorias positivas o negativas van desarrollando una inhibición diferenciadora que conduce a la concentración de la excitación en partes determinadas de la corteza cerebral, que son la base fisiológica de la captación y producción de los sonidos de la lengua.

Además de este proceso de análisis y síntesis de los sonidos, se va dando de las palabras y oraciones en dependencia de las particularidades de la lengua, donde no solo se dan conexiones entre los elementos del lenguaje sino también entre las palabras y los objetos y fenómenos que las mismas designan, por lo que no sólo se va dominando el aspecto formal del lenguaje por el niño, sino también y paralelamente, su aspecto semántico.

Al respecto, investigadores más recientes como Luria, mantienen que el lenguaje forma un sistema complejo funcional en el que intervienen varios analizadores, motor, auditivo y visual, que intervienen en el proceso único del lenguaje.

Desde el punto de vista funcional, para que se dé un desarrollo exitoso del lenguaje es necesario un largo proceso que se inicia desde las primeras recepciones de las señales del lenguaje, ópticas y sonoras, y la producción inicial de sonidos inarticulados y luego articulados, la separación de grupos determinados de sonidos (palabras) que se distingue del flujo verbal conjunto, el análisis fonemático de cada grupo de sonidos y su relación con los objetos que designan, la generalización a objetos semejantes, la comprensión de la oración en su conjunto, el dominio de los mecanismos de la pronunciación, y finalmente, el dominio para seleccionar en cada caso, las palabras necesarias, organizándolas gramaticalmente, y poder expresar entonces las ideas en oraciones comprensibles (coherencia del lenguaje).

El lenguaje, como fenómeno o proceso psíquico, es una forma indirecta del reflejo de la realidad, que se posibilita por medio de la lengua natal. Es una forma indirecta de conocimiento de la realidad y medio de comunicación específicamente humano, y como proceso del desarrollo psíquico constituye una categoría psicológica.

La lengua o idioma natal es el sistema de signos verbales que engloba determinado vocabulario, leyes gramaticales y fonéticas, es un conjunto de recursos del que hace uso el que habla, y constituye una categoría lingüística.

Lenguaje y lengua son inseparables, y constituyen una unidad dialéctica. Por tanto, el desarrollo del lenguaje lo constituye a su vez el proceso de asimilación de la lengua natal, de las habilidades para el uso de la lengua como medio para conocer el mundo, es un medio para conocer y comunicarse, y un medio de autoconocimiento y autorregulación.

El lenguaje como tal tiene tres funciones principales:

o La función denominativa, referida a la designación de los objetos mediante las palabras y al conocimiento de su significación.

o La función comunicativa, de intercambio de comunicación con los demás.

o La función reguladora, dirigida al control y regulación del comportamiento.

Las tres funciones son inseparables, aunque evolutivamente no coinciden, y de ellas, la más tardía y que, sin embargo, tiene grandes implicaciones para el desarrollo de la personalidad es la función reguladora, prácticamente ausente en la edad temprana, y que se consolida a finales de la etapa niño propiamente dicha.

El curso evolutivo del desarrollo del lenguaje y asimilación de la lengua materna en la etapa infantil es un largo camino que comienza desde la primera recepción de los sonidos y la emisión de los primeros gruñidos, chasquidos y gritos, hasta la posibilidad por el niño de mantener una conversación contextual compleja mediante la cual es capaz de expresar su pensamiento de forma lógica y coherente.

La caracterización del desarrollo evolutivo del lenguaje en la etapa infantil se corresponde con la investigación realizada durante seis años por F. Martínez

Mendoza, investigador cubano, y que constituye quizás la única realizada en el idioma español, no es de olvidar que la mayoría de las caracterizaciones que aparecen en la bibliografía se corresponden con las particularidades de la lengua de los países en los cuales fueron elaboradas, básicamente países industrializados de lengua diferente a la española. Esta caracterización permite establecer el transcurso de los comportamientos significativos en el desarrollo del lenguaje del nacimiento hasta los seis años, y específicamente de la formación de la palabra en el primer año de vida.

La misma es como sigue:

1. Presencia del grito (provocado por estímulos internos – externos)

2. Reacciones elementales de orientación hacia los sonidos del medio (sobre la segunda semana de vida).

3. Surgimiento del complejo de animación, acompañado de elementos sonoros: chasquidos, gruñidos y sonidos univocálicos (tercer trimestre).

4. Gorjeo (desde mediados del primer trimestre).

5. Balbuceo (hacia el segundo trimestre).

6. Emisión de sonidos vocálicos durante manipulación de objetos, y posteriomente al hacer movimientos gruesos: gatear, sentarse, etc.

7. Respuestas sonoras diversas ante estimulación verbal – objetal, no relacionadas fonéticamente.

8. Silabeo (hacia el tercer mes de vida).

9. Repetición de sílabas relacionadas fonéticamente ante estimulación verbal del adulto, de manera no constante.

10. Surgimiento de reacciones motoras ante estimulación gestual – verbal del adulto, asociadas a determinadas combinaciones de sonidos.

11. Repetición frecuente y fonéticamente relacionada ante estimulación verbal del adulto (hacia el cuarto trimestre).

12. Comprensión de la palabra del adulto en el plano verbal, sin asociarse a la acción motora de apoyo, generalmente por la entonación de la misma y su estructura rítmico – melódica.

13. Surgimiento de la primera palabra significativa.

El curso evolutivo de la emisión verbal del niño para formar la palabra en el primer año de vida ha tenido, entonces la siguiente manifestación en términos generales:

v Gruñidos, chasquidos, gritos.

v Aparición de una vocal seguida de una consonante (con aparición del balbuceo).

v Sonidos de una consonante seguida de una vocal (al surgir el silabeo).

v Combinación vocal – consonante – vocal.

v Combinación de elementos anteriores en expresión oral prolongada.

v Relación sonido con objeto (onomatopéyico o verbal, generalmente incompleto).

v Repetición consciente de sonidos silábicos o bisilábicos (a veces con formas no correspondientes).

v Aparición de la primera palabra significativa, generalmente incompleta pero semánticamente correcta.

v Aparición de palabras de segundo – tercer grado de similitud.

v Palabras de primer grado de similitud.

