Tema 21B – La educación musical en Educación Infantil. El descubrimiento del sonido y del silencio. Características y criterios de selección de las actividades musicales. Los recursos didácticos. El folklore popular.

Tema 21B – La educación musical en Educación Infantil. El descubrimiento del sonido y del silencio. Características y criterios de selección de las actividades musicales. Los recursos didácticos. El folklore popular.

1. INTRODUCCIÓN

2. LA EDUCACIÓN MUSICAL EN EDUCACIÓN INFANTIL

3. DESCUBRIMIENTO DEL SONIDO-SILENCIO

3.1. Educación auditiva.

3.2. Educación rítmica: ritmo

4. CARACTERÍSTICAS Y CRITERIOS DE SELECCIÓN DE ACTIVIDADES MUSICALES

5. LOS RECURSOS DIDÁCTICOS

5.1. La canción como eje vertebrador de la actividad musical

5.2. Danzas

6. IMPORTANCIA DEL FOLCLORE.

1. INTRODUCCIÓN

La Educación Musical, al menos en su dimensión receptiva está presente en nues­tro medio familiar desde que nacemos. Para algunos especialistas, incluso antes de na­cer, pues afirman que desde el vientre materno los niños pueden percibir los sonidos del exterior.

Sin embargo, esta educación musical no había tenido su continuidad en el ámbito escolar, aunque en las últimas décadas su presencia se haya incrementado como conse­cuencia del impulso de las investigaciones de carácter evolutivo que han reflejado la im­portancia de esta forma de expresión para el desarrollo del sujeto.

Tras la reforma del sistema educativo español, concretamente para la etapa de Educación Infantil, la música se considera como una forma de expresión (además de otras formas como son: la corporal, el lenguaje oral, la plástica y la lógica-matemática), así, pues, se ubica dentro del área o ámbito de experiencia que lleva el nombre de Co­municación y Representación. «No se trata de que el niño aprenda música, sino de que adquiera una progresiva capacidad para servirse de este procedimiento de expresión. Lo importante no es que el niño aprenda ritmos o compás, sino de que sea capaz de mover­se con ritmo. Se trata de que el niño aprenda a utilizar su propia voz como instrumento, que conozca las posibilidades expresivas del cuerpo mediante la danza.

Al hacerlo así, disfruta de la actividad al tiempo que se fomentan en él las capacidades de expresión… ».MEC.

2. LA EDUCACIÓN MUSICAL EN EDUCACIÓN INFANTIL

La educación musical, en la escuela infantil, tiene como finalidad principalmente:

a) Educarla sensibilidad para, a través de ella, comprenderla música.

b) Desarrollar las capacidades y cualidades musicales.

c) Educar el oído, la voz y el ritmo.

Éstos serán, por tanto, los objetivos generales a lo largo de la etapa, para lo cual el niño ha de adquirir una educación auditiva- relacionada con los conceptos de sonido y silencio.

Para conseguir estos objetivos, la influencia del educador es decisiva, pues a él le corresponde, además de transmitir un conocimiento, promover una actitud, el amor por la música.

Los medios a emplear han de ser activos y estimulantes, de tal manera que:

Inciten la curiosidad del niño hacia los sonidos.

Despierten el interés hacia los ritmos, melodías y movimientos corporales.

Los juegos y ejercicios que se promueven, a este nivel, irán dirigidos a trabajar:

– La discriminación visual, auditiva y táctil. El conocimiento del espacio, sus direcciones y formas. La precisión de movimientos. El equilibrio. Nociones temporales, sobre todo, la de orden, La memoria visual y auditiva. La sensibilidad. La capacidad estética. Armonía gestual. La imaginación. La creatividad…

En este proceso de aprendizaje se suceden varias etapas:

1º- Escuchar un amplio abanico de sonidos en el que ya puede empezar a ver y distin­guir los diferentes sonidos.

2º- Imitar, en un principio, una mera repetición de sonidos sin tener consciencia de lo que ha repetido y, poco a poco, será capaz de reproducir conscientemente lo que ha escu­chado.

3º – Reconocer y distinguir entre diferentes sonidos escuchados anteriormente.

Reproducir repetir sin un modelo inmediato lo que anteriormente ha escuchado.

5º – Improvisar y crear sonidos o ritmos que el niño hace sin tener consciencia de haber­los oído antes.

3. DESCUBRIMIENTO DEL SONIDO-SILENCIO

Desde el momento del nacimiento, al principio de una forma indiscriminado, el niño es sensible a los sonidos; pero con el paso de las semanas y meses va perfilando sus

posibilidades discriminatorias.

El niño descubre los sonidos y los asocia fácilmente el sonido con la situación emotiva en la que se produce. Desde muy temprana edad, es capaz de reconocer los sonidos y orientarse en la dirección de su procedencia: conoce la voz de las personas que se ocu­pan de él, el sonido de la cuchara que significa la llegada del alimento, el sonido del agua que anuncia el baño o el de la puerta que indica la llegada de una persona.