1. Surgimiento de la palabra – frase.

2. Ampliación de la comprensión léxico – semántica de la lengua, que permite el cumplimiento de órdenes por demanda verbal y responder a preguntas directas (hacia el segundo semestre).

3. Surgimiento de frases simples (oraciones de 2–3 palabras) con dificultades morfológicas, sintácticas y gramaticales (final del segundo semestre).

4. Asimilación de variados elementos morfológicos y gramaticales que permiten una comunicación asequible y comprensible (hacia el segundo trimestre del tercer año).

5. Surgimiento de preguntas por el propio niño en su contacto verbal, con respuestas de frases largas.

6. Ampliación marcada del vocabulario, por extensión de la comprensión léxico – semántica, sin dificultades significativas en la articulación y pronunciación (a partir del segundo semestre).

7. Aparición de la conversación de tipo situacional o lenguaje situacional (ultimo trimestre).

8. Identificación mediante el pronombre Yo, y diferenciación y verbalización de su identidad.

9. Dominio del tiempo presente. Uso amplio del pasado simple, que permite relato de vivencias en pasado. Utilización del futuro presente de carácter inmediato o cercano (transcurso del cuarto año de vida).

10. Repetición de una canción simple.

11. Verbalización del establecimiento incipiente de la relación causa– efecto. Surgimiento de los porqués de tipo cognoscitivos de tipo directo.

12. Conversación de tipo situacional, con elementos contextuales.

13. Uso apropiado de las relaciones de lugar, no así de las temporales.

14. Identificación y diferenciación de su nombre propio, agregando un apellido ante pregunta del adulto.

15. Surgimiento del lenguaje para sí y del lenguaje interno (transcurso del quinto año de vida).

16. Consolidación del tiempo presente y uso del pasado con

17. Oraciones combinadas, subordinadas y compuestas de corta extensión.

18. Conversación contextual de corta extensión.

19. Identificación propia bien diferenciada, uso del nombre y un apellido.

20. Enriquecimiento del lenguaje interno (transcurso del sexto año de vida).

21. Asimilación completa de los tiempos fundamentales, con complejidades gramaticales y secuencia y diferenciación de acciones temporales.

22. Aparición del sentido de la lengua, generalizaciones idiomáticas empíricas y de carácter no consciente.

23. Conversación contextual compleja.

24. Verbalización del establecimiento de relaciones causa – efecto complejas.

Identificación propia bien consolidada, y de los demás respecto a sí, uso del nombre y dos apellidos.

LECTURAS RECOMENDADAS

2

El lenguaje defectuoso

En los inicios de la asimilación de la lengua materna, el habla infantil difiere de la del adulto. La imitación consciente por el niño de los vocablos va paulatinamente asemejándolos al habla adulta, y en el curso evolutivo del proceso del lenguaje esto es generalmente sobrepasado sin gran dificultad. No obstante, en ocasiones este habla infantil se fija, y se convierte en una forma inadecuada de hablar del niño. A este lenguaje particular se le ha llamado de formas diversas: lenguaje autónomo, lenguaje-bebé, entre otras.

Este tipo de lenguaje tiene un triple origen:

* En primer término, la influencia de los adultos, que consideran más accesible al niño el uso de palabras inventadas por ellos, bien porque se anticipen a los deseos del niño sin darle oportunidad de expresarse verbalmente, bien asumiendo el habla incorrecta del niño, habla “aniñada” en su trato afectivo. En este caso el adulto utiliza una lengua simplificada, que generalmente usa la tercera persona (Pepito es bueno, en lugar de “eres bueno”), con énfasis en la utilización de onomatopeyas, y el uso frecuente de diminutivos.

* En segundo término, el lenguaje autónomo también usa palabras deformadas, que el niño crea a partir de las reales. Al no dominar aún en forma completa los fonemas ni la articulación del sonido, el niño cambia involuntariamente la forma sonora de las palabras. Este es el caso de omisiones, sustituciones, etc.

* En tercer lugar, como la asimilación de la lengua no es un proceso pasivo en el niño, éste crea palabras por sí mismo, que parten de una lógica propia. De no atajarse, esto puede llegar a crear un lenguaje particular, solamente entendible por quienes lo crean.

Este lenguaje-bebé o autónomo puede considerarse como una regresión negativa, y por lo tanto, no debe propiciarse por los padres o los educadores, que deben comunicarse con el niño de manera normal, pronunciando correctamente los sonidos. El habla adulta debe aportar al niño elementos enriquecedores, que le permitan expandir su lenguaje y adquirir las formas propias del lenguaje coherente, obligándoles a usarlo para expresar lo que desean, sin interpretarle lo que solicitan.

De no ser así, pueden suceder problemáticas en la formación del lenguaje y asimilación de lengua materna.

En las problemáticas más frecuentes del lenguaje, si el habla es correcta pero se observa que es inferior a la norma, con un vocabulario menor, o con pronunciación infantil (por fijación del lenguaje autónomo) se habla de un retraso o retardo del lenguaje. Esta es una variación cuantitativa del lenguaje.

Si el lenguaje es inexacto, lo que constituye una variación cualitativa, generalmente obedece a causas más graves que las anteriores.

Los tipos más frecuentes del lenguaje defectuoso pueden ser:

1. Por defecto en el significado de las palabras.

Esta problemática conduce a errores en la asociación de las palabras, por la plurisignificación de las mismas, que afectan la comprensión del lenguaje adulto, limita la comunicación del niño, y muchas veces conlleva la crítica o la burla de los demás ante el defecto.

2. Por defecto en la pronunciación de las palabras.

El defecto en la pronunciación puede darse por factores de tipo cultural o social, así como consecuencia de un deficiente aprendizaje de la lengua materna. Pero, además, puede darse por malformación de los mecanismos del lenguaje, particularmente de las estructuras fonatorio-motoras, tales como el frenillo sublingüal, el labio leporino, o la deformación dentaria, entre otros.

Igualmente, la deficiente pronunciación puede ser causada por trastornos psicológicos, como puede ser la tensión emocional, o una gran ansiedad, por nombrar algunos factores de este tipo.

Entre las manifestaciones más frecuentes de la pronunciación defectuosa tenemos:

Los errores del habla, más conocidos por dislalias, y que aparecen generalmente en tres formas más frecuentes: por omisión de algún sonido, como es el caso de “apato” por “zapato”; por sustitución de un sonido por otro, “pelo” por “perro”, o por traspolación, intercambio de sonidos en la palabra, “guabaya” por “guayaba” Este defecto en la pronunciación es a veces reforzado por los adultos, que insisten en su repetición por el niño, porque suena muy “gracioso”, y puede fijarse por ese motivo.

La investigación sobre la caracterización del lenguaje realizada por F. Martínez reveló que, contrario a muchos criterios, la emisión de palabras de un primer grado de similitud (palabras en las que se pronuncia exactamente como corresponde) alcanzaba en el tercer año de vida a un 78,7% de las emisiones verbales de los niños de esa edad (considerada por muchos como la típica de las dislalias), lo cual es indicatorio de un buen nivel de desarrollo de la pronunciación en la edad. En dicha investigación se comprobó que la dislalia más significativa se daba por la omisión de fonemas, básicamente de los sonidos / s /, / l /, / g / y / n /, en ese orden, siendo sucedida a gran distancia por la sustitución de fonemas (l por r), (t por s) y (g por r).

* Trastornos de la emisión del lenguaje, entre los que se encuentra el ceceo, la borrosidad o musitación, la tartamudez y el farfulleo, o lenguaje tropeloso, muy típico en los adolescentes.

3. Por defecto en la estructura de la oración.

Esto se manifiesta fundamentalmente en los errores de la construcción gramatical de las oraciones, que de no ser atendidos, se convierten en habituales con el uso repetido. Estas dificultades de la estructura gramatical puede llevar a que el niño piense incorrectamente, o puede darle un cambio en la emisión de la frase que puede dar un significado diferente de la misma.

Como consecuencia, la deficiente estructuración puede dar una impresión negativa a los demás, y el niño precaverse de usar el lenguaje para no ser sometido a la burla o la represión, lo que impide un adecuado trabajo pedagógico con esta problemática.

Los anteriores suelen ser los defectos del lenguaje más comunes de encontrar en los niños de edad infantil, y ante los cuales el trabajo educativo tiene que realizar una labor individual, propiciando niveles de ayuda que faciliten una solución o aminoramiento de estas problemáticas. La remisión del niño para la labor logopédica sólo ha de hacerse cuando se hayan agotado los medios metodológicos para resolver esta problemática, que muchas veces son consecuencia de factores de tipo social, cultural o educativo. En el planeamiento de las actividades de la lengua materna ha de planificarse la acción pedagógica sobre los niños que presentan estas dificultades dentro del propio trabajo pedagógico habitual del educador.

LECTURAS RECOMENDADAS

3

Fundamentos teóricos del desarrollo del lenguaje

El lenguaje como expresión del desarrollo psíquico.

El niño desde que nace es un ser social. Esto quiere decir que el proceso de su transformación en hombre, en ser humano no es posible fuera del contexto social, en el cual se apropia de toda la experiencia histórico cultural acumulada en los objetos y fenómenos del mundo material y espiritual que le rodea, y que le es trasmitida por los adultos que le alimentan, le atienden, le educan. Esto se da en una actividad conjunta en la cual estos le trasmiten esa experiencia social, y le enseñan los modos de la actividad práctica e intelectual para actuar sobre ese mundo de objetos materiales y espirituales creados por la humanidad durante siglos. Es, en este proceso de actividad y comunicación, que se posibilita su conversión en ser humano.

De ello se desprende que, para que el niño sea realmente una persona, son indispensables condiciones humanas de vida y educación y, cuando esto por determinadas causas no se propicia, no es posible el proceso de humanización. Por lo tanto, para que el niño devenga hombre, devenga personalidad, no basta con poseer un cerebro y un organismo propios de la especie, sino que se requiere que su actividad se desenvuelva en un mundo de objetos y de relaciones propios del hombre como tal. En este sentido, la literatura especializada es amplia en reflejar casos, como el de las niñas indias Kamala y Amala, raptadas por lobos cuando apenas tenían unos años de nacidas, que al ser recuperadas de dicha vida agreste y salvaje, y aún cuando fueron restituidas a su propio medio de origen, nunca pudieron convertirse verdaderamente en seres humanos como tal. Este caso, reportado por el psicólogo indio Rid Singh en las primeras décadas del siglo, y que tuvo una amplia repercusión en los medios científicos, tuvo una reedición, cuando en 1986 la prensa mundial reflejó el fallecimiento de Ramu, otro niño de similar historia a la de aquellas niñas descritas por Singh.

De igual manera no se posibilita la transformación del hombre, si no se cuenta con un cerebro humano, aunque el medio sea enteramente propio de la especie humana. Al respecto es bien conocida la historia de Rudi, un bebé chimpancé que fue objeto de una investigación experimental de la psicóloga rusa Ladiguina Kots, quien durante tres años crió al primate junto a su propio hijo recién nacido en condiciones prácticamente iguales. Al concluir su experiencia comprobó, que a pesar de la rica experiencia individual que Rudi había adquirido por su crianza en un medio humano y que le permitía realizar acciones que jamás hubiera incorporado en su medio habitual, seguía siendo un chimpancé y no fue posible su conversión en ser humano, o que se apropiara de medios intelectuales de acción particulares de la especie humana, como es el caso de la lengua hablada.

De esta manera la actividad y la comunicación, que son las que posibilitan que el niño recién nacido se convierta en un ser humano, han de realizarse dentro

de condiciones de vida propias del hombre como tal, condiciones sociales que son requisitos indispensables para el proceso de humanización.

Pero al hablar de actividad y comunicación, esto lleva necesariamente a analizar la relación existente entre el pensamiento y el lenguaje, y de este último como expresión del desarrollo psíquico.

El lenguaje es una forma peculiar de conocimiento de los objetos y fenómenos de la realidad, un reflejo de dicha realidad que se propicia por medio de la lengua natal, y que constituye a su vez, la principal vía de comunicación entre los seres humanos, entre las personas, y mediante el cual el individuo entra en relación con sus semejantes, para coordinar acciones mutuas, intercambiar ideas e influirse entre sí. Para esto hace uso de una lengua que tiene componentes fonético – fonológicos, léxico – semánticos y gramaticales, que la hacen un medio indispensable del pensamiento humano, con el que forma un sistema en mutua interdependencia e interrelación.