Más adelante, sobre los 12 meses, puede reconocer ya sonidos muy diversos, que tendrán una significación diferente en función del contexto emocional en el que se pro­duzcan. Distinguirá un tono de voz cálido y comunicativo de otro duro y recriminativo; conocerá el timbre del teléfono o el ladrar de un perro (aunque no esté al alcance de su vista).

Para que el niño llegue a conocer adecuadamente los sonidos, son indispensables dos condiciones:

– Que se repitan con cierta frecuencia.

– Que después de los comienzos de su percepción, al sonido se le asocie la palabra que define la persona, objeto o situación de aquello que está sonando.

3.1. Educación auditiva

El oído es el sentido más comprometido en la actividad musical, y es evidente que no se educa espontáneamente. Sólo a partir del silencio puede iniciarse una educación del oído y en definitiva, una educación musical.

Los pasos a seguir en una educación del oído serían los siguientes:

a) Diferenciar sonido de silencio.

b) Diferenciar entre sonidos fuertes y flojos.

c) Reconocer sonidos producidos por alguna parte del cuerpo.

d) Reconocer espacialmente de dónde llega el sonido: cerca/lejos.

e) Reconocer sonidos cotidianos de su entorno.

f) Reconocer sonidos de instrumentos.

g) Memorizar una secuencia de sonidos tocados.

Algunos ejercicios para la educación del oído pueden ser los siguientes:

a) Aprovechar fenómenos atmosféricos: agua, viento, para guardar silencio y escuchar.

b) Actividades acompañadas de distintos gestos para sonidos fuertes/débiles.

c) Todos los sonidos que podemos hacer con la boca, manos, pies… Primero se hacen

estos ejercicios visualizándolos y después detrás de una cortina.

d) Disco con el mismo sonido grabado cerca/lejos.

e) Tocar todos los objetos de la clase y decir qué está sonando. Primero visualizándolo y después detrás de la cortina. Poner un disco con sonidos cotidianos e identificarlos.

f) Tocar los instrumentos de la clase e identificar los que suenan en un disco.

g) Secuenciación de sonidos.

Finalidades que se persiguen: despertar la sensibilidad; hacer una aproximación sensorial al lenguaje musical ; iniciar en los elementos de la música; educar la voz. Para conseguido es necesario ejercitar: La atención, memoria y los reflejos auditivos y motrices.

Como hemos visto, dos elementos son básicos en la formación auditiva:

sonido: ondas percibidas por el oído

silencio: espacio de tiempo ausente de sonido.

Cualidades del sonido

Los sonidos no sólo se oyen o escuchan. Con su propio cuerpo o con los objetos que manipula, el niño también puede crear sonidos. Descubre esta capacidad a muy temprana edad y experimenta con todo aquello que suena: su voz, las modulaciones de los sonidos que surgen de su garganta y boca, sus manos que golpean alguna parte de su cuerpo o cualquiera de los objetos a su alcance.

En esta etapa, el niño aprende a distinguir una cosa de la otra, a la vez que adquie­re un lenguaje que le permite definir las cualidades de cada una de estas cosas. Igual­mente, aprenden a diferenciar las cualidades de los sonidos. Éstas, con algunos de sus atributos, son las siguientes:

– Altura: sonidos graves y agudos.

– Intensidad: sonidos fuertes y flojos.

– Duración: sonidos largos y cortos.

– Timbre: sonidos producidos por diferentes materiales.

A) Altura (o entonación): sonidos graves y agudos

Depende de la rapidez con que se produzcan las vibraciones de los cuerpos sono­ros. A más rapidez, más vibraciones, y, por lo tanto, mayor elevación del sonido.

a) Según la entonación, el sonido puede ser grave o agudo.

b) Es una sucesión, los sonidos siguen una progresión:

– ascendente: de grave a agudo.

– descendente: de agudo a grave.

c) A la distancia entre dos sonidos se le denomina intervalo. Este puede ser ascendente o descendente.

d) Si en una sucesión vemos que los intervalos entre sonidos se repiten a la misma altura (unísono) hablaremos de intervalo de sonido unisóníco o sucesión unísona. Es el caso de la canción: Debajo un botón…

e) A la sucesión de sonidos que suenan simultáneamente, percibiéndose como un sólo sonido compuesto se le denomina armonía.

B) Intensidad (o fuerza): sonidos fuertes y débiles

Depende de la amplitud de las vibraciones, y ésta depende, a su vez, de la fuerza con que se ha producido la vibración. La intensidad puede ser fuerte o débil, depende de la distancia entre la fuente sonora y el oído receptor.

Con la intensidad se reflejan el énfasis y los sentimientos, y se demuestra la capa­cidad artística.

C) Duración (valor temporal de las notas): sonidos largos y cortos.

Es el tiempo que un sonido perdura. El que perdure o no depende de que las vibraciones del cuerno sonoro se mantenga o no. En función de esto podrán ser:

– largos: con objetos de metal, cristal o cuerdas;

– cortos: instrumento de piel tensada, madera…

D) Timbre (o color):sonidos producidos por diferentes materiales

La diferente forma de vibración de cada cuerno sonoro determina un tipo de onda sonora que da lugar a un determinado timbre de sonido.