Es sabido que el pensamiento se entrelaza estrechamente con el lenguaje, y esto llevó a algunos psicólogos a la conclusión de que eran una sola cosa, como establecía J. Watson, para quien el pensamiento se reducía al lenguaje interno, siguiendo una determinada frecuencia, del lenguaje en alta voz, al murmullo, al lenguaje interno, lo cual equivalenciaba y convertía en un único proceso a ambas acciones psíquicas.

No obstante, y ya desde los hallazgos de la escuela de Würtzburgo, se puso de manifiesto que el pensamiento y el lenguaje estaban bien lejos de coincidir. Esto llevó a dos posiciones: una, que sostenía la total identificación entre el pensamiento y el lenguaje, y otra que sostenía una total diferenciación. Este carácter unilateralizador de las posiciones anteriormente planteadas, dio lugar a numerosas tendencias que trataban de conciliar ambos puntos de vista, o propiciar soluciones de compromiso entre ambos enfoques, sin encontrar una verdadera respuesta.

L.Vigotski refutó ambas posiciones, en las cuales pensamiento y lenguaje se veían como independientes, o con una relación puramente mecánica entre dos procesos distintos, lo cual atribuyó fundamentalmente al método utilizado en su investigación, que estudiaba dichos procesos del pensamiento en el lenguaje de los adultos, y mediante la descomposición o disociación de esos procesos en sus elementos componentes. Es decir, que estas posiciones tenían dos errores fundamentales de base: el análisis por elementos y el antihistoricismo.

La verdadera respuesta a esta pregunta sobre la relación entre el pensamiento y el lenguaje, solo es posible darla de acuerdo con L. Vigostki, mediante su estudio histórico–genético.

Dentro de la posición de la identidad del pensamiento y el lenguaje se observan tendencias que van desde considerar al pensamiento como lenguaje sin sonido, hasta las corrientes reflexológicas que lo consideran un reflejo inhibido en su parte motora. En ambas teorías la cuestión de la relación entre el

pensamiento y el lenguaje pierde significado, pues de existir una identidad no es posible entonces que se pueda dar ninguna relación entre ambos, por ser la misma cosa.

La posición que considera al lenguaje como una manifestación externa del pensamiento, y ver a este libre de todo componente sensorial, caen en ver su relación como una conexión externa entre dos procesos distintos, básicamente diferentes.

Estas concepciones son fruto de un análisis de las estructuras psicológicas separándolas en elementos, como sucede cuando se estudia al pensamiento verbal en sus componentes–pensamiento y palabra–de manera aislada, lo que hace desaparecer en el transcurso de su estudio las particularidades originales del pensamiento verbal, y conduce a la búsqueda de una interrelación de tipo mecánico entre dichos elementos.

Esta concepción de ver al sonido y al significado como elementos separados, impide el análisis de su verdadera interrelación, puesto que el sonido, separado de su conexión con el pensamiento no revela las propiedades físicas y psicológicas del habla humana, sino las referidas a todos los sonidos de la naturaleza. Del mismo modo, el significado separado de las palabras, solo puede ser estudiado como acto puro del pensamiento, que cambia y se transforma ajeno a su vehículo material. Esto ha impregnado la investigación lingüística y psicológica del pensamiento y el lenguaje, y llevado a derroteros desacertados en cuanto a sus interrelaciones.

El análisis por unidades, propuesto por Vigostki, al estudiar el fenómeno en su totalidad, y donde se analiza de manera que este conserva las propiedades básicas de dicha totalidad, da la clave para definir claramente las relaciones entre el lenguaje y el pensamiento, unidad que en este caso está dada por el significado de la palabra, y el cual pensamiento y lenguaje se unen para constituir el pensamiento verbal. Desde este punto de vista una palabra nunca se refiere a un solo objeto, sino a un grupo o clase de estos, y constituye, por lo tanto, una generalización. Esta a su vez constituye un acto verbal del pensamiento, que refleja la realidad de manera bastante distinta a como lo hacen los procesos sensoriales. El pensamiento, como reflejo generalizado de la realidad, constituye también la esencia del significado de la palabra, y consecuentemente es parte inalienable de la palabra como tal, y perteneciendo por lo tanto, al dominio del lenguaje y del pensamiento. De esta manera una palabra sin significado es un sonido vacío, no una parte del lenguaje humano, y un significado solo es posible de expresarse mediante una palabra. En esto radica la unidad del pensamiento verbal, y el estudio de su desarrollo, funcionamiento y estructura [su devenir histórico-genético] da la respuesta de la función e interrelación del pensamiento y del lenguaje en cada etapa del desarrollo humano.

La unidad del pensamiento y el lenguaje expresada en el significado también se destaca en el proceso de la comunicación–función principal del lenguaje–en la que se unen comunicación y su función intelectual, pues es imposible el

entendimiento de las inteligencias sin una expresión mediatizadora, en este caso el significado en la palabra, ya que en ausencia de signos lingüísticos la comunicación sólo es, como sucede en los animales, primitiva y limitada, y concretada básicamente a la transmisión emocional. La transmisión de un contenido intencional, racional, de la experiencia y el pensamiento, requiere indefectiblemente de un sistema mediatizador, en este caso el lenguaje, surgido durante el trabajo por la necesidad de intercomunicación entre los seres humanos en dicho proceso productivo.

En algunas teorías psicológicas se plantea al signo como medio de la comunicación, entendiendo al mismo como la palabra o el sonido, y que por el reforzamiento se asocia con un determinado objeto o experiencia, lo cual le posibilita transmitir ese contenido a otros hombres. Sin embargo los estudios en la infancia temprana revelan que la comunicación verdadera requiere un significado, tanto de generalización como de signos. La experiencia individual es intransmisible, y para poder serlo, necesita de estar incluida en una categoría socialmente establecida que el hombre considere como una unidad, por lo que la verdadera comunicación requiere de una actitud generalizadora, que es una etapa avanzada del significado de las palabras.