Adecuar el oído a la discriminación tímbrica se consigue mediante la práctica de es­cuchar los diferentes sonidos de la vida diaria. Así, el oído se va acostumbrando a las diferencias de timbre y con su memorización o retención reconocerá objetos, instrumen­tos, etc.

Silencio.

Desde el punto de vista real, constituye la ausencia total de sonido. El silencio ab­soluto no existe, pues continuamente se están produciendo sonidos. Desde el punto de vista musical, el silencio puede tener diversos significados:

a) Interrupción, más o menos larga, del canto o discurso instrumental, que se indica con signos especiales en la música escrita.

b) Significación expresiva.

El objetivo principal es que los niños sean sensibles al silencio. Esta ejercitación contribuirá significativamente a la adquisición del sentido del orden y, sobre todo, a la disciplina del grupo.

El proceso de captación de los sonidos y silencios sigue varias fases:

1. El educador proporciona un ambiente adecuado a través de actividades cotidianas.

2. El silencio se expresa a través de los sonidos y en el mismo silencio. Aquí, el educador

hará que el niño tome consciencia de la discriminación, haciéndole sentir el silencio.

3. Ejercitación sistemática de esa discriminación en la que el niño tiene mayor consciencia y discrimina más claramente ambos conceptos.

4. El niño hace música organizando los sonidos y los silencios. Es capaz de inventar una

pequeña música en la que tienen en cuenta principios, silencios, cuándo se dan éstos,

compases… /

5. Entre los 5-6 años, los niños aprenden a escoger el ambiente sonoro adecuado. El niño ha asimilado las diferencias y toma las decisiones a nivel personal.

3.2. Educación rítmica: ritmo

Ritmo. El ritmo, considerado como simple ordenación y estructuración de elementos temporales, está presente en nuestro entorno natural y de modo más acusado en las obras realizadas por el hombre. Fenómenos naturales (la lluvia) o artificiales (la marcha del reloj), tienen lugar a intervalos temporales; es decir, en un ritmo determinado.

En música la palabra ritmo se usa para significar la adaptación del movimiento a la música. En el ritmo, es fundamental señalar la diferencia de sonidos y es importante secuenciar los sonidos en los que se trabajará, además del silencio que se utilizará cuando queramos hacer la separación de sonidos con una pausa.

Educación del ritmo:

La educación del ritmo irá dirigida a la toma de conciencia y organización de sus experiencias, facilitando la socialización del niño.

– El punto de partida puede ser el ritmo biológico: ritmos externos que percibe y no controla y después ritmos internos.

– Apreciación de contrastes que, poco a poco, ordenará. La alternancia de estos contrastes da lugar al ritmo.

– El objetivo último consistirá en que el niño cree sus propios ritmos; para ello, pri­mero tiene que transcribir los ritmos vivenciados a diferentes lenguajes: escrito, gráfico, plástico, sonoro, cinético, oral, etcétera.

Algunas actividades para conseguir este proceso:

– Golpear la mesa siguiendo el ritmo de su respiración.

– Inflarse y desinflarse como globos.

– Seriaciones y sucesiones de niños, objetos, tamaños…

– Transposición a otros lenguajes = esquemas rítmicos.

Ejemplos de esquemas rítmicos:

– Del gráfico al sonoro: 1*1*1*1* (1= palmada. * = pisotón.)

– Del gráfico al oral: 1*C*1*C (1= clan. *= clin. C = chup)

– Del cinético al gráfico: Agacharse – levantarse – agacharse… + – +

– Del sonoro al plástico: Dibujar sonidos de animales.

El profesor ha de ser consciente de que cada niño tendrá su propio ritmo, ayudará al niño a descubrir su ritmo y hacerlo consciente, organizarlo, controlarlo y expresarlo, así como saberlo usar poco a poco para sus creaciones tanto musicales como de otra índole. La educación del ritmo se llevará a cabo siempre de forma sensorial, siendo el cuerpo el principal protagonista.

En cuanto a la sensibilización, el niño ha de sentir el ritmo en todo su cuerpo. Le ha­remos experimentar que las posibilidades de movimiento del cuerpo le permiten expresarse y adaptarse a la idiosincrasia rítmica de unos sonidos, ya sean ruidos naturales o ins­trumentos musicales.

Otro elemento que ayudará mucho a trabajar el ritmo es el lenguaje. Desde jugar a repetir unos fonemas determinados: los que los niños puedan decir a corta edad hasta dichos, trabalenguas, etc., pasando por los nombres de los niños o pequeñas frases que provienen de la actividad que realizan en ese momento; el lenguaje puede fijar el ritmo en otro nivel distinto al movimiento. Ambos son necesarios por igual y, de hecho, se com­plementan.

El profesor puede presentar a los niños, a través del lenguaje hablado, palabras de dos síla­bas que tengan el acento en la primera. Ejemplo: vi-no; los niños responderán rítmicamente en forma de eco. Este ejercicio se puede hacer con un tema determinado: nombres de animales, de personas, etc. Después se trabajará con palabras de tres y cuatro sílabas. Y cuando los niños están familiarizados con las actividades de ritmo y lenguaje, se les podrá pedir la creación de textos sencillos para un esquema determinado, también simple, y previamente trabajado.

4.CARACTERÍSTICAS Y CRITERIOS DE SELECCIÓN DE ACTIVIDADES MUSICALES.

Los principales elementos de la música son: ritmo, melodía y armonía. El ritmo es elemento básico e imprescindible para llegar a la melodía. Cuando ésta aparece lo hace totalmente integrada en el ritmo, del cual note puede desvincular. La armonía engloba el ritmo y varias melodías, y aunque su origen proviene del hecho natural y espontáneo de cantar o tocar en grupo, es el más elaborado e intelectualizado de los tres elementos.

Este orden es el que debemos respetar en la sistematización de la educación musi­cal, porque la planificación del trabajo, aunque sea en el ámbito artístico, exige y requiere el apoyo de una sistematización. Claro está que, en el campo del arte, la sistematización no ha de suponer una limitación a la capacidad imaginativa y expresiva.

La percepción del ritmo requiere poseer factores organizados de sonido-silencio en función del tiempo. La percepción rítmica se facilita ofreciendo al sujeto distintos patrones rítmicos simples (sonido y silencio).

Por lo que respecta a la armonía (elemento complejo), es necesario haber alcanza­do el nivel madurativo completo y una adecuada formación musical previa, para ser capaz de percibirla y vivenciarla en toda su profundidad.

Por eso el niño, al iniciar su educación musical, debe ser receptor y productor de ritmo y melodía; sin embargo, respecto a la armonía, sólo será receptor a través de los medios auditivos o del acompañamiento instrumental del profesor.

Las tareas que el educador ha de proponer y los objetivos a los que ha de encami­nar la educación musical rebasan la simple enseñanza de canciones infantiles o la inicia­ción en las nociones del solfeo.

La educación musical adquiere el carácter de mecanismo y gimnasia de perfeccio­namiento de numerosas habilidades y capacidades sensoriales, emocionales, perceptivas y creativas.

Para los niños de edad infantil, la educación musical podría ser considerada como un ámbito de síntesis, ya que por medio de ella se pueden cubrir prácticamente muchas características y objetivos de la Educación Infantil. Entre ellos estarían los siguientes:

– Educación sensorial.

– Educación motriz y corporal (esquema corporal-lateralización).

– Educación espacio-temporal.

– Educación de la atención, de la memoria.

– Educación de la afectividad (práctica musical y expresión corporal espontánea).

– Educación social (práctica musical colectiva, saber escuchar).

– Educación del gusto y del sentido estético.

– Educación de la observación, de apreciación por comparación, de juicio, de las posibilida­des de elección, etcétera.

Los educadores deben tener un repertorio de juegos y cantos amplio, que usarán en la oportunidad que juzguen conveniente. Las actividades deberán adecuarse al índice de madurez de los niños. Si el niño ha tenido una preparación gradual auditiva, rítmica y psicomotriz, podrá realizar la actividad musical que planee el educador, con toda facilidad, naturalidad y alegría propias de su edad.

Las actividades musicales deberán coordinarse en tal forma que a ninguno de los aspectos se le dé más importancia que a los demás. El educador deberá planear estas actividades tan cuidadosamente, en tiempo y oportunidad, de modo que estén equilibra­das, procurando lograr los objetivos que previamente se habrá fijado. Es verdaderamente necesario pensar detenida y profundamente en los numerosos objetivos que pueden lo­grarse mediante las actividades musicales si se planean cuidadosamente y se realizan en forma constante y graduada.

La percepción de ritmos naturales o percibidos por el hombre, la diferenciación entre ritmos, la adaptación del ritmo interno y corporal a los ritmos circundantes, bien mediante movimientos o utilizando los instrumentos de percusión de técnica elemental, la iniciación de una técnica vocal y su interpretación personal, pueden ser algunos de los contenidos de la Educación Musical en estas edades.

Algunos objetivos generales serían los siguientes:

– Alcanzar la vivencia del mundo sonoro.

– Desarrollar la capacidad de atención y concentración.

– Alcanzar la percepción espacio-temporal del fenómeno sonoro.

– Sentir y reconocer el ritmo auditiva, visual y corporalmente.

– Desarrollar la capacidad de expresión por medio de la voz y los instrumentos.

– Desarrollar la creatividad.

5. LOS RECURSOS DIDÁCTICOS.

Si al iniciarse la Educación Musical, los niños aprenden auditivamente sonidos muy sencillos para poderlos cantar y tocar, hay que cuidar mucho en esta primera etapa que lo que oigan sea percibido con claridad y justeza, y que puedan apreciar algunas de las cualidades de dichos sonidos o ritmos.

Diversos medios audiovisuales pueden utilizarse como recursos para el adiestra­miento en la separación de sonidos, para la iniciación en una composición elemental y para perfeccionar el sentido del ritmo y la riqueza de repertorios sonoros. Así, pueden seleccionarse trozos musicales de especial significación o registrarse en cintas magnetofónicas las propias creaciones infantiles para ser posteriormente analizadas, en un proce­so de feed-back sencillo.