Las formas más elevadas del intercambio humano son solamente posibles porque el pensamiento del hombre refleja una realidad conceptualizada, y por ello es que los niños, aunque estén familiarizados con las palabras requeridas, no entienden determinados conceptos, pues carecen de los medios conceptuales que garanticen su comprensión total. Por eso es tan importante que los niños manejen primero el concepto que su denominación, pues casi siempre, cuando existe el primero, hay una palabra que sea capaz de definirlo o describirlo.

Concebir al significado de la palabra como pensamiento generalizado e intercambio social, permite el análisis genético–causal de las relaciones entre el pensamiento, el lenguaje y su desarrollo social. Pero a su vez, como la palabra siempre expresa también un contenido emocional, demuestra la existencia de un sistema de significados, que en forma dinámica, expresa la unidad de los procesos cognitivos y afectivos en el desarrollo psíquico, aquella en la que el reflejo de las relaciones esenciales de los objetos y fenómenos de la realidad utiliza como medios al concepto, a la palabra, y cuyas premisas se estructuran hacia finales de la edad preescolar, en las que el niño de esta edad es capaz de realizar operaciones elementales en las que ya no necesita tener presente al objeto. Más el pensamiento existe antes del lenguaje en el propio proceso de la acción que aparece como medio de realización de dicho pensamiento. Este pensamiento que se ha denominado motor, en acciones o sensorio motor de acuerdo con los diversos autores, va a caracterizar los años iniciales de la vida, y en su transcurso, el surgimiento y asimilación de la lengua materna va a marcar un hito en el desarrollo psíquico del niño, y ya a partir de ese momento, el desarrollo del pensamiento va a estar estrechamente unido al lenguaje psíquico.

Así la denominación de los objetos organiza el proceso de la percepción, ayuda a diferenciar los objetos y a adjudicarles un significado, la atención y la memoria se hacen lógicas y con sentido, gracias al lenguaje. Todo el desarrollo afectivo–volitivo–motivacional está mediatizado por el lenguaje, y no es posible el proceso de socialización del niño sin la existencia del lenguaje. En suma, todos los procesos y funciones psíquicas, toda la formación y educación del niño solo puede concebirse con la participación decisiva del lenguaje.

Aún con el surgimiento del pensamiento en imágenes, denominado por algunos autores simbólico, intuitivo o representativo, y que es aquel en el cual las relaciones esenciales de la realidad se expresan mediante una imagen, que significa no solo una representación sino también la sustitución de las relaciones entre los objetos, se organiza de manera más nítida con el apoyo del lenguaje, que va a permitir esquematizar de manera más eficiente las relaciones presentes y manifiestas – que se realizan mediante el proceso de la percepción – y las no presentes, ocultas y esenciales, que se viabilizan mediante la acción del pensamiento.

Pero aun en el pensamiento en acciones y en el representativo, la acción psíquica que se realiza está ligada al objeto, y depende de sus condiciones y particularidades. Solo es con el advenimiento del pensamiento verbal, lógico– verbal, o conceptual, como lo llaman indistintamente los diferentes autores, es que el proceso del pensamiento se independiza totalmente del objeto, y es capaz de operar en ausencia del objeto, mediante símbolos, ecuaciones, conceptos, que dependen de la palabra, como expresión del pensamiento para su manifestación. De ahí que se considere al pensamiento verbal como la cumbre del pensar humano, y se convierta en el predominante sobre las otras formas existentes del pensamiento del hombre. En el adulto coexisten estos tres tipos de pensamiento, o estas tres manifestaciones del pensamiento, lo que se ha dado en llamar, de acuerdo con Leontiev, el polimorfísmo del pensamiento humano. En todas estas facetas del pensar, la palabra aparece como elemento fundamental de expresión, porque aunque las condiciones de la tarea imponen el tipo de pensamiento que la ha de resolver, y se resuelve mediante un tipo específico predominante en este momento, sin embargo, para expresarse requiere indefectiblemente de la palabra. La acción o la imagen son individuales, y no es posible su transmisión a otros sujetos si no se hace mediante la palabra.

De esta manera se destaca que, ontogenéticamente, el pensamiento y el lenguaje no surgen al unísono, sino que tienen raíces genéticas distintas, y que en un momento determinado estas líneas se encuentran, para conformar el pensamiento verbal, que ha de convertirse en el tipo de pensamiento predominante en el desarrollo del individuo. Mas, aunque convergen no significan una identidad, sino una unidad dialéctica, en la que cada función psíquica tiene sus propias particularidades y tareas a resolver, interrelacionándose e influyendo mutuamente.

Desde este punto de vista la formación, desarrollo y perfeccionamiento de la lengua materna no implica solamente un problema de comunicación y de

influencia de las relaciones sociales, sino que constituye igualmente un problema intelectual, que tiene serias implicaciones en el desarrollo de la inteligencia, la conciencia y la personalidad.

En el transcurso de estas acciones psíquicas, que inicialmente tienen líneas separadas, se destaca una etapa preintelectual en el lenguaje, que se expresa en el gorjeo y el balbuceo, entre otros, y una etapa prelingüística del pensamiento, expresada en la propia acción y la imagen como medios de reflejar la realidad y actuar consecuentemente.

Cada etapa del desarrollo va a plantear una interrelación cualitativamente distinta del pensamiento y el lenguaje, de ahí su carácter dinámico, constituyendo un proceso, hasta converger en un momento en que el pensamiento no solo se expresa en palabras, sino que existe a través de ellas.

Desde este punto de vista el desarrollo del lenguaje constituye un aspecto primordial para garantizar el desarrollo psíquico del niño, y se convierte en una tarea principal del trabajo educativo en el centro infantil.

Mecanismos y base fisiológica del lenguaje.

La actividad verbal, como cualquier otro proceso psíquico, es dirigida por el cerebro. El lenguaje es una de las más complejas funciones psíquicas superiores del hombre, y su existencia está determinada por un centro rector, el sistema nervioso central, en particular la corteza cerebral.

La actividad del lenguaje supone la recepción de señales, ópticas y sonoras, y la producción de sonidos articulados, análisis de las señales que está sometido a las leyes generales de la actividad nerviosa superior, a la actividad analítico– sintética de la corteza cerebral. La producción de los sonidos articulados está estrechamente relacionada con las estructuras fonatorio-motoras (laringe, lengua, labios, etc.) que intervienen en el proceso de emisión de los sonidos y de las palabras.