Las técnicas electrónicas ofrecen posibilidades para el futuro de la educación en el terreno de la creación musical y la instrumentación.

Asimismo, la conjugación de imagen y sonido que es posible conseguir mediante los medios audiovisuales (películas, videotapes) permiten realizar interesantes experiencias coordinando, por ejemplo, la imagen de la ejecución por el interprete con el sonido produ­cido.

En cuanto a la infraestructura del aula, nos tendríamos que preguntar qué condi­ciones físicas y ambientales requiere, con qué medios contamos para cubrir esas exigen­cias, y así, de qué modo se podrían llevar a cabo las actividades musicales.

Puesto que la Educación Musical se considera parte integrante de la Educación In­fantil, no será preciso cambiar de aula para realizar las actividades musicales, sino que éstas deberán intercalarse e interrelacionarse con el resto de las actividades escolares.

Podemos situar en la misma clase un ‘minitaller’ de música, colocándolo de tal ma­nera que en él se puedan situar los materiales necesarios para la música, aunque todo tenga que ser reducido.

Su organización puede basarse en los siguientes elementos: biblioteca; mural para poner noticias musicales y trabajos de los niños; armario para guardar instrumentos (al menos uno de cada familia: metal, triángulo; madera, una caja china; de parche, un pan­dero); un espacio para los instrumentos de artesanía; radiocasete, cintas; armario para guardar material didáctico, cartones de ritmo, láminas de instrumentos, cajas grandes para guardar los materiales que traigan los niños para hacer sus instrumentos, herramientas (para los más mayores); flauta o guitarra, según sean los conocimientos del profesor.

Es importante que el niño tenga en orden este rincón y maneje el material asequible a sus posibilidades.

En caso de que el Centro cuente con un espacio independiente exclusivamente de­dicado a este tipo de actividades, podremos realizar allí los grandes ensayos, largas acti­vidades, ejercicios especialmente ruidosos… Tal aula deberá ser un espacio amplio con mucha luz y a ser posible insonorizada; con suelo de madera y mobiliario flexible.

Podrían establecerse ‘zonas de trabajo’ para: biblioteca musical; rincón para dejar colocados instrumentos de placa; espacios para la actuación del coro que tenga una tari­ma con gradas y una pizarra de música; rincón de exposiciones para colocar los trabajos de los niños, murales o instrumentos construidos por ellos; zonas para los medios audio­visuales o armarios para guardar los discos, casetes, filminas, tocadiscos, grabador, apa­rato proyector con pantalla espacio con armarios para guardar los materiales, instru­mentos musicales, cartones de ritmos y melodías; un espacio para el piano u otros ins­trumentos.

Lo aquí presentado se refiere a un modelo ideal, sin embargo puede realizarse una gran cantidad de actividades musicales con recursos minamos y gran imaginación del educador y los alumnos.

Es necesario advertir la necesidad de adaptar todos estos recursos en función de la actividad y de las capacidades del alumno

5.1. La canción como eje vertebrador de la actividad musical

Sin duda la canción es el recurso didáctico más importante, de ahí que lo tratemos con mas profundidad.

El lenguaje de la música se desarrolla, en el niño, paralelamente a las etapas de­crecimiento. Así, al nacer, su primera expresión es el grito. utilizado para reflejar sus ne­cesidades primarias Más adelante, en el balbuceo, comienza a imitar la melodía del len­guaje de los adultos. Después, llega a crear los sonidos, interpretar y escuchar y será a partir de los 3 años, cuando mejora la imitación del modelo adulto, entona y memoriza canciones sencillas (tanto a nivel de melodía como de texto).

La educación de la voz, en este proceso es importante y se puede observar con as primeras cantinelas que los niños tienen, normalmente, la altura de los sonidos centrales, es decir las notas sol, la y mí. Y será, luego, la educación de la voz la que le hace reco­nocer y discriminar los sonidos más graves y más agudos.

Para la educación de la voz, es importante trabajar dos elementos: la respiración y la articulación.

Respiración: practicaremos con ejercicios de soplar fuerte o suave e inspirar lenta (como una flor) o rápidamente (como algún animal), siempre con una finalidad determina­da. También se enseñará el control de la respiración, reteniendo el aire en un momento dado.

Articulación: Ejercicios con vistas a articular exageradamente las sílabas para faci­litar la pronunciación, sobre todo las consonantes. Se utilizarán fonemas y palabras que ayuden a ejercitar los movimientos de la lengua, labios, mandíbulas…

5.1.1 Material: canciones

Las canciones, además de ser las herramientas de la Educación Musical, tienen sumo interés porque constituyen la aportación afectiva al desarrollo emocional y social

El educador debe plantearse cuáles son las más apropiadas y, para ello, ha de ana­lizarlas convenientemente:

– un texto con vocabulario adecuado;

– un ritmo sencillo, que lo pueda llevar el niño y le permita una buena articulación

– una melodía con pocos intervalos y fácil de seguir;

– que tenga una actividad motórica, que se pueda seguir como un juego.

Las canciones y melodías, especialmente las del propio folclore, deben formar parte del entorno del niño desde su nacimiento, Á1 principio sólo tienen la posibilidad de ser oídas, La voz del adulto, familiar al niño, interpretando una melodía sencilla, penetra en lo más hondo de la personalidad infantil. El ritmo permite imprimir al niño un suave movi­miento, que lo introduce vitalmente en la esfera del tiempo A medida que transcurren los meses, estas canciones irán impregnando la vida del niño.

En una segunda fase, el niño podrá ‘actuar’ las canciones, es decir entonarlas, gesticularlas, pronunciar sus palabras mediante el lenguaje, la melodía, el ritmo y la imitación.

En la etapa de los 4-6 años, es cuando la canción constituye verdaderamente la ba­se de la Educación Musical, ya que, como pequeña obra de arte, es la primera manifesta­ción de la música creada y escrita que llega a las manos del niño para que la goce y vuel­va a recrearla.

Debe ser el vehículo mediante el cual, el niño irá modulando poco a poco, su sensi­bilidad, su buen gusto, su capacidad de improvisación y creación. Además ira adquirien­do un vocabulario más rico y un mayor conocimiento de las cosas que le rodean, vistas muchas veces desde un punto de vista mítico y fantástico.

Además la canción ayuda a aumentar la capacidad de atención y concentración y el sentimiento de pertenencia a un grupo.

Los niños pueden y deben cantar en la escuela porque:

– es el instrumento más a su alcance y el más barato.

– la voz es el instrumento que más íntima y profundamente tiene uno para hacer música y para transmitida.

– utilizando la voz, la intervención de la inteligencia es imprescindible. Si se hace música con un instrumento de viento o teclado, basta el control motriz: apretar la tecla o tapar el agujero. Mientras que, en el caso de la voz, el autocontrol inmediato juega un papel esencial para la interpretación correcta.

La enseñanza de la música debería hacer posible que cantar significara: recrear, conjuntamente, con placer.

– Recrear: Muchas veces se piensa que si el niño no hace sus propias producciones musicales la educación musical es deficiente. Esto es parcialmente cierto. El maestro y el niño han de saber que crear es algo muy bonito pero difícil y complejo; y no olvidar que comprender la interpretación de una obra es también, una creación.

– Conjuntamente: cantar con los demás; Trabajar de forma coordinada a fin de con­trolar la emisión de sonidos, su afinación y volumen y empezar y terminar debidamente.

– Con placer: por la satisfacción que proporciona la ejecución de una obra bella y de calidad, después de haber hecho el esfuerzo de trabajarla rigurosamente.

Cuando el niño canta se siente protagonista del hecho musical. Por lo tanto, hay que procurarle buenos modelos para que imite, y presentarle gradualmente un repertorio de canciones. A través del canto, el niño se sensibiliza con el fenómeno de la afinación, matiz y timbre de la voz y se va capacitando para una valoración consciente de la belleza musical.

5.1.2. Cómo y cuándo cantar en clase.

Si queremos obtener buenos resultados musicales al enseñar una canción, debe­mos tener en cuenta algunos aspectos técnicos:

Antes de iniciar las actividades, es conveniente empezar por sacar la voz del niño:

desinhibirla, haciéndolo imitar ruidos (grandes, pequeños, cansados, tristes). El objetivo es lograr perder el miedo a sacar la voz y ayudarle a controlarla: fuerte, flojo, agudo, gra­ve…

El maestro se valdrá de:

– Dibujos en el encerado: a una indicación suya, los niños comenzarán a expresarse.

– Láminas: serán mostradas en el orden que quiera las intervenciones.

– Cuentos: mientras los narra, los niños harán los ruidos.

Además, deberá:

a) Cantar siempre dentro de la tesitura = altitud del sonido que los niños necesitan.

b) Utilizar canciones de ámbito reducido y con intervalos cortos, aumentando paulatina­mente las dificultades.

c) Ir creando en los niños unos hábitos básicos de actitud y de voz que le hagan progre­sar y madurar musicalmente.

d) Si la canción se enseña de oído, se puede hacer: presentar la canción, indicando su procedencia y las diferentes versiones que existen; decir el texto por frases con el ritmo de la canción que repetirán los niños; se comenta el contenido, destacando los persona­jes, nombres, qué hacen, etc.; si hay palabras no conocidas, se aclara su significado; Ante dificultades de dicción, se harán ejercicios reiterativos con las palabras más compli­cadas; si los conocimientos del maestro le hacen posible hacer ejercicios melódicos para ambientar al niño en la tonalidad, los hará repetir en forma de eco.

Posteriormente, el texto y la melodía por frases breves con orquesta en eco, des­pués frases más largas; por último, el profesor cantará la canción completa, mientras que los niños lo harán por dentro exagerando la vocalización sin sonido. Finalmente, será cantada por todos los niños.

En conclusi6n:

Cómo cantar: A media voz. Se debe acompañar de gestos expresivos, siempre que sea posible. Con acompañamiento rítmico, corporal o instrumental. Con movimiento. Dentro de la tesitura infantil (ámbito reducido).

Cuándo cantar: Durante la actividad propiamente musical. En cualquier experiencia es­colar, siempre que el repertorio lo permita. Para cambiar de actividad o para descansar después de momentos de gran atención y esfuerzo.