El hecho de que la actividad lingüística tenga su base fisiológica en la actividad analítico–sintética de la corteza cerebral dirigió el esfuerzo de los científicos a tratar de dilucidar en qué áreas de la corteza cerebral podría localizarse esta función psíquica, y así los primeros estudios en relación con el lenguaje, que dieron claridad en la comprensión de sus mecanismos y organización cerebral, fueron precisamente de neurólogos en el Siglo XIX.

Uno de los más eminentes fue P. Brocá, francés. En 1861 estudió a un enfermo que mostraba dificultades articulatorias severas, y que presentaba una lesión en su corteza cerebral, causante de dichos trastornos. La zona dañada, tercera circunvolución frontal inferior del hemisferio izquierdo, fue determinada por Brocá como causal del problema, zona a la que denominó como centro motor del lenguaje.

De igual forma, en 1873, Wernicke, apoyándose en una serie de observaciones, llegó a la conclusión de que la región comprendida en el tercio posterior de la circunvolución temporal superior del hemisferio izquierdo, constituía el centro de la comprensión del habla (centro sensorial del lenguaje).

Los puntos de vista “localizacionistas” prevalecieron en el análisis de la función verbal, y en el periodo comprendido en esta etapa, esto constituyó un avance en la comprensión del funcionamiento del cerebro.

La presencia de factores contradictorios detectados por otros investigadores hicieron decrecer el significado de estas teorías. K. Monakow, y H. Jackson expusieron casos donde se observaban dificultades o trastornos articulatorios (afasia motriz), y no se apreciaban lesiones en el tercio posterior de la circunvolución frontal inferior.

De forma general quedan expuestas dos tendencias: localizacionistas y antilocalizacionistas, que a lo largo de los Siglos XIX y XX se mantienen como opuestas en la comprensión de la actividad cerebral y su organización, una dirigida a relacionar los procesos psíquicos aislados con determinadas zonas del cerebro y otra encaminada a establecer un todo único funcional en la actividad cerebral. Tanto una como otra tendencia han contribuido a la comprensión de la esencia de la actividad cerebral; permitieron ahondar en los conocimientos acerca de la estructura y composición del cerebro, su funcionamiento y las posibilidades de rehabilitación de la actividad cerebral afectada.

Estas teorías dieron lugar a que con posterioridad se constituyera un sistema de conocimientos sobre la actividad fisiológica del cerebro. Para dar una correcta explicación científica a las funciones cerebrales y sus localizaciones se hicieron necesarios los principios de las leyes reflexológicas del trabajo de los grandes hemisferios cerebrales, aportados por I. M. Sechenov y más tarde profundizados por I. P. Pavlov en sus estudios sobre las leyes de la actividad nerviosa superior.

Los criterios sobre la localización dinámica de las funciones cerebrales resultan muy valiosos. Se aceptó el significado funcional específico de las diferentes zonas de la corteza cerebral en relación con determinadas funciones, pero en el plano de la relación anatomofisiológica, se formuló un principio de relación funcional que comprende no la actividad aislada de determinados centros, sino un sistema dinámico, donde en la formación de las distintas funciones participan distintas zonas del substrato cerebral.

La formación de los centros principales tiene lugar sobre la base de los mecanismos de los reflejos condicionados, formados en la relación del organismo con el medio.

El concepto mecánico y limitado en su localización de centro, fue cambiado por el de analizador como un complejo sistema que hace posible la actividad cognoscitiva. Este analizador es a su vez dividido en tres partes:

1. Parte central (el núcleo), ubicado en la corteza cerebral.

2. Las vías encargadas de llevar los impulsos nerviosos.

3. El receptor.

Fundamentados en lo expuesto podemos decir que el lenguaje, desde el punto de vista fisiológico, se desarrolla acorde con las leyes reflexológicas y se encuentra en relación con distintas zonas del cerebro, las que a su vez, se encuentran en estrecha relación a través de las membranas asociativas. Entre las partes correspondientes a diferentes analizadores aparecen zonas intermedias, interfuncionales que nos aseguran el carácter funcional único del cerebro, aunque presenta una estructura funcional diferenciada.

El localizacionismo de los investigadores anteriores cedió el paso a la ubicación de estructuras dinámicas.

En la actualidad las teorías sobre la localización dinámica de las funciones cerebrales han sido enriquecidas por los aportes de A. R. Luria, D. K. Anojin, A.

N. Leontiev y otros.

En los trabajos de A. R. Luria se ve reflejado el principio del sistema dinámico funcional en la actividad cerebral. Para él, las funciones psíquicas son el resultado de la actividad social del hombre. Estas, a su vez, se han constituido en complejos sistemas funcionales. De hecho queda expuesta la negación a cualquier intento por ubicar centros limitados. La base material de los procesos mentales es todo el cerebro en conjunto, pero el cerebro como sistema altamente diferenciado, cuyas partes garantizan los diversos aspectos del todo único.

Las nuevas fundamentaciones hicieron cambiar el concepto de función; empezó a comprenderse como un complejo y plástico sistema funcional. Distintos analizadores se encuentran relacionados con el sistema funcional verbal (motor, visual y auditivo). De ellos, resultan fundamentales en el desarrollo del lenguaje, el auditivo y el motor. La influencia que tiene el analizador visual, en la formación de la función verbal es menos marcada, y esto se puede comprobar si valoramos cómo los niños ciegos asimilan esta función, señalándose siempre que las posibilidades de estos niños de imitar los movimientos de los órganos del habla se ven limitadas. Del mismo modo tienen dificultades en el desarrollo del vocabulario debido a la pobreza de las relaciones que se establecen entre las palabras y sus correspondientes significaciones (relación objeto – palabra).

Con respecto al analizador motor–verbal, se observa que el proceso de emisión verbal comprende distintos momentos. Tiene su comienzo con la aparición del motivo o la idea, pasando luego por distintas etapas hasta terminar con la realización fonemática o sonora. El encargado de efectuar este proceso, con sus correspondientes eslabones, es el analizador motor.

El analizador motor–verbal está compuesto por tres partes: la central, las vías piramidales y la parte periférica. A su vez, la periférica está compuesta por tres sistemas: el sistema respiratorio (energético), el sistema fonatorio (vocal o generador) y el resonador. A diferencia del centro, la periferia recibe el nombre de zona de los efectos verbales. Para que obtenga este efecto es necesario que todos los sistemas trabajen de forma sincrónica, cualquier alteración en uno de ellos puede dar lugar a que no se obtenga el programa deseado.