5.1.3. Selección de canciones.

Los educadores son los encargados de seleccionar los discos, según la sensibilidad y gusto. Se deben incluir: Discos de canciones infantiles. Villancicos. Cuentos. Combina­dos de filminas o diapositivas. Discos de música clásica.

Las canciones pueden ser: Populares. Folclóricas. Infantiles. Didácticas.

Siempre serán breves, formadas por frases cuadradas y acompañadas de gestos y movimientos. Y deben reunir las siguientes condiciones:

a) Texto: claro y corto; adecuado a su edad; motivador.

b) Ritmo: sencillo; esquema en forma de pregunta-respuesta.

c) Melodía: ámbito reducido.

Estas características, teniendo en cuenta las diferentes edades, serían:

1. La letra de la canción debe poseer contenidos acordes con los intereses de los niños. Lenguaje simple y comprensible, fácil de memorizar. Para los 3 años, una sola estrofa es lo más recomendable.

2. La melodía debe adaptarse a la extensión vocal de los niños. Se puede comenzar con canciones de tres sonidos (mi-sol-la), a los 3 años. Los de 4 años pueden ir ampliando el registro y algunos podrán llegar al do agudo. Los de 5 años podrán cubrir la extensión de la grave a do agudo.

3. El ritmo de las canciones no debe presentar dificultades en la combinación de valores. A los 3 años, el ritmo debe estar formado por blancas y negras. Los de 4 años pueden incluir alguna negra con puntillo y los de 5 años, el empleo de corcheas y semicorcheas.

1. La tonalidad debe ser tenida en cuenta. No son aconsejables los tonos con muchos sostenidos ni bemoles. El do mayor (que no tiene alteraciones), sol mayor, re mayor y fa mayor.

5.1.4. Audición de canciones y música grabada

De O a 3 años.

Oír música significa escucharla, y escucharla exige una atención. La atención de los niños pequeños es muy dispersa, de corta duración y superficial. Hay que ir educán­dolos lentamente. Su progreso es paralelo al de la maduración nerviosa del niño. Ade­más, en este caso, prestar atención requiere inmovilidad corporal y es evidente la dificul­tad que esto entraña en un niño pequeño, en el momento culminante de su desarrollo motriz.

El educador tiene un papel muy importante en la consecución de este objetivo. Además ha de resolver el problema que le plantea el hecho de que la educación y, por lo tanto, la atención, debe realizarla el grupo de niños y no un niño solo.

La audición abarca desde ‘escuchar’ al educador que canta una canción o toca un instrumento (y esta actividad es fundamental para iniciar a los niños en la audición), hasta escuchar’ la grabación de algún autor buscando, por encima de todo, que no sea exci­tante, pues produciría un efecto contrario (movimiento y distracción) al que buscamos: atención.

El tiempo de audición debe ser muy breve (escasos minutos) y no hay que preten­der que los niños estén atentos durante todo el fragmento; solamente atienden al comien­zo de la grabación, y después su atención es intermitente, aunque mantengan una inmo­vilidad corporal.

A instancias del educador, el niño puede realizar un trabajo de análisis, muy ele­mental, del contenido musical: distinguir entre canto y orquesta o entre solista y coro; Puede relacionar diferentes personas que cantan una misma melodía o reconocer el autor de una melodía, si previamente le ha sido enseñado.

De 4 a 6 años.

Lo más importante, en este período, es crear, en los niños, el hábito de crear músi­ca. Después de sus primeras audiciones de canciones, que cantaremos a los pequeños como si se tratara de un cuento, pasaremos, muy pronto, a la música interpretada con instrumentos musicales, en directo o grabada.

Hay que procurar que lleguen a conocer algunos fragmentos de obras musicales y sepan el nombre de la obra y del compositor. Decimos ‘conocer’, no sentir, porque una música gusta más cuánto más se conoce y los niños, igual que los adultos, necesitan la repetición, disfrutar cuando escuchando cualquier cosa (un cuento, una música) pueden intuir o saber lo que vendrá después.

Los fragmentos u obras musicales han de ser cortos (de dos a tres minutos para 4 años); nunca debe cansar ni aburrir.

Lo que nunca debe hacerse, excepto en música descriptiva, es inventar algún ar­gumento más o menos relacionado con la obra musical, para que los niños, mientras es­cuchan, vayan imaginándose lo que a nosotros se nos acaba de ocurrir. La misión del educador es poner todos los medios al alcance de los niños para que éstos aprendan a escuchar y a disfrutar de la audición según como la sientan. Jamás debemos manipular su intimidad.

Tampoco debemos utilizar música de fondo. Escuchar es una actividad muy im­portante, pues quedan comprometidos todos los sentidos.

5.2. Danzas

Una faceta importante de la educación rítmica es el movimiento global del cuerpo: danzar libremente al son de una melodía o desplazarse marcando, con los pies, el ritmo de una marcha. Estas actividades pueden llevarse a cabo sólo cuando el niño domina ya su cuerpo, manteniendo correctamente el equilibrio. Tienen sus precedentes cuando, siendo un bebé y estando en el regazo de un adulto, sentía cómo éste llevaba el ritmo de alguna melodía. Son actividades de verdadero placer para el niño, además de una fuente inagotable de posibilidades de expresión corporal.