La codificación tiene su inicio en la parte central, que consta de dos eslabones: el eslabón de selección de las palabras en la memoria de larga duración; en él tiene lugar la sintetización de las unidades con el significado, y el eslabón de selección de los sonidos que componen la palabra. Para que la pronunciación sea realizada de acuerdo con lo pensado, debe llevarse a cabo en la corteza la selección de los correspondientes comandos con el objetivo de organizar los movimientos verbales. Esta selección tiene lugar en un orden exacto y de forma consecutiva. Estos comandos obtenidos reciben el nombre de programa articulatorio.

De lo anterior se deduce que seleccionar el significado de la palabra y los comandos motores no significa lo mismo. Para que los comandos puedan lograr su objetivo es necesario que las señales no se equivoquen y vayan en la correspondiente secuencia; ellas deben ser realizadas en el mismo orden que son emitidas. En este hecho se produce un cambio de señales o codificación; a nivel central tenemos impulsos nerviosos y en la periferia tenemos movimientos.

La unidad mínima del programa articulatorio es la sílaba como unidad de la pronunciación. Un ejemplo de esto es que nosotros no hablamos /m/–/a/–/m/–

/á/ sino ma – má. Desde este punto de vista la palabra y la oración se toman como una secuencia de sílabas. Aunque el articulema es la unidad del lenguaje expresivo.

Cuando se afecta la coordinación verbal los estereotipos silábicos se trastornan, y la emisión pierde su fluidez, realizándose de una forma discontinua, por ejemplo, la tartamudez.

Si se analiza la comunicación desde el punto de vista de las pausas que tienen lugar al hablar, se observa que hay palabras entre las que se producen estas pausas fonéticas, precisamente en los límites del sintagma, y surgen como periodos momentáneos en los cuales se prepara el siguiente programa articulatorio.

El tiempo necesario para la emisión de cada sílaba es igual, exceptuando la sílaba acentuada. En los casos de trastornos verbales donde se ve afectada la velocidad de emisión, como son las bradilalias (emisión lenta) y las taquilalias (emisión rápida), las sílabas son emitidas con más rapidez o con más lentitud que lo normal.

En el caso de la tartamudez una de las sílabas puede ser pronunciada con retardo y las otras en el tiempo normal, o más rápidamente.

En el analizador motor–verbal, además del sistema de emisión verbal de los signos sonoros, existe otro sistema de admisión y control de los movimientos verbales, es decir, el sistema de conexión de retorno, el cual no participa solamente en el acto verbal; apoyándose en él trabaja todo el organismo humano.

A partir de lo expuesto se comprende que el mecanismo verbal consta de dos partes: una dada por los impulsos que van del centro a la periferia (vía eferente), y otro que va de la periferia al centro (vía aferente).

La conexión de retornos se efectúa por dos vías: por vía auditiva y por vía cinestésica (aferentación). A través de ellas se efectúa la regulación automática de los movimientos de los órganos del lenguaje en correspondencia con el programa de emisión.

En la regulación antes expuesta la aferentación cinestésica desempeña la función principal ya que esta actúa con más rapidez que el control auditivo. El control cinestésico facilita un mecanismo de antelación que permite percatarse del error de emisión antes que el control auditivo participe, y tiene lugar en el momento de la emisión. El auditivo, por el contrario, actúa después de realizada la acción verbal.

Se concluye que el sistema de “expulsión”, es decir, la eferentación de los comandos y los movimientos verbales, se encuentran a nivel central asegurados por la actividad de la zona premotriz, y que la regulación del habla se ve asegurada por la zona postcentral. Ambas zonas se encuentran en estrecha relación.

La actividad del analizador auditivo–verbal tiene como objetivo la recepción de la emisión verbal del que habla, así como el control de las emisiones verbales propias.

El lenguaje es percibido por el mismo aparato auditivo que se ocupa de la recepción de cualquier tipo de sonido.

El oído fonemático , presente en el hombre, que tiene como función el análisis y síntesis de las verbalizaciones, se adquiere. La especificidad del oído fonemático se encuentra en que realiza el análisis y la síntesis de los signos verbales y sobre la base de los cuales se diferencia una palabra de otra.

Las emisiones verbales se escuchan como un flujo cerrado único, pero se percibe este flujo como unidades separadas.

Aquello que se ha acostumbrado a nombrar como el mismo sonido, en cada palabra se sonorifica de manera distinta, en dependencia de los sonidos que lo rodean. Así la diferencia de la /b/ de bola y la /b/ de lobo (oclusiva y fricativa

respectivamente), no constituye una característica realmente diferencial, como el mismo sonido (fonema /b/). A los sonidos con sus correspondientes características que realizan la función de diferenciadores de la palabra se les denomina fonemas.

Los fonemas en la palabra sufren variaciones en sus propiedades acústicas en dependencia de sus combinaciones y posiciones de los sonidos en esta. Entre estas propiedades acústicas, una de ellas es la principal y cede menos a las posibles variaciones bajo la influencia de los sonidos próximos; esta variante principal del fonema se encuentra presente en su emisión aislada. Cada fonema tiene características constantes por medio de las cuales se reconocen. Estas características que permiten diferenciar el sentido de las palabras son las que se denominan fonemáticas.

En cada lengua existen un grupo de características que permiten diferenciar un sonido de otro. Existen idiomas, como el alemán, en el que la prolongación del sonido tiene un carácter diferencial, sin embargo en el idioma español, esto no tiene ningún valor.

La función diferencial–ideativa que realiza el fonema en la palabra, la deja de ejercer y pierde su propiedad de fonema como tal fuera de ella. A su vez, la palabra toma en la oración su significación real y concreta.

A este nivel de comprensión, la unidad mínima es la palabra, como unidad mínima de la lengua con significado, que a su vez necesita de las combinaciones con otras para lograr su definición ideativa teniendo en cuenta las reglas que rigen el idioma dado. De esta forma se deja verdaderamente expuesto el pensamiento deseado. Aquí se observa la relación existente entre el nivel de desarrollo intelectual y la impresión verbal.