En la danza, o movimiento global del cuerpo, la improvisación debe tener un amplio campo de acción, estimulada o sugerida por el adulto, en caso de que no surja espontá­neamente.

Si el cuerpo responde al ritmo y al sonido y si es capaz de expresar el dolor y la emoción, importa conocer y trabajar, por sensibilizar al niño desde sus primeros años, a observar su propio cuerpo y el de los demás, en función del gesto.

Para iniciar al niño en el placer de danzar se puede empezar por actividades sim­ples, del tipo:

Pasos simples, pero bien acoplados, como:

– Poner la punta del pie derecho delante y luego en el sitio. Después con el otro.

– Flexiones de rodillas, etcétera.

– Saltar con rebote mientras se mueven los brazos.

– Hacia adelante, apoyar talón derecho y luego en el sitio; después el otro. Al apoyar el tacón, flexionar la otra rodilla.

– Varias veces, apoyar punta o talón en la misma forma que antes.

– Apoyar punta y luego talón.

Pasos laterales:

– Saltar con rebote hacia un lado cuantas veces lo pida el fraseo de la melodía.

– Dar unos pasos y, con los pies juntos, flexionar las rodillas.

– Dar un paso y cruzar un pie delante del otro, elevándolo.

– Dar vueltas hacia un lado y hacia otro, caminando.

Con desplazamiento:

– Dar saltos caminando hacia adelante y hacia atrás.

– Saltar con desplazamiento.

– Tres pasos hacia adelante y elevar la pierna al cuarto impulso con elevación de brazos y pitos. Requerirlo hacia atrás para volver al sitio.

De este modo aprenderán los primeros pasos de danzas populares sin más interés que el de moverse acompasadamente al ritmo y expresivamente, según el carácter de la música. Acoplar sus movimientos a los de los otros niños, que también se expresan y tienen iniciativas.

6. IMPORTANCIA DEL FOLCLORE.

La canción tiene, por si misma, valores culturales básicos y múltiples, ya que las canciones propias de cada folclore (las primeras que deben cantar los niños) son parte fundamental del patrimonio cultural de cada pueblo.

En el folclore se encuentran las canciones que realmente poseen las melodías, ca­dencias y ritmos propios de los niños, ya que están estrechamente ligados al lenguaje hablado. Cada pueblo debería pensar en ello como una cosa importantísima y realizar una búsqueda exhaustiva de las canciones que estén al alcance de los niños pequeños y que son una fuente inagotable de sensaciones estéticas que hablan directamente a su sensibilidad.

El folclore de la región es el material más adecuado para la iniciación musical, ex­ponente máximo de la cultura, de las formas de pensamiento y expresión, de los ritmos vitales y de la forma de ser de un pueblo.

Por lo tanto, el material base o materia prima de las actividades de la vida infantil son:

– El descubrimiento, reconocimiento y producción de sonidos.

– Las canciones cantadas o instrumentadas por el profesor.

– Las danzas populares.

– El uso elemental de algunos instrumentos.

– La audición breve de canciones o piezas musicales seleccionadas.

Hemos de resaltar la importancia de la educación musical que, teniendo como base ­el folclore regional, permite al niño:

– Organizar, asociar y diferenciar sonidos, melodías y ritmos.

– Adquirir nociones de tiempo, cantidad, relación, etcétera.

– Experimentar sensaciones y emociones que se sitúan en la base de la formación de su futura personalidad.

– Descifrar el mensaje musical de alegría o melancolía, excitación o reposo.

– Facilitar la vocalización y comprensión de algunas palabras.

– Descubrir el valor del silencio.

En definitiva: adquirir sensibilidad estética y artística.

En el folclore español encontramos una rica herencia que abarca aspectos no sola­mente musicales, sino también lingüísticos y de movimiento.

Por su riqueza de contenidos, el folclore debe integrarse en la escuela, dándole un enfoque didáctico que no desvirtúe su autenticidad.

Aunque música y danza populares se encuentran repletas de material sugestivo y valioso para el trabajo diario, el educador ha de realizar una buena selección, teniendo siempre en cuenta la edad de los niños y las características que debe tener la música para ser aplicada a este nivel.

Si queremos que los, niños vivan y en su momento transmitan la tradición de sus mayores, es necesario fomentar las celebraciones típicas del entorno, que los niños dis­fruten de las fiestas del pueblo, cantando en una romería, bailando, siguiendo una com­parsa de carnaval…

Será también interesante, además de conservar lo recibido, promover un trabajo de investigación orientado a la recuperación de tradiciones en el que estén implicados tanto el educador como los alumnos. Es muy fácil motivar a los niños para que a la vuelta de sus vacaciones o viajes nos cuenten cómo cantaban y a qué jugaban los niños del lugar visitado.

Este trabajo despertará en los niños, de forma sencilla pero real, el deseo de inves­tigar y la valoración de las tradiciones.