La percepción del lenguaje (primer nivel de análisis verbal), permite realizar el análisis y síntesis de los sonidos y sílabas. El nivel de comprensión (segundo nivel de análisis verbal), permite realizar el análisis y la síntesis del pensamiento.

La información sonora llega de inicio a la periferia donde tiene lugar el primer análisis acústico. El oído externo y medio llevan las ondas sonoras al oído interno, donde estas estimulan las células nerviosas auditivas de la membrana principal del órgano de Corti, el cual tiene como función la recepción de las ondas sonoras. Aquí tiene lugar la transformación de la energía de las ondas sonoras en energía de excitaciones nerviosas. Las vías conductoras son las encargadas de llevar los impulsos nerviosos al centro cerebral del análisis auditivo ubicado en la región temporal, donde se efectúa el análisis y la síntesis de los estímulos acústicos.

El proceso de análisis y síntesis de esas señales, que llegan a la corteza cerebral, es posible producto del reconocimiento que tiene lugar a partir de la comparación de estas señales con los patrones o imágenes conservados en la memoria de larga duración.

Ante nosotros se encuentra la tarea de reconocer el conjunto de señales como un todo, y por esto se pueden retener en la memoria de corta duración las señales, hasta que sea recepcionada la última de ellas. Luego se confronta este conjunto de señales con aquellos patrones de las palabras que se encuentran en la memoria. Si en la experiencia pasada tuvo lugar la estimulación, entonces se reconoce la palabra escuchada.

El análisis y la síntesis de los sonidos percibidos se efectúan no solamente con la ayuda del analizador acústico; experimentalmente se ha demostrado que la percepción del lenguaje hablado se efectúa también con la participación necesaria del analizador motor – verbal. A nivel central se establecen conexiones entre las imágenes acústicas y motrices, que permiten separar, diferenciar exactamente un sonido de otro.

El aparato sensorial del lenguaje funciona en estrecha relación con el aparato motor, formando un sistema funcional único. El trabajo desplegado por el analizador auditivo se apoya en el sistema de cinestesias, que tiene lugar producto de las palabras recibidas.

La percepción de las verbalizaciones es un proceso activo. Al recepcionar la información se anticipa, se pronostica constantemente lo que será dicho o emitido, logrando de esta forma un modelo particular, propio de comunicaciones.

En la medida en que llega la información verbal, se va confrontando con el modelo preparado y es sometida a elaboración; como resultado final se alcanza la comprensión de la idea expuesta.

El pronóstico o anticipación de la información recibida tiene un carácter probable, es decir, se basa en la posibilidad de aparición de uno u otro eslabón en la comunicación desarrollada. Semejante género de probabilidad se encuentra condicionado por las características combinativas y estáticas de las verbalizaciones (el poder unir unos u otros fonemas, morfemas, palabras y la frecuencia con que son utilizados en el lenguaje). De esta forma influye la situación, en el sentido más amplio de esta palabra. Conjuntamente con ésta, que se define por el tema de la conversación, por el contenido actual o anterior de la comunicación, se tienen otros tipos de elementos no verbales como son el lugar en que se produce la comunicación, la personalidad del individuo que en ese momento la ha iniciado, los movimientos acompañantes de las verbalizaciones (mímica facial, la gesticulación, la pose, etc.)

Además de los elementos exteriores de la conversación (contexto y movimientos acompañantes) en relación con el que escucha, el carácter de la

percepción verbal depende en gran medida del elemento interior, el cual define por la experiencia anterior del interlocutor, sus ideas, sus gustos e intereses. La función del contexto y de la situación en el sentido amplio señalado, es sobre todo importante en los casos en que la comunicación se dificulta (ruidos), o

cuando existen distorsiones en la recepción de la conversación (interferencias en la conversación telefónica, en los casos de trastornos auditivos, etc.).

La percepción del lenguaje hablado supone la presencia en la memoria de las imágenes verbales de los correspondientes fonemas, morfemas, palabras y de las correspondientes estructuras sintácticas. Si al nivel del fonema la base de estas imágenes son los estímulos auditivos y cinestésicos, que se relacionan con la impresión y la reproducción de los fonemas, en los niveles morfológicos, léxico y sintáctico la imagen se caracteriza no solo por su estructura acusticocinestésica, sino también por su significado lexicogramatical presente. La presencia de estas premisas es necesaria para el reconocimiento de lo escuchado en el proceso de percepción.

El reconocimiento de unas u otras unidades verbales es el resultado de la confrontación de las señales verbales recibidas con las imágenes presentes en la memoria, en relación con la solución adoptada con respecto al contenido de la información.

En el proceso de percepción, no solo tiene lugar el pronóstico de las siguientes emisiones de la comunicación sobre la base de las anteriores, sino también la corrección de las decisiones preliminares tomadas apoyándose en las emisiones posteriores. De esta forma, en el proceso de percepción verbal, tienen lugar tanto la conexión directa, como la de retorno. Se considera que la unidad mínima en relación con la toma de decisión, es la palabra.

En la actividad verbal la participación y la interacción entre distintos analizadores no es igual ni tiene el mismo valor en el desarrollo de la función verbal.

En el proceso verbal los analizadores motor-verbal y auditivo-verbal, se encuentran íntimamente relacionados, formando un sistema único funcional. La emisión verbal no se puede realizar sin su percepción auditiva; de igual manera el analizador motor – verbal participa en la recepción auditiva.

Las anomalías en la función auditiva, existentes antes o en el periodo de desarrollo del lenguaje, se verán reflejadas en la medida del grado de deficiencia en el desarrollo del lenguaje como consecuencia de ellas.

En sentido contrario, también se puede observar que el estado de la función auditiva en los niños se encuentra en dependencia del grado de dominio del lenguaje. La diferenciación auditiva de los sonidos depende del grado de diferenciación de estos en el sujeto que los percibe.

En investigaciones realizadas, L. V. Neiman mostró algunos casos de niños hipoacúsicos que diferenciaban mejor sonidos de composición acústica más compleja. Esto se explica a partir de que estos sonidos estaban mejor diferenciados en la pronunciación. Aquí se observa la dependencia de la función auditiva del nivel de asimilación del lenguaje hablado.

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